viernes, abril 18, 2008

Reseña: Cloverfield (2008)

Alejados ya de toda la tortura de su publicidad, y en víspera de su lanzamiento en DVD, va siendo hora de hablar de Cloverfield (2008), la cual sólo recientemente he conseguido ver. No se dan muchos casos en los que la crítica y el público coincidan en sus alabanzas hacia un producto, pero más allá de cualquier consideración metaficcional o análisis semántico, lo cierto es que se trata de una gran película de monstruos que constituye, aún más que REC (2007), el clímax de esta tendencia al docu-terror que nos ha llegado y de la cual todavía nos quedan algunos estrenos pendientes.

Cloverfield es, ante todo, una película híbrida: a pesar de tener la estructura dramática típica del blockbuster de desastres, esta se encuentra pasada por el tamiz de un formato en apariencia más modesto como puede ser el punto de vista único y "real" de una cámara de vídeo. Si resulta tan efectiva y contundente es precisamente porque esa perspectiva minimalista permite reducir el argumento a sus factores mínimos: una peli de monstruo en la que la criatura es un misterio que no se resuelve. No hay por ningún lado secuencias explicativas, así como tampoco hay la típica escena de los hombres con bata de laboratorio que te sueltan el rollo. El formato en este sentido ayuda: al apoyarse casi de forma exclusiva en la inmediatez de lo que estamos viendo, la película no concede tiempo a la reflexión. Allí es donde reside la base de su efectividad, es esa su principal magia.

La tendencia al sobreanálisis que a veces nos invade a todos puede que nos impida apreciar este hecho que, aunque mínimo, encierra la clave de la película. Su productor, el Midas de moda J.J. Abrams, afirmaba que con Cloverfield quería dar a América su propio monstruo icónico, el equivalente al Godzilla japonés. Dicho comentario resulta cuando menos paradójico, ya que todos sabemos que Estados Unidos (y especialmente Nueva York) ya tiene el que sin duda es el monstruo más icónico de la historia del cine: King Kong. En este sentido falla, ya que el monstruo en la película no tiene más protagonismo que ser el epicentro de ese gran "desastre", así como de la ola de terror e histeria que desata en unos neoyorkinos que no se explican el origen de ese misterioso caos que ha caido sobre su ciudad. Algunos críticos han querido ver en este miedo cierta alusión al 11 de septiembre, pero esta semejanza se me antoja superficial y centrada únicamente en el lado visceral de la trama (así como en su cobertura mediática). El 11-S puede ser catalogado de muchas cosas, pero "misterio" definitivamente no es una de ellas; al contrario, es una realidad política cruel y perfectamente tangible. Lo más frustrante de todo esto es que parece que muy pocos se han planteado siquiera la posibilidad de que el monstruo sea sólo eso: un monstruo. Y yo digo, ¿por qué no?

Lo interesante, una vez más, es el formato. Contrariamente a lo que se podría creer, el truco de la "perspectiva en primera persona" es quizás el menos realista de todos, más cercano al lenguaje del videojuego que al de la tele-realidad, al menos en el caso de Cloverfield. Los diálogos evidentemente no brillan por su naturalidad, y el guión constantemente hace pequeñas trampillas que permiten que el incombustible cámara, Hud, grabe momentos en los que nadie en su sano juicio estaría con la cámara en mano, en el perfecto conocimiento de que aquello que no está en el encuadre, simplemente "no existe". Más que sumergirnos en una realidad alternativa, Cloverfield nos hace aún más conscientes de la cámara, a veces hasta extremos risibles (véase, por ejemplo, la escena de la foto que adorna esta reseña para entender esto a cabalidad). El mismo Hud, lejos de ser un videoaficionado, parece un director de cine nato con un instinto impresionante para poner la cámara en el momento y posición justas y anticipar la dinámica de una escena desde una perspectiva no muy alejada de la de un narrador omnisciente. Tal como nos han demostrado los "reality" de la tele, la realidad expuesta ante todos puede ser tan falsa y artificial como la narrativa tradicional.

Pero todas esas cosas son fáciles de perdonar en una película tan intensa como la que el equipo de Abrams nos ha cocinado. Una vez que comienza la tensión esta no para (salvo para aquellos momentos en los que descubrimos que Hud está grabando sin querer sobre una película de dos semanas antes, un elemento que da para una muy curiosa forma de flashback), arrastrándonos en la desesperada huida de los personajes sin apenas dejar tiempo para respirar y superponiendo un horror tras otro. Y encima, la película como tal no llega a la hora y cuarto, algo que siempre hay que agradecer. Esta jugarreta de Abrahams y compañía les ha salido muy bien. Este año por lo menos, superar algo de la intensidad de Cloverfield va a estar lo que se dice muy difícil.

martes, abril 15, 2008

Reseña: The Prophecy (1995)

Todo lector de esta página conoce, sin duda alguna, The Prophecy (1995), aunque sea con su terrible título español, Ángeles y demonios. Y aquel que no la conozca, debería. No solamente por ser uno de los más rescatables ejemplos de explotación de mitología cristiana que proliferaron al final del milenio pasado, sino también porque fue precisamente esta película la que dio un nuevo aire a la carrera de Christopher Walken, aumentando aún más (si cabe) su popularidad al encarnar a la versión más desenfadada de un serafín que viene a la Tierra buscando pelea.

Argumentalmente hablando The Prophecy es cristianismo pop: al parecer, el Arcángel Gabriel (un Christopher Walken que parece salido de los Rolling Stones) se ha rebelado contra Dios y ha inciado una segunda guerra en el Cielo, que piensa ganar bajando a la Tierra para apoderarse del alma más maligna de todos los tiempos. Por desgracia se le adelanta uno de los ángeles fieles (Eric Stolz), que roba dicha alma y la esconde en el sitio menos esperado. No cuento más porque, en realidad, dicha historia es lo de menos: en numerosas ocasiones se descalabra por completo, y su rigurosidad hacia los elementos icónicos de la religión no resistiría el análisis más superficial. Y sin embargo, dentro de su aparente frivolidad, la película esconde un empleo bastante eficiente del atractivo estético de los ángeles y sus contrapartes infernales, por supuesto teniendo en cuento menos a Win Wenders y más a Alan Moore. Además, gran parte del disfrute de la cinta se va en la contemplación de Christopher Walken, cuya primera y silente aparición ciertamente no presagia la ruptura que representa para una película que, a juzgar por sus primeras imágenes, se presentaba mucho más oscura y tenebrosa. El Gabriel que nos depara su intérprete irrumpe con un tono irreverente de estrella de rock que no pierde oportunidad de lanzar comentarios despreciativos e incluso se recrea en largas secuencias de humor en las que simplemente "juega" con los humanos a los que considera inferiores (esto se aprecia no sólo en sus no-todavía-muertos ayudantes sino también en una escena en la que se le ve rodeado de niños).

El elenco más allá de Walken es principalmente decorativo. Elias Koteas (el Robert de Niro de los pobres) y Virginia Madsen son en teoría los protagonistas, pero la verdad es que no pintan nada y perfectamente podrían haber estado ausentes sin que la coherencia de la trama se resintiese demasiado. Eric Stolz (creíble al menos en su papel de ángel "bueno") es robado así de un puesto de héroe que por lógica le hubiese correspondido, ya que aparte de los momentos de humor destinados a los nada voluntariosos ayudantes de Gabriel (elemento normalmente usado en historias vampíricas) la verdad es que los personajes humanos no resultan muy atractivos. El único actor que llega a hacerle sombra a nuestro villano es, de hecho, un magnífico Viggo Mortensen que acapara la pantalla en un pequeño pero contudente papel al final de la película. Esto, una vez más, nos confirma que durante años tuvimos ante nosotros a un gran actor y nadie se dio cuenta.

Definitivamente la película no es perfecta: argumentalmente no se sostiene, muchos misterios tienen salidas jocosamente fáciles (ese cofre rotulado en grandes letras como "Evidence"...) y sus supuestos protagonistas, irónicamente, son los que más sobran. Sin embargo, dentro de su liga de bastardizaciones cristianas, The Prophecy tiene aquello que le faltó a Constantine (2005): un personaje con el carisma suficiente para sostener la película por sí solo. No me digan que, tras el glorioso vídeo de Weapon of Choice y la mítica frase "I gotta have more cowbell" no vamos a darle a esta cinta otra oportunidad.

sábado, abril 12, 2008

Reseña: The Washingtonians (2007)

Ya en la recta final de la serie, Masters of Horror sufrió una de sus horas más bajas con el estreno de The Washingtonians (2007), en mi opinión el más pobre y prescindible de todos los veintiséis capítulos que llegaron a realizarse. Para añadir burla al insulto, el responsable de elaborarlo fue el director de origen húngaro Peter Medak, quien a pesar de no tener una carrera muy destacable a nivel global, es principalmente recordado por haber dirigido Al final de la escalera (1980), una de las mejores películas de casas encantadas jamás hechas. Su episodio, por desgracia, nada tiene que ver con el estilo de esta vieja gloria, ya que The Washingtonians únicamente fue un desvergonzado intento por repetir el estilo polémico de Homecoming (2005) en aras de una controversia política que en esta ocasión resulta sonrojante.

El relato corto en el que se basa, obra del escritor americano Bentley Little, tiene al menos una premisa interesante: el descubrimiento de un manuscrito que revela las hasta entonces desconocidas apetencias caníbales de George Washington sirve como vehículo perfecto para un discurso que cuestiona el espíritu patriótico a menudo tan manoseado por los dirigentes de un país, así como la excesiva idolatría hacia el pasado que puede sufrir una sociedad ególatra y engreída. Quizás el mayor desastre que ha ocurrido con este episodio de Masters of Horror es que sus responsables han decidido arrojar por la borda todo el humor negro de Little en favor de un tratamiento casposo de la premisa original, en el que, con una estética burdamente televisiva, se ha terminado por caricaturizar el argumento en cuanto a un tema con tanto potencial como es el canibalismo para convertir a los "Washingtonianos" (una especie de Hermandad dedicada a perpetuar el auténtico legado del Padre Fundador) en monstruos salidos de las páginas de un tebeo de horror para niños.

El discurso político de The Washingtonians ya era evidente en el relato de Little, pero en su versión para la pantalla llega a ser incluso molesto. A diferencia de lo que ocurría en la sátira de zombis de Joe Dante, en esta ocasión no se utiliza el argumento de la política para construir una historia, sino que se machaca una y otra vez una redundante crítica al patriotismo paleto de un poblado anacrónico de una forma que sólo se puede catalogar de infantil. La trama es lo de menos: no hay un proceso creíble de descubrimiento de los misterios presentes en la historia (todo se da por casualidad) y para colmo, en el momento en el que los "villanos" hacen su aparición, resultan ridículos y sin ninguna gracia. Para colmo el conflicto se resuelve de una forma facilona y cómoda para los guionistas (casi un Deus Ex Machina), y encima luego hay que soportar un epílogo construido completamente sobre un chiste final que apunta a una controversia política superficial y bobalicona que sólo logra dar verguenza ajena.

Tras el que había sido uno de sus mejores capítulos, la serie de Mick Garris toca fondo con The Washingtonians. Una auténtica lástima porque, en su momento, este fue uno de los episodios con los que se tuvo mayores expectativas y, ciertamente, ha terminado por ser lo contrario de lo que se esperaba. Se puede pasar de él sin remordimiento alguno.

miércoles, abril 09, 2008

Tributo a Jason... a todos (parte 2 de 3)


Ted White (Parte IV)

Temiendo que la ilusión del público se desvaneciera, la Paramount decidió titular su cuarta entrega de la saga como Viernes 13: el capítulo final (1984), aunque ya todos sabemos en qué quedó eso. El encargado de interpretarlo en esta ocasión fue Ted White, quien a diferencia de los anteriores elegidos, era un especialista profesional. Sin embargo es bien sabido que White no tenía una opinión muy favorable de la saga, y que dudaba mucho de la calidad de entretenimiento de una película que se caracterizaba por la evisceración de jóvenes féminas humanas. Si aceptó el trabajo de interpretar a Jason fue principalmente por graves necesidades económicas, pero aún así pidió que su nombre no apareciera en los créditos. Con todo esto, a pesar de sus reticencias, el de White es considerado como uno de los mejores Jason que se han interpretado, y fue uno de los que impuso ciertos manierismos histriónicos que luego explotarían otros intérpretes (como por ejemplo el negarse a socializar con el resto de los actores para que no le perdieran el miedo a la criatura). También ayudó el hecho de que fuera el actor de mayor estatura que hasta el momento había encarnado al personaje, razón por la cual se ve imponente en escena.

Otro detalle importante es que este supuesto "capítulo final" marcó el regreso de Tom Savini a las labores de maquillaje, algo que se nota no sólo en la mayor profusión de charcutería mostrada en pantalla, sino a la cada vez más grotesca apariencia del monstruo. Esta es sólo una de las muchas razones por la que la película es considerada una de las entregas más disfrutables, una que además contaba con la presencia de Corey Feldman y Crispin Glover en el elenco.
Ted White continuó teniendo una carrera muy fructífera como especialista de escenas de acción, aunque nunca ha intentado ser asociado con la saga de Viernes 13. A pesar de que no se le puede ver en los créditos de esta entrega, sí aparece en los de la séptima parte, que utilizó imágenes de archivo para recapitular la historia. Lo más irónico de todo es que a pesar de que el hombre ha trabajado sustituyendo en escenas de mamporros a estrellas de la talla de John Wayne, Clark Gable o Lee Marvin, una búsqueda de su nombre siempre lo muestra, en primer lugar, como uno de los responsables de dar vida al matarife ochentero de Crystal Lake. Una prueba más de que, a pesar de todos nuestros esfuerzos, nunca tenemos control sobre qué exactamente es lo que nos hará ser recordados en la posteridad.
Tom Morga (Parte V)

Al igual que Ted White, Tom Morga, el elegido para encarnar a Jason en Viernes 13 Parte 5: El nuevo comienzo (1985) era un especialista profesional que logró tener una muy fructífera carrera en su profesión, a menudo haciendo de doble para escenas de acción en otras sagas como Star Trek o Los Cazafantasmas. Su participación en Viernes 13 es, cuando menos, controvertida por razones que no puedo explicar sin recurrir a los spoilers. Basta afirmar que, a diferencia de su antecesor, sí que se sintió más que cómodo con el personaje a pesar de que la película en la que participó no es precisamente una de las más queridas por los fans.

Esta es principalmente la razón por la cual el personaje de Jason no es el que más ha repercutido en la carrera de este aficionado a recibir palizas por otros actores. Aunque como nota curiosa siempre nos quedará recordar que Morga también se metería en la piel de otro famoso slasher al disfrazarse de Michael Myers en una de las muchas entregas de la saga de Halloween. El olvido al que se ha relegado esta película en particular ha hecho que el nombre de Morga no sea tan conocido por los fans como otros intérpretes de Jason, pero suponemos que ese es el detino ineludible de aquel a quien le toco vivir el momento en el que la saga sufrió su definitivo punto de inflexión.

Hoy en día Tom Morga continúa con su trabajo como especialista y coordinador de escenas de acción, y su muy extenso currículum puede verse en su página web oficial, donde se puede apreciar fácilmente que lo que más ha explotado son sus orejas de vulcano y no cierta máscara de hockey.

C.J. Graham (Parte VI)

Con Viernes 13 Parte 6: Jason vive (1986) se da inicio a lo que puede ser llamado, sin tapujos, la era autenticamente explotativa de la saga, el momento en el que Viernes 13 se convirtió en el producto que no pide disculpas a nadie. Tras la defenestración general por parte de los fans hacia la quinta entrega, Paramount decidió darle al público lo que pedía y nadie dio volvió a dar un paso atrás. El encargado en esta ocasión de dar vida al asesino favorito de las masas fue C.J. Graham, un manager de discoteca que realizó la prueba casi por no dejar y que resultó elegido cuando el especialista dejó a media producción colgando. A pesar de no haber actuado frente a una cámara en toda su vida, Graham aceptó gustoso la oportunidad, y en menos de tres días ya se estaba encasquetando la máscara de hockey para que Jason pudiera volver a la vida otra vez. Pero a pesar de su falta de formación, Graham realizó un trabajo bastante entusiasta: no solamente disfrutó con su participación en la película, sino que incluso corrió riesgos físicos mayores que los de todos sus antecesores en el puesto, desde someterse al tirón de un arnés con una fuerza de más de trescientas libras hasta dejarse prender en llamas durante una de las escenas. Para un hombre que no estaba acostumbrado a tratar con escenarios tan rudos (para eso tenía seguratas en su local nocturno), aquello no resultó ser poca cosa.

Graham no tuvo una carrera en el cine posterior a Jason, pero su corto currículum al menos le ha ganado algo que no ha dejado de aprovechar: un espacio dentro de ese círculo de frikismo que rodea a todo lo que tenga que ver con Crystal Lake, y no a una escala menor que la de otros compañeros más experimentados. Le queda eso y los recuerdos de su participación. Actualmente reside en Las Vegas, donde se dedica a regentar un casino llamado The Palms.


Ahora vienen, como ya saben, tres reseñas. Pero después llegará la tercera y última parte de este pequeño paréntesis dedicado al mayor "hijo de mamá" de todo el cine de terror.

sábado, abril 05, 2008

Tributo a Jason... a todos (parte 1 de 3)

El anuncio del nuevo Jason Voorhees, destinado a adornar las pantallas del innecesario remake de Viernes 13 (1980) merece sin duda alguna un repaso somero y, por supuesto, insuficiente de todos los actores que lo han interpretado a lo largo de ya casi tres décadas de desmembramientos varios. La saga, que ha tenido la nada despreciable cantidad de diez entregas y un crossover, ha logrado meterse tanto en el imaginario colectivo de los fanáticos del cine de terror que incluso ha llegado a mezclar entre sí sus diferentes encarnaciones. Haced la prueba: incluso aquellos que se consideren los mayores forofos de las andadas del carnicero de Crystal Lake tendrían dificultades al tratar de diferenciar las entregas de la saga si se les mostrase un montón de capturas de imágenes en desorden. Por suerte, aquí no les pondremos en evidencia: tan sólo se trata de hacer un breve recuento de aquellos hombres que se prestaron a cubrirse la cara con la máscara de hockey más famosa del cine charcutero (o con el saco de patatas, dependiendo de la entrega). De manera que aquí van, en estricto orden cronológico.
Ari Lehman (Parte I)

Este hippie entrado en años que ven en la foto es Ari Lehman, quien tuvo el dudoso honor de ser el primer hombre sobre la Tierra en meterse en el papel de Jason. Si digo "dudoso" es porque, si bien el señor Lehman puede presumir de haber dado vida a la primera encarnación de uno de los mayores iconos del cine de terror moderno, no es menos cierto que en aquella película su personaje no mató a nadie (no me vengan con los spoilers: así como todo el mundo a estas alturas sabe que Norman Bates se disfraza de su madre en Psicosis, no hay nadie que desconozca que en la primera parte de Viernes 13 Jason no es el asesino). Lehman tenía para ese momento quince años, y fue escogido precisamente por dar la pinta de un muchacho raquítico y enclenque. El que supiera nadar bastante bien fue asimismo un aliciente para obtener el papel, ya que la mayor parte del trabajo que tendría en su muy breve aparición consistiría en ahogarse.

Pero al menos Lehman tuvo la dicha de trabajar con Tom Savini, quien en ese momento ya estaba empezando a granjearse la gloria que le recubriría durante el resto de la década de los ochenta. Armado con sus piezas prostéticas de látex, Savini convertiría a un flaco adolescente judío en el hijo mongoloide de Betsy Palmer que todos conocemos y amamos. ¿Y en cuanto a Lehman? Pues bien, parece que lo de la actuación no se le dio demasiado bien, porque su carrera cae en el limbo poco después del estreno de esta película. El primer Jason se dedicó entonces a la música bajo su nuevo nombre artístico, Ahri Ben Moses, y no volvería a actuar en nada aparte de una cutrilla producción directo-a-vídeo titulada Thanxgiving (2007) de la que no se ha hablado demasiado bien (nada que ver con Eli Roth). Pero a pesar de no haber disfrutado de una trayectoria demasiado fructífera, no se puede negar que Lehman le ha sacado el jugo a su participación en Viernes 13, ya que no pierde la oportunidad de dejarse caer en cuanto convención o antro de frikismo se digne a recibirle para compartir, de muy buen rollo, su experiencia como la génesis del personaje. Esta vieja gloria incluso se extiende al nombre de su nuevo proyecto musical, una banda de rock llamada muy apropiadamente First Jason.

Esta y muchas otras curiosidades las pueden encontrar en la página oficial de nuestro amigo aquí presente.

Warrington Gillette (Parte II)

Un nombre como Warrington Gillette suena raro en cualquiera que no sea un personaje de Ocean's Eleven, pero de alguna forma parece haberse colado en la vida real con la figura de este hombre de la foto, que tiene no sólo el honor de haber interpretado al primer Jason que podía hacer alardes de víctimas propias, sino también de haberlo hecho en la que para mí es la mejor de las secuelas de la saga, Viernes 13 Parte 2 (1981). El empleo del ya famoso "saco de patatas" evidencia que todavía no nos habíamos encontrado con el Jason icónico que todos conocemos, pero ya varias de las constantes estaban aquí, incluso el descarado acoso a las indefensas féminas.

Mr. Gillette, por cierto, no parece haber estado muy satisfecho con su actuación en los tiempos de la película. Parece ser que el hombre tenía aspiraciones actorales legítimas que se vieron truncadas al pasar a ser reconocido como poco más que un monstruo en una película de ídem. Hoy se sabe, incluso, que únicamente interpreta al personaje durante la escena final en la que pierde la máscara, y que en todas las demás ocasiones Jason fue interpretado por un tal Steve Daskawisz que únicamente recibió el crédito genérico de "especialista". Todo esto hace que su lista de IMDB (en cuya foto aparece con su hijo pequeño, una imagen familiar difícilmente vinculable a la saga de Viernes 13) sea extremadamente corta, y no nos engañemos: su breve aparición en Penny Dreadful (2005) se debe principalmente a sus posibilidades de trivia al ser reconocido como una de las diferentes encarnaciones del asesino de Crystal Lake.

Por cierto, al igual que Ari Lehman, Warrington Gillette también ha intentado sacar provecho del consumismo friki sacando su propia tienda de Internet con merchandising alusivo al personaje que interpretó, incluyendo el saco de patatas autografiado. Todo esto al mismo tiempo que intenta volver al cine de terror produciendo y dirigiendo un slasher llamado Bloody Social, cuya creación está supuestamente estimulada por una venganza personal contra su madrastra. En fin, digno de los peores ejemplos de la telebasura.

Richard Brooker (Parte III)

Con Viernes 13 Parte 3 (1982) llegaría el Jason que todos conocemos, y quien lo interpretó en pantalla fue un inglés llamado Richard Brooker, de profesión trapecista de circo y aficionado al polo. El director, Steve Miner, lo había contratado porque, en esta ocasión, deseaba que Jason fuese encarnado por alguien de contextura ágil y atlética que pudiera darle al personaje un movimiento menos improvisado que el de las dos películas anteriores. Brooker terminó convirtiéndose de esta forma en el primer actor en utilizar la ya famosa máscara de hockey, que de acuerdo con este artículo de Wikipedia, fue un elemento que surgió de forma completamente fortuita durante una prueba de luz en la que el actor (que todavía no llevaba el maquillaje) se puso la máscara de portero de uno de los miembros de equipo de rodaje, que era asiduo jugador de este deporte. A Miner le gustó la idea y decidió incorporarla al personaje, pero la verdad es que ni él ni ningún otro de los que estaban allí sabía que años más tarde este sería el elemento que terminaría por definir a Jason a nivel de icono pop.

El maquillaje de Jason sin máscara era en esta ocasión menos impresionante que el de la anterior entrega, incluso considerando que entre sus responsables se encontraba el inmenso Stan Winston. En cuanto a Richard Brooker, fue también el primer actor que logró gozar de la fama de encarnar a Jason incluso durante el rodaje. Al no tener aspiraciones actorales de ningún tipo, Brooker abrazó sin complejos la oportunidad de hacer de matarife de adolescentes en una película que terminaría siendo bastante rentable (no olvidemos además que en aquel entonces se estrenó en 3-D) y que incluso le dio cierto reconocimiento entre los fans más furibundos de la saga, algo de lo que, al igual que sus predecesores, sigue disfrutando hoy en día.

Brooker ha seguido con su carrera en el espectáculo, pero no frente a la cámara: actualmente posee una empresa de productos multimedia que trabaja principalmente para televisión, y que le ha llevado incluso a ganar un Emmy. Vale que es un Emmy por logros técnicos, ¿pero cual de los otros Jason tiene uno en la repisa de su chimenea?


Este escueto homenaje continuará en la próxima sesión...

martes, abril 01, 2008

Reseña: La criatura perfecta (2006)

Estrenada aquí con un retraso de casi dos años, La criatura perfecta (2006) es una curiosa producción neozelandesa que reinventa el mito de los vampiros aderezándolo con una estética neo-gótica que parece ser la que manda desde que salió a la calle Underworld (2003). Lo más curioso de toda la propuesta resulta su ambientación en una Nueva Zelanda ubicada en unos años sesenta "alternativos", en un mundo en el que la revolución industrial victoriana parece no haberse detenido y donde los humanos y los vampiros llevan trescientos años conviviendo en paz. Estos últimos, llamados "hermanos" conforman una orden religiosa hermética (cruce paródico entre el Vaticano y la Orden de los Templarios) que protege a los humanos a cambio de las donaciones de sangre voluntarias que necesitan para su subsistencia.

Tan curioso planteamiento, por desgracia, únicamente sirve de marco para la historia de un típico policial en el que uno de los hermanos se alía con una mujer policía para atrapar al único vampiro que ha decidido romper el código de comportamiento y salir a cazar a la raza humana, una locura producto de la mutación de un virus que afecta a ambas especies. Todo esto es explicado apresuradamente en los primeros quince minutos, en los que la película apretuja prácticamente toda su mitología para posteriormente entregarse sin reparos a su condición de buddy-movie con pretensiones de cine negro. La estética pseudo-victoriana es confusa y en ocasiones incoherente, y los toques de steam-punk parecen estar allí únicamente como adorno visual de la cinta y no se sienten integrados en la trama para nada.

Aquí el director es Glenn Stranding, quien repite en el género del terror/acción tras su cinta anterior, La irrefutable verdad sobre los demonios (2000), pero los seis años de diferencia entre un trabajo y otro no parecen haber hecho gran cosa. Si bien La criatura perfecta cuenta, evidentemente, con una producción mucho más holgada, la historia queda muy desaprovechada al no ahondar lo suficiente en lo que se percibía como el interesante mundo aristócrata-místico de los vampiros. En vez de eso, la película se va por el camino fácil de la estética de lucha tan manoseada de la era post-Matrix, y apenas se esbozan momentos que pudieron haber dado mucho más juego temático: el juego político y religioso que se da entre los vampiros y el estado totalitario que parece gobernar dicha sociedad es descartado únicamente para que podamos ver el enfrentamiento triangular entre los dos vampiros y la joven detective (interpretada por una Saffron Burrows que está aquí principalmente como reclamo publicitario y como perpetuadora del cliché del héroe traumatizado por la pérdida de la familia.

En definitiva, una idea interesante que se va al traste por una ejecución mediana. Ideas religiosas y políticas mezcladas con elementos de género y que sin embargo se descartan en favor de estética y acción descerebrada. Parece que después de todo, la comparación inicial con Underworld no estaba tan lejos de la realidad.