lunes, octubre 31, 2005
¿Halloween? No gracias, pero...
viernes, octubre 28, 2005
Reseña: Frágiles (2005)
Seamos sinceros: nadie escoge dirigir la película de Operación Triunfo de buena gana, así que el hecho de que el director español Jaume Balagueró se haya decidido a hacerla responde a una voluntad de sacrificio para nada desdeñable. Sólo por eso creo que se merecería que le echáramos un vistazo a su propuesta en el cine de género. Confieso que no he visto aún sus obras de género anteriores: Los sin nombre (1999) y Darkness (2002), pero su tercera, Frágiles (2005), resulta ser, en mi opinión, uno de los mejores estrenos de terror del año, una película altamente referencial pero hecha con absoluta precisión por alguien que, por lo menos en esta ocasión, sabe lo que está haciendo.
Participando de una premisa similar a otra película europea de terror estrenada recientemente, Frágiles sitúa su anécdota en un escenario que es en sí mismo un personaje: un gigantesco hospital para niños ubicado en medio de una isla británica, apartado completamente de la civilización. A este hospital llega Amy (Calista Flockhart), una enfermera contratada para cuidar a los últimos niños que están siendo trasladados. Sin embargo, el hospital alberga algo dentro de sus paredes, una presencia fantasmal que no quiere ser abandonada y que incluso ya ha empezado a hacer daño a los niños. Amy pronto entabla amistad con la más “rara” del grupo: la pequeña Maggie, la única que puede comunicarse con el fantasma, que responde al nombre de Charlotte y al apodo de “la niña mecánica”. Por supuesto, y tras varios intentos frustrados de que le crean, Amy decide investigar por su cuenta la historia de Charlotte, y sus pasos la llevarán a la segunda planta del hospital, clausurada desde hace cinco décadas.
La trama no es nada original, y algunos cinéfilos podrán reconocer alusiones indirectas a aquella película de Peter Medak llamada Al final de la escalera (1979), una de las más inquietantes historias de casas embrujadas que se pueden hallar. Frágiles no le desmerece para nada. Balagueró ha hecho bien sus deberes al construir una historia que se va revelando poco a poco, con mayores sugerencias que situaciones explícitas, además de echar mano a todos los estilos que han predominado últimamente, incluyendo un clímax que hace uso de las ya inevitables referencias al estilo del J-Horror. No se trata de un plagio, sin embargo, ya que calza perfectamente en esta historia, y la película hace suyas todas las influencias que recibe. Se agradece asimismo que, si bien hay una “sorpresa” al final, la película no está de ninguna forma subordinada a ella. Buen gesto, diría yo.
Como bien se ha dicho por ahí, algo se mueve en el cine de género español. Si bien es cierto que Filmax nos ha clavado numerosos mamones en el pasado, creo que películas como ésta del señor Balagueró son las que al final terminarán atrayendo al público, independientemente de que sean rodadas en inglés y apunten a un mercado mayoritariamente anglosajón. Por mi parte, creo que la sola presencia de “Charlotte”, y especialmente su showdown final, hace que la película valga la pena.
miércoles, octubre 26, 2005
Reseña: Resident Evil: Apocalypse (2004)
Tras el éxito de Resident Evil (2002), resultaba obvio que una secuela estaba en camino. Aún así, fueron numerosas las quejas de los fans del famoso videojuego reclamando una supuesta falta de fidelidad a los preceptos que habían hecho popular dicha saga. Todo parece indicar que los productores de Resident Evil: Apocalypse (2004) decidieron, en este sentido, darles taza y media: la película concentra una avalancha tal de personajes y referencias al juego de Capcom, que se convierte pronto en un pastiche caótico de acción dura que poco tiene que ver con el género del que partió. De no ser por un par de momentos dignos de destacar y por esa gran presencia que es Milla Jovovich (creo que desde Sigourney Weaver no se había visto una heroína de acción como esta mujer), esto sería el equivalente cinematográfico de la comida chatarra.
Esta secuela parte exactamente donde la primera terminó: tras intentar reabrir la Colmena, los muchachos de la corporación Umbrella tienen en las manos una epidemia de zombis a gran escala, y su edénica ciudad de Racoon City pronto es presa de los muertos vivientes. La policía no se da abasto, la gente se aglomera en las barricadas militares en oleadas incontenibles de histeria, mientras aumentan los cadáveres y con ellos las filas de los enemigos. En medio de todo el caos, Alice ha despertado e intenta escapar, y pronto une sus fuerzas a las de Jill Valentine y Carlos Olivera, dos policías que han quedado atrapados en el pademonium de los muertos.
Desde fuera de la zona de contención, las cosas se complican, ya que los cabecillas de la corporación Umbrella han visto en la reciente epidemia la ocasión perfecta para probar su nueva y más mortifera arma: el “Nemesis”, un gigantesco ser mitad hombre y mitad monstruo armado hasta los dientes con artilugios de tamaño inverosímil. También han sido ellos los que han soltado a Alice, en un intento de ver cómo ha “evolucionado” gracias a las mejoras genéticas que sus inescrupulosos científicos han practicado en ella. Al mismo tiempo, el sabio creador del nefasto Virus T intenta por todos los medios la salvación de su pequeña hija, dejada atrás en el caos de Racoon City, por lo que no dudará en utilizar a los héroes como sus recaderos en una versión sádica de Gran Hermano.
Resulta obvio que tal avalancha argumental no puede ser metida ni con calzador en hora y media de película, y sin embargo, Resident Evil: Apocalypse hace su mejor intento. La curiosa opción de aquellos “controladores” externos a Racoon City que manejan los designios tanto del Nemesis como de Alice y su pandilla es un interesante guiño al origen lúdico de esta saga, y un detalle que personalmente he sabido apreciar, si bien no pasa más allá de un evidente guiño para los fanáticos del juego de Capcom. Del resto, los creadores de esta película se han olvidado, al parecer, de aquello que diferencia a un juego de una forma pasiva de arte narrativo: esta cinta es, como nunca se ha visto, un culto a la acción por encima de la historia, una acción que tiende al espectáculo, con tiros, explosiones, artes marciales gratuitas, un par de hembras despampanantes y la que sin duda es la imagen más autocomplaciente que se ha visto jamás: aquella en la que una moto a toda velocidad atraviesa (con gran estrépito) el vitral de una iglesia asediada por los muertos vivientes. Para cuando llegamos al clímax de la película, en el que Alice se enfrenta a su mortal enemigo sin arma alguna, casi podría jurar que yo extendía instintivamente la mano hacia delante buscando el mando de la Playstation. Difícilmente hallaremos algo más parecido a un videojuego que esta película.
Lo cual no quiere decir que no tenga sus momentos buenos: aquellos en los que esta fantabulosa historia de acción se acuerda de que es un filme de zombis son los que realmente valen la pena, especialmente durante la visita a una escuela primaria donde el Virus T ha causado verdaderos estragos. Si tuviera que escoger sólo un momento de toda la película, me quedaría con ése. Del resto, queda poco qué decir. Sólo el carisma de Milla Jovovich puede medio salvar esta salvajada de trama ridícula, esta sobresaturación de hormonas llena de situaciones inverosímiles, esta odisea auto–aduladora y rimbombante.
Sin embargo, ha sido un éxito, y ya se habla de planes para una tercera y cuarta parte de la saga. ¿Qué puedo decir? Ciertamente no es para tirar cohetes, y Resident Evil: Apocalypse es un producto pasable, pero no es nada del otro mundo.
lunes, octubre 24, 2005
Reseña: Fallen (1998)
Time is on my side, canturrea alegremente el asesino de este thriller sobrenatural que resulta más eficiente de lo que se piensa. Dirigido por Gregory Hoblit y estrenado en una época en que este tipo de relatos apocalípticos estaba bastante de moda (coincidiendo además con la cercanía del nuevo milenio), Fallen (1998) es una película que nos acerca a las huestes del Mal vistas a través del ojo racional de la investigación criminalística. Denzel Washington interpreta aquí a un policía que finalmente presencia como el asesino que ha perseguido durante años es llevado a la cámara de gas; pero el archienemigo en cuestión es más resuelto de lo que parece, y pronto empieza a hacer uso de su peculiar facultad, desconocida hasta entonces por todos: este asesino es capaz de abandonar su cuerpo a voluntad, traspasando su espíritu (y con él su control) a cualquier persona con tan sólo establecer contacto físico. Pronto comienza su nueva ola de crímenes post–mortem ante la mirada atónita del detective, quien descubre que su rival no solamente es cada vez más escurridizo, sino que además, su habilidad sobrenatural hace que nuestro héroe no pueda confiar en nadie.
Semejante premisa hizo de Fallen una película interesante ante mis ojos, y sin embargo, no me abandona la sensación de estar ante un producto mediano que no supo explotar todas las inmensas posibilidades que ofrecía su historia. Especialmente interesante se torna ésta una vez que descubrimos la verdadera naturaleza del asesino (curioso, porque en este sentido el título de la película es en sí mismo un spoiler), pero inevitablemente la historia se queda a media máquina. Para cuando llega el desenlace final, en una batalla en la que el personaje de Denzel Washington (correcto, como casi siempre) aparentemente tiene todas las de perder, uno lamenta que las mejores armas de esta película se hayan quedado guardadas.
Porque es ése precisamente el problema: no hay nada personal en esta película. Simplemente la historia se va desarrollando sin ningún tipo de ambición por el tema que está tratando. Para muestra un hecho: la investigación “sobrenatural” acerca del asesino (que lleva a descubrir su verdadera naturaleza) de repente se ve truncada y no tiene mayor consecuencia que la de informar al personaje principal (y al público) sobre el origen de sus facultades. Todo esto aderezado con una sub–trama familiar del detective con su sobrino que no viene muy al caso porque no se convierte, al final, en ningún conflicto. Estamos ante una película con una buena premisa, pero sin sustancia, sin algo que brille, una de esas películas que se hacen para cubrir un catálogo, en otras palabras: no tiene alma (lo cual no deja de ser paradójico).
A pesar de ser una propuesta interesante, Fallen es una película que quizá debió caer en las manos de un director con un estilo más definido, alguien que supiera sacar partido a las posibilidades de su guión. Aquí, en cambio, nos quedamos con un producto correcto pero no necesariamente destacable. Aunque eso sí: la escena de persecución en la que el asesino va intercambiando cuerpos a una velocidad vertiginosa a través de una calle atestada de gente es sin duda genial. Ojala todo hubiera tenido ese mismo nivel.
sábado, octubre 22, 2005
El ataque de los remakes
viernes, octubre 21, 2005
Míticos: Stephen King (parte III)
25. The Night Flier (1997), de Mark Pavia: esta historia de un reportero de tabloides que persigue a un asesino vampírico que viaja en avión pasando por pequeños aeropuertos rurales parece una especie de spin-off de Salem's Lot, y a decir verdad, puede que lo sea. Ciertamente, a pesar de que la historia pueda parecer interesante, esta película es un claro ejemplo de la escasa calidad que en ocasiones puede acompañar a todos aquellos productos que simplemente buscan adaptar la obra de King a como de lugar.
26. Quicksilver Highway (1997), de Mick Garris: desvergonzado intento de resucitar el sub-género de la antología de terror, esta TV-movie recopila dos historias basadas en cuentos de King. Christopher Lloyd es el "presentador" de estos dos cuentos, un siniestro personajillo llamado Aaron Quicksilver, que narra las historias al borde de una carretera haciendo gala de sus mejores cualidades circenses en lo que es, cuando mucho, una película bastante floja. Los últimos años de los 90 parece que no fueron muy benévolos con las adaptaciones de terror de este escritor.
27. El resplandor (1997), de Mick Garris: tras la displicencia que sintió el autor con la adaptación de Kubrick, el mismo King se encargó de escribir el guión para esta miniserie mucho más apegada a la novela original, y por supuesto aumentando el tono "sobrenatural" en favor del drama doméstico de la familia Torrance. Steven Webber (quien llega a parecerse mucho al "Ash" de Evil Dead 2) resulta sorprendentemente efectivo en un papel que representaba un enorme reto desde el principio. La mini-serie resulta bastante mejor de lo que se puede imaginar, pero si bien satisfizo las exigencias de Stephen King, no pasó lo mismo con los fans. La versión de Kubrick, si bien no es tan fiel a la novela, sigue siendo mucho mejor. Aunque debo reconocer que aquí, la escena de la mujer en la bañera acojona igual que en la otra.
28. Camiones (1997), de Chris Thomson: no sé a quien se le ocurrió la "brillante" idea de re-hacer Maximum Overdrive, pero es alguien que por lo menos debería estar entre rejas. Esta versión para la tele de aquella fallida historia de King no merece un mejor destino que el desastre que el propio autor dirigiera años atrás acerca de los automóviles cobrando vida en un futuro apocalíptico. ¿Hay que advertir alejarse de esto como de la peste?
29. La tormenta del siglo (1999), de Craig R. Baxley: tras varios intentos fallidos de adaptar su obra, Stephen King escribió aquí el que es (en mi opinión) su mejor guión original hasta la fecha. La historia de una pequeña isla de Maine asediada por una tormenta de nieve y un extraño personaje cobrando un terrible precio a sus desesperados habitantes es, sin duda, uno de los misterios más interesantes que ha escrito King en mucho tiempo. La película resulta, asimismo, una fascinante fábula sobre la locura colectiva y el desmembramiento de la sociedad cuando la fuerza de las "mayorías" adopta la decisión cobarde de buscar un chivo expiatorio como la solución más fácil. Definitivamente, es una lástima que esta mini-serie no haya sido escrita para la gran pantalla, porque se lo merecía.
30. Rose Red (2002), de Craig R. Baxley: el director de La Tormenta del Siglo regresó con otra mini-serie de King, aunque aquí el resultado es más bien desastroso. Rose Red comienza de una forma interesante, mezclando una historia evidentemente inspirada en la vida de la famosa "viuda Winchester" con el clásico de terror The Haunting (1963), pero todo pronto se descalabra. Un pastiche de temas ya tratados el autor, un elenco bastante desaprovechado y una trama que avanza sin sentido alguno nos dejan con un terrible sabor de boca.32. Dreamcatcher (2003), de Lawrence Kasdan: un guionista de tanto prestigio como Kasdan pudo haber hecho algo mejor, pero Dreamcatcher parece más bien una versión de It con un toque de ciencia-ficción apocalíptica. Si bien tiene momentos memorables, no me abandona la sensación de estar frente a algo ya visto numerosas veces: la historia de un grupo de amigos atrapados en una cabaña en medio de la nieve mientras una presencia extraterrestre se apodera de sus cuerpos y voluntades. Mejor leer la novela.
33. Montado en la bala (2004), de Mick Garris: el señor Garris se ha convertido en el director que más veces ha adaptado a Stephen King, y nuevamente ha escogido parte del peor material disponible. De más está decir que no hay muchos parecidos con la historia original (aparte del hecho de que se trata de un autoestopista que es recogido por un conductor que probablemente venga de planos ultraterrenales) pero en este caso no sé si agradecerlo.
34. Salem's Lot (2004), de Mikael Salomon: esta nueva versión de Salem's Lot es un auténtico desastre, una masacre de la novela original de King en vez de una adaptación. Si bien cuenta con un elenco sólido, poco se puede hacer ante una de las peores producciones de vampiros que puedo recordar.
35. Ventana secreta (2004), de David Koepp: la presencia de dos actorazos como Johnny Depp y John Turturro es lo que salva este thriller convencional acerca de un escritor acosado por un misterioso hombre que le acusa de plagiar un cuento suyo publicado hace años. Los dos actores sacan el máximo provecho a una historia más apropiada para un episodio de Tales from the Crypt que para una película, y sólo por eso creo que valdría la pena verla. El final, aunque predecible, no deja de tener fuerza.
Y con eso hemos llegado hasta el final. El horizonte del cine, de momento, no parece cerrarse para Stephen King, ya que se ha confirmado el estreno en TV de una miniserie basada en su novela Desesperación, que será dirigida por el eterno Mick Garris. También se avecinan adaptaciones de Un saco de huesos y de La niña que amaba a Tom Gordon. Ésta última marca, además, el regreso del genial George Romero al universo de Stephen King. También se acerca una adaptación de El talismán, la novela fantástica que King escribió en colaboración con Peter Straub.
Y si por si se lo preguntaban, la verdad es que no: de momento no hay noticias acerca de una adaptación de La torre oscura, sin duda lo más esperado que hay en torno a este autor. Le deseo toda la suerte del mundo si algún día planea hacerlo.
miércoles, octubre 19, 2005
Reseña: Dark Water (2005)
El problema con el que tienen que lidiar todas las adaptaciones americanas del J–Horror es simplemente cultural, y se resume en las diferentes concepciones que tenemos orientales y occidentales acerca de lo que es realmente pavoroso. Si uno se acerca a estas películas buscando sustos y sobresaltos, lo más probable es que salga decepcionado. Si por el contrario uno entiende que ese pavor surge de la interrupción del orden real por parte de elementos invasores (base conceptual del género fantástico), entonces uno encuentra oro. Si, a la hora de elaborar una versión, esta diferencia no se tiene en cuenta y se trata de “condimentar” con elementos occidentales fuera de contexto, el resultado es, en el mejor de los casos, conflictivo. Quizá sea ese el problema más grande de Dark Water (2005), remake americano de la película de Hideo Nakata que el director brasileño Walter Salles lleva a la pantalla con un gran despliegue técnico, pero poca imaginación.
Tal vez la línea más reveladora de esta película sea aquella que un hombre en el funicular le dice a Dalliah (Jennifer Connely), refiriéndose a la observación de su hija acerca del pobre barrio al que se mudan: “la niña tiene razón, esto no es Nueva York”. Y en efecto, Roosevelt Island, la localidad a la que se ha mudado Dahlia con su hija buscando iniciar una nueva vida tras su divorcio, es un lugar que la ciudad ha dejado atrás, un antiguo proyecto de bienestar que pronto se fue a la cloaca, convirtiéndose en un sitio abandonado que alberga seres humanos abandonados. Porque al igual que en la cinta de Nakata, es el abandono el tema principal de Dark Water, un tema presente no sólo en la historia de sus personajes principales (la vida de Dahlia está marcada por la relación que tuvo de pequeña con su madre, una mujer para quien ella prácticamente no existía) sino también en la fibra sobrenatural de aquel encuentro fantasmal que van a tener y del que parte toda la situación de la película. El “fantasma” de esta historia también es un ser que ha sido dejado atrás, una criatura abandonada que busca desesperadamente afecto.
El problema que tiene esta versión americana es que, si bien se esfuerza en conservar el lado conceptual que hacía interesante la película de Nakata, también hace un marcado intento por ser un típico filme de terror. Yo creo sinceramente que esta es la película del J–Horror más difícil de tragar (y adaptar) para los esquemas occidentales; el carácter estático de la historia ni siquiera permite que la trama avance. Aún con todas sus excentricidades, Ringu (1998) era una aventura, mientras que Dark Water es un “concepto” llevado a la pantalla.
En la original, el miedo era algo que surgía en el espectador por la intromisión de ese “fantasma” (no sólo a través de su figura corpórea, sino en sus manifestaciones a través del agua) en el plano de la realidad, casi siempre con mucha sutileza, algo que precisamente le falta a la película de Salles, en la que la tensión es sustituida por "apariciones repentinas", y la película sufre, porque se ve banalizada con estos detalles. Un ejemplo: Salles, un director que ha probado tener muy buen ojo, crea una escena magnífica (en mi opinión la más “terrorífica” de la película) en el momento en que el personaje de Jennifer Connelly baja a lavar la ropa a los sótanos del edificio, un lugar tenebroso a más no poder, donde se lleva a cabo otra de sus confrontaciones con los verdaderos “monstruos” del edificio: un grupo de adolescentes gamberros. Sin embargo, esa misma escena ve su poder disminuido cuando aparece la cara de la niña–fantasma en la puerta de la lavadora, causando el típico salto de la silla. Es como si la película de repente hubiese sentido que tenía que recordarle al público el tipo de historia que estaba viendo. Algo muy similar ocurre con el fantasma de la niña ahogada, que en esta película muestra continuamente su rostro, lo que la convierte en una figura mucho menos amenazadora que su equivalente nipona (de hecho, no es para nada amenazadora).
Aquellos que hayan visto la versión original recordarán que era precisamente el final el punto más polémico de la película, y confieso que pensé (sobre todo después de la experiencia vivida con The Ring 2) que esta versión americana lo cambiaría drásticamente. No fue así. La cinta permanece fiel a su antecesora incluso en este punto, aunque en mi opinión lo hace fusionado un poco mejor el hilo narrativo, sin aquella larga elipsis anticlimática de la versión nipona.
En dos palabras, esta versión de Dark Water no logra repetir ni por asomo la calidad de su antecesora. Lo curioso es que ha sido sólo después de ver esta película cuando he podido apreciar la obra de Nakata. En cuanto a aquella de la que hablo hoy, ni siquiera esa portentosa actriz que es Jennifer Connelly puede hacer que este curioso híbrido se levante completamente. Un buen apartado técnico, aunque poco aprovechado, y sobre todo, “banalizado” por unos intentos inútiles de apelar al público que supuestamente espera “una peli de miedo”.
lunes, octubre 17, 2005
Reseña: Drácula de Bram Stoker (1992)
Probablemente debería empezar con la aclaratoria de que Drácula, de Bram Stoker, fue la primera novela que leí en mi vida, y su influencia ha sido crucial en mí. No a un nivel literario, sino más bien estético. Ese libro, regalo de mi padre, se convirtió para mi en una referencia de todo lo que era oscuro, tétrico y por lo tanto atrayente. Es imposible decir a ciencia cierta lo que significó, pero digamos que el Conde siempre ha sido un personaje que ha revoloteado en mi mente, persiguiéndome durante años. Está claro que no soy el único, ya que por algo este personaje ha sido llevado a la pantalla en tantas ocasiones. Durante mucho tiempo, los nombres de Bela Lugosi y Christopher Lee habían estado irremediablemente ligados a la memoria del señor de todos los vampiros. Estos dos actores hicieron de Drácula su vida, y por lo menos en el caso de Lugosi, hombre y personaje formarían una unidad indivisible.
Por eso es que en 1992, cuando Francis Ford Coppola decidió llevar a la pantalla una nueva versión de Drácula diferente de todas las demás, más de una ceja se levantó ante lo que era uno de los mayores riesgos que podía correr este director. Su productora, American Zootrope, estaba casi en la ruina, por lo que un fracaso de esta película la tiraría por el desfiladero. Afortunadamente, el resultado fue magistral. Drácula de Bram Stoker (1992) fue no solamente un gran éxito de taquilla, sino también un nuevo techo actoral para sus protagonistas, y una de las películas más singulares y extravagantes de la década de los 90.
Alejándose de las concepciones tradicionales de Drácula, Coppola crea su película como un period-piece en el que la estética, tanto en vestuarios como en decorado, está por encima de todo. El toque extravagante, suntuoso y desbocado de la cinta está presente desde el prólogo, una impresionante secuencia de cinco minutos que nos relata los orígenes de Drácula desde que era un guerrero rumano luchando contra los turcos. En una batalla narrada a través de un juego de sombras chinescas (con fuertes referencias a Kurosawa) se nos da un primer vistazo al carácter brutal y sanguinario de Vlad el Empalador, un hombre dotado de un salvajismo efectivo que sólo se doblega ante la angelical presencia de su amada Elisabeta. Cuando esta muere víctima del engaño de los enemigos de Drácula, el guerrero renuncia a Dios y hace un pacto con el demonio que le permite vivir para siempre a través de la sangre de los mortales.
La historia de amor es lo que diferencia esta versión Drácula de todas las anteriores. El vampiro se nos muestra como un monstruo (geniales son sus transformaciones tanto en hombre-lobo como en gárgola) pero también como un alma atormentada profundamente humana, un ser redimido por el amor. Su archienemigo el doctor Van Helsing (interpretado por Anthony Hopkins), al contrario, se muestra como un cuasi-demente, un fanático religioso obsesionado con la destrucción del vampiro que ha perseguido toda su vida.
Otro aspecto a destacar de esta película es su fuerte contenido erótico, lo cual causó sus principales vapuleos por parte de la censura. Drácula es, como nunca, una criatura sexual, con el color rojo casi dedicado en exclusividad a su vestuario. Memorable es la escena en la que, convertido en hombre-lobo, atrae a la joven Lucy hacia él, poseyéndola en una escena erótica que parece la versión porno de un conocido cuento infantil. La transformación de los personajes femeninos en vampiros es, asimismo, su despertar sexual, algo que cala perfectamente con la novela de Stoker, si bien en el libro dicho concepto obedecía a los códigos morales victorianos y aquí en la película reciben casi un tratamiento de redención, una maldad apetecible.
Pero quien se luce realmente es Gary Oldman, en lo que es sin lugar a duda uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. El actor se vio enfrentado a un reto titánico: Drácula es un personaje que ha calado en el imaginario colectivo de una manera muy sólida, y todos tenemos más o menos la misma idea predeterminada de cómo debe verse y comportarse este ser. El Drácula de Oldman es completamente distinto, un ser poderoso pero al mismo tiempo dotado de una gran sensibilidad. Es el primer Drácula que vemos llorar, el primero que vemos flaquear por su lado humano. Resulta muy interesante ver sus reacciones ante los diferentes personajes de la película, momentos en los que pasa del depredador sediento de sangre al ser atormentado de amor y condenado por Dios a amar sin guardar esperanza (*).
Una película tremendamente estética, operática (a lo que ayuda la excelente banda sonora del polaco Wojciech Kilar), cuidada hasta el extremo. Ha sido duramente criticada por los seguidores más furibundos de Bram Stoker, quienes le reprochan su falta de apego al libro agravada por la presencia del nombre del autor en el título (en realidad el nombre fue incluído porque los derechos del nombre "Drácula" pertenecen a los estudios Universal). Todas estas voces han de ser ignoradas. Drácula de Bram Stoker es, sin duda, una de las más grandes películas de vampiros que se han hecho, una auténtica lección de cine y de historia del cine (las referencias a otras películas de terror son incontables) que no puede dejar de ser vista.
jueves, octubre 13, 2005
Reseña: Dark Water (2002)
Una vez le puse el calificativo de “mediocre” a esta película, pero en realidad estaba equivocado. Dark Water (2002) es probablemente la más completa de las películas de Hideo Nakata, superando (en mi opinión) a Ringu (1998) en muchos aspectos. Lo curioso es que mi aprecio por esta cinta llegó solamente después de ver la adaptación americana de Walter Salles, de la cual hablaré otro día.
Si ha fallado con un determinado tipo de público (en el cual me incluía) se debe a que Dark Water es, principalmente, una película conceptual, en la que todo (trama, personajes, fotografía y situaciones dramáticas) está puesto al servicio de un tema, en este caso el del abandono. El lei motiv del agua (presente a lo largo de toda la película) se convierte en la constante de una historia que gira alrededor de un sencillo drama doméstico: Yoshimi, madre recientemente divorciada, se muda a un ruinoso apartamento en una zona devaluada de Tokio con su pequeña hija Ikuko. Pronto descubre que el piso donde se han mudado es una ruina afectada con un problema de humedad de proporciones bíblicas, pero Yoshimi debe aguantar porque, si no lo hace, los abogados de su ex–marido verán esto como otra prueba más de su carácter inestable y le quitarán a su hija. Yoshimi ante todo desea ser una buena madre, especialmente porque la que ella tuvo no resultó nada buena. Para colmo, desde el mismo día de la mudanza su cordura se pone a prueba con la presencia recurrente de una pequeña niña que se parece mucho a una que desapareció misteriosamente varios años atrás.
Como decía antes, Dark Water es una película sobre el abandono, y eso se nota en cada uno de sus elementos. Nakata toma la decisión correcta al ubicar la historia en un lugar completamente opuesto a la imagen que tenemos de Tokio: el barrio donde se mudan madre e hija es una ruina prácticamente desierta, y los sucios pasillos del edificio están permanentemente vacíos, inmersos en un silencio que sólo se rompe con el ruido del destartalado ascensor o los pasos que suenan constantemente en el piso superior, donde por cierto, no vive nadie. La tensión poco a poco va aumentando a medida que nuevos elementos de la fantasmal historia del edificio y de la niña desaparecida comienzan a salir a la superficie, pero estos detalles no surgen porque Yoshimi realice una severa investigación del fenómeno (como pasa en Ringu), sino porque el mismo fantasma afinca su presencia cada vez más, utilizando como metáfora una mancha de humedad en el techo de la casa de Yoshimi que cada vez se hace más grande.
Al ser una historia de carácter estático, donde casi todos los eventos ocurren en el mismo escenario, éste se convierte asimismo en un personaje más. El edificio está cubierto de colores fríos, opacos y borrosos, a los que el detalle del agua da una imagen de vaguedad casi ilusoria. En este sentido, la presencia del fantasma con sus colores brillantes (amarillo el impermeable y rojo el bolso) causa desconcierto, como la auténtica llegada de un invasor.
Muchos de los que ven esta película quedan desconcertados por su final, ciertamente atípico en cuanto a lo que el público esperaría de los personajes con los que ha llegado a encariñarse. Creo que es una historia sin duda distinta a lo que estamos acostumbrados, pero pocas veces se encuentra uno con una construcción narrativa en la que todo esté tan laboriosamente cuidado. Muy recomendable.
lunes, octubre 10, 2005
Míticos: Stephen King (parte II)
19. Cosas necesarias (1993), de Fraser Clark Heston: con Ed Harris y Max Von Sidow, Cosas necesarias afronta el difícil reto de adaptar una de las novelas más largas de Stephen King en menos de dos horas. El resultado es mediano, aunque la historia resulta de lo más interesante: un misterioso hombre abre una tienda en el pequeño pueblo de Castle Rock donde la gente encuentra aquello que más desea en la vida, y que puede obtener a cambio de un módico precio: un "favor" destinado a aumentar el caos de la apacible comunidad. Interesante el trabajo de hilar varias historias, aunque el final sea bastante tópico y olvidable (algo interesante: aquí en Pamplona hay una tienda llamada precisamente "Cosas necesarias", quien sabe por qué).
20. Tommyknockers (1993), de John Power: Larry Cohen regresa como guionista de esta historia de extraterrestres ocultos bajo un pequeño pueblo que, gracias a sus rayos verdes, esclavizan a toda una población para que los saque de su prisión. La figura del escritor como salvador del día está presente en la poco probable figura de Jimmi Smiths, un poeta borrachín con la capacidad de descubrir a los hombrecitos verdes.
21. The Stand (1994), de Mick Garris: era un reto imposible, pero esta miniserie trata de adaptar fielmente la más larga de las novelas de Stephen King y la más popular. Era imposible que, aún con un reparto enorme y guión del propio King, esta película lograra captar la épica historia de los últimos sobrevivientes de un virus que acaba con el 99% de los habitantes de la Tierra. Sin embargo, el esfuerzo es noble. Recomendaría leer primero la novela antes de ver esta especie de versión resumida que, como ninguna otra historia, resume casi todos los temas de este autor.
22. Los Langoliers (1995), de Tom Holland: la historia de esta TV-movie parece sacada de algún capítulo de The Twilight Zone: un avión cruza un portal dimensional en el que la mayoría de los pasajeros han desaparecido. Ahora deben encontrar la forma de regresar mientras los "langoliers" (entidades encargadas de eliminar eventos pasados) los persiguen a como de lugar. Una trama interesante que se ve en ocasiones afectadas por los baratos recursos de la televisión, aunque la dirección del veterano Tom Holland aporta grandes beneficios.
23. The Mangler (1995), de Tobe Hooper: algo más trash que esta película difícilmente se puede hallar. Basada en un cuento corto de King, la historia se puede resumir así: una prensa industrial de lavandería es poseída por un demonio del infierno, desatando el pánico y la muerte. Ya está. Aún así, Tobe Hooper logra sacar lo mejor de una trama tan casposa como esta, en la que se lanzan tesis tan absurdas como una supuesta carencia espiritual y "maldad" en aquellas personas a las que falta una parte de su cuerpo. A destacar el trabajo de Robert Englund, cómodo en su papel de sádico jefazo-negrero sin piernas.
24. Thinner (1996), de Tom Holland: Holland vuelve a la carga con esta adaptación de la novela que King escribió bajo el pseudónimo de Richard Bachman. Se trata de la historia de un abogado corrupto víctima de una maldición gitana (literalmente) que le hace perder peso de una manera alarmante hasta que muera de inanición. La película acierta de lleno al otorgar a la historia de una cierta perversidad doméstica (sobre todo en la relación del personaje principal y su esposa) que compensa las carencias de producción en gran medida. Excelente el final, sin duda lo mejor de la película.
Y bueno... creo que será necesaria una cita más. Prometo que la tercera será la última. Allí encontraremos tres "re-adaptaciones" de Stephen King, además de una tormenta que sólo se da una vez cada 100 años y hasta un mano a mano entre Johnny Depp y John Turturro. Además, mencionaremos los futuros proyectos de la obra de King para la pantalla. Nos vemos entonces.
sábado, octubre 08, 2005
Míticos: Stephen King (1947 - )
7. Los niños del maíz (1984), de Fritz Kiersch: es una auténtica lástima, porque Los niños del maíz, versión de King de la pesadilla hobbiana de El señor de las moscas, es uno de los mejores cuentos que ha salido de la imaginación de su autor, cosa que esta película no sabe aprovechar. Contando en el reparto a una Linda Hamilton antes de que James Cameron la hiciera famosa, esta película narra la historia de una pareja que se pierde en un pueblo en medio de Nebraska dominado por una secta de niños perversos que han asesinado a los adultos siguiendo las órdenes de su "Dios", una misteriosa criatura que vive entre las hileras de maíz que rodean el pueblo. La película, a pesar de no ser nada bueno, ha generado la nada despreciable cantidad de seis secuelas. ¿Qué tal?
8. El ojo del gato (1985), de Lewis Teague: repitiendo con el director de Cujo, Stephen King escribió el guión de esta otra película de "antología", basada en varios de sus cuentos. El segmento más destacable es el de Quiters Inc., protagonizado por un James Woods que acude a una compañía que le asegura poder quitarle su adicción al cigarrillo, aunque el precio sea su propia vida.
9. Silver Bullet (1985), de Daniel Attias: película basada en la novela corta El ciclo del hombre-lobo, esta mediana película cuenta la historia de un niño en silla de ruedas que, durante una noche de luna llena, tiene un encuentro con un licántropo, cuya identidad debe descubrir. La mejor escena es sin duda aquella en la que el cura del pueblo tiene una pesadilla en la que todos sus parroquianos se transforman en criaturas de la noche.
10. Maximum Overdrive (1986), de Stephen King: el propio King dirigió esta horrorosa película basada en su cuento Camiones, teniendo como resultado un título que no falta en casi ninguna de las listas de los peores bodrios del cine. Emilio Estévez protagoniza esta historia acerca de un mundo apocalíptico en el que los coches han cobrado vida y se disponen a esclavizar a los humanos. Lo peor de la película es sin duda el "líder" de los coches, un gigantesco camión negro con la cara del Duende Verde en la parte frontal. Una vergueza. El mismo King está tratando de olvidarla.
11. Creepshow 2 (1987), de Michael Gornick: King y Romero escribieron el guión para esta secuela antológica tan fascinante como la original. Tres historias la componen, y la mejor sin duda es la segunda, basada en el cuento de King La balsa, y que trata de cuatro jóvenes acosados en medio de un lago por una viscosa y gigantesca mancha negra que planea devorarlos. Indispensable.
12. Cementerio de animales (1989), de Mary Lambert: esta fue la primera ocasión en la que Stephen King escribió una adaptación de una novela suya, y el resultado es sin duda de primera. Cementerio de animales, si bien ha sido injustamente ignorada por muchos, es una de las mejores películas basadas en la obra del maestro, quien se inspiró en el cuento La pata de mono para contar la historia de un cementerio indio donde todo aquel que es enterrado vuelve a la vida, aunque ya no sea exactamente la misma persona que era antes. Originalmente iba a ser un proyecto para George Romero que tendría como protagonista a Bruce Campbell, pero si bien eso no pudo ser, sigue siendo una película infaltable.
Y bueno, hasta aquí llegamos por hoy. Tendremos que continuar luego, pero por ahí vienen ratas gigantes, enfermeras psicópatas, tiendas de artículos exóticos y hasta una prensa de lavandería con ganas de matar. Estaremos en contacto para la próxima cita.
miércoles, octubre 05, 2005
Reseña: 13 fantasmas (2001)
lunes, octubre 03, 2005
Reseña: Gremlins (1984)
El término “Gremlin” fue acuñado por los pilotos americanos de la Segunda Guerra Mundial para definir aquellos desperfectos mecánicos que surgían inexplicablemente cuando la maquinaria estaba en perfecto estado. Durante los 80, el término fue empleado por el americano promedio para referirse a aquellos componentes mecánicos de origen extranjero que se “colaban” en los coches de fabricación americana. Dichos artilugios, obviamente, eran culpados por los ocasionales desperfectos de los vehículos. Ahora, si tuviera que resumir en dos líneas el argumento de la película Gremlins (1984), diría que es básicamente la historia de unos peluches chinos que se convierten en monstruos y comienzan a matar gente. No es casualidad que la historia esté ambientada en navidad, época en que una infinidad de juguetes de fabricación asiática desborda los árboles de millones de hogares americanos (y no americanos), precisamente durante la década de los 80, cuando la cultura del YO imperaba, la economía Reagan estaba de moda y el temor a la auténtica invasión asiática (aquella de las corporaciones japonesas que compraban acciones de empresas americanas como si fueran mazapán) aterrorizaba al hombre de a pie. Creo que es más que evidente la relación que hay entre el término y el filme en sí. La película incluso encarna este concepto en el personaje del señor Futterman, un hombre obsesionado con la tecnología de factura nacional que continuamente recomienda aquello “Made in America”.
Pero decir que Gremlins es una comedia sobre las paranoias del capitalismo ochentero (con todo y una malvada anciana que vive con un montón de gatos, todos ellos bautizados con los nombres del dinero de diferentes países) es, en mi opinión, quedarse corto. Esta película de Joe Dante, con guión de Chris Columbus, no olvida su exotismo en ningún momento, así como su fidelidad al género de donde proviene, esa difícil mezcla de comedia y horror. A pesar de que no haya podido explotar todo su potencial, continúa siendo una presencia ineludible en prácticamente cualquier lista de “cine de los 80” que se pueda imaginar. Al menos eso creo yo.
Llega la navidad, y Randall Peltzer, inventor, entra en una tienda de productos exóticos del barrio chino de Nueva York buscando un regalo para su hijo Billy, el típico joven de pueblo. Lo que encuentra allí es un mogwai, probablemente la criatura más tierna del mundo, un peluche vivo de ojos grandes y carácter alegre, que además canta de una forma enternecedora. El nieto del dueño de la tienda se lo vende a espaldas de su abuelo, pero le advierte que para tenerlo debe seguir tres reglas: no exponerlo a la luz, no dejar que entre en contacto con el agua y (sobre todo) no dejar que coma después de la medianoche. De más está decir que cuando Billy incumple una a una todas estas reglas, el infierno se desata en su pequeño pueblo, invadido de repente por una horda de criaturas verdes de origen asiático y provistas de un sadismo sin límites.
Pocos lo creerían hoy por hoy, pero en su fase inicial de producción, Gremlins fue concebida como todo un festival gore. El guión original (que incluía a Gizmo como el villano) tenía incluso una escena en la que Billy regresaba a casa y encontraba a su madre decapitada por una de las criaturas, con su cabeza rodando escaleras abajo. Estos detalles fueron desechados en favor de un Gizmo heroico que sin querer daba origen a un montón de desalmados enanos verdes, quienes no solamente se regodeaban con la destrucción y el caos, sino que además tenían gran afición a los productos de consumo, como la cerveza, la ropa, los juguetes, los coches y las golosinas, además del cine (mi imagen predilecta siempre ha sido la de los Gremlins atravesando con sus garras la pantalla de un cine donde han estado viendo una película de Disney, en una actitud que parodiaba aquella de los humanos). No es casualidad, siguiendo este orden de ideas, que la confrontación final tenga lugar en los pasillos de una tienda por departamentos.
Definitivamente no es una película perfecta, y no me atrevería a decir cómo hubiese sido si la particular visión de su guión original se hubiese llevado a cabo, pero de entre todas las comedias de horror de los años 80 (y hay muchas) esta es probablemente una de las que recuerdo con mayor aprecio, aunque dicho aprecio tenga mucho de nostalgia.