domingo, septiembre 27, 2015

Reseña: The Invitation (2015)

Definitivamente otra de mis favoritas de este año, The Invitation (2015) ha sido también una de las mayores sorpresas que me he llevado. Esta nueva película de la directora Karyn Kusama, la misma de Girlfight (2000), Aeon Flux (2005) y Jennifer's Body (2009), aborda esta vez un trabajo distinto alejado por completo de sus habituales temas de poderío femenino. Esta por el contrario es una película minimalista en la que sorprendentemente el terror se consigue casi prescindiendo de la acción y construyendo una gran atmósfera de tensión únicamente a través de diálogos y de una puesta en escena casi teatral. Además de eso toca un tema que en lo particular me interesa mucho como es el de las sectas y la pérdida de control que supone la integración en un culto. En ese sentido, es una película mucho más interesante y poderosa que otras aproximaciones a ese tema que hemos presenciado recientemente, como The Sacrament (2014), en la que pensé en varios momentos.

Decía arriba que lo conseguía prácticamente sólo a base de diálogos y es así: el protagonista de The Invitation (2015) acude a una cena organizada por su ex-mujer y el nuevo marido de esta, junto con un gran grupo de amigos. Lo que en un principio parece una invitación inocente comienza a adquirir un matiz cada vez más siniestro cuando descubrimos que la pareja relata a los demás cómo se recuperaron de una terrible pérdida, dejando ver sus auténticas intenciones detrás de la cena. Es aquí donde la sensación de paranoia del personaje principal comienza a crecer de forma exponencial, mostrando una capa de conflicto puesta a presión y que se deja ver en cada una de las acciones del personaje.

Lo más impresionante de todo es que esto que relato está logrado, como decía arriba, con diálogos, con miradas entre los distintos personajes que componen la fiesta, no sólo el grupo de amigos sino también un par de inquietantes desconocidos a los que el protagonista (y por ende el público) no puede perder de vista ni un instante. Los motivos de la invitación son revelados prácticamente desde el principio, por lo que la mención de las sectas y la espiritualidad moderna no son ningún spoiler, pero la manera como la película juega con nuestras expectativas y nos mantiene constantemente en vilo para saber qué va a ocurrir es algo realmente admirable. Parte del mérito está por supuesto en un muy eficiente elenco, y sobre todo por el protagonista Logan Marshall-Green, de quien ciertamente no me esperaba un trabajo así y a quien creía ya descartado del cine mainstream gracias a su participación en películas medianamente recibidas como Devil (2010) o Prometheus (2012).

En definitiva, The Invitation es una cinta de esas que invitan a verla más de una vez. Si quien lee esto espera una película de terror al uso puede que se lleve una decepción, pero aquellos que quieran ver un trabajo que maneja muy bien el suspense y cuya propuesta sea algo fuera de lo común, no se la pueden perder. La idea de un grupo de desconocidos invitados a una cena que da paso al horror es algo muy común en este género, pero pocas veces se ha hecho de forma tan efectiva, y sobre todo el desenlace la hace subir varios enteros. Vale la pena.

sábado, septiembre 19, 2015

10 de hace 10: La casa de cera (2005)

Nota explicativa: "10 de hace 10" es el nombre de una nueva sección en la que re-visitamos diez películas estrenadas hace diez años, en la esperanza de ver qué tan bien (o mal) han envejecido. La idea es que consigamos publicar estas diez entradas durante el 2015, año del décimo aniversario de "Horas de oscuridad". La inspiración para este invento la tenéis aquí.

Para esta nueva entrega de la serie 10 de hace 10 la elegida ha sido La casa de cera (2005), largometraje debut del director Jaume Collet-Serra y además una película que ha tenido una evolución interesante tanto en mi recuerdo como en mi apreciación. Esto último no es poca cosa, ya que un vistazo superficial a la premisa, elenco y época en la que fue estrenada hace que sea fácil descartarla como uno más de los olvidables intentos del horror mainstream de rentabilizar su propio pasado, parte de ese fenómeno/fiebre por los remakes que invadió la pantalla durante los primeros años de la década del 2000 y que todavía estamos viviendo, aunque quizás no con la misma intensidad que entonces. Y eso que en el caso de la película de la que hablamos hoy, estamos ante un remake sólo nominal.

Esto último viene al caso por algo que ya hemos comentado muchas veces, pero que repito aquí para aquellos que se lo hayan perdido: La casa de cera es oficialmente un remake de Los crímenes del museo de cera (1953), la cual a su vez era un remake de la menos famosa Los crímenes del museo (1933), pero si bien las versiones de los años treinta y cincuenta son muy similares, esta nueva adaptación de mediados de los dos mil es un trabajo completamente distinto que casi nada tiene que ver con sus predecesoras; ambientación, argumento y personajes son totalmente diferentes, y tan sólo se mantiene la premisa de un asesino que fabrica muñecos de cera con los cuerpos de sus víctimas. Hasta el subgénero que tocan es algo aparte: mientras que las versiones anteriores eran thrillers policiales de época con un alto componente de teatralidad en su puesta en escena, esta nueva encarnación era por el contrario un slasher rural en el que un grupo de amigos llega por una fatídica casualidad a un misterioso pueblo fuera del GPS en el que un asesino enmascarado los va despachando uno a uno con un gran despliegue de violencia. El referente, por supuesto, es La matanza de Texas (1974) pero sobre todo (y eso es algo que otros han mencionado antes que yo) hay claros préstamos de una cinta un tanto menos conocida por el público mayoritario: Trampa para turistas (1979), de la que toma sin pudor muchos de sus elementos estéticos y de atmósfera, sólo que en aquella eran maniquíes y aquí se trata (obvio) de figuras de cera.

Pero, ¿cuál ha sido el balance después de todos estos años? ¿Es La casa de cera una película reivindicable o por el contrario un producto convenientemente olvidado después de una década? Bueno, aquí reconozco que me he llevado una sorpresa, puesto que la cinta ha aguantado muy bien el paso de los años, y aunque muy probablemente no cambiará la vida de nadie a estas alturas, hay que reconocer que todavía tiene cierto gancho y que incluso en su momento logró destacar, no tanto entre la ola de remakes que llegaron a principios del nuevo milenio, sino sobre todo en medio de ese renacer del horror físico al que ya nos hemos referido. En ese sentido, la cinta de Jaume Collet-Serra se siente como una muy bienvenida evolución del clásico neo-slasher juvenil que Wes Craven y Kevin Williamson pusieron de moda: aquí también tenemos un elenco juvenil venido principalmente de la televisión, con mención especial a la protagonista Elisha Cuthbert (famosa entonces por la serie 24), Chad Michael Murray (One Tree Hill) y Jared Padalecki, quien recién estaba comenzando como uno de los protagonistas de Supernatural y de quién honestamente no me acordaba que salía en esta película.

Pero por supuesto no se puede hablar de esta cinta sin mencionar el hecho de que Paris Hilton estaba entre los actores principales. Su presencia de hecho fue lo que más recuerdo que se mencionara durante la fase de promoción debido a su relación de amor-odio con el público, y sospecho que gran parte de la gente que vio La casa de cera lo hizo para ver cómo se la cargaban. No salieron decepcionados.

Claro, esto es un detalle meramente anecdótico y no tiene nada que ver con la calidad de la película en sí, pero sí que es un indicativo de otro de los grandes aciertos que tiene, y es que por primera vez en mucho tiempo estábamos ante una historia de terror que no tenía miedo alguno en hacer sufrir a sus protagonistas; no recuerdo, por ejemplo, un slasher reciente en el que la final girl pierda un dedo, o en el que incluso los personajes con los que el público se identifica salgan muy mal heridos en más de una ocasión. Pero aparte de eso, la película tiene una atmósfera realmente inquietante, sobre todo en lo que tiene que ver con el museo de cera y la idea de cómo el asesino utiliza a sus víctimas para construir poco a poco un gigantesco homenaje a la Madre Muerta, idea que aunque poco original está muy bien llevada a cabo sin necesidad de supérfluas explicaciones.

Todo esto sin olvidarnos en ningún momento que estamos ante una película de horror mainstream y que como tal tiene sus propios vicios y lugares comunes, y la orgía de efectos especiales del final y lo mucho que se regodea en la destrucción se siente como unos fuegos de artificio innecesarios, pero en general la atmósfera que tiene está tan lograda y su manejo de la violencia es tan acertado que cautiva. Aparte de eso tiene algunas muertes bastante desagradables y alguna que otra sorpresa en cuanto al destino que enfrentan sus personajes.

Jaume Collet-Serra volvería al género de terror en el 2009 con La huérfana (2009), que en su momento nos gustó mucho, y desde entonces se ha mantenido confinado en una extraña trilogía de acción no-oficial con Liam Neeson de protagonista, y creo sinceramente que su muy interesante debut se perdió en medio del mar de películas similares que surgieron en aquel entonces, tanto por el lado de los remakes de clásicos como por el de nuevas entradas en el slasher rural con jovencitos de por medio. Pero después de todo este tiempo, y tras ver los innumerables bodrios que este subgénero nos ha traído, yo diría una vez que en vez de estar perdiendo el tiempo con otro intento fallido por hacer de Leatherface una franquicia, le den una oportunidad a esta de la que hablamos hoy. Diez años no pasan en balde, pero La casa de cera ha sobrevivido durante todo ese tiempo y en mi opinión lo ha hecho de forma más que digna.