sábado, diciembre 30, 2006

Brevísimo ranking de horror del 2006

Este será mi último post del 2006, y por lo tanto, no puede ser otra cosa que las tan defenestradas listas. Tan subjetivas como inútiles, es el lugar donde venir a señalar lo que me ha parecido más destacable en el género de terror estrenado en España. Por desgracia, al ser esta una bitácora dedicada en exclusiva a un género específico, se hace imposible la escogencia de diez largometrajes. Sencillamente, un Top Ten está descartado por completo en un país en donde los estrenos de terror difícilmente pasan del promedio de uno por cada mes. Así que en Horas de oscuridad trataremos de reducir el absurdo al mínimo y ofreceremos únicamente un podio con lo que (en mi opinión) es lo mejor que nos ha llegado. Tan reducida lista, sin embargo, traerá problemas al realzar la cada vez más marcada subjetividad de nuestra selección. Pero sencillamente, ¿qué me importa? De todas formas los que lean esta lista podrán manifestar su acuerdo -o desacuerdo- en la sección de comentarios, así que allí vamos:

POSICIÓN No. 3
La primera gran sorpresa de este año fue Marebito (reseña aquí), la película de Takashi Shimizu que nos demostró que el director japonés tenia algo en la bola más allá de las enésimas versiones de su ópera prima. Y además, se trata de una pieza muy diferente a las demás en su género, teniendo menos cosas en común con la saga de Ju-On (2003) y más, en cambio, con las excentricidades de Shinya Tsukamoto (quien no en balde protagoniza la película). Mucho menos "accesible" que la mayoría de las cintas de terror que nos llegan de Oriente, se trata sin embargo de un descubrimiento afortunado para las cuatro o cinco personas que alcanzamos a verla durante su breve paso por las carteleras de esta ciudad.

POSICIÓN No. 2
En la posición número dos está la segunda película de Eli Roth, Hostel (reseña aquí). Mal publicitada en su momento como poco más que una pieza gore, la gran virtud de esta película no yace, para mí, en su violencia, sino en la posibilidad nada remota de que sus horrores sean reales. Independientemente de si son ciertas o no las historias que cuenta Eli Roth acerca de esa supuesta página web tailandesa que sirvió de inspiración para su segundo largometraje, la verdad es que esta regresión a la pesadilla turística setentera ha servido para poner en evidencia que estamos ante un director al que no hay que perder de vista. La segunda parte se estrena en marzo del 2007, y no hace falta decir que yo y unos cuantos más estaremos muy pendientes.

POSICIÓN No. 1

Estaba más que cantado. A estas alturas del calendario no hay muchos que duden que la nueva versión de Las colinas tienen ojos (reseña aquí) es la película de terror del año, superando no sólo al resto de sus congéneros del 2006, sino incluso a la cinta original de Wes Craven. Dirigida por el francés Alexandre Aja (quien curiosamente, al igual que Shimizu y Roth, es un autor que promete grandes cosas en un futuro) se trata de la pieza más genuinamente bestia y oscura del año, además de una carga de horror político envidiable. Ahora que acaba de salir su edición sin censura en DVD, la odisea de los mutantes nucleares contra la familia "nuclear" se antoja como uno de los mejores regalos de reyes.

Hasta aquí los desvaríos. Pueden poner sus sugerencias, comentarios y maldiciones cuando quieran. Hasta entonces, que pasen un feliz año, y ya nos veremos con bríos en el 2007. Saludos a todos.

Aquí lo mejor del 2005

jueves, diciembre 21, 2006

El horror del los Goya

Por primera vez (al menos de manera conciente) vamos a traicionar la premisa sagrada de este blog, aquella que reza "cine de terror y nada más". En esta ocasión hablaremos de otro terror que se nos viene encima: los Premios Goya. Ya han sido anunciadas las candidaturas y el panorama pinta negro como todos los años, ya que muy probablemente terminemos soportando (al menos al día siguiente por la prensa) otra gala de esas que vapulean año sí y año también el cine de este país. Por supuesto, no voy a extenderme mucho en el tema (eso se lo dejo a mis compañeros de los enlaces situados a la derecha), pero al menos puedo ofrecer un ligero resumen de la impresión que me causa cada una de las películas nominadas a la categoría máxima. Lo hago no solamente por el asombroso hecho de que, por primera vez, he visto las cuatro películas que optan por el premio mayor, sino también para disimular un poco el tremendo abismo de visitas que ha sufrido esta bitácora.

Alatriste (2006) es la que se alza con el mayor número de nominaciones: dieciséis, si no me equivoco (me da pereza buscar la fuente, así que de eso se encargarán ustedes). Si se cumplen las matemáticas de los Oscar (principal fuente de inspiración de este premio, para qué lo vamos a negar), la cinta de Agustín Díaz-Yanes debería ser la ganadora, y de ser así sería una auténtica lástima. Yo fui uno de los que esperó con impaciencia la adaptación al cine de la saga de Pérez-Reverte, y creo que no estoy solo cuando digo que con esta película se perdió una gran oportunidad. Lo que prometía ser un espectáculo trepidante hecho (por fin) pensando en el disfrute del público, terminó siendo un presuntuoso pastiche con aires de grandeza, saturado de ínfulas y hecho pensando más en el lucimiento de todos los actores del panorama cinematográfico español (vamos, que sólo faltaba Santiago Segura). De ganar esta película, sería como enviar un mensaje equívoco: que así es como se hace un blockbuster. No, señores, definitivamente NO.
Volver (2006), de Pedro Almodóvar... bueno... ¿tengo que decir algo? ¿Hasta cuándo Almodóvar, señores? ¿Es que acaso no hay otros directores en este país? ¿Es que acaso la única actriz que hay aquí es la Pé? ¿Cuántas veces más tenemos que ver a Almodóvar repetirse hasta la saciedad? Oh, perdón, se me olvidaba: los otros directores son los que se repiten, Pedro profundiza.

Cinematográficamente hablando, me gustó mucho Salvador Puig Antich (2006), pero premiarla sería, por desgracia, perpetuar el más viejo cliché de los Premios Goya: el de premiar una película sólo por su "causa". Y vale: ya deberíamos haber aprendido la lección con lo que sucedió el año pasado, cuando Isabel Coixet se llevó el premio por ese pretencioso festival de bostezos que, además, estaba en inglés.
Así que reconozcámoslo de una buena vez, señores: si los sabios de la Academia quieren realmente hacer algo distinto, le darán todos los premios a El laberinto del Fauno (2006). Sólo la película de Guillermo del Toro significaría algo distinto a lo que podemos esperar. No es que tenga muchas esperanzas, pero si pasan de ella no me extrañará nada que la gente siga llenando encuentas diciendo que los Goya son una horterada sin ningún tipo de glamour. ¿Qué se le va a hacer?

domingo, diciembre 17, 2006

Reseña: En la boca de la locura (1994)

Para el que esto escribe, John Carpenter y Brian de Palma tienen una cosa en común: al igual que el director de Carrie (1976), el genio de JC parece irse siempre a los extremos. Cuando se va por el camino fácil en modalidad de piloto automático, el resultado es por lo general desastroso. En cambio, cuando aplica todo su genio e inspiración, John Carpenter es capaz de realizar auténticas obras maestras que nos recuerdan otra vez por qué es uno de los autores de terror más importantes del cine. Por fortuna para nosotros, En la boca de la locura (1995) pertenece a esta segunda categoría. Parte final de su "Trilogía del Apocalipsis", se trata no sólo de un producto inquietante, inteligente y efectivo, sino que es considerado por muchos uno de sus mejores trabajos, junto con Halloween (1978) y La cosa (1982). Para mí es, además, el último gran largometraje de Carpenter, de quien todavía espero un regreso triunfal a la gran pantalla.

Conocida en España con el título de En la boca del miedo (una vez más, he decidido titular la reseña con el nombre puesto en Hispanoamérica), la película cuenta la historia de John Trent, un cínico y hábil investigador de seguros que es contratado para localizar el paradero del escritor Sutter Cane, el mayor best-seller de novelas de terror de todos los tiempos, y que ha desaparecido misteriosamente en la víspera de la entrega de su nuevo libro, que muchos califican desde ya como su obra maestra. Trent, que al principio cree que toda la misión no es más que un truco publicitario por parte de la editorial, se compromete a encontrar a Cane y al manuscrito a cualquier precio. Es así como, revisando la obra escrita del autor (que es capaz, al parecer, de provocar arrebatos de locura entre sus fans), Trent siga su pista hasta el remoto pueblo de Hobb's End, donde se topa de bruces con un mundo de horrores que demuestran que la obra de Cane, ese universo poblado de maníacos asesinos, sectas demoníacas y monstruos de otras esferas, es más que letra muerta sobre papel.

La mayor virtud de En la boca de la locura es el juego mental que ofrece con el espectador. Desde el principio de la película (Trent cuenta la historia desde un manicomio) se nos ofrece el panorama de un escritor cuyo talento es capaz de cambiar la realidad. Este concepto, plasmado a través de un número de situaciones en las que Trent se ve envuelto, hace que dudemos en todo momento de aquello que estamos viendo. ¿Es real la experiencia que el protagonista está viviendo o se trata simplemente de los desvaríos de un loco? ¿Es casual lo que le ocurre a John Trent, o toda su vida forma parte del plan maestro de un autor con una conección especial con otras dimensiones? ¿Es real aquello que ve o sólo parte de la ficción hábilmente construída por un demiurgo demente?

Aparte de esto, resulta obvio que Carpenter ha bebido de numerosas fuentes a la hora de elaborar su relato. Lugares, situaciones y personajes son más que evidentes guiños de un gran número de piezas referenciales del terror (el mismo personaje de Sutter Cane está, según comenta el propio Carpenter, ligeramente basado en su amigo Stephen King), pero hay una que destaca por encima de todas: el oscuro mundo del escritor norteamericano H.P. Lovecraft. Con sus constantes referencias a los Antiguos, sus monstruos indescriptibles, y su atmósfera de decadente pueblo maldito, no es exagerado decir que En la boca de la locura es una de las cintas más "lovecraftianas" que existen, si bien no está realmente basada en ninguna de las obras del febril autor de Providence. Además, el recurso meta-ficcional del libro maldito que sirve como puerta a un mundo desconocido era una de las temáticas favoritas de Lovecraft, sólo que en esta película Carpenter lo extrapola hasta convertirlo en un juego formal magnífico que introduce al espectador directamente en la ficción y convierte a ambos, película y público, en un par de espejos confrontados, concepto que retomaría con su primera aportación para Masters of Horror, Cigarette Burns (2005).

En lo que se refiere a las actuaciones, Sam Neill se encuentra cómodo en el papel principal de John Trent, ya que el carisma del actor irlandés resulta idóneo para un personaje calculador y frío como este. Julie Carmen, su compañera de investigación, resulta bastante sosa (ya sabemos que a JC no se le dan muy bien los personajes femeninos), pero quien realmente se lleva el gato al agua es el actor alemán Jürgen Prochnow, que encarna a Sutter Cane a la perfección. Su tiempo en pantalla es mínimo comparado con el resto del elenco, pero en lo que Prochnow aparece acapara la atención de todos, Su escritor/demiurgo es a la vez fascinante y terrorífico, y su participación y revelación última da cabida a uno de los finales más soberbios de toda la filmografía de John Carpenter.

Lo único que, en mi opinión, la falta para ser perfecta es otra banda sonora, ya que las melodías de heavy-metal me parecen un tanto forzadas y anacrónicas. Mucho mejor hubiese sido que Carpenter se decantara por una música de su propia autoría, sin duda mucho más apropiada. Del resto, no queda más que recomendar hasta la saciedad una de las mejores piezas de uno de los grandes de nuestro tiempo.

jueves, diciembre 14, 2006

Reseña: Sounds Like (2006)

Desde hace varias semanas, el señor Max Renn, del blog de cine Videodrome, nos ha estado obsequiando sus reseñas particulares de la segunda temporada de Masters of Horror, y ya están tardando en pasarse por allá. Deben hacerlo no sólo por el hecho indiscutible de que míster Renn ha publicado sus reseñas con una mayor celeridad que yo, sino también porque en él encontrarán una línea de opinión diferente a la que pueden hallar aquí. Por lo visto, él no ha quedado muy satisfecho con la manera en que ha transcurrido esta primera mitad de la segunda tanda, y la verdad es que razones no le faltan. Sin embargo, creo sinceramente que Sounds Like (2006), cuarto capítulo de la temporada, ha recuperado el buen paso para la serie de Mick Garris. No solamente estamos ante el que, para mí, es el mejor capítulo de esta nueva camada, sino también ante uno de los que más me ha sorprendido.

No niego que mi opinión pueda estar sesgada, ya que el director que en esta ocasión hace su aporte, Brad Anderson, es para mí uno de los más prometedores realizadores que el género nos trae de momento, y sus cintas Session 9 (2001) y El maquinista (2004), son indispensables para tener una muestra de un cine de terror donde lo que predomina es la atmósfera más que cualquier otra cosa. Y al igual que sucedía en estos dos ejemplos, en Sounds Like no ocurre casi nada, convirtiéndose más bien en una mirada a un personaje a través de la reiteración de un fenómeno paranormal que sirve de metáfora para un drama interior. En este sentido, el capítulo de Anderson formaría una correcta trilogía con sus dos cintas anteriores, y aunque no alcance su nivel de maestría, sí representa una entrada más que coherente con el resto de su obra.

El fenómeno en cuestión se da cuando Larry Pierce (interpretado aquí por Chris Bauer, a quien algunos recordarán como el bruto sadomasoquista de 8mm), un hombre que trabaja monitoreando la centralita de llamadas de una compañía de software, comienza de repente a desarrollar un oído extremadamente agudo que le lleva a escuchar todo lo que sucede a su alrededor con extremo detalle. El fenómeno (que jamás es explicado) poco a poco le aisla cada vez más de sus ya de por sí alienados coetáneos, llevándole así a una locura que encuentra su salida de una forma violenta.

Es a través de este fenómeno, reiterado una y otra vez aunque creciendo en intensidad, que nos acercamos a la autodestructiva mente de Larry, que busca en el silencio una manera de permanecer en un estado contemplativo que refleje el vacío en el que se ha convertido su vida, la cual ha ido voluntariamente desconectando de los demás, negándose a escuchar la voz de su frágil esposa y rehuyendo la conección personal con sus compañeros de trabajo. Larry desea la soledad, el vacío, el silencio, y su inexplicable condición le empuja una y otra vez contra esa realidad que detesta, hasta el inevitable clímax que le hace arremeter contra todo.

Todo este concepto es llevado, en mi opinión, de manera magistral por Anderson, quien logra así un capítulo completamente distinto al del resto de la temporada de Masters of Horror (de hecho, mi principal problema con esta nueva tanda es que los capítulos se parecen demasiado), aunque carente esta vez de la estética sucia y oscura a la que nos tenía acostumbrados. Sounds Like, por el contrario, es brillante y luminosa hasta más no poder, y sobre todo las escenas en exteriores están llenas de luz, tan agobiantes en su representación sensorial como los sonidos que escucha Larry. Precisamente en estos sonidos es donde el apartado técnico brilla más (no podía ser de otra manera): la calceta que hace la esposa suena como cuchillos afilándose, una gota de lluvia sobre el parabrisas es tan sutil como una pedrada, y hasta el aliento normal de una persona puede delatar a un fumador clandestino.

Quizás sea mi apreciación un tanto subjetiva; la verdad es que el capítulo se hace un poco largo y reiterativo (aunque creo que en este caso dicha reiteración es necesario). Esto puede impacientar a muchos, pero para mí no cabe duda de que Sounds Like es uno de los episodios más atípicos de Masters of Horror, y sólo por eso, vale la pena verlo.

martes, diciembre 12, 2006

Reseña: Lobo (1994)

Lobo (1994) es, para mí, una película atípica en la filmografía de Mike Nichols, ya que resulta difícil de creer que el director de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966) o El graduado (1967) (cintas prestigiosas y oscarizadas) se lance a realizar una historia de terror tan básica y paradigmática. Porque la verdad es que de eso se trata: la película ofrece una trama mínima que sirve de excusa para la representación en escena de los arquetipos territoriales puramente masculinos, el reverso primitivo del lugar del hombre (sin mayúscula) en la sociedad moderna. Si esta cinta logró pasar al mercado mainstream fue únicamente por el reclamo de sus actores principales, en especial un Jack Nicholson extrapolado en su rol de licántropo.

La pérdida del rol dominante de la masculinidad es lo que da inicio a la historia: Will Randall (Nicholson) es un cincuentón solitario y gris que, de la noche a la mañana, ve como su mundo se derrumba cuando su jefe le da a escoger entre "un trabajo que nadie querría o no tener trabajo". Privado de su modo de su antiguo prestigio y desplazado por un rival más joven (James Spader), Will está a punto de rendirse, pero entonces sucede lo inesperado: en el camino a su casa, es mordido en la mano por un lobo, que inadvertidamente le irá transformando en una criatura capaz de retomar (por la fuerza incluso) aquello que ha perdido y más, incluyendo a la hija de su jefe (Michelle Pfeiffer).

Pero Lobo no es, ni por asomo, una película de monstruos, por mucho que el licántropo sea real. Will no es simplemente una bestia, sólo un hombre que ha dejado aflorar su bestialidad. Su transformación es palpable no sólo en los momentos en que le crecen garras y colmillos y sale a cazar de noche, sino también en la seguridad y coraje con la que recupera su prestigio laboral y reduce a sus rivales a la sumisión absoluta. En otras palabras, gracias a la mordida del lobo, Will recupera su hombría y su territorialidad, algo que como sabemos sólo puede llevar a un fenómeno: la confrontación.

Esta es, por lo tanto, una cinta de un desarrollo extremadamente lento y plano (de hecho, suceden muy pocas cosas), y es sólo al final cuando entra en terreno conocido para los fanáticos del terror (incluyendo una larguísima secuencia de lucha rodada por completo en cámara lenta), con referencias claras a la mitología cinematográfica de la criatura y un maquillaje de Rick Baker que asombra por lo sutil. El final funciona, sin duda, aunque el desenlace de la historia se convierte en pura alegoría. Lobo es, por lo tanto, una cinta cuyas principales virtudes están en su concepto y en la utilización de la bestia como símbolo de algo más. Aquellos que busquen una cinta de horror quizás salgan decepcionados (o desesperados ante su lento y en ocasiones monótono desarrollo), pero a pesar de eso sigue siendo un ejemplo interesante de esas películas que pasan, por desgracia, debajo del radar cuando se merecen por lo menos un vistazo. Al menos, eso pensamos por aquí.

domingo, diciembre 03, 2006

Me voy por unos días, pero les dejo bien acompañados

Como sin duda se habrán dado cuenta, hace ya algunas semanas hice una limpieza de la columna de enlaces de la derecha, quitando de ella todos aquellos que no eran de otras bitácoras (la única excepción fue para la gente de Muchocine.net, que amablemente continúa publicando algunas de mis reseñas a pesar de que no mantengo contacto alguno con ellos). Debido a esto, me veo obligado a recordarles que no deben dejar de pasar por DVD Stalk, columna del portal DVD Talk y que está dedicada exclusivamente al género de terror, exponiéndome en numerosas ocasiones a cintas que han terminado siendo clásicos personales.
La página es importante, además, por ser la heredera de las más de cien reseñas que dejara mi gran gurú Noel Gross, el tejano webmaster de la (tristemente) desaparecida columna Cineshlockorama, por lo que ya tenemos otra razón para pulsar en los enlaces arriba citados.
Si digo todo esto es porque mañana salgo de viaje y, muy posiblemente, no podré postear nada hasta el 13 de diciembre. Intentaré que no sea así, pero mientras tanto, es bueno que aquellos que lo deseen puedan recibir su colocón de cine de terror sin ningún problema.
Saludos.

viernes, diciembre 01, 2006

Teeth

Visitando el blog del maese Sir Laguna, me he encontrado con noticias de una película de la que (reconozco) no había escuchado, pero que seguramente provocará numerosas reacciones cuando vea la luz en el 2007. La película en cuestión se llama Teeth (2007), y trata acerca de una virgen militante que descubre, tras una violación, que se ha convertido en la manifestación física de un arquetipo freudiano: la chica ha comprobado empíricamente que su vagina tiene dientes.
La cinta está escrita y dirigida por el debutante Mitchell Lichenstein, y por lo menos interesante se nota. Pueden ver su página oficial aquí.
Ah, y por cierto: ya ha comenzado diciembre, así que no se pierdan mi especial navideño.