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viernes, marzo 30, 2018

Reseña: Carnage Park (2016)

Aquellos que sean amantes del horror físico están de suerte, porque en lo que se refiere a este subgénero Carnage Park (2016) es probablemente uno de los trabajos más interesantes que se pueden encontrar por allí. La he vuelto a ver recientemente y me reafirmo en mi opinión inicial: lo que en un principio parece ser otro survival horror ambientado en el desierto americano (con La matanza de Texas (1974) y Las colinas tienen ojos (1977) como obvios y principales referentes) se convierte de repente en una de las cintas más intensas que he visto en los últimos años. Es una muy buena película que se libera pronto de sus influencias y logra una tensión y un ritmo envidiables con apenas un par de personajes y una ambientación muy bien aprovechada.

Escrita y dirigida por Mickey Keating, joven promesa de la escuela de Larry Fessenden (quien por cierto parece estarse dedicando en los últimos años a aparecer como actor en varias de estas películas de terror de bajo presupuesto), Carnage Park recuerda al principio a una cinta de Tarantino en el sentido de que durante los primeros minutos parece un trabajo distinto, centrándose en la figura de una pareja de asaltantes de bancos en fuga de la justicia que toman como rehén a una chica y que sin quererlo entran en el coto de caza de un psicópata armado hasta los dientes. A partir de este momento la historia toma un giro radical y se convierte en un juego de gato y ratón en el que la joven (intepretada por Ashley Bell, a quien probablemente recordaréis por la excelente El último exorcismo (2010) y su no tan impresionante secuela) debe buscar la forma de escapar del parque y del asesino. 

Pero lo que en otras manos quizás habría sido otra repetitiva muestra de violencia y muertes sin sentido, aquí se convierte en algo muy especial. De hecho, uno de los principales aciertos de la película es que despacha a los asaltantes prácticamente desde el principio y convierte a la trama en una única persecución entre la chica y el villano, el cual para variar está dotado de una personalidad propia y no es sólo una sombra anónima. Pero el hecho de estar enfocada prácticamente por completo en dos personajes no la hace lenta ni aburrida sino todo lo contrario: es una cinta muy intensa y violenta, con una atmósfera calurosa, abierta y asfixiante que se va haciendo cada vez más angustiosa hasta desembocar en unos últimos veinte minutos demenciales de los mejores que he visto en mucho tiempo. 

Recuerdo que cuando la vi inicialmente hace casi dos años, pensé que esta era una película que requería de un tipo de público muy específico que supiese apreciar su truculencia y su reverencia hacia cierto tipo de cine de horror que no es tan común aparte de los primeros trabajos de Rob Zombie. Esto queda evidenciado además por esa estética típicamente setentera revitalizada hace ya más de una década, no sólo por Zombie sino también por trabajos como Grindhouse (2007), de la cual esta película podría perfectamente ser una continuación. Todavía en cierto sentido considero que requiere de un público especial, pero lo cierto es que Carnage Park es toda una sorpresa que se alza por encima de sus modestos recursos y acierta en prácticamente todo lo que se propone. Insisto una vez más: aquellos que sean amantes del horror físico sin duda alguna la van a disfrutar.

lunes, marzo 26, 2018

Reseña: The Collection (2012)

Tras la fantástica The Collector (2009), estaba claro que una secuela no podía hacerse esperar, y poco tiempo después ya teníamos esta continuación nuevamente escrita y dirigida por el mismo equipo de la original, lo cual en un principio sólo podía augurar cosas buenas. Con ella, Patrick Felton y Marcus Dunstan intentan subir su apuesta inicial, y aunque terminan evidenciado una vez más el hecho de que la primera surgió de aquella precuela de Saw (2004) nunca realiazada, la verdadera pena es que The Collection (2012) toma el camino fácil de las continuaciones al tratar de hacer de la segunda parte una copia de la primera película sólo que llevando todo a más. El resultado no es del todo malo, pero resulta tremendamente convencional y muy decepcionante teniendo en cuenta lo buena que fue la primera.

Esta segunda película parte, a decir verdad, de la misma idea con la que continuó la saga de Jigsaw, abriendo la historia con una secuencia saldada con una cantidad brutal de cadáberes y abandonado la sencillez de su premisa inicial por lo que aquí llamamos la "secuela-tipo-Aliens": en esta ocasión, un equipo de mercenarios se enfrenta al asesino en su guarida llena de trampas mortales y a pesar de su ventaja numérica y su superior armamento, van muriendo uno a uno. Esta idea, aparte de ser poco original y haber sido empleada en multitud de secuelas desde hace mucho tiempo, termina sacrificando el realismo minimalista de la primera entrega en beneficio de secuencias de acción muy poco agraciadas y que parecen por momentos salidas de una oscura película de superhéroes debido al estrafalario diseño de la guarida del villano. 

No todo falla, eso sí: al tener a Felton y Dunstan al mando la película cuenta con algunas escenas de violencia muy creativas que intentan contrarrestar un poco esa fotografía digital nítida y brillante que domina todo en claro contraste con la oscuridad de la original, aunque si algo debo agradecer es el regreso del actor Josh Stewart, quien repite como protagonista y cuya presencia se siente como una pequeña victoria para quienes odiamos la manera tan nihilista como terminó la primera entrega. Al menos la identidad del asesino continua siendo un misterio y a pesar de todo el sacrilegio la cinta se encarga de dejarlo todo cerrado al final garantizando así que esta potencial saga termine antes de empezar.

Si os gustó The Collector y sois seguidores del horror físico y los slasher modernos, esta segunda parte quizás os parezca como a mi entretenida y hasta simpática. Sin duda es mucho mejor que la mayoría de estas continuaciones baratas que suelen pasar casi siempre a formato doméstico, pero por otro lado es tan claramente inferior a su predecesora que no puedo evitar sentirme algo frustrado con cómo han dejado atrás sus elementos más interesantes. No ha estado mal, pero esperaba más. 

miércoles, marzo 21, 2018

Reseña: 31 (2016)

31 (2016) es, para bien y para mal, la obra maestra de Rob Zombie en el sentido de que es aquella en la que su estilo está más evidenciado y que plasma como ninguna otra las obsesiones de su imaginario personal y aquello que lo hizo famoso como cineasta en su mejor momento. Por otro lado, es también su película más predecible y una en la que el director de Los renegados del diablo (2005) parece querer darle a su público lo que siempre se ha esperado de él. La mención a su película más famosa no es arbitraria ya que esta de la que hablamos hoy repite muchos de sus elementos más conocidos y es, en muchos sentidos, una especie de secuela espiritual que traza una línea perfecta no sólo con las obras del principio de su carrera, sino también con la tradición del género de torturas y violencia en pantalla que llegó a su punto máximo durante la década de los dosmil.

Esto último lo digo sobre todo por la estructura del argumento, en el que Zombie enfrenta a un grupo de feriantes a una especie de juego en el que son encerrados en un laberíntico parque industrial y perseguidos por asesinos de temática circense. El muy sencillo arco argumental emparenta a la cinta, como ya hemos dicho, con la obra anterior de Zombie y sus influencias setenteras (la película está ambientada en 1976) pero también con la estructura lúdica de Saw (2004) y sus secuelas. De hecho, es bien sabido que 31 estuvo un largo tiempo en producción y que fue una cinta con la que Rob Zombie intentó construir una saga propia que originalmente estaba destinada a tener varias continuaciones al mejor estilo de los slashers en los que se inspiraba. Asimismo, la gran cantidad de cameos de sus obras anteriores y la repetición de varios de sus elementos estéticos más conocidos (lenguaje crudo, el rock de los setenta, el ambiente rural y los payasos asesinos) demuestran que esta era una película grande hecha para seducir a un público que había quedado un poco desencantado con su obra anterior, mucho menos accesible.

El resultado ha sido un tanto desigual, ya que si bien todos estos elementos están llevados a cabo de manera muy eficiente incluso corrigiendo graves errores del pasado como el empleo de aquella terrible sangre CGI de Los renegados del diablo, uno siente que el conjunto no termina de tener su puesto en el cine de terror actual; tanto el tono como la temática de 31 son cosas que habrían funcionado muy bien hace diez años, pero en el contexto de hoy en día, cuando el subgénero de torturas ha quedado más que muerto y el horror físico explícito se encuentra de retirada tras su sobreexposición en los dosmil, una cinta como esta es una rareza un tanto desfasada que necesitará de un público muy particular. Esto por sí solo no me importaría si no sintiese que con ello Zombie se aleja de obras más arriesgadas y (para mí, al menos), más interesantes como Halloween 2 (2009) o The Lords of Salem (2012), con las que su cine estaba yendo por nuevos derroteros que aquí parecen ser un tanto ignorados en beneficio del espectáculo grotesco que parece que quiere dar.

Con esto no quiero decir que 31 sea insalvable; es imposible no sentirse atraido por algunas de sus delirantes secuencias, y aunque el inicio es un tanto lento y aburrido, mejora muchísimo una vez entramos en el juego y se desatan no sólo el horror sino también unas sobresalientes actuaciones como la de una espectacular Meg Foster (grandiosa sin duda) y un enorme Richard Brake que se roba cada escena en la que aparece y es, con toda seguridad, el mejor villano de todo el cine de Rob Zombie hasta la fecha. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que esta cinta representa un paso atrás en la filmografía de uno de los directores de terror más interesantes de tiempos recientes, y cabría esperar que su fracaso taquillero impulsara a Zombie a retomar su lado más arriesgado, aunque el anuncio reciente de la verdadera secuela de Los renegados del diablo parece decir lo contrario. 

viernes, marzo 16, 2018

Reseña: Ghostland (2018)

Tras seis años de ausencia en las carteleras, Pascal Laugier regresa con Ghostland (2018), su cuarta película de terror y una que parece cerrar un ciclo temático que el director francés nos ha mostrado prácticamente desde el principio de su carrera. A pesar de que repite muchos de aquellos elementos que le hicieron famoso y de que la película se percibe en varios sentidos como una resaca de su paso por Hollywood, esta producción franco-canadiense es con toda seguridad uno de sus mejores trabajos y una prueba de que el director de Martyrs (2008) sigue siendo quizás el más consistentemente interesante de todos los cineastas salidos de aquella fiebre por el terror francés que llegó a su punto máximo hace una década. Precisamente diez años han pasado desde el estreno de su cinta más famosa, y se ve que ha aprovechado ese tiempo.

Es poco lo que se puede decir del argumento sin revelar detalles importantes, así que sólo puedo hablar de los puntos generales: invasión domiciliaria, tragedias familiares y, como viene ocurriendo por lo general en las películas de este director, una joven y decidida protagonista femenina que se enfrenta a un horror bajo la forma de una violencia terrible y en apariencia arbitraria. Al igual que ocurre en el resto de cintas de Laugier, hay un giro sorpresa en el argumento que redimensiona todo ante nuestros ojos pero que se da en la mitad de la película y no al final como normalmente ocurre. Es precisamente esa revelación (que por supuesto no vamos a revelar) la que da pie a los temas de la cinta acerca de las ocasionales trampas de la ficción, así como en subtexto del amor entre dos hermanas y la forma como se enfrentan a sus terribles adversarios. Todo esto narrado con un nivel de agresividad y violencia en ocasiones incómodo y agobiante por su insensata repetición y brutalidad, algo que fuera habitual en ese cine de terror francés de mediados y finales de la década pasada pero que estaba un poco abandonado en los últimos años. 

A pesar de que algunos elementos cantan a bajo presupuesto (principalmente sus titulos de crédito iniciales) la película tiene una estética y producción magistrales con esa enorme y vieja casa llena de muñecos antiguos que le da una apariencia de terror de feria. En realidad esta estética consituye uno de sus principales atractivos y convierte a esta en una película visualmente hermosa a pesar de que todo lo que ocurre es terriblemente desagradable. Pero por otro lado, es precisamente ese nivel de violencia lo que nos hace empatizar con las protagonistas y su situación aunque, a diferencia de lo que ocurría en Martyrs, no estamos aquí ante una película de terror nihilista sino todo lo contrario: en esta ocasión Pascal Laugier le reserva al público al menos la posibilidad de obtener satisfacción emocional. No puedo ahondar en ello sin spoilers, pero digamos que llegó un momento cerca del desenlace en el que pensé que la película iba a terminar en un tono particularmente sombrío para luego sorprenderme con su resolución. Ha sido precisamente eso lo que terminó de convencerme.

Brutal, ofensiva, cruel para con sus personajes y totalmente desprovista de condescendencia para con su público a pesar de que echa mano de varios estereotipos del cine de terror, Ghostland es no sólo una de las mejores cintas de Pascal Laugier hasta la fecha sino también uno de los trabajos más sobresalientes que he visto este año. Recomendadísima sin lugar a dudas.

miércoles, febrero 07, 2018

Reseña: Jigsaw (2017)

A pesar de que no lo hubiese anticipado por mi reacción inicial, lo cierto es que termine esperando con muchas ganas este tardío regreso de Saw a las carteleras, teniendo siempre en cuenta por supuesto el hecho de que mis expectativas estaban muy bajas. Lo esperaba entre otras cosas porque el estreno de Jigsaw (2017), octava parte de la saga y la única sin un numeral romano que evidencie su condición de secuela, es una película que dudo mucho alguien haya estado pidiendo realmente, pero en nuestra época tan dispuesta a revivir el pasado nostálgico así sea a corto plazo, el regreso de la franquicia que más marcó el terror mainstream durante la década de los dosmil era algo en cierta forma inevitable. 

Lo cierto también es que el experimento no me ha dejado del todo insatisfecho. A pesar de todos sus problemas, de los innegables prejuicios que sentía de entrada y pese a no ser una gran película ni mucho menos, Jigsaw (o Saw 8, como la queráis llamar) sigue siendo al menos más interesante que la atroz última entrega de la saga original, la cual recordemos parecía hecha casi por compromiso y sin nada del ímpetu y creatividad de las primeras entregas. Con todo, esos siete años no han pasado en balde, y esta octava encarnación de los crímenes de Jigsaw rompe en gran medida su continuidad con las entregas anteriores al centrarse esta vez en nuevos personajes, un nuevo grupo de policías y forenses que descubren, varios años después de la muerte de John Kramer y sus aprendices, que alguien parece estar copiando los crímenes de Jigsaw y proponiendo un nuevo juego lleno de trampas y conspiraciones en el que los protagonistas se verán metidos hasta el cuello.

Llegados a este punto está claro qué es lo que podemos esperar de la película, sobre todo teniendo en cuenta que sus secuelas anteriores fueron poniéndose cada vez más absurdas desde que sus creadores James Wan y Leigh Wahnnell abandonaron el barco después de la tercera entrega. Lo que quiero decir es que dudo mucho que alguien se haya acercado a Jigsaw esperando una historia interesante o unas complejas actuaciones. Por el contrario, la verdadera atracción de esta nueva aventura de Saw está en sus aspectos más superficiales: cuáles serán las nuevas trampas, cómo serán los ya habituales finales sorpresas y piruetas narrativas del desenlace, y sobre todo cómo se las ingeniará la gente de Lionsgate para conseguir colar una vez más a Tobin Bell como Jigsaw a pesar de que su personaje lleva muerto más de una década. En ese sentido no decepciona, y aunque las trampas y los giros sorpresa no son tan ingeniosos como en otras entregas, lo son lo suficiente como para perdonar al menos parcialmente una estética considerablemente más barata y convencional (atrás quedaron los cortes vertiginosos de Darren Lynn Bousman), un elenco de desconocidos actores de saldo, y una trama tan absurda que sólo se puede aceptar si se admite que no está hecha para engañar a los personajes sino al público. Lo único que sigue teniendo la misma fuerza de las anteriores es la como siempre grandiosa presencia de Tobin Bell, que ha hecho suyo el personaje de Jigsaw y lo ha convertido por derecho propio en el papel de su carrera y un auténtico icono del terror de los últimos años.

Entré a esta película con pocas esperanzas de que me gustara y sin embargo me ha dado todo lo que le pedía. Paladares más exquisitos y exigentes puede que no le perdonen sus fallos y que hasta la encuentren como una parodia involuntaria de sí misma, y reconozco que yo mismo en otra época lo habría visto así. Pero por otro lado hay que aplaudirle a Saw esta consistencia como saga de terror y esta desvergüenza absoluta que le permite reciclar sus propias ideas hasta lo imposible sin rendirse jamás a salidas descabelladas como las que han tenido otras sagas más longevas. Sus fanáticos y seguidores se lo van a pasar bien aunque no sea ni de lejos la mejor. Dudo mucho aún así que vaya a tener alguna continuidad porque los resultados fueron más bien modestos en cuanto a éxito, cosa por otro lado comprensible ya que la saga pertenece a un estilo de cine de terror que parece haber sido ya superado, pero si por algún motivo deciden hacer más, ahí me tendrán seguro.

jueves, diciembre 24, 2015

Reseña: Black Christmas (2006)

Estrenada precisamente el día de Navidad hace ya nueve años, Black Christmas (2006) viene a cerrar nuestra trilogía dedicada a las fiestas decembrinas, con mucho retraso ya que la vimos por primera vez en el momento de su estreno y nunca hasta ahora habíamos tenido la voluntad de reseñarla. Su llegada fue en un momento en el que el género de terror estaba pasando por el clímax de su fiebre de remakes y nuevas versiones, aunque considero que la mayor parte de su público no conocía el clásico de Bob Clark de 1974 en el que se basa (de hecho creo recordar que dicha conexión nunca se mencionó durante su estreno en España). Tampoco es un problema en realidad ya que esta es una cinta que apenas emplea a la original como excusa y es por lo tanto un trabajo muy distinto con sus propias intenciones tanto temáticas como estéticas. El principal motivo por el que la he vuelto a ver es mi interés por su director, Glen Morgan, veterano de Los expedientes X y un guionista muy interesante que tuvo una importante presencia en el terror de la década pasada pero que sólo tiene dos cintas en su haber como director, ambos remakes: Willard (2004) y esta que tenemos hoy. Ambos trabajos de Morgan son menos convencionales de lo que en un principio parece, y aunque su apreciación puede dividir a la mayor parte del público, son películas que vale la pena ver.

La versión 2006 de Black Christmas destaca de entre la ola de trabajos similares porque Morgan lleva a su criatura hasta el extremo de lo grotesco ofreciéndonos lo opuesto a lo que en su momento nos dio la original: si la cinta de Bob Clark era interesante precisamente por su condición de proto-slasher, lo ambiguo de su trama y los muchos cabos sueltos que dejaba su resolución, esta es en cambio un producto explícito en su violencia, cruel para con sus personajes y que abraza su condición de cine carnicero revelando desde el principio la identidad del asesino a través de una escabrosa historia previa que contrasta de forma radical con el ambiente navideño de su trama principal. Por supuesto se mantiene el elenco joven y la estructura típica de chicas universitarias enfrentadas a un asesino misterioso, pero esta vez todo está resaltado a lo bestia, dándonos una película mucho más violenta que la original hasta el punto de que en ocasiones se hace difícil de tomar en serio.

Esto último quizás sea el punto clave porque lo cierto es que ese nivel de violencia es probablemente el principal atractivo de la película pero también algo que dificultó su mercadeo a lo que hubiese sido su público ideal, que no era otro que el consumidor de terror adolescente que todavía insuflaba al género slasher algo de vida. Aparte, y tras haberla visto de nuevo, considero que la película no aporta realmente nada nuevo ni en cuanto a lo que había hecho Bob Clark ni al cine de asesinos en general. Al igual que Willard dos años antes, este remake de Black Christmas fue un rotundo fracaso tanto de taquilla como de crítica que acabó prematuramente con la carrera de Morgan como director, ya que nunca volvió a dirigir un largometraje y sólo recientemente ha vuelto a la televisión gracias al resurgimiento de Los expedientes X

Sabiendo esto, estoy aquí en un punto medio: personalmente esta cinta forma parte de un estilo de horror que ya no me interesa, pero por otro lado la dirección de Morgan y lo divertido del elenco la hacen al menos una película interesante, e incluso aquellos que se hayan sentido decepcionados con la ambigüedad de la original pueden encontrar cosas positivas en ella. Y como promete su título, es realmente navideña y el tema de las fiestas de diciembre está resaltado de forma muy obvia, por lo que se hace perfecta para esta época.

miércoles, diciembre 23, 2015

Reseña: Silent Night (2012)

La segunda película de nuestra tríada de terror navideño de este año no trae tan buenos resultados. Fue también una a la que en su momento no le presté mucha atención ya que no escuché o leí casi nada sobre ella, ni bueno ni malo. Hablo por supuesto de Silent Night (2012), autoproclamado remake del famoso slasher Silent Night, Deadly Night (1984) que popularizó el arquetipo del Papá Noel asesino a principios de los ochenta. Tal como sospechaba después de haber visto el avance hace un par de años, esta nueva película es en realidad no tanto un remake sino un reinicio de la saga, ya que la trama es completamente distinta y sus intenciones a la hora de construir un relato de terror son otras, por desgracia mucho menos ambiciosas. 

Lo único que se mantiene esta vez es la idea del Papá Noel matando de forma horrible a aquellos que considera indignos de las fiestas decembrinas, y todo lo demás es distinto. De hecho, estamos ante una película slasher de toda la vida con un asesino enmascarado, silente y misterioso con un regodeo extravagante y lúdico hacia la violencia. Esta vez además la historia está contada desde el punto de vista de las víctimas, especialmente de una mujer policía que hará lo imposible por detener al asesino antes de que se cargue a todo aquel presente en su muy extensa lista de bajas. Como decía, algo tremendamente convencional y para nada arriesgado, cuyo única carta es la figura de Papá Noel matando gente a diestra y siniestra con hachas, cuchillos y hasta un lanzallamas. Aparte de algunas pequeñas referencias a las primeras entregas de la saga original, esta es su única semejanza. 

Otra gran diferencia, y algo que la separa de la mayoría de estas películas de Papá Noel asesino, es que Silent Night intenta abordar su material desde una perspectiva más seria, aunque las aspiraciones comerciales de la cinta hacen que todo se sienta muy ligero, repetitivo y poco dado al impacto: salvo una escena en particular en la que despacha a un personaje de forma sádica usando una trituradora de madera, la película me pareció francamente muy aburrida y privada casi por completo de interés, y la imagen de su asesino está muy exagerada en el trailer porque a la hora de la verdad su presencia está mucho menos aprovechada de lo que promete. 

El resultado de todo esto es una película muy poco estimulante, sin nada que la haga realmente destacar dentro de su género, muy predecible y (esto sí que es una sorpresa) definitivamente inferior a todas las demás entregas de la saga original. Estas, aunque nunca fueron grandes películas, al menos eran divertidas e interesantes en su ineptitud o en su rareza. La de hoy, sin embargo, se siente como un subproducto sin nada especial. Para historias de Santa Claus haciendo el mal, mucho mejor es que tiréis de clásicos como la siempre recomendable Christmas Evil (1980), que quizás un día reseñemos por aquí. 

sábado, noviembre 21, 2015

Reseña: The Final Girls (2015)

The Final Girls (2015) es una comedia de terror que despertó un considerable interés en varios festivales, mucho antes de que tuviese la oportunidad de verla. No deja de sorprenderme teniendo en cuenta que, después de todo, se trata de una película muy sencilla que probablemente habría pasado desapercibida de no haber tenido ya el precedente de The Cabin in the Woods (2011), con la que comparte el espíritu meta y las ganas de hacer leña de las convenciones más manidas del horror, concretamente del slasher ochentero y de Viernes 13 (1980) en particular. Pero no nos engañemos: esta es una cinta menos ambiciosa que aquella producción de Joss Whedon, con pretensiones más encaminadas hacia una comedia ligera. No es que no tenga puntos destacables, pero los que hay no tienen nada que ver (en mi opinión) con el género que parodia sino con otros aspectos que mencionaré luego.

Tal como se mencionaba en otras ocasiones, el argumento se asemeja mucho a aquel que habíamos visto en El último gran héroe (1993), con unos personajes que literalmente se meten dentro de una película slasher de los ochenta y deben sobrevivir a las artes de su asesino poniendo atención a las reglas y clichés propios de este tipo de cine. Hay además un agregado dramático en el hecho de que la protagonista se reencuentra en la película con su recientemente muerta madre, una actriz en decadencia que tenía un personaje en aquella cinta y a la que la chica intentará ayudar a sobrevivir a cualquier precio.

El elemento añadido en este drama de la madre muerta y la necesidad de dejar atrás el dolor causado por la pérdida es probablemente el punto más interesante de The Final Girls, ya que el argumento en sí no es lo que se dice muy original y el punto meta está tratado de una forma muy superficial teniendo en cuenta que otras cintas del pasado lo han explotado mucho mejor, no sólo la ya citada The Cabin in the Woods sino incluso otros ejemplos menos mainstream. Incluso el humor que la película se gasta me pareció muy básico, casi siempre girando en torno a los inevitables guiños tanto a la Viernes 13 original como a otras cintas ambientadas en campamentos como The Burning (1981) o Sleepaway Camp (1983). Hay algunas decisiones estéticas interesantes en la recreación del mundo "ficticio" de la película y en la forma como desmonta el típico argumento de un slasher film, pero en general me pareció una película muy sencilla en cuanto a su alcance y únicamente destacable por su tramo final en el que la alegoría de la protagonista aceptando finalmente la muerte de su madre (y convirtiéndose, por derecho propio, en una chica final) se hace tan evidente que le termina dando un toque especial.

En definitiva eso es todo lo que pude sacar del visionado de The Final Girls. Quizás si vais a verla con expectativas un tanto más bajas y con la idea de ver una parodia de cine de terror ligera podáis disfrutarla más y reconocer su valor en cuanto a las escasas ideas originales que maneja. Por lo demás no deja de ser un producto comercial hecho además como vehículo de lucimiento de jóvenes estrellas televisivas como su protagonista Taissa Farmiga, últimamente muy dada a participar en historias de terror al igual que su hermana mayor, en un curioso paralelismo con el argumento de esta cinta de la que hablamos hoy.

viernes, octubre 30, 2015

Reseña: Halloween 2 (2009)

Cerrando ya nuestro mini-especial de Noche de Brujas con otra de esas reseñas destinadas a dividir a los que se pasan por aquí en dos bandos irreconciliables, también una película que debió haber pasado por este tribunal hace años: Halloween 2 (2009), de Rob Zombie, debió haber sido reseñada hace mucho teniendo en cuenta que por este blog ya han pasado todas las demás entregas de la saga iniciada por John Carpenter en 1978, y si bien el remake de Zombie del año 2007 fue en general bien recibido, esta continuación que se marcó un par de años más tarde no ha corrido con tanta suerte. Seré yo quien de inicio a la polémica afirmando que no sólo me parece una muy buena película, sino también una de las mejores de su director, e incluso me atrevo a decir que es mi segunda favorita de la saga de Halloween, superada únicamente por la original de Carpenter, para que os vayáis haciendo una idea.

Precisamente de Carpenter toma el paso inicial en este raro baile que se marca con uno de los mayores clásicos del slasher: el Halloween de Zombie comienza de forma muy similar a como comenzaba aquella secuela de 1981, es decir en la misma noche que en la primera película, con Michael Myers atacando el hospital donde Laurie Strode se recupera de su batalla con el asesino. Pero esto es sólo el principio porque muy pronto toda esta secuencia del hospital termina siendo un sueño/preámbulo de la verdadera trama, una transcurrida dos años después, en la que Laurie Strode debe lidiar con el trauma de su experiencia mientras Myers regresa para terminar el trabajo que empezó en la película anterior. Aquí es donde Zombie se desmarca por completo de la saga original y lleva la cinta a su propio terreno, ahondando más el lado psicológico de la historia al contraponer el mundo alucinante de Michael Myers (dominado por el fantasma real y alegórico de su madre muerta) con el desmoronamiento mental de Laurie, quien es retratada como una joven destruida psíquica y emocionalmente y cuya experiencia la ha llevado al borde del colapso. 

Decíamos antes que esta versión de Halloween 2 no fue bien recibida en su momento. Los motivos de este rechazo por gran parte del público son por un lado comprensibles: cuando realizó su primera Halloween (2007), Rob Zombie estaba en el punto más alto de su carrera y se había ganado el corazón de los aficionados al terror gracias a La casa de los 1000 cadáveres (2003) y Los renegados del diablo (2005), y a pesar de que muchos se quejaron de su reinvención del personaje de Michael Myers, su remake fue un éxito que le otorgó un mayor control creativo para esta secuela, un control que terminaría llevando hasta sus últimas consecuencias. Muchos de los aspectos de esta película son contrarios a lo que el público reconoce como una cinta slasher, no sólo por el aspecto psicológico y su mayor énfasis en la intimidad del asesino, sino también por su negativa a embellecer la violencia. Ya desde el principio, el Michel Myers de Zombie no muestra un asesino nada estilizado, un gigante que destaca sobre todo por una brutalidad de la que su director no nos ahorra ningún detalle, y no sólo por la forma en que destroza a sus víctimas sino por otras escenas como aquella en la que le vemos devorar un perro o por su presencia completamente sucia y similar a la de un vagabundo. Es sin duda el Michael Myers más monstruoso de toda la saga pero, paradójicamente, también el más humano: no sólo le llegamos a ver sin máscara sino que llegado el momento incluso habla, hecho que por sí solo se habrá sentido como un sacrilegio para muchos seguidores del personaje.

Claro está que a pesar de lo bien hilado que está el discurso de Zombie y de lo muy bienvenida que es su brutalidad después de las vergonzosas últimas entregas de la saga original, hay cosas que no terminan de funcionar y que quizás hayan influido en ese rechazo del público. Una de estas cosas para mí es el personaje de Laurie Strode, quizás el más pobre de la película, algo que se ve empeorado por un error de casting al dar el papel a la muy poco interesante Scout Taylor-Compton mientras se pone en un rol secundario a la muy superior Danielle Harris. El personaje de Laurie además resulta un tanto cargante puesto que se pasa casi toda la película llorando y gritando. Para colmo, un personaje interesante como el Sam Loomis de Malcom McDowell está muy desaprovechado y sólo interactúa con la trama principal justo cuando llega el desenlace de la película. Pero esto para mí son quejas menores; con el tiempo me he dado cuenta de que los motivos por los que la gente odió Halloween 2 son los mismos por los cuales a mí me gusta, y prefiero mil veces algo radicalmente distinto en vez de las repetitivas secuelas de la saga original. Esto para mí está muy por encima incluso de la pasión por el gore y el impresionante desfile de cameos de luminarias del horror. El final, además, es el mejor posible teniendo en cuenta la dirección que Zombie toma con la película y mucho me temo que tendrán que ignorarlo por completo si quieren hacer una tercera entrega tal como he escuchado. Entretanto, si no habéis visto esta, hacedlo lo antes posible. 

domingo, diciembre 14, 2014

Reseña: Silent Night, Deadly Night 3 (1989)

Continuación de la más longeva saga de terror navideño que haya visto, Silent Night Deadly Night 3: Better Watch Out! (1989) fue la primera entrega lanzada directamente en formato doméstico, y su poder de reivindicación del cine basura no nos impide decir que está incluso a la par de la segunda entrega en cuanto a incompetencia a nivel técnico, aunque también por desgracia es mucho menos divertida y carece del encanto especial que aquella entrañable secuela conseguía gracias a sus actores de segunda fila. Esta tercera parte, aún así, es una cinta realmente destacable por lo rara que es y las inexplicables salidas tanto argumentales como técnicas de las que hace gala su director, Monte Hellman, veterano discípulo de Roger Corman, quien fiel a las artes aprendidas de su maestro, se vanagloriaba de haber escrito el guión en una semana y haber rodado, montado y presentado el producto final en apenas un par de meses, cosa que se nota. Mucho.

Esta tercera entrega de la saga es también la última que seguiría el argumento de las dos anteriores al recuperar al asesino de la segunda entrega, Ricky, quien tras haber sido cosido a tiros al final de Silent Night, Deadly Night 2 (1987) ha sido salvado de la muerte gracias a una intervención que le ha puesto en coma y ha dejado su cerebro expuesto y nadando en una especie de domo transparente que le hace parecer un robot salido de alguna ciencia-ficción cutre de los cincuenta. La presentación del asesino en una rarísima secuencia onírica y la presencia del cacharro en la cabeza del antagonista (interpretado esta vez por nuestro querido y en esta ocasión desperdiciado Bill Moseley) son sin duda los primeros elementos extraños de esta secuela, pero sobre todo el aparato que lleva Ricky encima es lo más estrafalario que hemos visto en años y elimina de un plumazo cualquier posibilidad que tenía la película de poder ser tomada en serio, y eso que esta vez no estamos ante una comedia.

En lugar de las risas, esta película trata por el contrario de abordar un ángulo pseudo-científico en el cual el inescrupuloso doctor que ha salvado la vida a Ricky intenta explotar un vínculo telepático que este parece tener con una jovencita ciega con poderes mentales (!!!!) que por lo visto puede meterse en los recuerdos del asesino; esto no sólo permite la explotación del ángulo paranormal de la historia sino que además sirve de excusa para una vez más meter metraje reciclado de la película original, y aunque no lo hace ni de lejos en la proporción empleada en la segunda parte, la cinta sí que parece tener una confusión un tanto extraña en cuanto a la identidad del asesino, como si el guionista no hubiese recordado que Ricky no era el villano de la original. De todas maneras nada de esto importará una vez que la película nos someta a las rarísimas secuencias oníricas de la ciega protagonista, las inexplicables reacciones de los personajes que demuestran una nula dirección de actores, y los momentos inevitablemente risibles que se producen al ver al asesino haciendo autostop en la carretera vestido únicamente con una bata de hospital y (no lo olvidemos) una cabeza medio robótica que por lo visto nadie encuentra rara.

Está claro que Silent Night, Deadly Night 3 (1989) es una película atroz en todos los sentidos, cuyo mayor pecado quizás sea el hecho de que en realidad no tiene el ángulo navideño por ningún lado más allá de estar ambientada en Nochebuena (Ricky nunca se viste de Santa, por ejemplo) pero aún así es una obra tan bizarra que vale la pena ser revisada al menos una vez. Como nota curiosa quisiera destacar que el elenco tiene al menos dos actores de la serie Twin Peaks, y además cuenta con una jovencita Laura Harring en su primer papel no-televisivo, lo que sumado a la rareza general de la película (incluyendo una desconcertante imagen final) la vincula a David Lynch en más de un punto. Tal como decíamos antes, las siguientes partes de la saga serían historias completamente independientes, y esas también caerán en este trío de reseñas navideñas que hemos preparado.  

sábado, noviembre 29, 2014

Reseña: Stage Fright (2014)

A pesar de manejar un buen concepto y de tener innegables aciertos, tengo que reconocer que Stage Fright (2014) me supo a poco y en mi opinión no consiguió hacer justicia a las expectativas que se generaron debido a su premisa. Es verdad que la idea de un musical de horror no es nueva, pero los referentes de un ejemplo reciente como Repo! The Genetic Opera (2008) quizás nos queden demasiado lejos, mientras que esta película de la que hablamos hoy parte de una base temática con la que todos los que lean esto seguramente estarán muy familiarizados ya que la cinta aborda el género slasher siguiendo un patrón evidentemente tomado de clásicos como Scream (1996) y, sobre todo, Sleepaway Camp (1983), con la que tiene obvios e intencionales parecidos.

De hecho el argumento es muy similar al de varios de los ejemplos de slashers de principios de los ochenta, con un crimen del pasado y el resurgimiento de los crímenes por parte de un asesino enmascarado que comienza a cargarse a los integrantes del elenco y equipo de un musical maldito que está siendo escenificado de nuevo por un grupo de chicos en un campamento de teatro. Esto último me parece de lejos el punto más destacable de la película, ya que la inclusión de este campamento no sólo funciona como una parodia de series como Glee sino que también otorga una mirada muy graciosa a la obsesión de los theater geeks y su vulnerable mundo. Es ahí de donde la película saca algunos de sus mejores momentos cómicos a pesar de que en el apartado del terror le falta todavía.

Aquí probablemente sea donde no me ha convencido mucho; Stage Fright intenta jugar en su indefinición de forma un tanto torpe, y nunca termina por decantarse del todo como una comedia o como una película slasher de toda la vida. Encima el misterio acerca de la identidad del asesino está muy claro prácticamente desde el principio no sólo porque sean pocos los personajes que encajan con su perfil sino también porque la propia película lo evidencia si uno conoce cuáles son los referentes que maneja de décadas pasadas. Pero la que quizás sea la mayor de sus carencias es que la película, después de todo, es poco musical; los números musicales no son tantos como cabría esperar a pesar de lo que se muestra en el trailer, con lo que en todo momento se siente que sus responsables no han querido dar a la cinta el toque radical que necesitaba.

Con todo y eso, es una historia entretenida que tiene algunos aciertos innegables y un muy buen elenco. Hubiese deseado sólo que se decantara más hacia el horror o hacia la comedia y que se hubiera decidido a incluir un mayor número de canciones que justificasen su condición de musical de horror. De hecho, algo que comentaba la gente al salir de ella es que la reinterpretación de dichas canciones en clave heavy metal durante los créditos finales resultaron ser mejores que las versiones que se escuchaban durante la película. Eso sí, de lo que sí me han quedado ganas es de ver una adaptación kabuki de El fantasma de la ópera como la que se ve aquí. 

martes, mayo 13, 2014

Reseña: American Psycho 2 (2002)

La curiosidad fue lo único que me animó a ver finalmente esta película que pasó casi desapercibida en su momento, una de esas continuaciones salidas de la nada en las que uno inevitablemente termina oliéndose una estrategia publicitaria que poco tiene que ver con las verdaderas posibilidades de continuar una línea argumental. Porque hay que tenerlo claro: a pesar de venderse como una secuela, esta película no tiene absolutamente nada que ver con la primera American Psycho (2000) y su conexión con ella es meramente anecdótica y superficial. No es el único engaño que lleva a cabo; incluso su cartel ya ofrece una imagen que al final no da: una hipersexualida Mila Kunis esgrimiendo lo que parece ser una hoz afilada. De sobra está decir que ni el arma ni los atributos de la chica hacen aparición alguna.

De hecho, si algo se puede decir de American Psycho 2: All American Girl (2002) es que estamos ante un remedo bastante light de lo que promete al ostentar el título de continuación de una película que se ha ganado un merecido culto con el paso del tiempo. La cinta de la que hablamos hoy, a decir verdad, es otro tipo de película completamente distinto, una comedia negra de corte juvenil con muy pocas pretensiones de trascendencia, algo que queda claro desde el momento en que vemos que los miembros más famosos del elenco son William Shatner y Mila Kunis, esta última de aquella época en la que sólo era conocida por la serie That 70's Show. El argumento, que se podría resumir en los crímenes de una ambiciosa estudiante criminalística que decide eliminar a su competencia para un codiciado puesto de becaria, tiene más en común con los inofensivos slashers de los noventa que con un trabajo realmente transgresor e incómodo.

Y es que la falta de originalidad o de relación con la American Psycho original no serían de por sí ningún problema; el verdadero fallo está en que la propia película es aburrida, reacia a mostrar cualquier atisbo de sexo o violencia más allá de su muy engañoso material publicitario, excesivamente descabellada en cuanto a argumento y con una última media hora que se hace francamente interminable. Honestamente no se me ocurre ningún motivo por el cual recomendar esta película aparte de esa curiosidad que me llevó frente a ella en primer lugar. Incluso en el mundo de las cutre-secuelas está hoy en día bastante olvidada, y me extraña que no se le haya buscado más filón al tener de protagonista a una estrella en sus inicios. A decir verdad, los seguidores incondicionales de Mila Kunis son el único público objetivo que se me viene ahora en mente. Todos los demás harían mejor en ver ya no la original, sino incluso aquellas películas de asesinos enmascarados noventeros a las que hacía referencia antes y que os dejarán mucho más satisfechos.  

viernes, abril 11, 2014

Reseña: Wolf Creek 2 (2013)

La primera Wolf Creek (2005) fue una de esas películas que por lo visto le gustó a todo el mundo menos a mí, lo que hace de esta segunda parte una sorpresa aún mayor, algo que no me esperaba para nada puesto que no tenía muchas esperanzas de que saliera bien. De hecho, se puede decir que mi principal interés por verla era el regreso de Greg McLean, director de la original y que aquí repite al mando del proyecto, con lo que estaba claro que habría algo más que una secuela en piloto automático hecha simplemente por la pasta. Y es así; Wolf Creek 2 (2013) repite la misma estructura de la original, es cierto, pero al mismo tiempo va más allá y sabe por lo menos dar algo extra a aquellos que hayan disfrutado de la primera parte. Es una secuela a la vieja usanza, que toma aquello que funcionó de la original y lo amplifica.

Pero lo mejor de todo es que esta reverencia hacia el camino ya trazado no aliena al espectador novato; el hecho de que se repita una historia muy similar hace que no sea necesario haber visto la película original para poder entender de qué va todo porque lo hemos visto en muchas otras cintas similares: mochileros en un paraje exótico (en este caso Australia) que son acosados por un terrible asesino que gusta de torturar física y psicológicamente a sus víctimas. A sabiendas de que debe ofrecer aquello que gustó de la primera parte, McLean hace esta vez la película mucho más centrada en el asesino, quien tiene más tiempo en pantalla (de hecho aparece desde el principio) y es quien posee la inmensa mayoría de los diálogos. El desmedido énfasis en el villano pone más en evidencia la falta de un protagonista interesante entre las víctimas, que quedan relegadas a un segundo plano y que sufren ante el hecho de que es precisamente John Jarrat y su exageradísima actuación quien termina echándose la película sobre los hombros.

Esta cambio de foco, sin embargo, es lo que trae las cosas interesantes de Wolf Creek 2. La trama no sólo comienza muy rápidamente sino que además suceden muchas más cosas que en la primera película, y se ahonda más en los motivos y el mundo del asesino, aunque no siempre con la misma efectividad (hay una larguísima secuencia de tortura que en mi opinión se extiende demasiado). Las mayores dosis de humor negro también da pie a situaciones un tanto disparatadas como una secuencia con canguros que me pregunto si no pertenece a una película distinta, pero en general se trata de una cinta muy cruel y pesimista en la que se resalta todo aquello que caracterizaba a la primera, como el carácter xenófobo del asesino y su discurso de odio hacia los extranjeros habitual en este subgénero de turistas muertos.

Como si esto fuera poco, McLean decide llevar su cinta hasta las últimas consecuencias cerca del tramo final, cuando nos lleva a la guarida del pyscho-killer y da comienzo a una secuencia demencial que va mucho más allá de lo que la original alcanzó, con un subtexto de violencia sexual y canibalismo que la primera cinta no tenía. Ha sido precisamente esta secuencia la que me ha perturbado más y la que ha terminado haciéndome recordar la película, cosa que la primera no consiguió hacer. En nuestros tiempos actuales, cuando ya el género de survival horror parece haber dejado atrás las preferencias de gran parte del público, probablemente Wolf Creek 2 no cause la misma impresión, pero en lo personal pienso que es una película mucho más interesante de lo que la original fue, y si aquella os gustó esta es una que tenéis que ver. Teniendo en cuenta lo poco que me esperaba de ella, ha sido una auténtica sorpresa de las que no suelen venir muy a menudo y cuyo único error ha sido precisamente el llegar a destiempo casi una década más tarde de lo que se le esperaba.

lunes, diciembre 30, 2013

Reseña: La maldición de Chucky (2013)

Tras casi una década de ausencia llega La maldición de Chucky (2013), sexta película de la saga y la primera en estrenarse directamente en formato doméstico. Vuelve también como director Don Mancini, creador del personaje y el único cineasta hasta la fecha en dirigir más de una entrada de la saga. Debo comenzar diciendo que no tenía ninguna esperanza de que esto saliera bien, mucho menos después de ver el trailer. Al final ha resultado sin embargo ser una de las más gratas sorpresas que me he llevado este año; no sólo la he disfrutado mucho sino que incluso me atrevería a decir que es una de las mejores entregas de la saga y una continuación muy digna en la que se nota que Mancini sabía perfectamente qué quería hacer con ella.

De entrada el argumento era una de las cosas que más curiosidad me daba, y tal como se había comentado en su momento Mancini se decide por una situación minimalista en la que el muñeco poseído por el asesino Charles Lee Ray acosa a una familia dentro de los confines de una casa en medio de una noche oscura y tormentosa, el perfecto escenario de terror que parece decirnos que por fin la saga intenta hacer no simplemente una continuación sino también una vuelta a los orígenes; esto se nota sobre todo en la voluntad por parte de la película de limitar sus referencias sólo a la Child's Play (1988) original, aunque no por eso deja de haber guiños (algunos de ellos excelentes) a otras entregas. Esto puede causar un poco de confusión en cuanto a la cronología de la saga, pero honestamente dudo que este sea un detalle que importe a muchos. La película también hace borrón y cuenta nueva al dejar un poco de lado de comedia y concentrarse más en un tono de auténtica película de terror. No lo hace del todo (Chucky nunca ha sido ni podrá ser enteramente "serio") pero por primera vez el muñeco se siente como una auténtica amenaza, algo logrado no sólo gracias a la ambientación en una tenebrosa casa como único escenario sino también por la acertada decisión de enfrentar a Chucky a una chica en una silla de ruedas.

Este minimalismo de su escenario, la escasa cantidad de personajes y el gradual misterio del inicio que dosifica las apariciones sobrenaturales del muñeco (al menos al inicio) son lo que más me ha convencido de la película. Y lo mejor de todo es que Mancini parece haber anticipado todas las dudas que los seguidores de la saga hayan podido tener, y lejos de evitarlas ha decidido enfrentarlas con valentía y sobre todo con un ingenio muy peculiar. En mi caso eran dos mis mayores preguntas: el nuevo aspecto de Chucky y la ubicación temporal de la película en la cronología de la saga. Sin entrar a revelar nada, sólo puedo decir que el nuevo aspecto del muñeco tiene justificación, y la continuidad temporal es lo suficientemente ambigua para que esta película pueda ser vista a la vez como continuación y reboot siniestro de una saga más dada al humor.

Como siempre, por supuesto, el auténtico gozo es ver a Brad Dourif haciendo de la voz de Chucky y revelando más detalles sobre su personaje a 25 años de la película original, por lo que nuevamente vemos a Charles Lee Ray antes de meter su alma en el cuerpo del muñeco. El discurso sobre los miedos infantiles presente en las primeras películas de la saga se ha dejado un poco de lado, pero la socarronería de Chucky está intacta y la vulnerabilidad de los personajes es mucho más creíble que en entregas anteriores. Evidentemente no estamos hablando de una película para todos los paladares y dudo mucho que esta sea la entrega que convenza a los detractores de este muñeco, pero honestamente me parece que recupera muchas de sus virtudes perdidas con el tiempo y demuestra (a diferencia de lo que yo creía) que sí existe vida después de la autoparodia. Y es que lo que me ha gustado más ha sido comprobar que pese a todos mis miedos iniciales, Chucky ha vuelto y sigue siendo el mismo. Recomendable sin duda, y para los seguidores del muñeco diabólico imprescindible. 

jueves, septiembre 26, 2013

Reseña: You're Next (2013)

Después de esta inesperada pausa que nos ha mantenido alejados del blog durante varias semanas, regresamos para ponernos al día con los estrenos que se nos quedaron pendientes de septiembre. El primero de ellos, y el más esperado sin duda aquí en esta bitácora, es You're Next (2013), lo más reciente del director Adam Wingard, responsable también de otro trabajo que tenemos pendiente por acá, A Horrible Way to Die (2010), que ya tocaremos en otro momento. Decimos lo más reciente sólo hasta cierto punto, ya que este slasher de invasión domiciliaria lleva rodando en festivales unos dos años, tiempo en el cual ha cosechado una gran cantidad de elogios que elevan aún más a Wingard en una lista de jóvenes directores actuales a los que hay que seguir la pista y entre los que se cuentan tipos como Adam Green, Joe Lynch o Ti West, quien por cierto tiene un pequeño papel como actor en la película de la que hablamos hoy.

El argumento es muy sencillo, y ya en el trailer se veía bastante bien: una familia que se reúne para pasar un fin de semana celebrando el aniversario de boda de sus padres y que de repente se ven invadidos por un grupo de psicópatas con máscaras de animales que comienzan a asesinarlos uno a uno de la forma más brutal posible. Sin embargo, lo que el trailer no dejaba entrever era el tono de la película, uno que jamás me hubiese esperado teniendo en cuenta lo sombrío del trabajo anterior de Wingard, y es que You're Next al final no es tan "seria" como aparenta. Si bien el avance hacía pensar en una película de invasiones cruel y solemne muy al estilo de Los extraños (2008), la película final está llena de momentos de humor muy finos que le dan un aire completamente distinto a lo que me esperaba. El humor está presente no sólo a través de las rencillas entre los diferentes miembros de la familia (una evidente tensión y rencor entre los hermanos que tendrá sus consecuencias durante el argumento) sino incluso durante el propio asalto a la casa y durante las propias escenas de muerte, las cuales son en ocasiones muy salvajes. A pesar de ello, eso sí, la película nunca llega a ser realmente una comedia.

Otro elemento novedoso y que no me esperaba a partir de los avances es que la película revierte el típico esquema de este tipo de producciones al hacer de su protagonista no una víctima que corre desesperada por los pasillos sino que se enfrenta a los asesinos con arrojo y resolución. No exagero si digo que desde ya Sharni Vinson se ha convertido en una de mis final girl favoritas. Hay sin embargo una explicación para el inusual comportamiento de este personaje, y aunque ya habíamos visto ejemplos similares en el pasado, no deja de ser interesante ver personajes femeninos alejados del estereotipo de víctima que se les suele atribuir en este tipo de historias.

Algunas reseñas que he leído por lo visto no han calzado muy bien el humor y la transgresión temática de You're Next, esperando sin duda un trabajo más típico. Dichas opiniones me desconciertan un poco y me hace creer que en ocasiones pareciera como si la gente odiara ser sorprendida, actitud preocupante en un género tan dado a la insensata repetición. A mí, en lo particular, me ha parecido uno de los slashers del año, una película muy intensa y divertida en la que los personajes están mejor tratados de lo que suelen estar, y sobre todo con un humor hecho desde el respeto y el conocimiento, lo que no quita que haya escenas realmente crueles y un regodeo en el carácter muchas veces lúdico y arbitrario de la violencia con la que los asesinos despachan a sus víctimas. Si todavía la tenéis en carteleras, echadle un vistazo antes de que sea demasiado tarde.

jueves, agosto 22, 2013

Reseña: Hatchet 3 (2013)

Tenía pocas esperanzas en un principio para Hatchet 3 (2013), creyendo que se trataba de una continuación forzada simplemente por el hecho de que esta vez no está dirigida por Adam Green, quien "únicamente" trabaja aquí como guionista y productor. Sin embargo, estaba equivocado; esta tercera (y según sus creadores, última) parte de la saga del slasher Victor Crowley está lejos de ser una obra maestra pero tiene innegables aciertos que la convierten en una película muy divertida, en un sentido descerebrado pero al menos fiel a lo que han sido sus principios estéticos desde el estreno de la primera parte. 

La película empieza justo donde terminó Hatchet 2 (2010). Lo digo literalmente; el último plano de la segunda parte es el primero de esta tercera entrega, con Marybeth (una vez más interpretada por Danielle Harris) despedazando el cadáver de Victor Crowley y dando con sus huesos en la cárcel, hasta que es reclutada por una reportera que conoce la leyenda y asegura saber la forma de detener la maldición para siempre y poner al monstruo en su tumba de una vez por todas. Una nueva expedición por parte de la policía se salda por supuesto con la montaña de cadáveres que todos esperamos. Lo primero que llama la atención es la presencia en el elenco de antiguas caras conocidas del horror como Zach Galligan (a quien recordaréis como el protagonista de Gremlins (1984) y su secuela) y Caroline Williams (la protagonista de La matanza de Texas 2 (1986), y una final girl crepuscular). La presencia de Derek Mears se siente además como un evidente guiño a los fans de la saga de Viernes 13 al darnos la inevitable confrontación entre él y Kane Hodder, quien una vez más interpreta a Victor Crowley de manera sobresaliente incluso rozando los sesenta años.

Lo que sí es cierto es que esta es una de esas películas en las que todo el presupuesto parece haberse ido por el lado de los efectos especiales; los decorados son nefastos (una vez más se nota que es el mismo trozo de pantano reconfigurado para cada toma) y los uniformes de los polis están al nivel de una película de The Asylum, pero nada de eso importa: Hatchet 3, al igual que sus antecesoras, reniega por completo del CGI y se decanta por los efectos sangrientos de toda la vida, y de esos precisamente no faltan; la película desborda sangre y violencia en cada minuto de metraje, pero aunque su regodeo en la brutalidad es serio, comete el acierto de volver al espíritu de la original e inclinarse más por la comedia (a diferencia de la segunda entrega que parecía intentar ser algo más seria). Es una comedia, sin embargo, hecha desde el respeto, llena de chistes en las interacciones entre los personajes, pero que se pone seria una vez que los ataques de Victor Crowley ocurren. La presencia del monstruo de Kane Hodder, una vez más, es un gran acierto y el alma de la película. A decir verdad son él y sus masacres los auténticos protagonistas porque incluso la final girl Danielle Harris está relegada a un papel secundario y no hace casi nada hasta llegar el desenlace.

Lo más polémico de Hatchet 3 es sin duda el final. Sin revelar realmente nada, puedo decir que llamar a este final "abrupto" es quedarse corto, tanto que sentó bastante mal en el público durante la sesión en la que vi la película. Dicho final se siente en gran parte como una broma a costa del espectador al jugar con las expectativas que solemos tener en cuanto a cómo termina un slasher, pero es tan radical que me hace pensar que Adam Green y compañía no son completamente sinceros cuando afirman que esta es la parte final de la saga. Entretanto, yo recomiendo esta película a aquellos que les haya gustado la primera parte y a los seguidores de aquellos slasher divertidos y con una energía especial. Definitivamente no es para aquellos que esperen ver una película de terror seria, pero en el estado de ánimo correcto se hace muy entrañable.

lunes, agosto 12, 2013

Reseña: Slumber Party Massacre 3 (1990)

Pagando una vieja deuda, aquí tenemos la tercera parte de la trilogía de Slumber Party Massacre, también producida por Roger Corman con su habitual estilo mercenario y dispuesta a subirse al carro de los slashers, una línea que ya para 1990 estaba en plena decadencia. Sabiendo esto resulta curioso que precisamente Slumber Party Massacre 3 (1990) decida alejarse de la sátira puesta en evidencia por las dos entregas anteriores y busque, por el contrario, ser un slasher en apariencia más convencional y "serio" que ignora por completo las primeras dos entregas y vuelve a empezar con la muy básica historia de un grupo de jóvenes chicas en una fiesta de pijamas que se ven acosadas por un asesino armado con un taladro.

El empleo de esta arma de clara inspiración fálica es el único punto en común con el estilo de las dos películas anteriores; la directora Sally Mattison hace a un lado el discurso paródico feminista de la primera parte, así como las extravagancias formales de la primera secuela en favor de un tratamiento mucho más sobrio que incluso se permite jugar con cierta fantasía detectivesca. Esto último se refiere al hecho de que, a diferencia de las dos películas anteriores en las que la el asesino iba a cara descubierta desde el principio, en esta tercera entrega hay un misterio durante gran parte del metraje en cuanto a quién será el que está acosando a las chicas y por qué, algo que la película no resuelve muy bien y que intenta paliar con una muy rara explicación que tiene que ver con la frustración sexual del personaje que resulta culpable, así como su historial de abusos, un trasfondo bastante perturbador pero por el que se pasa de forma muy superficial. 

La búsqueda de seriedad no le sienta nada bien, y no impide tampoco que la película caiga en momentos francamente risibles en los que se nota cómo incluso el elenco llega a verse visiblemente incómodo al tener que exigir tanto del espectador en cuanto a credulidad. Donde sí acierta sin duda es en la selección de chicas, todas ellas muy guapas tal como nos tienen acostumbrados las películas de Roger Corman, quien no oculta para nada su afán de explotación gratuita de fisonomía femenina subiendo el tono de esta entrega hasta el infinito e iniciando la película con una escena de playa rodada en pleno invierno californiano. De todas las entregas de la trilogía de Slumber Party Massacre, esta es sin duda la más sangrienta y la que más sexo y violencia tiene, quizás en un intento fallido de darle una mayor fuerza al producto final, pero que en el contexto en el que la película fue lanzada se siente muy redundante.

Esta muy buena retrospectiva de la saga publicada por la revista Yell da en el clavo cuando compara esta trilogía con las tres primeras películas de la saga de La matanza de Texas: al igual que con la obra de Tobe Hooper, estamos ante una saga cuya primera película introdujo elementos de humor negro y una chispa bastante original que terminó haciendo que el público la creyera más sangrienta de lo que es; la segunda película tiró todo eso por la ventana y se dedicó a la extravagancia visual alienando al público cautivo de la primera; y la tercera entrega decidió volver a los inicios y realizar un remake inconfeso de la original buscando un tono más serio y apegado a las normas de lo que debía ser un slasher de libro. Con todo, y a pesar de que Slumber Party Massacre 3 no es una mala película, sí resulta bastante intrascendente y la recomendaría sólo para aquellos que hayan visto las dos anteriores y necesiten terminar la trilogía. 

jueves, agosto 08, 2013

Reseña: El día de la madre (2010)

Aquí tenemos otro de esos casos de aprovechamiento de una película anterior únicamente en busca del reconocimiento del público; este remake de El día de la madre (2010), dirigido por Darren Lynn Bousman, el director de las tres primeras secuelas de la saga de Saw, no tiene absolutamente nada que ver con la película de Troma de 1980 en la que supuestamente se basa. A pesar de tener el mismo título y de ser publicitada como una nueva versión, estamos ante una película totalmente distinta que para empezar parte de una premisa que se ubica en las antípodas del slasher rural de Charles Kauffman: en esta ocasión se trata de una invasión doméstica en la que una familia de ladrones de bancos irrumpe en su antigua casa para encontrarse con nuevos inquilinos, a los que secuestran dando comienzo a un estado de sitio lleno de violencia, sadismo y torturas.

Ante todo hay que decir que esta fue una película rodada en el 2009 que sufrió innumerables retrasos en su estreno por culpa de haber quedado engavetada en el estudio durante años. De hecho, 2010 fue sólo el año de su estreno en festivales, el inicio de un periplo que se extendería hasta el 2012 cuando finalmente llegó a tener un estreno limitado en los cines de su país de origen. Esto parecía entonces ser la norma para el pobre Darren Lynn Bousman, quien ya venía de sufrir un ninguneo similar con Repo! The Genetic Opera (2008). Para colmo de males, este remake coincidió con el estreno de la española Secuestrados (2010), una película muy superior que trataba el tema de las invasiones domésticas de una forma mucho más efectiva. De hecho, uno de los principales problemas que tenemos en la película de hoy es que se hace muy larga y monótona, con poco qué ofrecer una vez revelada la premisa inicial y muy poco creíble en cuanto a las insólitas decisiones que toman varios personajes, puestas allí sólo para que la trama no se acabe.

La película intenta suplir estas carencias entregándose al gore y a la crueldad perpetrada sobre un número insólito de personajes (nueve víctimas, a decir verdad), apilando subtramas de desconfianza y traiciones entre ellos de forma aleatoria y sin nada de la sencillez argumental de la película original. Además, a diferencia de la cinta de la Troma, esta intenta ser seria, oscura y deliberadamente sádica, pero tiene algunas escenas tan exageradas que la convierten en una comedia involuntaria. Pero probablemente sea injusto seguirla comparando con la película de Kauffman porque es tan diferente que si la consideramos un remake es sólo porque así se ha anunciado.

Pero a pesar de su carácter insustancial, hay una cosa que redime al menos parcialmente a esta versión, y es la elección de Rebecca de Mornay en el papel de la madre. Una vez que irrumpe en escena, De Mornay acapara toda la atención, y hay que decir que está muy convincente en su rol de villana serie B en lo que es básicamente una explotación de su famoso rol de psicópata en La mano que mece la cuna (1992). Recuperarla del olvido para esta película es una gran decisión de casting que, al menos en mi caso particular, fue lo que me hizo llegar hasta el final y lo único que realmente vale la pena ver. En general, esta nueva versión de El día de la madre es una película bastante intrascendente a la que la actuación de su villana principal da cierto nivel de calidad quizás mayor del que normalmente tendría, y para colmo rematada con un epílogo absurdo puesto allí sólo para explotar un cliché más del cine de terror actual. Lo más triste es que con todo y que esta tiene un mayor número de muertes, sangre y escenas violentas, la original me sigue pareciendo mucho más perturbadora y recomendable.

miércoles, agosto 07, 2013

Reseña: El día de la madre (1980)

Una de las más famosas películas de la Troma fuera de la saga del Vengador Tóxico, El día de la madre (1980) es un slasher rural que cuenta la historia de tres amigas que durante un fin de semana de acampada son secuestradas por dos brutales paletos asesinos y su terrible y opresora madre. Por su premisa de citadinos en peligro ante los psicópatas locales, la película ha sido en muchas ocasiones comparada con La matanza de Texas (1974) o Las colinas tienen ojos (1977), aunque en realidad tiene más puntos en común con Deliverance (1972) en el sentido de que es (en su gran mayoría) un tanto más realista y en apariencia más seria aunque sin dejar de lado del todo el componente de sátira. El hecho de que todas las víctimas sean mujeres y que la película incluya un reverso de venganza tras las humillaciones sufridas enlaza también con otros trabajos de la época como I Spit on Your Grave (1978), a la que también han tildado de feminista o misógina dependiendo de quien la reseñe.

Una de las principales diferencias que tiene con la mayor parte de sus congéneres es su muy eficiente guión, uno que pone énfasis en desarrollar a los personajes, a los cuales conocemos a través de flashbacks y cuya relación se va construyendo a lo largo de la película, por lo que en público en cierta forma se encariña con ellas. También las actuaciones son mejores de lo que normalmente se suele ofrecer en estos productos, destacando para mí la madre y el hijo mayor, que ofrece una gran cantidad de registros más allá de la brutalidad homicida. A pesar de que hace uso ocasional de un muy macabro sentido del humor, la película se toma en serio a sí misma y nunca llega a caer en la caricatura. Por el contrario, el contraste colorista se usa como una herramienta más de lo grotesco que resulta el ambiente donde viven los asesinos, una chabola sucia y caótica donde hay una televisión permanentemente encendida y donde los hijos comen de un cubo.

Hay además en El día de la madre un interesantísimo comentario que el director y guionista Charles Kaufman hace sobre la violencia perpetuada por una madre sádica que imparte a sus hijos lecciones sobre la realidad a través de la recreación de la ficción usando a sus víctimas como involuntarias actrices, eso y el hecho muy significativo de que ella y esa tele permanentemente encendida como ruido de fondo son el único contacto que los chicos tienen con el mundo exterior. Todos estos son detalles muy sutiles que en una película actual hubiesen sido resaltados hasta hacerlos obvios pero que aquí están muy bien integrados al argumento.

Evidentemente, y como ya deben saber aquellos seguidores de la famosa productora, la película tiene un acabado muy amateur en cuanto a estética que puede hacer que algunos se echen para atrás, pero aunque sus valores de producción sean bajos, la técnica que emplea es muy profesional y se nota el talento de quienes están detrás en varias secuencias y tomas específicas que demuestra que Kaufman y su equipo son auténticos cineastas. Es en realidad una película muy buena y sólida incluso teniendo en cuenta que yo nunca he sido un fan de los trabajos de la Troma. Pero sobre todo lo que me encanta es el contraste que consigue entre lo festivo de su estilo y lo cruel de su contenido, algo que hoy en nuestros días de slashers sombríos no se suele hacer pero que aquí está presente y por lo visto hizo escuela, como podemos apreciar en cintas posteriores como La matanza de Texas 2 (1986) o La casa de los 1000 cadáveres (2003). No dejéis que sus limitados medios os priven de verla, porque es muy recomendable. 

sábado, julio 20, 2013

Reseña: Child's Play 3 (1991)

Child's Play 3 (1991) se estrenó a toda prisa un año después de la segunda parte, y verla de nuevo tras haber pasado todo este tiempo ha sido para mi algo bastante revelador. De entrada puedo decir dos cosas: la primera es que esta tercera entrega es, con toda seguridad, la peor de la saga, al menos de lo que se ha producido hasta ahora. La segunda es que he descubierto que no recordaba casi nada de ella. Es gracioso porque pensaba que la tenía bastante presente y he terminado por darme cuenta de que en todos estos años mi cerebro la había disfrazado como algo muy distinto incluso llegando a cambiar varios de sus elementos principales. Esto me hace preguntarme si no habrá otras películas por ahí a las que debería echar otro vistazo.

La historia esta vez tiene lugar ocho años tras lo ocurrido en Child's Play 2 (1990), con Andy convertido ya en un adolescente y enviado a una academia militar. Aquí está el primero de los grandes cambios que mi recuerdo había perpetrado: por algún motivo recordaba el paso del tiempo como algo mucho más pronunciado y al personaje de Andy como un adulto, pero resulta que quien lo interpreta es un joven Justin Whalin, a quien probablemente algunos recuerden como el protagonista de aquel despropósito de Dragones y mazmorras (2000). Lo cierto es que el Whalin es un chico joven en medio de una película de ambiente abiertamente teenager, lo que al menos tiene la feliz consecuencia de que finalmente nos hemos desecho del repelente crío de las dos entregas anteriores. Con todo, la ambientación en la academia militar es muy rara y no tiene ninguna consecuencia importante más allá del hecho superficial de dar a Chucky acceso a un caché de armas de fuego. Nada de esto tiene mucha importancia ya que sigue siendo difícil imaginarse al muñeco como un peligro. Poca tensión puede haber cuando el asesino puede literalmente ser derrotado lanzándole un zapato.

El guionista Don Mancini (quien ante el fracaso de esta tercera entrega reconoció abiertamente que se le habían agotado las ideas) está aquí en piloto automático y no le queda más remedio que intentar reiniciar la saga prácticamente desde sus inicios; la secuencia de créditos muestra el cadáver de Chucky siendo reciclado y fundido con otros muchos moldes de plástico para lanzar una nueva línea de muñecos Good Guy. El regreso de Charles Lee Ray se salta de esta forma varias de las reglas establecidas en películas anteriores de la saga, aunque se encarga esta vez de presentar a otro niño, casi tan idiota como el anterior y (muy convenientemente) utilizado no como un personaje sino como poco más que un prop. Hay indicios de una subtrama de las penurias de la academia y el proceso de adaptación de Andy a una estructura militar, pero apenas se esboza, y como siempre se deja muy poco claro hasta qué punto el chaval es considerado o no un psicópata. Con esto quiero decir que en cada entrega es mayor la cantidad de gente que ve a Chucky, y sin embargo siguen sin creerle.

Lo curioso de todo este asunto es que Child's Play 3 es una de las entregas más oscuras de la saga, una de las que menos recurre al humor y en la que (en un principio al menos) augura una mayor dosis de violencia debido al tono ligeramente más adulto de su premisa. Brad Dourif, como siempre, está genial y saca lo más que puede del papel de Chucky, pero la película es simplemente tan aburrida y anodina que no es de extrañar que se haya estrellado en la taquilla de todo el mundo. Tampoco es de extrañar que Mancini haya tirado la toalla con su creación y esperado siete años para lanzar una cuarta parte que reinventaba por completo la saga buscando sangre fresca para el muñeco favorito de todos. Esta tercera parte puede que guarde algún interés para aquellos que quieran ver la evolución de Chucky a lo largo de su periplo cinematográfico, pero para mi es imposible de recomendar.