Una vez solía pensar que ese sub-género ("sub" no en sentido peyorativo, sino de división) de las películas de hombres-lobo estaba de capa caída. Después de los años 80 habían surgido demasiados bodrios, muchos de ellos enmascarados como terribles secuelas de aquella mítica cinta que fue (que es) The Howling (1981) de Joe Dante. En todo caso, durante la década siguiente no había nada medianamente rescatable, y el insulto final vino en el "doblete" de aquella película con Mariel Hemmingway y, además, las aventuras de aquel famoso licántropo americano en París. En el medio me salto la cinta Lobo, con Jack Nicholson, que a pesar de que considero un magnífico estudio de personaje, difícilmente es una película de terror.
En fin, que ya estaba rendido, pero entonces aparecieron dos auténticas joyas foráneas a Hollywood que reavivaron mis esperanzas. Una de Canadá: Ginger Snaps (2000) y la otra de Inglaterra: Dog Soldiers. Es de esa de la que quiero hablar ahora.
A diferencia de su hermanastra canadiense, esta película no pretende ser una metáfora de la pubertad ni explorar en la psicología de ningún personaje. Lo que Dog Soldiers es, básicamente, es una película de acción/terror pura y dura, nada más. Tratemos de imaginar el equivalente de Zulu, pero con hombres-lobo en vez de guerreros africanos. La trama es tan sencilla que es casi infantil: un equipo de soldados británicos se encuentra haciendo un ejercicio de combate en los bosques escoceses cuando, de repente, se ven atacados por una jauría de licántropos que quiere cebarse con sus huesos. Inmediatamente buscan refugio en una cabaña y deben aguantar toda la noche sin terminar siendo comida para perros, para lo cual deberán convertirse también ellos en una manada. Así de simple.
Pero eso sí, a pesar de su sencillez, se trata de una película efectiva, sin medias tintas, que va a por la yugular y no suelta a la presa (quiero decir, al espectador) en ningún momento. La película está llena de referencias e influencias a otras obras de terror, desde La noche de los muertos vivientes hasta Evil Dead (uno de los soldados incluso se llama Bruce Campbell), pero están tan bien tejidas en la trama principal que no molestan, es decir, uno no siente en ningún momento que la película te hace un guiño y te arroja las referencias fílmicas in your face.
El director de esta película se llama Neil Marshall, quien supongo será un completo desconocido ya que ni siquiera tiene un comentario en la edición de DVD, debiendo ceder paso a sus productores. En todo caso, recomiendo arduamente esta película, siquiera para demostrar que las películas de los "hijos de la luna" no están muertas para nada. Escribo esto para quitarme el mal sabor de boca que me dejó Cursed y para abrir el apetito hacia la esperada secuela que se presenta en octubre de este año: Dog Soldiers 2: Fresh Meat. Grande, sin duda alguna.