miércoles, agosto 30, 2006

Reseña: Destino Final 3 (2006)

Hace seis años, el mundillo del terror adolescente encontró uno de sus mayores éxitos comerciales en Destino Final (2000), el bebé parido por los amiguetes James Wong y Glen Morgan, antiguos guionistas de Los Expedientes X que por aquella época daban sus primeros pasos en la gran pantalla. La cinta resultó todo un bombazo gracias a algo que la separaba por completo de sus contemporáneas: a diferencia de los clones de Kevin Williamson, Destino Final no se andaba con miramientos a la hora de hacer una carnicería con su elenco, a menudo traspasando las obvias limitaciones de censura de los productos destinados a la generación MTV. Otra cosa en que destacaba la película era que el enemigo a vencer no era un psicópata enmascarado sino la Muerte misma, una fuerza intangible que ocasionaba horribles accidentes disfrazados de hechos cotidianos.

La idea nunca me ha parecido original, y sorprendentemente casi todo el mundo parece obviar el hecho de que la película no es más que una ampliación de hora y media del estilo de las muertes de La profecía (1976), lo cual me hace temer que la mayor parte del público juvenil que ha devorado estas películas no conoce la obra maestra de Richard Donner. En todo caso, el éxito de Destino Final generó una secuela que nunca llegué a ver. La razón es que, si debo ser sincero, la primera parte me pareció bastante mala y estúpida, y las muertes eran tan enrevesadas e inverosímiles que me hacían recordar aquellas absurdas máquinas de Rube Goldberg que aparecían en los dibujos animados de Chuck Jones. A pesar de eso, decidí darle una oportunidad a Destino Final 3 (2006), secuela completamente independiente que se convirtió en otro éxito comercial este año. Puedo decir tranquilo que aunque la película conserva muchos de los defectos de la primera parte, al menos resulta mucho más entretenida.

La estructura sigue siendo la misma de las películas anteriores: al principio, uno de los personajes tiene una premonición de un terrible accidente, del cual logra salvar a algunos de sus compañeros. Esto desestabiliza el "plan de la Muerte", quien luego empieza a cargarse a todos los sobrevivientes uno a uno en el orden exacto en que deberían haber muerto. Los chicos, si quieren sobrevivir, deben ahora evitar dichos accidentes si quieren engañar a la muerte de nuevo.

Si en la primera parte el accidente inicial era la explosión de un avión y en la segunda veíamos una horrible colisión de carretera, en Destino Final 3 nos encontramos con algo que todos hemos temido más de una vez: el descarrilamiento de una montaña rusa. En este sentido, ya la película arranca con muy buen pie, porque el accidente es en realidad acojonante. Si ha conseguido ponerme los pelos de punta en el pequeño monitor de mi portátil, no quiero ni imaginarme cómo se debe haber visto en una pantalla de cine. A partir de ahí, las muertes de los chicos empiezan a suceder una tras una, de manera cada vez más gráfica y brutal. Las opiniones en cuanto a esto pueden variar, pero de todas yo destacaría la primera, que involucra una cama solar y que se anticipa con una tensión admirable.

Aunque la estructura de esta tercera parte es exactamente la misma que en las anteriores, se agradecen ciertas innovaciones que los señores Wong y Morgan pudieron haber pensado antes. Por ejemplo, Destino Final 3 se toma mucho más en serio su violencia, sin ese exceso de humor caricaturesco que lastraba la primera entrega (aunque aquí hay una burla genial hacia el carácter marcadamente homo-erótico de los gimnasios y las salas de musculación). Además, la historia introduce un giro interesante al mostrar cómo la Muerte esta vez deja "pistas" de su plan en fotos e imágenes que los personajes deben descifrar antes de que sea demasiado tarde. Asimismo, en esta ocasión la Muerte nunca es referida como algo "personal", como si sucedía en uno de los momentos más ridículos de la primera parte. Se agradece también la desaparición del inexplicable personaje de Tony Todd que asomaba la cabeza en las dos primeras entregas, y que aquí queda reducido a dos discretos cameos de voz al principio y al final.

Los defectos, por desgracia, siguen siendo los mismos, y es que Destino Final 3 no tiene nada en la bola a nivel de trama. De hecho, sus pretenciones narrativas son nulas, porque no existe ningún conflicto. Con esto quiero decir que la suerte de los personajes es tan inexorable que el problema al que se enfrentan sencillamente no tiene solución, como sin duda sabrán aquellos que hayan visto las dos películas anteriores. Dado esto detalle, la única manera en que la película puede ser disfrutada es en cuanto a las diferentes muertes que nos presenta (esas sí, mucho mejores en esta que en la primera parte), convirtiendo la cinta en un espectáculo meramente visual para los amantes de la saga, pero de poco o ningún atractivo para nadie más.

En conclusión: aquellos que hayan disfrutado con la primera y la segunda parte deberían sin duda ver esta, pues en varios aspectos las supera con creces (al menos a la primera, ya he dicho que me falta ver la segunda). Aquellos que, como yo, hayan detestado las anteriores, quizás puedan encontrar cosas bastante divertidas en esta, siempre y cuando se asuma de antemano que se trata de un divertimento muy básico sin ninguna otra virtud más allá de su entretenimiento pasajero.

martes, agosto 29, 2006

¿Es Bush un acólito de Cthulhu?

A juzgar por lo que dicen los miembros del elenco y equipo de Cthulhu (2006), la respuesta es sí. Esta cinta, que será estrenada en Estados Unidos a finales del presente año, ha sabido jugar con la idea publicitaria de la polémica ya desde el principio, al sugerir que los acólitos de los Antiguos preparan el regreso de estas criaturas a través de manipulaciones de los centros de poder, causando guerras, hambrunas y contaminación ambiental.
Sin embargo, dicha teoría conspiratoria no es la columna vertebral del film, que parece más un batiburrillo de historias de Lovecraft ambientada en tiempos modernos. Eso sí, se trata de algo al menos prometedor. Un breve vistazo a su página oficial permite acceder al blog del rodaje y al trailer, que incluye escenas memorables como la de las víctimas de sacrificio distribuidas en la playa para el pronto consumo de su señor.
Si alguno de ustedes está inscrito en la Internet Movie Database, puede pasarse por la ficha de la película y revisar los foros, donde desde ya se ha encendido la polémica (principalmente publicitaria, claro está) no sólo sobre los seguidores neo-con de los antiguos dioses, sino también sobre el hecho muy publicitado de que el protagonista de la película es abiertamente homosexual.
Esto habrá que verlo.

domingo, agosto 27, 2006

Masters of Horror 2: ¡ya están todos!

Parece que ahora sí podemos ofrecer las noticias definitivas sobre la segunda temporada de Masters of Horror, ya que tanto Fangoria como SciFi.com han publicado la lista entera de directores que Mick Garris ha contratado para la segunda tanda de esta serie. Aquellos que hayan visitado hace unos meses el blog Los 5000 dedos del doctor T, ya habrán leído las noticias acerca de los primeros diez episodios, que incluirán trabajos de siete directores de la primera temporada (John Landis, John Carpenter, Stuart Gordon, Tobe Hooper, Mick Garris, Joe Dante y Dario Argento), así como de tres nuevos (Brad Anderson, Ernest R. Dickerson y Tom Holland). No repetiré aquí lo ya comentado por el señor Barry Collins, así que les recomiendo que vayan directamente a su página para saber qué nos han preparado estos directores.
Lo que nos lleva a los tres episodios restantes. Durante semanas, los rumores han llovido a través de distintos foros de Internet, pero ya sabemos a ciencia cierta con qué nos vamos a encontrar. En torno a esto es necesario hacer una aclaratoria: ha habido algunos cambios en cuanto a cuales serían los episodios. De los tres que mencionábamos en un post anterior, sólo The Washingtonians ha sido finalmente seleccionado para formar parte de la segunda temporada, mientras que los guiones para The Anti-Clause y The Fat Man han sido engavetados para una hipotética tercera muestra.
Ya se sabe que The Washingtonians, la historia "alternativa" de los padres de la patria de Estados Unidos envueltos en una trama de canibalismo, será dirigido por Peter Medak, quien no ha tenido una carrera destacable en los últimos años, habiéndose dedicado principalmente a hacer televisión y ese placer culpable llamado Especies 2 (1998). Sin embargo, Medak se ha ganado el derecho de hacer lo que le de la gana tras haber dirigido esa obra maestra que es Al final de la escalera (1980), así que muy probablemente nos dará una sorpresa, ya que esta vez, para variar, tiene un muy buen material a su disposición.
El segundo episodio se llamará Right to Die, del cual sólo sabemos que es un cuento macabro sobre la eutanasia. Más allá de lo que pueda ofrecer una hipotética versión ultra-gore de Mar Adentro (2004), la verdad es que no sé que pensar sobre este episodio o de lo que nos pueda mostrar. La razón de mi escepticismo es la escogencia de Rob Schmidt como director. Schimdt no es alguien con una trayectoria, ya que hasta la fecha sólo ha dirigido una película de terror: la moderamente efectiva Wrong Turn (2003), uno de los primeros exponentes del llamado "horror porn" y que era, en la práctica, una versión forestal de Las colinas tienen ojos (1977) protagonizada por Eliza Dushku.
El tercer y último episodio que faltaba es el toque "exótico" de la segunda temporada, y muestra que Mick Garris ha logrado cumplir su objetivo de contratar las artes de un director asiático (cosa que le viene muy bien tras la experiencia con Takashi Miike). Esta vez el elegido ha sido el japonés Norio Tsuruta, director de modestas cintas del japo-terror como Ringu 0: Birthday (2000) y Premonition (2004). Como no he visto nada de este cineasta no tengo ninguna expectativa formada. Su episodio se llamará Dream Cruise, y estará basado en una leyenda popular japonesa.
La segunda temporada de Masters of Horror se estrena en Estados Unidos en dos meses, por lo que a partir del 27 de octubre no nos quedará más remedio que estar muy pendientes de qué es lo que nos puede venir encima.

viernes, agosto 25, 2006

Reseña: An American Haunting (2006)

Ver An American Haunting (2006) es una experiencia altamente educativa, ya que un visionado de esta película es más que suficiente para saber por qué gran parte del llamado "terror psicológico" se encuentra hoy en un estado tan lamentable. El único problema es que la pasta que hay que dejarse en esta "lección" de cine podría ser destinada a fines mucho más nobles. La película (que ha sido bautizada en España con el título genérico de Maleficio) pretende ponernos los pelos de punta para luego caer en picada producto de su propia falta de fe en sí misma y en lo que cuenta, lo que me hace preguntarme por qué fue filmada en primer lugar.

Su director, Courtney Solomon, llevaba seis años sin estrenar un largometraje. Tal caso de ausencia laboral se torna perfectamente comprensible cuando nos enteramos de que su último trabajo fue la película Dragones y Mazmorras (2000). Si existe justicia en este planeta, el señor Solomon habrá pasado estos últimos seis años en la cárcel, ya que aquel despropósito no merecía una pena menor.

An American Haunting no es, eso sí, ningún trabajo de redención. En ella partimos de una historia bastante básica: una familia de principios del siglo XIX que es acosada por un espíritu maligno a causa de la maldición de una bruja a la que el patriarca ha cometido el error de afrentar. El espectro en cuestión parece empeñado en hacer sufrir a la hija adolescente de la familia, maltratándola brutalmente con piruetas y malignidades que resultan viejas después de una película como El exorcista (1973), de la que esta película toma gran parte de sus virtudes. Además, la cinta ostenta esa conocida frase publicitaria de "basada en un hecho real", con lo que ya de entrada sabemos que de real tiene muy poco. Otra cosa muy evidente que notamos en la película es el muy marcado intento por emular la atmósfera, estructura e imaginería de la presente moda del terror asiático. Por desgracia no puedo comentar dichas semejanzas por aquello de los spoilers, pero cualquiera que haya tenido la desdicha de ver esta cinta no tardará en coincidir conmigo en este punto. Por si fuera poco, estas películas son incluso imitadas en aquello en que se más se diferencian de las occidentales: en An American Haunting quedan muchos cabos sueltos, especialmente una vez que se da el ya esperadísimo twist final.

Es precisamente en este desenlance donde se termina de caer todas las esperanzas que se podían albergar con la historia. En el momento en el que Courtney Solomon (quien como todo un Juan Palomo dirige, escribe y produce esta película) nos revela de que va toda la trama no nos queda más remedio que poner los ojos en blanco, y es en ese momento cuando cobra sentido (al menos algún sentido) el marco narrativo ambientado en el presente. En mi opinión, es como si el señor Solomon se hubiese avergonzado de hacer una peli de terror y hubiese sentido la necesidad de que su producto "dijese" algo más y lanzase alguna clase de "mensaje" hacia los males del mundo y la sociedad, porque en el fondo no creía en aquello que estaba contando.

Y es que mi principal argumento a favor de esta falta de fe en el material es la tremenda superficialidad y el flojo y artificial estilo con que está construida la película. Obviamente, su director no cree que aquello que está contando pueda dar algo de miedo en sí mismo, de manera que rellena el metraje con los típicos sustos baratos producto de subidas de volumen o de imágenes repentinas e inesperadas, aparte de su marcado miedo a los siempre efectivos silencios, ya que (esto juro que no me lo estoy inventando) no hay ni un solo fotograma en la película que no esté acompañado de música.

Por una vez en la vida puedo decir que todas las reseñas negativas que he visto de una película están más que justificadas. An American Haunting es una muestra patente del problema que sufre gran parte del género hoy en día, cuando muchos estudios creen que hacer una película de miedo es coser y cantar. Con esto vemos que lanzar un montón de grandes obras en la coctelera y esperar que salga algo bueno es no sólo ilusorio, sino tonto e insustancial.

martes, agosto 22, 2006

Reseña: The Hole (2001)

Hay películas injustamente menospreciadas que, sin duda, se merecerían un trato mejor. Para mí, una de esas películas es The Hole (2001), modesta producción británica que en su momento intentó competir en el sobresaturado mercado de las películas de terror adolescente que proliferaron a finales de los noventa y comienzos del nuevo milenio. Sin embargo, lo que la diferencia del abultado número de imitadores de Kevin Williamson es que no forma parte del fenómeno del pop slasher, sino que se trata más bien de un atípico thriller mucho más crudo de lo que parece en su superficie.

Los protagonistas de The Hole son cuatro adolescentes de un internado para niños pijos ubicado en plena campiña inglesa, cuyas desventuras en un principio parecen sacadas de cualquier teleculebrón hiperhormonado: Liz (una Thora Birch haciendo su mejor esfuerzo para poner acento británico) es una chica retraída y solitaria que ha perdido la cabeza por Mike, el guaperas del colegio, y que siente una gran envidia porque nunca será tan guapa, delgada y rubia como las demás féminas de su clase, especialmente su amiga Frankie (una Keira Knightley antes de ser famosa pero ya con su pinta proto-anoréxica). Es entonces cuando se le ocurre la brillante idea de hacer una fiesta privada en un viejo búnker abandonado, donde ella, Mike, Frankie y su novio permanecerán todo el fin de semana completamente aislados del mundo, una situación en la que el apuesto chico no tendrá otra salida más que conocerla. Para forzar esta situación aún más, Liz consigue la ayuda de su mejor amigo, Martyn (quien está secretamente enamorado de ella), para que les deje encerrados en el búnker durante dos días. El problema es que una vez transcurrido este tiempo, Martyn no aparece, y su ausencia se va prolongado primero durante horas y después durante días. A medida que la desesperación, el hambre, la sed y la claustrofobia comienzan a hacer mella en los chicos, aquello que comenzó como una inofensiva fiesta termina de la peor manera posible.

The Hole trata, en algunas ocasiones, de llegar a extremos demasiado ambiciosos, al incluir una trama detectivesca que se complica al narrar la historia desde dos puntos de vista completamente distintos. Sin embargo, la labora artesanal de su director, Nick Hamm, es por momentos brillante. Todas las escenas que transcurren dentro del búnker son estremecedoras, y a medida que va pasando el tiempo, la gradual transformación del tono de la historia (desde la búsqueda del sexo hasta la más macabra lucha por la supervivencia) nos mantiene literalmente al borde del colapso, haciendo que nos interesemos por ver hasta donde son capaces de llegar estos personajes en el estado de confinamiento en el que se encuentran.

Sea agradece que esta vez, para variar, la elección de adolescentes en los papeles principales no haya significado la muerte de la capacidad interpretativa. Los cuatro protagonistas, de hecho, hacen un tremendo trabajo, especialmente Tora Birch en su papel de enamorada enfermiza, cuya obsesión con el chico desata prácticamente todo el conflicto. Los fans de Keira Knightley podrán comprobar como de hecho esta chica no ha cambiado mucho en todo este tiempo (tenía quince años para el momento del rodaje), aunque su personaje tampoco es que sea demasiado vistoso.

Pero el auténtico protagonista de la película es el que da el título. Es el búnker con su siniestra presencia el que marca el ritmo de la historia, especialmente cuando notamos cómo a medida que va avanzando la trama se nos muestra cada vez más pequeño y oscuro, hasta convertirse en una auténtica tumba opresora y asfixiante, logrando plenamente nuestra identificación con los personajes y su situación. Por eso, cuando llega el clímax de la tensión y el dramatismo, la situación que presenciamos se hace real, palpable y espantosa. Llegados a este punto, considero una auténtica lástima que la película no se haya desarrollado completamente dentro del agujero, ya que la trama policial ocurrida en el exterior resta mucha fuerza al conjunto de la película, especialmente con un final que muchos pueden calificar como un tanto absurdo. Sin embargo, a pesar de estos defectos, aquellas escenas que ocurren dentro del agujero (y que consituyen el auténtico tour de force de la cinta) son los suficientemente buenas para hacer de The Hole una película altamente recomendable para aquellos degustadores de un terror adolescente que muestra algo en la bola.



[Nota: esta película ofrece un ejemplo perfecto de lo que es la evolución del marketing. Les invito a que comparen la portada del DVD en el momento de su primera edición con aquella que salió hace un par de años, cuando Keira Knightley ya era una estrella de altos vuelos. Creo que cualquier comentario sobra.]

domingo, agosto 20, 2006

Reseña: El abominable hombre de las nieves (1957)

A primera vista, El abominable hombre de las nieves (1957) es un producto atípico de Hammer Films, al menos si se le compara con las obras de terror gótico por las que este estudio se hizo famoso. Como pocos casos en su filmografía, se trata de una película donde el suspense se construye lentamente, con un mayor énfasis en los conflictos de aquellos personajes humanos y una preferencia por sugerir en lugar de mostrar. De hecho, más allá de lo que nos pueda señalar el título, y a pesar de que el estudio intentó mercadearla como una película de monstruos, la verdad es que la criatura a la que hace referencia sólo aparece en escasas y fugaces ocasiones, dejando mayor protagonismo a aquellos humanos que deciden darle caza. Es también, hay que decirlo, uno de los productos más inteligentes del estudio, uno sólo posible antes de que Drácula y Frankenstein decidieran el camino que la Hammer seguiría por los años venideros.
El guión de Nigel Kneale (una de los mayores cerebros de Hammer, y responsable de la saga de Quatermass) tiene la mayor parte del mérito: John Rollason (Peter Cushing), afamado botanista inglés, incia una expedición al Himalaya en busca de una extraña planta, para lo cual recurre a la ayuda de un aventurero americano llamado Tom Friend (Forrest Tucker). Pero al llegar a su destino, Rollason se da cuenta de que aquello que consideró una expedición científica es en realidad una partida de caza, ya que Friend está dispuesto a todo con tal de echarle el guante a un ejemplar del Yeti, la misteriosa criatura de las nieves que habita en aquellas montañas. Su encuentro no tarda en hacerse realidad, pero cuando uno de los cazadores mata a una de las criaturas de un disparo, pronto se hace evidente que los demás no les dejarán escapar tan fácilmente.
El director Val Guest (que fue el cineasta estrella de la Hammer hasta que llegó Terence Fisher), centra la historia no en las criaturas, sino en los humanos. El drama de los expedicionarios atrapados en una caverna mientras son asediados por las misteriosas criaturas coloca el foco de atención en unos personajes presas de la desconfianza y la paranoia, inmersos en un estado de sitio que rompe lo que hasta entonces había sido su estructura de convivencia. Esto es particularmente importante para esta historia, ya que lo que hace el guión de Kneale es una contraposición entre los salvajes humanos y las benevolentes criaturas, cuyo carácter apacible y sabio se contrapone con la apariencia bestial de su cuerpo. A través del personaje del Dalai Lama (que aparece en los primeros minutos), se sugiere la posibilidad de que los Yeti sean, en realidad, una antigua raza superior que ha buscado refugiarse en las montañas a esperar la inevitable muerte del Hombre a manos de su propia violencia autodestructiva.
Hammer Films acertó de lleno con esta cinta, y si bien es cierto que no alcanza el nivel estilístico de sus propuestas más famosas, es con todo una de sus cintas más recomendables de la era previa al boom del estudio. La dupla Cushing/Tucker es magistral, y su enfrentamiento psicológico añade en gran medida a la tensión construida por Val Guest para esta cinta. Quizás lo más criticable sean sus primeros veinte minutos, excesivamente discursivos y con poca acción. Asimismo, el quedarnos al final sin ver a las criaturas puede ser un poco frustrante, pero el clímax es tan trepidante como los mejores productos de la Hammer. Este, aunque sea uno de los primeros, es bastante recomendable.

viernes, agosto 18, 2006

Míticos: Terence Fisher (1904 - 1980)

Bizácoras lanza la llamada y nosotros acudimos: este agosto es el mes dedicado a Hammer Films, y este blog, como otros, tiene el sagrado deber de "hammerizarse". Si, después de varios meses de ausencia, debe resurgir de sus cenizas la sección de míticos, esta es una oportunidad dorada, y si lo pensamos bien, ¿quién más mítico en la Hammer que Terence Fisher, el director que catapultó al ya extinto estudio británico hasta lo más alto del panorama de terror allá por los finales de los cincuenta? Pocos discutirían que este singular realizador (del que ruego a todos me paséis una mejor foto que esta que he puesto) realizó las mejores películas del estudio, y que bajo su visión transcurrieron algunos de los más logrados momentos del horror gótico inglés, especialmente en las ocasiones en que trabajaba con actores de la talla de Christopher Lee o Peter Cushing.
Nacido en Londres, el 23 de febrero de 1904, la sedentaria vida de Fisher (producto de haber contraido el tifus durante su juventud) le llevó a interesarse por el cine, hasta el punto de entrar a trabajar en él literalmente desde abajo. Su primer empleo en la industria cinematográfica inglesa fue accionando la claqueta para varias películas de los estudios Lime Grove, y no será hasta 1945 cuando finalmente logrará ponerse tras las cámaras. La época era propicia para el surgimiento de nuevos talentos, ya que el cine británico pasaba por una gran crisis debida a los destrozos de la Segunda Guerra Mundial y a la migración en masa de sus grandes estrellas a Estados Unidos. El resultado: Terence Fisher comenzó a realizar varios encargos de todo género, y para 1957, año en el que hace su entrada triunfal, ya contaba con más de una veintena de películas en su haber.
Estamos en el momento clave de este director: el año en el que comienza la edad de oro de Hammer Films. La productora británica decidió sacar una serie de películas de terror de ambiente gótico, que serían rodadas en color, y que estaban destinadas a competir con los productos de factura americana, asociada con las grandes películas de monstruos de la Universal Pictures y las pesadillas psicológicas de Val Lewton. Para su primera película de horror, Terence Fisher fue encargado de dirigir una versión de la novela de Mary Shelley, Frankenstein, lo cual representaba un reto titánico: el monstruo ya había sido interpretado hasta la saciedad por actores como Boris Karloff, Bela Lugosi y Lon Chaney Jr, y se pensaba que era ya una mina agotada. Para colmo, Universal poseía los derechos cinematográficos de la criatura, y no permitió que la Hammer utilizara su ya famoso diseño de maquillaje elaborado por Jack Pierce. Es muy probable que dicha prohibición resultara beneficiosa para Fisher, ya que su película La maldición de Frankenstein (1957) se vio forzada a reinventar el mito del científico loco y su demoníaca creación. Colocando frente a frente a actores de la talla de Christopher Lee y Peter Cushing, Fisher consiguió una película legendaria, la primera gran obra de terror gótico en color, consiguiendo una fórmula que se repetiría con éxito durante años. El nivel de violencia gráfica mostrado en la cinta, aunque pueda parecer poco hoy en día, era atroz para la época, y eso encantó al público a la vez que horrorizó a la crítica. Hammer Films había dado con su estilo.
A partir de aquí vinieron las grandes historias de Terence Fisher. Universal, impactado de que aquello que creían muerto volviera a generar dividendos, vendió los derechos de todos sus monstruos clásicos a la Hammer, quien se lanzó a elaborar reinterpretaciones de Drácula, Frankenstein, la Momia o el Hombre-Lobo. El encargado de todas estas revisiones fue, como no, Terence Fisher, quien no dudó en utilizar el mismo equipo humano una y otra vez. Fue así como surgió Drácula (1958), en la que Christopher Lee y Peter Cushing se convirtieron, respectivamente, en las mayores y más grandes encarnaciones del Conde y de su eterno archienemigo Van Helsing. A pesar de estar basada en un material más que explotado, la película resultó toda una innovación no solamente por poner a los dos personajes en un nivel bastante equilibrado, sino por dotar al vampiro de una carga sexual inusitada para la época. El erotismo se convertiría en la pieza clave de este personaje y sus súbditos (en especial apetecibles hembras humanas) a lo largo de toda una saga que incluiría películas como Las novias de Drácula (1960) y Drácula, príncipe de las tinieblas (1966), dos de sus más conocidas secuelas. Curiosamente, Lee y Cushing no coincidirían en estas películas.

Frankenstein también contaría con una saga propia, y nuevamente Fisher fue el encargado de llevarla a cabo. Tras su primera incursión llegarían La venganza de Frankenstein (1958), Frankenstein creó a la mujer (1967), Frankenstein debe ser destruído (1969) y Frankenstein y el monstruo del Infierno (1973). De todas, la más destacable es la tercera, conocida en España con el título El cerebro de Frankenstein, y que volvía a poner a Peter Cushing en el papel del sádico barón convertido en científico desquiciado. Se dice que esta fue la última gran película que Fisher realizara para la saga, una que evidenciaba los excesos violentos y eróticos de la Hammer, que para la época era (gracias principalmente a estas películas) el único estudio británico que generaba ganancias. Pronto la popularidad de Fisher se extendió al nuevo continente, y la Warner Bros. comenzó a distribuir las películas de la Hammer en Estados Unidos. De allí surgió el encuentro de Terence con otro maestro del género: el escritor americano Richard Matheson, quien manifestó su interés por trabajar con el mítico estudio inglés.
El resultado de la unión de estos dos creadores fue la película The Devil Rides Out (1968), una historia con Christopher Lee a la cabeza que tocaba temas como el satanismo con una alta carga de sexualidad. Hoy en día no son pocos los críticos que opinan que esta cinta (conocida en España con el insulso título de La hija del Diablo) es la gran obra maestra de Terence Fisher, y una de las mejores cintas de la Hammer.
Fisher también realizó revisiones de otros personajes clásicos, con cintas como El fantasma de la Ópera (1962) y La maldición del hombre-lobo (1961). Para esta última, se basó en la novela de Guy Endore y la siguió de forma bastante fiel, si bien el libro se ambientaba en Francia y la película en España. El director, en esta ocasión, volvió a trabajar con un actor de primer orden: Oliver Reed, quien se encasquetó un maquillaje de licántropo muy parecido al que creara Jack Pierce para la película de Universal El hombre-lobo (1941). Otras películas de Fisher incluyen La momia (1959) y La gorgona (1964), película que contaba con una Medusa estrambótica y que también es considerada por muchos una de sus mejores cintas.
La carrera de Fisher se vio estancada tras el fracaso económico de Frankenstein y el monstruo del Infierno. Fatídicamente, esta época coincidió con el declive de la Hammer, que se había quedado estancada en su vieja fórmula de horror gótico y no pudo competir con la avalancha de películas de horror "realista" que decretaron la nueva forma de hacer cine. Sin embargo, el boom del VHS a principios de los ochenta supuso el surgimiento de un culto desmesurado por los antiguos productos de la casa británica, y el nombre de Terence Fisher destacaba por encima de todos como el mayor creador de monstruos y depravaciones varias. Por desgracia este fue un éxito que no pudo presenciar, ya que la muerte se lo llevó el 18 de junio de 1980, convirtiéndole en un personaje tan legendario como aquellas criaturas a las que diera vida en tantas ocasiones.

jueves, agosto 17, 2006

Hombres-lobo en la luna y algo más

No se dejen engañar por el "coming this fall" del póster. Se supone que Full Moon Fever (que también es el título de una canción de Tom Petty) debería haberse estrenado el año pasado. Hoy por hoy, nadie ha sabido darme señas sobre esta cinta, que supuestamente sería dirigida por Renny Harlin, el mismo de "clasicazos" como Pesadilla en la calle Elm 4 (1988), La jungla de cristal 2 (1990), Deep Blue Sea (1999) o El exorcista: el comienzo (2004). Ni la página oficial de Harlin ni la Internet Movie Database tienen noticias sobre este proyecto. Cero. Nada. Al parecer, Harlin está ocupado en este momento con The Covenant (2006), así que es muy probable que esta cinta se haya cancelado. ¿Que por qué me importa? Simple: Full Moon Fever tiene un argumento para el que, quizás, el mundo no está preparado. Ambientada en un futuro distante, la película narra las aventuras de unos fontaneros espaciales que son destinados a trabajar en la superficie de la luna, cuando de repente son atacados por una hambrienta jauría de hombres-lobo.
Lo diré otra vez por si alguien creyó haber leído mal: hombres-lobo.
En la luna.
Repita conmigo: fontaneros espaciales vs. hombres-lobo... en la luna.
Los pocos avances que se habían hecho del guión ya nos ponían los dientes largos hablando de todas aquellas maravillas que veríamos, desde una lucha contra licántropos en gravedad cero hasta el innegable hecho de que al estar la luna siempre presente, la pela sería sin cuartel. ¿Cómo se puede dejar pasar esta oportunidad?
Que Snakes on a Plane ni que hostias...
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Todavía Showtime no ha dado detalles acerca de quienes son los tres directores que faltan para completar el roster de la nueva temporada de Masters of Horror, pero al menos ya ha dejado colar los títulos de los tres episodios que quedan. El primero de ellos es The Anti-Clause, que supuestamente será una versión macabra de la leyenda de Papá Noel. La idea, obviamente, no tiene nada de original, ya que lo han hecho desde Robert Zemeckis en Tales from the Crypt hasta la española Cuento de Navidad, de la serie de Películas para no dormir. ¿Y cómo olvidar la gloriosa Silent Night Deadly Night (1984), una de las mayores gamberradas del slasher ochentero?
El segundo episodio sin director es The Fat Man, del que no hay muchos detalles pero del cual se puede intuir cierta tendencia al horror corporal. La principal promesa de este capítulo es que está basado en un cuento del recientemente cotizadísimo Joe R. Lansdale, cuyos relatos ya han sido adaptados con Incident on and off a Mountain Road (2005) y Bubba Ho-Tep (2002).
El tercero y último de los episodios huérfanos es, sin duda, mi favorito: The Washingtonians. La historia, que promete sin duda ser la pieza polémica de la nueva temporada, trata sobre un joven historiador que descubre una carta perdida del mismo George Washington, que narra con todo lujo de detalles la verdadera historia de la fundación de los Estados Unidos, una historia en la que los padres de la patria yanquis se mezclan en una trama de canibalismo y sacrificios humanos. Lo único que nos han prometido es que, después de ver este episodio, tendremos una nueva perspectiva para la frase "ahí vienen los británicos".
Se sabe que Mick Garris y Anchor Bay, los principales responsables de la serie, ya han tenido conversaciones con Frank Darabont, Rob Zombie, Eli Roth, Stephen King, George Romero y Clive Barker como los nombres que se barajan para la nueva temporada. Al menos algo es seguro: material bueno hay de sobra.

martes, agosto 15, 2006

Reseña: Dreams in the Witch-House (2005)

De unos años para acá hemos visto resurgir el interés por la narrativa de H.P. Lovecraft, principalmente gracias a la adicción generada por el juego de rol La llamada de Cthulhu, así como el correspondiente videojuego. Lo mismo sucede cada cierto tiempo, ya que la fértil imaginación del autor de Providence es sin duda fascinante. Por lo tanto, era bastante seguro apostar a que la primera temprada de Masters of Horror incluiría alguna adaptación del universo lovecraftiano, y aún más seguro era afirmar que el responsable sería nada menos que Stuart Gordon. Con Dreams in the Witch-House (2005), segundo capítulo de la serie, este director realiza su quinta historia basada en su escritor fetiche.

Es necesario afirmar de entrada que aquellos que disfrutaron con las anteriores adaptaciones lovecraftianas de Gordon, como Re-Animator (1985) y Dagon (2001), no saldrán decepcionados con esta nueva entrega. De hecho, esta versión de Sueños en la casa de la bruja es bastante acertada, y si bien es cierto que se toma varias libertades con la historia original (algo inevitable dado el limitado tiempo de metraje), consigue capturar bastante bien el ambiente creado por el autor, a la vez que sirve de vehículo perfecto para el estilo de Stuart Gordon. La historia sigue siendo más o menos la misma: un estudiante universitario llamado Walter Gillman (Ezra Goden, repitiendo protagonismo tras Dagon) alquila una habitación en una antigua casa que tiene más de trescientos años, y pronto empieza a notar extraños sucesos que van mucho más allá de su insoportable casero o del repelente y devoto anciano que habita en la planta baja. A través de una serie de pesadillas, Walter es acosado por la presencia de una bruja y su demonio familiar (una espantosa rata con rostro humano), capaces de moverse a través de mundos paralelos y obligarle a participar en sus ritos de sacrificio.

Como decía antes, varias de las contantes de Lovecraft están aquí. Si bien no se hace realmente una conexión con el complejo corpus mitológico del autor, Stuart Gordon logra recrear de manera muy eficaz el macabro mundo lovecraftiano a través de un ambiente muy efectivo, encarnado en la casa. El viejo armatoste de madera y pasillos oscuros resulta casi un personaje más, y su aspecto ruinoso y descuidado la hace perfectamente creíble. Otra cosa que ayuda al ambiente es la banda sonora, cuyos cánticos son sospechosamente parecidos a los de Dagon, pero aunque fueran reciclados, su inclusión está perfectamente justificada.

Sin embargo, son pocas más las referencias lovecraftianas que encontramos aquí, salvo una escena en la que Walter tiene un breve encuentro con un ejemplar del Necronómicon, en la sección de libros raros de la Universidad de Miskatonic. Por desgracia, el sentimiento de fatalidad inexorable que es la norma de los relatos de este autor no está aquí presente, ya que toda la historia se da por un desafortunada casualidad: a diferencia de lo que ocurría en el relato original, Walter no sabe nada de la leyenda de la bruja, y sólo está en la casa buscando un lugar donde elaborar su tesis sobre la yuxtaposición de planos interdimensionales (una monserga pseudo-científica que chirria un poco, a decir verdad). Asimismo, Gordon se aleja un poco del sobrio estilo del autor al incluir pasajes y momentos de un muy negro sentido del humor, gracias particularmente al trabajo de su protagonista, cuya actuación desaforada, cómica y a la vez trágica, nos lo hace ver una vez más como un joven Jeffrey Combs en formación. Es una lástima, sin embargo, que toda la historia que formaba el plano de fondo de la bruja y la casa se haya perdido debido a la falta de tiempo para su desarrollo.

Pero más allá de sus carencias de "leyenda", Dreams in the Witch-House pone de manifiesto una vez más la inexplicable insistencia por parte de Stuart Gordon de colocar las historias de Lovecraft en la época actual, restando así un poco de credibilidad a aquello que sucede. El Walter Hill del cuento era un positivista con un arrogante desprecio por lo sobrenatural, pero la ingenuidad del Walter de la esta película es un poco tirada por los pelos, lo cual no se debe a una falta de talento por parte de su actor (quien de hecho lo hace bastante bien, balanceando eficazmente tanto los momentos terroríficos como los cómicos, algo típico de este director), sino a cierta incongruencia respecto al guión.

El resto es bastante efectivo. La historia no tarde nada en ponerse en marcha, y el factor inquietante ya está presente desde el primer fotograma: esa vieja y destartalada casa con el cartel de "room for rent". Los sueños de Walter se suceden casi enseguida, y el horror prácticamente no se detiene. Como viene siendo habitual en Masters of Horror, la sangre no se hace rogar, y tenemos asegurados violencia y sexo a granel. Aparte de eso, el final será sin duda difícil de soportar para muchos espectadores, e imagino que la censura norteamericana se lo debe haber pasado muy mal al saber que, por emitirse en un canal de televisión por cable, este capítulo quedaba fuera de su alcance.

Con todos sus defectos, Dreams in the Witch-House es una correcta entrada en la larga lista de adaptaciones de Lovecraft. Los fans del autor apodado como "el recluso de Rhode Island" deberán todavía esperar por su adaptación definitiva, pero aquellos que anden a la búsqueda de una historia bien contada, con varios momentos genuinamente perturbadores, no deben perder esta oportunidad. Stuart Gordon entiende Lovecraft como pocos, y aquí lo demuestra otra vez.



[Nota: como hoy ando generoso, aquí pueden encontrar la obra completa de Lovecraft, gratis y en su idioma original. Asimismo, si la prefieren en español, hay una muy buena selección aquí, también de gorra]

domingo, agosto 13, 2006

Reseña: Stigmata (1999)

Parte indiscutible de ese grupo de películas con temática religioso-apocalíptica que proliferaron cerca del nuevo milenio, Stigmata (1999) fue una cinta que sus productores intentaron colarnos como algo "al estilo" de El exorcista (1973), y ciertamente es fácil caer en comparaciones, ya que no son pocos los momentos que parecen literalmente calcados del clásico de William Friedkin. Sin embargo, dicha semejanza es más bien un engaño, porque (a pesar de lo que pueda parecer) la película no trata de posesiones demoníacas ni de la lucha del bien contra el mal, sino de un misterio que involucra el choque entre la "verdadera espiritualidad" y la alta jerarquía eclesiástica.

Frankie Paige (Patricia Arquette), una neoyorquina común y corriente, comienza de la noche a la mañana a tener arrebatos místicos que terminan en la aparición de los "estigmas", es decir, las heridas recibidas por Jesucristo y que sólo los santos más devotos suelen experimentar. El problema es que Frankie es, lo que se dice, una agnóstica confesa, y su vida no ha sido precisamente un ejemplo de pureza y castidad. Por supuesto, pronto comienza una investigación oficial por parte del Vaticano, de la que se encarga el padre Andrew Kiernan (Gabriel Byrne, quien casualmente interpretó al Diablo ese mismo año), y el buen cura no tarda en descubrir que Frankie ha sido poseída por un espíritu desconocido que parece empeñado en traer una revelación proveniente de los mismos tiempos de Jesús. Pero aparentemente este espíritu no parece darse cuenta de que sus constantes manifestaciones corren el riesgo de dejar a Frankie muerta y hecha literalmente un Cristo, de manera que Kiernan es quien debe desentrañar el misterio de quién este espíritu y, sobre todo, cómo detenerlo.

Sería frustrante ver Stigmata y esperar una visión profunda sobre esta manifestación religiosa, ya que la película apuesta por un simple despliegue efectista e "impactante" de aquello que descartamos como Fe ciega e histérica. Es esta visión lo que mantiene la película en una inquietante ambigüedad con respecto a aquello que muestra y que explicaría (al menos hasta cierto punto) el que se publicitara como algo que no es. Y es que los arrebatos de Frankie son tan brutales y despiadados, que hacen realmente dudar de la supuesta benevolencia de ese Dios que la ha "elegido". El mismo padre Kiernan no duda en atribuir su posesión a un demonio, hasta que una mirada más detallada le revela que se trata más bien de un mensaje destinado supuestamente a remover los cimientos de la Iglesia, revelando un secreto que ha permanecido oculto por casi veinte siglos.

Aquí es donde la película se cae estrepitosamente: en el momento en que se revela dicho "secreto", y lo pongo entre comillas para resaltar la decepción tan grande que sentí al comprobar que dicha revelación no es, de hecho, nada nuevo, sino algo que se ha discutido desde tiempos casi inmemoriables. Al final, lo que parecía ser una experiencia demoníaca resultó ser una trama de misterio que tiene que ver más con El código Da Vinci que con El exorcista (ojo: con esto no quiero decir que aquello que se nos revela en Stigmata tenga algo que ver con el "secreto" de Dan Brown, sino más bien que la historia al final no trata de los buenos contra los malos, sino de los fieles contra la Iglesia).

Pero si lo que querían aquí era lograr alguna simpatía hacia los fieles "puros de corazón", entonces les ha salido el tiro por la culata, ya que los mayores horrores de Stigmata son causados precisamente por ese espíritu posesor que no para en su intento de torturar y "martirizar" a Frankie aún en contra de su voluntad. Y de hecho, a medida que se van sucediendo los diferentes ataques, la verdad es que uno llega a sentir temor por la vida de esta pobre mujer cuyo único error fue haber entrado en contacto (accidentalmente) con el alma del que al parecer era el más fanático de los fanáticos religiosos. La brutalidad telúrica de este espíritu (que se manifiesta también a través de fuerzas atávicas como el sexo o la violencia física) en contraste con la aparente docilidad de una "secta de eunucos" como el Catolicismo, es sin duda algo interesante, y si la cinta hubiese versado sobre eso, quizás habría tenido un mucho mejor destino.

En cambio, se queda a media marcha como un thriller más con uno que otro momento interesante. Pero poco más, y eso, teniendo en cuenta la mala uva de esta particular posesión, es algo difícil de pasar por alto.

viernes, agosto 11, 2006

Reseña: Príncipe de las tinieblas (1987)

Príncipe de las tinieblas (1987) es la segunda parte de la "trilogía del Apocalipsis" de John Carpenter, y si bien es verdad que de las tres resulta la más lenta y enrevesada, no menos cierto es que en ella tenemos probablemente el film más ambicioso de su director a nivel de historia, y una pieza imprescindible si se quiere apreciar hasta donde es capaz de llegar JC cuando desea sumergirnos en su particular y febril mundo.

Al igual que en la primera parte de su trilogía, La cosa (1982), Príncipe de las tinieblas tiene una doble fuente de inspiración: por un lado, el prolífico universo de H.P. Lovecraft, y por el otro, las entrañables películas de género que realizara Nigel Kneale, específicamente con la saga de El experimento Quatermass, famosa serie de películas de la Hammer que inspiró gran parte del estilo de Carpenter. No en balde el director firma el guión de esta cinta con el pseudónimo "Martin Quatermass", en un evidente guiño cinéfilo que no pasa desapercibido en uno de los créditos iniciales más largos de la historia del cine (!).

La historia, como decía, es inusualmente ambiciosa para los estándares de JC: la repentina muerte de un sacerdote deja al descubierto la existencia de un secreto sepultado en los sótanos de una vieja iglesia de Los Angeles, donde un altar muestra al Demonio en persona, convertido en un líquido verde y atrapado en una urna cilíndrica de cristal donde ha permanecido prisionero durante millones de años, esperando el momento en que despertará para traer a su padre de un mundo paralelo. El descubridor de este hallazgo es un sacerdote católico (Donald Pleasance) que contrata a un profesor de física cuántica para que, junto a un grupo de dotados estudiantes, investigue la naturaleza de este fenómeno y la manera de neutralizarlo definitivamente. Por supuesto, como esto es una película de terror, la fuerza demoníaca dentro del cristal logra liberarse y sembrar la muerte entre los valerosos investigadores, quienes se ven acorralados dentro de la iglesia por una banda de indigentes a los que el Maligno ha convertido en zombis descerebrados.

De entrada, el estado de sitio de los personajes repite una estructura usada por Carpenter en varias de sus películas, como Asalto al precinto 13 (1976) y La cosa, sin que tampoco puedan evitarse las comparaciones con La noche de los muertos vivientes (1968). Sin embargo, la diferencia radica en que dicho estado de acorralamiento no es el detalle más importante de la historia. Lo realmente interesante está en todas las diferentes ramificaciones que la trama ofrece en la construcción de una mitología propia que da a la cinta un tamaño casi épico. Al igual que gran parte del cine de terror de los años ochenta, Príncipe de las tinieblas invita a creer en la existencia del Mal como un ente con vida propia, una maldad pura y tangible, en eterna pugna por entrar a formar parte de nuestro mundo (1). En esta película el Mal existe, y su innegable verdad es presentada de manera muy inteligente a través del acercamiento ideológico de los personajes de Pleasance y Wong: el hombre de Fe y el hombre de Ciencia hallan la misma explicación al mismo fenómeno, uno a través de la religión y el otro a través de la física pura. De hecho, la cinta está literalmente plagada de explicaciones científicas, todas ellas reales (2). Ambos, cura y profesor, se dan de narices con la existencia del Mal a través de figuras retóricas: en el caso del sacerdote, el término Demonio, mientras que para el académico, el nombre dado a esta fuerza es la de una entidad destructiva denominada "Anti-Dios".

Pero la película no sería lo que es si se tratara simplemente de una carga intelectual. Esto es, ante todo, una película de Carpenter, lo que indica que el conteo de bajas es alto, aparte de que la tensión está muy bien lograda. La película empieza de manera muy sutil a prepararnos para la llegada de algo inquietante, especialmente gracias a su efectiva banda sonora, capaz de hacer que algo tan sencillo como apuntar la cámara hacia un nublado atardecer parezca la cosa más siniestra jamás concebida. Para el momento del clímax, el horror ha alcanzado niveles francamente estrambóticos, como un hombre deshaciéndose en un montón de escarabajos o un personaje convirtiéndose en una horrenda criatura descarnada. Y lo mejor de todo es el final, que es (algo inusual en JC) bastante críptico y abierto a la interpretación.

Quizás los únicos problemas de la película sean en ocasiones su lento ritmo y su tendencia a una excesiva explicación por parte de los personajes. El plasmar esa gran mitología ultraterrena se habría beneficiado de un presupuesto más abultado, problema que Carpenter lograría solventar con la cinta que cierra la trilogía, En la boca de la locura (1995). Con todo, si alguna vez necesitamos reconciliarnos con este director, Príncipe de las Tinieblas es una de esas cintas que sencillamente hay que revisar una y otra vez.



(1) Esta tendencia puede ser vista también como una reacción frente al cine de terror de los setenta, más centrado en los horrores de la carne y la depravación de los propios seres humanos, un estilo que más tarde evolucionaría en el fenómeno "slasher".

(2) Lo son; créanlo.

jueves, agosto 10, 2006

Tres Tristes Trailers 2

Esta segunda parte de los "Tres Tristes Trailers" va destinada al cine de terror adolescente, principalmente en apoyo a la campaña iniciada por este post de Noel. Sin embargo, para dar una especie de continuidad al trío anterior, la primera entrada de esta osadía publiciaria le corresponde al ya hiper-retrasadísimo Pulse (2006), el cual, si los dioses lo permiten, será estrenado este año. Para aquel ínfimo porcentaje que no lo sepa, la película no es más que el remake americano de Kairo (2001), una de las cintas más celebradas de la nueva moda del japo-terror. Por cierto que la historia (una página web ligada a un mundo sobrenatural que causa suicidios en aquellos jóvenes incautos que la ven) está basada en una novela de Koji Suzuki, que ya había sido adaptado en Ringu (1998) y Dark Water (2002), ambas con sus correspondientes refritos yanquis. En cuanto a esta, la verdad es que no sé qué pensar: ciertamente el avance está acojonante hasta más no poder, pero me han soplado por ahí que algunas de sus imágenes (como por ejemplo la del avión estrellándose) son metraje "prestado" del original japonés. Amanecerá y veremos.

The Covenant (2006) se ve interesante por otros motivos. Lo primero que me llama la atención es que el estudio la ha mercadeado como la versión masculina de The Craft (1996), aquella película de las cuatro brujitas que terminaban descalabrándose en una orgía de odios, celos y rivalidades aderezadas con el culto a energías místicas. Esto se ve mucho menos "intelectual", más bien como un despliegue de efectos especiales y lucha entre jóvenes guapos que lanzan rayos por los dedos. Mi primera opción fue, por supuesto, la de ridiculizar sus excesos (que son evidentes), pero si me pongo a pensarlo, lo mismo dije de Buffy hace ya bastante tiempo, y miren cómo terminó la cosa.

Y ahora llegamos al que me parece sin duda el más llamativo de todos: Stay Alive (2006). Para empezar, debo dejar algo claro: el fenómeno de los videojuegos como fuente del "terror" (no a nivel de adptaciones, sino de temática argumental) es un filón que nunca se ha explotado, al menos de manera decente, así que por favor nadie me nombre aquello de Cómo fabricar un monstruo (2001) ni mucho menos ExistenZ (1999), que no era sobre videojuegos sino sobre las obsesiones de Cronenberg. En esta película (donde lo primero que destaca es la presencia en el elenco de Frankie-maldita-sea-soy-Malcom-para-siempre-Muniz) la idea de un videojuego que poco a poco se va fundiendo con la realidad a través de la adicción de un grupo de jugones tiene unas posibilidades inmensas, resumidas todas en esa gloriosa frase: "si mueres en el juego, mueres de verdad". ¿Qué mayor incentivo para un montón de adictos a los videjuegos (como yo en su momento lo fui) que ver representada una de sus mayores pesadillas y de paso mostrar "fielmente" su mundo? Aunque claro, señores, esto dentro de todo es Hollywood, y hay que cargarnos un poco la representación de esa realidad en favor de las exigencias del mercado: fíjense que entre los jugones hay tías buenas, como en la vida real, ¿verdad?

Nuevamente, los avances están en versión original. Porque ustedes lo valen.


[Nota: he hecho trampa: el trailer de Pulse ya lo había colgado hace meses. Por favor no se lo digan a nadie (jejeje)]

lunes, agosto 07, 2006

Tres tristes trailers (*)

The Wicker Man (2006) es, de momento, el próximo de los ya inevitables remakes que se superponen semana tras semana. Yo, particularmente, no soy muy seguidor del señor Nicholas Cage (quien tiende, por lo general, a acaparar cualquier proyecto en el que entra) pero aún así no puedo dejar de sentirme intrigado por la trama de esta película. Por cierto, la protagonista es aquella misma azafata de Plan de Vuelo (2005) a quien desde hace tiempo quería ver en pantalla otra vez (gggrrrr).

Dispuesta a no tomar prisioneros, llega La matanza de Texas: el comienzo (2006), precuela del remake que apestó los cines de medio planeta hace tres años. La cinta esta vez la dirige Jonathan Liebesman, responsable directo de otro caso de aquello que llamamos terrorismo cinematográfico: Darkness Falls (2003), película por la que aún muchos deseamos llevarle a juicio. Sin embargo, a juzgar por el trailer, reconozco que este nuevo trabajo suyo tiene mejor pinta. Leatherface nuevamente se nos muestra como una reencarnación de Jason Vorhees, y por lo visto esta nueva entrega copia muchos más aspectos de la cinta original del 74. Solamente me cabe hacerme una pregunta: dada la cercanía "cronológica" de las dos historias, y considerando la manera como comenzaba el remake del 2003, ¿no les parece que ya esta película está aquejada de un mortal spoiler?

Y para el final dejo The Grude 2 (2006), segunda parte del remake americano de Takashi Shimizu. Ahora, quizás esté pecando de subjetividad al decir esto (ya todo el mundo conoce mi fanatismo por esta saga), pero este avance me parece lo más acojonante que he visto en el panorama de trailers de esta temporada. Por eso pienso que esto puede dar de sí y mucho, especialmente si consideramos que el mismo Shimizu asegura que no estamos ante una nueva versión de la secuela original (he perdido la cuenta) sino ante una historia completamente distinta. Sarah Michelle Gellar regresa (brevemente) a su antiguo rol, y por lo visto la cinta abraza de nuevo ese tono adolescente de la primera parte.

Los tres estrenos están previstos para finales de año más o menos, así que todavía cabrá esperar un poco más. Eso sí, en mi cruzada en favor de la versión original, he decidido poner los tres trailers en inglés. Espero que eso no sea un problema.


(*) El título es una referencia obvia a una de las secciones que más visito en el blog del señor Eki, que espero no se moleste por este homenaje/plagio (nunca se sabe si sus tentáculos de poder pueden ordenar un atentado aún desde New Jersey).

sábado, agosto 05, 2006

Reseña: Un hombre-lobo americano en París (1997)

No resulta claro si estamos en presencia de una secuela, un remake o una parodia de Un hombre-lobo americano en Londres (1981), pero si de algo podemos estar seguros es que Un hombre-lobo americano en París (1997) es una película tan soberanamente espantosa, que la única manera en que podemos disfrutarla es riéndonos a mandíbula batiente de sus personajes, que son tan estúpidos que rayan en lo absurdo. Para ello sólo hay que ver la forma como comienza la película: una pandilla de amiguetes americanos, andando de mochileros por la Ciudad Luz, deciden subir a la Torre Eiffel con unas cuantas cervezas para hacer puenting (algo que ya de por sí no es una muy buena idea) y allí, uno de ellos salva a una chica que intenta suicidarse lanzándose detrás de ella, recibiendo como premio un terrible golpe en la cabeza que le deja medio muerto.

Pero eso es sólo el principio; a partir de aquí nos encontraremos con un montón de situaciones absurdas, cada una de ellas más ridícula que la otra, y todas enfocadas hacia los desesperados intentos de este chico por encontrar a la damisela en apuros, averiguar la causa de sus tendencias suicidas y de paso ligar con ella (lo cual no debería presentar ningún problema excepto por ese molesto hábito de la muchacha de convertirse en un monstruo con la llegada de la luna llena). Poco tarda este muchacho en darse cuenta de que la chica es peligrosa, aunque no es nada comparada con sus “amigos”.

Esta es una película que, francamente, no hay por donde agarrar. Si ya de por sí es una tarea difícil mezclar terror y comedia, Un hombre–lobo americano en París es el mejor ejemplo de cuando se quiere ser gracioso y sólo se logra provocar lástima, o cuando se quiere ser terrorífico y se termina causando risa. El guión está lleno de incoherencias, situaciones dejadas a la casualidad, recursos baratos para hacer avanzar la historia sea como sea, enormes agujeros argumentales, hilos narrativos y personajes que nunca más vuelven a aparecer ni siquiera como referencia, como si tuviesen que ser olvidados por todos (incluyendo el público) así como ciertas apariciones que están metidas únicamente como una torpe referencia a la película original. Los fantasmas de las víctimas, uno de los aspectos más simpáticos de la cinta de John Landis, se convierten aquí en un chiste barato, tan explotado y exagerado que termina siendo exasperante. Aquellos que confíen en el apartado de los efectos especiales también se llevarán una enorme decepción, ya que los licántropos (creados digitalmente e inspirándose en el maquillaje de Rick Baker para la película anterior) son de lo más lamentable que he visto en muchísimo tiempo.

Quizá, dentro de varias décadas, esta película tendrá algún valor de carácter puramente arqueológico, pero ese es un “privilegio” que no me molesta dejar a las próximas generaciones. Menos mal que nunca llegué a verla en un cine, porque creo que lo único que me hubiera quedado de ella diez minutos después de terminar los créditos finales hubiese sido la desagradable sensación de haber perdido el tiempo.

jueves, agosto 03, 2006

Reseña: Silent Hill (2006)

Las expectativas estaban por los suelos cuando entré a ver Silent Hill (2006). ¿Y quién puede culparme, dado el negro panorama que por lo general pintan las adaptaciones de videojuegos? Si algo nos han enseñado es que el lenguaje cinematográfico y el videolúdico son muy difíciles de unir, quizás porque nunca debieron unirse en primer lugar.

Sin embargo, muchos videojuegos han decidido, en los últimos años, mezclar las dosis de entretenimiento con pretensiones narrativas que ya quisieran para sí muchos de los mayores exponentes del llamado "séptimo arte". El avance exponencial de la tecnología ha permitido, además, que algunos juegos compitan directamente con el cine en lo que se refiere a la creación de atmósferas, personajes e historias realmente ambiciosas, convirtiendo así el juego en una auténtica forma narrativa de carácter interactivo. Ejemplo de esto es precisamente la saga de Silent Hill, el juego de Konami que vio la luz en la Playstation hace ya siete años. Hace cinco precisamente fue que comenzó la titánica labor por llevarlo a la gran pantalla, y el retraso se debió, principalmente, a que la propia compañía Konami se vio metida en el proyecto, que finalmente recayó sobre las manos del director francés Christophe Gans, confeso fan de la saga. Gans deseaba de todo corazón hacer una película de Silent Hill que, según él, capturara la esencia del juego. Yo desconozco la saga, así que por desgracia, el debate de si la película le hace justicia o no es algo que tendré que pasar por alto.

Lo cierto es que Silent Hill es toda una sorpresa. Los primeros minutos ciertamente no son buenos, incluso diría atropellados, ya que Gans parece tener mucha prisa en despachar la introducción lo más rápido posible y llevar a sus protagonistas al lugar que da título a la historia. Y de hecho, es así: sin dar muchas explicaciones, Rose lleva a su hija adoptiva Sharon a Silent Hill, un pueblo fantasma de los parajes de West Virginia, en la esperanza de que allí pueda recibir una explicación en cuanto al origen de las extrañas pesadillas de su hija, así como de sus ataques de sonambulismo en los que se repite incesantemente el nombre de este pueblo. Una vez allí, un accidente de coche propicia la desaparición de la niña, y Rose tiene que buscarla en el pueblo para arrebatársela a las fuerzas oscuras que anidan entre las ruinas desde hace décadas.

La historia aquí es lo de menos. Lo que Silent Hill favorece por encima de todo es la atmósfera. Desde la llegada de Rose al pueblo, el desolador panorama de unas calles desiertas y sumergidas en una espesa niebla, en medio de una lluvia eterna de cenizas es simplemente una de las muchas imágenes espectaculares con la que nos encontramos una y otra vez. La historia, además, se narra como una aventura en la cual Rose va descubriendo nuevos parajes en medio de aquel mundo devastado que es el pueblo, en medio del cual encuentra fenómenos y criaturas de aspecto inverosímil, que parecen salidas de los sueños húmedos de Clive Barker. Ese deleite visual es sin duda alguna el mayor atractivo de la película, algo que (para mí) compensa casi todas sus otras carencias, incluyendo la de un prescindible Sean Bean que repite (pero de manera muy evidente) exactamente el mismo personaje que hacía en The Dark (2005) (1). El hecho de que las criaturas y los escenarios sean tan impresionantes es algo que me soprende considerando que han sido elaborados casi completamente con medios digitales, eso sí, impecables, incluyendo una de las mejores muertes que he visto últimamente en el cine. Quizás para el cerebro la cinta no tenga mucho que ofrecer, pero no hay duda de que los ojos se lo van a pasar muy bien.

¿Defectos? Los tiene, y muchos. Quizás el más grande sea su apresurado inicio y su debilidad en cuanto al argumento, pero sólo por su enorme capacidad visual, y por el fantástico despliegue de ese enorme mundo fantástico donde todo es desquiciado, alucinante y enfermizo, se merece mi consideración. Probablemente sea, asimismo, la mejor película basada en un videojuego que se ha hecho hasta ahora. Ya sé de sobra que eso no es decir mucho, pero aquí se aprecia que detrás de este proyecto ha habido algo de lo que las demás carecían: pasión. Eso y un sentido de la maravilla envidiable, acompañado de una imaginería que es a la vez horrible y deliciosamente fetichista. Todo esto es, para mí, suficiente como para que alce la cabeza por encima de todas las demás adaptaciones videojugueriles y se convierta, desde ya, en una agradable sorpresa.



(1) A decir verdad, no es esta la única semejanza entre ambas películas, pero ese es un detalle en el que no creo necesario ahondar.

martes, agosto 01, 2006

Reseña: Chocolate (2005)

El creador de Masters of Horror, Mick Garris, no iba a quedarse sin aportar su grano de arena a la serie, y para ello no se le ha ocurrido nada mejor que versionarse a sí mismo en Chocolate (2005), episodio basado en un cuento corto suyo que en algún momento pensó convertir en largometraje. Ha sido un acierto que no lo hiciera, porque la historia da mucho más juego si se condensa en 55 minutos. Sin embargo, es probable que esta sea su único acierto, ya que el suyo, por desgracia, es en mi opinión el capítulo más flojo de esta primera temporada, empezando por el hecho de que hay que ser muy indulgente para incluirlo en el género de terror.

Y no es que la historia no tenga alguna promesa. De hecho, Chocolate parte de un planteamiento interesante que daba para mucho: Henry Thomas (quien de niño salvara al famoso alienígena de Spielberg) interpreta aquí a Jamie, un auténtico perdedor, un hombre separado de su esposa e hijo, con tendencia al sobrepeso, y que simplemente no puede disfrutar de la vida. Lo único que al parecer se le da bien es su trabajo como creador de sabores artificiales, destinados a alimentos que él mismo se niega. Un día, por un extraño fenómeno que nunca es explicado, Jamie comienza a percibir las sensaciones físicas de una mujer desconocida, comenzando con un fuerte sabor a chocolate que le despierta en mitad de la noche. A medida que las sensaciones (visuales, tactiles y hasta eróticas) de esta mujer siguen manifestándose, Jamie se obsesiona cada vez más con ella, hasta el punto de enamorarse completamente. Pero un día, cuando la mujer se ve obligada a cometer un asesinato (que Jamie presencia de manera "sobrenatural"), decide encontrarla a como de lugar e ir en su ayuda.

De entrada, lo que me parece más asombroso es que Garris no haya escogido para su episodio una adaptación de su ídolo Stephen King, a quien ha adaptado ya en seis ocasiones (si bien aquí hay un pequeño cameo en forma de libro con Desperation, cuya adaptación Garris está por estrenar). En vez de eso, lo que tenemos aquí es una historia detectivesca de corte fantástico con mucho erotismo, pero en la que el "horror" no está por ningún lado. Además, la trama es contada por el propio Jamie en una especie de marco narrativo en el que lo vemos cubierto de sangre y contando su historia a un policía, por lo que el final está bastante cantado casi desde el primer segundo. Esto no sería un problema si se ofreciese algo más, pero no es así. No niego que tenga momentos interesantes, sobre todo en su primera parte (la escena más "inquietante", pero por su pavorosa ambigüedad, es cuando Jamie recibe el orgasmo de la mujer mientras esta está siendo penetrada por su novio, a quien por supuesto él "ve"). Sin embargo, cuando la trama toma ese giro violento y Jamie comienza su investigación para acercarse a aquella persona con la que comparte dicho vínculo, la acción decae bastante. De esto lo único que se podría rescatar es una especie de metáfora sobre el amor y la conexión especial que creemos tener con una persona, para darnos luego cuenta de que esa conexión existía sólo de nuestro lado.

Algo interesante, sin embargo, de Chocolate, y que es completamente desaprovechado, es el personaje de Wally, el mejor amigo de Jamie, interpretado aquí por Matt Frewer, quien no tiene ninguna repercusión dentro de la historia pero que parece, sin duda alguna, un retrato del propio Mick Garris, quien al parecer no siente ningún pudor en mostrarnos la manera como se ve a sí mismo: un irresponsable parlanchín que oculta la decepción de ser un rockero frustrado a sus casi cincuenta años. El tema de la frustración (amorosa en el caso de Jamie y artística en el caso de Wally) que en cierta manera condiciona al ser humano a buscar completementarse en los demás, pudo haber dado pie a una gran historia, y de eso aquí hay indicios que lamentablemente se quedan en eso.

En definitiva, se trata del episodio más flojo de la temporada, interesante por momentos pero totalmente plano y prescindible. Lejos quede yo de atacar al señor Garris, uno de los mayores currantes que el cine de terror ha parido, pero el suyo es el aporte más pobre para un esfuerzo conjunto creado, paradójicamente, por él mismo.