El argumento del que parte es bastante básico y lo hemos visto varias veces: un grupo de chicas universitarias decide gastarle una broma a la Madre de su hermandad, una mujer de muy malas pulgas y con tendencia a usar su bastón como arma, sólo que la broma sale mal y la anciana termina palmándola. Pero a diferencia de cientos de ejemplos similares, en esta película no hay una gran elipsis: el ocultamiento del cadáver en esa piscina verde y sucia y la crisis durante la cual alguien empieza a cargarse a las chicas ocurren el mismo día, con lo que a las diferentes muertes se une la tensión "en tiempo real" por no dejar que alguien descubra el crimen que estas jóvenes han cometido.
De forma obvia, el elenco está principalmente compuesto de chicas, y aunque su presencia está casi siempre subordinada a los preceptos abiertamente vouyeristas del sub-género sorority, las siete jovencitas están muy bien demarcadas en cuanto a sus diferentes personalidades, y especialmente la damisela principal, Kate McNeill, es una más que decente final girl, con lo que se hace aún más sorprendente el que no la hayamos visto posteriormente en otras películas similares. La estética tan típica de los ochenta puede despistarnos al principio y sugerir una general ligereza en cuanto a sus posibilidades, pero esto es sólo un detalle anecdótico del que Rosman no tarda en deshacerse. De hecho, una de las cosas más interesantes de The House on Sorority Row es que se va haciendo progresivamente más oscura y siniestra a medida que transcurre el metraje, y para cuando llega el final (que incluye una escena psicotrópica absolutamente descolocante) parece que estamos viendo una película completamente distinta a aquella que empezamos a ver. Todo este clímax, incluyendo revelación sorpresa y persecución por parte del asesino, arrastra la película por senderos que van más allá de su explotación argumental y revela las fuentes de las que ha bebido su director, que va definiendo la cinta como una versión pop de los trabajos de Dario Argento y Brian de Palma.
The House on Sorority Row fue un éxito bastante considerable en su momento que curiosamente, y a diferencia de casi todos los otros slashers de su época, no tuvo secuelas, aunque sí un número bastante grande de imitadores, la mayoría de los cuales funcionan más bien como parodia. Por último hay algo que a estas alturas ya es un lugar común pero que no puedo evitar mencionar, y es que esta película tiene una genial banda sonora orquestral que resulta sorprendentemente elegante para una cinta de estas características y esta época. Otro elemento más que la hace muy recomendable. Sin haber visto todavía el remake, todo parece indicar que se irá por un lado más convencional, demostrando pocas cosas en común con las extravagancias de la película original y más, en cambio, con los inocuos matarifes de corte juvenil de finales de los noventa.