miércoles, mayo 27, 2015
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domingo, mayo 24, 2015
10 de hace 10: El exorcismo de Emily Rose (2005)
Hoy en día Scott Derrickson es conocido principalmente como el director de Sinister (2012) pero hace diez años, cuando este blog estaba dando sus primeros pasos, sólo tenía un par de créditos como guionista tales como Leyenda urbana 2 (2000) o Hellraiser: Inferno (2000), la cual también dirigió. Eso y El exorcismo de Emily Rose (2005), una película que en aquel entonces confieso me dejó muy impresionado y que en cierta forma se adelantó a lo que sería un renacer del cine de posesiones diabólicas, pero a diferencia de lo que vendría después, en esta cinta nos encontramos con un trabajo distinto a lo que se había entendido hasta entonces por este tipo de historias. Tan positiva fue mi reacción que incluso llegué a incluirla en el primer brevísimo ránking de horror de ese año como una de las piezas más destacables que había tenido oportunidad de ver. Ahora, diez años después, hay que preguntarse qué tan bien se mantiene y si algunas de sus virtudes todavía pueden ser señaladas hoy en día.
Gran parte de mi opinión de aquel entonces se mantiene; con todos sus problemas y sus medianías típicas del cine de terror comercial de los últimos años, El exorcismo de Emily Rose sigue siendo una de las más interesantes películas de posesiones demoníacas que he visto desde El exorcista (1973), por otro lado inevitable referencia de este tipo de historias. Con toda seguridad se encuentra entre las escasas realmente destacables que se han hecho en los últimos años, cosa nada fácil puesto que fue precisamente el éxito de esta cinta de la que hablamos hoy la que propició el renacer de una serie de lugares comunes estéticos y temáticos que se repetirían una y otra vez y que todavía no parecen dejarnos del todo.
Y sin embargo, parte del motivo por el cual hoy en día no se habla tanto de ella puede que tenga que ver con lo contradictorio de sus expectativas; el público que se acerque a esta película esperando una pieza de terror puede sentirse defraudado ya que la cinta es, por encima de todo, un thriller judicial de temática religiosa en el que los componentes de terror ocupan un lugar secundario. Esto se agrava teniendo en cuenta que el material publicitario de entonces intentó venderla principalmente como una película de miedo a pesar de que en el fondo no lo era. En lugar de eso la historia se dedica a un subgénero que fue muy prolífico en los tardíos noventa pero que ya en el 2005 estaba en pleno retroceso comercial, lo que probablemente sea lo único que da cierto aire desfasado a la propuesta de Derrickson. Quizás por esto sus responsables insistieron en que el público general la entendiera como una heredera del legado de William Friedkin, y así lo hicieron saber en ambos de los carteles oficiales.
Dicho esto, y vuelta a ver diez años después, reconozco que la temática religiosa de la película puede echar a muchos para atrás, ya que la trama abre un debate acerca de la validez de la Fe frente a la ciencia y toma partido claramente a favor de la primera. Sin embargo, hay sobre esto algo que en su momento no supe apreciar y sólo ahora, con la apropiada distancia, soy capaz de comprender: el supuesto mensaje pro-religioso de la película es mucho más complejo de lo que la gente en su momento le dio y no es simplemente propaganda religiosa. Si algo me queda claro tras ver nuevamente El exorcismo de Emily Rose es que lo que se defiende en la película no es la existencia del Mal o el poder curativo de Dios, sino el reconocimiento de una realidad espiritual en el ser humano y el llamado a no despreciar esa experiencia. La existencia o no de Dios, el origen de lo que le sucede a Emily en la película no es lo principal; lo importante en el juicio es que el sacerdote acusado intentó realmente ayudarla validando las creencias de la joven.
Es por eso que me sorprende de buena manera que la cinta haya tomado decisiones arriesgadas teniendo en cuenta su carácter comercial. La mayor y más significativa de estas decisiones es que la abogada protagonista en ningún momento tiene un encuentro directo con lo sobrenatural; a pesar de que en determinados momentos se insinúa que el juicio está dejando algún tipo de efecto en ella, nunca llega a ver demonios o a tener ningún tipo de experiencia más allá de la realidad. Esto es algo que parece una tontería pero que, de haberse hecho la película hoy, con toda seguridad habría sido hecho de forma muy diferente, especialmente si querían vender la cinta como una historia de terror; de haberse hecho este año, la trama habría terminado por repetir en la abogada las experiencias de la propia Emily y habría tenido inevitablemente un clímax explícito de confrontación con los demonios. Nada de eso ocurre aquí, y en parte no ocurre por la decisión irrenunciable de la película de dejar el personaje de Emily Rose en un plano puramente referencial: al inicio de la cinta la joven ya está muerta (la película incluso abre con una imagen de un alambre de espino que gotea sangre, cosa que luego contradice el carácter sobrenatural de la experiencia de Emily) y todo lo que sabemos de ella es contado y referido por otros personajes durante el juicio.
Aparte de todo esto la película tuvo una gran suerte en lo que respecta a su elenco, no tanto en cuanto a su protagonista, Laura Linney, quien hace aquí prácticamente el mismo personaje que hacía en Las dos caras de la verdad (1996), sino con la joven Jennifer Carpenter, quien para entonces era prácticamente desconocida y que tuvo con su actuación como Emily su entrada en el cine mainstream por medio de un trabajo lleno de un histrionismo físico sobresaliente que por desgracia tuvo como consecuencia la repetición incesante de jóvenes poseídas que se retuercen enfundadas en un camisón de dormir blanco.
Así que, en definitiva, ¿qué tal se sostiene El exorcismo de Emily Rose diez años después? Es difícil decirlo; por otro lado los aspectos de terror de la película se siguen viendo muy bien gracias a una sobresaliente actuación y a pesar de los ocasiones efectos digitales (por fortuna escasos) pero si la cinta se mantiene dentro de lo positivo es por ser una aproximación distinta al fenómeno de las posesiones diabólicas y por acometer algunos riesgos impensables en una película de terror de hoy en día. Para algunos puede resultar difícil ya que es, tal como decíamos arriba, un drama judicial antes de todo, y su tendencia a apoyar el lado religioso del conflicto puede que se le atragante a más de uno. Muy probablemente esto último tuvo mucho que ver en la atención que llamó la cinta alemana Requiem: el exorcismo de Micaela (2006), una película estrenada casualmente justo al año después y que también estaba inspirada en el caso Anneliese Michel, abordándolo esta vez sí como un drama desprovisto de componentes de terror y con la balanza claramente inclinada en favor de la explicación racional, mostrando el verdadero efecto que dicho caso tuvo en la relación del Estado con la religión. Aún así, esta de la que hablamos hoy sigue siendo un muy buen trabajo al que ha valido la pena volver.