sábado, diciembre 30, 2006

Brevísimo ranking de horror del 2006

Este será mi último post del 2006, y por lo tanto, no puede ser otra cosa que las tan defenestradas listas. Tan subjetivas como inútiles, es el lugar donde venir a señalar lo que me ha parecido más destacable en el género de terror estrenado en España. Por desgracia, al ser esta una bitácora dedicada en exclusiva a un género específico, se hace imposible la escogencia de diez largometrajes. Sencillamente, un Top Ten está descartado por completo en un país en donde los estrenos de terror difícilmente pasan del promedio de uno por cada mes. Así que en Horas de oscuridad trataremos de reducir el absurdo al mínimo y ofreceremos únicamente un podio con lo que (en mi opinión) es lo mejor que nos ha llegado. Tan reducida lista, sin embargo, traerá problemas al realzar la cada vez más marcada subjetividad de nuestra selección. Pero sencillamente, ¿qué me importa? De todas formas los que lean esta lista podrán manifestar su acuerdo -o desacuerdo- en la sección de comentarios, así que allí vamos:

POSICIÓN No. 3
La primera gran sorpresa de este año fue Marebito (reseña aquí), la película de Takashi Shimizu que nos demostró que el director japonés tenia algo en la bola más allá de las enésimas versiones de su ópera prima. Y además, se trata de una pieza muy diferente a las demás en su género, teniendo menos cosas en común con la saga de Ju-On (2003) y más, en cambio, con las excentricidades de Shinya Tsukamoto (quien no en balde protagoniza la película). Mucho menos "accesible" que la mayoría de las cintas de terror que nos llegan de Oriente, se trata sin embargo de un descubrimiento afortunado para las cuatro o cinco personas que alcanzamos a verla durante su breve paso por las carteleras de esta ciudad.

POSICIÓN No. 2
En la posición número dos está la segunda película de Eli Roth, Hostel (reseña aquí). Mal publicitada en su momento como poco más que una pieza gore, la gran virtud de esta película no yace, para mí, en su violencia, sino en la posibilidad nada remota de que sus horrores sean reales. Independientemente de si son ciertas o no las historias que cuenta Eli Roth acerca de esa supuesta página web tailandesa que sirvió de inspiración para su segundo largometraje, la verdad es que esta regresión a la pesadilla turística setentera ha servido para poner en evidencia que estamos ante un director al que no hay que perder de vista. La segunda parte se estrena en marzo del 2007, y no hace falta decir que yo y unos cuantos más estaremos muy pendientes.

POSICIÓN No. 1

Estaba más que cantado. A estas alturas del calendario no hay muchos que duden que la nueva versión de Las colinas tienen ojos (reseña aquí) es la película de terror del año, superando no sólo al resto de sus congéneros del 2006, sino incluso a la cinta original de Wes Craven. Dirigida por el francés Alexandre Aja (quien curiosamente, al igual que Shimizu y Roth, es un autor que promete grandes cosas en un futuro) se trata de la pieza más genuinamente bestia y oscura del año, además de una carga de horror político envidiable. Ahora que acaba de salir su edición sin censura en DVD, la odisea de los mutantes nucleares contra la familia "nuclear" se antoja como uno de los mejores regalos de reyes.

Hasta aquí los desvaríos. Pueden poner sus sugerencias, comentarios y maldiciones cuando quieran. Hasta entonces, que pasen un feliz año, y ya nos veremos con bríos en el 2007. Saludos a todos.

Aquí lo mejor del 2005

jueves, diciembre 21, 2006

El horror del los Goya

Por primera vez (al menos de manera conciente) vamos a traicionar la premisa sagrada de este blog, aquella que reza "cine de terror y nada más". En esta ocasión hablaremos de otro terror que se nos viene encima: los Premios Goya. Ya han sido anunciadas las candidaturas y el panorama pinta negro como todos los años, ya que muy probablemente terminemos soportando (al menos al día siguiente por la prensa) otra gala de esas que vapulean año sí y año también el cine de este país. Por supuesto, no voy a extenderme mucho en el tema (eso se lo dejo a mis compañeros de los enlaces situados a la derecha), pero al menos puedo ofrecer un ligero resumen de la impresión que me causa cada una de las películas nominadas a la categoría máxima. Lo hago no solamente por el asombroso hecho de que, por primera vez, he visto las cuatro películas que optan por el premio mayor, sino también para disimular un poco el tremendo abismo de visitas que ha sufrido esta bitácora.

Alatriste (2006) es la que se alza con el mayor número de nominaciones: dieciséis, si no me equivoco (me da pereza buscar la fuente, así que de eso se encargarán ustedes). Si se cumplen las matemáticas de los Oscar (principal fuente de inspiración de este premio, para qué lo vamos a negar), la cinta de Agustín Díaz-Yanes debería ser la ganadora, y de ser así sería una auténtica lástima. Yo fui uno de los que esperó con impaciencia la adaptación al cine de la saga de Pérez-Reverte, y creo que no estoy solo cuando digo que con esta película se perdió una gran oportunidad. Lo que prometía ser un espectáculo trepidante hecho (por fin) pensando en el disfrute del público, terminó siendo un presuntuoso pastiche con aires de grandeza, saturado de ínfulas y hecho pensando más en el lucimiento de todos los actores del panorama cinematográfico español (vamos, que sólo faltaba Santiago Segura). De ganar esta película, sería como enviar un mensaje equívoco: que así es como se hace un blockbuster. No, señores, definitivamente NO.
Volver (2006), de Pedro Almodóvar... bueno... ¿tengo que decir algo? ¿Hasta cuándo Almodóvar, señores? ¿Es que acaso no hay otros directores en este país? ¿Es que acaso la única actriz que hay aquí es la Pé? ¿Cuántas veces más tenemos que ver a Almodóvar repetirse hasta la saciedad? Oh, perdón, se me olvidaba: los otros directores son los que se repiten, Pedro profundiza.

Cinematográficamente hablando, me gustó mucho Salvador Puig Antich (2006), pero premiarla sería, por desgracia, perpetuar el más viejo cliché de los Premios Goya: el de premiar una película sólo por su "causa". Y vale: ya deberíamos haber aprendido la lección con lo que sucedió el año pasado, cuando Isabel Coixet se llevó el premio por ese pretencioso festival de bostezos que, además, estaba en inglés.
Así que reconozcámoslo de una buena vez, señores: si los sabios de la Academia quieren realmente hacer algo distinto, le darán todos los premios a El laberinto del Fauno (2006). Sólo la película de Guillermo del Toro significaría algo distinto a lo que podemos esperar. No es que tenga muchas esperanzas, pero si pasan de ella no me extrañará nada que la gente siga llenando encuentas diciendo que los Goya son una horterada sin ningún tipo de glamour. ¿Qué se le va a hacer?

domingo, diciembre 17, 2006

Reseña: En la boca de la locura (1994)

Para el que esto escribe, John Carpenter y Brian de Palma tienen una cosa en común: al igual que el director de Carrie (1976), el genio de JC parece irse siempre a los extremos. Cuando se va por el camino fácil en modalidad de piloto automático, el resultado es por lo general desastroso. En cambio, cuando aplica todo su genio e inspiración, John Carpenter es capaz de realizar auténticas obras maestras que nos recuerdan otra vez por qué es uno de los autores de terror más importantes del cine. Por fortuna para nosotros, En la boca de la locura (1995) pertenece a esta segunda categoría. Parte final de su "Trilogía del Apocalipsis", se trata no sólo de un producto inquietante, inteligente y efectivo, sino que es considerado por muchos uno de sus mejores trabajos, junto con Halloween (1978) y La cosa (1982). Para mí es, además, el último gran largometraje de Carpenter, de quien todavía espero un regreso triunfal a la gran pantalla.

Conocida en España con el título de En la boca del miedo (una vez más, he decidido titular la reseña con el nombre puesto en Hispanoamérica), la película cuenta la historia de John Trent, un cínico y hábil investigador de seguros que es contratado para localizar el paradero del escritor Sutter Cane, el mayor best-seller de novelas de terror de todos los tiempos, y que ha desaparecido misteriosamente en la víspera de la entrega de su nuevo libro, que muchos califican desde ya como su obra maestra. Trent, que al principio cree que toda la misión no es más que un truco publicitario por parte de la editorial, se compromete a encontrar a Cane y al manuscrito a cualquier precio. Es así como, revisando la obra escrita del autor (que es capaz, al parecer, de provocar arrebatos de locura entre sus fans), Trent siga su pista hasta el remoto pueblo de Hobb's End, donde se topa de bruces con un mundo de horrores que demuestran que la obra de Cane, ese universo poblado de maníacos asesinos, sectas demoníacas y monstruos de otras esferas, es más que letra muerta sobre papel.

La mayor virtud de En la boca de la locura es el juego mental que ofrece con el espectador. Desde el principio de la película (Trent cuenta la historia desde un manicomio) se nos ofrece el panorama de un escritor cuyo talento es capaz de cambiar la realidad. Este concepto, plasmado a través de un número de situaciones en las que Trent se ve envuelto, hace que dudemos en todo momento de aquello que estamos viendo. ¿Es real la experiencia que el protagonista está viviendo o se trata simplemente de los desvaríos de un loco? ¿Es casual lo que le ocurre a John Trent, o toda su vida forma parte del plan maestro de un autor con una conección especial con otras dimensiones? ¿Es real aquello que ve o sólo parte de la ficción hábilmente construída por un demiurgo demente?

Aparte de esto, resulta obvio que Carpenter ha bebido de numerosas fuentes a la hora de elaborar su relato. Lugares, situaciones y personajes son más que evidentes guiños de un gran número de piezas referenciales del terror (el mismo personaje de Sutter Cane está, según comenta el propio Carpenter, ligeramente basado en su amigo Stephen King), pero hay una que destaca por encima de todas: el oscuro mundo del escritor norteamericano H.P. Lovecraft. Con sus constantes referencias a los Antiguos, sus monstruos indescriptibles, y su atmósfera de decadente pueblo maldito, no es exagerado decir que En la boca de la locura es una de las cintas más "lovecraftianas" que existen, si bien no está realmente basada en ninguna de las obras del febril autor de Providence. Además, el recurso meta-ficcional del libro maldito que sirve como puerta a un mundo desconocido era una de las temáticas favoritas de Lovecraft, sólo que en esta película Carpenter lo extrapola hasta convertirlo en un juego formal magnífico que introduce al espectador directamente en la ficción y convierte a ambos, película y público, en un par de espejos confrontados, concepto que retomaría con su primera aportación para Masters of Horror, Cigarette Burns (2005).

En lo que se refiere a las actuaciones, Sam Neill se encuentra cómodo en el papel principal de John Trent, ya que el carisma del actor irlandés resulta idóneo para un personaje calculador y frío como este. Julie Carmen, su compañera de investigación, resulta bastante sosa (ya sabemos que a JC no se le dan muy bien los personajes femeninos), pero quien realmente se lleva el gato al agua es el actor alemán Jürgen Prochnow, que encarna a Sutter Cane a la perfección. Su tiempo en pantalla es mínimo comparado con el resto del elenco, pero en lo que Prochnow aparece acapara la atención de todos, Su escritor/demiurgo es a la vez fascinante y terrorífico, y su participación y revelación última da cabida a uno de los finales más soberbios de toda la filmografía de John Carpenter.

Lo único que, en mi opinión, la falta para ser perfecta es otra banda sonora, ya que las melodías de heavy-metal me parecen un tanto forzadas y anacrónicas. Mucho mejor hubiese sido que Carpenter se decantara por una música de su propia autoría, sin duda mucho más apropiada. Del resto, no queda más que recomendar hasta la saciedad una de las mejores piezas de uno de los grandes de nuestro tiempo.

jueves, diciembre 14, 2006

Reseña: Sounds Like (2006)

Desde hace varias semanas, el señor Max Renn, del blog de cine Videodrome, nos ha estado obsequiando sus reseñas particulares de la segunda temporada de Masters of Horror, y ya están tardando en pasarse por allá. Deben hacerlo no sólo por el hecho indiscutible de que míster Renn ha publicado sus reseñas con una mayor celeridad que yo, sino también porque en él encontrarán una línea de opinión diferente a la que pueden hallar aquí. Por lo visto, él no ha quedado muy satisfecho con la manera en que ha transcurrido esta primera mitad de la segunda tanda, y la verdad es que razones no le faltan. Sin embargo, creo sinceramente que Sounds Like (2006), cuarto capítulo de la temporada, ha recuperado el buen paso para la serie de Mick Garris. No solamente estamos ante el que, para mí, es el mejor capítulo de esta nueva camada, sino también ante uno de los que más me ha sorprendido.

No niego que mi opinión pueda estar sesgada, ya que el director que en esta ocasión hace su aporte, Brad Anderson, es para mí uno de los más prometedores realizadores que el género nos trae de momento, y sus cintas Session 9 (2001) y El maquinista (2004), son indispensables para tener una muestra de un cine de terror donde lo que predomina es la atmósfera más que cualquier otra cosa. Y al igual que sucedía en estos dos ejemplos, en Sounds Like no ocurre casi nada, convirtiéndose más bien en una mirada a un personaje a través de la reiteración de un fenómeno paranormal que sirve de metáfora para un drama interior. En este sentido, el capítulo de Anderson formaría una correcta trilogía con sus dos cintas anteriores, y aunque no alcance su nivel de maestría, sí representa una entrada más que coherente con el resto de su obra.

El fenómeno en cuestión se da cuando Larry Pierce (interpretado aquí por Chris Bauer, a quien algunos recordarán como el bruto sadomasoquista de 8mm), un hombre que trabaja monitoreando la centralita de llamadas de una compañía de software, comienza de repente a desarrollar un oído extremadamente agudo que le lleva a escuchar todo lo que sucede a su alrededor con extremo detalle. El fenómeno (que jamás es explicado) poco a poco le aisla cada vez más de sus ya de por sí alienados coetáneos, llevándole así a una locura que encuentra su salida de una forma violenta.

Es a través de este fenómeno, reiterado una y otra vez aunque creciendo en intensidad, que nos acercamos a la autodestructiva mente de Larry, que busca en el silencio una manera de permanecer en un estado contemplativo que refleje el vacío en el que se ha convertido su vida, la cual ha ido voluntariamente desconectando de los demás, negándose a escuchar la voz de su frágil esposa y rehuyendo la conección personal con sus compañeros de trabajo. Larry desea la soledad, el vacío, el silencio, y su inexplicable condición le empuja una y otra vez contra esa realidad que detesta, hasta el inevitable clímax que le hace arremeter contra todo.

Todo este concepto es llevado, en mi opinión, de manera magistral por Anderson, quien logra así un capítulo completamente distinto al del resto de la temporada de Masters of Horror (de hecho, mi principal problema con esta nueva tanda es que los capítulos se parecen demasiado), aunque carente esta vez de la estética sucia y oscura a la que nos tenía acostumbrados. Sounds Like, por el contrario, es brillante y luminosa hasta más no poder, y sobre todo las escenas en exteriores están llenas de luz, tan agobiantes en su representación sensorial como los sonidos que escucha Larry. Precisamente en estos sonidos es donde el apartado técnico brilla más (no podía ser de otra manera): la calceta que hace la esposa suena como cuchillos afilándose, una gota de lluvia sobre el parabrisas es tan sutil como una pedrada, y hasta el aliento normal de una persona puede delatar a un fumador clandestino.

Quizás sea mi apreciación un tanto subjetiva; la verdad es que el capítulo se hace un poco largo y reiterativo (aunque creo que en este caso dicha reiteración es necesario). Esto puede impacientar a muchos, pero para mí no cabe duda de que Sounds Like es uno de los episodios más atípicos de Masters of Horror, y sólo por eso, vale la pena verlo.

martes, diciembre 12, 2006

Reseña: Lobo (1994)

Lobo (1994) es, para mí, una película atípica en la filmografía de Mike Nichols, ya que resulta difícil de creer que el director de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966) o El graduado (1967) (cintas prestigiosas y oscarizadas) se lance a realizar una historia de terror tan básica y paradigmática. Porque la verdad es que de eso se trata: la película ofrece una trama mínima que sirve de excusa para la representación en escena de los arquetipos territoriales puramente masculinos, el reverso primitivo del lugar del hombre (sin mayúscula) en la sociedad moderna. Si esta cinta logró pasar al mercado mainstream fue únicamente por el reclamo de sus actores principales, en especial un Jack Nicholson extrapolado en su rol de licántropo.

La pérdida del rol dominante de la masculinidad es lo que da inicio a la historia: Will Randall (Nicholson) es un cincuentón solitario y gris que, de la noche a la mañana, ve como su mundo se derrumba cuando su jefe le da a escoger entre "un trabajo que nadie querría o no tener trabajo". Privado de su modo de su antiguo prestigio y desplazado por un rival más joven (James Spader), Will está a punto de rendirse, pero entonces sucede lo inesperado: en el camino a su casa, es mordido en la mano por un lobo, que inadvertidamente le irá transformando en una criatura capaz de retomar (por la fuerza incluso) aquello que ha perdido y más, incluyendo a la hija de su jefe (Michelle Pfeiffer).

Pero Lobo no es, ni por asomo, una película de monstruos, por mucho que el licántropo sea real. Will no es simplemente una bestia, sólo un hombre que ha dejado aflorar su bestialidad. Su transformación es palpable no sólo en los momentos en que le crecen garras y colmillos y sale a cazar de noche, sino también en la seguridad y coraje con la que recupera su prestigio laboral y reduce a sus rivales a la sumisión absoluta. En otras palabras, gracias a la mordida del lobo, Will recupera su hombría y su territorialidad, algo que como sabemos sólo puede llevar a un fenómeno: la confrontación.

Esta es, por lo tanto, una cinta de un desarrollo extremadamente lento y plano (de hecho, suceden muy pocas cosas), y es sólo al final cuando entra en terreno conocido para los fanáticos del terror (incluyendo una larguísima secuencia de lucha rodada por completo en cámara lenta), con referencias claras a la mitología cinematográfica de la criatura y un maquillaje de Rick Baker que asombra por lo sutil. El final funciona, sin duda, aunque el desenlace de la historia se convierte en pura alegoría. Lobo es, por lo tanto, una cinta cuyas principales virtudes están en su concepto y en la utilización de la bestia como símbolo de algo más. Aquellos que busquen una cinta de horror quizás salgan decepcionados (o desesperados ante su lento y en ocasiones monótono desarrollo), pero a pesar de eso sigue siendo un ejemplo interesante de esas películas que pasan, por desgracia, debajo del radar cuando se merecen por lo menos un vistazo. Al menos, eso pensamos por aquí.

domingo, diciembre 03, 2006

Me voy por unos días, pero les dejo bien acompañados

Como sin duda se habrán dado cuenta, hace ya algunas semanas hice una limpieza de la columna de enlaces de la derecha, quitando de ella todos aquellos que no eran de otras bitácoras (la única excepción fue para la gente de Muchocine.net, que amablemente continúa publicando algunas de mis reseñas a pesar de que no mantengo contacto alguno con ellos). Debido a esto, me veo obligado a recordarles que no deben dejar de pasar por DVD Stalk, columna del portal DVD Talk y que está dedicada exclusivamente al género de terror, exponiéndome en numerosas ocasiones a cintas que han terminado siendo clásicos personales.
La página es importante, además, por ser la heredera de las más de cien reseñas que dejara mi gran gurú Noel Gross, el tejano webmaster de la (tristemente) desaparecida columna Cineshlockorama, por lo que ya tenemos otra razón para pulsar en los enlaces arriba citados.
Si digo todo esto es porque mañana salgo de viaje y, muy posiblemente, no podré postear nada hasta el 13 de diciembre. Intentaré que no sea así, pero mientras tanto, es bueno que aquellos que lo deseen puedan recibir su colocón de cine de terror sin ningún problema.
Saludos.

viernes, diciembre 01, 2006

Teeth

Visitando el blog del maese Sir Laguna, me he encontrado con noticias de una película de la que (reconozco) no había escuchado, pero que seguramente provocará numerosas reacciones cuando vea la luz en el 2007. La película en cuestión se llama Teeth (2007), y trata acerca de una virgen militante que descubre, tras una violación, que se ha convertido en la manifestación física de un arquetipo freudiano: la chica ha comprobado empíricamente que su vagina tiene dientes.
La cinta está escrita y dirigida por el debutante Mitchell Lichenstein, y por lo menos interesante se nota. Pueden ver su página oficial aquí.
Ah, y por cierto: ya ha comenzado diciembre, así que no se pierdan mi especial navideño.

miércoles, noviembre 29, 2006

Reseña: The V Word (2006)

Ernest R. Dickerson, antiguo colaborador de Spike Lee y responsable de la simpática Demon Knight (1995) y el hipertruño Bones (2001), hace su aporte a la segunda temporada de Masters of Horror con The V Word (2006), un guión de Mick Garris que viene a llenar un notable hueco de la serie (al tratarse de un producto de terror, creo que resulta más que obvio cual es esa palabra que comienza con "V", ¿no?). Por desgracia, aunque cuenta con unos primeros minutos bastante notables, este episodio sufre una caída tan estrepitosa en su segunda mitad, que fácilmente podemos calificarlo como el más pobre de lo que hasta ahora ha sido un comienzo de temporada bastante flojo.

Lo que sí le concedo a esta historia es su más que loable esfuerzo por devolver al género de los vampiros algo que se había perdido en esta época de amanerados chupasangres de bucles rubios y trajes de cuero de diseño. En The V Word asistimos a la recreación del vampiro como un monstruo repugnante dedicado a esparcir terror en sus semejantes, completamente desprovisto de lujuria o fascinación. Sus influencias son más que claras, desde el Salem's Lot (1979) de Tobe Hooper hasta las piezas ochenteras imprescindibles como Fright Night (1985) o The Lost Boys (1987).

La primera mitad del episodio es lo suficientemente contundente como para engancharnos enseguida: en ella vemos a dos jóvenes amigos que pasan la noche sumidos en el disfrute de la violencia "artificial" de los videojuegos hasta que uno de ellos propone a su compañero entrar furtivamente en una funeraria cercana para ver un cadáver real. Sin embargo, lo que ambos encuentran allí es una masacre perpetrada por un ser de ultratumba: un vampiro que se encuentra haciendo de las suyas en el recinto y que por supuesto no tarda en ir a por los dos chicos. Por desgracia, una vez que esta persecución alcanza su clímax, el episodio parece haber llegado a su pico (1), transformándose completamente en una especie de melodrama adolescente en el que los conflictos caseros se entremezclan con la poco explorada historia del vampiro (interpretado por un Michael Ironside que, como siempre, aporta cierto toque de distinción).

Otro problema del episodio es precisamente el guión: si bien Dickerson logra explotar muy bien el material a nivel de atmósfera (sobre todo, insisto, durante su primera mitad), los diálogos creados por Mick Garris son muy poco creibles (los chicos, por ejemplo, hacen numerosas referencias jocosas a series de televisión de hace décadas), y la supuesta "introspección" al mundo de unos jóvenes sobresaturados de violencia no pasa de ser un pequeño guiño al que en ningún momento se da relevancia alguna. Es una lástima, porque había allí un buen filón que explotar, y definitivamente se ha perdido.

En fin, digamos que esta segunda temporada de Masters of Horror no ha comenzado lo que se dice muy bien. Una cosa les adelanto desde ya, sin embago: no pierdan la fe, porque ya he visto el cuarto episodio (dirgido por Brad Anderson) y realemente vale la pena. En cuanto a The V Word, me parece que los vampiros se quedarán esperando hasta el año que viene.



(1) No es broma; en ese momento miré mi reloj porque creí que el capítulo había terminado.

domingo, noviembre 19, 2006

Reseña: Nosferatu (1922)

El género de terror es (como saben todos) tan antiguo como el cine, y ya las primeras películas que se proyectaron en aquel artilugio de finales del siglo XIX buscaban despertar el miedo en el espectador. El expresionismo alemán trajo sin duda grandes obras como El gabinete del Dr. Caligari (1919) o El golem (1921), pero la primera gran cinta de terror no llegaría hasta el año 1922, cuando F.W. Murnau, director que ya entonces era considerado un genio en su Alemania natal, estrenara Nosferatu (1922), una de las mayores obras del cine mudo y la primera gran película de vampiros en toda regla.

Tan famosa como la película es la historia que la rodea: es de conocimiento general que Nosferatu es una adaptación velada de Drácula, la famosa novela de Bram Stoker, pero Murnau no pudo conseguir que la viuda del escritor irlandés le cediera los derechos de adaptación (en aquella época, el cine era considerado por muchos un arte menor, y una adaptación al teatro era la máxima aspiración de cualquier libro "respetable"), por lo que se escribió el guión cambiando ligeramente la trama y sustituyendo los nombres de los personajes principales. Así tenemos la historia de un joven empleado de bienes raíces llamado Hutter, que viaja desde Bremen hasta Checoslovaquia hasta el castillo del misterioso conde Orlock, quien compra unas propiedades en la ciudad natal de Hutter con intenciones bastante siniestras. En realidad, el conde es un vampiro que trae consigo la muerte y la peste a la ciudad, devorando a sus indefensas víctimas y poniendo su ojo en la joven y bella esposa de Hutter, Helen.

Lo que hace diferente a Nosferatu de todas las demás películas de su época es la magnífica atmósfera que Murnau logra recrear con un mínimo de recursos. Cada plano, cada imagen de esta película es un asalto directo al espectador, obligándole a regodearse en ese ambiente malsano en el que se va convirtiendo toda la comunidad, asediada por el ataque de este monstruo que es como un cáncer venido de tierras lejanas a irrumpir la paz de sus habitantes. Además, a diferencia de las posteriores adaptaciones de Drácula (con Bela Lugosi y Christopher Lee a la cabeza) el vampiro no es visto como una criatura seductora, sino como un adefesio espantoso, una criatura salida directamente de una pesadilla. Esta estética generaría toda una serie de seguidores, entre los que se cuenta por supuesto la versión de Werner Herzog, a la vez remake y tributo de la cinta de Murnau. El ambiente y los recursos terroríficos de la película han sido imitados y referenciados hasta el cansancio, convirtiéndola en todo un referente cultura, homenajeado a la perfección en la que para mí es una de las mayores obras maestras de lo que llevamos de siglo: la menospreciada cinta de E. Elisas Merhige La sombra del vampiro (2000).

Eso sí, no hay que engañarse: tras más de ochenta años de su estreno es lógico darse cuenta de cómo han cambiado los valores estéticos y narrativos del cine, y para aquellos que nos hemos acostumbrado a una narrativa y a un ritmo de cierto tipo es inevitable que Nosferatu nos parezca una película difícil para el paladar cinéfago medio. Hay que señalar entonces que su principal valor hoy en día es histórico, una curiosidad cinéfila que todo gran aficionado al género de terror debería sentirse obligado a experimentar.

Por desgracia, esta es una experiencia nada fácil de tener, ya que en el país donde vivimos se hace casi imposible encontrar un edición de Nosferatu que valga la pena. El hecho de que la cinta sea de dominio público ha hecho que cualquier geniecillo de medio pelo la modifique a su antojo poniendo cualquier banda sonora que le apetezca sin el más mínimo sentido de coherencia con lo que ocurre en pantalla. La misma edición especial en DVD que se puede conseguir en las tiendas trae una de las más nefastas: aquella que grabara el grupo francés Art Zoyd. El resultado es un desastre gótico-industrial que podría catalogarse como cualquier cosa menos música. Así que aquellos que quieran hacerse con una copia de la película de Murnau tendrán que recurrir a Amazon para encargar la versión en Zona 1 que lanzara Image hace unos años, con una banda sonora de órgano clásico infinitamente más apropiada que las que tantas lumbreras posmodernas han querido encasquetarnos bajo la dudosa etiqueta de una causa "experimental". En este caso el esfuerzo adicional vale la pena.

viernes, noviembre 17, 2006

Reseña: Regreso a Moira (2006)

La cuarta entrega de las Películas para no dormir cae sobre el regazo de Mateo Gil, guionista habitual de Alejandro Amenábar y que realiza con Regreso a Moira (2006) su primera incursión como director en el género de terror. Sin embargo, justo es decir que su capítulo es, en gran parte, un melodrama acerca del despertar sexual de un joven de pueblo en la España del franquismo, y es sólo al final cuando ocurre un desenlace que coloca a la historia en las lindes de la narrativa de miedo.

Esta diferencia se percibe en la manera como la historia se va contando a dos bandas: la película abre con la figura de Tomás, un escritor que ha vivido en un exilio personal desde que abandonara España hace más de cuarenta años, y que un día, tras la inesperada muerte de su esposa, recibe una carta del Tarot que sólo pudo haberle enviado una persona: Moira, la mujer de la que estuvo enamorado siendo apenas un muchacho y de la cual sólo sabemos que lleva muerta más de cuatro décadas. Tomás decide, ante este extraño hecho, regresar a España y a su pueblo natal para enfrentarse finalmente a su propio pasado y al fuerte remordimiento que al parecer fue la causa de su fuga.

Esta historia se va entrelazando con una serie de flashbacks a través de los cuales vemos a Tomás en sus años mozos, cuando conoce a Moira y comienza con ella una relación amorosa que poco a poco se convierte en obsesión ante todo el misterio que rodea la vida de esta bella mujer, que vive aislada y odiada por todo el pueblo, en medio de acusaciones de brujería. Estos saltos al pasado constituyen el grueso de la historia, y la verdad, no son nada que no hayamos visto antes. La relación de Tomás con sus amigos pasa por todos los clichés típicos de la "madurez" de los adolescentes varones, y la historia misma de una mujer que resulta ser una bomba sexual en medio de un pueblo atrasado de la Europa mediterránea (y que termina revelando la absoluta barbarie de una sociedad de viejas beatas y hombres rústicos) es una trama que hemos visto literalmente cientos de veces. Si se salva es precisamente por la presencia de Natalia Millán, quien es más que correcta como Moira en su efectiva mezcla de sensualidad enigmática. Por desgracia, la elección del inexpresivo Juan José Ballesta como el joven Tomás es bastante desafortunada, ya que nunca pude superar la sensación de que aquel muchacho era un perfecto imbécil.

La otra historia, aquella en la que un Tomás viejo regresa al pueblo (y a Moira) es, por el contrario, excelente, y acapara por sí sola toda la tensión y el misterio que rodea el delicado halo sobrenatural de la trama. Casi todos los aspectos terroríficos de Regreso a Moira están concentrados aquí, desde las visiones fantasmagóricas de Tomás hasta el miedo que siente al visitar los antiguos espacios de su juventud, especialmente la abandonada casa de su antigua amante, que permanece como un ruinoso cáncer enclavado en el corazón de un pueblo que crece gracias al progreso. El final es, asimismo, lo mejor, y lo único que coloca a este episodio de las Películas para no dormir en el género al cual supuestamente pertenece.

Si toda la cinta hubiese tenido esta contundencia, sin duda tendríamos una valoración mucho más positiva. Sin embargo, este melodrama de Mateo Gil se queda como un producto correcto, pero poco más si lo comparamos con los primeros capítulos de la serie.

miércoles, noviembre 15, 2006

Futuros lobatos del celuloide

Definitivamente hay que pasar por UHM para un vistazo a lo que se nos viene encima en el futuro del cine licantrópico. Como ocurre con toda bolsa de noticias, el resultado es bastante agridulce, mezclando cosas interesantes con los típicos sub-productos e insulsos remakes de antiguos clásicos.
El que vemos en la foto es el primero en ser estrenado: Big Bad Wolf (2006), la historia de un chico que es obligado por sus amigos a montar una fiesta en la solitaria cabaña del bosque a la cual su padrastro se retira de vez en cuando. Por supuesto, dado el título de la película, los chicos son atacados en medio de la noche por un hombre-lobo, de quien el protagonista sospecha que puede ser precisamente el elusivo esposo de su madre. La verdad es que, a pesar de que la película parece tratarse del típico terror adolescente, el licántropo en cuestión está bastante currado (y sospechosamente similar al que veíamos en la versión de Drácula de Francis Ford Coppola). El solo hecho, además, de que hayan decidido prescindir de la tecnología digital para dar vida al monstruo ya es, créanlo, un punto a su favor.
Desde abril, sin embargo, no tenemos noticias de Fresh Meat (200?), la esperada (por mí, al menos) secuela de Dog Soldiers (2002) lo que hace pensar en la posibilidad de que el proyecto haya sido cancelado o postergado indefinidamente (que viene a ser más o menos lo mismo). Lo último que se rumoreaba era que su director, Rob Green, realizador de la película de terror ambienteada en la Segunda Guerra Mundial, El búnker (2001), podría comenzar finalmente el rodaje ahora que el actor Kevin McKidd acaba de terminar de grabar la segunda temporada de la serie Roma.
También viene por ahí la tercera película de la saga de Underworld (2003), que como todos saben se tratará de una precuela y que no contará con la presencia de Kate Beckinsale, protagonista de las dos entregas anteriores. Además, su director Len Wiseman ha advertido que en esta ocasión la película se centrará en el personaje de Lucian (jefe de los licántropos) y no tanto en el clan de vampiros que hicieron de las suyas en el extrapolado y neo-gótico mundo de sus dos antecesoras.
Y finalmente tenemos algo de lo que se ha venido hablando desde hace bastante tiempo: el remake de El hombre-lobo (1941), el cual (si todo sale como lo planeado) debería comenzar a rodarse a principios del 2007. Si bien no es un secreto que no guardo grandes esperanzas para esta nueva versión, sí concedo que la elección de Benicio del Toro para el personaje de Larry Talbot es todo un acierto (el hombre tiene un aire insuperable a Lon Chaney Jr.), y la escogencia como guionista de Andrew Kevin Walker, autor del guión de Seven (1995), augura una que otra sorpresa.

martes, noviembre 14, 2006

Blogger contra Bizácoras. ¿Quién ganará al final?

Mis visitas han bajado considerablemente en estas últimas semanas, y esto no se debe únicamente a mi decreciente calidad de escritura (resultado inevitable de años de autoflagelación y farmacodepencia), sino a una nueva conspiración de la gente de Blogger para acabar con mi salud mental. Lo más curioso de todo es que en esta ocasión no han ido a por mí, sino a por los camaradas de Bizácoras.
Como sin duda se habrán dado cuenta, este blog ha migrado a Blogger Beta hace ya algún tiempo. Pues bien, resulta que tal mudanza ha tenido un efecto colateral bastante hinchapelotas (mejor término que este no hay): eliminarme del directorio de Bizácoras, que según los chicos de Google Analytics, es mi segunda mayor fuente de visitantes.
Al parecer, el lector de Bizácoras no reconoce el feed específico de Blogger Beta, y como de momento no se ha encontrado una solución al respecto, he pensado en dejar constancia de esta jugada. En otras palabras, aquellos que como yo sufran a la plataforma de Blogger y estén pensando en hacer la migración a la versión Beta, tienen una razón de más para pensárselo, antes de que sea demasiado tarde.

domingo, noviembre 12, 2006

Reseña: La culpa (2006)

La culpa (2006), tercera de las Películas para no dormir, era sin duda alguna la más esperada, ya que marcaba el regreso a la dirección de Narciso Ibáñez Serrador, cuya corta filmografía, compuesta por La residencia (1965) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), supone no sólo dos excelentes películas, sino dos de las mejores producciones de terror jamás realizadas en España. Por desgracia, Los más de veinte años en los que Chicho se ha mantenido alejado de las cámaras no parecen haber pasado en balde, ya que su episodio particular resulta el más flojo de toda esta propuesta televisiva.

Participando de la influencia de su propia filmografía, el capítulo de Ibáñez Serrador se sitúa en la España de principios de los setenta, centrándose en Gloria, madre soltera y enfermera sub-empleada que acepta la ayuda de una amiga que le ofrece trabajo y sitio donde vivir en la enorme y antigua casa donde tiene su consulta privada.

No pasa mucho tiempo, sin embargo, antes de que Gloria se de cuenta de que no todo es tan bonito como parece: en primer lugar, los continuos avances sexuales de su amiga le hacen darse cuenta de que su ayuda no es del todo desinteresada, y la famosa consulta privada que tiene lugar en la enorme y vieja casona es, en la práctica, una clínica de abortos clandestina. A eso hay que sumar la inquietante presencia de un desván polvoriento (al que su pequeña hija parece sentirse muy atraída) y una misteriosa puerta en las escaleras que constantemente lucha por abrirse. Todos estos elementos construyen un misterio que, por desgracia, no lleva a ninguna parte, ya que al final, cuando el meollo de la historia es finalmente revelado, descubrimos que todos aquellos detalles que constituían la mayor tensión del relato son en realidad meros adornos que absolutamente nada tienen que ver con el misterio principal.

Esto resulta especialmente doloroso en el caso de personajes y situaciones inquietantes pero que no vienen al cuento, como las constantes llamadas telefónicas que recibe Ana (la benefectora de Gloria) y, sobre todo, las viejas vecinas de aquella enorme casa, elementos completamentre desaprovechados y que parecen estar diseñados únicamente para distraer nuestra atención y pensar que la historia va por otros derroteros. Además, tal como ocurría en La residencia, la súbita llegada de un crimen revela casi por completo el final, ya que deja pocas explicaciones posibles, lo que no impide que aún así el episodio trate de llevarnos por senderos que finalmente no conducen a sitio alguno.

Y aunque en la primera hora de metraje no pasa literalmente nada, el final es sin duda lo más terrible de todo, abrupto, inverosímil y sobre todo con una carga moralista demasiado evidente (aunque no tan sorprendente si se pone atención al título). No cabe duda de que Chicho sabe utilizar muy bien elementos mínimos (los mayores miedos provienen de aquello que no vemos, como una cajita cerrada o una pequeña cuna cubierta con una manta) pero desde el momento en que se hace obvio que dichos recursos no son más que una mera distracción para que no veamos un pobre resultado final, no nos queda más remedio que sufrir por la decepción causada por un episodio del que se esperaba más, pero que mucho más.

viernes, noviembre 10, 2006

Reseña: Three... Extremes (2004)

No hace mucho hablábamos en este blog de Three (2002), una película interesante y muy recomendable para los amantes del terror oriental, y cuyo visionado forma parte de la intensa campaña de alfabetismo que sobre el tema mantiene el señor Yume con este servidor. Pues bien, la película al parecer resultó todo un éxito, ya que dos años después ya estaba estrenada su secuela, una nueva entrega de tres episodios diferentes realizados por otros tantos directores asiáticos. La nueva cinta contó con un presupuesto mucho más holgado, cosa que se nota no sólo en el mayor grado de elaboración de los decorados y la creciente pulcritud técnica, sino también por el lujo que pudo darse al contratar realizadores de mayor renombre. La cinta fue titulada, muy acertadamente, Three... Extremes (2004).

Normalmente, este tipo de productos suele perder gran parte de su empuje con el lanzamiento de una secuela. Esto, por fortuna, no sucede en esta ocasión. Three... Extremes no solamente iguala el listón puesto por su antecesora, sino que en muchos sentidos la supera, ya que en esta oportunidad los tres episodios que la conforman están muy equilibrados en cuanto a su calidad, aunque lo mejor será que, una vez más, vayamos por partes.

El primer episodio, titulado Box, narra la historia de una joven y hermosa escritora que vive aislada del mundo en una pequeña cabaña en medio de la nieve. El proceso de creación de su nuevo libro es interrumpido por una serie de flashbacks que nos muestran cómo esta mujer, siendo niña, trabajó junto a su hermana gemela como contorsionista de circo. Por medio de estos saltos temporales, y la continua aparición de un fantasma, sabemos que la joven guarda un terrible secreto de su pasado, representado bajo la forma de una misteriosa caja que no se atreve a abrir. El episodio está dirigido por el japonés Takashi Miike, quien ya ha pasado en dos ocasiones por los tribunales de esta página. Ahora, Miike es considerado un director de culto, aún cuando no es un creador fácil de encasillar en un estilo. Después de todo, sus dotes como director son tan camaleónicas, que películas como Audition (1999), Ichi the Killer (2001) o Llamada perdida (2004) tienen muy poco en común. Box, además, se distancia aún más de todos esos trabajos, al carecer casi por completo del despliegue estrambótico de violencia que tanto se asocia con el japonés. Su propuesta visual, además, es preciosista y poética, y (cosa rara en él, por cierto) busca asustar más con aquello que no muestra que con lo que vemos. Encima, y para ser coherente con el resto de su filmografía, deja muchos cabos sueltos y situaciones inexplicables, especialmente un giro final que cuestiona todo nuestro acercamiento a la trama. Las interrogantes que se alzan son tantas que se hace necesario que el espectador se involucre con aquello que está viendo y trate de darle una explicación que sólo cobrará cierto sentido al final, y no necesariamente el que uno cree. Se trata de un relato brillante y complejo, pero difícil, por lo que incluirlo de primero en el trío es una jugada no exenta de riesgo (1).

El segundo episodio es muy diferente y es, en mi opinión, el mejor de los tres. Dumplings, dirigido por el chino Fruit Chan, parte de uno de los temas más comunes del género de horror: la vanidad y lo que los seres humanos están dispuestos a hacer para satisfacerla. La historia trata de una mujer casada con un hombre muy rico y que se hado cuenta de que, con los años, ha empezado a perder sus antes deslumbrantes atributos físicos. Temerosa de que su esposo pueda reemplazarla por una amante más joven, la mujer recurre a la ayuda de una "especialista" (una inmensa Bai Ling que acapara por completo la película) para que le prepare unos bollos de pasta rellenos de carne que poseen cualidades casi mágicas de rejuvenecimiento. El problema reside en que el ingrediente secreto de la receta consiste en fetos humanos, por lo que el tratamiento, aparte de caro, acarrea una auténtica tortura moral para esta mujer. El episodio (del cual también existe una versión en formato de largometraje), si bien carece de elementos sobrenaturales que podrían calificarse de "terroríficos", es magistral en su monstruosidad, constituyendo no sólo un magnífico ejemplo de la vanidad, sino un fuerte alegato contra la subyugación de la mujer oriental y las prácticas de control de natalidad de un país como China. El final es, asimismo, devastador, al llevar toda la perversidad del relato a un nivel aún más grotesco, en un genial "más difícil todavía".

No menos grotesco resulta el tercer y último capítulo, Cut. Lo dirige el surcoreano Park Chan-wook, quien se ha convertido hoy día en el director asiático de moda gracias a su trilogía sobre la venganza, especialmente por su obra maestra: Oldboy (2003). La venganza también es el tema de su episodio, sin embargo, esta no es abordada desde una perspectiva tradicional. En esta ocasión se trata de un hombre que decide destruir precisamente a alguien que no le ha hecho nada, un hombre bueno y noble que, para colmo, ha sido bendecido con fama, fortuna y una mujer hermosa. El personaje (un resentido actor de cine en paro) no puede soportar la idea de que exista un tal desequilibro en el universo, por lo que secuestra a su víctima junto a su esposa. Si el secuestrado (que en un probable alarde autobiográfico resulta ser un joven director famoso por sus películas violentas) no comete o confiesa algún pecado terrible, el actor le irá cortando los dedos a su esposa uno a uno. El capítulo es sin duda el más violento, y el hecho de que transcurra casi por completo en un sólo escenario y en tiempo real hacen que tenga un ritmo asfixiante y casi tan opresor como sus imágenes, algunas de las cuales resultan difícil de presenciar. Sin embargo, también es un capítulo que destaca por un toque de humor sarcástico y un sentido de ridículo que lo hacen aún más retorcido. El final es bastante ambiguo (a falta de un mejor término) pero los fans de Park Chan-wook no saldrán defraudados de esta salvajada suya.

En su valoración final, Three... Extremes es excelente, recomendable sin duda alguna. Es verdad que ninguno de sus episodios me deslumbró tanto como Going Home, la pieza con la que cerraba su predecesora, pero los tres capítulos están tan bien equilibrados en cuanto a su calidad y resultan tan contundentes, que la cinta no tiene desperdicio. De entre la montaña de títulos orientales de terror que hay disponibles, este es de los que vale la pena rescatar.



(1) Parece ser que el orden de los episodios varía según la zona geográfica a la que pertenezca el DVD. Por si acaso, este orden es el de la edición en Zona 2. Otra cosa interesante es que esta cinta salió en los Estados Unidos un año antes que su antecesora, que en una inexplicable pirueta de mercadotecnia fue titulada (en su versión americana) Three Extremes 2.

jueves, noviembre 09, 2006

Reseña: Family (2006)

El segundo capítulo de la nueva temporada de Masters of Horror tiene como director a John Landis, quien repite participación con un trabajo muy diferente al del año pasado. Family (2006), sin embargo, sigue llevando el sello de su director en su mezcla de horror y comedia, aunque sin recurrir a la disparatada autoconsciencia de su predecesor. Esta vez, el factor de perversidad está mucho más alto, y Landis utiliza su material para mostrar una sátira de la estructura familiar clásica vista como una muestra de realización personal, tema que impregna practicamente todo el metraje de su episodio.

Lo más interesante de Family es, para mí, el punto de vista escogido para la narración: la historia la vemos del lado del "monstuo", un hombre aparentemente apacible llamado Harold, solterón empedernido que vive en un tranquilo barrio de clase media. Harold sería el prototipo del vecino bonachón e inofensivo de no ser por su secreto: su "familia", compuesta de los esqueletos de la gente que ha ido matando para convertirlas en sus eternos acompañantes. Pero pronto sucede algo que altera su ordenada vida, y es que justo frente a su casa se ha mudado una joven pareja, y Harold ha quedado prendado de su nueva vecina. No pasará mucho tiempo antes de que pretenda sustituir a su vieja "esposa" con el nuevo ejemplar que se ha puesto frente a él.

El subtexto de este episodio hace una referencia a la familia clásica no sólo como un bien moral, sino también como un símbolo de estatus. Ambos lados de la ecuación, (Harold y la joven pareja constituida por David y Celia) hacen girar su vida en torno al grupo familiar. David y Celia buscan tener una familia, mientras que Harold ya la tiene. Sin embargo, la familia de Harold es un producto meramente utilitario, un deleite egocéntrico que debe por fuerza mantener en secreto (no en vano la expresión anglosajona de los "esqueletos en el armario" como símbolo de culpas inconfesables adquiere aquí un significado más que literal). La parentela de Harold es una colección de trofeos, y sin embargo, Landis ha tomado un enfoque interesante al dotarlo de un aire de cotidianidad que quizás otros directores menos arriesgados no habrían hecho. Lo realmente inquietante del personaje no es lo loco que está, sino lo normal que cree ser. Ya que toda la historia está narrada desde su punto de vista, todos sus actos se convierten en algo normal, desde el acosar a una anciana para matarla hasta disolver el cuerpo de un anciano con ácido clorhídrico para dejarlo en los puros huesos.

Al final, Family toma un giro argumental drástico que devuelve la historia al campo del horror puro. Entre sus defectos estaría su lento desarrollo y la sensación de que la historia no da lo suficiente como para llenar 55 minutos de duración. Este nuevo episodio de Landis no alcanza, es cierto, el nivel de disfrute de Deer Woman (2005), pero sí es un capítulo mucho más siniestro, y al menos una evidencia de que esta segunda temporada va mejorando poco a poco. Esperemos que los primeros pesos pesados de Masters of Horror se hagan presentes más temprano que tarde.

miércoles, noviembre 08, 2006

Terror bollywoodiano

Para no perder la costumbre de reseñar una chorrada tras otra, invito a todos a que no dejen de revisar esta espectacular galería de carteles de cine de terror de Bollywood. Lo que no daría por tener algunas de esas piezas en mi salón.

lunes, noviembre 06, 2006

Tres Tristes Trailers 3

Hace ya mucho tiempo que la muerte de la originalidad en Hollywood dejó de ser un comentario cínico para convertirse en una amarga realidad. Al parecer el turno le ha llegado ahora a Black Christmas (1974), uno de los más famosos proto-slashers de la década de los setenta que vuelve a nuestras pantallas a finales de este año. La película, que trata de una fraternidad de chicas universitarias que es acosada en Nochebuena por un maníaco asesino, será dirigida esta vez por Glen Morgan, quien ya tiene en su haber otro remake (este, lo confieso, bastante efectivo): Willard (2003). Yo diría que, ahora que se acercan las fiestas decembrinas, lo mejor que pueden hacer es echarle un vistazo al original, que es bastante bueno. Así todos podremos proceder a la muy probable defenestración que sufra esta nueva muestra de necrofilia cinematográfica.

The Return (2006) marca el regreso de Sarah Michelle Gellar al género del terror, después de su participación en las dos partes de The Grudge (2004). La historia no parece ser nada del otro mundo: una mujer comienza a tener pesadillas acerca del asesinato de una persona a la que jamás ha conocido, y poco a poco esto la lleva al pueblo donde se ha cometido ese crimen, justo a tiempo para que ella sea la próxima víctima. Lo peor de este avance es, sin duda, el hecho de que evidencia una vez más esa absurda estética videoclipera que asume que poner la cámara a temblar es suficiente para causar miedo en el público.

Y por último tenemos un trailer que ya ha estado circulando cierto tiempo por la blogósfera, el del remake de El día de los muertos (2007). Sin negar que la cosa se ve bastante cutre (alguien debió haber pensado que Mena Suvari jamás podría ser militar con esa estatura), mi único y débil rayo de esperanza está en la dirección de Steve Miner, uno de mis ídolos ochenteros que por fin ha logrado asomar la cabeza después de varios productos televisivos. Asimismo, me pica la curiosidad el personaje de Ving Rhames. ¿Recuerdan que en el remake de El amanecer de los muertos (2004), Ving Rhames aseguraba tener un hermano militar? ¿Será posible que estemos en presencia de un guiño cinéfilo?

¿Por qué he puesto tres avances que, evidentemente, no se ven nada atractivos? Pues porque puedo. Que tengan todos un buen día, y como siempre digo: perdonen el post de transición.

viernes, noviembre 03, 2006

Reseña: The Damned Thing (2006)

El esperado estreno de la segunda temporada de Masters of Horror trae consigo buenas y malas noticias: la mala es que The Damned Thing (2006) no es un episodio lo bastante contundente como para dar a la serie el regreso triunfal que se merecía. La buena noticia, sin embargo, es que su director Tobe Hooper y su guionista Richard Christian Matheson (que en esta ocasión adapta un cuento muy corto de Ambrose Bierce) han conseguido ofrecernos un plato mucho más suculento que aquella decepción que cayó sobre nosotros con Dance of the Dead (2005). Si bien todavía falta un buen trecho para que ambos recuperen la buena forma, lo cierto es que con este nuevo episodio se aprecia una amplia mejoría.

Y es que The Damned Thing cuenta precisamente con aquello de lo que su antecesor carecía: una trama perfectamente amoldada al limitado formato de una hora. La historia, cuya adaptación de su origen literario es más que liberal, va de un sheriff tejano llamado Kevin Reddler, lacónico hombre pueblerino cuya cicatriz en la frente y sempiterna cojera esconden un auténtico trauma infantil: haber presenciado, siendo todavía un crío, como su padre cogía su escopeta y mandaba a su madre al otro barrio sin motivo ni explicación alguna. Kevin sólo logró salvar el pellejo porque una misteriosa fuerza informe tomó a su progenitor y lo convirtió, frente a sus ojos, en un amasijo de sangre y tripas. Ahora, casi un cuarto de siglo después, una serie de extrañas muertes y brotes de violencia en el pueblo parecen indicar que aquella "maldita cosa" que acabó con su niñez ha vuelto para terminar el trabajo.

El cuento de Ambrose Bierce, al igual que El color del espacio exterior de Lovecraft, ha sido siempre un ejemplo de la fascinación de cambio-de-siglo con fuerzas malignas e invisibles, a menudo vinculadas con la intromisión tecnológica del hombre. Ciertamente eso está presente en la historia de Tobe Hooper, y teniendo en cuenta que la trama se sitúa en Texas, está bastante claro cual es esa intromisión. Sin embargo, hablar de este capítulo como una metáfora sanguinaria de la codicia capitalista es, en mi opinión, un argumento un tanto dudoso. Lo que sí es cierto es que los primeros veinte minutos de The Damned Thing contienen una violencia y un gore que ponen el listón muy alto a los demás episodios de esta temporada, especialmente una muerte en específico que por lo menos a mí me ha sido muy difícil de ver y soportar. Dicha violencia explícita contrasta con el desarrollo lento y pausado de este capítulo, que se toma su dulce tiempo para darnos a conocer todos los personajes que conforman el mundo del sheriff Kevin, desde su compañero y sus frustrados sueños de dibujante hasta el reportero inquisidor que no le deja olvidar su pasado, sin olvidarnos por supuesto del mayor acierto a nivel de casting: la presencia del adorado Ted Raimi en el improbable papel de un cura que no te pone precisamente a rezar un Padrenuestro tras confesar tus pecados.

El clímax, sin embargo, está bastante logrado, ya que Tobe Hooper transmite eficazmente la desolación de un Apocalipsis situado en un pueblo pequeño. El final, sin embargo, dividirá seguramente a sus fans, ya que si bien resulta efectivo y coherente con el espíritu de Ambrose Bierce, puede resultar bastante abrupto y dejar a más de uno rascándose la cabeza en perplejidad.

Mi conclusión es que este debut de la segunda temporada de una de mis series favoritas no ha logrado complacerme del todo, pero no se puede negar que tiene momentos realmente grandes. En cuanto a Tobe Hooper, es una lástima que tampoco esta vez vaya a situarse entre los mejores exponentes de los "maestros del horror", pero al menos no cabe duda de que lo que nos espera es una temporada que va a por la yugular y no se anda con miramientos.

miércoles, noviembre 01, 2006

Reseña: La matanza de Texas: el origen (2006)

Hay todo un abanico de opciones a la hora de escoger los argumentos de por qué La matanza de Texas: el origen (2006) es uno de los peores estrenos de terror que hemos tenido este año, desde su memez de guión (que no aporta absolutamente nada al universo creado por la original de Tobe Hooper) hasta las evidentes carencias de talento de un director que desconoce por completo las razones por la que esta saga ha funcionado por más de treinta años, por no hablar de la vergonzosa codicia de un productor (Michael Bay, ¿quién más?) que parece dispuesto a ordeñar esta vaca hasta la última gota. Sin embargo, la más apabullante razón para desechar esta película es su desmedida arrogancia al tratar de explicar el origen de algo que no necesitaba ser explicado en primer lugar. La cinta de Jonathan Liebesman (precuela del remake del 2003) resuelve esto con un par de vacías frases que aluden al matrato infantil en la esperanza de parir un "icono del terror" autoconsciente y descarado.

Y lo peor de todo es que, al igual que como ocurría con su anterior película, Darkness Falls (2003), los primeros minutos de Liebesman no están del todo mal: una secuencia sucia e incómoda en la que vemos a una mujer parir en medio de un matadero a un niño deforme. El niño es, obviamente, nuestro amigo Thomas Hewitt, quien más adelante crecerá para convertirse en el gigantón Leatherface. Treinta años después, cuando el cierre del matadero decrete la muerte económica del pueblo y nuestro amigo y su familia se queden sin su principal fuente de ingresos, comienza la matanza propiamente dicha.

Estos primeros minutos, en los que el personaje de R. Lee Ermey (sin duda alguna lo mejor de la película) se "convierte" en el sheriff Hoyt y hace su declaración de intenciones a la familia de nunca más pasar hambre, es el punto más alto de todo el metraje, justo antes de que la cinta se lance en picada al territorio slasher y pase desvergonzadamente por cada uno de los clichés que normalmente se le atribuyen. Sin embargo, en este caso dicha autoconsciencia es aún más patética, ya que al ser esto una precuela (acontecida tres años antes de la versión de Marcus Nispel) se sabe desde el primer fotograma cómo va a terminar. Por ende, cualquier inversión emocional que uno pueda hacer en los personajes víctimas está, de entrada, desperdiciada. La película entonces se transforma en un festival de excesos de diseño, gratuito pero con pasta, concebido y ejecutado como un vulgar geek-show prefabricado para el suscriptor promedio de Fangoria y para todo aquel que básicamente desee casquería completamente banalizada.

Al principio podría pensarse que la original de Tobe Hooper era poco más que eso, pero nada está más lejos de la realidad. Aparte del hecho de que sus excesos eran genuinamente originales allá por 1974, la película original basaba su horror no tanto en la sangre (que tampoco era tanta) sino en el retrato de esa América que la gente se negaba a ver: una de un patio trasero lleno de ignorancia, pobreza y violencia desmedida. Y aún así, nada de lo que había en esa película era gratuito. Esta precuela del remake echa todo eso por la borda. Un ejemplo lo deja más claro que ninguno: la escena en la que la protagonista es atada a una silla y obligada a presenciar la cena de la familia Hewitt, escena que sin duda sabrán todos es una referencia directa a la película original. Pues bien, en la original dicha escena tenía sentido y razón de ser, mientras que aquí no tiene ninguno, sólo se trata en primer lugar de una referencia pop, y en segundo lugar de una muestra de sadismo gratuito por parte de los personajes.

Podría dar muchas razones más de lo repetitiva, predecible e inverosímil que resulta cada una de las secuencias de esta película. ¿Violenta? Ciertamente, pero eso ya no es ningún mérito en un género donde Rob Zombie, Alexandre Aja y Eli Roth se han convertido en nombres conocidos por todos. La matanza de Texas: el origen es totalmente bobalicona, supérflua e inútil. Pasad de ella sin ningún remordimiento.

lunes, octubre 30, 2006

Reseñas: Three (2002)

En deuda estoy con el señor Kuroi Yume (de Tierras de cinefagia) por su quijotesca labor de enriquecer mis escasos conocimientos de cine oriental (por cierto maese Yume, sigo esperando esa lista), y dado que esta página no puede resistir la tentación de la ya declinante moda del japo-terror, es bueno darse una pasada por títulos que realmente valen la pena. El que hoy nos ocupa es una de esas pequeñas joyas imprescindibles que no hay que dejar pasar bajo ningún concepto, el experimento narrativo Three (2002).

Seguramente conocida desde hace tiempo por todos aquellos más duchos que yo en el cine del lejano oriente, Three es una de esas cintas "de episodios", en la que se nos presentan tres segmentos sobrenaturales de tres directores asiáticos distintos. Los segmentos son totalmente independientes entre sí, aunque en esta ocasión comparten una temática en común: la idea de los "fantasmas" en tres culturas distintas, la coreana, la tailandesa y la china. Por supuesto, los tres episodios varían en cuanto a estilo y en cuanto a calidad, pero vayamos por partes.

El primer segmento, Memories, abre la película con una historia narrada en dos planos: por un lado, una mujer que despierta tumbada en medio de la calle y que no puede recordar quien es, donde vive o cómo ha llegado hasta allí. Al mismo tiempo, asistimos al día a día de un hombre que sencillamente no puede recordar por qué su esposa le ha abandonado, y cuya soledad ha hecho que empiece a tener visiones extrañas acompañadas de violencia extrema y una sensación de horror que poco a poco se va apoderando de él, como la anticipación de una tragedia. A medida que ambos personajes van llenando los vacíos de su memoria, nosotros como espectadores vamos descubriendo los pormenores detrás de sus respectivas pérdidas, hasta el desenlace que termina de atar los cabos y muestra, efectivamente, el horror.

Este primer segmento, bastante correcto, es obra del director surcoreano Kim Ji-woon, quien poco más tarde sería un nombre harto conocido por los fans del terror oriental tras el estreno de su obra maestra: 2 hermanas (2004). Al igual que sucede en esa película, su segmento es sumamente estilizado, con una trama que prescinde casi por completo del diálogo y deposita toda su fuerza en sus imágenes y sus silencios (especialmente inquietante es la primera escena, en la que un largo y lento plano de acercamiento nos muestra el despertar del marido abandonado, además de un espectacular clímax que cierra un círculo casi perfecto) y sobre todo, porque sólo al final de la historia logramos entender todo lo que vino antes: una magnífica metáfora sobre el origen del miedo y los fantasmas "creados" por el hombre.

El segundo segmento, The Wheel, es en mi opinión el punto flojo de la película. Lo dirige el tailandés Nonzee Nimibutr, completamente desconocido para mí excepto por ser el director de la película Nang Nak (1999). Al igual que dicha cinta, su episodio es una historia de terror ambientada en la selva tailandesa y situada en medio de una pequeña comunidad de artistas callejeros divididos en dos castas: los elitistas titiriteros y los modestos actores de carne y hueso. Tomando como base las leyendas populares de aparecidos, Nimibutr muestra en su segmento las terribles consecuencias de aquellos que ignoran las reglas sobrenaturales de los maestros titiriteros, especialmente aquella que dictamina que si los muñecos no son destruidos tras la muerte de su creador, sus espíritus se convertirán en entidades asesinas. Por desgracia, el episodio no funciona tan bien, principalmente dado por el hecho de que como espectador nunca logré conectar con la idea de que dichos muñecos debían dar miedo de por sí. El final, además, resulta un tanto absurdo, siendo este el capítulo menos elaborado y más pobre en cuanto a ejecución.

Todo eso, por fortuna, queda compensado con el tercer episodio, uno que en mi opinión no sólo es el mejor de los tres, sino que perfectamente vale por sí solo todo el visionado de la película. Se trata de Going Home, segmento dirigido por Peter Ho-Sun Chan, también tailandés de nacimiento pero radicado en Hong Kong. Chan es al parecer un novato en el género del terror, pero su episodio resulta el más interesante, poético, elaborado y perfecto de los tres, una auténtica obra maestra perfectamente resuelta, con momentos que recuerdan a las mejores secuencias de Psicosis (1960) y El sexto sentido (1999). La historia trata de un policía que se muda con su hijo a un ruinoso edificio de apartamentos de Hong Kong, una gigantesca y cutre colmena que han abandonado ya todos los inquilinos, a excepción de un misterioso vecino que vive con su mujer paralítica. Cuando un día el niño desaparece y el padre sale en su búsqueda, descubre accidentalmente el secreto que su vecino ha guardado durante años, y da comienzo a una fascinante historia de soledad, amor y toda la magia y misterio que rodea a las antiguas artes chinas de la curación. El clímax final cierra con broche de oro la historia, culminando toda la carga de poesía visual y sentido de la maravilla sobre el espectador. Por desgracia, el señor Chan no planea volver, de momento, como director al cine de miedo, pero al menos está trabajando como productor en el próximo remake americano de The Eye (2007).

A pesar de que el balance promedio de los tres episodios es un tanto desigual (principamente por culpa del segundo segmento), el primer y el tercer capítulo hacen que esta curiosa pieza sobrenatural valga realmente la pena. La moda del terror oriental ha hecho que a menudo tengamos que tragarnos auténticas bazofias, y por eso encontrarse con una obra del calibre de Three es todo un acontecimiento.

domingo, octubre 29, 2006

Teaser trailer de Hostel 2

Ya está disponible en Yahoo! Movies el primer teaser trailer de Hostel 2 (2007), la nueva película de Eli Roth. El avance no le hace honor a su nombre, ya que de avanzar no hay mucho, por no decir nada. La mayor curiosidad, diría yo, es que el trailer está en alemán (?), con los correspondientes subtítulos en inglés.
Como ya todos seguramente saben, Hostel 2 narra la historia de tres chicas americanas que, durante sus estudios en Europa, descubren el lado no-tan-amable de la hospitalidad foránea, especialmente en lo que se refiere a cierto hostal eslovaco. Todavía no hay fecha de estreno, aunque será pronto, por lo visto.

jueves, octubre 26, 2006

Mañana se estrena Masters of Horror 2

Señoras y señores, vayan preparando esos torrents, porque la segunda temporada de Masters of Horror marca su esperado estreno mañana viernes 27 de octubre. Mañana es el día en el que la cadena Showtime comenzará a emitir las trece historias de terror que nos mantendrán ocupados durante los próximos meses, y el encargado de abrir el espectáculo será nada menos que Tobe Hooper, quien arranca con su adaptación/expansión de Ambrose Pierce, The Damned Thing (2006). No hay duda de que lo tiene difícil, ya que el episodio de Hooper de la temporada pasada fue uno de los casos más radicales de "o lo amas o lo odias" que se haya visto últimamente. En todo caso, parece ser que esta vez el tejano se ha resarcido, ya que su episodio ya ha cosechado sus primeras críticas positivas en Fangoria (que también tira flores al capítulo de Mick Garris).
Por supuesto, de más está decir que aquí en "Horas de Oscuridad" irán siendo pasados a tribunales todos y cada uno de los episodios (y a tiempo, no como pasó con la temporada anterior, que para algo hemos crecido y madurado).
Y para todos aquellos que acaban de regresar del espacio exterior y no sepan de qué estamos hablando, pueden echarse una pasadita por las reseñas que este no-tan-joven licántropo ha hecho de la primera temporada. Revínselas a gusto y recuerden: cada vez que no comentan, me cargo a un gatito.

martes, octubre 24, 2006

Reseña: La matanza de Texas 2 (1986)

Ubiquémonos a mediados de los años ochenta, cuando el fenómeno slasher está en plena ebullición, Jason y Freddy hacen de las suyas y los asesinos carismáticos son, en gran medida, los reyes en lo que al género de terror se refiere. La ocasión estaba madura para que Tobe Hooper revisitara un clásico lanzando la secuela de su ópera prima, La matanza de Texas (1974), innegable antecesora del sub-género de los psicópatas con personalidad. Sin embargo, nadie esperaba que aconteciera lo que finalmente ocurrió: Hooper tomó los principales elementos terroríficos de su película y les dio un giro radical, haciendo de La matanza de Texas 2 (1986) no solamente una secuela en toda regla, sino una de las mejores y más desternillantes parodias slasher que se han hecho jamás. Oscurecida por la inmensa sombra de su predecesora, esta película constituye todo un clásico de culto que, por desgracia, no es demasiado conocido más allá de los fanáticos del género.

La historia se sitúa casi doce años después de la original, y por medio de otra introducción narrada nos enteramos de que los crímenes de Leatherface y su familia caníbal nunca fueron resueltos, ya que el clan de asesinos jamás fue encontrado. La leyenda de este grupo de salvajes, sin embargo, persiste, hasta que una joven presentadora de una radio de pueblo (Caroline Williams) logra escuchar en vivo una de las brutales matanzas perpetradas por Leatherface y su hermano Chop-Top (un inmenso Bill Moseley). Las cosas se complican para ella cuando recibe la visita del teniente Lefty Enright (Dennis Hopper), un policía obsesionado con los criminales que asesinaron a su sobrino inválido en la primera película, quien le pide que ponga la cinta del asesinato en el aire para así obligar a la familia a revelarse. Lo que sigue, por supuesto, es la carnicería que el clan de Leatherface desata sobre la presentadora y el teniente (que resulta estar tan loco como ellos o más).

Tras un primer visionado de esta película, sorprende que Tobe Hooper haya decidido arriesgarse a hacer algo tan diferente de su debut. Pero también se aprecia cuanto ha crecido como director, demostrando que no pasan en vano esos doce años, durante los cuales se mantuvo activo hasta más no poder: ocho películas de terror separan la primera parte de esta secuela, y entre esas ocho cintas hay auténticas joyas como Salem's Lot (1979), Poltergeist (1982) y Lifeforce (1985). Sólo Tobe Hooper podía construir una película que fuera no solamente una desmadrada de la saga de Leatherface, sino un comentario agudo de todo el género slasher ochentero. Si la primera parte de La matanza de Texas se caracterizaba por su crudo realismo, la segunda es completa y delirantemente irreal, casi operática, con épicas luchas de motosierra, inverosímiles personajes como Chop-Top (con todo y su inquietante costumbre de arrancarse trozos de su propio cuero cabelludo) y un regodeo constante en el sadismo de una familia caricaterusca que mata unida para permanecer unida. La guarida de estos monstruos (esta vez en un parque de atracciones abandonado) es un festival de horrores, un lugar poblado de fantasías gore cada vez más estrambóticas (1), donde vemos a Leatherface en su elemento. La motosierra se transforma no solamente en un artefacto de destrucción sino en el símbolo de la casquería sin sutilezas, al ser literalmente mostrada como un símbolo fálico por el mongoloide gigante apodado "Bubba", quien manifiesta a través de la violencia su predilección por la chica protagonista (no en balde esta cinta es conocida también como Leatherface enamorado). Si el gigante girando enfurecido en la original es un icono del terror, no menos lo es cuando en esta segunda se folla el aire usando su motosierra encendida como un gigantesco, metálico y cortante miembro viril.

El final es, asimismo, la manera más contundente de terminar una odisea como esta. Exasperante, histérico y apoteósico hasta más no poder, termina de coronar una película que puede resultar alienante para aquellos que no comulguen con este determinado tipo de cine estrambótico (ese sería su mayor defecto) pero para todos los demás, su visionado es materia obligatoria para entender por qué, aún con todos sus traspiés actuales, Tobe Hooper es un director que merece una consideración especial.


(1) Rob Zombie es, obviamente, uno de los mayores fans de esta película, ya que tanto La casa de los 1000 cadáveres (2003) como Los renegados del Diablo (2005) toman de ella gran parte de su argumento y varias de sus secuencias más memorables. La presencia de Bill Moseley como protagonista en las dos es otra prueba fehaciente de ello.

sábado, octubre 21, 2006

Reseña: Hellraiser (1987)

Todo aquel que haya leído la obra del escritor británico Clive Barker sabe que hay una serie de temas que se repiten constantemente: realidades paralelas, estética sadomasoquista, y la inevitable e indisoluble unión del sexo con la violencia física y la perversión moral. Todos esos temas están presentes en su primer (y hasta la fecha, mejor) esfuerzo como director, Hellraiser (1987), innegable clásico ochentero y una de las películas de terror más paradigmáticas de todos los tiempos.

La trama de Hellraiser (que ha llegado a inspirar hasta la fecha la friolera de siete secuelas) gira alrededor de un artilugio: la Configuración de los Lamentos, un puzzle cúbico que abre las puertas del Infierno y permite la entrada de los Cenobitas, habitantes y señores de un universo de dolor eterno. El último en resolver el puzzle (y caer víctima de sus guardianes) es una escoria humana llamada Frank Cotton, quien logra escapar de su prisión infernal y regresar a la tierra en la forma de un cadáver viviente. Una vez libre, se pone en contacto con su cuñada (y amante clandestina) Julia, quien debe proporcionarle víctimas frescas para que pueda regenerar su perdido cuerpo (1). Pero Frank no sabe que los Cenobitas siempre están al acecho, y que no piensan dejarle escapar con facilidad.

Dos cosas son las que hacen de esta película un clásico. La primera de ellas es sin duda su estética, un elemento muy cuidado en todas las películas de Clive Barker. Desde la enigmática forma de la Configuración (ya en sí misma todo un icono del género fantástico) hasta la apriencia sexualmente ambigua y fetichista de los Cenobitas, el mundo de Hellraiser se nos presenta como un lugar oscuro pero a la vez hermoso. La obsesión por los piercings, la profanación de la carne por el metal y la plasmación visual del dolor constante es algo que está presente en toda la película, y ciertamente ayuda mucho el hecho de que, incluso tras casi veinte años de su estreno, los efectos especiales sanguinolentos están muy bien hechos (la secuencia en la que vemos a Frank Cotton regenerarse a partir de una mancha de sangre en el suelo sigue siendo tan increíble como entonces), si bien algunos efectos digitales del final (rayos eléctricos más que nada) son sumamente cutres. Pero sin duda, el centro neurálgico de la cinta lo constituye el inmenso Doug Bradley, que interpreta al líder de los Cenobitas (Pinhead, para los fans), auténtico ídolo del cine de terror y la mayor presencia de toda la saga, a pesar de que en la cinta su presencia es mínima. Bradley (amigo de Barker de toda la vida) ha hecho de este personaje una auténtica gloria para siempre asociada a él, siendo el único personaje que se ha mantenido a lo largo de las ocho entregas.

El otro elemento que define el éxito de la película es su genuina perversidad. Desde el inicio de la historia, lo que nos muestra Clive Barker es una situación doméstica en la que dos personas inocentes (Larry Cotton y su hija Kristie) son auténticas presas del Mal, un mal que sólo puede ser combatido por medio de la intercesión de uno mayor. Los personajes de Frank y Julia son auténticas plagas humanas, seres pervertidos y malévolos sin ningún tipo de lealtad más que hacia su sadomasoquista relación (el carácter del sadomasoquismo es crucial para la película, ya que desde el principio hemos visto como el principal atractivo que Julia ve en Frank es el hecho de que él la trata como basura). Es obvio que todo el esfuerzo narrativo de Clive Barker está centrado en estos dos personajes, ya que los "héroes" (Kristie y su novio) son un par de tortolitos atolondrados cuya única posibilidad de éxito yace en su alianza con las fuerzas de las tinieblas. De sobra está decir dónde se hayan las simpatías de Clive Barker (y de aquellos que vean la película).
Tras casi veinte años, Hellraiser continúa siendo un clásico. Barker dirigiría dos películas más, Razas de noche (1990) y El señor de las ilusiones (1995), que no lograrían alcanzar el nivel de su debut. Está claro que sus mayores talentos son como escritor, pero con esta película coincidieron todos los elementos necesarios para obtener una obra maestra que todavía tiene que superar, o al menos, igualar.



(1) Hasta hace muy poco no me había dado cuenta de hasta qué punto la película El regreso de la momia (2001) de Stephen Sommers es un vulgar plagio de Hellraiser. No solamente asistimos a la repetición de esta trama en la que la amante regenera a su novio/monstruo ofreciéndole víctimas humanas, sino que incluso algunos cuadros y escenas están literalmente calcados de la cinta de Clive Barker. El hecho de que no lo haya recordado hasta hace poco me hace pensar en cuántas veces sucederá algo como esto sin que nos percatemos.

jueves, octubre 19, 2006

Reseña: La profecía (2006)

El remake es una bestia clasificable en tres grupos: están los buenos, los malos y los inútiles. Hablar de los primeros y los segundos es fácil; el problema está a la hora de reseñar uno de los del tercer grupo. Pues bien, La profecía (2006) quizás se lleve el premio a uno de los remakes más inútiles y prescindibles que se han hecho, ya que aparte de las prisas de la Fox para estrenarlo a tiempo para el 6 de junio del 2006 (acto que no pasa de ser una anécdota más o menos jocosa) y el guiño cinéfilo de incluir a Mia Farrow en el elenco, no hay absolutamente ningún aporte en esta cinta de John Moore.

La película sirve además como un argumento muy sólido a la hora de hablar pestes sobre la manera de hacer cine de muchos estudios hoy en día. Después de todo, la jugada más lógica a la hora de aprovechar la fecha del triple seis hubiese sido que la Fox reestrenase el clásico de Richard Donner, que no ha perdido ni un ápice de su efectivad a pesar de haberse estrenado ya hace treinta años. Evidentemente no lo han pensado así, y en vez de eso nos encasquetan un refrito anodino, superficial y preciosista, con un elenco pulido a las exigencias del público mayoritario actual, es decir, con actores al menos veinte años más jóvenes (lo que lleva a una absurda justificación para la escogencia del personaje de Liev Schreiber en un cargo diplomático tan importante como es la embajada inglesa).

La trama de esta nueva versión es exactamente la misma, sin ninguna variación de ninguna clase. Tanto, que cualquiera que haya visto la original tendrá forzosamente que bostezar al ver como cada una de las escenas se reproducen una tras otra, prácticamente con los mismos diálogos. De vez en cuando la película es aderezada con algunas secuencias de corte onírico con las que se intenta dar una capa más siniestra a la historia, aunque lo único que consiguen es alargar excesivamente el metraje y, sobre todo, imprimir un ritmo más lento que el de la original (cosa increíble al tratarse de una película de los años setenta). Pase que algunos momentos y secuencias son bastante atractivos, y en general la estética está muy cuidada (el hecho de que el "Londres" de la película sea en realidad Praga le imprime mucho estilo), pero el genuino mal rollo de la cinta de Richard Donner está aquí completamente perdido.

Ciertamente no ayuda para nada el reparto, desde una Julia Stiles excesivamente joven para su personaje hasta un Liev Schreiber tan soso y monótono que por momentos me recordó a William Hurt (un actor prácticamente incapaz de mostrar cualquier emoción). La inclusión de Mia Farrow como la perversa niñera de Damian no pasa de un chiste, ya que ni siquiera se acerca a la magistral interpretación que del mismo personaje hiciera Billie Whitelaw (aunque resulta interesante que esta nueva versión haya rescatado la muerte original del personaje). Pero el que corona todo el despropósito es el retoño de Luficer. El niño de esta nueva versión (Seamus David Fitzpatrick) no mete miedo a nadie. Al contrario, es el apoteósis de la ternura, un crío que parece salido directamente de un anuncio de papillas. Está claro que fruncir el ceño constantemente no te hace "malo", sólo hace que provoque tirarte de los mofletes.

Desde que Gus Van Sant dirigiera su sacrílega versión de Psicosis (1998) (que al menos tenía la excusa de ser un experimento conceptual) no había visto un remake tan inútil como este. El aburrimiento de aquellos que conozcan la original está casi asegurado, de manera que la única explicación que me doy para su realización es que esté destinado a un público meramente joven que jamás haya visto su predecesora, que se asuste fácilmente y que le parezca "un coñazo" eso de ver gente mayor de cuarenta años en pantalla.

Lo único más inútil que un remake que no busca innovar frente al original es, eso sí, una reseña sobre ese remake.