viernes, abril 30, 2010

Reseña: La máscara de la muerte roja (1964)

Seguimos aquí reseñando todas y cada una de las entradas del ciclo de Roger Corman dedicado a la obra de Edgar Allan Poe. Ya acercándose al final de este punto en su carrera, La máscara de la muerte roja (1964) es sin duda una de las más ambiciosas ya no de este ciclo, sino de toda la obra de Corman como director. También es una de mis favoritas, aunque sea por el hecho de que es muy diferente en cuanto a estilo de aquellas de las que ya hemos hablado. Detractores de la obra de este director muchas veces acusan a esta adaptación de Poe (y a la siguiente) de ser una película pretenciosa con la que Corman se aleja del habitual estilo gótico de sus antecesoras en la búsqueda de un alegoría de caracter moralista que sin embargo está bastante cercana al espíritu del relato original. Es sabido por ejemplo que esta iba a ser una de las primeras cintas del ciclo, pero su director decidió retrasar el rodaje debido a las semejanzas de la película con el argumento de El séptimo sello (1957), de Bergman.

La máscara de la muerte roja también marca un punto de inflexión en la manera que tenía Corman de abordar las producciones de sus Poe-movies. Los suntuosos decorados de los que se vale la trama fueron posibles gracias a que Corman realizó esta película en Europa como una co-producción británica, reciclando los escenarios de otra cinta. De esta forma logra llevar a buen término el argumento de un montón de nobles pervertidos y decadentes que se refugian de una plaga en el palacio del príncipe Próspero (un enorme Vicent Price en la que es quizás una de sus mejores actuaciones del ciclo Corman/Poe), un hombre cruel y brillante que secuestra a una bella joven pueblerina con el objetivo de corromper su alma. Con semejante argumento la película se aleja un tanto del estilo acostumbrado de su director al depender menos de la fuerza del impacto, mostrando un gusto particular por los discursos y con una nada disimulada reflexión filosófica sobre el Mal ligado a la decadencia. En esto Corman mantiene el carácter alegórico del relato original de Poe, lo cual no quiere decir que renuncie por completo a sus acostumbrados elementos de género, presentes en la introducción de una subtrama de satanismo muy sutilmente tratada sin caer jamás en la explotación.

Uno de los mayores placeres de la película es, cosa rara, la actuación de Vincent Price. A pesar de que su personaje no sale de esa aura macabra que se convirtió en la característica esencial de sus personajes, en esta ocasión su Próspero le da un mayor rango de variedad dramática del que carecen otros de sus trabajos con Corman. Lo retorcido, cruel e imprevisible de su personaje hace de él el centro absoluto de la película (compensando con creces una muy mejorable protagonista femenina), sin desmerecer a otros grandes personajes como el sirviente enano, que protagoniza una subtrama que bien daba para una historia propia.

Así que si por casualidad habíais perdido la fe en las adaptaciones cormanianas de Poe, no podéis dejar de echar un vistazo a La máscara de la muerte roja, no sólo por su ambiciosa presentación de relato alegórico medieval con tintes de terror sino también porque contiene la que probablemente sea una de las mejores secuencias finales que nos podamos echar a la cara. A pesar de ser parca en aquellos elementos que se consideran los lugares comunes de la obra de Poe, estamos probablemente ante una de las mejores obras de este ciclo, así como uno de los trabajos más sólidos de su director.

miércoles, abril 28, 2010

Reseña: La cuarta fase (2009)

Existen varias formas de acercarse a una película como La cuarta fase (2009), desde su ángulo más superficial en cuanto a vehículo de lucimiento de su protagonista, Milla Jovovich (con acento en la primera "o", como ella misma se encarga de aclarar) o bien como relato fantaterrorífico en torno al tema de las abduciones extraterrestres, centrándose particularmente en un remoto pueblo de Alaska donde las desapariciones supuestamente inexplicables de los parroquianos están a la orden del día. Pero también, y esto sea quizás lo más llamativo, está su precepto estético de falso documental y su invitación a un juego dual de realidad/ficción entre la película y el público. Esto último por lo visto fue una estratagema publicitaria que se concentró especialmente en el público de Estados Unidos, por lo que allí la película tuvo una recepción muy distinta que no se reprodujo en ningún otro país.

Partiendo de la ya habitual carnada de "basado en hechos reales", La cuarta fase propone una historia contada a dos bandas en la que la existe una plena autoconsciencia del carácter dramatizado de aquellas escenas narradas desde una perspectiva tradicional con conocidos actores hollywoodenses, alternándose con metraje mucho más crudo que, al menos en el contexto de la película, se pretende hacer pasar por real. El contraste entre ambos lados de la narración es especialmente notable en la estética: cuidada y pulida en el metraje abiertamente ficticio y deliberadamente feísta en el caso del metraje "real" (la "verdadera" Abbey es de hecho una de las cosas más inquietantes de la película). Este juego que propone es a decir verdad muy interesante, aunque no está del todo bien aprovechado; independientemente del hecho de que la estratagema publicitaria (que en Estados Unidos contó incluso con noticias falsas publicadas en varios periódicos de Alaska) resulte o no creíble, hay detalles que rompen la ilusión creada al caer en la tentación de hacer más impactante aquello que vemos, como por ejemplo el a veces excesivo dramatismo del metraje real en las secuencias de entrevistas.

Pero si algo me ha parecido interesante de esta película, y lo que la termina alejando de innegables influencias como la muy recomendable Fuego en el cielo (1993) es que su temática claramente sci-fi está abordada desde una perspectiva más cercana al terror y menos a las teorías conspiratorias que casi siempre se manejan en cuanto aparece el elemento extraterrestre. Sorprende por ejemplo la total ausencia de personeros del gobierno, que nunca faltan en este tipo de historias. Por el contrario, el director y guionista Olatunde Osunsanmi estructura su cinta como un relato de miedo marcado no sólo por elementos estéticos inquietantes y ampliamente reconocibles (la figura de la lechuza unida a una historia de alienígenas es algo que viene de Communion (1989), película que comparte grandes semejanzas argumentales y temáticas con esta de la que hablamos hoy) sino también por momentos abiertamente terroríficos como las escenas de las pruebas de hipnosis, que van marcando el ritmo episódico de la cinta y la acercan más al tema de las posesiones diabólicas.

Es precisamente este componente de terror lo que para mí resulta más interesante de La cuarta fase, más allá incluso de su maniobra metanarrativa que, al menos en este caso, no llega tan lejos como se podría esperar y resulta un tanto fallida. A pesar de ello, se agradece que al menos sus responsables hayan conseguido sacar algo nuevo de un tema ya tan tocado como son los contactos extraterrestres, y aunque al final quedamos prácticamente con la misma cantidad de preguntas e interrogantes sin resolver, el conjunto es lo suficientemente curioso como para al menos hacer que me sorprenda la cantidad de críticas negativas que ha recibido. Quizás, como deciamos más arriba, el hecho de que en su país de origen haya tenido una recepción completamente distinta pueda aclarar en parte este misterio.

lunes, abril 26, 2010

El arte de morir: breve repaso a nuestras muertes favoritas en 'Pesadilla en Elm Street'

Seguimos aquí con esta serie de menudeces y repasos a la saga de Pesadilla en Elm Street, en vísperas de su inevitable nueva versión. Esta vez, y respondiendo a una de vuestras sugerencias, vamos a señalar aquí lo que consideramos las muertes más interesantes de cada una de las entregas de la saga. La elección no siempre ha sido fácil ya que hay entregas que son mucho más ricas e imaginativas que otras en lo que se refiere al ingenio de Freddy (hablo aquí sobretodo de la tercera y la cuarta entrega, que es donde mejor se aprecia el equilibrio entre la terrorífica criatura parida por Wes Craven y el payaso productor de one-liners en que Freddy se convertiría después). El tiempo apremia así que sin más preámbulos pasemos a lo que nos interesa. De más está decir que todo este post es un gigantesco SPOILER.
Ah, se me olvidaba: todas las imágenes que se muestran a continuación han sido tomadas de la web Body Bags Count, una maravillosa base de datos dedicada a las muertes en el cine de terror que me ha facilitado mucho el trabajo y la cual, por supuesto, debéis visitar corriendo el riesgo de enviciaros con ella como yo.
Ya desde aquí nos pierde la subjetividad. La opción más evidente hubiese sido seleccionar la escena en la que el personaje de Johnny Depp es devorado por su cama precediendo un geyser de sangre disparada al techo. Sin embargo, para mí la verdadera estrella de las muertes de esta película es la primera víctima de Freddy, Tina Gray, quien de repente es poseída por el fantasma (aún invisible) de Krueger y masacrada frente a la mirada impotente de su novio. La escena es grandiosa por dos motivos: en primer lugar porque es la primera vez que vemos lo que el slasher de Springwood es capaz de hacer, de una forma en la que se manifiesta el carácter gradual de su presencia en la película. En segundo lugar, porque la brutalidad y la saña con la que despacha a la joven Tina contrasta con la comicidad con que la saga abordaría la mayor parte de sus matanzas futuras.
El entrenador Schneider (Pesadilla en Elm Street 2)
Aquí, en cambio, no hay discusión posible. La muerte del entrenador Schneider, rudo hombre deportivo y frecuentador habitual de locales de sadomasoquismo, es uno de los momentos más memorables de la segunda entrega. Los poderes de Freddy, manifestándose en el mundo físico gracias al cuerpo del joven Jesse Walsh, consigue someter al entrenador de la manera más dolorosamente erótica posible y desangrarlo hasta morir. Toda la escena hace un despliegue de iconografía homoerótica innegable: la ambientación en unas duchas (no olvidemos además el motivo por el cual los personajes se encontraban allí), la sugerente pose del profesor y el momento en el cual es atacado por pelotas de baloncesto teledirigidas no hacen sino evidenciar más el subtexto de esta secuela, una de las más interesantes temáticamente de la saga de Freddy, aunque no tan bien ejecutada como otras.
La mejor y más imaginativa de todas las secuelas de Freddy Krueger tiene algunas de las mejores muertes de la saga, por lo que una vez más ha sido difícil escoger. La mayoría de la gente hace referencia a una que ocurre delante de una tele y precedida por un glorioso one-liner de Freddy, pero la verdad es que hay muchas más. Por mi parte, la que se me quedó grabada en su momento fue aquella en la que Freddy despachaba a Taryn, una joven ex-drogadicta que se enfrentaba a él ataviada como una fantasía punk ochentera y que finalmente terminaba siendo derrotada por el fantasma de su propia adicción. La idea de que Freddy mata a sus víctimas usando contra ellos sus mayores miedos ha sido uno de los temas más recurrentes de Pesadilla en Elm Street, y en esta ocasión está perfectamente plasmada gracias a dos imágenes que me pusieron literalmente la carne de gallina: los guantes del asesino transformados en jeringuillas y las cicatrices de la chica convertidas en suplicantes bocas que pedían su ración de veneno. Inolvidable.
De nuevo, la cuarta parte de la saga tiene de donde escoger. A pesar de no ser una película tan sólida como la tercera entrega, Freddy guarda todavía ese componente sádico que le convierte en un villano temible. En esta entrega muchas veces se cita una muerte que involucra una chica que aparece dentro de una cama de agua, o aquella en la que Freddy acaba con una joven asmática quitándole a la fuerza todo el aire. Sin embargo, mi favorita de todas es la muerte de Debbie, en la que Freddy la convierte en una cucaracha, imagen que utiliza no sólo la evidente fobia del personaje a estos insectos sino que encima ridiculiza la superior fuerza física de la víctima. El conjunto está realizado con un juego de imágenes muy bien llevado, uno del que Luis Buñuel se hubiese sentido orgulloso.
La quinta entrega de la saga ciertamente no está entre las mejores y tiene la desgracia de ser bastante tacaña en lo que a muertes se refiere (sólo tres víctimas) pero por lo visto aún queda espacio para la maldad propia de Freddy en la muerte de Greta Gibson, quien encuentra un muy triste fin por medio de su relación obsesiva con la comida. La escena además está retratada con una comicidad no carente de un lado bastante cruel, que nuevamente echa mano de componentes surrealistas en su presentación: de repente, casi sin transición alguna, nos damos cuenta de que Greta está devorándose a sí misma, lo cual encaja maravillosamente con la idea de la insensata repetición del suplicio como la base de una pesadilla. Es probablemente la muerte más memorable de una entrega, por lo demás, bastante prescindible.
Al igual que ocurría con la quinta parte, el supuesto "capítulo final" de la saga no abunda en víctimas, y encima ofrece algunos de los momentos más sonrojantes que le ha tocado vivir a Freddy Krueger, agravados si se quiere por una cinta que parece emplear una saña considerable en despachar a su villano de la forma más indigna posible. En medio de los sinsentidos que en ella ocurren y de la imposibilidad de tomarse en serio a Freddy entre tantos disfraces y chascarrillos, la muerte del chico sordo es quizás el único momento en el que el público realmente vuelve a considerar al asesino de las cuchillas como un peligro. Al menos la idea de torturar a un impedido físico utilizando su discapacidad contra él es lo suficientemente cruel para venir de un Freddy que ha visto mejores días.
Si esta película autoconsciente sobre las andanzas de Freddy Krueger es tan interesante es precisamente por su capacidad de tomar las convenciones de la saga y emplearlas para lanzar una mirada no sólo sobre sí misma sino también sobre la relación que tiene la ficción con nuestros miedos más básicos. Dicho esto, la muerte de Julie es mi favorita precisamente porque hace un círculo perfecto con la iconografía de Pesadilla en Elm Street al reproducir la muerte más destacable de la primera entrega en medio de un ambiente "realista", que aún así no nos escatima una mirada al nuevo diseño de Freddy Krueger. Momentos como este son los que me hacen perdonar las ocasionales carencias de la película, presentes quizás en su ya mencionada estética cotidiana y por el fallo de Craven a la hora de convertir su entrega en una auténcia película de terror.
Fiesteros (Freddy vs Jason)
El tan ansiado enfrentamiento entre Jason Voorhees y Freddy Krueger tiene varios problemas, y uno de ellos es precisamente la falta de muertes auténticamente memorables. Sabiendo esto, voy a hacer trampa: en esta escena a la que hacemos referencia el asesino no es Freddy sino Jason, pero esta transgresión es algo inevitable, ya que no sólo el asesino del machete tiene en la práctica casi todas las muertes de la película sino que encima es esta precisamente una de sus mejores escenas, en la que acaba con un nutrido grupo de jóvenes que dan una fiesta en medio de un maizal, fiesta que se ve cortada por la presencia de un gigante asesino que les despacha aún envuelto en llamas. Fuera de la pelea final entre ambos villanos, es este probablemente el mejor momento de la película. Freddy no tiene lo que se dice muchas muertes a su cargo, de hecho sólo mata a uno (joder, ¡uno!) de los jóvenes, lo cual es paradojico teniendo en cuenta que el auténtico protagonista de la película es él, y no el grandullón de la máscara de hockey.

La espera para la nueva versión de Pesadilla en Elm Street aún no ha terminado, por lo que no descartemos la aparición de otro de estos supérfluos repasos de una saga a la que hay que volver una y otra vez.

sábado, abril 24, 2010

Reseña: La ira: Carrie 2 (1999)

Una de las cosas para mí más llamativas de La ira: Carrie 2 (1999) es que sus responsables hayan decidido poner el número en el subtítulo, como si quisieran admitir sólo de tapadillo su intención de explotar la idea de una continuación de Carrie (1976). La verdad es que esto no es la primera vez que ocurre; otras historias de Stephen King llevadas a la pantalla como Salem's Lot, Los chicos del maíz o El cementerio viviente también han tenido secuelas, pero La ira las supera a todas en sacrilegio al tratarse de una continuación tardía (veintitrés años después de la original) de una película considerada un clásico del cine de terror y encima dirigida por un autor consagrado como Brian de Palma. Por estos motivos reconozco que durante mucho tiempo guardé poco interés por verla, pero al hacerlo me he dado cuenta de que no es tan terrible como yo esperaba, o sí, pero no por los motivos que creía. Evidentemente no llega ni por asomo al nivel de la primera (ni siquiera se puede decir que jueguen en la misma liga) pero aquí le dedicaremos unas líneas simplemente porque sí.

La ira, más que una secuela, es realmente una actualización de la historia ya vista en Carrie, con un marcado énfasis en su perspectiva juvenil heredada indudablemente de la ola de obras similares que poblaron los finales de los noventa. Curioso es, sin embargo, que en esta ocasión toda la aparente ingenuidad con que la original retrataba el mundo de los jóvenes sea sustituida por una mirada menos glamurosa en la que la directora, Katt Shea, muestra el instituto como un lugar donde las jovencitas son a menudo las víctimas de manipulaciones y abusos por parte de los chicos, retratados en su mayoría como una pandilla de descerebrados asesinables. Del lado contrario a esto tenemos a una chica llamada Rachel que, como Carrie en la primera película, descubre sus poderes telequinéticos y los usa para cobrarse su justa venganza de aquellos que la han humillado. El personaje, a pesar de estas ideas, es en muchas cosas lo contrario de lo que era su antecesora; Rachel no es la típica víctima ni transmite esa imagen de vulnerabilidad que caracterizaba a Carrie White, sino una joven voluntariamente distante que desprecia a sus compañeros de instituto y que queda profundamente afectada tras la muerte de su mejor amiga, hechos que sólo se ven rotos por la llegada de un improbable príncipe azul en la figura del actor Jason London, con quien protagoniza una historia de amor que se mueve en el centro de la trama y que sabemos acabará mal.

Este romance, abordado de una forma muy típica de los noventa en cuanto a estética, así como el subtexto de poderío femenino que desprende el personaje de Rachel, constituyen el verdadero foco de atención del argumento y lo que la diferencia de los temas de fanatismo religioso y maltrato juvenil que formaban la columna vertebral de Carrie. A pesar de que la premisa central de una joven con poderes remite tanto a la cinta de De Palma como a la novela de King, lo cierto es que esta secuela no tiene mucho que ver con la historia original; con escasos cambios argumentales y un nuevo título nada habría cambiado. De hecho, los peores momentos de La ira (y aquellos que terminan pasándole factura) son sus superficiales e innecesarios intentos de enlazar con la película original, desde la muestra gratuita de metraje de la cinta de De Palma a manera de flashback hasta toda la subtrama (innecesaria, absurda, ridícula) de Amy Irving, cuyo personaje de Sue Snell está allí únicamente para recordarle al público que está viendo la segunda parte de Carrie. Esta es una subtrama de investigación que no lleva a ningún lado y que únicamente aporta momentos sonrojantes e involuntariamente cómicos que se podrían haber ahorrado para tener una película mucho más corta y redonda.

Decíamos innecesaria porque aún sin que nos lo dijeran abiertamente, las referencias a la película original son tan evidentes que el espectador no puede evitar sentir que en el fondo se están burlando de él. Y es una lástima porque la cinta no es tan terrible como podríamos suponer siendo la explotación banal de un clásico. Es decir, si nos olvidamos por un momento que estamos viendo una secuela de la cinta de De Palma el nivel de disfrute de esta segunda parte sube varios enteros. Por supuesto el clímax final, más propio de una película de superhéroes que de una historia de terror, se siente como una satisfacción ofrecida al público tras más de hora y media de romances juveniles e intrigas de adolescentes. Hay incluso un susto final que resulta, a todas luces, mucho más terrorífico que todo lo que ha ocurrido hasta entonces, lo suficiente como para hacer de esta una cinta curiosa aunque fallida con suficientes detalles interesantes para darnos cuenta de que en el fondo podría haber sido una buena película, si al menos se hubiese atrevido a cortar su dependencia con el tan reverenciado original.

jueves, abril 22, 2010

Reseña: Reincarnation (2005)

Reincarnation (2005), o Rinne, como se le conoce en su Japón de origen, es otro trabajo del director Takashi Shimizu, quien deja de lado sus acostumbradas historias de fantasmas y juegos narrativos para realizar una película mucho más convencional destinada en su momento al proyecto J-Horror Theater, una antología de cintas de terror que intentó aprovechar el interés de Occidente por este tipo de cine. El plan se quedó, sin embargo, a medias; de las seis películas que originalmente conformaban la propuesta sólo llegaron a realizarse tres, siendo las otras dos Infection (2004), de Masayuki Ochiai y Premonition (2004), de Norio Tsuruta. De las tres restantes, dos de ellas (Retribution (2007), de Kiyoshi Kurosawa, y Kaidan (2007), de Hideo Nakata) se rodaron y estrenaron de forma independiente.

Decíamos antes que Reincarnation es una película mucho más convencional dentro de lo que Shimizu nos tiene acostumbrados. El argumento, que gira en torno a una masacre acontecida en un hotel en las afueras de Tokio y el rodaje de una película sobre los hechos en el mismo lugar del crimen, está evidentemente inspirado en El resplandor (1980), y no sólo en el tema del hotel lleno de fantasmas sino también en determinados momentos y recursos que remiten de forma muy clara a la película de Kubrick. Sin embargo, y a pesar de tener una narrativa lineal que carece del desorden temporal que caracterizaba a la saga de Ju-on, sí hay un juego de carácter estructural al ser esta una película narrada no sólo desde el punto de vista de la chica protagonista (una actriz que consigue el rol protagónico debido a su inusitada conexión con el personaje) sino también otros personajes periféricos cuyas líneas argumentales coinciden todas en el hotel donde ocurrió la matanza.

A pesar de que el principio puede parecer un tanto carente de fuerza, Shimizu guarda sus mejores momentos para el clímax final, no sólo a nivel argumental sino también porque es aquí cuando la película abandona gran parte de su estética realista para adoptar una atmósfera mucho más acorde con el cuento de fantasmas que propone. Es aquí también donde el director se aprecia mucho más contundente en cuanto al imaginario empleado, no sólo en lo referente a la ya citada El resplandor sino también a alusiones obvias a otros clásicos como El amanecer de los muertos (1978). Cierto es, sin embargo, que en muchas ocasiones su tratamiento del miedo puede pasar por indulgente en algunas imágenes que se supone que deben dar miedo porque sí (sobre todo en lo que se refiere a la aparición de niños en medio de un relato de terror), pero otras son muy poderosas, incluyendo el que probablemente sea uno de los muñecos más inquietantes que he visto jamás en una película.

Reincarnation fue conocida en el público occidental por primera vez gracias a la primera edición del After Dark Horrorfest, y aunque se trataba de una de las más potables de ese año, lo cierto es que llegó tarde, cuando la fiebre por las importaciones de terror asiáticas estaba ya en decadencia. A pesar de que no llega a los niveles de otras producciones similares (incluyendo la obra del propio Shimizu) es todavía reinvindicable frente a otros ejemplos mucho más conocidos. El final incluye una revelación sorpresa que ciertamente no me esperaba pero, por fortuna, es sólo un aspecto más de la película y no se siente que esta haya estado dirigida exclusivamente hacia ese truco final. Por el contrario, el equilibrio argumental está muy bien llevado y Shimizu demuestra ser un director de atmósferas incluso en su faceta más comercial.

martes, abril 20, 2010

Reseña: Night of the Demons 3 (1997)

Última entrega de la saga original de los demonios de Hull House, Night of the Demons 3 (1997) fue una co-producción americano-canadiense lanzada directamente en vídeo. A pesar de ser una secuela, se nota que busca en muchos sentidos ser un poco más independiente de la original, algo que quizás explique el que la casa sea distinta a la de las entregas anteriores, así como el hecho de que esta película fuera lanzada en algunos mercados con diferentes títulos que la desvinculaban de la saga, como Demon Night en Canadá o Demon House en Reino Unido. Sea cual sea el título, la película sigue estando ambientada en Halloween, y una vez más gira en torno a un grupo de jóvenes que llega a Hull House y se enfrenta a la reina de los demonios, Angela (cuyo nombre, por cierto, nunca es pronunciado en la película y a quien ninguno de los personajes parece conocer).

La novedad en todo caso consiste en que, en esta ocasión, no es una fiesta clandestina lo que lleva a los jóvenes al recinto de los demonios, sino su necesidad de buscar un escondite de la policía tras un tiroteo en un badulaque. Dicha escena, aparte de ser en verdad inesperada (por lo descabellado de todo), es uno de los pocos momentos destacables de la cinta. Por desgracia el conjunto está bastante por debajo de las dos entregas anteriores; la película tiene algunas buenas ideas cuyo desarrollo se ve lastrado por unas secuencias de miedo bastante pobres, un erotismo hortera, un humor la mayoría de las veces bastante zafio y un villano muy poco creíble como amenaza real, pero sobre todo, por un acabado tremendamente amateur que se nota en errores de montaje insólitos (secuencias que duran segundos divididas para intercalar escenas evidentemente mucho más largas), efectos especiales baratos, una sonrojante secuencia animada de créditos iniciales digna de una serie de televisión de tercera fila y una estética en general bastante plana, sin el cuidado imaginario de Halloween ostentado por las dos primeras entregas. No es casual que los momentos que parecen mejor rodados (básicamente, la aparición de Angela por los pasillos de la casa) sean, al igual que en la segunda parte, metraje reciclado del original. De hecho, el guionista de esta película, Kevin Tenney (director de la primera parte) reconoció una vez en una entrevista que la película se veía mejor en papel que lo que finalmente llegaron a rodar.

Algunos de los elementos clásicos de la saga vuelven a hacer su aparición, como la infaltable secuencia de baile de Angela, nuevamente encarnada por Amelia Kinkade. Ella es también la única que tiene algo de gracia del elenco principal y que al menos inyecta con sus apariciones algo de vida en lo que por lo demás es una muy genérica producción. Por supuesto no podía faltar un elemento erótico-demoníaco acorde con la saga; si en las primeras dos películas teníamos el truco del lápiz de labios, aquí tenemos a Angela haciéndole una felación a una pistola para succionarle las balas. En cuanto al resto del elenco, todos son bastante convencionales y ninguno es realmente destacable, salvo quizás Vlasta Vrana, un prolífico actor de origen noruego reducido aquí a un papel secundario de detective-a-punto-de-retirarse. Vrana es, de hecho, bastante bueno en esta película, aunque su personaje no tiene lo que se dice un gran peso.

El desenlace, a pesar de un “truco final” algo vergonzoso y que parece decir a gritos que no supieron como resolver el conflicto, es sin embargo curioso: a diferencia de las entregas anteriores, en esta ocasión el final queda evidentemente abierto para una secuela que nunca llegó. Ahora que el remake de la primera parte es una realidad, dicha continuación se ha quedado en nada, así que esta tercera entrega queda como un cierre algo deficiente de una saga que, por lo visto, sólo funcionaba sumida en su contexto de terror cómico de los ochenta. Falta comprobar, en todo caso, si la nueva versión consigue mejores resultados.

domingo, abril 18, 2010

Los Némesis de Freddy: un repaso a seis final girls (y un final boy) de "Pesadilla en Elm Street"

Ahora que se acerca la nueva versión de las andanzas de Freddy Krueger, y buscando matar el tiempo mientras esperamos que que su estreno caiga por estos lares, hemos decidido hacer por ella lo que en su momento hicimos con la saga de Viernes 13. Por eso, este (posible primer) texto del especial de Pesadilla en Elm Street busca hacer un breve y superficial repaso por aquellas damiselas (salvo una excepción) que han tenido la suerte de enfrentarse al asesino de Springwood y vivir para contarlo. Son las final girls de Freddy, sus principales enemigos, y aquellas que película tras película se encargan de poner nuestros sueños a salvo enviando al psicópata del guante y el jersey a rallas al infierno de donde salió. Helas aquí en exclusivo orden cronológico y esperando que esto os anime a revisar la saga en su totalidad antes de que el redux llegue a las carteleras.
Nancy Thompson (Heather Langenkampf)
¿Quién? El personaje de Nancy Thompson, interpretado por Heather Langenkampf, fue el primero de los jóvenes sobrevivientes que se enfrentó a Freddy en la Pesadilla en Elm Street (1984) original. Nancy vuelve a aparecer en Pesadilla en Elm Street 3 (1987), pero en un rol secundario. Finalmente, Heather se interpreta a sí misma y a Nancy en La nueva pesadilla (1994). Es la actriz que más apariciones ha tenido en la saga, y muy apropiadamente, su apellido significa "larga lucha" en alemán.
¿Qué ha sido de ella? El resto del currículum actoral de Heather Langenkampf es mayoritariamente televisivo, con papeles regulares en series como Growing Pains y su spin-off Just the Ten of Us. También aparece en otra película de terror, Shocker (1989), dirigida también por Wes Craven.
Jesse Walsh (Mark Patton)
¿Quién? Jesse Walsh, personaje protagonista de Pesadilla en Elm Street 2 (1985), es hasta la fecha el único final boy de la saga de Freddy Krueger. Esta segunda parte es de las menos populares de la saga, principalmente por el hecho de que su premisa temática es diferente (Freddy ya no ataca en sueños) y porque no sigue una secuencia argumental con el resto de películas de la franquicia. Se resalta siempre, sin embargo, el subtexto homoerótico del argumento, evidente aún si se desconoce la homosexualidad de Mark Patton en la vida real.
¿Qué ha sido de él? Mark Patton abandonó la actuación poco después del estreno de Pesadilla en Elm Street 2, su único largometraje. Actualmente vive en Glasgow, Escocia, donde trabaja en una famosa compañía de seguros.
Kristen Parker (Patricia Arquette)
¿Quién? Kristen Parker, interpretada por Patricia Arquette, es la protagonista de Pesadilla en Elm Street 3 (1987). Su personaje vuelve a enfrentarse a Krueger en la cuarta entrega, pero en calidad de secundario. En dicha cuarta parte es interpretada por la cantante Tuesday Knight.
¿Qué ha sido de ella? De todas las chicas finales de Pesadilla en Elm Street, Patricia Arquette es la que ha alcanzado mayor notoriedad en el mundillo hollywoodense. La tercera entrega de Freddy Krueger fue, de hecho, su debut cinematográfico, y si no retomó su papel en la cuarta parte fue únicamente porque estaba visiblemente embarazada y no hubiese podido hacer el personaje. De todas formas, sería redundante aquí ponernos de hablar de los puntos altos de su carrera, como True Romance (1993), Ed Wood (1994) y Lost Highway (1997), así como la (muy recomendable) serie de televisión Medium. En el género de terror la hemos visto en cintas como Nightwatch (1997) o Stigmata (1999).
Alice Johnson (Lisa Wilcox)
¿Quién? Personalmente mi favorita de todas las final girls de la saga de Freddy Krueger. El personaje de Lisa Wilcox, Alice Johnson, se enfrenta a Freddy en Pesadilla en Elm Sreet 4 (1988) y Pesadilla en Elm Street 5 (1989), ambas veces en calidad de principal. El nombre del personaje, Alice, es muy pertinente en la cuarta entrega debido a sus paralelismos con cierta niña creada por el escritor Lewis Carroll, con la que comparte el "viaje" hacia un mundo fantástico.
¿Qué ha sido de ella? Principalmente series de televisión, y prácticamente de todo género posible, desde Star Trek: La nueva generación hasta Walker: Texas Ranger. No ha tenido mayor participación en el género de terror, pero su doble trabajo en la saga de Pesadilla en Elm Street sigue siendo su trabajo más recordado.
Maggie Burroughs (Lisa Zane)
¿Quién? La actriz Lisa Zane tiene la desventaja de ser la final girl en la que con toda seguridad es la más floja entrada de toda la saga de Freddy Krueger, Pesadilla final: La muerte de Freddy (1991). Poco importa que su personaje de Maggie Burroughs tenga el gimmick del 3-D y el dudoso honor de ser la encargada de despachar al asesino del guante de cuchillas de una vez por todas. Sin embargo, es de destacar que el suyo es quizás el único de todos los personajes nombrados en este texto que no es una adolescente sino una mujer de mediana edad (a pesar de que tenía menos de treinta años cuando se rodó la película).
¿Qué ha sido de ella? Su ficha en IMDB no es demasiado extensa, y como la mayoría de las que aparecen en esta página, está principalmente relegada a trabajos televisivos e incluso de voz en varias series animadas del universo Marvel (sobre todo haciendo la voz de She-Hulk). Sin embargo, a pesar de que el género de terror no haya contado con su presencia y de que le haya tocado protagonizar la peor de las películas de Freddy, no puedo dejar de mencionar que Lisa Zane me parece con diferencia la más guapa de todas las actrices que han pasado por esta odisea de ser la chica final en esta saga. Un vistazo a su página web oficial, además, nos muestra que la señorita alterna su trabajo de actriz con el de compositora y cantante de cabaret. Y si os lo estáis preguntando al leer su apellido, sí, es la hermana de ese semidios conocido como Billy Zane. Encima.
Lori Campbell (Monica Keena)
¿Quién? El personaje de Lori Campbell tiene el privilegio de ser la chica final de Freddy vs Jason (2003), así como el de poseer los más ampulosos pechos de todas las protagonistas de ambas sagas. La película todavía no me convence mucho (insisto en que lo único bueno que tiene es la última media hora) pero la señorita Keena está entre las más físicamente agraciadas de todas las supervivientes del slasher de Springwood.
¿Qué ha sido de ella? La mayor parte del currículum de Monica Keena, antes y después de Freddy, es televisivo (de hecho, empezó a tener notoriedad gracias a su participación en Dawson's Creek) pero tras Freddy vs Jason ha tenido cierta presencia en otros productos de género como Left in Darkness (2006), la serie Entre fantasmas o el reciente remake de Night of the Demons (2009). Actualmente protagoniza una cinta de corte apocalíptico titulada Remnants (2010), ambientada en la Texas rural durante un holocausto nuclear.
Nancy Hollbrook (Rooney Mara)
¿Quién? Esta jovencísima actriz de cara angelical es la encargada de protagonizar el inminente remake de Pesadilla en Elm Street (2010). No tengo muy claro que el personaje sea el mismo del de Heather Langenkampf, no sólo por el evidente cambio de apellido (Hollbrook en lugar de Thompson) sino porque la señorita Mara aparece de segunda en la lista de personajes por detrás del prota masculino, con lo que realmente no estoy cien por cien seguro de que sea ella la que sobreviva al final. Todo parece indicar, sin embargo, que sí. La foto que adorna este texto es, por cierto, de otra película, pero ha sido la mejor que he podido encontrar. Curioso es que sus inicios actorales fueron en un papel casi de extra en Leyenda urbana 3: Bloody Mary (2005), por lo que el género de terror tampoco le pilla demasiado lejos. Todo parece indicar que este remake de uno de nuestros clásicos favoritos será su primer papel importante.

Con esto terminamos esta (posible) primera parte del especial dedicado a Pesadilla en Elm Street. De momento habrá que pensar si hacemos otro repaso comparativo, pero no se me ocurre ahora mismo ningún ángulo (modo poco sutil de decir que acepto sugerencias). Entretanto, siempre podéis ponernos al día revisando la saga entera nuevamente, la cual por cierto ya ha sido reseñada en su totalidad. Hasta entonces.

jueves, abril 15, 2010

Reseña: Leyenda urbana 2 (2000)

A diferencia de las otras dos películas que conforman esta tríada de reseñas, Scream 2 (1997) y Aún sé lo que hicísteis el último verano (1998), Leyenda urbana 2 (2000), hasta la fecha único largometraje del compositor John Ottman, decide no explotar la trama abierta por su antecesora y crear una historia independiente utilizando a la primera película únicamente como referencia. Al mismo tiempo existe una cierta mirada irónica a su propia saga que se manifiesta en un alarde de autorreferencialidad claramente inspirado en Scream (1996) y que se nota en la situación que da pie al argumento: una estudiante de cine que decide hacer una película basada en los hechos de la primera entrega, es decir, una cinta de "género" acerca de un asesino que comete sus crímenes inspirándose en conocidas leyendas urbanas. La ficción de repente se hace realidad cuando un psicópata enfundado en una máscara de esgrima comienza a matar a los miembros del equipo de rodaje uno a uno. Nuevamente nos topamos aquí con una clásica estructura de whodunit, ya que la identidad del asesino y el por qué de los crímenes es de lo que va todo el asunto.

Decíamos en anteriores ocasiones que uno de los mayores problemas de esta nueva ola de asesinos enmascarados de finales de los noventa yacía en la necesidad por parte de la película de justificar las acciones del asesino añadiendo un misterio que, la mayoría de las veces, no es tal. En el caso de Leyenda urbana 2 dicho problema se agrava; existe una trama de misterio alrededor de un prestigioso premio de cine (llamado, en un ejemplo de escasa sutileza, el "Premio Hitchcock"), pero dicha intriga es demasiado confusa y argumentalmente caótica. La aparición de un hermano gemelo del prota masculino que sale de la nada es, aparte de inverosímil, innecesaria ya que su personaje no aporta nada a la película más que el aparentemente necesario equilibrio que debe tener la final girl Jennifer Morrison. La trama parece siempre moverse a dos bandas entre los crímenes del enmascarado y la lucha por el premio, pero la conexión entre ambos niveles narrativos está bastante tirada por los pelos, dando como resultado un misterio excesivamente complicado con una revelación final del "plan maestro" del asesino (por supuesto convenientemente explicado por él mismo en un monólogo) muy poco creíble.

Donde sí tiene esta película muy clara su intención es en el camino que daría a la saga: historias independientes que repiten el motivo de "leyenda urbana" de la original. En este caso dicha conexión es un tanto vaga, ya que sólo una de las muertes (protagonizada por un riñón) está inspirada en una leyenda, pero es también una muerte que no tiene nada que ver con la película y que fue una evidente y descarada imposición por parte de los productores para meter un asesinato al principio. Dicho momento (bastante desagradable, por cierto) marca también la pauta en cuanto a la exhibición de violencia, mayor sin duda que en su antecesora pero también gratuita e inconexa, como si la película entera fuese poco más que varias secuencias de muertes pobremente hiladas entre sí por un argumento rebuscado que en ocasiones intenta dar giros hacia la comedia bastante facilones (estereotipos raciales again).

Es la falta de conexión de su narrativa y las grandes lagunas en las que no ocurre realmente nada lo que al final termina pasándole factura a Leyenda urbana 2. De no ser así podría incluso haber sido una continuación interesante de los preceptos argumentales de la primera parte en vez de una pseudo-parodia rematada con un chiste vergonzoso que incluye un guiño (literal) al público. Es una lástima porque la idea de convertir la primera parte de la saga en una leyenda que da inicio a la segunda es buena y daba para un tratamiento mucho más serio que finalmente se ve dañada por una explotación banal de misterios de segunda categoría en un campus universitario, ambiente que nos ha dado en otras ocasiones grandes momentos de este subgénero pero que aquí deja bastante que desear.

martes, abril 13, 2010

Reseña: Aún sé lo que hicísteis el último verano (1998)

Si Scream 2 (1997) es una secuela que simplemente lleva más allá la premisa de la original para en cierta forma adoptar una mirada irónica sobre sí misma, Aún sé lo que hicísteis el último verano (1998) busca por el contrario acentuar sin ironía alguna la fórmula que dio éxito a su antecesora, esta vez aumentando por supuesto la cantidad de víctimas y de violencia mostrada en pantalla. Es sin embargo también una de las secuelas peor ejecutadas que he visto en mucho tiempo, tanto que incluso el más escéptico tendrá que guardar cierto respeto por la primera parte, que ciertamente no se merecía esta continuación. Más aún que en la película anterior, esta segunda parte parece haber sido hecha exclusivamente para el lucimiento de la curvilínea Jennifer Love Hewitt, desechando al mismo tiempo la sencillez de la original así como su eficiente atmósfera pueblerina.

La historia tiene lugar un año después de Sé lo que hicísteis el último verano (1997), cuando Julie y sus amigos (dos de ellos sendos estereotipos raciales) ganan un viaje a las Bahamas sin saber que una vez llegados a su paradisíaco retiro serán acosados una vez más por el asesino del garfio que se las tiene jurada desde el verano anterior (bueno, en realidad, el anterior a ese). Cualquiera que tenga unos mínimos conocimiento de geografía ya empezará a adivinar gran parte del misterio que rodea esta secuela desde muy temprano, pero ese no es el principal problema; en realidad, gran parte de las carencias de esta segunda parte tienen que ver con el hecho de que la película intenta hacerte creer que hay un misterio que a todas luces es inverosímil e innecesario. Cualquiera que haya visto la película original sabe ya quién es el asesino y cuáles son sus motivos para querer acabar con la protagonista, con lo que inevitablemente surge la pregunta de por qué es necesaria toda esta elaborada trampa cuando el villano tiene literalmente decenas de oportunidades para llevar a cabo su crimen. Podría entender los juegos mentales y la sofisticada guerra psicológica en la primera entrega, cuando la identidad del culpable era un misterio, pero en esta segunda parte es injustificable. Esta película podría haber durado veinte minutos y habría tenido la misma relevancia.

Entre las muchas cosas privadas de sentido por el misterio de esta secuela está el mayor número de víctimas del asesino del garfio. Eso es lo malo de dar a tu slasher un motivo específico por el cual querer cargarse a la protagonista: el mayor número de fiambres de esta cinta hace que el asesino termine despachando porque sí a personajes que no tienen absolutamente nada que ver con los motivos por los cuales comete sus crímenes, por lo que todas estas muertes no tienen otra función más que la de seguir las reglas de mayor intensidad que toda secuela debe tener. Por otro lado, y contradiciendo esta filosofía, uno de los momentos más sonrojantes de la película ocurre cerca del principio cuando el asesino evita que Ray, el novio de Julie y junto a esta el único superviviente de la masacre original, llegue a la isla pero inexplicamente le deja con vida, cosa que no tiene sentido alguno teniendo en cuenta que es precisamente él otro de los objetivos de su venganza. Sin embargo hay un motivo para esto: el guión sencillamente necesitaba que Ray pudiese aparecer al final para salvar a la chica, y cuando una película abandona su lógica interna en beneficio del argumento, tenemos sin duda un problema.

En realidad intento encontrar cosas positivas que decir pero se me hace bastante difícil, así que tiraremos por lo más evidente. Como decíamos arriba, esta película está hecha casi exclusivamente para el lucimiento de Jennifer Love Hewitt, y con esto no nos referimos únicamente a sus innegables dotes físicas; no tienen otra explicación, por ejemplo, escenas de relleno como la secuencia del karaoke, que está allí no porque tenga lógica alguna (nunca queda claro exactamente cuando Julie está teniendo visiones y cuando las cosas ocurren realmente) sino porque precisamente en esa época Jennifer Love Hewitt intentaba dar impulso a su carrera como cantante (1). En cuanto a las tan esperadas voluptuosidades, en este apartado la cosa es preocupante, ya que toda la película transcurre en un estado total de abstinencia que prácticamente se convierte en un motivo cómico, ya que uno de los personajes intenta varias veces follar sin conseguirlo. Esta carencia no es sino otra más de una película que intenta superar a la original en crudeza y violencia aún a costa de despojarse de todo atisbo de lógica. Una cutrísima revelación final no hace sino enredar aún más las cosas de forma innecesaria (no tiene sentido teniendo en cuenta los hechos acontecidos en la primera película), poniendo la losa final sobre una secuela muy pobre y caótica. Se me ocurren muchas cosas mejores que ver este descafeinado slasher lleno de jóvenes atractivos que no follan, mucho más teniendo en cuenta que la primera entrega tenía al menos cierto encanto que en esta continuación brilla por su ausencia.


(1) Lo curioso es que en el personaje de su amiga tenemos a la cantante Brandy, que para entonces intentaba despegar como actriz. O sea que tenemos en la misma película a una actriz que intenta tener éxito como cantante y a una estrella pop que busca una carrera como actriz. Flipante.

domingo, abril 11, 2010

Reseña: Scream 2 (1997)

El inesperado éxito de Scream (1996) hizo que Wes Craven y Kevin Williamson se vieran en la obligación de sacar una segunda parte que complaciera los renovados gustos del público mayoritario por estas historias de asesinos enmascarados. De hecho, dicen que el propio Williamson ya tenía preparada esta continuación en base a ideas que se había dejado en el tintero en la primera película. Eso quizás explique que Scream 2 (1997) haya sido rodada y estrenada menos de un año después del debut de su antecesora. La cinta es indudablemente una prolongación de los elementos más conocidos de esta, no sólo en lo que se refiere al argumento, sino también en cuanto al tono, ya que en esta segunda parte lo que se parodia no es ya el cine de terror juvenil sino precisamente su repetición, señalando lo que es una "secuela" y cuales son sus particulares reglas y clichés.

Es por eso que la trama echa mano nuevamente de su juego metaficcional al comenzar con el estreno ficticio de Stab, una película basada en los hechos ocurridos en la primera parte de Scream (con todo y conocidos actores haciendo de estos personajes) y que ha terminado por convertir al asesino de hábito negro y máscara blanca en un icono pop. El problema es que ahora hay un nuevo psicópata que se disfraza de este y que intenta, en su afán de copycat, traer una "secuela" a la vida real terminando el trabajo que su antecesor dejó incompleto. El juego de la película-dentro-de-la-película no es tan original ni ingenioso, pero funciona lo suficiente como para darnos momentos francamente buenos como la primera escena, en la que el asesino acecha en medio de una sala de cine completamente llena de enmascarados. Aparte de eso, lo cierto es que carece del encanto de la primera parte y es excesivamente dependiente de su propio juego temático.

Uno de los aspectos positivos que tiene, sin embargo, es que se mantiene el componente humorístico impidiendo que la película se vaya por derroteros demasiado serios. Williamson parece haber decidido esta vez dar un mayor protagonismo a la pareja conformada por Courtney Cox y David Arquette, innegables componentes cómicos de la primera parte y que aquí llegan a opacar a la misma Neve Campbell, cuya presencia está bastante desaprovechada e incluso innecesariamente dramatizada con una subtrama acerca de sus aspiraciones como actriz que francamente esta fuera de lugar. De hecho podría decir que el mejor momento del personaje de Sidney Prescott ocurre cuando vemos que es (pésimamente) interpretada por Tori Spelling en la película ficticia de Stab. Sirve también este momento para que comprobemos que en Scream 2 tienen cabida prácticamente todos los actores juveniles que tuvieron o tendrían cierta relevancia durante los años noventa.

La mayor proliferancia de jóvenes en el elenco está parcialmente justificada al transcurrir la mayor parte de esta película en un campus universitario, lo que la vincula con slashers similares como Black Christmas (1974) o The House on Sorority Row (1983), a las cuales hay referencias más que obvias y que incluso son mencionadas literalmente por uno de los personajes. Con todos estos elementos Scream 2 no pasa de ser una secuela medianamente eficiente diseñada para continuar explotando la saga. Por desgracia uno de sus puntos bajos está en la revelación del misterio, una secuencia excesivamente alargada y descabellada incluso para los estándares de este subgénero. Esto sin embargo tiene que ver con un problema del que hablamos antes (y que volveremos a mencionar) acerca de la necesidad de gran parte de los slashers de los noventa de justificar las acciones del asesino como si la idea de un psychokiller no fuera atractiva en sí misma. De esto todavía nos falta mucho por ver.

viernes, abril 09, 2010

Asesinos enmascarados redux

No sé si alguno de vosotros se habrá pasado ya por 10yearoldmovies.com pero de no ser así, debería hacerlo lo antes posible. El concepto de este blog es tan sencillo y a la vez tan atractivo que sinceramente me da una sana envidia: un repaso a piezas cinematográficas de distintos géneros con el único criterio de que la película tenga 10 años de antigüedad (el blog está comenzando así que de momento todas son del 2000). Lo grandioso de la idea está en dedicar sesudos análisis y comentarios a películas que, francamente, quizás no lo merezcan, como The Skulls (2000), Reindeer Games (2000), Supernova (2000) o Scream 3 (2000). En cuanto a esta última, los responsables de 10YOM se preguntan muy acertadamente si uno de los motivos por los cuales Scream (1996) no fue considerada en su momento como una parodia (hasta el punto de que tuvo incluso una parodia propia más adelante) no yace en el hecho de que su público potencial era demasiado joven para recordar el boom de los slasher films de principios y mediados de los ochenta.
En el espíritu demostrado por el que a partir de hoy se ha convertido en uno de mis blogs favoritos, aprovecho para señalar la imagen que adorna esta entrada y presentar una nueva entrega en nuestro repaso por los inocuos slashers noventeros creados o inspirados en la película de Craven/Richardson. En esta ocasión toca el turno a las primeras secuelas de las tres sagas principales, y curiosamente cada una de ellas tomará un camino distinto en su explotación del concepto que la vio nacer. Así que dentro de un par de días comenzamos con Scream 2 (1997), Aún sé lo que hicísteis el último verano (1998) y Leyenda urbana 2 (2000) en espera de ir completando este mosaico de asesinos enmascarados que probablemente tampoco merezca la atención que está recibiendo.

miércoles, abril 07, 2010

Reseña: The Crazies (1973)

Tal como ocurre con gran parte de la filmografía de George Romero, la fama de The Crazies (1973) es oscurecida por la popularidad de su trilogía original de zombis, responsables de su encumbramiento como director y figura recurrente del género de terror décadas después de su estreno. Esta, en cambio, fue una producción que en su momento pasó bastante desapercibida, al igual que el resto de trabajos que Romero realizara en ese período de transición entre La noche de los muertos vivientes (1968) y El amanecer de los muertos (1978). El tiempo se ha encargado de devolverle un poco de notoriedad, pero quedarnos allí sería un grave error. Lo cierto es que The Crazies es también una de sus películas más sólidas, y ahora que el estreno de su nueva versión es inminente, se hace más necesario que nunca sacarla a la luz una vez más.

La película narra el caos vivido por un pequeño pueblo sitiado en una repentina cuarentena por el gobierno, cuando un virus creado por ellos se desata accidentalmente en la población. El virus, propagado por el agua, hace que la gente se vuelva loca, y sus efectos casi siempre desembocan en una ira asesina. La locura no se manifiesta como una rabia, sino más bien reduciendo a la persona a un carácter completamente imprevisible que a menudo se vuelve violento. A pesar de que no es una película de zombis (algo que, a juzgar por los avances mostrados, su remake parece ignorar), sí es cierto que comparte una estructura muy similar y muchas de las constantes que Romero ha dado a su saga apocalíptica de cadáveres antropófagos, desde la gradual pérdida del control de la sociedad hasta el desmoronamiento de la familia, así como el matiz bastante negativo con el que Romero pinta a los militares, cuya incompetencia y arrogancia termina dificultando su misión. En este sentido la perspectiva empleada por la película de un dúo de duros hombres pueblerinos que no vacilan en armarse para luchar contra el ejército de su propio país es una idea bastante transgresora que calza muy bien no sólo con el imaginario romeriano del estado de sitio, sino con el clima general de desconfianza en las instituciones que acompañó la época de la guerra de Vietnam.

Estas ideas, llevadas a cabo en un muy buen guión de Romero, son las que traen a colación momentos e imágenes realmente inquietantes en lo que se refiere al desmoronamiento del pueblo (y del grupo de protagonistas) y que dudo mucho que la nueva versión tenga la valentía de reproducir. El ya icónico aspecto de los soldados con sus trajes de seguridad otorga a su presencia un aire de uniformidad casi alienígena que ayuda mucho a la estructura de thriller paranoico de la película (aparte de resultar muy conveniente para ocultar el hecho de que la mayoría de ellos eran adolescentes tomados de la escuela local). Todo esto compensa con creces las evidentes carencias de medios; la cinta fue realizada con un presupuesto ínfimo, rodada en locaciones reales, con un gran número de actores no profesionales y ningún especialista. Las escenas de acción son por eso un tanto toscas a nivel técnico (aquellas escenas de despliegue de poderío bélico son evidentemente material documental) pero están tan bien dirigidas y dosificadas que en ningún momento molestan.

A medida que se acerca el desenlace, The Crazies se va poniendo cada vez más tremendista y apocalíptica, y aquellos que ya estén familiarizados con el resto de la obra de Romero encontrarán varios paralelismos con su manera particular de relatar el caos que se genera cuando la sociedad se viene abajo y que ya presagiaba lo que sería El amanecer de los muertos cinco años después. Es por eso que recomiendo encarecidamente que antes de ver el remake que se estrena dentro de poco, echéis un vistazo a la versión original, ya que todo parece indicar que la nueva versión se irá por lados mucho más convencionales de ese cine de zombis/infectados que se ha convertido, más que en una prolongación de la obra de George Romero, en su inconsciente parodia.

lunes, abril 05, 2010

Reseña: REC 2 (2009)

Finalmente, y a pesar de que me perdí su estreno comercial, he podido ver REC 2 (2009) gracias al adelanto de la programación del Fantasy Filmfest de este año. Confieso sin embargo que no guardaba demasiadas esperanzas; con todo lo impresionado que me dejó la primera entrega de REC (2007) pensaba que su premisa era demasiado sencilla para poder sacar una continuación medianamente decente, y estas dudas se mantuvieron cuando el avance reveló que se irían por el camino de la "secuela tipo Aliens". Resulta al final que estaba equivocado: aquellos que hayan gustado de la primera REC tienen muchos motivos para ver esta segunda parte, ya que no sólo tiene varios de los elementos que hicieron disfrutable la película de Plaza y Balagueró sino que encima es mucho más ambiciosa a nivel de narrativa.

Esto último se manifiesta en la curiosa decisión por parte de ambos directores de situar la secuela inmediatamente después de la primera parte pero aumentando los puntos de vista: si en la primera película se nos mostraba toda la historia desde la perspectiva de una cámara, en esta segunda parte hay tres cámaras diferentes que dividen la cinta en tres capítulos perfectamente definidos que van mucho más allá de un mero capricho estético o una necesidad de variar la trama; por el contrario, se complementan perfectamente. Por lo que he leído acerca de las reacciones causadas por esta película, mucha gente parece haberse sentido defraudada por el giro marcada y explícitamente sobrenatural que toma esta secuela, pero sinceramente a mí me ha parecido un gran acierto debido al tono en el que está presentado, con un muy evidente pero a la vez equilibrado sentido del humor que demuestra que en esta ocasión no se han tomado la película demasiado en serio. Gran parte de este tono entre lo terrorífico y lo cómico viene gracias al trabajo del protagonista Jonathan Mellor, quien con su histrionismo y su marcado acento anglosajón es con toda seguridad lo mejor de la película. No tengo ni idea de quién es este actor ni de dónde ha salido, pero necesitamos verlo más.

Pero el sentido del humor presente tanto de forma sutil en los momentos de revelación pura de cine de terror y de forma más explícita en el elenco joven impide que los aciertos del primer REC hagan su justa reaparición: el mismo edificio de la primera parte se nos vuelve a mostrar como un laberinto donde el peligro acecha en cada esquina, una sensación que se ve aumentada por el hecho de que, si bien hay tres cámaras, nunca se rompe la unidad en cuanto a un único punto de vista simultáneo. La cinta tiene momentos entregados incondicionalmente a la acción (véase de nuevo aquello de la secuela tipo Aliens) pero están dosificados de manera justa y la trama de las fuerzas especiales que toman por asalto el edificio no eclipsa el trasfondo de la niña Medeiros y las posesiones diabólicas que ya se intuían en la primera parte. En este sentido es el clímax de la película, donde tiene cabida el aspecto puramente sobrenatural de la historia, lo que mejor llevado está. Es una lástima que aquellos que no la hayan visto aún ya no podrán hacerlo en una sala de cine, porque vale la pena.

Ahora la pregunta más obvia: ¿está al nivel de la original? No sabría decir; la historia ya no tiene el factor sorpresa del primer REC y en el fondo está tocando material que ya conocemos. Pero lo que realmente juega en su contra es el final, muy decepcionante y hasta cierto punto incoherente con la mitología que Plaza y Balagueró nos han presentado hasta ese momento. Muchos aquí criticarán las dotes actorales de los involucrados en este desenlace, pero honestamente pienso que no se hubiese podido salvar de ninguna forma. Dicho final se siente bastante improvisado, como si hubiese sido creado sobre la marcha al no saber cómo cerrar la película, y para colmo es (esta vez sí) involuntariamente risible. Sin embargo este es el único escollo importante en REC 2, una gran secuela que no puede dejar de gustar a los que hayan disfrutado de la primera parte.

sábado, abril 03, 2010

Reseña: Halloween 6 (1995)

Seis años después de su misteriosa desaparición, Jamie Lloyd consigue finalmente escapar de las manos del misterioso culto druida que la ha mantenido prisionera. Su fuga le lleva nuevamente a Haddonfield, donde cae a manos de Michael Myers. Sin embargo, Jamie no es la última de la línea familiar, ya que todavía está su bebé nacido durante su cautiverio. Ahora toca a un nuevo grupo de personas, entre ellos un ya crecido Tommy Doyle y un anciano y retirado Sam Loomis, hacer frente al asesino de la máscara blanca una vez más. Esta es básicamente la historia de la que parte Halloween 6: La maldición de Michael Myers (1995). Esta sexta entrega de la saga original es la tercera y última parte de la trilogía en la que los responsables de Halloween intentaron tomar una nueva dirección con su personaje, y es a menudo referenciada como una de las más pobres. Sin embargo, creo que ese desprecio se debe en parte a razones equivocadas.

La principal queja que han tenido los seguidores de la saga en cuanto a esta película es el marcado giro que el argumento da hacia lo sobrenatural, tanto que la naturaleza y motivaciones de Michael Myers son literalmente explicadas por medio de la presencia de ese misterioso culto liderado por el hombre de negro que rescató a Michael de su cautiverio. Esto es algo que nunca me ha molestado; por el contrario me parece interesante el que hayan intentado hacer algo nuevo con el personaje y su historia, así como el empeño puesto en dotar a esta película de un tono más oscuro y terrorífico que el de entregas anteriores, aún cuando muchas veces se queda a medio camino como por ejemplo en todo lo concerniente a lo que ocurrió con Jamie Lloyd durante esos seis años, algo que se intuye bastante horrible pero a lo que nunca se le da suficiente importancia.

El problema, por otro lado, reside en que ese argumento que la película se ha encargado de presentar a través de las dos entregas anteriores finalmente acaba por mostrarse confuso y falto de dirección. No es de extrañar que esto haya ocurrido teniendo en cuenta que Halloween 6 fue una producción en la que todo salió mal y en la que sus responsables se toparon con una gran cantidad de problemas, desde numerosas reescrituras de guión hasta varios cambios y agregados por parte de los productores que deseaban una película de terror más al uso, aparte claro está de la muerte del actor Donald Pleasance, que causó entre otras cosas que su personaje de Sam Loomis quedara reducido a un muy marginal papel de secundario que encima dejó un final bastante raro que se siente irremediablemente incompleto. El origen y las motivaciones del culto druida que aparentemente tiene relación con Michael Myers (y que, según cuenta el director Joe Chappelle, estaba originalmente concebido como una secta similar a la de El bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski) tampoco son explicadas más allá de unas muy vagas referencias y de una caótica secuencia final que hace de ellos (y de la película) una caricatura de mad doctors. Esto no es algo que me moleste en sí mismo, pero ciertamente hace su aportación a lo poco cuidado que está en general el argumento de esta cinta.

Lo peor es que considero que con todo y sus enormes fallos argumentales y los evidentes trozos que faltan de la trama, detrás del desastre de Halloween 6 hay por lo menos el esbozo de una película interesante. De no haber tenido los problemas de producción que tuvo y de haber centrado la película en Jamie Lloyd como la heroína en vez de matarla al principio, hubiésemos tenido una entrega de Halloween diferente y a la vez respetuosa con la intención estética de la saga en cuanto al tratamiento de la Noche de Brujas. Existe, como muchos sabéis ya, un Producer's Cut que intenta mejorar un poco estas carencias, pero es poco lo que puede hacer ya. El resultado de lo que ya hay es más bien pobre, y justifica en parte que la siguiente entrega haya decidido reinventar la saga casi por completo. Por supuesto, eso es algo de lo que tendremos que hablar en otra ocasión.

jueves, abril 01, 2010

Tres tristes trailers 28

El primero en nuestro trío de tristes avances de hoy pertenece a la película After.Life (2009), un peculiar thriller con Christina Ricci, Liam Neeson y Justin Long repitiendo su papel de novio atormentado. En este caso la premisa va de una chica que despierta en una morgue y que, a pesar de los argumentos del forense, no quiere reconocer que está muerta. El trailer deja entrever la lucha que se da entre ella y el forense al existir la posibilidad de que este esté usando un truco muy elaborado para engañarla y obligarle a permanecer sobre la mesa de disección. Sin embargo, y a pesar de que dicho argumento presenta un considerable desafío a la hora de hacerlo creíble, la presencia de la Ricci quizás sea la principal baza que esta película tenga a su favor.
Y hablando de desafíos, el trailer de Predators (2010) es algo que seguramente ya todos han visto. Se trata por lo visto de la muy postergada tercera entrega de la saga (no un remake ni una precuela, como pensábamos en su momento), en la que un grupo de humanos es seleccionado y enviado a un planeta selvático para enfrentarse a una pandilla de alienígenas cazadores que los utilizarán como juego. A pesar del entusiasmo general, a mí hay cosas que no me terminan de convencer, empezando por la curiosa escogencia del elenco (¿Adrien Brody? ¿Topher Grace? ¿De verdad?), pero sobre todo en cuanto a que esta tercera parte parece ser bastante convencional e irse por camino seguro, con lo que no tengo demasiadas esperanzas.
Y ya para terminar, tenemos aquí tenemos el trailer de The Shock Labyrinth (2009), lo último del director japonés Takashi Shimizu. El avance no tiene lo que se dice una gran calidad de imagen, pero fue el único que pude encontrar en inglés, así que pido disculpas por anticipado. En esta película el director de Ju-on y Marebito parece seguir afincado en sus temas fantasmagóricos, pero a diferencia de sus anteriores trabajos, The Shock Labyrinth es una película evidentemente dirigida a un público juvenil y amparada en la reciente fiebre del 3D. Puedo adelantaros sin embargo que, gracias al adelanto de programación del Fantasy Filmfest, yo ya la he visto, así que la reseña está por caer.