jueves, abril 30, 2009

Reseña: Los hijos de los malditos (1963)

Hace ya un tiempo, al hablar de películas de horror/ciencia-ficción típicas de la Guerra Fría, mencionábamos la archiconocida El pueblo de los malditos (1960), la cinta de Wolf Rilla que, basándose en la novela de John Wyndham Los cucos de Midwich, narraba la historia de un grupo de niños superdotados con poderes psíquicos que eran en realidad la vanguardia de una invasión extraterrestre. Pues bien, su secuela, titulada Los hijos de los malditos (1963), no se queda atrás en cuanto al marcado subtexto de la tensión global y el miedo a la destrucción masiva, si bien sus características particulares la hacen menos una historia de terror y más una fábula fantástica con un mensaje antibelicista bastante claro, aún más que en su antecesora.

Dirigida en esta ocasión por Anton Leader, Los hijos de los malditos es una secuela sólo en parte, ya que si bien se hace indispensable haber visto la primera película para entender realmente de que va, el argumento no es una continuación; de hecho, el desarrollo de la historia, que implica un "descubrimiento" de la verdadera naturaleza alienígena de los niños por parte de grupos encontrados de altruistas, científicos y militares, sólo tiene lógica si se pasa por alto completamente tanto la trama como el desenlace de la cinta de Wolf Rilla. Únicamente así se puede explicar la trama de un experimento de la UNESCO que reúne a seis niños superdotados procedentes de todas partes del globo terráqueo que descubren, al reunirse, que poseen una supermente colectiva y unos poderes paranormales que les ponen en evidencia como una especie superior, haciendo que los líderes de las grandes potencias les vean como una clara amenaza al Orden Mundial. Los seis críos entonces deciden escapar y atrincherarse en una iglesia abandonada para plantar cara a sus persecutores humanos.

Pero a pesar de su argumento de amenazas extraterrestres y suicidios inducidos por medio de la dominación telepática, hay una clara diferencia entre esta película y la de Wolf Rilla, y reside en la manera como el guión muestra a los niños. En esta ocasión, el público está llamado a simpatizar con los críos, que en ningún momento se muestran como auténticos villanos, sino al contrario, como criaturas que sólo buscan sobrevivir en un mundo que les teme y por ello les odia. Quienes no son vistos en una buena luz en esta ocasión son los humanos enzarzados en una competencia por poseer el secreto de los niños o, en todo caso, destruirlos para que ninguna otra superpotencia puede hacer uso de sus habilidades.

Esta moraleja sociopolítica, mucho más marcada que en la primera parte, es quizás lo más interesante, ya que en lo demás la cinta resulta bastante fallida. El ambiente urbano londinense (diametralmente opuesto a la ambientación de pueblo pequeño de la anterior) no se aprovecha, y el aspecto de los alienígenas "multiculturales" no es tan icónico como aquellos críos de mirada gélida y pelo blanco. Lo que sí resulta curioso, sin embargo, es que la línea argumental de la humanidad luchando ciegamente contra una raza superior únicamente por resistirse al cambio es un tema que John Wyndham ya había tratado en su novela Las crisálidas, por lo que esta película tampoco pilla tan lejos al autor de quien partío toda la idea original. Al fin y al cabo, se trata de una secuela digna que se puede disfrutar si se sabe de antemano que no resultará tan memorable como la primera parte.

lunes, abril 27, 2009

La inútil lista de la década: el 2003

Continuando con la inútil lista de la década, llegamos al año 2003, uno en el que, particularmente, se me hace difícil elegir, ya que hay una mayor cantidad de películas que considero destacables. Como siempre, mencionaré aquí las tres que he disfrutado más y una serie de nominadas que también se merecen por lo menos un visionado por un motivo u otro. Como ya habéis podido notar en la imagen que adorna este párrafo, el 2003 es cuando (para mí) al menos, la fiebre de terror asiático alcanza su punto álgido con Ju-on: The Grudge (reseña aquí), película que siempre divide a todos aquellos fanáticos del género de horror pero que es, lo sabéis de sobra, una de mis cintas favoritas, y precisamente por momentos como el de la foto. La saga, explotada una y otra vez por su principal responsable Takashi Shimizu, alcanzó su pico con esta primera entrega para cine y resultó inmejorable, y lo mejor (o peor, depende de cómo se mire) de todo es que no parece estar dispuesta a terminar todavía.
El segundo lugar va para una película completamente distinta: Cabin Fever (reseña aquí), de Eli Roth, se lo merece por ser una película que, lejos de huir de los topicazos, los abraza para al mismo tiempo sacar de ellos algo nuevo, manejando un sentido del humor mucho mejor pulido incluso que en su película más famosa. Finalmente, el tercer lugar se lo lleva Alta tensión (reseña aquí), una de las cintas que comenzaron la actual ristra de películas de terror francesas que nos llegan de vez en cuando. La cinta de Alexandre Aja es todavía uno de sus trabajos más feroces y mejor acabados, con todo y que, realmente, no ofrezca mucho al sub-género de matanzas varias afincadas en terreno rural.
Y ahora, las nominadas: aquí es donde la cosa se me pone difícil, ya que hay donde escoger, sobre todo teniendo en cuenta de que este año estuvo literalmente pintado de rojo: aparte de las dos últimas películas mencionadas, otras varias producciones aprovecharon el filón del recién re-descubierto gusto gore que parecía llegar a Occidente. Es este, no lo olvidemos, el año en que se estrena Wrong Turn (reseña aquí), La casa de los 1000 cadáveres (reseña aquí) o incluso películas que a mí particularmente no me gustaron pero que tuvieron un éxito considerable, como el remake de La matanza de Texas (reseña aquí) o Freddy vs Jason.
No todo, sin embargo, fueron sangre y tripas: el modesto pero muy efectivo remake de Willard nos devolvió a Crispin Glover en la retorcida historia de un solitario y perturbado Rey de las Ratas, y el terror oriental nos regaló a la surcoreana 2 hermanas, una película interesante y muy diferente a las que aquí hemos mencionado, y de la cual ya nos encargaremos en otro momento. De Japón llegaron también Ju-On: The Grudge 2 (reseña aquí) y Gozu, de Takashi Miike, aunque a esta última quizás debamos colocarla en otra categoría.
Seguro que en esta lista se me ha olvidado algún título que merecería estar en este puesto. Mi memoria no es lo que solía ser, así que sentíos con libertad para añadir sugerencias a esta superlista que poco a poco comienza a tomar cuerpo.

Nota: la nueva cabecera que adorna este blog se la debemos al altruista espíritu del señor Kuroi Yume, de Tierras de cinefagia, mentor de esta bitácora en todo lo que tiene que ver con cine oriental. Lo único que yo hice fue proporcionarle la imagen base, que por si quieren saberlo, es una captura de pantalla del episodio Crouch End, de la serie de televisión Pesadillas y alucinaciones.

sábado, abril 25, 2009

Reseña: Déjame entrar (2008)

Tras numerosos retrasos, llega por fin a las carteleras de España la película sueca Déjame entrar (2008), la historia de un niño solitario y atormentado que descubre que su nueva vecina (una rara niña de pelo grasiento y que parece nunca sentir frío) es un vampiro. El improbable estreno de esta película en las salas de cine comercial muy probablemente se deba a la resonancia que ha tenido en los últimos meses desde su estreno en Sitges por parte de muchos que, incluso antes de verla, ya estaban dispuestos a aceptarla como la mejor película de terror de todos los tiempos. Es mejor que esas expectativas se bajen un poco: dista mucho de ser esa magnánima obra maestra que se ha publicitado, pero sí es verdad que es una película interesante y sobre todo muy diferente a lo que nos tienen acostumbrados, despojándose bastante de los elementos básicos de una película de terror para convertirse en otro tipo de relato con objetivos muy distintos, eso sí, siempre con vampiros de por medio. El resultado final, al menos para mí, ha sido satisfactorio pero desconcertante.

Para el momento en que escribo estas líneas es muy probable que cualquiera que se asome por la página ya la haya visto, pero si no es así al menos puedo decir la única cosa de la que estoy cien por cien seguro: es indispensable que el espectador abandone cualquier idea preconcebida que tenga sobre lo que "debe ser" una película de vampiros, algo similar a lo que ocurrió en su momento con cintas como Martin (1978), de George Romero, o Viajeros de la noche (1987), de Kathryn Bigelow, que a pesar de contar con chupasangres de protagonistas se alejaban de las convenciones del género. De hecho, más que un cuento de miedo, Déjame entrar es la historia de un primer amor, de la relación de confianza mutua que surge entre dos seres que literalmente "dejan entrar" al otro en sus solitarias vidas. La dirección de Tomas Alfredson, además, reitera varias de las tradicionales constantes (si es que puede decirse que haya) del cine sueco en cuanto a ritmo y construcción dramática, por lo que hay muy pocos picos de "acción". El argumento está asimismo bastante simplificado en cuanto a la novela en que se basa, eliminando de un plumazo varias subtramas, personajes, y la mayor parte de los elementos de terror de los que disponía la historia original. El mayor cambio en este sentido está en la historia de esa pequeña y andrógina niña vampira de la que, en realidad, no sabemos nunca casi nada.

p>Pero la película sabe sobreponerse muy bien a su reducción argumental. Si bien la mayor parte de las dos horas que dura tiene un desarrollo pausado en el que literalmente "no pasa nada", la historia tiene varios picos destacables. La cinta tiene algunas escenas y momentos increíbles, casi todos referentes al personaje de la niña, que con sus ojos enormes es sin duda lo mejor de la película. De hecho, las apariciones del "monstruo" resultan muy efectivas a pesar de ser tremendamente sutiles (ojo con la metamórfosis física del personaje cuando se altera o se alimenta: acojonante), y las escenas de violencia se quedan contigo a pesar de carecer de todo tipo de explotación. Todo esto hace que, si bien esté protagonizada por niños, no sea para nada una película infantil: el personaje de Oskar es un crío tremendamente perturbado de quien esperaba en todo momento un brote psicópata, aunque es verdad que la película se encarga en cierta manera de redimirlo. Al final nos quedamos con ganas de saber más (para eso está la novela) pero la película se siente bastante redonda en cuanto a argumento, salvo un par de escenas en las que queda claro que había algo más que se quedó en la sala de montaje.

Con todo esto no sé si será una de las mejores películas de los últimos tiempos (lo dudo mucho) pero sí es verdad que resulta una de las más curiosas y una a la que sin duda hay que echarle un vistazo, para lo que se hace indispensable perdonar un poco sus desproporcionadas expectactivas (que tienen que ver más con el fenómeno de masas que con la calidad de la cinta en sí) y unos muy lamentables gatos realizados por ordenador. El resto es sin duda sobresaliente, destacable, y sobre todo, recomendable.

miércoles, abril 22, 2009

Reseña: La caída de la casa Usher (1960)

La caída de la casa Usher (1960) representa en muchos sentidos una jugada maestra de Roger Corman y una de las películas más importantes de su carrera, esto último en cuanto a que le permitió el necesario cambio de registro después de haberse pasado la mayor parte de la década de los cincuenta realizando casposas (aunque en muchos casos notables) serie B de ciencia-ficción en blanco y negro, destinadas principalmente al mercado de las sesiones dobles. Esta adaptación del relato homónimo de Edgar Allan Poe demostró a todos que Corman podía hacer frente a un proyecto ambicioso que no sólo significaba un cambio de estilo radical, sino que encima permitía al estudio competir mano a mano con el resto de los horrores góticos colorizados de la época, especialmente los de la Hammer Films, rival natural de este tipo de producciones. La fórmula, de hecho, tuvo su considerable cuota de éxito: La caída de la casa Usher fue la primera de una serie de ocho Poe-movies, así como una de las mejores y más completas, con una efectividad que se mantiene incólume hoy en día, casi medio siglo después de su estreno.

A pesar de sus orígenes literarios, esta adaptación de Poe juega con otro tipo de convencionalismo: el de la tradicional historia de casas embrujadas aderezada con maldiciones familiares. Pero si bien el argumento se toma amplias libertades con respecto al relato en el que se basa (en un esfuerzo por hacer la historia más "cinematográfica"), la atmósfera presente en el original de Poe está trasladada muy fielmente a la pantalla: el duelo que se da entre el joven y apuesto Phillip y el siniestro Roderick Usher por una mujer, quizás la última y frágil muestra de belleza que queda en aquella solitaria casa que se cae a pedazos, es lo suficientemente interesante para mantener al espectador en vilo a lo largo de poco más que una hora en la que apenas hay un puñado de personajes y muy poca "acción" propiamente dicha.

De hecho, y a pesar de que arriba contraponíamos estas producciones de Corman a las historias de la Hammer, la verdad es que tienen muy poco que ver: ambas son cintas de terror de ambiente gótico y rodadas en color, pero es allí donde terminan sus semejanzas. Mientras que los productos de la famosa casa británica apelaban al factor shock de sus historias y hacían un despliegue inusual de violencia y sensualidad, las Poe-movies de Corman son muy contenidas (nada de aquel Shocking! o aquel Creeping Bloodcurling Terror! de sus primeras producciones), centrándose más en elementos como atmósfera, diálogo y actuaciones, aunque ello no significa que abandonen por completo sus elementos más explotativos, especialmente durante un inmejorable clímax final bastante osado en cuanto al desarrollo de la historia.

Pero si funciona no es simplemente por el material de Poe; lo que hace de La caída de la casa Usher la gran película que finalmente es reside en su esfuerzo de grupo. Aparte de la dirección de Roger Corman (sorprendentemente sobria para sus estándares), tenemos un muy bien equilibrado guión del cual es responsable Richard Matheson, quien sabe aprovechar al máximo el auténtico encanto de las casas embrujadas: la mansión Usher es un preciosista laberinto lleno de túneles, pasadizos secretos, cuadros siniestros y criptas subterráneas de las que sólo vemos una parte muy pequeña, ya que la cinta únicamente dura 79 minutos, créditos incluídos. La otra piedra angular de la película está, por supuesto, en la presencia del actor Vincent Price en el papel de Roderick Usher. Price está simplemente inmenso, lo cual no es poca cosa teniendo en cuenta que es un actor que suele subir la categoría de cualquier película en la que sale. Su papel en esta ocasión es inusualmente comedido, casi desprovisto de histrinionismo pero al mismo tiempo de los más retorcidos que le he visto hacer (la escena del velatorio es sublime, y la reacción del público en el cine tuvo que haber sido digna de verse).

Imagino que todos los que pasen por esta página conocerán de sobra el trabajo de Roger Corman y sobre todo su fase con Edgar Allan Poe, pero aquellos que todavía no lo hayan hecho harían bien en comenzar por esta película. Pocas veces se ha trasladado a la pantalla el pathos de Poe de una forma tan eficaz, y eso, viniendo de un director que provenía de los círculos explotativos, es decir mucho.

martes, abril 14, 2009

Reseña: Viernes 13 parte 5 (1985)


(con inevitables spoilers)

La quinta parte de la saga de Viernes 13 lleva la coda de El nuevo comienzo, y dado que se estrenó un año después del que supuestamente debía ser el capítulo final, cabe preguntarse si los de la Paramount tenían planeado de antemano el regreso de su exitosa franquicia. La respuesta sólo puede ser un contundente sí, no sólo por el gran éxito de taquilla de la cinta anterior sino también por el hecho de que esta nueva entrega intentó tomar un camino distinto al de sus antecesoras, continuando con el formato slasher pero dejando de lado la figura de Jason y volviéndose a centrar en el esquema de whodunit de la primera parte. En esta ocasión la trama se desarrolla varios años después, con Tommy Jarvis convertido en un joven traumatizado y propenso a explosiones violentas de ira, y que ha ido a parar a una colonia psiquiátrica para jovenes enclavada en medio de un bosque. El brutal asesinato de uno de los chicos residentes a manos de otro parece desatar una nueva ola de crímenes en la localidad, y es aquí donde se nos presenta el misterio de la película: dado que (aparentemente) el asesino de Crystal Lake está muerto, ¿quién se está cargando a los chavales?

Si hacemos caso a las palabras del director y guionista Danny Steinmann, el estudio únicamente le dio dos directrices a la hora de ponerse manos a la obra: la cinta debía mostrar al menos una muerte cada siete minutos, y sobre todo, en algún momento de la película, Tommy Jarvis debía convertirse en el nuevo Jason. Semejantes órdenes fueron cumplidas por Steinmann, especialmente la primera: la cantidad de fiambres de la película (22) es considerable, lo que la convierte en una de las entregas con el body count más alto de toda la saga. Por desgracia dicha peripecia no pudo ser hecha sin recurrir a la trampa: gran parte de las víctimas son personajes que nada tienen que ver con la historia y que sólo son introducidos por el guión como carne de cañón para el asesino, que los despacha pocos minutos después de su aparición. Para colmo, la tijera del estudio se nota bastante, ya que casi todas las muertes están suavizadas mediante cortes rápidos, y salvo un par de excepciones, la película es bastante contenida en cuanto a su violencia, mucho más que otras entregas. Atrás quedaron los tiempos de Tom Savini.

El segundo punto a tratar por Steinmann es aún más desconcertante: después de pasar casi toda la película con una trama de investigación débil y un misterio que realmente no interesa a nadie, al final el "impostor" termina siendo un personaje cuya identidad como el asesino es un sinsentido absoluto. Durante todo el metraje la idea de Tommy como el sospechoso no se aprovecha, y cuando finalmente llega la confrontación final con el falso Jason (enfrentamiento que por cierto guarda un par de momentos interesantes como es la imagen de una mujer esgrimiendo una motosierra contra el asesino enmascarado, en una muestra de grrrl power digna de aplausos) y descubrimos quien es, resulta decepcionante. No sólo podría, en la práctica, haber sido cualquiera, sino que además la revelación abre un montón de interrogantes nuevas: ¿qué motivación tenía realmente el asesino para cargarse a toda esa gente? Y sobre todo, ¿por qué se disfraza como Jason? Al final el director intenta arreglarlo chapuceramente con la imagen que cierra la película y que muestra a Tommy Jarvis poniéndose la máscara de hockey y recogiendo el testigo como el asesino, sugiriendo que quizás (sólo quizás) estuvimos equivocados y gran parte de las víctimas cayeron a manos del que parecía ser el joven héroe.

Esta interesante lectura final, por desgracia, fue arruinada cuando al año siguiente se estrenara la sexta parte de la saga, en la que Jason fue literalmente sacado de su tumba. El resultado de hoy, entonces, es una película aislada y pobre, mal escrita, mal resuelta, con un sentido del humor que sólo se puede calificar de hortera y, sobre todo, muy por debajo del nivel medio de la saga de Viernes 13.

domingo, abril 12, 2009

Apuntes para una breve historia de la explotación (7)

Tengo un motivo muy bueno para no haber posteado nada: mi cerebro está inmerso en un delicado proceso de rehabilitación tras haberme pegado el maratón de The Grudge todo este fin de semana. Y cuando digo maratón, quiero decir que, básicamente, he visto seis veces la misma película: los dos telefilmes del año 2000 (Ju-on: The Curse y Ju-on: The Curse 2), las dos películas japonesas para cine (Ju-on: The Grudge y Ju-on: The Grudge 2) y el remake americano con su secuela (The Grudge y The Grudge 2). Haberlas visto todas seguidas me ha servido para postrarme una vez más ante su director, Takashi Shimizu (uno de los mayores explotadores del género) y darme cuenta de que, después de todo, las seis películas no son realmente iguales. Es cierto que comparten una esencia común y un estilo muy marcado, pero a nivel de argumento hay diferencias sustanciales que hacen que todas valgan la pena, de una forma u otra.
Pero el motivo de este texto es hablar de otra cosa: de los cortometrajes que dieron origen a la saga de Ju-on y que fueron rodados por Shimizu para Gakko No Kaidan G (1998), un telefilme episódico cuyo título podría traducirse como Historia colegial de fantasmas. Dicha película, por cierto, la desconozco, y al igual que la mayoría solo he escuchado hablar de los dos episodios rodados por Shimizu, y eso que entre los otros directores está Kiyoshi Kurosawa (!).
Los dos cortos originarios de los que hablamos hacen honor al calificativo: cada uno de ellos dura aproximadamente tres minutos, y están narrados de una forma muy básica y sencilla, cada uno en un solo escenario y con luz natural, algo que siempre había considerado impensable en una película de terror. La historia de la saga de The Grudge todavía no está presente (de hecho no hay historia, se trata sólo de escenas aisladas) pero ya había gran parte de los elementos de estilo de Shimizu y, sobre todo, ya teníamos a los personajes. En el primero de ellos, 4444444444, vemos por primera vez a Toshio; en el segundo, Katasumi (titulado en Occidente In The Corner) nos muestra por primera vez a Kayako. Esta, por cierto, está interpretada por Takako Fuji, que ha hecho el personaje en todas las encarnaciones de la saga que han sido dirigidas por Shimizu.



La efectividad, atmósfera y estilo de los cortos habla por sí sola, así que es mejor que los veáis. A manera de trivia les diré únicamente que los dos cortos son referenciados en los dos telefilmes de Ju-on: The Curse (2000), que Shimizu dirigiría un par de años más tarde, en los que también se repite el fenómeno de la llamada de móvil proveniente de ese número que se repite varias veces presagiando el horror (en la cultura japonesa el número cuatro se considera de mal agüero por su parecido fonético con la palabra "muerte").
Ambos cortos, por cierto, están incluídos en el material adicional de la edición en DVD de The Grudge (2004), el remake americano.
Y ya que hablamos de la saga americana, podemos decir que las comparaciones son odiosas, pero en esta ocasión debo hacerlas con los tres cortos de Tales From The Grudge, una pieza que fue creada principalmente como publicidad para el estreno de The Grudge 2 (2006). Los tres cortos fueron realizados por Toby Wilkins, el mismo que ahora está preparando el estreno de la tercera película americana de la saga (primera además que no está dirigida por Shimizu), y se nota a leguas la diferencia; allí donde los cortos originales eran fundadores de un estilo muy personal de hacer cine de terror, los tres episodios de Tales From The Grudge no son más que repeticiones de una fórmula, además de un intento de legitimar esa idea equivocada según la cual las subidas repentinas del volumen del audio son suficientes para asustar al personal (no lo son).




Lo curioso en este caso es como estos cinco cortometrajes o "episodios" de alguna forma representan dos extremos opuestos de una idea explotativa: los primeros son el germen estilístico y temático de una de mis sagas de terror favoritas. Los otros son el resultado directo de la banalización de dicha saga y de la pérdida de parte de su efectividad, un juego de espejos cuando menos interesante y que ciertamente no da muchas esperanzas para la ya inminente tercera entrega.

domingo, abril 05, 2009

Reseña: Miedopuntocom (2002)

El segundo largometraje como director de William Malone es coherente con casi todos sus trabajos en el impresionante derroche de estética y una proeza visual en ocasiones brillante, sin embargo los resultados no son tan buenos. En esta ocasión el director no consigue suplir con sus excesos sensoriales las carencias de su obra, como sí logro hacer con su remake de House on Haunted Hill (1999), una película fallida pero interesante de la que hablaremos otro día.

Miedopuntocom (2002), la cinta que hoy nos ocupa, ni siquiera tiene tanta suerte. A nivel argumental se nota a leguas que participa de las ansias de resurrección de horror sobrenatural de los primeros años de la "década del '00", y la trama tiene parecidos pasmosos con The Ring (2002), película que curiosamente salió el mismo año y con la que comparte el tema de una maldición viral que se transmite a través de la tecnología, sólo que sustituyendo la cinta de vídeo de la película de Verbinski por una misteriosa página web que mata en pocos días a aquel que la ve si no es capaz de descifrar el enigma que propone. La frenética investigación de una pareja de jóvenes agentes se entrelaza (de forma bastante torpe) con la búsqueda de un asesino en serie llamado "El Doctor", que tortura salvajemente a sus víctimas en directo frente a una webcam para el placer de su audiencia en Internet.

Ambas tramas se cruzan de forma confusa y disparatada a lo largo de todo el metraje sin mucha lógica, con Malone dándose prisa para llevar a sus personajes a esos momentos más parecidos a un sueño que a algo que está ocurriendo en la realidad. Al hacerlo consigue imágenes atractivas a costa de quitarle todo sentido a la trama de investigación, sin nunca decidirse a llevar la cinta por buen camino. A lo largo de toda la historia hay momentos y escenas enteramente desperdiciadas que muestran indicios de diferentes tonos posibles para el argumento y que finalmente se quedan en nada, como la exploración de la naturaleza misma del miedo, las leyendas urbanas, el bajo mundo que subyace en las áreas marginales de las grandes ciudades o incluso la subcultura del vouyerismo que impregna la presencia de Internet, esto último resaltado por la actuación de un Stephen Rea en el papel del asesino y que aquí resulta vergonzoso en el papel de un psicópata con pinta de mad doctor salido directamente de un cómic.

En el apartado sobrenatural Malone da a la película una pátina de su ya conocida estética de oscuro feriante. escenaros irreales, fantasmas temblorosos, formas reptantes e incluso los cadáveres diseccionados del escultor alemán Gunther von Hagens (famosos por la exposición itinerante Bodies), los cuales ya habían sido utilizados en House on Haunted Hill. El despliegue de Malone es atrayente, pero no lo bastante como para compensar el caos argumental, el aburrimiento y el sinsentido. Yo casi diría que ahora, que sólo puede ser obtenida en formato doméstico, reto a cualquiera a que la vea de una sola sentada.

jueves, abril 02, 2009

Reseña: Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon (2007)

Con la que probablemente sea una de las mejores premisas de terror de esta década, Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon (2007) nos cuenta la historia de Leslie Mancuso, un joven común y corriente que decide convertirse en el mayor slasher de todos los tiempos, y que ha invitado a un equipo de cineastas amateur para rodar un documental acerca del proceso de "creación" de su personaje. Ese documental, alternado con la historia de lo que va ocurriendo a los miembros del equipo a medida que van conociendo a su estrella, es lo que compone una de las películas más interesantes de los últimos años, y si no alcanza un nivel mayor de calidad es porque es precisamente su base temática lo mejor de todo el conjunto, una gran idea a la que, por desgracia, la ejecución no le hace justicia.

Esa situación inicial que no se ve superada está narrada en clave de comedia negra, con Leslie presentado al espectador como un joven simpático que automáticamente cae bien y al que resulta imposible tomar en serio cuando habla de los brutales asesinatos que piensa cometer. Asimismo la cinta crea una complicidad inmediata con el público habitual del cine de terror al estar ambientada en un mundo en el que famosos asesinos del cine como Jason, Freddy, Michael Myers y Chucky son reales, y en el que los slasher films son eventos genuinos y documentados. Es ese patrón común el que Leslie usa para crear su alter ego y guíar al equipo de rodaje (y al espectador) a través del proceso creativo de su historia, mostrándonos todos y cada uno de los lugares comunes del género como la traumática leyenda urbana del origen del asesino, la final girl o el "némesis", entre otros elementos, todos ellos a medio camino entre lo real y lo ficticio, y todos ellos comentados por Leslie a lo largo del documental (explicaciones casi todas sacadas, por cierto, del famoso libro de Carol J. Clover, Men, Women and Chainsaws).

Para variar, esta complicidad de la que hablamos no resulta frívola ya que no recurre únicamente a la referencia superficial (salvo en sus muy calculados cameos de estrellas como Kane Hodder, Robert Englund o Zelda Rubinstein) sino a un auténtico conocimiento de lo que es el slasher film y de aquello que lo hace especial, algo que se nota en la manera como uno de los secundarios (un mentor de Leslie que resulta ser un viejo psychokiller retirado) resalta la diferencia que hay entre los grandes asesinos que vuelven una y otra vez y los aficionados que les imitaron y que tenían la indecencia de morir en su primera aparición. Esta primera parte de la película es, en su mayor parte, muy divertida y concebida en una forma realmente inteligente a pesar de que no parece tomarse demasiado en serio a sí misma; el personaje de Leslie está sin duda muy bien desarrollado y en el espectador se crea un ansia real por el momento en que llega su "noche de debut" en la que el nuevo asesino realizará su primera matanza a costa de un grupo de jóvenes incautos.

Llegado este momento, por desgracia, es cuando la película se desploma: la llegada de esa noche especial devela un giro argumental tremendamente obvio (primero porque ya te lo soplaban en el trailer y segundo porque a nivel dramático no hay otra salida) y algunos de los elementos más destacados de la primera parte, como el archienemigo de Leslie, se quedan sin desarrollo alguno. Por otro lado, ese momento de la matanza resulta demasiado genérico y pobre, poco ambicioso y para nada merecedor de la primera parte. Poniéndolo de otra forma, la "película" de Leslie Vernon es muy mala, y a pesar de que su desenlace es coherente con lo que se nos venía anunciado desde el principio, resulta muy decepcionante en cuanto a ejecución y casi parece una película completamente distinta. Tampoco ayuda el que los toques de comedia (principalmente los referentes a la chica final de Leslie) se vuelvan absurdos y fáciles, sin el refinado humor negro que tenía el prólogo.

Behind the Mask tuvo en su momento una distribución muy limitada y ha terminado por ser conocida principalmente a través del formato doméstico. Personalmente la encuentro con un planteamiento interesante, aunque dista mucho de merecer el calificativo de genialidad que en ocasiones había llegado hasta mí en referencia a ella. Si el argumento no se hubiera dado tantas prisas en el clímax final y le hubiese dedicado la misma atención que a su muy bien construído inicio, estaríamos hablando de una gran comedia de terror. El resultado actual sigue siendo bueno, pero con reservas, aunque sí que tiene un toque genial en la última escena que viene tras los créditos, aquella que nos muestra de forma sencilla pero contundente donde está el espíritu de un auténtico slasher.