Hay un tipo particular de películas que se ha hecho cada vez más popular de unos años para acá: aquel del final sorpresa, o como dicen los americanos, twist ending. Si bien puede resultar muy interesante, hacer una película de estas es muy difícil porque solamente existen dos maneras de que funcione: o bien dicha sorpresa es realmente buena e impactante, o bien la película está tan bien hecha y sus detalles encajan de forma tan perfecta que resulta imposible tirarla abajo. En este sentido, atmósfera, ritmo, trama y elementos visuales resultan de una importancia vital (aunque pensándolo bien, ¿cuándo no es así?). (*)
Ausentes (2005) es pura promesa y nada más, una película que se regodea tanto en su propia atmósfera que resulta indigesta. Si bien cuenta con momentos interesantes y una que otra propuesta visual atractiva, no es más que un intento desganado que bien pronto se olvida, inmerso (eso sí) en un montón de referencias a otras películas, en ocasiones muy bien disimuladas y en otras no tanto. La misma situación inicial es ya algo que se ha explotado en numerosas ocasiones: Julia, una mujer de familia, se muda junto con su esposo e hijastros a una urbanización en las afueras de la ciudad en la que, aparentemente, no vive nadie más. Julia transcurre el día a día sin ver a ningún otro ser humano aparte de su marido y sus dos hijastros, quienes (obviamente) relacionan su paranoia y visiones (o más bien no–visiones) con el colapso nervioso que ha sufrido a raíz de no encontrar empleo.
A partir de este momento, la película salta de escena en escena aumentando la dosis de suspenso al mostrarnos cada vez más situaciones extrañas en las que Julia ve incrementadas sus sospechas de que existe una especie de conspiración en su contra, la cual probablemente no sea terrena. El peso de toda esta carga narrativa recae sobre los nada frágiles hombros histriónicos de Ariadna Gil, una actriz veterana que en esta cinta se ve demacrada como una modelo cocainómana, lo cual acentúa una marcada vulnerabilidad ante toda su situación pero también ante su familia, desde el marido (Jordi Mollá, quien a partir de cierto momento se mete inexplicablemente en su habitual rol de cabronazo mayor) hasta los dos críos. Los problemas de la historia comienzan aquí y prácticamente no paran, porque no se nos ofrece nada. La película sencillamente no avanza porque ninguna escena nos va revelando nada nuevo, simplemente más cosas raras. Fue entonces cuando me di cuenta de algo que resultaba obvio: no nos iban a decir nada más porque todo se reducía a UNA sorpresa final, que queda criminalmente echada a perder en una escena en la que Julia acude a un supermercado en el que no hay nadie.
Llegados a esta escena resulta OBVIO cuál es el final, pero te resistes a creerlo porque no te imaginas que pueda ser tan simple. Lo es, y desafortunadamente, no es nada bueno, y eso que la película hace marcados y evidentes intentos por desviar tu atención hacia otro posible desenlace. En otras palabras: hace trampa (me resultó tremendamente patético el momento en el que Julia dice, en medio de un mar de lágrimas, que siente “como si hubiesen unas presencias que intentan comunicarse”), pero es poco lo que puede hacer cuando llega el momento de la verdad. Y es en ese instante cuando tu mente se retrae a lo que sucedió con anterioridad y te das cuenta de que algo no cuadra. O mejor dicho, que muy pocas cosas cuadran (**).
Me gustaría creer que las referencias son mera casualidad, pero algo me dice que no. No lo sé, pero tuve esa vieja sensación de deja vú en el momento en que Julia sale de casa y se encuentra con que no hay nadie, o cuando ve presencias fantasmales que se manifiestan a través del televisor, o cuando un padre desesperado trata por todos los medios de entrar al escondite de su esposa y su retoño. No lo sé, quizá sea yo quien se esté volviendo ahora paranoico, pero me parece que el principal problema es lo desganado que está este conato de thriller. Ausentes es, sin lugar a dudas, una película que no se merece los actores que tiene. Un par de situaciones tensas la salvan del abismo de la sentencia mínima, pero no son suficientes para llenar esa tremenda sensación de vacío que te deja cuando las cosas son exactamente como te lo esperabas… y aún así no son buenas. Al final, lo que deja claro con su “sorpresa” es una resolución que tiene menos que ver con lo sobrenatural y más con la psicología. Pero ese final resulta más apropiado para una comedia negra, no para una película de suspense.
Ah, y que conste una cosa: ¡odio el puto traveling circular! ¡No una, sino tres veces me lo han echado en la cara!
(**) ALERTA SPOILERS: el principal hueco argumental viene, curiosamente, con el final de la película, cuando nos enteramos de que Julia es en realidad la madre de los dos niños. ¿Por qué entonces ese odio de Félix hacia ella? ¿Qué es lo que supuestamente él “no ha superado”? ¿Quién es la mujer que Julia ve en la foto familiar? Asimismo, ¿quién es María, una enfermera, una mucama, una niñera? ¿Por qué, si es real, hace cosas raras, como sentarse sobre la mesa del comedor? ¿Por qué, si es cierto que ella siempre ha estado en la casa, los demás personajes nunca hacen referencia a ella? ¿Por qué la película ofrece tantas pistas falsas, como los gatos, las mentiras de Félix, los miedos de Luis o la obsesión de Julia con la luz? FIN DE SPOILERS.