martes, septiembre 26, 2006

Reseña: The Breed (2006)

Al contrario de lo que pasa con los gatos, los perros no son utilizados muy a menudo como arquetipo del género de terror, si bien existen notables excepciones como el famoso sabueso de los Baskerville ideado por Arthur Conan Doyle, o los inquietantes Rottweiler de La profecía (1976), por no hablar de Cujo, el can de Stephen King que ya es en sí mismo todo un icono del horror. Pero fuera de estas peculiaridades, la verdad es que no son tantas las ocasiones en que el llamado "mejor amigo del hombre" ha sido mostrado como fuente de miedo, ya sea en el cine o en la literatura. Quizás sea eso lo más que se pueda destacar de The Breed (2006), película entrenida pero que no guarda ninguna sorpresa, limitándose a ser un producto pasable realizado con algo de oficio, pero nada más.

Apadrinada por Wes Craven, The Breed fue titulada en España como Aullidos, por lo que no sería raro que alguno se hubiese acercado a ella esperando una cinta de corte licantrópico (no fue mi caso, por fortuna). Sin embargo, su trama es lo más terrenal posible: cinco amiguetes universitarios deciden pasar un fin de semana aislados en una cabaña en medio de una isla desierta cuando de repente descubren que han pisado el territorio de una enorme jauría de perros fugados de un antiguo centro de adiestramiento de la zona, canes que además han sido manipulados genéticamente y convertidos en una raza de voraces asesinos que no sienten el menor pudor en literalmente destrozar cualquier carne que se les ponga por delante, especialmente si camina sobre dos patas.

Decir que estamos ante una cinta típica de este sub-género de "estamos atrapados en una cabaña y no podemos salir" es poco, ya que podríamos sacar una lista de clichés y empezar a tacharlos uno a uno. Un primer vistazo a los personajes nos permite adivinar quiénes van a morir y en qué orden, además sin la menor posibilidad de equivocarnos. Del elenco, la más famosa es Michelle Rodríguez (una actriz por la que confieso una cierta debilidad) así que cualquiera puede adivinar que ella resultará viva al final. Además, la película sigue paso a paso la trama común de cualquier cinta donde los personajes estén atrapados en una cabaña: primer encuentro con el "enemigo", reclusión, estado de sitio, intento frustrado de solucionar el problema, desbordamiento del problema y finalmente abandono forzado de la cabaña, lo que lleva al inevitable clímax. La ausencia de sorpresas es tal, que muy previsiblemente no faltó la escena en la que uno de los personajes descubre por casualidad unos papeles que "explican" la naturaleza de la amenaza, aderezada con la mítica frase de "estaban jugando a ser Dios". Sí, es esa clase de película.

Pero ojo, que no todo aquí es malo, ya que The Breed alcanza momentos que ya quisieran para sí muchos de los últimos exponentes de este tipo de cine. Destaco una primera escena típica pero efectiva, y en su favor puedo decir que los perros acojonan y mucho. Los animales en esta películan son verdaderas amenazas, y cada uno de los ataques que protagonizan crea momentos de tensión en verdad muy logrados, con lo que el peligro por el que pasan los personajes es perfectamente creíble. Es una lástima que los instantes de transición entre dichos ataques no sean tan interesantes como la violencia desmedida que este film es capaz de presentar (cierto drama doméstico entre los personajes se hace monótono y repetitivo tras cierto tiempo, y para colmo no tiene la más mínima importancia para la trama), porque aquellos momentos en que la cinta recuerda que es una película de terror y no un episodio de Sensación de vivir (con la que comparte la tendencia de poner un montón de treintañeros haciéndose pasar por veinteañeros) valen al menos un visionado.

En fin, que The Breed no calificará como uno de los estrenos del año, pero al menos no desmerece un alquiler de fin de semana como ejemplo de un eficiente cine de palomitas, de esos que se olvidan pronto pero proporcionan un buen rato.

domingo, septiembre 24, 2006

Futuras compras compulsivas

Aquellas almas benditas que tengan una dirección de P.O. Box (o que no les importe pagar los exorbitados precios que Amazon pone a sus envíos internacionales) ya están tardando en hacerse con una copia de la reciente edición especial de La matanza de Texas 2 (1986), una de las obras más sublimes del terror ochentero y que finalmente ha visto la luz en una edición de DVD digna de toda su gloria. Como dudo mucho que los jefazos de MGM nos permitan hacernos con esta maravilla fuera de la Zona 1, no nos queda más remedio que encargarla a la tierra del Tío Sam. Sin embargo, es de estos casos en los que indiscutiblemente vale la pena.
Una cosa de entrada: aquellos que conozcan la película de Tobe Hooper saben perfectamente que la imagen que adorna este post (y por lo tanto la caja de este DVD) poco o nada tiene que ver con la disparatada comedia gore que es la propia película, así que por el departamento de "creativos" publicitarios sí que podemos encontrarle pegas. Además de eso, resulta evidente que dicha imagen es un vil plagio de la estéctica de este cartel y, por supuesto, de su secuela.
Pero como dice la gente fea: la verdadera belleza está en el interior. Aparte de una copia remasterizada de la película, el disco trae dos audiocomentarios que son el sueño dorado de todo fan: uno con el director Tobe Hooper y otro con los actores Bill Moseley y Carolina Williams, acompañados por el gurú de los efectos especiales Tom Savini. Por lo visto, los esfuerzos de Kevin Smith (fan acérrimo de la cinta) por hacerse con un espacio en los comentarios quedaron en puras buenas intenciones. Lo que sí se lamenta es la ausencia de Dennis Hopper, quien en la película se luce en su papel de sheriff psicópata/ángel vengador.
Por si eso fuera poco, el documental de 90 minutos It runs in the family termina de redondear la oferta de lo que será sin duda la primera de mis compras compulsivas de las navidades. En espera de que la nueva precuela del remake de la película original llegue, creo que la nostalgia por la motosierra sigue siendo la mejor opción de todas.

martes, septiembre 19, 2006

Niños muertos que vuelven

Que casualidad que Yume haya dedicado una reseña a la obra de Chicho Ibáñez Serrador, ya que justamente acabo de leer en Fangoria la noticia de que Filmax, en complicidad con la productora mejicana Lemon Films, prepara un remake (en inglés) de su película más famosa: ¿Quien puede matar a un niño? (1976).
En medio de la ola actual de nuevas versiones, la idea de re-versionar este clásico no es descabellada, especialmente dado el hecho de que la película de Chicho es muy querida entre los cinéfagos anglosajones, un culto que se ha propagado principalmente gracias a ediciones piratas de formato casero, ya que la cinta llegó a estrenarse en los cines con severos cortes de censura y con el engañoso título Island of the Damned (literalmente La isla de los malditos), y nunca ha visto una edición "legal" en VHS o DVD.
En cuanto a la nueva versión, sólo se sabe que se llamará Child's Game (título que significa, literalmente, Juego de niños y que podría prestarse a confusiones con el de la primera parte de la saga del muñeco Chucky) y que la dirigirá el debutante David Alcalde. El actor Diego Luna ha mostrado interés en protagonizar esta cinta, cuyo rodaje comenzaría en marzo del año que viene. Habrá que ver como se perfila este remake, el primero (hasta donde sé) de un clásico de terror español. Y ahora que lo pienso, la reciente alianza de Chicho con Filmax en las Películas para no dormir podría significar que se involucre en la realización de esta película. Sólo el tiempo lo dirá.

domingo, septiembre 17, 2006

Reseña: The Twilight Zone (1983)

Probablemente no hay nadie en el mundo que no conozco al menos de referencia una de las series de televisión más importantes de la historia: The Twilight Zone, la obra de Rod Serling que revolucionó el tubo catódico durante los años sesenta con su mezcla de terror y ciencia-ficción, y cuyo principal atractivo estaba en sus ambiciosas historias, fruto de la imaginación de grandes guionistas, entre ellos el clásico Richard Matheson. Cuando a principios de los años ochenta se pensó en resucitar la serie (conocida como La dimensión desconocida en Latinoamérica y Los límites de la realidad en España), la idea de hacer una película a manera de introducción para las nuevas generaciones era el paso lógico a dar. La cinta constaría de cuatro segmentos dirigidos cada uno por un joven y exitoso director. El resultado, Twilight Zone: the Movie (1983), es una de las cintas "de antología" más famosas hasta la fecha.

John Landis, quien hacía poco se había endilgado un éxito colosal en Un hombre-lobo americano en Londres (1981), dirige tanto el prólogo como el primer episodio. El prólogo (una breve jugarreta de carretera con Dan Aykroyd entre los protagonistas) resume de una forma absolutamente genial el viejo espíritu de The Twlight Zone. Por desgracia, su segmento no corre con la misma suerte: la historia de un hombre racista que por causas desconocidas es transportado a diferentes períodos históricos, donde se ve transmutado en diferentes minorías raciales, no resulta especialmente buena. Aparte de la evidente moralina (que esconde dentro de todo una lección desmesurada), algo curioso es que este segmento es el único de los cuatro que no está inspirado en ningún episodio específico de la serie. La pieza es también tristemente famosa por el accidente de helicóptero que le costó la vida a su protagonista, el actor Vic Morrow, y a dos niños actores. El resultado: John Landis casi vio acabada su carrera, y aunque el posterior juicio penal le declaró inocente de los cargos de homicidio por imprudencia, la opinión pública ya no le vio de la misma manera.

El segundo segmento corrió a cargo de Steven Spielberg, quien para ese momento se encontraba en el Olimpo hollywoodense gracias a sus mega-éxitos de taquilla, específicamente con E.T. (1982), que para ese momento se consideraba la película más taquillera de la historia. Lamentablemente, con su capítulo se perdió una gran oportunidad, ya que Steven quería dirigir una adaptación de The Monsters are Due on Maple Street, historia wellsiana de unos niños de suburbio que corren el rumor de que el súbito apagón de su barrio se debe a una invasión extraterrestre, causando así el pánico y la histeria general. Pero los productores de la película pensaron que los relatos no podían ser todos de una naturaleza tan cruel, de manera que encargaron a Spielberg un episodio más "positivo". El resultado fue una adaptación de Kick the Can, antiguo capítulo de Richard Matheson acerca de una residencia de ancianos en la que un nuevo y misterioso inquilino consigue devolver la juventud (tanto física como espiritual) a los residentes gracias a un conocido juego de niños. El capítulo (con Richard Matheson repitiendo como guionista) se aparta completamente del tono sombrío de la serie para ofrecer una historia edulcorada de esas que Spielberg saca bajo la manga en ocasiones. Sin embargo, es justo decir que no resulta del todo despreciable.

El tercer segmento, It's a Good Life, es sin duda mucho mejor. Dirigido por Joe Dante, es la historia de una maestra de escuela que descubre que la supuesta "familia" de un niño es en realidad un grupo de prisioneros acorralados por el crío en cuestión, cuyos poderes paranormales son capaces de alterar la realidad a su voluntad. El capítulo, toda una joya surrealista con fuertes alusiones al inocente pero cruel mundo infantil, calza perfectamente en la estética de Joe Dante, cuyo amor por los dibujos de la Warner es más que evidente. Pero al mismo tiempo, la tensión que impregna todo el encuentro con la familia es magnífica, y terrible resulta la descarga de ira del pequeño con los miembros de su cautiva parentela, especialmente su supuesta hermana (1).

El cuarto y último segmento, sin duda alguna el mejor de todos, se llama Nightmare at 20,000 feet, y es una adaptación de uno de los capítulos más conocidos de la serie. Este segmento, dirigido por George Miller (creador de la saga de Mad Max) vale por sí solo toda la película, no sólo por la increíble tensión creada, sino por su entorno minimalista y sin tregua concentrado en un único espacio: la cabina de pasajeros de un avión comercial en medio de una tormenta, donde un pasajero con un terrible miedo de volar (un John Littgow en estado de gracia) mira por la ventana y ve un horrible monstruo en el ala del artefacto, destrozando uno de los motores. La lucha de este hombre por lograr que la tripulación le crea y logre detener a tiempo a la criatura es ya todo un clásico del horror, tanto que esta adaptación se ha hecho incluso más famosa que aquella de la serie original, protagonizada en su momento por William Shatner (muchos años después los dos actores harían una gran parodia en forma de uno de los chistes más deliciosamente "geeks" de la serie 3rd rock from the Sun). No es de extrañar que este episodio sea el más conocido de la película, y el que peor rollo logra transmitir.

La nueva versión ochentera de The Twilight Zone terminó siendo una de las mejores series de su década. Soy de la opinión de que los años han pasado por ella bastante bien, y que hoy en día continúa siendo uno de los más claros referentes en cuanto a ese extraño sub-género de las "películas de antología".



(1) Por cierto que esta hermana es interpretada por la actriz Nancy Cartwright, quien durante más de dos décadas ha dado voz en Estados Unidos a Bart Simpson (cuya serie terminaría, irónicamente, parodiando este segmento). En el episodio de Dante, Nancy es devorada por un dibujo animado. ¿Profético? Ustedes dirán.

martes, septiembre 12, 2006

Reseña: Para entrar a vivir (2006)

La segunda de las Películas para no dormir corre a cargo de Jaume Balagueró, y lo primero que se puede decir de ella es que representa un cambio notable dentro de lo que es su filmografía, una cinta que se aleja bastante del terreno que ya tiene conocido. Con esto quiero decir que en Para entrar a vivir (2006) no hay niños chungos, ni sectas demoníacas ni tampoco una fotografía bañada constantemente en azul. Ni siquiera hay un componente sobrenatural. Se trata de un survival horror de lo más setentero, hecho en la línea de películas como Toolbox Murders (1978) o Trampa para turistas (1979). No ha de extrañarnos esto, ya que este género está bastante de moda hoy en día. Lo sorprendente es que sea aquí en España donde se geste una cinta de terror casi sin ninguna pretensión autoril, y que el responsable sea un director que, a diferencia de muchos, sí puede presumir de cierta trayectoria (1).

Para entrar a vivir comienza con una joven pareja que visita un piso en venta en un ruinoso edificio de las afueras. Desde el momento en que llegan a aquella urbanización decadente y abandonada de la mano de Dios, ya se sabe que algo irá mal, y efectivamente, aquello que en un principio parecía una visita inmobiliaria cualquiera se convierte en una trampa mortal, en la que todo el edificio se convierte en una ratonera donde la pareja debe enfrentarse a un asesino que pretende convertirlos en parte de su colección personal.

Aparte de alejarse de sus temáticas frecuentes, Balagueró parece realizar acá un trabajo meramente artesanal, reduciendo toda la trama a un espacio cerrado que a través de interesantes recursos estéticos (una lluvia constante, muebles destartalados y paredes estrechas) se transforma en un auténtico laberinto. La tensión creada por el director es constante, y la situación en la que se encuentran los protagonistas adquiere los tintes de una histérica pesadilla. Tal como en el episodio anterior, cualquier revelación final es secundaria ante la desesperación y el mal rollo que crea este curioso juego de gato y ratón, desprovisto por completo de los aderezos "intelectuales" que han debilitado el cine de Balagueró en obras anteriores. Esto es tan evidente, que incluso nos sentimos dispuestos a pasar por alto las no siempre efectivas actuaciones de sus protagonistas, como un Adrià Collado bastante soso en su papel de víctima y una Macarena Gómez que lo compensa llegando a los límites de la capacidad pulmonar humana a base de grito pelado.

En definitiva, esta segunda entrega es diametralmente opuesta a su predecesora, pero no queda eclipasada en su tremenda efectividad. Es un slasher que va a por todas, y aunque no tiene un despliegue gore tan fastuoso como muchos de sus congéneros, sí les da pelea en cuanto al estado de constante tensión a la que nos somete. Entre sus defectos yo señalaría (como dije antes) ciertos desaciertos por parte de sus actores, y sobre todo, unos infames títulos de crédito iniciales, colocados en el peor lugar posible y de una forma casi intromisiva. Del resto, es una lástima que esta pequeña joya haya quedado relegada al mercado de alquiler, porque definitivamente se merece un destino y una difusión mucho mejor (2). Películas como estas que estamos tocando son, en definitiva, las que necesitamos en este país. Las entregas de Mateo Gil y Narciso Ibañez Serrador estarán en los videoclubs a finales de este mes. Estaremos vigilantes y esperando que el ejemplo cunda.



(1) Me refiero aquí a películas como Hipnos (2004) o Ausentes (2005), en las que se nota una pretensión pedante por parte de los directores de querer hacer más que una "simple y vulgar peli de miedo", como si les diera vergüenza su propio trabajo y quisiesen inflarlo con delirios de grandeza. Pues bien, vergüenza es precisamente algo que un cineasta de género no puede tener, y en las películas antes citadas se nota por qué.

(2) Que suerte tuvo John Trent de haberla visto en una sala de cine. Por cierto, aprovecho para darle las gracias por esta recomendación.

domingo, septiembre 10, 2006

Reseña: Slither (2006)

Varios meses después de su estreno, por fin he podido ver Slither (2006), una película altamente anticipada que sin embargo no disfrutó de una gran acogida en la cartelera, si bien muchos piensan que podría conseguir un leal grupo de fanáticos en formato casero. Puedo entender por qué: se trata de una cinta muy disfrutable, que ostenta con desparpajo todo ese espíritu cañero de los excesos típicos de los setenta y ochenta. Aún así, son varios los motivos que me llevan a pensar que el todo es mucho menos que la suma de las partes.

Y no es que no tenga promesa. Después de todo, su director y guionista James Gunn tenía ya todo un bagaje a su disposición, debido en gran parte a su experiencia con la mítica Troma, donde su trabajo como guionista le revelaban como un amante confeso del gore. En su contra tiene, obviamente, la autoría de los dos guiones de la saga de Scooby Doo, algo que todavía estoy reacio a perdonarle. Sencillamente, el hombre que había escrito aquella escena del concurso de pedos entre Shaggy y Scooby no era alguien digno de mi confianza. Cierto es, sin embargo, que se había redimido en gran medida al escribir el remake de El amanecer de los muertos (2004), un más que loable esfuerzo por salir del oscurantismo.

En cuanto a Slither, Gunn parece dispuesto a meterse en camisa de once varas. Su película comienza cuando un meteorito cae cerca de un pequeño pueblo de la América profunda habitado por rednecks y paletos varios, quienes son las próximas víctimas de una criatura amorfa que venía de polizón en la roca espacial. Tras infectar y poseer el cuerpo del hombre más rico del pueblo, Grant Grant (un Michael Rooker que está que se sale de su personaje), la criatura decide convertir a todos los habitantes del pueblo en sus esclavos zombis, a la vez que se transforma ella misma en una masa informe dispuesta a cubrir toda la tierra con sus parasitarios gusanos. ¿Quién va a detenerle? Pues nada menos que el siempre vigilante sheriff del pueblo, su viejo amor del instituto y una chica adolescente que "pasaba por ahí".

Estilísticamente hablando, Slither es impecable. Las fuentes de las que bebe son innumerables, tanto que escribirlas aquí sería llenar esta reseña de enlaces. Curiosamente, el mismo James Gunn afirma en su página oficial que nunca había visto el clásico ochentero Night of the Creeps (1986), de Fred Dekker, la película que inevitablemente nos viene a la cabeza tras contemplar varios de los momentos de esta cinta. Pero independientemente de esta omisión, lo cierto es que su director y guionista ha llenado todos y cada uno de los fotogramas de esta película de un festival de gloriosos excesos, a cada cual más sanguinolento, baboso y repulsivo. Y lo mejor de todo: si bien hay un uso evidente de imaginería digital, se ha dado preferencia a los efectos especiales de maquillaje de toda la vida, elevados por supuesto a la máxima potencia gracias a un presupuesto abultado, lo que convierte a Slither en una película de Troma, pero con pasta. Otro punto a su favor es su descojonante material cómico. Parte de su humor es bastante pueril, lo admito (la gracia de algunos personajes, como el alcalde Jack McReady, consiste simplemente en soltar tacos), pero aún así existen momentos absolutamente geniales, como todo lo que es la preparación del alienígena o lo que sin duda es el mejor uso que se le ha dado jamás a una canción de Air Supply.

Por desgracia, ciertos detalles dejan relucir que el director de Slither todavía no deja de ser un amateur, ya que si bien la película cuenta con una primera parte excelente y un efectivo clímax, toda la parte del medio está criminalmente desaprovechada. El momento en el que la narración abandona el punto de vista del Grant-monstruo y pasa a los otros personajes es, en mi opinión, una caída estrepitosa y lamentable. A partir de aquí, todo sucede demasiado rápido, como si Gunn tuviera prisa en llegar al final para así poder volver a pisar terreno seguro y conocido. Prácticamente todos los personajes que mueren lo hacen a la vez y con demasiado apuro, y para colmo el guión toma "atajos" tramposos, como por ejemplo el haber usado el mismo truco barato de Independence Day (1996) para descubrir la procedencia de la criatura (pero muy "fuerte", ¿eh?). Asimismo, gran parte del potencial de la historia está muy desaprovechado y se nota, como por ejemplo la relación entre el monstruo que ocupa el cuerpo de Grant y su esposa. Allí había todo un filón cómico que por desgracia no se aprovecha. Encima, a medida que la historia avanza, los personajes se hacen cada vez más básicos y estereotipados, y para cuando llega el final, casi todo lo que ha ocurrido ha sido producto de la casualidad.

Con todos sus defectos, eso sí, Slither es una película bastante recomendable. Sólo por su atrevimiento de revivir cierto tipo de cine ya se merece una consideración. Lástima que el desaprovechamiento de sus posibilidades y sobre todo las prisas (cuando terminó la película llegué a pensar que había durado algo así como una hora) hayan mermado su calidad final. Sin embargo, sus maravillosos efectos especiales y sus geniales momentos de humor la hacen una cinta muy divertida, si bien no muy memorable que digamos. Ojalá sirva, sin embargo, para estimular el surgimiento de otros trabajos hechos a la vieja usanza, porque de esto sí que necesitamos, y bastante.

sábado, septiembre 09, 2006

El largo regreso de Clive

Doce años ha tardado Clive Barker en regresar a la silla del director, así que más le vale que lo próximo que nos traiga sea realmente bueno. Si bien tiene el mérito de haber dirigido Hellraiser (1987), una de las mayores obras maestras del cine de terror ochentero (o de cualquier época, si a eso vamos), la verdad es que sus otros trabajos no han sido destacables. Lo que sí no se le puede negar a Barker es su fértil y macabara imaginación, que le ha convertido en uno de los referentes obligatorios del género de terror actual, por lo que, si bien durante todos estos años ha seguido presente a través de su trabajo como productor o las diferentes adaptaciones que se han hecho de su obra, no eran pocos los que esperábamos con ansia que volviese a dirigir, a ver si por fin era capaz de superar su contundente debut.

Al parecer, la película con la que Clive Barker regresa a la gran pantalla es Tortured Souls (2007), una adaptación de la novela breve que escribió como "complemento" a una línea de figuras de McFarlane Toys. De hecho, el mismo Todd McFarlane (creador de la saga de cómics de Spawn, que debe mucho de su estilo a la obra de Barker) es productor de esta cinta de la que ya se llevaba hablando dos años. Pues bien, al parecer ya todo está preparado para comenzar el rodaje con miras a un estreno el año que viene. No se ha revelado mucho sobre la trama, pero lo que se ha adelantado ya se perfila como una prolongación más de la mitología personal del autor británico: la historia de un hombre que hace un pacto con el Diablo para intercambiar a su esposa por una Demonia llamada Lucidique, que toma el lugar de su cónyuge mientras que esta es enviada al Infierno. A partir de allí, la muy puteada esposa deberá buscar la manera de regresar al mundo de los vivos mientras escapa de toda clase de horrendas creaciones barkerianas, muchas de las cuales hemos conocido a través de esta línea de juguetes.

Por mi parte, si bien es cierto que Clive Barker no destaca mucho como director, su universo creativo es lo suficientemente interesante como para que, de entrada, no pueda descartar su regreso. A ver con qué nos sale esta vez.

jueves, septiembre 07, 2006

Manual de supervivencia de los zombis

Max Brooks tuvo un comienzo bastante gris en Hollywood. Pasó años trabajando como actor de segunda en series de televisión, como guionista de segunda en Saturday Night Live, y teniendo que vivir bajo la sombra de su padre, el gigantesco Mel Brooks. Sin embargo, Max estaba llamado a convertirse en todo un autor de culto tras la publicación de su libro The Zombie Survival Guide, lectura absolutamente imprescindible para todo aquel que se considere un fan del cine de terror. El libro, toda una obra maestra de la parodia, la sátira social y la cinefilia, es un manual que explica paso a paso la forma de sobrevivir en caso de que el mundo termine siendo pasto de los muertos vivientes. Lo mejor de todo es que sus páginas están redactadas como si de un manual serio y documentado se tratase, con explicaciones acerca del origen de la plaga, una lista de cuáles son las mejores armas para enfrentarse a los cadáveres re-animados e incluso cuatro recreaciones posibles de lo que conocemos como el Fin de los Tiempos y el desbarajuste absoluto de la sociedad. Además, el libro no duda en hacer todo un canto a la paranoia por la seguridad de la civilización occidental, mostrando como pocas veces en la historia de la literatura lo delicadamente frágil que es la supuesta organización de la raza humana.
Uno de los apartados más celebrados en su momento fue sin duda el último capítulo, que incluía una larga lista de los "ataques históricos" de los muertos vivientes a través de los tiempos, todos ellos narrados como si se tratara de eventos históricos, auténticos relatos de horror ambientados en la época de los romanos, en las selvas del Congo, en las islas caribeñas o en la China medieval. Seguramente estos relatos fueron los que determinaron que Max Brooks se viera obligado a deleitarnos de nuevo, razón por la cual se hace inminente la publicación este mes (el día de mi cumpleaños, por cierto) de World War Z: an Oral History of the Zombie War, un largo relato "histórico" sobre el Apocalipsis causado por los muertos vivientes que desde ya ha levantado gran expectación: una versión en cómic será publicada este año, y para el 2008 tendremos la película, que no debe confundirse, por cierto, con la nueva propuesta de George Romero.
Ambos libros, repito, son de lectura indispensable. Ignoro si el primero habrá sido publicado en castellano, pero que hay que buscarlo a como de lugar es una de las pocas cosas de las que se puede estar seguro en la vida.

domingo, septiembre 03, 2006

Reseña: La habitación del niño (2006)

El hecho de no haber crecido en este país me impide apreciar el valor histórico de Historias para no dormir, la serie de Narciso Ibáñez-Serrador que hoy en día permanece desterrada en el horario noctámbulo de algunos canales privados. Aún así, la creación de las seis Películas para no dormir supone una de las propuestas más interesantes dentro del panorama del cine de terror español actual. Es una lástima, sin embargo, que la miopía de los responsables de Tele5 haya decidido al final despreciar la transmisión de estas películas, relegándolas al mercado de alquiler de DVD.

Tomando como antecedente inmediato el éxito en Estados Unidos de Masters of Horror, los seis capítulos de Películas para no dormir consisten en distintas muestras de cine de terror a cargo de un igual número de directores españoles, algunos de ellos ya experimentados en el género, y otros menos. Ha querido la suerte, en esta ocasión, que el primer capítulo quede en manos de Alex de la Iglesia, indiscutible director de culto y el único de los seis que goza de gran prestigio al otro lado del charco (esto lo digo con conocimiento de causa). Su episodio, titulado La habitación del niño (2006) resulta una más que correcta contribución al género de terror en este país, aún cuando se trata indudablemente de un producto atípico en su filmografía.

De lo que también se trata esta película es de un ejemplo contundente de lo que significa meter miedo a través de esquemas ya conocidos pero no por eso menos efectivos. Comenzando como una simple historia de fantasmas, La habitación del niño parte de la ya conocida situación de una pareja joven que se muda a la casa de sus sueños, una gran mansión en una zona pija de Madrid que han podido adquirir a precio de gallina flaca. Una vez allí, la tranquilidad de los jóvenes esposos es interrumpida por unos ruidos extraños provenientes de la habitación de su bebé: a través de un escuchador, los angustiados padre escuchan la voz de otra persona en el cuarto del pequeño, a pesar de que las posteriores investigaciones no dejan entrever la presencia de nadie.

Al principio, el padre de la familia (principal atormentando de esta nueva situación), se angustia ante la posibilidad de un extraño forzando la entrada a su domicilio, lo que da pie a una muy real demostración de paranoia ante los desconocidos y del nada desdeñable miedo urbano a la delincuencia. Sin embargo, cuando finalmente el fenómeno comienza a adquirir tintes sobrenaturales, la historia nos mete de lleno en una trama de espíritus, mundos paralelos y trastornos personales, unidos a la inquietante historia de aquella casa. En realidad, mientras menos se sepa de la trama mejor, tan sólo es necesario decir que la historia toma giros realmente interesantes, y si bien es probable que su twist final sea bastante cantado, no es este el punto principal de la película.

Una queja, sin embargo, de este capítulo es que el estilo característico de Alex de la Iglesia está bastante diluido, ya que salvo ocasiones muy puntuales (y la aparición de Sancho Gracia y Terele Pávez en dos pequeños papeles), no se aprecia por ningún lado el corrosivo humor negro del gordito de Bilbao. Probablemente sea este su trabajo más "serio" hasta la fecha, pero al menos una cosa es evidente: De la Iglesia es un director que conoce el género fantástico al dedillo sabe meternos en la historia, respetando el espíritu de la serie que da origen a esta película y sin perder la oportunidad de lanzar varios guiños a obras maestras del horror de los fantasmas "domésticos". Eso, unido al nihilismo de su desenlance, causa que La habitación del niño sea una muy agradable sorpresa. Si así comienza esta primera tanda de las Películas para no dormir, no nos queda más que dar la bienvenida a lo que promete ser toda una referencia del horror español, muy por encima de la mayoría de los productos nacionales destinados a las salas de cine. De momento, esperaremos a que caiga el segundo episodio, encargado a Jaume Balagueró. Entretanto, el visionado de esta pieza de Alex de la Iglesia es, en mi opinión, una decisión acertada.

viernes, septiembre 01, 2006

Reseña: Haeckel's Tale (2006)

El duodécimo capítulo de Masters of Horror, Haeckel's Tale (2006), cerró la primera temporada en Estados Unidos, distanciándose temática y estilísticamente de los anteriores. Fue uno de los episodios más esperados, ya que originalmente iba a ser dirigido por el sin par George Romero, quien abandonó el proyecto poco antes de comenzar, tuviendo que ser sustituido por John McNaughton. Algo similar había pasado con Sick Girl (2006), que originalmente fue un episodio destinado a Roger Corman y al final tuvo que ser dirigido por el cuasi-novato Lucky McKee. Es imposible saber qué hubiera sido de este capítulo si efectivamente Romero lo hubiese dirigido, pero resulta fácil ver por qué el director de la saga de los muertos vivientes fue elegido para el trabajo. Su influencia se deja permear a lo largo de todo el metraje, hasta el punto que los créditos iniciales no pierden la oportunidad de hacer una merecida reverencia al maestro.

Haeckel's Tale es, asimismo, uno de los dos únicos episodios de Masters of Horror que muestra una ambientación de época (el otro es el de Takashi Miike). Situado en los albores del siglo XIX, narra la historia de un joven científico llamado Ernest Haeckel, ambicioso estudiante de medicina que ansía dar con el método para la reanimación de los cadáveres, inspirado por las investigaciones de cierto afamado sabio alemán llamado Víctor Frankenstein (alerta de gazapos: el personaje de Mary Shelley es en realidad suizo). Tras fracasar en sus intentos, Haeckel parece hallar un "alma gemela" en la figura del Gran Montesquino, un nigromante que utiliza sus artes para resucitar cadáveres a cambio de dinero. A partir de su encuentro con el hechicero, el joven estudiante sufrirá un encuentro con los muertos vivientes y su relación con el mundo de los vivos, una pesadilla que tiene lugar en una casa donde Haeckel pasa la noche, en medio del misterio que rodea a un decadente anciano y su joven y bella esposa.

El guión de Haeckel's Tale está basado en un cuento corto de Clive Barker, el genial escritor británico que ha inspirado obras maestras como Hellraiser (1987) y Candyman (1992). Ciertamente, las mayores obsesiones temáticas de Barker están aquí, especialmente en lo que se refiere a la perversión natural de los seres humanos y a la muerte como parte indisoluble del erotismo. El guión, además, está firmado por Mick Garris, quien hace un trabajo considerablemente bueno teniendo en cuenta lo lejos que le pilla de aquello a lo que nos tiene acostumbrados. La dirección de John McNaughton, quien ha demostrado buenas dotes con Henry: retrato de un asesino en serie (1986) apuesta, eso sí, por un estilo nostálgico que recuerda mucho a los antiguos terrores de corte gótico, como aquellos de Hammer Films o las "Poe-movies" de Roger Corman. En el apartado interpretativo, quien definitivamente se roba el espectáculo es Jon Polito como el Gran Montesquino, un personaje que combina las necesarias dosis de misterio y repulsión. La trama puede parecer por momentos un poco fragmentada, pero el ambiente que nos ofrece está tan logrado que realmente logra interesarnos por la resolución de su misterio. Eso aparte del hecho de que Haeckel's Tale pretende agotar todas las posibilidades que da la televisión por cable a la hora de mostrar violencia y sexo, a menudo uniendo ambas cosas en una suma por lo menos curiosa.

El final puede recordar a muchos de aquellos descojonantes twists de Cuentos de la Cripta, y ciertamente el sentido del humor no falta en este episodio, pero por encima de eso trata de las obsesiones temáticas de Clive Barker, y sobre todo, de un ejercicio de estilo muy interesante por parte de los creadores de esta serie. Con un devenir entrañablemente retro, Haeckel's Tale es una buena manera de cerrar la primera temporada de Masters of Horror (recordemos que fue el último episodio en transmitirse allá en su país de origen) y una saludable muestra de terror gótico, absurdo en ocasiones pero no por eso menos perturbador. Muy recomendable.