Sonámbulos (1992) fue la primera de una larga serie de colaboraciones entre el escritor Stephen King y el director Mick Garris. Dentro de la obra y los estándares de este último, se cuenta quizás entre sus trabajos más interesantes, aunque lo es más por las ideas que plantea que por su ejecución, que no deja de estar plagada de la medianía que por lo general le caracteriza. El guión, escrito por el propio King, no está basado en ninguno de sus trabajos, aunque presenta varias de sus constantes temáticas como el incesto, la reverencia a la Madre, los horrores ocultos bajo la amigable fachada de los pueblos pequeños y su fascinación macabra con los gatos, quienes aquí tienen un protagonismo muy marcado.
La película, hasta cierto punto, hace una pareja perfecta con Razas de noche (1990), de Clive Barker, estrenada dos años antes. Ambas son películas de monstruos narradas desde el punto de vista de los monstruos, específicamente una pareja de criaturas de aspecto felino, madre e hijo, que viajan de pueblo en pueblo haciéndose pasar por humanos para devorar jovencitas vírgenes. Aparte de una relación dominante de la madre hacia el hijo que incluye muestras nada disimuladas de incesto (aspecto como decíamos arriba habitual en la obra de King pero sorprendente en una película tan marcadamente mainstream como esta), los dos monstruos viven marcados por la constante persecución que sufren por parte de sus archienemigos los gatos, cuyo contacto es para ellos mortal.
Primero lo positivo: el guión ciertamente tiene ideas buenas, y es muy acertado ese tono de melancolía constante que hace que el público, a pesar de que nunca llega a ponerse del lado de los monstruos, sienta al menos pena por ellos. Muy buena resulta también la idea central acerca de la soledad de dos criaturas que creen ser las últimas de su especie y por lo tanto sólo se tienen la una a la otra. Detalles como este son los que la acercan a la película antes citada de Clive Barker, si bien carece del fascinante imaginario visual de esta. La estética, de hecho, es bastante convencional, los efectos especiales son a menudo sonrojantes (una de las lecciones que dejaron los años noventa es que el morphing casi nunca queda bien) y la verdadera apariencia de las criaturas, a decir verdad, no convence mucho por lo aparatoso de los trajes de látex en que están enfundados los actores.
En definitiva, una buena idea dañada por una ejecución que pudo dar mucho más de sí, algo habitual por otro lado en la obra de Mick Garris. Sin embargo, no es suya toda la culpa, ya que gran parte de la ineficacia de la película está en el guión del propio Stephen King, quien se muestra sumamente autocomplaciente en el desenlace de una historia que no sabe cerrar más allá de una muy burda y predecible confrontación final, que encima dinamita algunas de sus mejores ideas. Aún así (y esto me cuesta decirlo), el argumento de Sonámbulos es lo suficientemente bueno como para justificar que alguien le haga un remake un día de estos.
La verdad es que los efectos cantan un monton en ciertos puntos, pero la musica, las actuaciones y el tono general logran encumbrarla por encima de otras obras de terror de los 90 y por supuesto, de otros filmes de Garris.
ResponderEliminarHola Hombre Lobo! Estas nominado para hacer un jueguito, te espero en mi blog. Saludos!
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