jueves, enero 31, 2008

Reseña: La noche de los muertos vivientes (1990)

En el mundillo de los remakes, hay uno en particular que siempre ha sido larga e injustamente ignorado por la mayoría, y es La noche de los muertos vivientes (1990), primer largometraje como director de Tom Savini y uno de esos raros ejemplos en el que la revisión de un clásico en cierta forma complementa el visionado del original. Por un lado se entiende; después de todo, la película de Savini vino en un mal momento histórico, ya que el cine de zombis no solamente ya no estaba de moda, sino que había sido totalmente ridiculizado gracias a los esfuerzos paródicos de El regreso de los muertos vivientes (1985) y, por supuesto, el videoclip que dirigió John Landis para la canción Thriller, de Michael Jackson. Para ese entonces nadie podía siquiera pensar que la idea de los cadáveres ambulantes hambrientos de carne humana pudiera ser interesante, y es una lástima porque esta versión de la ópera prima de George Romero es, en efecto, una muy buena película que mereció un mejor destino.

El mismo Romero escribe el guión, y en su momento no estuvo demasiado entusiasmado con la idea, razón por la cual esta película no se limita a reproducir su propio trabajo. Por el contrario, si bien ambas parten de la misma situación inicial (un grupo de desconocidos que se atrinchera en una cabaña para combatir las hordas de no-muertos), los veintidós años que separan el remake de la original se notan en la evolución de los personajes protagonistas y en el juego que Romero ofrece al espectador que ya conoce su (para entonces) trilogía de zombis. No en balde la primera escena se reproduce de forma casi igual a la de la original hasta que tiene lugar el curioso guiño en el cual Romero "engaña" al público haciéndole creer que la aparición del primer cadáver reanimado sucederá igual que en la primera película. Esta pequeña pausa precede el sobresalto cuando el verdadero zombi se abalanza sobre los personajes (y nosotros) indicándonos que ahora sí vienen a por tí, Barbara.

Por cierto, es en este personaje donde mejor se nota la evolución zombífila a la que ha llegado el guión de Romero. Si en su trilogía anterior habíamos visto el progresivo cambio de rol de los personajes femeninos, en esta película lo vemos en todo su apogeo. La Barbara de la versión del 90 nada tiene que ver con la catatónica e indefensa fémina de la película original, un hecho que la protagonista no hace sino resaltar al cambiar su falda por unos pantalones y asegurarle a Ben que "no está entrando en shock". Este último, por cierto, pierde protagonismo en esta versión pero al mismo tiempo resulta un personaje mucho más interesante, aunque sea por los matices de un actor como Tony Todd que sabe transmitir la escalada de violencia e insensatez que se desata en su confrontación con el señor Cooper, quien alcanza aquí unos niveles muy altos de cabronismo e individualismo residuales de la cultura del Yo de la era Reagan. Con todo esto, es en el final cuando la película resalta el discurso sociológico de la original al mismo tiempo que lo lleva a unos niveles si se quiere aún más pesimistas, y lo que es curioso: no por ser más explícito deja de tener su contundencia.

La dirección de Tom Savini (quien por cierto no se encarga esta vez de los efectos especiales) es lo suficientemente ágil como para hacer que la película no decaiga en ningún momento, muy a pesar de algunas secuencias específicas que pecan de inverosímiles, como si las películas de terror ocurrieran en un mundo en el que los personajes están destinados a tomar decisiones erradas (y sin embargo, es la primera cinta de zombis que recuerdo donde alguien sugiere que quizás lo mejor sea pasar corriendo entre ellos).

Más allá de la obviedad cronológica, La noche de los muertos vivientes es una bisagra perfecta entre el cine de terror de los ochenta y la década de los noventa. En una época en la que, por lo general, el género de zombis estaba decantándose por la parodia o por el camino fácil de la caspa explotativa, la llegada de una cinta que se tomaba los cadáveres vivientes como algo serio pasó por debajo de la mesa, error que siempre estamos a tiempo de remediar.

lunes, enero 28, 2008

Reseña: Silver Bullet (1985)

Como buen fanático de Stephen King, hubo una época en la que forzosamente tenía que ver cualquier cosa que se basara en su obra, y la verdad es que había de donde escoger. Prácticamente no hay pieza alguna de su época ochentera (que es, a la vez, su punto más alto como estrella literaria) que no haya sido llevada al cine, por supuesto con varios grados de calidad. Silver Bullet (1985), que en España se tituló inexplicablemente como Miedo Azul (en serio, alguien tiene que decirme por qué) es una de las medianas, no tan nefasta como algunas pero muy lejos de la calidad de otras películas como Carrie (1976) o El resplandor (1980). Esta que nos ocupa hoy es una de las que recuerdo haber visto de joven, y tras más de veinte años me doy cuenta de que no ha envejecido nada bien.

Específicamente, Silver Bullet es una adaptación de la novela corta El ciclo del hombre-lobo, historia de licántropos que el autor de Maine luego recicló en gran medida para uno de los capítulos de It, una de sus novelas más conocidas. Pero a diferencia de la mayoría de las películas que tratan sobre este tipo de monstruos, la historia no se centra en el hombre que recibe la maldición, sino en los humanos que deben enfrentarse a la criatura, con lo que la trama adquiere los tintes de un cuento de terror clásico muy parecido a aquel del niño pastor y el lobo. De hecho, el argumento principal gira alrededor de un niño parapléjico llamado Marty (el antiguo ídolo adolescente Corey Haim) que la noche del cuatro de julio descubre que el misterioso asesino que ha estado masacrando a varias personas del pueblo es en realidad un licántropo. Si logra escapar es únicamente gracias a la silla de ruedas motorizada que la ha construido el chapuzas de su tío, quien es la única persona que puede ayudarle a identificar al monstruo y acabar con él.

A partir de esta pequeña mezcla de licántropos con típico whodunit americano, la película logra momentos muy buenos incluso cuando no tiene que ver nada con el terror; la relación entre Marty y el irresponsable de su tío (que únicamente es un adulto en cuanto a su edad) se siente muy real. En cuanto al hombre-lobo, debido principalmente al hecho de que durante la mayor parte del metraje no sabemos quién es, sólo hay una escena de transformación, aparte claro está de una secuencia onírica muy buena y que es sin duda la mejor escena de la película. Por desgracia el resto de la película no es asi, y llegamos a tener momentos que sólo se pueden tomar a cachondeo, como la escena en la que los habitantes del pueblo, hartos de los acosos del "asesino", salen a cazarlo en medio de un bosque lleno de niebla.

Encima de eso, la película sufre un bajón considerable una vez que se revela quien es el hombre-lobo, ya que su discurso parece cambiar por completo para pasar a ser una historia de terror más convencional. La confrontación final de Marty contra el licántropo se ve así asesinada por uno de los monstruos más cutres que jamás se hayan visto (detalle que es más decepcionante aún si tenemos en cuenta que el responsable de la criatura fue el normalmente genial Carlo Rambaldi). Otro grave error de la película es que, si bien parece estar siguiendo constantemente el punto de vista de Marty, hay ocasiones que son interrumpidas por la voz en off de la hermana, lo cual no es más que un intento por mantenerse fieles al estilo de la novela original.

Como adaptación de Stephen King, Silver Bullet no está entre las peores que se han hecho, pero queda bastante lejos de una recomendación que vaya más allá de la nostalgia de los ochenta. Algunos elementos de su historia son destacables, pero mucho me temo que esos sean atribuibles únicamente al formato de relato de miedo infantil de la novela original. Para películas de licántropos sigue siendo mucho mejor acercarse a otras como Un hombre-lobo americano en Londres (1981), El aullido (1981) o la más reciente Ginger Snaps (2000). Eso seguro.

viernes, enero 25, 2008

Reseña: Halloween (2007)

A estas horas no quedará nadie (al menos de los visitantes de esta página) que no se haya acercado ya a Halloween (2007) de Rob Zombie, una de las películas más esperadas del 2007 y que finalmente terminó por estrenarse en España a principios de este año. El tratamiento que este director le ha dado a una de las cintas más celebradas de John Carpenter ha resultado ser bastante digno, si bien muy por debajo de lo que había logrado con sus dos películas anteriores. Los fracasos y aciertos del remake de Zombie se deben, respectivamente, a sus ansias de homenajear a uno de sus ídolos y a la utilización de una historia ajena para escarbar aún más en su estética personal.

Porque lo mejor de este nuevo Halloween, sin duda, es la primera mitad, en la que Rob Zombie utiliza la historia de los orígenes de Michael Myers y su locura psicópata para escribir otro capítulo en esa gran crónica del white trash que ya había esbozado con sus anteriores cintas. Ciertamente recurre a un montón de tópicos (padrastro abusivo, madre incapaz y un ambiente opresivo lleno de violencia y humillación), pero estos en ningún momento me han parecido exagerados ni explotativos; por el contrario, son perfectamente coherentes con el universo temático del director, destacando la imagen de ese niño andrógino cuyo placer por el sufrimiento ajeno es la única vía de escape a una realidad en la que él es siempre el más débil y tonto de los que le rodean. De allí la película evoluciona al pulso narrativo que se da entre Michael y el psiquiatra Sam Loomis (personaje que está aquí mucho mejor empleado y desarrollado que en la película original), un hombre que, al igual que el público, busca entender las razones del comportamiento de Michael y lo que se esconde tras su voluntad de matar. Con el pasar de los años esto probará ser una búsqueda estéril, y tras fugarse del manicomio donde le han encerrado (en una secuencia harto desagradable incluso para los estándares de Rob Zombie), Michael regresa a su antiguo suburbio de Haddonfeld a sembrar la muerte entre sus habitantes.

Es en esta segunda mitad donde la película de Zombie pierde gran parte de su fuerza; tal como se ha dicho en innumerables ocasiones, esta segunda mitad de Halloween no hace sino resumir la película original salvo ligeras diferencias (entre ellas un mayor número de bajas), con lo que cabría preguntarse qué ha sido de la delicada mirada introspectiva que el director nos había mostrado. Al final, tal como descubre Sam Loomis, resulta que la locura de Michael Myers no tiene explicación más allá de la violencia como única expresión posible de la emocionalidad. Pero aquí el director ha pecado de un gran exceso, porque no creo que sean necesarias dos horas de película para llegar a esa conclusión. Sin embargo, a pesar de estos fallos, hay que quitarse el sombrero a la manera como Rob Zombie ha diseccionado el género slasher desnudándolo por completo y ofreciendo sus aspectos más básicos hasta el punto en el que el mismo asesino se quita voluntariamente la máscara para mostrar su veneración hacia la final girl a la que se enfrenta. También la relación con el sexo típica de estos psicópatas enmascarados tiene aquí su explicación: las chicas de esta película utilizan su sexualidad como un elemento de humillación y ridículo, empezando por la insoportable hermana mayor de Michael y terminando con las no menos exasperantes amigas de Laurie Strode.

Lo más interesante es que, con todo esto, Rob Zombie no está haciendo un homenaje al "mito" de Michael Myers, sino al contrario: lo está destruyendo, de la misma manera en que un niño destruye un reloj al que abre para ver cómo funciona. A eso se debe el largo prólogo explícativo de la máquina de matar y el hecho de que, a diferencia de la película de Carpenter, esta versión no deja abierta la posibilidad de una secuela (un detalle clave que la diferencia de prácticamente todo el resto del género). Al final, la carta de amor que Rob Zombie y sus amigos (es impresionante la cantidad de luminarias del terror y la serie B que se pasean por esta película) han escrito a la obra original de JC queda lastrada por un metraje excesivo y por una también excesiva reverencia al maestro (no sólo en lo que se refiere a la segunda mitad sino también al uso del tema musical original, que aquí parece no encajar demasiado bien), pero es sin duda uno de esos remakes buenos que vale la pena ver para apreciar el trabajo de alguien que no sólo ha visto Halloween, sino que además lo entiende. Habrá diferencia de opiniones en cuanto al resultado final, pero la diferencia es que aquí se aprecia el tono de un artista de verdad.

miércoles, enero 23, 2008

Tres tristes trailers 13

A estas alturas ya todo el mundo habrá visto el trailer de Diary of the Dead (2008), así que su inclusión aquí no debe ser vista más que como una queja de que a estas alturas y faltando menos de un mes para su estreno en Estados Unidos no tengamos aún una fecha de lanzamiento en España. De todas formas, aquellos pocos que aún no lo hayan visto no negarán que el abuelete Romero se ha sumado a esta nueva ola del horror de telerrealidad que parece estar ahora tan de moda. Por desgracia, las expectativas crecen cada vez más (lo cual nunca es bueno para una película) pero es lo que suele pasar cada vez que tenemos la oportunidad de ver una cinta nueva del que probablemente sea el último "autor" de cine de terror que queda con vida. Esperaremos (no tan) pacientemente.


Tras ver el avance de Repo! The Genetic Opera (2008) me reafirmo en mi posición: ver esta película es el equivalente fantacinéfilo a un salto de fe. Después de todo, un musical de terror con coreografías y vestuarios extravagantes apela a los sentimientos de un público como el de The Rocky Horror Picture Show, lo cual no siempre es fácil. Todo esto no significa que el trabajo de Darren Lynn Bousman no se vea interesante, ya que a juzgar por lo que se aprecia en las imágenes, Repo! podría ser el orgasmo final de toda la reciente y cansina moda del cine de torturas y de los clones de Saw y Hostel. Curiosamente, lo que podría alejarme de una sala de cine llegada la fecha del estreno no son las cabriolas ni las luces de neón, sino la aparente proliferación de personajes emo. Ya veremos si el bueno de Bousman se ceba con sus pálidas carnes o no.


Y llegados al trailer final se presenta un inconveniente: el avance de The Ruins (2008) muestra muchas (quizás demasiadas) cosas de la película, pero es imprescindible verlo para entender la buena pinta que tiene. Templos mayas perdidos, jóvenes incautos y una especie de monstruo vegetal son una combinación difícil de resistir. En todo caso, y muy a pesar de que no tenemos ni siquiera un aproximado de fecha de estreno en España, estaré allí muy pendiente. Aquellos más duchos en literatura fantástica quizás puedan hablarme sobre la novela de Scott Smith en la que esta película se basa.


Aprovecho para hacer una aclaración con respecto al podio del post pasado: a la hora de decidir cuales son las películas que más he disfrutado un año específico, únicamente incluyo aquellas que hayan sido estrenadas comercialmente en España durante ese año (es decir, no cuentan las fechas en que se vieron en algún festival, como por ejemplo el de Sitges).