viernes, marzo 31, 2017

Abril clásico

Puesto que en mi ciudad han decidido pasar todos los estrenos interesantes de terror para el verano, y sabiendo que no solamente de secuelas se puede vivir, he decido que abril va a ser un mes en el que Horas de oscuridad se volverá temático por primera vez en sus muchos años de existencia. Lo que quiero decir es que todas las reseñas que se publiquen este mes (concretamente los lunes, miércoles y viernes) estarán dedicadas a cine de terror clásico anterior a 1934.

¿Por qué este año específico? Pues porque 1934 fue el año en que comenzó a aplicarse el infame Código Hays, una guía de censura diseñada por el gobierno americano a principios de los treinta y que cambió para siempre el panorama del cine comercial en los Estados Unidos. La historia de este código es muy interesante así que os recomiendo que investiguéis algo al respecto. 

Las películas que he escogido son todas anteriores a la entrada de este código, aunque desde ya digo que no todas son americanas. Hay, por supuesto, algunas entradas de cine mudo, y antes que me lo preguntéis, la respuesta es no, no estará incluida Nosferatu (1922), principalmente porque ya la reseñamos hace mucho tiempo.

Nos vemos el mes que viene.

miércoles, marzo 29, 2017

Reseña: The Human Centipede 2 (2011)

Concebida como una verdadera afrenta a su propio público, The Human Centipede 2 (Full Sequence) (2011) fue más que simplemente la secuela de una de las cintas de terror más curiosas de la pasada década. Fue también una declaración de intenciones de su director, Tom Six, quien decidió hacer una película que no sólo funciona como continuación de su obra más famosa sino que además hace un comentario meta-narrativo acerca de cómo esta fue recibida por el público y la crítica. El resultado es un trabajo que en el momento de su estreno cayó por sorpresa y no fue para nada como el público general (incluyéndome) se esperaba, pero que con todo y eso funciona porque esta es probablemente una de las secuelas más bestias que haya visto, y a pesar de la fascinación que despertó en mi en su momento (y que ahora he revivido en gran medida a la hora de elaborar esta muy atrasada reseña) creo que me ha obligado a dejar pasar otros seis años por lo menos antes de que pueda volver a acercarme a ella.

El componente meta-narrativo al que me refería arriba es ya conocido para los que la han visto pero para los demás lo comento aquí: esta película tiene lugar en un mundo en el que la primera Human Centipede (2009) no sólo existe sino que es el objeto de adoración de nuestro personaje principal, un empleado de garita obeso, asmático y con retraso mental que vive obsesionado con la película de Tom Six usándola para escapar de su gris existencia. En la que probablemente sea la mayor puya posible a la recepción que dicha película tuvo, el protagonista decide un buen día construir su propio ciempiés humano superando incluso a la ficción, enlazado esta vez a doce individuos, uno de ellos Ashlynn Yennie, la actriz protagonista de su película favorita. Sólo hay un detalle: este personaje no es un experto cirujano como el de la primera cinta, por lo que su trabajo tiene toda la finura y precisión de un desquiciado que realiza una delicada cirugía con artefactos caseros y sin ninguna estrategia.

Esto da como resultado una secuela que en muchos sentidos es lo contrario a la primera parte: si bien la primera Human Centipede era muy contenida en cuanto a violencia y dejaba sus aspectos más truculentos a la imaginación del espectador, esta segunda parte es casquería de principio a fin, totalmente explícita en su muestra de sangre, mutilaciones y vejaciones a las que el personaje principal somete a sus víctimas, rompiendo además tabúes como daño a bebés y a mujeres embarazadas de una forma que muy previsiblemente le ganaron a Tom Six la ira de gran parte de la crítica y el público. En una decisión que puede ser interpretada como una pequeña concesión a estos, lo único que parece suavizar el gore un poco es la estética: la fotografía es casi toda en blanco y negro, y lo único que mantiene su color es la mierda.

Es ya cerca de su tramo final, cuando el ciempiés está completo y la lucha de sus integrantes por la supervivencia se lleva al extremo, cuando The Human Centipede 2 se convierte en algo francamente difícil de ver. Pero aún así es una película fascinante por el nivel de desagrado que puede llegar a causar, no sólo en cuanto a la violencia sino por el villano principal absolutamente carente de glamour y por la negativa de Tom Six a embellecer el horror que estamos presenciando aquí. Sé que estoy en minoría en mi apreciación por ella, pero aunque no haya dejado la misma impronta en el cine de terror que dejó la primera entrega, esta me parece artísticamente superior, y además mucho más terrorífica y desagradable, una película tras la cual sientes que necesitas una ducha.

lunes, marzo 27, 2017

Reseña: Amityville: El rostro del diablo (1993)

Para el estreno de la séptima entrega, titulada en España Amityville: El rostro del Diablo (1993), la larga saga de Amityville hacía tiempo que había dejado de poner los numerales romanos junto al título, quizás por vergüenza ajena de haber reciclado la misma idea una y otra vez. El título en inglés, sin embargo, es mucho más interesante: Amityville: A New Generation, ya que en cierta forma es muy coherente con el espíritu que el guión intentó dar a su película. Es decir, no estamos aquí ante un caso como el de la cuarta parte de La matanza de Texas, en las que la apelación a una "nueva generación" no tenía nada que ver con la historia; aquí por el contrario sí que se abre la posibilidad de repetir el legado maldito de la casa a través de un nuevo crimen, idea que suena mucho más interesante en papel de lo que se ve en el resultado final.

A igual que en la cuarta y sexta entrega, Amityville 7 basa su premisa argumental en objetos malditos que alguna vez pertenecieron a aquella casa embrujada y que ahora han ido a parar a otros sitios para esparcir su maligna influencia. En este caso se trata de un espejo (un evidentísimo espejo malvado a juzgar por la pinta) que un vagabundo entrega a un joven fotógrafo y que termina en una comunidad de artistas. Dicho espejo tiene por lo visto la facultad de materializar las peores pesadillas de aquellos que miran dentro de él y les empuja a cometer terribles actos de violencia, la mayoría de las veces contra sí mismos. Hasta aquí sería una trama convencional si no fuera porque hay además un intento de enlazar al protagonista con los eventos que dieron origen a la maldición de la casa y que ahora amenazan con repetirse.

Tal como está ejecutada esta conexión argumental resulta muy pobre y un tanto descabellada, pero no se puede negar que al menos, y a diferencia de entregas anteriores, esta película intenta dar cierta continuidad al conjunto con todo lo forzado que esto puede llegar a ser. Nunca llega a tener ideas tan inteligentes como su predecesora inmediata, pero su ambientación en una comunidad de artistas ofrece ciertas oportunidades estéticas que superan su por lo demás plana pinta de producción serie B noventera (incluyendo escenas de sexo con escasa luz y música de fondo). En este sentido, la mejor y más interesante muerte de todas involucra una multitud de lienzos con demonios pintados que resulta lo más memorable incluso a pesar de sus escasos recursos. 

Esos serían los puntos positivos; del resto, la verdad es que resulta un tanto aburrida y mucho más lenta de lo que su tiempo de duración parece sugerir. Parece haber tenido un mejor presupuesto que la sexta entrega (no lo sé y no tengo manera de comprobarlo) con su mayor número de locaciones y personajes, pero al mismo tiempo sus ideas son menos atractivas y a pesar de que es más violenta me pareció también más pobre como película de terror al uso. Ciertamente muy mejorable. 

viernes, marzo 24, 2017

Reseña: Abierto hasta el amanecer 3 (1999)

Aparentemente ignorada en el momento de su estreno (no conozco a nadie que la haya visto o me haya hablado de ella, para bien o para mal), Abierto hasta el amanecer 3 (1999) fue estrenada en formato doméstico paralelamente a la segunda parte, en un intento por expandir el universo de aquella película de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino cuyo éxito y entusiasmo generado creo que nadie esperaba. Me parece curioso que no se mencione más porque lo cierto es que, contra todo pronóstico, esta precuela ambientada en la época de la Revolución Mexicana es una película decente que resulta muy superior a la nefasta segunda entrega, a pesar de contar con un elenco menos conocido y haber cambiado de forma radical la ambientación de su trama. Creo que nunca podría decir que es realmente buena, pero es sin lugar a dudas más ambiciosa y contiene dentro de sí el germen de una película interesante que lamentablemente se fue quedando por el camino, pero con todo y eso algunas de sus ideas salen a la luz y la convierten en algo al menos interesante de ver, ciertamente mucho más de lo que en un principio me esperaba.

Al situarla en plena Revolución Mexicana la película consigue abrazar su condición de western exótico abandonando completamente su ambientación moderna. También se deja de lado gran parte del contenido humorístico de la segunda parte y se busca por el contrario una estructura más similar a la película original de Tarantino/Rodríguez. Como en esta, toda la primera mitad muestra una trama relativamente realista que en principio nada tiene que ver con la premisa principal: una banda de forajidos que huye de las autoridades que les persiguen, historia que se entremezcla con la hija del verdugo local que se ha escapado con uno de los delincuentes y está siendo ahora perseguida por su padre y sus hombres. Por otro lado tenemos la figura histórica del escritor americano Ambrose Bierce (que en un evidente guiño a la película original está interpretado por Michael Parks) que viaja junto a una pareja de predicadores y se queda varado en medio del paraje. Todos estos grupos terminan, como en la original, encontrándose en un burdel ubicado en medio del desierto que (sorpresa) está infestado de vampiros.

También los arquetipos se repiten: Marco Leonardi interpreta aquí al protagonista que es un remedo obvio del personaje de George Clooney en la original, un antihéroe cínico y en ocasiones cruel con una idea muy limitada de la lealtad, y la veterana Sonia Braga es el reclamo erótico y la evidentísima sustituta de Salma Hayek en su papel de la madame del burdel. El personaje de Braga, por cierto, también da pie a comentar que, a diferencia de la película original, esta precuela intenta unir ambas mitades a través de una trama de misterio acerca del personaje de la hija del verdugo, en quien se va sugiriendo desde el principio cierta conexión con el mundo de los vampiros que no se revela hasta más adelante y que, aunque un tanto descabellada a nivel de argumento, intenta establecer el universo de la saga contando sus orígenes. Es un detalle muy superficial y que no se explora demasiado, pero que sin duda alguna resulta un abreboca de intentos más consistentes por parte de Robert Rodríguez de construir una mitología de vampiros mexicanos en la que más adelante ahondaría con su francamente mejorable serie de televisión de Abierto hasta el amanecer. También es más evidente aquí la representación de los vampiros como serpientes y no como murciélagos.

Todo esto en muchas ocasiones funciona, a pesar de unos efectos especiales algo risibles cuando se opta por el CGI, algunas actuaciones nefastas y el desaprovechamiento de ciertos elementos que sonaban atractivos en un principio como el personaje de Ambrose Bierce, que parecía que iba a ser importante pero al final termina quedándose en nada y pasando de explicar ciertos misterios en cuanto a su arco argumental que nunca se resuelven. No es para nada una película memorable, pero sus responsables al menos han dado algunas imágenes y momentos buenos, y el espíritu de su estilo y argumento es mucho más cercano al de la original que al de su contemporánea secuela. Es sólo en los valores de producción y en el acabado final donde se queda por debajo, principalmente porque la primera película estaba hecha por dos cineastas muy talentosos que estaban en su mejor momento. Aun así, es interesante, y mucho mejor de lo que esperaba.

miércoles, marzo 22, 2017

Reseña: Amityville: es cuestión de tiempo (1992)

Esto es algo que quizás os tome por sorpresa, al menos porque es algo que yo tampoco me esperaba: Amityville: es cuestión de tiempo (1992), sexta entrega de la saga de casas embrujadas más prolífica del cine de terror, es la primera en mucho tiempo que incluso me ha gustado. Ha sido toda una revelación para mí porque me esperaba una terrible continuación directo-a-vídeo sin nada de interés, y aunque en muchos sentidos obtuve eso, al menos es una de las pocas que intenta hacer algo distinto con su material sin perder de vista la conexión con la saga de la que forma parte. La mayoría de los problemas que tiene, de hecho, están más relacionados con un irregular empleo de sus recursos y algunos vicios por otra parte típicos de gran parte de este tipo de cine durante los tempranos noventa.

De entrada voy a comenzar diciendo que hubo dos cosas que me llamaron la atención de forma positiva ya desde el principio: la primera fue ver que el director de esta secuela es Tony Randel, un nombre que muy probablemente os sonará porque fue el director de la injustamente menospreciada Hellbound (1988), la única secuela de Hellraiser (1987) que realmente valía la pena, con lo que ya sabía que al menos podía esperar un mínimo de calidad. La segunda es que el argumento de esta película ignora por completo lo ocurrido en la nefasta quinta entrega, haciendo como si no hubiese existido y retomando aquella premisa de la cuarta parte en la que la maldición ya no ocurre en Amityville sino en otras casas a lo largo y ancho del país a donde han ido a parar objetos que previamente estuvieron en el caserón maldito y que han arrastrado consigo el Mal que asolaba la propiedad. En esta ocasión se trata de un reloj de mesa que un hombre trae a su casa y que por supuesto empieza a causar estragos en su familia. Una cosa extraña es que la trama intenta dar al reloj su propia historia y su propia maldición, algo que por fortuna no se explora mucho porque resulta excesivo en el contexto de la saga de la cual esta película forma parte.

Lo interesante de esta historia es que el hecho de que el Mal se esconda en un reloj da pie a un juego en el cual la maldición de la casa se manifiesta en ataques que el espíritu maligno hace y que afectan a la linealidad temporal, algo que la película hace en ocasiones y que, aunque ofrece al final una resolución algo más light de lo que estamos habituados, al menos es una muestra de un trabajo algo más inteligente que muy probablemente se veía mejor en el guión y que hoy en día sin duda habría sido más aprovechado. Asimismo, es una sorpresa ver cómo esta sexta entrega recupera algunos de los elementos más perturbadores de películas anteriores de la saga como ese énfasis en los aspectos más oscuros de la sexualidad de sus personajes, con alusiones a una infidelidad, incesto y lujuría reprimida que por supuesto el espíritu del reloj aprovecha en su beneficio. Nunca llega a ser gráfica de ninguna manera (hay sólo una muerte que se recrea en efectos especiales mientras que otras parecen comedia involuntaria) pero hay indicios al menos de cierto grado de creatividad, inusitado en un trabajo de estas características.

Cuando digo "estas características" a lo que me refiero es que, pese a sus buenas ideas y pese a ser sin duda mucho mejor que las tres entregas inmediatamente anteriores, esta es una película bastante pobre con una estética y estilo en gran medida limitados por su formato y por la época en que se estrenó. En este sentido, es importante saber que su título original era Amityville 1992: It's About Time, y que el estudio borró la mención al año en que se estrenó cuando la película salió en DVD más de una década más tarde. Pero a pesar de sus defectos y de su pertenencia a un terror de saldo demasiado ligero e intranscendente, ha sido la primera entrega de la saga que he conseguido ver de corrido en varios años, y eso por sí solo me ha demostrado que hay algo de oficio detrás.

lunes, marzo 20, 2017

Reseña: Sinister 2 (2015)

Después del gran éxito de Sinister (2012) estaba claro que la productora Blumhouse intentaría repetir la hazaña con una secuela. Es más, lo realmente increíble es que hayan tardado tanto en hacerlo; tres años separan esta segunda parte de uno de los mayores éxitos de terror de tiempo recientes, uno que además había sido recibido con críticas más o menos entusiastas. Por mi parte reitero algo que ya comentábamos en su momento: la primera comienza con muy buen pie y tiene escenas realmente escalofriantes. De hecho, casi podríamos llamarla una obra maestra de no ser porque su resolución sobrenatural destruía prácticamente todos sus aciertos conviriténdola en una muy banal producción con un risible monstruo final que parece un miembro descartado de Slipknot. Por desgracia, esta segunda parte es no sólo más de lo mismo sino que encima parece ahondar en los problemas de la primera.

Siguiendo aquel viejo precepto de hacer continuaciones a lo barato, Sinister 2 (2015) comienza con un personaje secundario de la primera parte haciendo su propia investigación sobre las extrañas muertes de aquella película y enfrentándose él mismo con la amenaza del Buhguul (especie de dios maligno que devora las almas de los niños y que es simplemente otra variación del arquetipo de hombre del saco), quien ahora ronda a una joven madre fugitiva y sus dos hijos gemelos. Es en esta subtrama donde reside el único filón interesante de esta secuela: la idea de la madre huyendo de un esposo abusivo, las dificultades de criar a sus dos hijos y el juego con la idea del "gemelo malo" son ideas atractivas, pero que por desgracia no tienen prácticamente nada que ver con la amenaza sobrenatural de esta película y están muy pobremente integradas en la trama. De hecho el componente dramático de la historia es algo a lo que el argumento le pasa por encima sin dedicarle tiempo ni una verdadera carga emotiva, y aspectos como la amenaza del padre abusivo se dejan prácticamente de lado y nunca se aprovechan en profundidad.

El problema también está en que Sinister 2 desaprovecha además sus pocos elementos positivos, ya que el lado sobrenatural de la trama es tremendamente light comparado con el de la primera película. Uno de los aspectos peor llevados es, como ya se ha mencionado en varios sitios, que los niños protagonistas interactúan con los fantasmas que los persiguen hasta el punto en que estos son otros personajes más, lo que anula los escasos momentos de terror que la cinta consigue. Aparte, aquí se repite el fenómeno de las películas caseras que tan bien funcionó en la primera parte, pero adornadas con una innecesaria música incidental y tan elaboradas que resultan absurdas. Esto es particularmente terrible porque sin estos dos elementos sólo nos queda la muy risible presencia del Buhguul, que cada vez que aparece convierte la película en algo imposible de tomar en serio. 

Con una muy débil trama innecesariamente explicativa, actores de saldo y su muy superficial tratamiento del drama o el terror, estamos ante una secuela del montón que desaprovecha todos los elementos que hicieron exitosa a su antecesora. Como casi siempre ocurre tratándose de Blumhouse, hay aquí algunos elementos buenos y la película está realizada con cierta competencia, pero se me hace imposible de recomendar. Su director, el irlandés Ciaran Foy, tiene una cinta de hace unos años titulada Citadel (2012), que también es de terror con niños y que funciona mil veces mejor. Os recomiendo darle una oportunidad a esa y dejar esta otra en paz, porque resulta bastante olvidable. 

viernes, marzo 17, 2017

Reseña: Amityville 5 (1990)

Al igual que con la cuarta entrega que reseñamos hace ya un tiempo, Amityville 5: La maldición de Amityville (1990) intenta extender artificialmente la vida de la saga de casas embrujadas más longeva del cine de terror, y lo hace no de la mejor manera posible. Así como su predecesora fue una película hecha para la televisión, esta continuación fue lanzada directamente en formato doméstico para quedarse allí: hasta la fecha sigue relegada exclusivamente al VHS en su país de origen, y de hecho sólo existe una edición europea en DVD nada fácil de conseguir, cosa rara porque todo el resto de la saga, incluyendo las entregas posteriores, ya ha sido editado. Este hecho en sí no dice nada en cuanto a su calidad (muchas joyas de décadas pasadas se han perdido en el purgatorio de la cinta magnética) pero sí deja claro que Amityville terminó de manera "oficial" con la tercera parte, y todas las que vinieron después fueron secuelas pseudo-oficiales que buscaron aprovechar el tirón comercial de la primera aunque en el fondo no tuvieran mucho que ver.

Esto nunca fue tan evidente como en esta quinta entrega: esta vez el argumento tiene lugar en el mismo pueblo de Amityville pero en otra casa con otra maldición que nada tiene que ver con los fantasmas del 112 de la Ocean Avenue. En esta ocasión un grupo de amigos compra un antiguo caserón y decide pasar unos días en él para restaurarlo con la esperanza de revenderlo y sacar algún dinero. De entrada la idea no está mal aunque resulta un poco descabellada la forma en que está planteada ya que la película intenta cubrir con estos personajes ciertos arquetipos que normalmente se dan de forma externa. Me explico: los componentes del grupo tienen varias profesiones y cumplen distintos roles que nada tienen que ver con la idea de restaurar la casa, por lo que la forma en que están seleccionados estos personajes parece un tanto arbitraria y toda la premisa es por lo tanto sólo una excusa para mantenerlos a todos en el mismo lugar fuera de toda lógica.

Donde Amityville 5 intenta innovar es en la construcción de un misterio de baratillo que hace de la maldición el resultado de un crimen del pasado, un fantasma vengativo que obedece a una trama muy específica que nada tiene que ver con la ancestral historia de terror que era, por el contrario, el aspecto más interesante de la película original. Donde sí se parece a las otras entregas es que aquí también hay una trama de posesión en la que uno de los personajes sucumbe a la influencia del fantasma y se convierte en un asesino. Lo más triste es que por momentos pareciera que la trama busca mantener la identidad de esta persona afectada en secreto, pero fracasa estrepitosamente ya desde el primer minuto cuando vemos que entre el grupo de protagonistas está el actor Kim Coates con una pinta y manierismos de asesino en serie incluso antes de ser poseído, por lo que cualquier intento por ocultar su condición se vuelve inútil y francamente algo risible. 

Coates es por cierto el único actor reconocible de un elenco que incluye la curiosa presencia de la filipina Cassandra Gava, aquella bruja que salía en Conan el bárbaro (1982) como infaltable reclamo erótico, y ni siquiera él puede salvar un cúmulo de actuaciones abismales en una secuela realmente pobre que no aporta absolutamente nada a la saga. Su mayor defecto en realidad no es el que se alejara de forma engañosa de la premisa original, sino el que resulte tan fría, aburrida y poco interesante, dejando de lado la idea del Mal presente en la casa para sustituirlo por un falso misterio que, una vez resuelto, termina siendo muy poca cosa. El completismo absoluto es la única excusa que tenemos para ir comentando todas las entregas de Amityville antes del inminente estreno de la nueva este año.

miércoles, marzo 15, 2017

Secuelas a granel

Uno de los mayores vicios de este blog, y que con el paso de los años no ha hecho sino empeorar, es su absurdo afán de completismo, la irrefrenable tendencia a, una vez comentada una película, echar un vistazo a todas sus secuelas por muy malas que puedan ser. Siguiendo esa misma filosofía he terminado escribiendo algunas líneas sobre sagas enteras, algunas evidentes como las diez enregas de Halloween, las nueve de Pesadilla en Elm Street, las siete de La matanza de Texas o las doce de Viernes 13, pero también otras más recientes como las siete de Saw o las seis de Paranormal Activity (podéis ir a la nube de etoquetas del blog: cuando una saga alcanza las seis entregas le dy su propio tag). Sin embargo esta es una labor de nunca acabar: según el listado de reseñas tengo en este momento comentadas 55 películas con secuelas o precuelas que todavía no han caído por aquí. Y cada semana parece haber más.

Así que, aprovechando esta racha de actualizaciones que tengo últimamente, las próximas seis reseñas que caigan en Horas de oscuridad estarán dedicadas a cubrir continuaciones que se nos han ido quedando en el tintero. Y por supuesto, tal como podéis intuir por la imagen que adorna estas líneas, tres de esas seis reseñas estarán dedicadas a la saga de Amityville, de la cual ya hemos comentado cinco hasta la fecha. El motivo de esta preferencia es que queremos cubrir las entregas que nos faltan de dicha saga antes de que se haga realidad el eternamente postergado estreno de la nueva entrega, Amityville: The Awakening (2017), que supuestamente se estrenará por fin este año después de innumerables retrasos.

Esperemos que esta racha siga en pie, porque todavía queda mucho material por cubrir. 

lunes, marzo 13, 2017

Reseña: We Are Still Here (2015)

Me asombra mucho que We Are Still Here (2015) no sea una película más conocida, con la gran cantidad de reseñas positivas que había leído, ese flamante 95% en Rottentomatoes, y el hecho de que tanto su argumento como estilo deberían satisfacer las ansias nostálgicas de gran parte del cinéfilo de terror de hoy en día. Esto lo digo sin ironía ni mala sangre alguna, porque esta historia de casas embrujadas y venganzas sobrenaturales es en sí misma un gran homenaje a cierto estilo de terror de los ochenta, pero no el de asesinos enmascarados y jóvenes libidinosos, sino aquel de corte fantástico y en ocasiones surrealista. Todo en ella apunta en esa dirección, desde la escogencia como protagonista de Barbara Crampton (cuya carrera como actriz parece gozar de una segunda vida en los últimos años) hasta un argumento y recursos que resultan obvios herederos de la obra de Lucio Fulci, cosa de la que cualquiera se habría dado cuenta incluso si su director no lo hubiese mencionado explícitamente en varias ocasiones.

Al igual que gran parte de la obra de Fulci, We Are Still Here parte con una trama muy sencilla de una pareja que se muda a una casa en medio del campo para superar la muerte de su hijo, pero muy pronto descubren que dicha casa está embrujada y que los siniestros habitantes del pueblo cercano están no sólo al tanto de la maldición sino que puede que guarden intenciones no del todo nobles. Una cosa que me gusta mucho de entrada es que los protagonistas aceptan muy pronto el ángulo sobrenatural una vez que las pruebas están frente a ellos, lo cual nos evita la muy tediosa subtrama de descubrimiento que otra película más convencional habría sin duda empleado. Aquí por el contrario la protagonista parece aceptar desde el principio la presencia de los espíritus, aunque el carácter malévolo de estos no se revela del todo hasta después.

Es en su segunda mitad, de hecho, cuando la cinta termina de revelar sus influencias y se convierte en algo muy distinto a aquello que se perfilaba en un principio, transformando lo que hasta entonces parecía una lenta y atmosférica película de casa embrujada en un festival de violencia en el que las víctimas son masacradas por horribles fantasmas quemados. Es aquí donde finalmente aparecen mis reservas porque lo cierto es que si bien este tipo de orgía de sangre era muy común en el cine no sólo de Fulci sino de todos los grandes autores del horror italiano, también es cierto que venía acompañada de otros elementos que aquí se dejan de lado, sobre todo el asentamiento de la trama en su mitología y la idea del Pasado (así, con mayúsculas) como factor determinante del terror. En este sentido la mayor carencia de esta película, en mi opinión, es su decisión de pasar de forma muy superficial por la historia de la maldición que afecta a la casa y el papel que juegan los habitantes del pueblo y sus asesinatos rituales. Por el contrario hay unas prisas tremendas por llegar al final y que dan al conjunto un acabado muy blando y poco interesante a pesar de sus aciertos visuales y su elenco trash.

Todo esto da como resultado un descubrimiento algo agridulce para mí. We Are Still Here es ciertamente más interesante que muchos de los estrenos similares que solemos tener cada año, pero también lamento que al final haya resultado ser mucho menos "seria" de lo que prometía en un principio haciendo que por momentos parezca una parodia de sí misma. También me parece que desaprovecha la inusual oportunidad de tener a una veterana como Barbara Crampton de protagonista, ya que la resolución del conflicto parece darse por casualidad sin que realmente intervenga ninguno de los personajes principales. Este es otro ejemplo del desparpajo con el que se ha confeccionado un producto serie B que, al menos en los ochenta, funcionaba mejor. 

viernes, marzo 10, 2017

Reseña: La tumba de Ligeia (1964)

Por cuestiones argumentales y de atmósfera, nuestra última reseña trajo a colación la obra de Edgar Allan Poe, y con ello inevitablemente salieron a relucir las adaptaciones que hiciera Roger Corman allá por la primera mitad de los sesenta. Con esto no pude evitar recordar que si bien hace años reseñamos estas entradas, nunca terminamos de dedicarle unas líneas a la octava y última de aquellas adaptaciones, La tumba de Ligeia (1964), con la que Corman puso punto final a aquel ciclo de adaptaciones góticas con Vincent Price a la cabeza del elenco. Ese es un error que había que remediar, porque aunque no sea ni de lejos la mejor de ellas, si que es una de las más interesantes por varias razones.

Como es evidente, se trata en este caso de una adaptación del cuento Ligeia, la historia de un hombre que vive obsesionado por el recuerdo de su difunta esposa, una mujer de inquebrantable voluntad que juró regresar de la muerte. Es importante destacar que no se trata de una versión fiel al texto de Poe, no solamente por las exigencias de un largometraje, sino porque Corman en cierta medida ya había adaptado dicha historia como uno de los segmentos de Historias de terror (1962), anterior Poe-movie que a pesar de tener otro título recreaba de forma bastante fiel los pasajes más famosos de esta trama. Eso sí, no nos engañemos: Corman nunca fue alguien que tuviese miedo de repetirse a sí mismo, y aquí volvemos a presenciar varios de sus trucos y giros argumentales que funcionaron en el pasado, así como una actualización de los diferentes arquetipos narrativos del universo de Poe que ya había explorado, siendo el principal de ellos la fascinación por una hermosa joven muerta. 

Pero esto es sólo en la superficie, puesto que La tumba de Ligeia también muestra de forma muy evidente la evolución de Corman en sus adaptaciones de Poe y cómo estas fueron cambiando de estilo a lo largo de los años, desde trabajos más puramente serie B (y quizás por ello, infinitamente más disfrutables) como La caída de la casa de Usher (1960) y El péndulo de la muerte (1961) hasta trabajos formalmente más extravagantes y arriesgados como La máscara de la muerte roja (1964) y esta de la que hablamos ahora. La presente reseña, a decir verdad, habla de una película tremendamente discursiva hasta el punto en que se hace casi teatral, con una impresionante cantidad de diálogos y una recreación de grandes espacios abiertos, no sólo en el plató que reproduce, por ejemplo, los amplios salones del protagonista y la bizarra habitación pagana donde se oculta su secreto al final de la cinta, sino también por los muy eficaces exteriores de ruinas rodados en el castillo del priorato de Acre (no sé si este es su nombre en español, pido disculpas por ello), lo que demuestra que Corman aprovechó su estadía en Europa para dotar a sus películas de una ambientación que no habría sido posible en los Estados Unidos.

No todo funciona, por supuesto, y la fórmula empieza a revelar cierto desgaste principalmente debido a la demasiado funcional dirección del propio Corman y su particular estilo de producción. Esto no quita que haya atrevimientos estéticos considerables que por desgracia se ven manchados por un desenlace un tanto apresurado que recurre a los mismos trucos de destrucción masiva y uso de metraje reciclado de películas anteriores. Pero los aciertos están allí, como la actuación de Vincent Price, secuencias de estética onírica y una fascinación real por los temas de Poe que incluye un misterio que se salda de una forma que resulta inusualmente realista para los estándares de su director. De todas las adaptaciones que realizara Corman, las primeras dos y las últimas dos me parecen las más interesantes, aunque sea por motivos distintos. Sólo por su interés histórico me parece que ya valen la pena.

miércoles, marzo 08, 2017

Reseña: La cura del bienestar (2016)

Tras llevar un tiempo sepultando en el mundo de las franquicias Disney, Gore Verbinski regresa a proyectos más personales con la muy interesante La cura del bienestar (2016), una de sus películas más atractivas en el apartado visual y, al menos en sus inicios, también una de las más arriesgadas de su director. El conjunto de esta obra termina siendo algo mucho menos inteligente de lo que promete, pero al menos para mí ha sido uno de sus trabajos más disfrutables en muchos años, hasta el punto de que me alegro que durante la mayor parte de su metraje me haya engañado. Mi único consejo aquí es que os dejéis engañar también, porque el viaje realmente vale la pena. 

Tal como se establece desde el principio, la película habla sobre las miserias del mundo moderno y el asfixiante mundo laboral del capitalismo tardío, del que un millonario intenta escapar internándose voluntariamente en un sanatorio apartado en los Alpes suizos. Nuestro protagonista, un joven ejecutivo acorralado por sus ambiciones, es forzado a ir a buscarlo sólo para descubrir que en aquel remoto castillo alejado del mundo moderno hay un secreto mucho más perturbador de lo que parece en un principio. Por supuesto, esto es un thriller gótico en su corazón, algo que Verbinski sabe muy bien porque adorna la historia con una preciosista ambientación de estética medieval y un misterio que involucra pasadizos secretos, antiguas maldiciones familiares y un ambiente de culto malsano que mantiene el interés por la historia en todo momento y definitivamente me atrapó desde el principio.

Reconozco que algo que ayuda mucho en este sentido es que la película participa de un elemento argumental que desde siempre ha sido uno de mis mayores miedos: al igual que en Shutter Island (2010), cinta con la que se le ha comparado en muchas ocasiones de forma un tanto exagerada, el verdadero conflicto comienza cuando el protagonista es retenido en el sanatorio en contra de su voluntad, y la idea de permanecer "prisionero" en un sitio mientras todos dicen que es por tu bien es una idea que siempre he encontrado en extremo terrorífica, especialmente cuando la idea incluye médicos o, como en este caso, una milagrosa cura presente en un agua que supuestamente tiene grandes facultades. Aunque la idea de la que parte no es muy original, Verbinski lo compensa con un ambiente muy logrado y tanto el escenario del castillo como los giros argumentales y los personajes revelan que la verdadera inspiración de esta película no es el thriller moderno sino el horror decimonónico, perfectamente traído a la modernidad y adaptado al contexto actual.

Pero a pesar de su magnífica atmósfera y su ambiciosa (y adulta) estética, pareciera que Verbinski claudica una vez que se va acercando al final. Todo el principio es mucho más elaborado con sus imágenes surrealistas y su estructura narrativa no-lineal, así como la intriga que rodea a la chica que habita el castillo (espectacular Mia Goth, el mayor acierto de casting de la cinta), pero una vez que el misterio se va revelando la película se convierte en algo mucho más convencional que finaliza en una secuencia climática más apropiada a la serie B que Roger Corman hizo con sus adaptaciones de Edgar Allan Poe que a aquella pausada historia que el director nos había mostrado en un principio. Imagino que este desenlace es lo que podría influir de forma negativa en la impresión que muchos tengáis de la película, y aunque me parezca sin duda menos "serio" que lo que había visto hasta ese momento, todo lo que viene antes es tan sobresaliente que le perdono todo. Una gran película sin duda, muy poco habitual hoy en dia y precisamente por ello muy recomendable.

lunes, marzo 06, 2017

Reseña: Deathgasm (2015)

Directamente desde Nueva Zelanda nos llega el primer largometraje como director de Jason Lei Howden, hombre de efectos especiales apadrinado por Peter Jackson quien aquí se marca un muy interesante debut. Deathgasm (2015) es en muchos sentidos el sueño de todo fanático de este género, una comedia de horror en ocasiones brillante que mezcla el sentido del humor de antiguas joyas como The Evil Dead (1981) o Braindead (1990) con la sensibilidad estética del heavy metal, sin jamás perder el norte ni caer en la autoparodia. Pero al mismo tiempo, es una historia de amor juvenil y de superación personal que resulta entrañable incluso si no se es cercano a este tipo de música. Es también la historia del triunfo de un marginado, lo cual no debería sorprendernos porque el metal (y especialmente en su variante más oscura) siempre ha sido la música de los parias por excelencia: muéstrame un fan del heavy metal y te mostraré a un antiguo nerd.

En Deathgasm, dos jóvenes metaleros liberan por accidente a una entidad demoníaca al tocar un antiguo disco de vinilo de un artista de quien se decía tenía un pacto con seres de otras esferas, con lo que su trivial incursión en la magia negra pronto tiene terribles consecuencias cuando los demonios comienzan a poseer a sus vecinos y causar una masacre en los alrededores. Esta trama se intercala con la típica historia juvenil de un perdedor que se enamora de una chica por encima de "su nivel", quien no sólo se enfrentará con ellos a los demonios sino que incluso desde temprano es seducida por el poder emocional de la música que nuestro protagonista escucha. Lo mejor de todo es que estas dos tramas son presentadas sin ningún atisbo de ironía, sino más bien como un homenaje sincero tanto a la música como al cine de terror festivo. Es probablemente la mejor película de terror que he visto en torno al género del Metal, y aparte como comedia de horror está muy bien hecha.

Por supuesto, teniendo en cuenta el director que se encuentra detrás, los efectos especiales son en su mayor parte de carácter práctico, y la cantidad de sangre en pantalla es algo demencial, tanto que es imposible tomar la violencia en serio, cosa que nos recuerda a cada momento al hacer del enfrentamiento con los demonios algo que se aborda siempre en plan de comedia. Incluso la resolución del conflicto, que por supuesto no voy a revelar aquí, participa de este tono y termina de vincular a la película con esa celebración de una música supuestamente violenta y agresiva. Hay momentos muy buenos a nivel de comedia, y tiene además la ventaja de contar con unos protagonistas simpáticos que ganan ante nuestros ojos una vez que se desata la masacre y deben enfrentarse a los demonios armados hasta los dientes con todo tipo de artilugios caseros. 

No negaré que en algunas ocasiones sus dotes cómicas llegan demasiado lejos, como ocurre por ejemplo con un monstruo final un tanto risible a nivel de estética, pero en todo lo demás Deathgasm es un gran acierto, y si eres de los que estaba indeciso por darle una oportunidad ahora que está disponible, entonces no lo pienses más. Para mí fue una de las comedias de horror más interesantes del año en que se estrenó, y sin duda alguna una genuina y auténtica carta de amor a la música "satánica" que le ha dado razón de ser. Muy recomendable y sobre todo muy divertida.

viernes, marzo 03, 2017

Reseña: The Lazarus Effect (2015)

A nivel de argumento, elenco y valores de producción, The Lazarus Effect (2015) pintaba muy bien: su premisa y trama partía de un tema que de entrada me interesa mucho como es el encuentro de la ciencia con lo sobrenatural, y me recordaba a otras producciones que en el pasado han dado muy buenos resultados como Re-Animator (1985) o, sobre todo Flatliners (1990), aquella película de terror juvenil de Joel Schumacher que un día debo revisitar. Al final ha terminado desaprovechando todos estos ángulos interesantes y un elenco bastante eficiente para convertirse en una película de monstruos convencional y con salidas un tanto confusas, lo que definitivamente la aleja de los ejemplos arriba citados y la convierte en algo más cercano a una versión pseudo-sobrenatural de The Hollow Man (2000), con una calidad comparable. 

Como en aquella película de Paul Verhoeven, aquí tenemos a un grupo de motivados científicos, esta jóvenes y de muy pocos escrúpulos, que elaboran un suero experimental destinado a ayudar a los pacientes en coma y que descubren, para su sorpresa, que su invento es capaz incluso de rescatar a su espécimen de la muerte. Tras un severo traspié con las autoridades de su universidad, los chicos intentan repetir su experimento causando la muerte accidental de uno de sus miembros, y no se les ocurre nada mejor que usar el suero en ella para revivirla. Por supuesto, al ser esto una película de terror, lo que vuelve del más allá no es exactamente aquello que partió. 

Este argumento tiene grandes posibilidades y por momentos parece que la película se lo toma en serio a pesar de que todo el ángulo científico es dudoso e inverosímil, pero lo que sí queda claro es que esta no es una historia de fantasmas, sino una película de monstruos que habla del potencial del cerebro humano y de poderes ocultos de la psique que se desatan en el pequeño laboratorio convirtiendo la cinta en una gran secuencia de persecución. Es importante destacar esto porque nunca queda claro exactamente el alcance del cambio en la personalidad de la chica y por qué de repente parece haberse convertido en un ser de comportamiento demoníaco a pesar de que se supone que todo lo que ocurre tiene un basamente científico. Es decir, no estamos como en The Hollow Man ante un personaje egocéntrico cuya condición da rienda suelta a aspectos hasta el momento ocultos de su personalidad; por el contrario el personaje de Olivia Wilde parece ser desde el principio una buena persona que inexplicablemente se convierte en un demonio tras haber estado "al otro lado", dejando a la película en un estado de confusión al no saber exactamente qué quiere ser, y decantarse en cambio por un esquema muy trillado en el que los personajes van muriendo uno a uno en ocasiones de forma hilarante.

Hay cosas interesantes sin duda alguna: lo más curioso de todo es su decisión de hacer del monstruo una chica joven, algo poco habitual puesto que en este tipo de historias por lo general es un hombre quien desarrolla los poderes y su novia quien tiene que detenerlo, pero me fue imposible tomarme la película en serio por la manera tan barata en que presenta sus por otro lado atractivas ideas y la forma tan rápida y superficial en que se resuelve todo el conflicto. Es una lástima porque hay sin duda talento detrás de ella, pero tras verla no me extraña que haya pasado años engavetada hasta su estreno. Olvidable y muy poca cosa. 

jueves, marzo 02, 2017

Reseña: Bed of the Dead (2016)


En muchos sentidos, ver Bed of the Dead (2016) ha sido una experiencia fascinante. Si no hubiese estado en un festival es poco probable que la hubiese visto, ya que tanto el título como la premisa y el cartel auguraban un espectáculo serie Z y una nueva entrada en ese cine basura que sólo puede ser disfrutado de forma irónica. Ciertamente nadie hubiese pensado otra cosa de una cinta sobre una cama maldita que mata a aquellos que entran en contacto con ella, argumento que bien podría haber salido de las mentes de algunos de los cientos de imitadores de la Troma que existen hoy en día. Y sin embargo, a pesar de todo esto, lo más impresionante de este debut del canadiense Jeff Maher (quien tiene un abultado currículum como director de fotografía de varias serie B recientes) es que se toma su premisa como algo serio, y por increíble que parezca lo consigue, al menos parcialmente.

De hecho, ya desde el primer minuto la película nos cuenta el origen de la maldición al mostrar la cama siendo fabricada siglos atrás usando la madera de un árbol maldito que era usado por un culto como lugar de sacrificios. El resto de la película transcurre en las paredes de un club de sexo donde dos parejas han decidido pasar la noche sólo para coincidir de forma fatídica en una habitación clausurada donde se encuentra el mueble en cuestión. Una cosa curiosa es que toda la cinta transcurre después de la masacre, cuando un detective de homicidios investiga las muertes de estos personajes, por lo que ya desde el principio sabemos cómo van acabar todos, y sin embargo hay un genuino interés por conocer los hechos, presentados mediante un terror surrealista al estilo de Pesadilla en Elm Street (1984) o Hellraiser (1987), basando además los poderes de la cama en la manipulación de la realidad que vimos en Oculus (2014): una vez tocados por la maldición, los protagonistas ya no saben qué es lo que está ocurriendo y qué es lo que no, a lo que hay que sumar varios juegos con la linealidad temporal poco habituales en el cine chorra que presentíamos antes.

Todas estas cosas tienen como resultado una película inusualmente ambiciosa tanto para la premisa que tiene como para los trabajos anteriores en los que ha estado involucrado el propio Jeff Maher. Además es muy violenta, aunque al ser conocedora de sus limitaciones técnicas mantiene el tema de los efectos especiales dentro de los límites de la discreción. Al contrario de lo que pudiésemos haber pensado en un principio, la ambientación en un club de sexo y el inicio de la trama son sólo una excusa para tener a varios personajes en el mismo lugar, ya que el contenido erótico de la película es prácticamente cero (algo que por otro lado hubiese funcionado muy bien) y el hecho de que toda la historia ocurra en la misma habitación en dos líneas temporales distintas da pie a juegos interesantes que, insisto, no he llegado a ver en películas en principio más complejas.

Por supuesto no todo es tan interesante, tiene sus momentos flojos y los protagonistas (sobre todo la chica final) son un poco insulsos, pero a pesar de que no sea ninguna obra maestra me ha sorprendido de forma muy positiva y ha sido un auténtico descubrimiento que no desmerece para nada teniendo en cuenta las pocas expectativas que tenía. Si esta misma película hubiese sido estrenada en los años ochenta muy probablemente sería hoy por hoy un clásico del terror bizarro, y aunque no es la primera película que se ha hecho sobre una cama asesina, sí es la única que he visto que se atreve a abordar su premisa de forma seria sin hacer el ridículo en ningún momento. Si queréis ver algo curioso, esta es una que os vendría bien revisar.  

miércoles, marzo 01, 2017

Reseña: Howl (2015)

Paul Hyett, veterano realizador de maquillaje y efectos especiales, realiza como director esta pequeña pero interesante película de licántropos que, a diferencia de la mayoría de sus congéneres de esta o cualquier otra época, comete el gran acierto de poner el énfasis en la parte estética y en el cuidado a la hora de elaborar unas criaturas acordes con la imagen que nos hemos hecho de estos monstruos. No es poca cosa, ya que precisamente uno de los motivos de que la figura del hombre-lobo no haya sido tan correctamente explotada como otras criaturas del cine de terror ha sido precisamente el poco cariño que se ha tenido a la hora de representar al monstruo como una figura temible. Incluso películas interesantes como la reciente Late Phases (2014) han visto reducida su efectividad debido a lo poco inspirado y hasta risible de sus monstruos. De otros casos es mejor ni hablar.

En el caso de Howl (2015), su director acomete un esquema mucho más sencillo optando por un estado de sitio sin muchas explicaciones en un escenario hasta cierto punto original: un tren nocturno con apenas un puñado de pasajeros que de repente se queda accidentado en medio de la campiña británica y es atacado por un grupo de licántropos ansiosos de probar la carne humana. De entrada me encanta la manera en que la existencia de estas criaturas nunca es explicada ni puesta en duda, y la película de hecho no pierde tiempo en revelar su origen ni poner en duda su naturaleza. Prácticamente desde el principio queda claro cual es la amenaza a la que se enfrentan los protagonistas y cual es el peligro real que se esconde tras su situación.

El argumento tiene, eso sí, muchas cosas que hemos visto antes, sobre todo en el cine zombi: al peligro de los hombres lobo que acosan el lugar hay que sumar el rol que juegan algunos de los pasajeros, que inmediatamente actúan unos contra otros en lugar de apoyarse para salir de su terrible situación. La película establece desde el principio el rol de cada uno de ellos, resaltando una especie de discurso acerca de la dominación y la cultura del macho alfa presente en la actitud del protagonista hacia su colega femenina y la inevitable confrontación con el tipo duro que pronto se convierte en el principal antagonista del grupo. En este sentido hay un subtexto interesante aunque obvio dentro de este subgénero, y que por supuesto tendrá sus repercusiones hasta llegar a un final que, hay que decirlo, me pareció un tanto predecible y fue para mí el único punto flojo de la película. De todas formas, lo más interesante que hace Hyatt está, como decía arriba, en la parte estética; como era de esperarse teniendo en cuenta su pasado técnico, esta es una cinta violenta, agresiva y hecha prácticamente sin efectos digitales más allá de planos de ubicación y transición a la hora de mostrar a los licántropos transformarse. Estos, en cambio, están hechos a base de maquillaje y efectos "reales" dándoles una apariencia de orco imponente y muy efectiva, y la película no duda en mostrarlos cuando es necesario sin exponerlos demasiado.

Aunque sus innovaciones no vayan más allá de su ambientación, la verdad es que Howl es bastante atractiva teniendo en cuenta el panorama desolador de los hombres-lobo en el cine. Quizás no sea tan interesante como Ginger Snaps (2000) o la arriba citada Late Phases, pero si te gustó Dog Soldiers (2002) y como yo quedaste con ganas de esa secuela que nunca se hizo, esta es una que tienes que ver. La mención de esta última película no es casualidad ya que Paul Hyett trabajó en varias ocasiones al lado del director Neil Marshall, y con este su segundo largometraje queda claro que aprendió más de un truco de él.