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martes, septiembre 29, 2009

Reseña: The House on Sorority Row (1983)

El inminente estreno de su remake es una oportunidad perfecta para volver sobre The House on Sorority Row (1983) y sacar del oscurantismo a uno de los slashers más interesantes y destacables de los tempranos ochenta, uno que es conocido en España como Siete mujeres atrapadas. La película pertenece (al menos superficialmente) a la variante charcutera de explotación de jóvenes y firmes cuerpos femeninos en el ambiente ya de por sí inaccesible de las hermandades universitarias, pero quedarnos allí sería un error. La cinta, escrita y dirigida por el ahora televisivo Mark Rosman, y partiendo de un ínfimo presupuesto, es una muy buena historia de terror juvenil que maneja de forma bastante airosa varios de los ya muy manidos clichés de este tipo de tramas.

El argumento del que parte es bastante básico y lo hemos visto varias veces: un grupo de chicas universitarias decide gastarle una broma a la Madre de su hermandad, una mujer de muy malas pulgas y con tendencia a usar su bastón como arma, sólo que la broma sale mal y la anciana termina palmándola. Pero a diferencia de cientos de ejemplos similares, en esta película no hay una gran elipsis: el ocultamiento del cadáver en esa piscina verde y sucia y la crisis durante la cual alguien empieza a cargarse a las chicas ocurren el mismo día, con lo que a las diferentes muertes se une la tensión "en tiempo real" por no dejar que alguien descubra el crimen que estas jóvenes han cometido.

De forma obvia, el elenco está principalmente compuesto de chicas, y aunque su presencia está casi siempre subordinada a los preceptos abiertamente vouyeristas del sub-género sorority, las siete jovencitas están muy bien demarcadas en cuanto a sus diferentes personalidades, y especialmente la damisela principal, Kate McNeill, es una más que decente final girl, con lo que se hace aún más sorprendente el que no la hayamos visto posteriormente en otras películas similares. La estética tan típica de los ochenta puede despistarnos al principio y sugerir una general ligereza en cuanto a sus posibilidades, pero esto es sólo un detalle anecdótico del que Rosman no tarda en deshacerse. De hecho, una de las cosas más interesantes de The House on Sorority Row es que se va haciendo progresivamente más oscura y siniestra a medida que transcurre el metraje, y para cuando llega el final (que incluye una escena psicotrópica absolutamente descolocante) parece que estamos viendo una película completamente distinta a aquella que empezamos a ver. Todo este clímax, incluyendo revelación sorpresa y persecución por parte del asesino, arrastra la película por senderos que van más allá de su explotación argumental y revela las fuentes de las que ha bebido su director, que va definiendo la cinta como una versión pop de los trabajos de Dario Argento y Brian de Palma.

The House on Sorority Row fue un éxito bastante considerable en su momento que curiosamente, y a diferencia de casi todos los otros slashers de su época, no tuvo secuelas, aunque sí un número bastante grande de imitadores, la mayoría de los cuales funcionan más bien como parodia. Por último hay algo que a estas alturas ya es un lugar común pero que no puedo evitar mencionar, y es que esta película tiene una genial banda sonora orquestral que resulta sorprendentemente elegante para una cinta de estas características y esta época. Otro elemento más que la hace muy recomendable. Sin haber visto todavía el remake, todo parece indicar que se irá por un lado más convencional, demostrando pocas cosas en común con las extravagancias de la película original y más, en cambio, con los inocuos matarifes de corte juvenil de finales de los noventa.

domingo, septiembre 27, 2009

Reseña: Hansel & Gretel (2007)

Una cosa que sinceramente no me puedo explicar es por qué Hansel & Gretel (2007) no está entre las más conocidas películas del género fantástico salidas de Corea del Sur. Confieso que no la conocía y no fue hasta muy recientemente que tuve la oportunidad de verla. El resultado ha sido encontrarme con una película que reinvindica la estructura formal y temática del cuento de hadas y lo hace, curiosamente, a través de la perspectiva de un adulto literalmente sumergido en un mundo de niños, lo que conlleva la que sin duda es la mayor pesadilla de la edad adulta: la pérdida de control y el dominio de lo irracional.

La trama va de un hombre que, tras tener un accidente en medio de una solitaria carrera de bosque, va a parar a una misteriosa cabaña llena de dulces y juguetes, donde habita una muy extraña familia que parece dominada por los gustos y caprichos de sus tres pequeños hijos. Todo va bien al principio hasta que el joven se da cuenta de que, por más que lo intenta, no puede salir del bosque que rodea esa pequeña e idílica casa, cuyos habitantes son más de lo que aparentan ser.

Al igual que la también surcoreana 2 hermanas (2003), película con la que guarda muchos parecidos, Hansel & Gretel toma como base temática un conocido cuento popular, aunque en este caso no se trata de una adaptación encubierta. Aparte del hecho de guardar diferencias más que obvias en cuanto a argumento (en la película hay tres niños en lugar de dos), el relato de los hermanos Grimm es empleado únicamente como elemento intertextual aunque, en el fondo, aborde el mismo tema: los niños como víctimas de los adultos y lo que los pequeños están obligados a hacer para defenderse. Esta defensa, en el caso de la película, es no sólo física sino también emocional, ya que los críos deciden voluntariamente recluirse en aquella idílica casa en el bosque para preservar su inocencia y evitar la ruptura del único mundo que conocen, aunque dicho mundo sea sólo una ilusión.

El argumento de la película nos remite también (de forma demasiado clara como para creer en la pura casualidad) al episodio de The Twilight Zone titulado It's a Good Life, que fuera adaptado por Joe Dante en la película de 1983. Al igual que dicho episodio, la historia explora el lado siniestro del mundo infantil pero sin llegar a convertir a los niños en villanos. De hecho, esa es una de las cosas más interesantes de esta película, y que la aleja de la mayoría de las producciones occidentales de "niños chungos": a pesar de que los críos son una de las principales fuentes de conflicto (por no decir la principal), en ningún momento se les demoniza. Por el contrario, la cinta en este sentido recupera el auténtico ángulo temático del cuento de hadas al retratar la niñez en toda su complejidad, mostrando cómo esa prisión auto-impuesta por los personajes (atrapados en su eterna niñez de autocomplacencia) es el refugio frente al mundo de los adultos a quienes temen y de quienes justificadamente recelan. El carácter emocional de la película es sincero y efectivo, y especialmente el tramo final está muy bien resuelto a nivel emocional y hace que la cinta abandone su envoltorio de relato de terror para convertirse en una historia de fantasía agridulce que, ante todo, reinvindica el poder de la imaginación como elemento redentor, aún en medio del mayor de los horrores.

Otra cosa en la que destaca Hansel & Gretel (y que también la asemeja a la película antes citada de Kim Jee-woon) es el imaginario preciosista y colorista que emplea. Visualmente, la cinta es una de las más hermosas que he visto en muchos años, lo cual no le impide alcanzar en determinados pasajes un aire siniestro superior (pero vamos, de calle) a historias aparentemente similares como El laberinto del fauno (2006), a la que supera por mucho no sólo en cuanto a belleza estética sino también en emotividad y auténtico conocimiento de la dualidad moral presente en los cuentos de hadas. Altamente recomendable sin reservas.

viernes, septiembre 25, 2009

Reseña: El hombre sin sombra (2000)

El hombre sin sombra (2000) fue la siguiente película de Paul Verhoeven tras el que fue uno de sus mejores trabajos, Starship Troopers (1997), aunque en esta ocasión no se puede decir que haya tenido mucha suerte. Su cinta, un relato de ciencia-ficción disfrazado de película de terror, fue criticada de forma inmisericorde y unánime. Sin embargo, creo que no era para tanto. Después de todo, y a pesar de sus carencias, tiene algunos aspectos interesantes que me parecen dignos de destacar, y que aquí trataré de resumir en la medida de lo posible.

Para aquellos pocos que no la conozcan, la película trata de un científico llamado Sebastian Cane (Kevin Bacon, dominando cada escena), que decide usarse a sí mismo como sujeto de un experimento para probar un suero de invisibilidad. El dichoso agente químico resulta un éxito, pero luego, el resto del equipo no consigue la forma de devolver a Sebastian a su estado inicial, por lo que este comienza poco a poco a perder la razón y termina por convertirse en el villano de la historia. El argumento tiene grandes resonancias a la gran novela de H.G. Wells El hombre invisible, no tanto a nivel de anécdota pero sí en cuanto a las ideas que desarrolla acerca del personaje principal y el crecimiento desmedido de su ego debido a esa idea de invulnerabilidad que otorga el no poder ser visto.

Lo primero que se comenta siempre de la película (y algo que incluso sus numerosos detractores tuvieron que concederle) es el sorprendente trabajo de efectos especiales realizado para hacer invisible a Kevin Bacon. Dicho proceso fue realizado por completo gracias a la tecnología informática, y resulta asombroso incluso hoy en día, casi una década después de su estreno. Pero aparte de sus evidentes logros técnicos, la película muestra también ideas interesantes, siendo la principal de ellas la evolución megalomaníaca del personaje. En total resonancia con la novela de Wells, Sebastian poco a poco va perdiendo su humanidad a medida que transcurre el tiempo y no consigue volverse nuevamente visible. La película deja sin resolver el misterio de si la progresiva locura del personaje es un efecto meramente psicológico o consecuencia de los químicos del suero, pero en general la idea está muy bien llevada y es incluso bastante lógica: si no tienes que mirarte al espejo todos los días (tal como Sebastian menciona) significa que no tienes que vivir con las consecuencias de tus actos, no tienes conciencia, eres un hombre vacío, un hombre sin sombra.

Por desgracia muchas de estas ideas son sólo esbozadas y no se desarrollan más que en secuencias horteras y obvias como aquella en la que Sebastian abusa sexualmente de su vecina (una entonces desconocida Rhona Mitra). En general el tratamiento de la película en cuanto a sus personajes es bastante superficial y predecible (desde el principio sabemos que Kevin Bacon es el malo porque lleva chaqueta de cuero negra), pero el principal problema de la cinta de Verhoeven es que, a partir de la mitad hasta el final, va abandonando progresivamente sus interesantes ideas iniciales para convertirse en una película de monstruos con persecución final, en un desarrollo mil veces visto y que destruye toda la credibilidad que la película había acumulado en su primera parte. El discurso megalomaníaco del personaje protagonista es sustituido entonces por un muy convencional enfrentamiento contra la final girl Elizabeth Shue, y en el que Kevin Bacon ya pasa a ser literalmente un monstruo salido de cualquier creature feature, incluyendo un clímax que repite todos y cada uno de los clichés del cine de acción y es significativamente menos interesante que el resto de la cinta.

Este desplome final es lo que realmente perjudica a El hombre sin sombra. Como cinta de terror/ciencia-ficción tiene detalles muy interesantes en cuanto a su concepción y planteamiento iniciales, pero como película de acción es definitivamente mediocre y olvidable, y por desgracia, la segunda mitad de la cinta muestra que es en esta última calidad donde realmente se encuentran sus aspiraciones fílmicas. Una pena.

jueves, septiembre 24, 2009

Consumismo pre-Halloween

Como cada año, la cercanía de Halloween propicia el lanzamiento de ediciones especiales de películas que, o bien no se habían lanzado todavía (de forma inexplicable) o se había hecho chapuceramente. Que me aspen si este año esos lanzamientos no son los de The Gate (1987) y Night of the Creeps (1986), sobre todo el de este último, que no contaba con edición alguna en DVD (hasta donde sé, al menos, porque mira que la he buscado). Finalmente las tendremos el 6 y el 27 de octubre, respectivamente.
Mañana volveremos a reseñar.

lunes, septiembre 21, 2009

Reseña: My Bloody Valentine (2009)

En teoría, la nueva versión de My Bloody Valentine (2009) no tendría nada de especial; tan sólo sería el enésimo remake del slasher ochentero que nos llega desde hace poco. Sin embargo, la suerte ha querido convertirla en la pionera de lo que se augura una larga serie de superproducciones en 3-D, dedicada a reestablecer hasta cierto punto la variante carnavalesca del género de terror. Porque eso es lo que es en el fondo esta película: un triunfo de la espectacularidad sobre el argumento, por mucho que el original de 1981 destaque como uno de los pocos ejemplos de slashers un poco más cerebrales de lo habitual. La pregunta en todo caso sería si en esta ocasión funciona y la película es destacable más allá de sus innovaciones técnicas. En gran medida lo es, con todo y sus carencias (que son muchas).

De entrada reconozco mis prejuicios con la escogencia como director de Patrick Lussier, el distinguido discípulo de Wes Craven responsable de cintas como Dracula 2000 (2000) o White Noise 2 (2007). Por fortuna el guionista es Todd Farmer, el mismo de la divertidísima (y altamente reinvindicable) Jason X (2001), quien por cierto tiene un pequeño cameo en esta película como una de las numerosas víctimas del asesino de la pica. A grandes rasgos me parece que su trabajo tiene notables méritos, entre ellos el alcanzar el equilibrio que debe tener todo buen remake: partir de la misma idea base del original pero no caer en la tentación de hacer otra vez la misma película. Y de hecho, una de las cosas más curiosas de este nuevo My Bloody Valentine es que comienza con una matanza muy similar a aquella con la que terminaba la película original, por lo que, en cierta manera, funciona también como una especie de secuela de la del 81. El resto del argumento es distinto, con numerosos guiños al original (entre ellos el hallazgo en la secadora) pero siguiendo otros derroteros.

El mayor de estos cambios quizás sea el hecho de que en esta película el día de San Valentín no es el tema central del argumento, y la ambientación de la matanza en estas fechas es realmente fruto de la casualidad. En vez de eso la película se centra en una estructura de whodunit que gira alrededor de la venta de una mina y los rencores reprimidos en una sociedad paleta y endogámica. La trama, hay que decirlo, no brilla precisamente por su inteligencia, muchas situaciones están tiradas de los pelos, el personaje principal desaparece por largos momentos y reaparece después como si nada, y sobre todo la revelación final está cantadísima, lo que no le impide ser tremendamente inverosímil y bastante risible. Aparte esta es otra de esas películas de terror que intentan quijotescamente presentar al actor Kerr Smith como un tipo duro, con el previsible ridículo como resultado.

La cinta, sin embargo, compensa estos fallos con otras virtudes a nivel de espectáculo. La película no se corta un pelo a la hora de desparramar sangre por la pantalla, y tal como afirma Roberto Alcolver Oti (en un excelente análisis, por mucho que no comparta su misma apreciación final), el empleo de las tres dimensiones tiene como consecuencia el abandono del típico montaje caótico en favor del viejo plano sostenido de toda la vida, con lo que visualmente al menos la experiencia se hace bastante intensa. El efecto 3-D, asimismo, obliga también a ciertas concesiones a la hora de montar determinadas escenas, y aunque la mayor parte del empleo de esta tecnología resulta un tanto facilona y banal, también es cierto que en los momentos en que se usa, el efecto es sorprendente. Me permito albergar ciertas dudas en cuanto a cómo funcionará esta cinta en su formato casero, pero en su elemento natural (una sala de cine, en 3-D y con público) funciona bastante bien y constituye una experiencia muy digna.

My Bloody Valentine es, en definitiva, una película un tanto zafia pero disfrutable si se ve en un cine, con las tres dimensiones correspondientes. Todavía sigo prefiriendo por mucho la original debido a que lograba grandes cosas a nivel de historia e intensidad sin que le hiciera falta el gancho del 3-D, pero este remake es un buen abreboca para este tipo de tecnología aunque no termine de aprovechar del todo sus capacidades lúdicas, las cuales están mucho mejor empleadas en Destino final 4 (2009), película que también he visto recientemente y sobre la cual hablaremos dentro de poco.

sábado, septiembre 19, 2009

Reseña: Mutants (2009)

Parece ser que ahora le ha tocado el turno a los franceses a la hora de llevar a la pantalla el tan mentado Apocalipsis zombi. Tras el estreno en varios festivales del cortometraje Paris by Night of the Living Dead, que muchos seguramente ya habréis visto, y esperando el estreno de La horde (2009), nos llega la cinta Mutants (2009), que leo por ahí se ha publicitado como el primer largometraje galo dedicado por entero a la temática de lo zombi. La verdad es que desconozco la veracidad de dicha afirmación y tampoco es que me interese mucho averiguarlo. El caso es: ¿merece Mutants un puesto de honor en la abultada filmografía de cadáveres ambulantes de los últimos años? A decir verdad, la cinta muestra oficio en numerosas ocasiones, pero en general es poco más que un cúmulo de topicazos sacados de historias similares, y mucho me temo que funcionará más bien como abreboca en espera de otras películas más rompedoras o arriesgadas.

Mutants escoge, por cierto, la variante de zombis vista en 28 días después (2002), de Danny Boyle, con pocas diferencias más allá de un par de detalles interesantes. Como en aquella, se trata de un grupo de sobrevivientes que buscan refugio del caos creado por un misterioso virus que convierte a los infectados en veloces y casi imparables máquinas de matar. En medio de la huída, una joven paramédica y su novio toman refugio en un gigantesco y abandonado hospital (o al menos parece un hospital, la verdad es que no queda claro lo que es) para esconderse de las hordas de contaminados mientras esperan recibir ayuda. Esta claro que el tema no brilla precisamente por su originalidad, pero tiene un par de elementos interesantes que no deben ser desdeñados fácilmente. El primero de ellos es que esta película comienza directamente con el Apocalipsis desatado, prescindiendo de contarnos el descubrimiento y propagación de la plaga. La decisión de contar la historia in media res es un gran acierto teniendo en cuenta que tras más de cuarenta años del estreno de La noche de los muertos vivientes (1968), el tema de la infección zombífila ya está presente en nuestro imaginario colectivo y no es necesario situar al espectador.

Otra innovación de Mutants está en la naturaleza del virus, que va convirtiendo a la víctima al salvajismo caníbal de forma gradual, a diferencia de la anteriormente citada película de Danny Boyle en la que las exigencias del guión en cuanto a acción determinaban que el contagio se produjera en segundos. A través de este cambio, la película francesa intenta crear un drama entre los personajes al ver como poco a poco el otro va perdiendo su humanidad. A nivel dramático es interesante ya que juega con la sensación de esperanza por parte de los personajes de que el dilema por el que pasa su ser querido pueda tener una cura. Por desgracia este tema en particular no se toca más que tangencialmente. Otra cosa que la película deja entrever es que el virus causante de la plaga va mutando constantemente (de ahí el título) y que cada "zombi" es más poderoso que el anterior, hasta el punto de deformar su apariencia física convirtiendo al sujeto en un engendro poco menos que infernal.

Con semejantes detalles, es una lástima que la película haya optado al final por un desarrollo tan convencional y trillado. Todos los clichés habidos y por haber de las películas de cadáveres ambulantes están presentes aquí, por lo que la cinta llega a aburrir en determinados pasajes debido a saber exactamente lo que va a pasar, con pocas posibilidades de equivocarnos. No ayuda tampoco que los personajes estén muy poco desarrollados y sus personalidades sean bastante supérfluas e intercambiables. Estéticamente es, eso sí, muy atractiva (a pesar de una cámara temblorosa en las escenas de mayor acción que hacen que nadie entienda lo que está pasando), pero esto no es más que un intento de dotar a la película de un estilo y look propios que, sinceramente, hemos visto con mayor eficacia no sólo en 28 días después sino también en cintas injustamente vilipendiadas como Resident Evil (2002).

Lo mejor de Mutants, sin duda, es el final, cuando se desata todo el caos preparado durante el resto del metraje. Para este momento los zombis parecen orcos (no es broma: en verdad recuerdan a los orcos de Peter Jackson) y la película se deja llevar por un salvajismo en el que no escatiman un gran derroche de casquería. Personalmente, me parece una película interesante con algunos momentos destacables, pero que en el fondo es más de lo mismo y no se aparta del camino seguro, con lo que el resultado final es intrascendente. Los pocos puntos novedosos que ostenta al principio ni siquiera son explorados más adelante, así que yo recomendaría esta únicamente para aquellos forofos furibundos de lo zombi que no puedan dejar pasar ni una de dicho subgénero. Poco más.

jueves, septiembre 17, 2009

Reseña: Ju-on: The Curse (2000)

Todo el que pasa por aquí conoce ampliamente mi parcialidad hacia la saga The Grudge, del japonés Takashi Shimizu. Sin embargo, y a pesar de que considero la primera entrega cinematográfica una de las mejores películas de terror orientales que nos han llegado, no fue sino hasta mucho después que pude ver los dos telefilmes originales que le dieron vida, aquellos en los que la historia de Toshio y su madre Kayako vio la luz por primera vez. El que nos ocupa hoy es el primero de esos telefilmes, estrenado hace ya casi una década y titulado Ju-on: The Curse (2000). A pesar de la popularidad de la saga, esta película no es fácil de localizar en Occidente (a menos no de forma oficial), y es una lástima porque este es uno de los productos televisivos que más me han impresionado en cuanto al género de terror, con todo y sus evidentes limitaciones, o quizás gracias a ellas.

La historia empieza de la misma forma que ya conocemos: un hombre asesina a su esposa y a su pequeño hijo y, poco después, los fantasmas de estos comienzan a acosar a todo aquel que ponga pie en la casa donde tuvieron su triste fin. La residencia en cuestión es la misma que en las otras películas, y el esquema es similar también, con la cinta dividida en segmentos narrados en desorden cronológico. El argumento, sin embargo, no es el mismo que en la cinta del 2003, en el sentido de que esta vez son otras las víctimas y otro el conflicto, que va intercambiándose entre el maestro de escuela de Toshio y una familia que se muda a la casa varios años más tarde. La trama con el maestro es muy importante porque ayuda a explicar el origen del crimen que dio inicio a la maldición. Dicho argumento está ausente en la película japonesa del 2003, pero sí sería reciclado hasta cierto punto en el personaje de Bill Pullman del remake americano del 2004.

El resto es bastante similar en cuanto a estilo, y resulta impresionante lo que logra Shimizu teniendo en cuenta los limitados recursos técnicos de la película. Incluso la mayoría de las escenas ocurren de día, algo diametralmente opuesto a lo que ocurre en las entregas cinematográficas. Muy a menudo vemos muertes surrealistas que ciertamente no son tan impactantes como las de sus contrapartes en cine, pero que ya contienen el germen de la saga en cuanto a la idea de que el fantasma puede venir de cualquier parte. El suspense creado por cada escena está muy logrado, y puede que esto sea una apreciación subjetiva, pero la película consigue su objetivo emocional de meter miedo incluso con cosas tan sencillas como planos de lugares solitarios o un aprovechamiento de los silencios francamente envidiable. La cinta incluso se permite un momento gore bastante desagradable que, por cierto, también fue incluído en el remake americano, pero que en esta resulta mucho más impactante.

De hecho, mi única queja hacia la película es de orden narrativo. Ya habíamos contado más arriba que la historia está narrada en desorden cronológico, pero Shimizu comete el error (en mi opinión al menos) de tomar el segmento más impactante (aquel que cierra el argumento enlazando con los orígenes de la maldición) y no colocarlo al final, optando más bien por seguir con un nuevo segmento a manera de epílogo destinado a dar continuidad a la obra a través de una posible segunda parte. El resultado es un anticlímax considerable que resta efectividad al conjunto. En todo lo demás, Ju-on: The Curse es una gran película, quizás no tan poderosa como su remake cinematográfico, pero sí mucho más contundente que la mayoría de los trabajos hechos para televisión. Para fieles seguidores de la saga resulta indispensable.

martes, septiembre 15, 2009

Tres tristes trailers 23

El primero de los tres trailers que os quiero mostrar hoy es el de Subhysteria (2009), un interesante juego narrativo en el que varios desconocidos quedan atrapados en un vagón de metro durante varios días, sin comida, agua o posibilidades de escapar, con las imaginables consecuencias terroríficas de rigor. Lo más curioso, sin embargo, reside en el hecho de que gran parte del trabajo argumental fue improvisado por los actores, lo que para mí es lo que ha terminado de vender el visionado de la película. Al tratarse de un proyecto independiente, dudo mucho que llegue a nuestras manos transoceánicas a no ser que nosotros pongamos esfuerzo en ello, así que os aseguro que caerá por esta página apenas tenga la oportunidad.

El segundo avance en nuestro trío de hoy es uno que seguramente ya habréis visto, el de The House of the Devil (2009), largometraje de Ty West (el mismo que pronto estrenará la segunda parte de Cabin Fever) cuya característica más destacable es la de utilizar una estética de falsos años ochenta (específicamente de principios de los ochenta, diría yo). La verdad es que el trailer no pinta nada mal, aunque me parece que, como siempre, revela demasiadas cosas, un mal que por desgracia está bastante extendido en los avances de hoy en día.

Y finalmente tenemos aquí el trailer de la esperadísima La Horde (2009), el plato fuerte del vecino país galo en lo que a cine de zombis se refiere. Su estreno todavía no tiene una fecha oficial, pero aquellos que tengan la suerte de ir este año al festival de Sitges podrán ofrecernos un adelanto de si realmente se justifican las expectativas en torno a esta historia de ladrones vs polis vs zombis que, hay que reconocerlo, tiene una pinta brutal. Atención por cierto al avance, porque hay un par de momentos que remiten (y muchísimo) a recientes entradas zombífilas como Resident Evil o la nueva versión de El amanecer de los muertos. Que no quepa la menor duda de que estaremos al acecho.

domingo, septiembre 13, 2009

Reseña: Freddy vs Jason (2003)

Desde que fuera por primera vez anunciada en 1988, Freddy vs Jason (2003) fue uno de los crossover más esperados del cine de terror gracias a la promesa de reunir a dos de los más versátiles asesinos de la década de los ochenta, cuyo enfrentamiento ya estaba asegurado gracias a la imagen final de Jason Goes to Hell (1993). Finalmente, tras numerosos retrasos y reinvenciones, y después de literalmente decenas de escenarios y posibilidades distintas, fue el director hongkonés Ronny Yu, artífice de esa gran comedia de terror llamada La novia de Chucky (1998), quien se encargaría de llevar a cabo el festival de mamporros entre Freddy y Jason. El resultado, sin embargo, me parece un tanto desigual, algo entre otras cosas predecible desde el momento en que el propio Yu confesó no haber sido nunca un devoto de Viernes 13 (1980) o Pesadilla en Elm Street (1984), y de hecho, nunca había visto ninguna película de dichas sagas.

El argumento es bastante sencillo: en una larga introducción narrada, Freddy nos comenta que está atrapado en el infierno simplemente porque sus víctimas ya no le recuerdan y nadie cree en él, así que decide liberar a Jason Voorhees en Springwood para que desate una masacre entre los adolescentes y así reavivar su leyenda, sin sospechar que luego no será tan fácil deshacerse de su nuevo aliado. De entrada la historia es tremendamente simplona (recuerdo haber leído especulaciones de fans en cuanto al argumento mucho más interesantes) y pasa de aclarar muchas cosas (¿por qué Freddy puede sacar a alguien del infierno pero no puede salir él?), así que es mejor seguir con el asunto y no hacer demasiadas preguntas, ya que después de todo, dudo mucho que el planteamiento de la película pueda ser tomado muy en serio.

Mis recelos tienen otros motivos: uno de mis problemas con la cinta es que, a final de cuentas, el argumento va realmente sobre Freddy y los chicos de la calle Elm. A pesar de ser quien se carga a la mayoría de las víctimas, hay momentos en los que literalmente te olvidas de que Jason está en la película. Otra cosa con la que tengo algunos inconvenientes (y esto independientemente de la ausencia de Kane Hodder) es la visión que tiene Ronny Yu del gigante de la máscara de hockey: el Jason de esta película es bastante distinto al engendro despiadado de la saga de Viernes 13 y se asemeja más al monstruo de Frankenstein, en el sentido de que se nota que Yu espera y desea que el público sienta pena por él. Esto, sumido a momentos de humor bastante forzados (a estas alturas del calendario, los típicos chistes sobre el uso de la marihuana resultan zafios y predecibles), delata a la película como una de las entradas más tontas de ambas sagas (lo que no es poca cosa). Cualquier escena en la que aparecen los protagonistas "humanos" es terrible, no hay nada atractivo en ninguno de estos personajes. La protagonista Monica Keena se pasa toda la película hablando a voz de grito, y el personaje de Kelly Rowland (una de las antiguas integrantes del grupo Destiny's Child) es tan molesto y cargante que no haces sino rezar por su pronta muerte. Y por mucho Jason y Freddy que haya, si ninguno de los chicos protagonistas pinta nada, al final es bien poco lo que se puede sacar de la película.

Por fortuna hay una cosa que casi redime todo el desastre, y es la batalla final entre Jason y Freddy, que ocupa gran parte de la última media hora de la cinta y es a todas luces el punto donde mejor se nota el buen oficio de Ronny Yu. El guión intenta justificar el antagonismo de los dos personajes a través de un curioso juego de contrarios (realidad/sueño, agua/fuego) que en ocasiones chirría un poco y delata cierto desconocimiento del material (cualquier fanático de Viernes 13 sabe que Jason realmente no murió ahogado), pero es algo que fácilmente se puede perdonar al ver como estos dos gigantes del cine de terror literalmente se arrancan la carne en una secuencia acrobática poco menos que genial. Es aquí también donde notamos otro de los elementos que diferencian a esta película de cualquier otra parte de la saga, y es que Ronny Yu asume la lucha entre Freddy y Jason como el enfrentamiento entre dos super-héroes de cómic, y aunque reconozco que no es el acercamiento que me hubiese gustado, en general está logrado de forma muy eficiente y conforma una secuencia que vale la pena.

Al final, sin embargo, dicha pelea no es suficiente para terminar de elevar a Freddy vs Jason. Quizás los quince años que separan el estreno de esta película de su concepción inicial hayan dañado sus auténticas posibilidades, pero ciertamente no es lo que esperaba. Pienso que con ella se perdió la oportunidad de hacer una película que nos remitiera al primer Jason y al primer Freddy, y no a sus banalizaciones cómicas. A pesar de que la pelea final cumple a la perfección con lo que se esperaba de ella, me parece que la historia acerca del por qué dicha lucha se lleva a cabo se la podrían haber currado un poco más. Esta película, en últimas instancias, pasará a la historia como la contenedora de una gran secuencia sumergida en una trama bastante insulsa y banal, incluso para los estándares de dos de las sagas más prolíficas del terror de los ochenta. Con todo y eso, en el momento de su estreno resultó todo un éxito taquillero, tanto que incluso se habló de la posibilidad de una segunda parte. Sin embargo, ahora que tanto Viernes 13 como Pesadilla en Elm Street han tenido sus respectivos remakes, dicha posibilidad se ha esfumado por completo.

viernes, septiembre 11, 2009

Reseña: Grace (2009)

Debido a que se trata de una de las cintas más anticipadas de este año, la mayoría de los que lean esto seguramente ya saben de qué se trata Grace (2009): la historia de una mujer que, tras quedar finalmente embarazada tras numerosos intentos fallidos, tiene un accidente en el que su bebé muere dentro de ella, a pesar de lo cual logra dar a luz y "revivir" misteriosamente a su niña. La causa de la misteriosa reanimación del bebé nunca es explicada, así que la película se centra en la evolución de esta curiosa criatura no-muerta y sus no tan convencionales necesidades alimentarias.

Grace es también una película muy interesante con un tratamiento distinto a lo que normalmente cabría esperar en una historia de terror como esta. A menudo, al hablar de ella, se resaltan los aspectos puramente de impacto y casi nunca se mencionan los para nada sutiles comentarios que la historia hace en cuanto a la obsesión por la "vida" que manifiestan los personajes ya desde el principio; la protagonista, rodeada por completo de un estilo de vida burgués y obsesionada con temas de ecología, naturalismo y filosofía New Age, es presentada al espectador como la antítesis de aquel horror que se desatará más adelante. Es curioso, en este sentido, que muchos de los momentos más interesantes de la película ocurran antes del nacimiento del bebé, cuando podemos apreciar de forma bastante obvia la curiosa mirada que la cinta dedica al carácter irracional y muchas veces obsesivo de la maternidad, representado no sólo en la mujer protagonista sino también en el grandioso personaje de su suegra, uno de los mejores de la película. Como vemos, este es un elenco dominado completamente por mujeres: los personajes masculinos son (nunca mejor dicho) meros accesorios, válidos únicamente en cuanto a su capacidad para materializar en la mujer el rol de Madre. Este aspecto de la cinta me pareció uno de sus mayores aciertos y uno de los elementos más interesantes del guión.

Una vez que nace el bebé, sin embargo, la película se convierte en algo mucho más convencional y, hay que decirlo, un tanto repetitivo. Quiero decir, un vez que está establecido qué es lo que necesita la pequeña para alimentarse y cual es su verdadera naturaleza, la cinta no hace sino machacar una y otra vez la misma idea. Al parecer, el guionista y director Paul Solet se da cuenta de que, si bien la premisa de la película es singularmente atractiva, es también lo único que tiene a su favor y no le queda más remedio que poner al espectador una y otra vez ante situaciones que ya le ha contado.

Esto se explica muy fácilmente una vez que nos enteramos, gracias a la ficha de la película en IMDB, que Grace es en realidad la adaptación a formato largo de un cortometraje de seis minutos que el mismo Paul Solet había estrenado tres años atrás. Y es que ese es precisamente el problema: pienso que el concepto de la película, si bien atractivo, no da para noventa minutos, y en general se siente bastante estirado para alcanzar el tiempo mínimo de un largometraje. Con todo y eso, es una película curiosa que se caracteriza por tener un tono bastante oscuro y cruel para con sus personajes, aparte de que el ambiente creado por Solet y la evolución que muestra desde ese entorno aséptico y luminoso del New Age a la tétrica y sucia atmósfera que impregna el último acto de la cinta es encomiable.

Al final, Grace es un trabajo muy recomendable, quizás más por lo que quiere decir que por sus virtudes como película. A pesar de todo esto, el corto epílogo de la historia parece ser un saludo respetuoso al estilo desenfadado de los antiguos tebeos de terror, algo que, si bien resulta un tanto inverosímil, al menos es coherente con el retrato demoníaco de la maternidad que Paul Solet intenta hacer.

miércoles, septiembre 09, 2009

Reseña: My Bloody Valentine (1981)

Debido al hecho de que crecí durante los años ochenta, es lógico que sienta un afecto nostálgico hacia varios de los slashers que aparecieron entonces bajo la gigantesca sombra de Halloween (1978) y su hijo bastardo, Viernes 13 (1980). Sin embargo, cuando se observa dicho fenómeno con cierta perspectiva, es inevitable darse cuenta de que la mayoría de estas producciones no pasaban de ser meros clones mal diseñados del primer gran éxito de John Carpenter; el sub-género de asesinos misteriosos trajo en general películas bastante pobres que muy a menudo se valían de recursos muy baratos que hoy en día serían imperdonables. Más allá del efecto puramente nostálgico, si alguna de estas películas es recordada hoy en día es (o al menos debería ser) por tener algo especial. La cinta canadiense My Bloody Valentine (1981) es uno de esos ejemplos de slashers eficientes, no tan nefastos como la mayoría y con un par de cosas a su favor.

La cinta participa del ya hoy famoso recurso de ambientar las matanzas del asesino en una festividad específica (en este caso el Día de San Valentín) y su desarrollo es bastante arquetípico, si bien con algunas ligeras diferencias. La película, para empezar, desecha el acostumbrado rollo adolescente para incluir un elenco de jóvenes adultos pueblerinos en un ambiente bastante logrado. Los integrantes del elenco realmente se sienten como gente de pueblo, y para variar la película está dotada de un argumento interesante y no es simplemente una concatenación de escenas violentas entrelazadas con diálogos. Realmente hay una historia detrás de lo que ocurre y es algo que se agradece. Al igual que en la mayoría de estas películas, casi todas las muertes ocurren en una misma noche, cuando el silente asesino vestido de minero y con pica al hombro se dedica a despachar a todos aquellos que cometen el error de celebrar el día de los enamorados. Los personajes (cosa rara en este tipo de producciones) son agradables y tienen un carisma más allá de servir de mero pasto para las apetencias sangrientas del público. El clímax transcurrido en la mina está muy bien realizado, y es de hecho una de las mejores secuencias de la película al mantenerse dentro de los límites de lo verosímil: aquí los personajes no se enfrentan al asesino más que lo estrictamente necesario para poder huir. La revelación final, si bien un tanto predecible y tirada de los pelos, es al menos lo suficientemente discreta para no chirriar demasiado, y la película incluso se permite el lujo de dejar abierta la posibilidad de una continuación que por supuesto nunca llegó.

Su principal inconveniente, sin embargo, tiene que ver con un problema común en la mayoría de estos productos durante dicha década, y es que el sistema de censura realizó severos cortes a la película omitiendo la mayoría de las escenas de violencia que mostraban, entre otras cosas, el sobresaliente trabajo del creador de efectos especiales Tom Hoerber, sin los cuales la cinta pierde gran parte de su fuerza y se convierte en un ejemplar un tanto blandengue. De haber lanzado la película tal como se había realizado, hubiese tenido un impacto mucho mayor y sería recordada hoy en día como un clásico entre los relatos de carniceros de esta década en particular.

Por fortuna, el reciente remake en 3-D que se ha hecho de esta película trajo la feliz consecuencia de que Lionsgate adquiriera los derechos de la original y sacara una edición "Unrated" en la que recupera todas las grandes escenas gore que originalmente tuvieron que ser eliminadas para su lanzamiento. Esta edición, en el caso de que podáis haceros con ella, es absolutamente recomendable y eleva My Bloody Valentine a la categoría de uno de los pocos slashers ochenteros fuera de las sagas más populares (es decir, aquellas con máscara de hockey o guante de cuchillas) que realmente valen la pena.

martes, septiembre 08, 2009

El país del mes que viene

Normalmente no suelo utilizar esta bitácora para recomendar libros, pero de vez en cuando me veo obligado a hacer una excepción. El motivo actual es que recientemente ha pasado por mis manos el libro de Ray Bradbury The October Country, traducido en España como El país de octubre, una recopilación de cuentos macabros del autor de Crónicas Marcianas y Farenheit 451. Sé muy bien que Bradbury es un autor que no necesita que se le recomiende, pero aún así no puedo dejar de mencionarlo, no sólo por el sencillo hecho de haber disfrutado de todos y cada uno de los veinte relatos que componen el libro, sino que también me sirve como excusa para traer a colación la obra de un autor que con el tiempo ha conseguido la nada difícil tarea de trascender su calificativo inicial de escritor "popular" y al que yo, personalmente, considero mucho mejor cuentista que novelista, por mucho que su famosa obra distópica sea siempre la más citada a la hora de calificar su aportación a la literatura fantástica.
Si tuviese que elegir un cuadro de honor de los cuentos de El país de octubre, estos serían "El siguiente en la fila", "El pequeño asesino", "La guadaña" y "La maravillosa muerte de Dudley Stone". Los dos primeros son indudablemente los más macabros y los que mejor podrían enmarcarse dentro del género de terror, y en particular "El pequeño asesino", que cuenta la historia de una mujer obsesionada con la idea de que su recién nacido hijo conspira para matarla, destaca por la lograda atmósfera y la inquietante narración que consigue con lo que en el fondo es un argumento sencillo. Es también uno de esos relatos que muestran la marcada influencia que Bradbury ejercería en famosos escritores de terror de décadas posteriores como Stephen King.
Por pura casualidad, ese cuento lo leí mientras hacía cola para ver Grace (2009) en el Fantasy Filmfest. Todavía me pregunto si este hecho habrá influido en mi valoración final de dicha película.

viernes, septiembre 04, 2009

Reseña: Historias de terror (1962)

Firmes en nuestra intención de revisar todas y cada una de las Poe-movies de Roger Corman, llegamos a la cuarta de ellas, titulada Historias de terror (1962), la cual marca la reconciliación de Corman con la American International Pictures, permitiendo así el regreso de Richard Matheson como guionista y Vincent Price en el papel protagónico. A diferencia de las anteriores entradas, esta cuarta película de la saga cormaniana de Poe consta de tres historias diferentes e independientes entre sí, inspiradas en otros tantos cuentos del autor pero, en la misma línea de sus antecesoras, tomándose amplias libertades a la hora de llevar a cabo su adaptación.

Tales libertades son bastante evidentes desde el primer segmento, Morella, el más corto de los tres pero también el más impactante a nivel de atmósfera y el que más fielmente continúa el modelo gótico de las cintas anteriores. Con apenas un par de personajes y una magnífica ambientación representada en el irreal escenario de una mansión completamente cubierta de telarañas, el trío Corman/Matheson/Price revisita los viejos temas de Poe de la soledad y el deseo de la muerte, así como la figura del esposo atormentado por la pérdida de su mujer y la ya icónica figura de la amante exhumada. El argumento no solamente adapta el cuento al que se refiere sino que también mezcla elementos de otros relatos del autor para ofrecer una historia de fantasmas completamente minimalista que contrasta con los otros segmentos que le siguen.

El segundo bloque de esta antología es El gato negro, uno de los relatos más populares de Poe y también uno de los que ha sido adaptado en más ocasiones. Quizás teniendo esto en cuenta, el guión de Richard Matheson reconvierte el febril y delirante cuento original en una pieza de comedia mezclada con otros relatos, en la que la atención se centra no en elementos terroríficos sino en el mano a mano interpretativo entre Vincent Price (que cede aquí el protagonismo) y otra leyenda del cine de terror como Peter Lorre, que para entonces ya se acercaba al final de su carrera. Tanto Price como Lorre abordan sus personajes desde un tono farsesco y bufón que puede molestar un tanto a aquellos espectadores que busquen encontrarse con una historia de terror al uso, pero que en esta ocasión está muy bien logrado tanto en la actuación de los dos protagonistas (impagables los amaneramientos de Vincent Price como un erudito catador de vinos) como en la explotación cómica de los excesos del alcohol. Olvidaos de escenas como la del hombre arrancando el ojo al gato porque nada de eso encontraréis aquí; esto se trata ante todo de una comedia en la que ningún momento, por escabroso que sea, está alejado del objetivo de la sátira, ni siquiera dos fantasmas jugando a la pelota con una cabeza humana.

El tercer y último relato es El caso del señor Valdemar, el cual reúne también a Vincent Price con otra luminaria del cine de miedo en sus últimos años como Basil Rathbone. Como ya viene siendo constumbre, esta adaptación se toma una gran libertad con respecto al argumento original introduciendo un conflicto que estaba ausente en el relato de Poe pero que aquí es perfectamente coherente con la temática de maldad acostumbrada por Corman en este ciclo. El segmento es al mismo tiempo diferente en cuanto a su estética brillante y colorista, en marcado contraste con la oscuridad de los segmentos anteriores. La trama de los jóvenes enamorados es un tanto insulsa y de folletín, pero Rathbone lo compensa haciendo, como de costumbre, un gran villano cuya maligna presencia es capaz de hilar toda la trama y llevarla hasta un final que poco tiene que ver con Poe y más con los cómics de horror de la EC, pero que aún así no deja de ser efectivo. En general se puede decir que de no ser por este trío de intérpretes (Price, Lorre y Rathbone), Historias de terror no hubiera pasado de ser una película menor dentro de este ciclo de Roger Corman, pero su presencia hace que la cinta pase de ser meramente eficiente a convertirse en algo a destacar. Las Poe-movies de Corman puede que no hayan sido fieles adaptaciones de la obra del autor americano, pero no se me ocurre mejor homenaje.

miércoles, septiembre 02, 2009

Reseña: The Grudge 3 (2009)

Séptima cinta de una de las más famosas sagas del fantaterror japonés actual, The Grudge 3 (2009) es la continuación de su vertiente americana, la primera de ellas sin contraparte japonesa, y la primera de la saga The Grudge que no está dirigida por su creador y máximo responsable, Takashi Shimizu. Se trata de una secuela directa a vídeo que continúa casi en el mismo punto en que terminó la segunda película de la saga americana (de hecho, es necesario haberla visto para poder entender de qué va toda la cosa), con la maldición de Toshio y Kayako cruzando el océano Pacífico y extendiéndose por un antiguo edificio de apartamentos en la ciudad americana de Chicago, algo que ya se exploraba en la entrega anterior y que aquí se convierte en el centro de la trama.

De entrada hay que decir que la película es mucho más básica y convencional que todas sus antecesoras, algo que se nota en el hecho de que es la única de la saga que está narrada de forma lineal, con todos sus eventos narrados en perfecto orden cronológico. Asimismo, la ausencia de su director original, que imprimía su particular estilo a un argumento que en el fondo no dejaba de ser extremadamente sencillo, se nota bastante, para desgracia del espectador. La película tiene una pinta bastante genérica, y al transcurrir prácticamente todo el metraje dentro del mismo escenario, tenemos constantemente la sensación de estar ante algo que hemos visto no seis, sino cientos de veces, incluyendo el mismo grupo de tontos incrédulos que llevan escrita sobre la frente su condición de pasto para los cabreados fantasmas nipones. Numerosas escenas, asimismo, no tienen el más mínimo sentido, y la trama constantemente está forzando su camino hacia más momentos de miedo que intentan emular las características más notables de las dos primeras entregas, pero de forma superficial y explotativa, para colmo con unos recursos bastante baratos entre los cuales no puede faltar gente que, de forma muy natural, se adentra en una habitación a oscuras únicamente porque escuchó un ruido extraño.

Otra cosa que me desagradó bastante al ver esta nueva secuela es que la estética es, incluso para los estándares del directo-a-DVD, demasiado plana y pobre, exageradamente artificial y por debajo en cuanto a calidad a todas las demás entregas, incluyendo los telefilmes japoneses originales. Esta artificialidad no sólo choca con la estética de las dos entregas anteriores sino que además deja bastante en evidencia graves carencias técnicas como el maquillaje de los fantasmas. En cuanto a estos, los nuevos actores que los interpretan no me convencieron para nada. La primera vez que vemos al nuevo Toshio, por ejemplo, parece que estamos viendo a un adolescente de al menos catorce años, y uno de los personajes ni siquiera parece extrañarse ante el hecho de estar viendo un niño azul (!). La dirección también se nota desganada en todo momento, y son numerosas las ocasiones en que nos damos cuenta de escenas con un gran potencial para el miedo que se desaprovechan por el simple hecho de usar un ángulo convencional y una luz genérica bastante habitual en la mayoría de estos productos.

Con todo y eso, lo más terrible que podemos decir de The Grudge 3 es que es una película tremendamente mediocre. Tampoco nos engañemos: si algo hemos aprendido en el último par de años es que estas secuelas tardías producidas para formato casero suelen ser baratas, carentes de todo tipo de inspiración o imaginación, y destinadas únicamente a ser trampas caza-bobos en las que el estudio reduce los costes de producción al mínimo para vampirizar el buen nombre de otra(s) cinta(s). The Grudge 3 no es el peor de estos sub-productos, pero sigue siendo parte del mismo pozo negro de mediocridad del cual sólo es rescatable, en la opinión del que esto escribe, el Wrong Turn 2 (2007) de Joe Lynch. Esta de la que hablamos ahora no. Una lástima.