jueves, diciembre 23, 2010
Cambios cambios cambios
domingo, diciembre 19, 2010
Reseña: La herencia Valdemar (2010)
Independientemente de los resultados me agrada que una película como La herencia Valdemar (2010) tenga al menos la valentía de atreverse a armar un relato que delata a su director, José Luis Alemán, como alguien ambicioso. Tanto que esta abultada historia de inspiración lovecraftiana ha tenido que dividirse en dos partes, con una secuela que hasta donde sé está pendiente aún de estrenarse. Lo de lovecraftiana por supuesto hay que matizarlo en el sentido de que los responsables de esta cinta no parecen estar tan interesados en abordar la mitología del autor de Providence sino más bien en dar una mirada nostálgica hacia un cine de terror de décadas pasadas en las que el fantástico se asume (por fortuna) sin complejos y se pierde en la recreación de caserones encantados, telarañas y candelabros. Nada de esto, evidentemente, tiene mucho que ver con Lovecraft, pero no creo que eso sea algo que se pueda señalar como defecto o carencia.
Decimos esto porque, como ya mencionábamos anteriormente, adaptar a Lovecraft es muy complicado porque sus mayores virtudes como contador de historias están ineludiblemente ligadas al medio. Por lo tanto, la idea de no optar por un relato específico del autor y simplemente emular el mundo por él creado es buena y sin duda meritoria. De todas formas, las intenciones de José Luis Alemán parecen ir más bien por otro lado y decantarse por un estilo que recuerda más bien al de las producciones de la Hammer y demás joyas del terror gótico de los sesenta y setentas. No en balde la inclusión de Paul Naschy (en la que sería una de sus últimas interpretaciones) en un papel secundario o la idea original de contar con Christopher Lee para el reparto, cosa que no se llegó a hacer. Por desgracia esta misma insistencia nostálgica hace que la película en determinados momentos se sienta increíblemente ingenua y artificial, con diálogos cargados de un dramatismo en ocasiones sonrojante y con determinados detalles estéticos que parecen puestos de forma completamente arbitraria, como por ejemplo la sorpresiva aparición de un zepellín y un tren de vapor en la España del siglo XXI.
Mentiría sin embargo si no dijera que hay cosas que me han agradado de La herencia Valdemar; contrariamente a lo que parece ser la opinión general, el trasfondo de la historia decimonónica es interesante aunque se vea mortalmente herido por la decisión de interpretar personajes históricos anglosajones hablando en castellano con un acento abiertamente hispano (y ya sé que el hecho de que esto mismo realizado al revés no me moleste dice mucho de mí, pero aún así...), algo que junto a lo artificioso de los diálogos termina sacándonos de la película. De hecho es la parte ambientada en la época actual la que menos me importó y la que considero sobraba, pero supongo que esto será el principal enfoque de la inminente segunda parte. Por este motivo la película que comentamos hoy quizás pueda considerarse como el necesario prólogo de una historia que todavía no ha terminado.
Muy a pesar de que sus minutos finales auguren lo contrario, lo cierto es que esta primera parte del relato iniciado por La herencia Valdemar es más bien un melodrama con elementos fantásticos, una historia de amor adornada con una pátina sobrenatural que tiene muy poco que ver con el Lovecraft cuyo nombre se invoca para dotar de prestigio a la película (ya de por sí la trama amorosa tiene poco que ver con el imaginario personal del autor de Providence), pero que hasta cierto punto puedo defender por algunas de sus ideas estéticas y sobre todo por la voluntad de seguir al pie de la letra lo que considera sus códigos propios. La segunda parte, titulada La sombra prohibida (2010) lo tendrá muy difícil al abandonar el mucho más interesante contexto del siglo XIX y regresar a la época actual, pero las imágenes mostradas a modo de trailer al final de esta primera entrega auguran un relato de terror más explícito. José Luis Alemán puede que no haya tenido mucha suerte con algo que hubiese quedado mucho mejor como una miniserie de televisión, pero la ingenuidad de su puesta en escena no deja de ser hasta cierto punto entrañable.
jueves, diciembre 16, 2010
Reseña: Paranormal Activity 2 (2010)
El descomunal éxito taquillero de Paranormal Activity (2007) tuvo como consecuencia la casi inmediata aprobación de una secuela, apoyada al igual que la primera por su correspondiente campaña viral. Pero a diferencia de lo ocurrido con El proyecto de la bruja de Blair (1999), antecesora de esta cinta en cuanto a formato, popularidad y hype, Paranormal Activity 2 (2010) no aprovecha su continuación para reinventar sus propias reglas sino que por el contrario decide ir a lo seguro y repetir exactamente el mismo estilo y estructura de la original. Esto quizás explique el hecho de que a pesar de no mostrar nada nuevo haya conseguido un gran éxito de taquilla, pero no deja por otro lado de ser una secuela bastante pobre e innecesaria no solamente por no haber intentando trazar un nuevo camino sino también por no aprovechar inteligentemente su formato.
Para empezar (aunque esto es un detalle más bien anecdótico) hay que aclarar que por mucho que tenga el "2" en el título, esta película es en realidad una precuela que cuenta lo ocurrido antes de los eventos de la primera Paranormal Activity, lo que de entrada arruina un poco la experiencia de la original al dotar de explicaciones innecesarias (además de no requeridas) acerca del por qué de la presencia del misterioso demonio en aquella casa. Al igual que en la primera parte, esta secuela está estructurada en forma de "metraje hallado" mostrando el contenido de varias cámaras de vídeo y de un sistema casero de seguridad que vuelve al aspecto ritual de mostrar el metraje nocturno para que el espectador escudriñe la imagen en busca de una aparición sobrenatural que (como no) se tarda lo suyo en llegar. Sin embargo, en esta ocasión el truco no funciona tan bien porque la película no logra justificar que determinadas escenas cargadas de un dramatismo bastanta artificial estén siendo rodadas, por lo que la presencia de la cámara rompe la suspensión de incredulidad del espectador al mostrar como incluso conversaciones privadas quedan registradas intencionalmente en vídeo si ningún motivo ni justificación aparente.
Recuerdo que en su momento defendíamos la primera entrega como una película entretenida y que, si bien completamente desprovista de originalidad y en ocasiones demasiado efectista (sobre todo el final impuesto por estudio, y que hace posible la existencia de esta secuela), al menos tenía una voluntad genuina de ser una historia de terror que aprovechaba su estructura espiral para ir aumentando la presencia de lo sobrenatural de una forma no muy diferente a aquella que usara en su momento Poltergeist (1982). Paranormal Activity 2 no solamente es completamente artificial y evidente en su intento de rentabilidad económica de un éxito anterior, sino que encima es tremendamente aburrida incluso para los estándares de su formato; no son pocos los que han remarcado como de hecho en muchas de las "noches" transcurridas no ocurre realmente nada, lo que resulta frustrante para un público que conoce el juego de la cinta y por lo tanto no puede sino decepcionarse.
Entre todas estas frustraciones una de las más terribles es el final, que enlaza directamente con la primera parte y que, al igual que como ocurría en esta, es de un efectismo barato que daña el por otro lado sosegado ambiente de la película. Si bien sigo defendiendo la primera parte con todo y sus carencias, esta secuela es una que perfectamente se podrían haber ahorrado. Evidentemente, su éxito dará pie a una tercera entrega (esta vez sí una continuación) que intentará cerrar el arco argumental del demonio protagonista y la suerte de aquellos que han ido a parar a sus garras. En cuanto a si optará por seguir el mismo camino del terror de estética documental o si por el contrario decidirá darnos algo nuevo que resucite nuestras esperanzas es algo que está por verse.
lunes, diciembre 13, 2010
Reseña: Devil (2010)
No llegamos a ver nunca una batalla con el Príncipe de las Tinieblas en persona, pero Devil (2010) pertenece a esta categoría por razones mucho más sólidas que su título; en realidad se trata, como casi todo lo que invoca el nombre del Diablo, en un relato de terror profundamente moralista en el que la idea del Mal como una realidad tangible (aunque sobrenatural) sirve para dar una mirada negativa sobre las miserias personales del Hombre para desembocar en una historia sobre la redención. Estos dos temas, la presencia de algo-más-grande-que-uno-mismo (dicho además literalmente por un personaje al principio de la película) y la idea del (auto)perdón como fuerza liberadora son constantes en el cine de M. Night Shyamalan, productor de esta película que deja su huella en más de una ocasión a la vez que cede el puesto de director a John Erick Dowdle, responsable de cintas como The Poughkeepsie Tapes (2007) y Quarantine (2008).
Devil es también la primera en lo que será una trilogía producida por Shyamalan llamada The Night Chronicles, construida alrededor de la idea de lo sobrenatural como irrupción en un ambiente urbano. Para esta película, el escenario es bastante reducido: un ascensor de un rascacielos en el que han quedado atrapadas cinco personas sin saber que uno de ellos es el Diablo en persona, y que les pondrá a prueba no sólo a ellos sino también a un incansable policía que intentará sacarlos de allí. La idea es interesante por lo contenido de la premisa, muy a pesar de que no está reducida a este único escenario (evidentemente hay escenas fuera del ascensor, aunque este cobra un protagonismo bastante marcado), pero hay un sincero e interesante aprovechamiento de sus recursos narrativos al construir el misterio alrededor de la identidad de los personajes sin dejar al mismo tiempo que el argumento se estanque al darnos sólo aquello que necesitamos saber sobre los que allí se encuentran.
No es de extrañarse que el nombre de Shyamalan haya sido tan mentado al hablar de esta película ya que, si bien el director John Erick Dowdle no se olvida de aportar su propia personalidad, hay demasiadas semejanzas con el antes mencionado director de El sexto sentido (1999) como para creer en una simple coincidencia; aparte del ya mencionado discurso sobre la Fe y la redención están detalles formales como el empleo de los espejos a la hora de construir planos, lo fantástico oculto en lo cotidiano (referencia ineludible a The Twilight Zone, serie que Shyamalan conoce muy bien), el color rojo como indicador de peligro y la ya inevitable revelación sorpresa que depara la película para el final, aunque se agradece que el argumento no esté construido enteramente alrededor de esta. A pesar de sus numerosos aciertos, no es sin embargo una película para todos los gustos, sobre todo por la carga moral que en ocasiones chirría bastante y lleva a momentos de genuina caspa como las ya predecibles confesiones por parte de los personajes protagonistas o el enésimo ejemplo del policía solitario traumatizado por la muerte de su familia. En cuanto a los momentos de terror, estos son pocos y reservados sobre todo para la secuencia final, dejando lo demás en un contexto de intriga y misterio que se salda con unas muertes en ocasiones bastante grotescas.
Este manejo de la intriga sería quizás el mayor ejemplo del potencial que Devil alcanza en algunos de sus mejores momentos, así como en la estructura del relato contado alrededor de una serie de personajes cuyo encuentro parece fortuito pero que no es sino una forma distinta de predestinación. En este sentido la película forma parte de una tradición narrativa muy conocida, pero al menos intenta dar algo diferente con una idea que quizás habría quedado mejor reducida a un formato de menor duración como el de aquellos misterios televisivos a los que Shyamalan y sus cómplices sin duda han intentado emular (aquí suenan de nuevo los nombres de Rod Serling y Richard Matheson como principal norte a seguir). Aún así este primer acercamiento a The Night Chronicles es, si bien no demasiado destacable, al menos interesante. La siguiente película, Reincarnated (2011), será dirigida por Daniel Stamm, responsable de El último exorcismo (2010) y escrita por Chris Sparling, guionista de Buried (2010). No cabe duda que al menos yo estaré esperándola.
sábado, diciembre 11, 2010
Tres tristes trailers 32
jueves, diciembre 09, 2010
Reseña: El último exorcismo (2010)
Lo cierto es que El último exorcismo es una película muy diferente que utiliza su formato de falso documental para establecer una confrontación entre la Razón y la Fe, lo que la asemeja más a una hipotética continuación del tema mostrado en El exorcismo de Emily Rose (2005), sólo que vista desde la perspectiva de un pastor protestante que contacta a un cámara y a una productora para rodar un reportaje sobre un exorcismo en el que expondrán al mundo la mentira de su labor como obrador de milagros. Esto no sólo sirve para el tema ya antes mencionado sino que además establece la ya clásica premisa del religioso que ha perdido la Fe y se da de bruces con la existencia del Mal. Todo esto sin artificios (más allá de una banda sonora que recalca de manera innecesaria los momentos más siniestros) y presentado con una estética cruda, feísta y supuestamente "aburrida" en la que los momentos de genuino terror son pocos y tardan en llegar. Con semejante presentación, es comprensible que gran parte de su público natural se haya sentido engañado con las promesas de una cinta de terror visceral llena de contorsiones y enfrentamientos con el Demonio. Tales elementos están presentes, sobre todo en el tramo final de la película, pero no son lo principal.
Es precisamente este tramo final, en el que se desata la mayor parte del contenido sobrenatural de El último exorcismo, donde se evidencia aquello que el director alemán daniel Stamm quiere contarnos: una historia que no solo contrapone los conceptos de racionalidad científica y fervor religioso, sino que además toca otros temas igual de interesantes como el satanismo escondido y el temor hacia la pobreza y aislamiento de las sociedades rurales. Es comprensible que muchos estén ya un tanto cansados de la vertiente supuestamente realista de este tipo de cine de terror, pero el caso es que en esta ocasión este formato está tratado con inteligencia y con un objetivo que va más allá del salto-en-la-silla. Las opiniones que he leído son muy dispares; evidentemente no ha calado en todo el que la ha visto, pero a mí me ha parecido de las más inteligentes que se han estrenado esta temporada y una que realmente vale la pena ver. Como decíamos antes, las comparaciones con la película de William Friedkin son innecesarias en cuanto a que ambas únicamente tienen en común la premisa del exorcismo y la idea de que el Mal existe, pero esta de la que hablamos hoy tiene objetivos muy diferentes que por desgracia han quedado minimizados por una falsa impresión causada por su material publicitario (que incluía una francamente curiosa publicidad viral en Chat Roulette) que intentaba disfrazarla como una película de miedo convencional. Acercaos a ella sin prejuicios, que recomendada queda.
martes, diciembre 07, 2010
Reseña: Legión (2010)
Legión (2010), primer largometraje como director del técnico de efectos especiales Scott Charles Stewart, es otro ejemplo más de Cristianismo pop, aquello que alguien por aquí definió tan acertadamente como Deuxploitation; una historia con posibilidades de desquiciada película de acción en la que hay ángeles luchadores, batallas con espadas, armas de fuego y hordas de gente poseída por espíritus celestiales que en poco se diferencian de salvajes zombificados. Todo ello, además, estructurado por medio del ya conocido arquetipo narrativo del estado de sitio en el que un grupo de personajes humanos se atrinchera en un apartado restaurante en medio del desierto americano para hacer frente a los ejércitos de un Dios que ha decidido acabar con la Humanidad de la peor manera posible y ante quien sólo se ha rebelado el último de los arcángeles con Fe en la raza humana.
La película echa mano de varios elementos ya conocidos al abordar un tono bastante reconocible en este tipo de cine, tomando como referente especial la obra de John Carpenter, no sólo Asalto al precinto 13 (1976) sino también Príncipe de las Tinieblas (1987) o algunas de las más recientes como Vampiros (1998), con la que comparte sus ambiciones de western sobrenatural con Paul Bettany haciendo de héroe oscuro tocado por poderes divinos, en lo que se antoja una evidente preparación para su inminente papel protagonista en la adaptación al cine de Priest (2011), la que casualmente estará realizada por el mismo director. Aunque no lo parezca en un principio, Legión también se asemeja a estas cintas en el hecho de contar con unos recursos bastante limitados que justifican en parte la escogencia de los "poseídos" como principal fuente de peligro, ya que el presupuesto destinado a efectos especiales por lo visto sólo daba para crear dos ángeles antagonistas y nada más. Es aquí por desgracia donde se acaban las semejanzas, ya que la película no tiene mucho más que mostrar a nivel de argumento ni (quizás esto sea lo más grave) a nivel de acción.
Ejemplo de esto es que momentos supuestamente inquietantes como la aparición de una anciana poseída en el restaurante terminan causando el efecto contrario al ser una secuencia francamente cómica. El resto de enfrentamientos con los monstruos no pasan de ser momentos muy puntuales que hacen que la película pierda continuidad y se sienta como un montón de escenas concatenadas que siguen todas el mismo patrón de incrementar la "dificultad" con una serie de criaturas en las que el diseño se siente bastante perezoso y convencional (salvo la aparición breve del siempre genial Doug Jones en una escena en la que parece que la película se ha detenido). Encima, y esto es una apreciación bastante personal, el supuesto carácter transgresor de hacer de Dios el "villano" no funciona porque no queda claro exactamente cual es el alcance de las fuerzas celestiales ni se establecen claramente los "monstruos" pertenecientes al bando del enemigo. Con esto sólo quiero decir que los ángeles parecen realmente demonios/zombis y el imaginario de las criaturas no está acorde con lo que en un principio parecía una interesante idea del Hombre acosado por la fuerza destructura del Bien contra la que se ve obligado a luchar. La premisa en este caso no funciona porque la manera como se presenta Dios (y los ángeles) contradice la concepción que teníamos de estos y lo que hacía la premisa atractiva en primer lugar, aparte de hacer de la resolución final algo cuanto menos confuso e incomprensible, como si Dios en lugar de un ser omnipotente fuese un niño caprichoso o al menos un esquizofrénico.
Pero lo que quizás no se pueda perdonar en realidad es que con todo y sus artificios y sus concesiones a su estética de película de acción por encima del relato de terror, Legión es una película muy predecible y vacía que finalmente resulta bastante aburrida y deudora de algo muchas veces visto y en muchas ocasiones mejor hecho. Los numerosos palos que se llevó en el momento de su estreno hacen improbable la idea de una secuela sugerida por el final abierto con el que se cierra este argumento desperdiciado. Para ejemplos de ángeles luchadores resulta mucho más recomendable acercarse a The Prophecy (1995), película con la que Legión tiene muchos puntos en común pero que resulta infinitamente superior a esta fallida extravagancia visual.
domingo, diciembre 05, 2010
Reseña: Buried (2010)
Una de las cosas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo en cuanto a Buried (2010) es la manera como el director Rodrigo Cortés sale airoso de lo que de entrada se perfilaba como el mayor reto de la película: conseguir mantener el interés del espectador por un thriller de noventa minutos que transcurre literalmente en un solo escenario (minúsculo además) y en el que sólo vemos a un actor. Y sin embargo, esta película lo logra con creces hasta el punto de contar una historia genuinamente emocionante en la que siempre está ocurriendo algo y que hace de sus supuestas limitaciones su mejor arma a la hora de montar una intriga digna de un Hitchcock confinado a una locación mínima: un hombre secuestrado en Irak y enterrado vivo dentro de una caja de madera donde la única conexión con el exterior que tiene es un teléfono móvil con el que intentará conseguir su rescate. El punto de vista nunca abandona esa locación ni ese actor (un especialmente inspirado Ryan Reynolds) y con todo y eso mantiene la intriga y la genuina tensión de una carrera contra reloj que depara una que otra sorpresa.
La idea de la intriga vivida y narrada por un personaje aislado del mundo exterior no es nueva; en este sentido Buried recorre el camino trazado anteriormente por clásicos como La ventana indiscreta (1954), del ya mencionado Hitchcock o cintas más recientes como Última llamada (2002), de Joel Schumacher, entre otros ejemplos. La película de Cortés es si acaso más radical en cuanto a la limitación intencional de su espacio, pero al igual que en las otras dos, lo interesante no está únicamente en el gimmick narrativo, ya que al interés argumental hay que sumar el empleo de los esquemas del thriller para tejer una historia con una postura antibelicista y anticorporativa bastante evidente pero en la que el contenido político no se siente forzado ni opaca el factor de angustia y carrera contra el tiempo. Es por eso básicamente que sería un error valor la película únicamente por el hecho meramente anecdótico de transcurrir toda ella en una caja de madera.
Esto me parece así porque a pesar de la sensación de claustrofobia del punto de vista, hay determinados momentos en los que como espectador uno logra olvidarse que está dentro de la caja al dejarse llevar por la entrada de otros personajes en forma de audio que salen del teléfono móvil del protagonista, aparato que por lo demás tiene el propósito de hacer avanzar el argumento insinuando al público una acción paralela a varias bandas que tiene lugar fuera de los confines de madera en los que estamos encerrados y que seguimos con interés en todo momento. El complemento de ambos planos narrativos, por otro lado, está bastante conseguido en el sentido de que realmente nos interesamos por saber qué ocurrirá al final más allá del morbo de ver a Ryan Reynolds retorciéndose y ser sometido a las vejaciones que le depara la película. El desenlace (que por supuesto no revelaré aquí) funciona muy bien (a pesar de ser un tanto tramposo a nivel de construcción) porque revela hasta qué punto Cortés y el guionista Chris Sparling han sabido jugar con las emociones y los nervios de su cautivo público. Todo eso hace que desde aquí consideremos Buried como una de las mejores del año que está por finalizar y una muy digna continuadora de ese tormento y angustia por el que de vez en cuando nos gusta pasar en una sala de cine.
sábado, diciembre 04, 2010
Lo que vino
martes, noviembre 30, 2010
Reseña # 402: Suspiria (1977)
Mi primer contacto con Suspiria (1977) llegó tarde; ni siquiera fue la primera película del director italiano Darío Argento que llegué a ver, y ya tenía una idea aproximada de la trayectoria de este realizador y de su influencia en el cine italiano de horror de la época, o al menos de la idea que se tenía de él fuera de su Italia natal. Es por todos sabido, por ejemplo, que si bien Argento no creó el subgénero cinematográfico conocido como giallo (término que por cierto tiene un significado distinto dentro de Italia que fuera de ella) sí fue el que lo popularizó e hizo reconocibles sus esquemas gracias a trabajos como El pájaro de las plumas de cristal (1970), El gato de las nueve colas (1971) y Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1972). Tras estos vistosos títulos llegó Suspiria, su primera película de terror propiamente dicha y considerada por muchos como su mejor trabajo, con el permiso quizás de Rojo oscuro (1975). Es ella también la que popularizaría varias constantes que habrían de repetirse en su obra de terror posterior: una marcada extravagancia estética, la figura de la Mujer como centro del horror y sus ya conocidas colaboraciones con la banda Goblin, que realizaron en esta película una de sus bandas sonoras más celebradas, la cual fue compuesta antes del rodaje (una práctica por otro lado común en gran parte del cine italiano).
El argumento de Suspiria hace pensar en una transición del cine de Argento al mezclar el tema de lo sobrenatural con el misterio alrededor de un crimen típico del thriller italiano. La película toma la perspectiva de una joven americana que asiste a una prestigiosa academia de ballet en la ciudad alemana de Friburgo, escuela que en realidad esconde un secreto relacionado con antiguos círculos de magia negra. Es bien conocida la influencia a la hora de escribir el guión del ensayo Suspiria de Profundis, de Thomas de Quincey, en la que se hace mención de tres poderosas brujas que serían utilizadas por Argento en su trilogía de las "tres madres", pero este texto es sólo una inspiración que poco tiene que ver con lo vendría después. A pesar del siniestro subtexto de la historia, uno de los mayores logros del director es ese conseguido tono de cuento de hadas presente no sólo gracias a la estética colorista y a la música, sino también a la recreación deliberadamente infantil de las jóvenes alumnas de la academia (las niñas del guión original fueron sustituidas por adolescentes para evitar posibles actos de censura debido a la naturaleza violenta de la película, si bien Argento no cambió ninguno de los diálogos e incluso ordenó colocar los pomos de las puertas a gran altura para que las chicas tuviesen que estirar los brazos para abrirlas). Este ambiente de inocencia roto por los hechos abiertamente violentos con los que la película abre desde el inicio imprime un tono muy singular al argumento que deja muy marcado el caracter irreal de todo lo que ocurre.
Irreal es de hecho la palabra más apropiada que se me ocurre; todo en Suspiria es artificioso, desde la inmensa academia de baile donde ninguna sala es igual a la anterior, hasta la omnipresencia del color rojo tanto en la iluminación como en la fluorescencia de la sangre. Sumamos a esto la general estridencia de la banda sonora de Goblin y es fácil darse cuenta de por qué esta película es más recordada por sus derroches estéticos que por su argumento (bastante básico y sencillo incluso para los estándares de la serie B italiana), aparte de que esta vistosidad y el carácter estilizado de algunas de las muertes hacen fácil perdonar un desenlace apresurado y algunos efectos sonrojantes como el del murciélago de pega. Es este quizás el único momento risible de una cinta que por lo general castiga duramente a sus personajes con elaboradas y truculentas escenas de muerte, algo por lo demás típico en el cine de Argento pero pocas veces tan estilizado como en esta película.
Personalmente (única aportación posible ya que de esta cinta se ha hablado mucho), Suspiria nunca me ha parecido la mejor película de Darío Argento, aunque reconozco que todavía tengo pendiente parte de su filmografía. A menudo se usa el argumento de la estética irreal para justificar un argumento supuestamente caótico, pero no creo que sea así. De hecho el argumento es tremendamente sencillo y el misterio de la academia de ballet y su conexión con la brujería es algo que queda claro prácticamente desde temprano. Con todo y eso no se puede negar que con esta película el cine de terror del director italiano quedaría eficazmente inaugurado, y aunque no sea en mi opinión su película más redonda, sí es una de las más coherentes en cuanto al tono empleado y una de las más impresionantes en su uso de una estética delirante y original, tendencia a la que Argento daría continuidad en las otras dos componentes de su trilogía, Inferno (1980) y Mother of Tears (2007), las cuales también habrán de caer por aquí en algún momento. Esta estética y la tendencia a un tratamiento abiertamente fantástico de su premisa hace que me cueste considerar la película como una cinta perteneciente a las variantes más viscerales del cine de miedo, con lo que su pertenencia al género de terror creo yo tiene más que ver con el reconocimiento por parte del espectador de varios códigos y arquetipos del típico relato sobrenatural, y no tanto con el hecho básico de asustarse. De todas formas, como punto de partida para acercarse a la filmografía de Argento o al horror italiano de finales de los setenta y principios de los ochenta, no se me ocurre nada mejor.
domingo, noviembre 28, 2010
Reseña # 401: Ghostwatch (1992)
Pasó mucho tiempo (demasiado quizás) antes de que, por recomendación de dos voces cuyo criterio tengo en gran estima, terminara por ver Ghostwatch (1992), falso documental realizado por la BBC en 1992 y transmitido en supuesto "directo" haciéndose pasar por un reality legítimo, con el conocido fenómeno de culto posterior. Sería justo que en estos momentos se reavivara el interés por esta película teniendo en cuenta el éxito de cintas como Paranormal Activity (2007), la cual toma una evidentísima inspiración de esta producción británica que puede pasar desapercibida a aquellos que como yo no la conozcan. Por fortuna siempre se está a tiempo de llenar dicha carencia.
Entrando ya en el tema, Ghostwatch no es más que la puesta en escena de un supuesto especial de Halloween de la BBC en el cual un equipo de rodaje monta guardia en una casa de los suburbios londinenses donde durante un tiempo se ha tenido noticias de varios fenómenos paranormales. La casa, perteneciente a una mujer y sus dos hijas, ha sido denominada como el lugar más "embrujado" de Inglaterra, y la periodista que en ella se ha apersonado espera, en el transcurso de la noche, poder transmitir en directo el encuentro con los espíritus que parecen haberse apoderado del lugar, todo esto intercalado con los comentarios del presentador del programa y una experta en fenómenos sobrenaturales e incluso llamadas telefónicas del público, invitado a participar de la experiencia contando sus propias historias de fantasmas. A pesar de que todo fue efectivamente un montaje ficticio (las escenas de la casa fueron rodadas semanas atrás y sólo las secuencias del plató fueron rodadas en directo) se trató de una broma muy bien elaborada que contó con la presencia de presentadores y periodistas reales de la BBC (principalmente rostros conocidos como el del presentador Michael Parkinson y la reportera Sarah Greene) y una línea telefónica real en la que evidentemente se le advertía a los espectadores que aquello que estaban viendo no era genuino antes de contar su historia. De hecho el artículo de Wikipedia dedicado a esta única transmisión televisiva es muy interesante y cuenta como este primer (y último) episodio de Ghostwatch causó cierto furor colectivo a pesar de que algunas pistas delataban su naturaleza de ficción, tales como un crédito de "escrito por" para el guionista Stephen Volk y el hecho de que se proyectara en un espacio (Screen One) reservado para telefilmes. Sin embargo, tal como me han recordado otras personas en ocasiones, hay que considerar que todo esto ocurrió en la era pre-Internet.
A manera de preparación (algo por otro lado común en este tipo de películas), el inicio es bastante lento y repleto de escenas de diálogos, pero a medida que la noche va avanzando y los fenómenos empiezan a ocurrir de forma cada vez menos sutil, algo en lo que la película incluso colabora con el público gracias a la estrategia de "parar" y comentar aquello que está ocurriendo, a lo que se suman los comentarios de los televidentes que llaman a la línea telefónica y revelan que aquello que está ocurriendo en la televisión tiene consecuencias en otros parajes. Esto aparte del ahondamiento en la propia mitología del fenómeno paranormal y su relación con horrendos crímenes del pasado. Todo esto culmina en un inmejorable tramo final en el que el programa se sale literalmente de control y cualquier atisbo de ligereza o humor presentado al principio encuentra su reverso tenebroso en la maldición de la casa y un ataque sobrenatural del que no sale indemne ni siquiera el propio estudio televisivo.
Es por eso que aparte de las ingeniosas maneras de aprovechar su formato, Ghostwatch sigue siendo recomendable como genuina película de terror independientemente de que el contexto original sea ya parte de la historia. Por lo visto, el fenómeno de histeria colectiva causada en su momento por la película fue lo bastante notable para que la BBC prohibiera su retransmisión, si bien cuenta con su respectiva edición en DVD e incluso está disponible de forma gratuita en el canal de Google Video de la cadena inglesa, por lo que no hay excusas para no verla. Existen evidentemente muchas otras entradas en este mundo del terror en forma de falso documental que han seguido los pasos de esta producción británica al intentar acercarse de manera supuestamente realista a una "leyenda" local que no es más que una creación literaria más o menos elaboada. Algunas de estas cintas, como The Last Broadcast (1998) o la más conocida El proyecto de la bruja de Blair (1999), basaron su éxito además en una campaña de publicidad viral que ha cambiado las reglas del juego. No es este el caso; así que aprovechemos la ocasión de esta trío cuatricentenario para recomendar un acercamiento a Ghostwatch y "descubrir" el correcto aprovechamiento de un recurso narrativo más allá del fenómeno de masas, justificado o no.
sábado, noviembre 20, 2010
Reseña # 400: A Serbian Film (2010)
En un alarde de caradurismo considerable hemos decidido aprovechar la reciente polémica en torno a A Serbian Film (2010) para hacer de ella nuestra reseña número cuatrocientos en lo que llevamos de existencia. Llego como tantas otras veces tarde dado que muy probablemente la incendiaria reacción de los guardianes de la moral y la corrección política habrá producido el muy predecible efecto de hacer que ya todo el mundo la haya visto por un medio o por otro, pero eso es algo a lo que por otra parte estamos acostumbrados en esta página. En todo caso, y aparte ya del hecho meramente cinematográfico, cabe preguntarse si realmente el objetivo o el principal punto de valoración de esta película del director Srdjan Spasojevic debe estar en su capacidad (o no) de escandalizar al personal o por el contrario de haber realizado un auténtico despliegue de brutalidad para transmitir una idea de la que no se habla lo suficiente.
Para los cuatro o cinco que no lo sepan aún, A Serbian Film cuenta la historia de un porno-star retirado llamado Milos que de la noche a la mañana recibe una jugosa oferta para participar en el rodaje de una porno "artistica" rodada en el más hermético secretismo y de la cual no sabrá absolutamente nada hasta el día de su participación. La desorbitada cantidad de dinero que se le ofrece y la pinta de los responsables resulta indudablemente sospechosa, pero para Milos la tentación de proveer un bienestar definitivo a su joven esposa y a su pequeño hijo es demasiado grande, por lo que termina aceptando. Además, la película deja muy claro algo que el protagonista termina por confesarse a sí mismo: aunque su boca diga lo contrario, echa de menos el arte en el que él era el indiscutible amo. Por supuesto, no tardamos en descubrir pronto la verdad (principalmente porque ya lo sabíamos incluso desde el trailer); la película que Milos es obligado a rodar es en realidad un snuff-film donde se cometen todo tipo de atrocidades y perversiones, y una vez dentro será imposible salir.
Es todo este catálogo de bestialidades lo que ha sido más publicitado de A Serbian Film, y la verdad es que en ella ocurren cosas que no estamos muy acostumbrados a ver en un cine, algunas genuinamente desagradables. Sin embargo creo que debo decir (aunque con ello seguramente me estaré ganando una hornada de comentarios no tan positivos) que la dureza de estas secuencias tampoco me ha parecido para tanto, y todos los que han leído este blog durante años saben que no soy un gran conocedor ni mucho menos un aficionado del terror físico. Pero incluso yo he visto en la última década, sin ir más lejos, ejemplos provenientes de Francia en los que la violencia era usada de forma mucho más perturbadora, incluso dentro de lo que podría considerarse el mainstream. De hecho puedo afirmar abiertamente que en cuestión de chunguez la película tiene una secuencia mucho más siniestra en las primeras sesiones de rodaje de la película de Milos, en las que la sangre todavía no ha empezado a saltar y en las que el director consigue una atmósfera de horror y tensión muy lograda. En cuanto al resto, los mayores horrores no provienen de aquello que se muestra (superado muchas veces en cuanto a generosidad del rojo líquido) sino en cuanto a que los hechos mostrados representan en sí mismos grandes tabúes cinematográficos: violaciones, incesto, pedofilia, necrofilia y demás lindezas. Todo esto, sin embargo, está mostrado la mayoría de las veces desde una óptica tan exagerada y desproporcionada que no se le puede negar cierto manejo del absurdo e incluso del humor, resaltado además por el caricaturesco personaje del director de la película. Nada de esto ha parecido importar al final para el sector más conservador de la crítica, incapaz por lo visto de ver más allá de las múltiples vejaciones que Milos y el resto de los personajes sufren.
Todo esto en cierta forma estorba porque ha terminado por eclipsar ante muchos el marcado contenido político de la cinta, ya que Spasojevic pinta un nada disimulado retrato de la psique de la Serbia de la post-guerra y los traumas del conflicto de los Balcanes (no en balde el tremendamente adecuado título). Esto es algo que en un principio no creía, pero he tenido finalmente que ver la película para rendirme ante la evidencia de que su principal responsable no está simplemente ridiéndose a la explotación; en A Serbian Film se utiliza la violencia para construir un discurso alrededor de esta y sobretodo para dar una imagen pesimista y en ocasiones cínica sobre una sociedad que mantiene un tupido velo sobre algunos de sus elementos más escabrosos, una fachada que lo ocupa todo, desde los círculos de poder hasta el núcleo familiar. De hecho uno de los aspectos más interesantes del personaje de Milos (y en cierta forma reflejado en el concepto del poster publicitario) es que la película de marras no hace sino sacar horrores que ya estaban dentro de él y que se ha visto forzado a descubrir en contra de su voluntad. Tal coherencia de discurso (rematado además con una imagen final de esas que caen como una bofetada) deja muy mal a aquellos que sólo han sabido ver en la cinta una supuesta apología de la violencia.
Llegados a este punto sería hipócrita de mi parte no mencionar al menos de pasada la absurda polémica que ha surgido en torno a la película en su accidentado paso por varios festivales españoles, que se ha saldado con una estéril discusión estimulada por un pseudo-periodismo de baratillo y una moral pacata que ha llevado a la cinta incluso a ser retirada de ciertos pases por oden judicial. El hecho de que en el 2010 todavía haya gente incapaz de distinguir la realidad de la ficción e incluso sugerir que ambas conllevan la misma carga moral es cuanto menos preocupante.
Esto lo dice alguien que, entre otras cosas, tampoco se ha sentido excesivamente entusiasmado por la película; si debo ser sincero, la verdad es que me ha gustado sin demasiados aspavientos. Ciertamente es una cinta que maneja muy buenas ideas, contiene una gran energía, una estructura dramática interesante (ese gran flashback fragmentado que dura media película) y una potente y perturbadora atmósfera inicial. Pero con todo eso, a medida que nos vamos acercando al clímax final pienso que se vuelve un poco tonta y demasiado descabellada como para poder ser tomada en serio. Pero no me teneis que hacer caso a mí: lo mejor que podéis hacer cada uno es ver personalmente A Serbian Film y juzgar por vosotros mismos si es realmente una de las películas más brutales que se han hecho últimamente o si por el contrario, es una cinta en la que dicha brutalidad está (muy bien) puesta al servicio de un contenido político que ha pasado casi desapercibido por culpa del par de meapilas de rigor y las falsas alarmas creadas por el escándalo fácil y que corre el riesgo de eclipsar sus auténticos y más duraderos logros. Desde aquí creo que nos decantamos por la segunda opción.
jueves, noviembre 18, 2010
Tres tristes trailers 31
sábado, noviembre 13, 2010
Reseña: Triangle (2009)
De entrada es necesario hacer una aclaración: es absolutamente imposible hablar de Triangle (2009), tercera película del siempre interesante director británico Christopher Smith, sin decir al menos de qué va. Intentaré no revelar detalles importantes, pero no es posible hablar acerca de sus virtudes sin mostrar al menos cual es su base argumental, una que ya se intuye por cierto en el trailer. Sin embargo, el saber este detalle por anticipado no impide apreciar una película muy singular, para mí la más interesante hasta la fecha del director de Creep (2004) y Desmembrados (2006), y que sin duda merece una mayor notoriedad. Es también un cambio de estilo bastante radical para su director, el cual consigue con este cuento de terror de alta mar un ambiente muy logrado y alejado (al menos en su mayor parte) de las opulencias gore de sus dos anteriormente citados trabajos.
El argumento de marras es el de un grupo de amigos cuyo yate naufraga en el Atlántico y son recogidos por un misterioso buque en el que todos los pasajeros y tripulantes parecen haber desaparecido repentinamente y sin dejar rastro, un lugar desconcertante donde hasta los relojes se han detenido. La película está narrada por completo desde la perspectiva de una mujer que parece ser la única en darse cuenta de que no están solos y de que están siendo observados. Lo que mejor ha conseguido Smith quizás sea el ambiente que se respira en el buque, un sitio enorme y silencioso que parece de otra época y cuyas resonancias mitológicas guardan un significado bastante evidente que anticipa el elemento sobrenatural en el que la protagonista (y sus amigos) se verán involucrados, revelando al espectador que el barco que consideraban inicialmente su salvación es en realidad la peor trampa posible. La naturaleza de esta amenaza es intuída en cierta forma gracias al trailer y a un muy destacable poster, aunque la verdad es que el tratamiento que la película le da no es precisamente el de una sorpresa; una vez que la protagonista (y por ende el público) sabe qué es que lo está ocurriendo en el barco es cuando la cinta realmente ha comenzado.
Debido a su temática Triangle ha recibido unas muy predecibles comparaciones (casi siempre desfavorables) con Los cronocrímenes (2007), de Nacho Vigalondo, mención que por sí sola ya debería dejar bastante claro cual es el elemento argumental que quería no tener que mencionar. Tal símil es, aparte de desafortunado, bastante injusto ya que las semejanzas entre las dos películas son superficiales y limitadas únicamente al recurso narrativo del bucle temporal y la presencia del Doble, elementos ciertamente no muy originales. Del resto, las dos cintas son completamente diferentes y tienen objetivos muy distintos. De hecho, si existe una clara inspiración de Triangle esta probablemente sea El resplandor (1980), de Stanley Kubrick, a la que hay varias referencias intencionales y muy claras. El tema de la disyuntiva temporal deja ciertamente algunos agujeros y cuestiones sin resolver así como unos giros de guión en ocasiones demasiado insólitos, pero eso es porque a diferencia de otras historias similares, esta película no parece intentar contar un argumento cerrado sino solamente un punto en lo que se intuye como una historia mucho más larga, y la constante repetición de las desgracias de la protagonista no hace sino resaltar el tono de una cinta pesimista y deprimente que sin embargo no pierde nuestro interés en ningún momento.
La estructura de la película con su tema de repeticiones temporales y su ambientación de sci-fi oscura emparenta también a Triangle con The Twilight Zone, comparación pertinente también por el subtexto de ironía cósmica que sin duda muchos reconocerán. Pero hay que olvidarse por un momento de la referencialidad: lo importante de esta película es que con ella Christopher Smith parece haber alcanzado una de sus obras más completas y una en la que la sensación de desorientación está bastante marcada, lo que no quita que encima sea una de esas cintas que terminan creciendo en el recuerdo una vez que se apaga la imagen. Absolutamente recomendable.
lunes, noviembre 08, 2010
Reseña: Halloween H20 (1998)
Tras la pobre recepción crítica de Halloween 6 (1995), los productores de Halloween H20 (1998) decidieron aprovechar el vigésimo aniversario de la saga para intentar una peripecia entendida a la vez como vuelta a los orígenes y ruptura radical con lo anterior. Lo más publicitado en su momento fue el regreso de Jamie Lee Curtis al personaje que la hizo famosa, algo que al parecer la actriz recibió con mucho entusiasmo, hasta el punto de que se dice intentó por todos los medios hacer que el propio John Carpenter se encargara de la dirección de esta séptima entrega de los crímenes de Michael Myers. Otra cosa bastante notoria para entonces era el anuncio a bombo y platillo de que el guión estaría firmado por Kevin Williamson, autor de Scream (1996) y hasta cierto punto uno de los responsables de que los slasher films volvieran a ponerse de moda comercialmente hablando. Al final poco de eso se concretó: Carpenter declinó la oferta de dirigir la película y el guión de Williamson fue rechazado por el estudio, entre otros motivos porque intentaba hilar la historia de toda la saga, y si algo se nota en esta nueva entrega es la voluntad de enmendar los errores a lo bestia negando cualquier referencia a la tercera, cuarta, quinta y sexta entrega, como si estas nunca hubiesen ocurrido.
Ya incluso desde el inicio hay una voluntad de recapitular sólo lo que interesa y resaltar lo que serían considerados los elementos clásicos de Halloween: el tema musical de Carpenter, la voz de Donald Pleasance (ausente de la película debido a su muerte) y la obsesión del asesino con Laurie Strode. Esta primera escena, que muestra a Michael Myers haciendo una breve visita a Haddonfield, es probablemente lo mejor de la película y una prueba de que el director Steve Miner (veteranísimo realizador de los ochenta y conocedor de las reglas de los slasher films) tiene las ideas claras en cuanto a qué es lo importante. Pasada esta escena es cuando entramos propiamente en un argumento que de entrada se presenta como atractivo: nos enteramos de que Laurie fingió su muerte y ha pasado los últimos años viviendo una identidad secreta y trabajando como la directora de un internado en el que también estudia su hijo adolescente. Laurie, sin embargo, se ha convertido en una alcohólica maníaco-depresiva que año tras año ha temido el regreso de su hermano, cosa que justo ahora verá ocurrir. El por que de la elipsis de veinte años que separa su último encuentro con el asesino es algo que nunca se explica, pero eso es porque Halloween H20 no parece estar muy interesada en desarrollar el argumento de esta final-girl crepuscular que se enfrenta nuevamente al asesino, desaprovechando así una oportunidad bastante notable de dar a la saga algo de la dignidad perdida.
De hecho, me atrevería a decir que gran parte del metraje muestra un interés mayor en mostrar la película desde el punto de vista del hijo de Laurie (un entonces debutante Josh Hartnett) y sus amigos, innegables reclamos adolescentes que parecen los últimos restos del guión descartado de Williamson, y que en más de una ocasión acaparan el protagonismo de la historia. Esto hace que muy pronto Halloween H20 tome un camino conocido y mil veces transitado convirtiéndose en una entrega ligeramente mejor que varias de las anteriores, pero que indudablemente se queda corta al no aprovechar ni las oportunidades argumentales y temáticas de su premisa ni su locación de internado colegial. El resto sufre de varios de los problemas de este tipo de cintas de mediados-finales de los noventa con su estética plana y su muy predecible argumento en el que lo más interesante es ver el trabajo de Jamie Lee Curtis retomando un personaje que esta vez no huye del asesino sino que por el contrario se enfrenta a él valientemente con la esperanza de exorcizar sus demonios.
Es debido a estas ideas quizás por las que esta séptima entrega ha terminado por tener un recibimiento crítico importante entre la fanaticada de Halloween, que recuerda la película como mejor de lo que realmente fue. Incluso tuvo en su momento un notable éxito comercial que demostró que la saga de Michael Myers no estaba muerta, y llevaría al estudio a realizar una secuela más muy a pesar de que esta entrega posee un final bastante cerrado y definitivo que buscaba en su momento dar carpetazo a la odisea de uno de los asesinos más famosos del cine de terror. De dicha continuación tendremos que hablar otro día. De momento, invitaría a revisar Halloween H20 y tenerlo en cuenta como una película un poco más correcta técnicamente pero con oportunidades en cuanto a discurso criminalmente desperdiciadas, ideas que serían mejor aprovechadas por alguien como Rob Zombie cuando se hiciese con las riendas de la saga varios años después.
sábado, noviembre 06, 2010
Reseña: Predators (2010)
Seguimos en nuestro intento de recuperar el tiempo perdido y ponernos al día con los estrenos de este año (algo que, sin embargo, nunca ha sido el objetivo de este blog), y llegamos finalmente a Predators (2010), secuela tardía realizada exactamente veinte años después de que Stephen Hopkins rodara el segundo capítulo de la saga llevando al cazador alienígena a la ciudad de Los Ángeles. Dos cross-over con la saga de Alien fueron suficientes para revivir el interés por esta criatura hasta el punto de permitir al director Robert Rodríguez (reducido aquí a labores de productor) rodar lo que años atrás había concebido como una vuelta a los orígenes de John McTiernan allá por 1987. En este sentido, Predators, dirigida por Nimród Antal, ha tenido que conformarse con ser una versión algo simplificada y reducida de aquella gran épica que Rodríguez había imaginado, y aunque no son pocos sus aciertos, la verdad es que hay algo que no termina de funcionar en el esperado regreso de estos monstruos a la pantalla.
Rompiendo toda continuidad con las entregas anteriores, esta tercera película cambia de escenario y nos pone en la piel de un grupo de humanos que despiertan de repente en medio de una selva desconocida. Ninguno de ellos se conoce, y no tardan en descubrir que han sido llevados a un planeta lejano que resulta ser el coto de caza de la ya conocida especie extraterrestre tan dada a recolectar los cráneos de sus víctimas. Cabe decir que el inicio y la presentación de los personajes es bastante buena; directa, al grano y genuinamente interesante al descubrir de forma gradual la naturaleza extraterrestre del sitio donde los personajes se encuentran. Sin embargo, también debo decir que tengo mis problemas con la premisa argumental; de entrada la idea de los Predators estudiando meticulosamente a la raza humana choca con la imagen que me había formado de ellos en películas anteriores, en las que los cazadores veían a los humanos como poco más que bestias. Aquí en cambio parece haber (dada la selección de presas agenciadas) incluso un conocimiento acerca de las sutilezas políticas de la sociedad terrestre que francamente me resultan un tanto innecesarias y sobre todo poco creíbles. Por fortuna nada de eso se explora demasiado, ya que la película se encarga pronto de repetir el esquema de la primera entrega de los personajes moviéndose sin rumbo por la jungla y siendo sistemáticamente cazados uno a uno.
Es en este regreso a los orígenes donde se nota que el principal interés de Predators es apelar a la nostalgia de aquellos fanáticos de la original, con numerosos guiños estéticos y narrativos hacia la película de McTiernan. Personalmente, eso sí, me dolió el haber leído declaraciones del propio Robert Rodríguez donde abiertamente despreciaba la secuela de Stephen Hopkins prometiendo en cambio una vuelta al ambiente desconocido de una jungla en la que los personajes incluso se enfrentan a otros monstruos interplanetarios. Hay que avisar que el material publicitario de la película (especialmente el trailer) es engañoso e incluso miente descaradamente en aspectos clave como el número de Predators que hay en la cinta o la relevancia del personaje de Lawrence Fishburne, que parecía mucho más importante en el avance y al final no resulta ser más que un obvio recurso narrativo para que los demás personajes sepan al menos algo de lo que está pasando. Del resto la verdad es que Fishburne (quien se ve particularmente desinteresado en su papel y además está demasiado gordo para el personaje) no hace mucho y perfectamente podría no haber estado en la trama sin que esta sufriese ningún cambio.
Esto nos lleva a uno de los elementos más criticados en su momento como fue el casting, sobre todo la elección como protagonista de Adrien Brody, un actor para nado asociable al cine de acción que a pesar de haberse puesto en notable forma física para el personaje sufre las inevitables comparaciones con Arnold Schwarzenegger, especialmente en un clímax final que, en una evidente referencia a la primera película, lo muestra de torso desnudo y cubierto de barro enfrentándose al monstruo cara a cara. Pero donde reside sobre todo el principal problema de Predators está en una nostalgia mal entendida que hace que la película falle allí donde las primeras dos triunfaron: el verdadero acierto de las cintas de McTiernan y Hopkins estaba en evitar la excesiva exposición del monstruo, convirtiéndole así en una auténtica amenaza. En la cinta de Antal las criaturas son prácticamente protagonistas, mostradas casi siempre en todo su esplendor y con un regodeo estético en ocasiones bastante sonrojante (mención especial para la particularmente penosa escena de lucha entre uno de ellos y el yakuza). La aparición del Predator "clásico" augura un muy predecible giro argumental que hubiese resultado impensable en las primeras dos cintas, mucho más conseguidas y sobre todo más eficientes al centrar la historia en un solo monstruo. La única conclusión que puedo sacar es que Predators es un entretenimiento pasable, pero que parece más bien un fan-fiction basado en Predator (1987), y aunque sin duda es mejor que las dos entregas de su enfrentamiento contra los monstruos de Alien, no es menos cierto que resulta claramente inferior a las dos encarnaciones anteriores de estos cazadores espaciales.
martes, noviembre 02, 2010
Los (casi) 400 golpes
sábado, octubre 30, 2010
Reseña: The Human Centipede (First Sequence) (2009)
Si se supone que uno de los objetivos del género de terror es perturbar, entonces The Human Centipede (First Sequence) (2009) cumple este objetivo a la perfección, aunque sea de forma un poco inesperada. De hecho hay una gran diferencia entre la brutalidad de la obra acabada y la expectación que generó esta reciente producción holandesa gracias a un minuto de metraje que rodó por la red y que anticipaba una premisa difícil de soportar: la historia de un perverso cirujano empeñado en unir quirúrgicamente a tres incautas víctimas para formar un solo ser. La conexión boca-ano de los desdichados personajes dio pie evidentemente a muchos chistes, pero también dejaba en evidencia una vertiente cada vez más numerosa del cine de terror de los últimos años, y que consiste en aquellos trabajos que intentan llegar más allá de los límites de lo mediáticamente aceptable, revelando incluso una nueva forma de entender la comercialidad de estas cintas: al igual que la francesa Martyrs (2008) o la más reciente A Serbian Film (2010), The Human Centipede probablemente nunca vea un estreno comercial en salas de cine, pero eso no le ha impedido ganarse una gran popularidad tanto en festivales como por Internet.
Dicho esto, hay que decir que la película no es visualmente tan escabrosa como se podría llegar a creer; a decir verdad, los mayores horrores transcurren en la mente del espectador, que ya va preparada no sólo gracias a la premisa inicial, sino a una perturbadora secuencia en la que el doctor (gloriosamente interpretado a la perfección por el conocido actor alemán Dieter Laser) explica fríamente a sus víctimas (diagramas mediante) los detalles de la intervención. El resto de la cinta es no sólo poco gráfico, sino que además está tratado incluso con cierto sentido del humor, un humor muy negro y retorcido en ocasiones pero también bastante evidente en la caracterización del cirujano como un mad doctor salido de un cómic con todo y la inevitable referencia a los experimentos nazis (esa fuente inagotable de horrores pulp) y su interacción con la "criatura", cuya pieza frontal es un joven japonés que sirve la función de crear una barrera lingüística entre el doctor y su creación. Las otras víctimas, dos guapas chicas americanas, emparentan la película de Tom Six con esa vertiente ya conocida del cine de terror actual de hablar de los peligros que encuentran aquellos que se aventuran fuera de los seguros límites de casa (esa dead tourist movie de la que tanto hemos hablado).
Pero esto es sólo al principio: lo interesante de The Human Centipede es que es abiertamente sincera en su afán de perturbar y lo hace de forma sorprendentemente sutil teniendo en cuenta lo escandaloso de su premisa. No deja de sorprendernos, en todo caso, encontrarnos ante una película tremendamente sencilla que toca la tecla de la fascinación del público por lo grotesco y la exposición lúdica del sufrimiento ajeno. En este sentido el público no se diferencia mucho del desquiciado cirujano, pero lo cierto es que Tom Six ha conseguido subordinar este comentario sobre el horror a lo que ante todo es un muy buen thriller; como espectadores realmente nos interesa llegar hasta el final para ver cómo se resuelve el conflicto de estos desdichados personajes atrapados en el sádico juego de un psicópata. La general sencillez argumental que presenta hace que el tramo final tenga una estructura ya muy vista en este tipo de trabajos, con piruetas argumentales ya muy conocidas en este género, pero estas faltas de originalidad no molestan y son perfectamente coherentes con el resto de la cinta.
Para mí personalmente el principal atractivo de The Human Centipede está en la manera como evidencia el insaciable vouyerismo por parte del seguidor del género; en mi caso durante mucho tiempo pensaba que esta sería una de esas películas que desearía no haber visto, pero Tom Six ha conseguido tratar su desagradable premisa de una forma que sinceramente no me esperaba y encima logrando ser igual de perturbador sin necesidad de caer en una sobrexposición que por otro lado hubiese sido supérflua. Probablemente, y no sólo por la obviedad cronológica, esta sea la última película de terror de su década y el auténtico inicio de la ya mencionada competición por impacto. Más por su premisa que por su ejecución, estamos ante una gran película que para mí merece ser vista pero me temo no será del agrado de muchos. De todas formas habría que preguntarse en todo caso a qué se debe realmente la decepción de algunos y si esta se verá de alguna manera compensada con la secuela ya anunciada por su director a pesar de que esta obra es bastante redonda y definitiva en cuanto a su final. Sólo puedo repetir que desde aquí la recomendamos ampliamente como una de las mejores de la década pasada.
lunes, octubre 25, 2010
Reseña: Aliens vs Predator: Requiem (2007)
Decíamos en una anterior ocasión que una película que uniera a los monstruos protagonistas de las sagas Alien y Predator era imposible de realizar de manera eficiente. Y sin embargo, Aliens vs Predator: Requiem (2007) es en mi opinión lo más cercano que hemos estado a ello. De entrada corrige varias de las principales carencias de Alien vs Predator (2004), creando una secuela directa que hasta cierto punto arranca de donde tenía que haber empezado su predecesora. Tanto es así que realmente no hace falta haber visto la película de Paul W.S. Anderson para entender esta secuela ya que toda la información que necesitamos saber se nos presenta sin palabra alguna por medio de una secuencia inicial que da pie a un argumento tremendamente sencillo: un Alien logra infiltrarse en una nave de los Predator ocupando el cuerpo de uno de los cazadores, dando lugar a un nuevo monstruo híbrido que combina las características de ambas criaturas. La nave se estrella en la Tierra, en un pequeño pueblo de los Estados Unidos, con lo que los humanos residentes deberán enfrentarse a este monstruo invasor al tiempo que un Predator es enviado en una misión secreta para destruir a la criatura y borrar toda pista de su existencia. Esto es básicamente el argumento, conciso, sencillo y sobre todo mucho más interesante que la enrevesada historia de la película de Anderson.
No es esta la única diferencia entre las dos. A la mayor sencillez argumental hay que sumar el hecho de que esta vez, y al parecer haciendo caso a las numerosas críticas que recibió la calificación PG-13 de Alien vs Predator, esta segunda parte intenta presentarse más como una película de terror al ser mucho más violenta y contar incluso con víctimas cuyas vejaciones han sido tradicionalmente consideradas un tabú cinematográfico, tales como niños o mujeres embarazadas. Los nuevos directores, los hermanos Colin y Greg Strause, parecen también interesados en dar a su película una oscuridad más literal: la fotografía es tremendamente oscura (en ocasiones demasiado) lo que incluso la emparenta con las primeras entregas de la saga Alien. Donde sí parecen haber acertado los hermanos es en la concepción de Aliens vs Predator: Requiem como una monster-movie en la que la criatura principal es realmente tratada como la amenaza que representa; una cosa que siempre definió las cintas de ambas sagas era que los auténticos protagonistas eran los humanos y los monstruos un peligro que acechaba pero que no dominaba por entero el metraje, detalle que se pierde con la concepción del enfrentamiento entre estas dos especies alienígenas como el centro de un espectáculo que cae en la irremediable sobreexposición. En este sentido, la inclusión de un ser híbrido es no sólo acertada, sino que está bien hecha gracias a la decisión de mantenerlo en segundo plano como "monstruo final".
Por desgracia este es sólo un acierto a medias, ya que los protagonistas humanos, en los que la película en teoría debería depositar su mayor fuerza argumental, fallan estrepitosamente. Demasiados personajes, demasiadas historias sin mayor relación entre sí que el contexto, y un desarrollo escueto, vacío y en general poco interesante lastran considerablemente la película de los hermanos Strause. A pesar de que los Alien son mostrados como auténticos monstruos temibles y la caracterización del Predator como una especie de pistolero espacial se deriva de esa extraña concepción de antihéroe que se le ha querido dar en estas dos películas, el fallo de los personajes humanos hace que que la historia no se sostenga y quede por debajo de las entregas anteriores de ambas criaturas.
A pesar de eso nunca entenderé del todo el rechazo casi general que existe hacia esta secuela por parte de un público al que le están dando lo que en el fondo pedía: el enfrentamiento sin cuartel entre estos dos monstruos aupado por un nivel de violencia mucho mayor que el de la primera parte. Pienso en todo caso que esta es la película que se debió haber hecho originalmente, un episodio que marcase una ruptura total con ambas sagas y no dependiera principalmente del guiño cómplice con el espectador (a pesar de que hay una muy clara mención de la corporación Yutani). El agridulce final augura incluso una tercera parte que dudo mucho se lleve a cabo debido a la pobre recepción crítica que ha tenido, pero a mí en particular me ha parecido mucho más digna de lo que esperaba, y especialmente recomendable si se es de los que piensan que Alien vs Predator tenía aspectos mejorables.
domingo, octubre 17, 2010
Reseña: El otro (1972)
Ahora que hemos regresado, no hay mejor manera de ponernos al día que sacando a colación la reseña que (sin exagerar) más nos han pedido en el tiempo que llevamos abiertos, El otro (1972). Como en tantas otras ocasiones, he tardado demasiado tiempo en verla, y a pesar de que es considerada por muchos como una obra maestra y uno de los principales exponentes de ese nutrido subgénero dedicado a los niños malvados, tampoco es demasiado conocida por el público mayoritario. Esto se debe quizás al escaso interés que despertó en el momento de su estreno (el status de semi culto que ostenta actualmente se debe sobre todo a sus numerosas reposiciones televisivas) y al hecho de que su director, Robert Mulligan, tiene otras películas en su haber que eclipsan la fama de esta de la que hablamos hoy, como por ejemplo Matar a un ruiseñor (1962), por la que incluso ganó un Oscar y la cual tiene muchos puntos en común con la reseña de hoy, incluyendo su ambientación de pueblo de los años treinta y las diferentes capas de horror que se esconden detrás de una vida sencilla y en apariencia apacible.
El otro también toca una vertiente del miedo bastante conocida como es el arquetipo del "gemelo malvado" al narrar la historia desde la perspectiva del pequeño Niles y su hermano gemelo Holland (ambos niños interpretados por auténticos gemelos, cosa que en principio no parece así ya que Mulligan nunca muestra a ambos niños en el mismo encuadre), cuyas travesuras poco a poco van adquiriendo tintes cada vez más siniestros. El tono lúgubre de la trama contrasta con el luminoso y acalorado ambiente que Mulligan recrea en aquella apartada granja, así como con la alegre y festiva música de Jerry Goldsmith, quien deseaba retratar con ella la inocencia de un niño que esconde un terrible secreto referente a la muerte de su padre y el estado depresivo de su madre. El tono realista de la película es únicamente roto por un fenómeno que Holland y Niles llaman "El juego", que consiste en la habilidad (en parte real y en parte ficticia) de los gemelos en transplantar su conciencia a otros seres vivos, truco aprendido de su abuela rusa.
El marcado contraste que existe entre el tono de la película y la crueldad del argumento hace que El otro sea difícil de clasificar en un género específico, saltando de ese costumbrismo pastoril al thriller de un momento a otro, con algunas imágenes realmente impactantes como la del carnaval de fenómenos que en cierta forma anticipan algunos de los momentos más crudos de la cinta. Esta es, de hecho, una película que se apoya mucho en la anticipación de dichos momentos y en sorpresivos giros argumentales que por supuesto no pienso revelar aquí porque constituyen la principal fuerza de un relato cuyos elementos más perturbadores son sugeridos (incluso uno de los carteles ostentaba el tagline "No reveles el secreto de El Otro"). Esta dependencia de la sorpresa argumental quizás sea el único problema que la cinta podría tener con el público actual, ya que muchas de ellas, incluyendo el principal giro del argumento, pueden ser fácilmente anticipadas por un público en cierta forma ya acostumbrado a este tipo de trucos.
Quizás esto sea uno de los motivos por los cuales a pesar del culto que existe en cuanto a la película, El otro no tenga el mismo reconocimiento que otras piezas de terror de los setenta o incluso otras muestras de la filmografía de Robert Mulligan. En todo caso, no deja de ser una película muy recomendable cuya influencia se nota en otras cintas posteriores que han tocado el tema de los niños perversos, aunque pocas veces con tanta efectividad. En mi caso particular lamento no haberla visto mucho antes, ya que es toda una lección de cómo sacar una historia a partir de la ya conocida pero no siempre mencionada crueldad infantil, y una muestra de por qué las buenas historias de terror con niños son escasas.