Hace unos días se me ocurrió dejar una lista con las once mejores películas de terror de los años noventa. ¿Por qué once? Pues porque el diez es un número que está demasiado visto. ¿Por qué los noventa? Porque fue la década en la cual ya empezaba a tener más o menos conciencia de por qué me gustaba una película. En todo caso, había decidido someter la lista a votación porque a) me parecía más divertido y b) me libraba de tener que inventar algo que escribir durante varios días bajo la excusa de dar tiempo a los votantes. Ahora el pueblo ha hablado, y aquí tenemos las once mejores películas de terror de los noventa según los lectores de Horas de oscuridad. Obviamente, el sistema de puntuación ha requerido cierto nivel de creatividad, pero creo que ha sido bastante justo. Es cierto que los resultados no concuerdan al cien por cien con los que yo hubiera puesto, pero una cosa es la voluntad y otra la voluntad popular. En homenaje a estos lectores he decidido emplear (en la casi totalidad de los casos) los títulos con los que estas películas son conocidas en España. Así que empecemos:
Posición número 11:
Candyman (Bernard Rose, 1992)
Apenas entramos en la lista ya me topo con una injusticia, ya que
Candyman es una película que yo, personalmente, habría puesto mucho más arriba. Probablemente estemos ante una de las mejores y más destacadas adaptaciones de la obra de
Clive Barker (en este caso el relato corto
The Forbidden), algo a tomar en cuenta especialmente dado el hecho de que no ha sido el propio autor quien ha echado mano de su material. No sé si quedarme con el genial monstruo urbano de Tony Todd, la banda sonora de Phillip Glass (compuesta, según dicen, sin que el famoso músico supiese de qué iba la película) o con la sobria dirección de Bernard Rose, de quien luego hemos sabido poco aparte de aquella película de Beethoven con Gary Oldman y un estreno menor como
Snuff Movie (2005).
Candyman, por su parte, ha generado hasta la fecha dos secuelas más que únicamente han trascendido como explotación del personaje. Esta primera película merece toda nuestra atención.
Posición número 10:
Horizonte final (Paul W.S. Anderson, 1997)
Y aprovechando que antes hemos mencionado a Clive Barker, la siguiente película de nuestra lista parece rendirle un más que merecido homenaje con esta interesante mezcla entre
Hellraiser (1987) y
Solaris (1972). Y es que
Horizonte Final (
Event Horizon en su idioma) es una de esas películas que nos caen por sorpresa, pero que inevitablemente reciben un culto cada vez mayor. Su director, Paul W.S. Anderson, nos dio con ella una pelicula de casas encantadas ambientada en el espacio exterior, y aquella máxima setentera de que en el espacio nadie oirá tus gritos se convierte aquí en una realidad. Espectadores más refinados pueden debatir sobre las referencias a la antes nombrada película de Tarkovsky (o en todo caso a la novela de Stanislaw Lem), pero yo me quedo con esas gotas de sangre en gravedad cero, con las visiones infernales estilo cenobitas, y sobre todo, con la mejor frase: "El infierno es sólo una palabra. La realidad es mucho peor".
Posición número 9:
Vampiros (John Carpenter, 1998)
Si bien yo, particularmente, no la habría colocado en la lista, puedo entender las razones por las cuales esta película de
John Carpenter ha alcanzado una posición tan elevada en las preferencias de los votantes. Después de todo, en
Vampiros encontramos los últimos vestigios de ese Carpenter que hacía apología de los tipos duros a los que ha dedicado un gran número de sus mejores películas. En esta, los machotes a los que nos referimos conforman la cuadrilla de cazadores de vampiros más pendenciera de los últimos años, "agentes especiales" del Vaticano liderados por un James Woods directamente salido de un western de Sergio Leone. Asimismo, uno de los mayores alicientes de la cinta es que, en una década marcada por los vampiros amanerados, Carpenter fue de los pocos directores capaces de volver a ponernos en contra de los chupansagres. Porque seamos honestos: ¿quien no quiso unirse entonces a Jack Crow para ajusticiar monstruos a plena luz del día? Respuesta: nadie.
Posición número 8:
The Ring (Hideo Nakata, 1998)
Independientemente de los debates acerca de su calidad (ya se sabe que prefiero por mucho su
remake americano) no hay discusión posible en torno a las consecuencias de que se haya estrenado una película como
The Ring (
Ringu en original). No olvidemos que fue precisamente gracias a esta película que se concretó la reciente fiebre del terror japonés, que en la práctica no es más que la manifestación pop del
kwaidan (relato popular de fantasmas de la cultura nipona). Nakata, principalmente, sería la punta de lanza de un género que en la actualidad nos ha desbordado, y que como todos, nos ha traído obras maestras y auténticos bodrios.
The Ring puede que no sea para mí uno de sus mejores exponentes, ya que resulta más una historia detectivesca que una película de terror al uso, pero sólo por lo que generó ya merece estar acá. Su director alcanzaría posteriormente cimas mucho más altas y un billete a Estados Unidos, donde en este momento, al parecer, se encuentra ultimando los detalles de la tercera parte de su versión americana.
Posición número 7:
Scream (Wes Craven, 1996)
Indiscutible también es la influencia que ha ejercido Scream en el cine de terror de los últimos años. Si bien estamos ante la que, probablemente, ha sido la última gran película de Wes Craven, es sin duda alguna el guionista Kevin Williamson quien ha salido mejor parado de la experiencia. Con su fórmula revisionista del slasher adolescente destinado a los grandes públicos juveniles, Scream generaría una fila interminable de imitadores, entre ellos el propio Williamson, quien acometió personalmente algunas de las más descaradas explotaciones de su éxito original. Dos secuelas (con una posible tercera acercándose) nos indican que el pozo aún no se ha secado. Algunos hemos lamentado bastante estas edulcoradas historias de asesinos enmascarados, pero esta primera parte merece una consideración mucho mejor. Su éxito comercial creó escuela, y sólo por eso (y por los increíbles primeros diez minutos) merece estar en esta lista.
Posición número 6:
Razas de noche (Clive Barker, 1990)
Segunda película de Clive Barker como director, Razas de noche (Nightbreed) fue una película que, como hemos dicho antes, llegó en un muy mal momento. El fracaso comercial de su estreno y su posterior elevación a estatus de culto durante su paso al formato doméstico nos dice que para 1990 el público no estaba preparado para una historia de terror en la que los monstruos eran, para variar, los buenos de la película. Probablemente se trate de una de las muestras más extrañas de Clive Barker, deudora más de la fantasía oscura de muchos de sus libros que de las sadomasoquistas horripilancias de Hellraiser y sus secuelas. A rescatar y reinvidicar: el maquillaje de las criaturas y el personaje de David Cronenberg, quien se luce aquí como actor a las órdenes del vigoréxico amante de los garfios colgantes más famoso del cine.
Posición número 5:
El ejército de las tinieblas (Sam Raimi, 1993)
Si hay una cinta que indiscutiblemente merece estar en este ranking es, para qué dudarlo, El ejército de las tinieblas (Army of Darkness), tercera parte de la trilogía comenzada por Sam Raimi con Evil Dead (1981) y Evil Dead 2 (1987). Para los tribunales de esta página, el culto por esta película (una de las más desternillantes comedias de terror de la década) es indispensable si se quiere evitar el ostracismo. ¿Qué puede ser mejor que una hora y media de Bruce Campbell repartiendo leña? La odisea de Ash en tiempos medievales luchando contra los demonios motosierra en mano es un catálogo de secuencias gloriosas, entre las que destacamos el enfrentamiento con un Doppelganger, un cementerio lleno de esqueletos vivientes y una visita más a una cabaña acosada por las fuerzas del Mal. Incluso antes de los créditos finales (al menos del final original) nuestro héroe reparte castigo del bueno. Hail to the King, baby!
Posición número 4:
El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999)
A pesar de que ha sido nombrada por casi todos los votantes de esta lista, no existen casi opiniones moderadas acerca de una película como El proyecto de la bruja de Blair. Prácticamente cada voz que menciona esta cinta la califica como una obra maestra o la mayor tomadura de pelo de todos los tiempos. De lo que sí podemos estar seguros es de que se trata de toda una obra maestra del marketing, por mucho que Rugero Duodato ya hubiese llevado a cabo la misma idea casi dos décadas antes con Holocausto caníbal (1980). El duo Myrick/Sánchez, sin embargo, logra algo que va más allá del éxito comercial: un miedo auténtico que se mete en el cuerpo aún a sabiendas de que aquello que contemplamos es falso. Ya se sabe que el terror, como la risa, es algo subjetivo, y esta cinta es uno de esos casos que siempre se mencionan.
Posición número 3: Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994)
En la tercera posición tenemos a los vampiros de Anne Rice haciendo de la suyas y reviviendo viejos mitos a la vez que ofrecen ligeras innovaciones. Me explico: tras los vampiros gamberriles de los ochenta, el exquisito Neil Jordan volvió a ofrecernos refinados y aristocráticos chupasangres llevando a la pantalla la obra de la escritora que en otro tiempo (antes de pasarse a las filas del cristianismo duro) fuera la diosa de los niños neo-góticos. Sin embargo, en Entrevista con el vampiro no se aprecia una vuelta a los monstruos sibaritas de la Hammer y compañía, sino que se dota a los amanerados seres de colmillos largos de una sexualidad fría y decadente que les convierte en los auténticos protagonistas de un melodrama muy bien estrucuturado, y no en bestias enfrentadas a un paladín del bien. Sin duda alguna, una de esas piezas indispensables de la década.
Posición número 2:
Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)
Ya que hablamos de vampiros, el más grande y legendario de todos ellos no podía dejar de tener un sitio de honor en esta lista, especialmente si consideramos que la adaptación de Francis Ford Coppola es una de las más singulares y magistrales que se han hecho hasta ahora. La única, además, que llevó la historia del conde a derroteros completamente distintos a aquellos que habíamos visto en las producciones de la Universal o la Hammer. Y es que Drácula de Bram Stoker, aparte de ser una de las más extravagantes e incomprendidas películas de los noventa, es una lección de historia del cine de terror como pocas. Gary Oldman ya puede echarse a dormir luego de haber reiventado al conde de Transilvania, y Coppola bien que podría hacer lo mismo, porque no ha vuelto a levantar cabeza como director desde entonces. ¿Y qué más da? Obra maestra.
Posición número 1:
En la boca del miedo (John Carpenter, 1994)
La siempre polémica primera posición corre a cargo de John Carpenter y su siempre mentada En la boca del miedo, conocida como En la boca de la locura en Hispanoamérica y como In The Mouth of Madness en su idioma original. Cambios de nombre aparte, esta película de ambiente pseudo-lovecraftiano siempre sale a cuento a la hora de hablar de cuál es la mejor película de terror de Carpenter. Esa discusión puede prolongarse hasta el infinito, pero de lo que sí no me cabe duda es de que se trata de la última gran película de su director. La pesadillesca búsqueda de John Trent a través del infierno literario de Hobb's End ha conseguido reunir todas las cualidades para alzarse como la preferida por los lectores de Horas de oscuridad, y la verdad es que es una muy buena opción. Con dos entradas en esta lista, los fans de Carpenter pueden darse por satisfechos. Una razón más para creer que el maestro aún puede resurgir de sus cenizas.
Y bien, esta ha sido la lista con las once mejores películas de terror los noventa según la voluntad popular de los visitantes de esta página. ¿Omisiones? ¿Descontentos? Sin duda alguna. Por mi parte echo en falta la mención a El sexto sentido (1999), de M. Night Shyamalan o Braindead (1990), de Peter Jackson, a la que (curiosamente) sólo dos de los participantes han mencionado. Pero bueno, ya se sabe que en la vida nada es perfecto. Aquellos que llegaron tarde a la votación pueden terminar de redondear la lista en los comentarios, como de costumbre. Muchas gracias a los que sí llegaron a tiempo, y hasta la próxima aclamatoria populista.