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miércoles, abril 11, 2018

Reseña: The Lodgers (2017)

El terror sobrenatural mainstream es, con toda seguridad, el más prolífico de todo el panorama de miedo que nos podemos encontrar hoy en día, y The Lodgers (2017) está destinada a engrosar sus filas prácticamente desde su concepción, ya que se trata de una obra en la que todo está medido para tocar las teclas justas en un público muy habituado a este tipo de trabajos. Aunque muy probablemente no terminemos viéndola estrenada en un cine, esta producción irlandesa del muy interesante director Brian O’Malley es explotación gótica de principio a fin, aunque lamento decir que con ella se ha perdido una oportunidad muy evidente para tocar ciertos temas y dar a la película algo de sustancia. Al final, esta historia de fantasmas y maldiciones familiares termina siendo poco más que una historia de terror gótico muy similar a las que llevamos viendo desde siempre, y sus referentes más claros tanto en el cine como en la literatura no la salvan de ser un trabajo muy superficial que podría haber dado para mucho más.

Cuando hablo de referentes me refiero principalmente al batiburrillo que la historia se marca con varias historias de caseríos siniestros que conocemos muy bien, sobre todo La caída de la casa de Usher, con la que comparte muchos elementos tales como la historia de una familia maldita y la representación de la nobleza como un aspecto decadente que se manifiesta en una trama de incesto para nada sutil ya que constituye uno de los principales puntos de la obra. En concreto es la historia de dos jóvenes hermanos que comparten una enorme mansión prácticamente en ruinas en las afueras de un pueblo durante la Primera Guerra Mundial y que son constantemente acosados por los fantasmas de sus padres, que incluso desde el más allá les impiden poner pie fuera de su casa una vez que se pone el sol. 

La película revela la existencia real de los fantasmas desde el principio, con lo que cualquier idea de ambigüedad es abandonada desde el primer momento. De hecho, es mucho más interesante la relación entre los dos hermanos, un enfrentamiento entre el el oscuro y atormentado hermano varón que sólo desea obedecer a sus padres y perpetuar la maldición familiar y la joven chica que por el contrario desea escapar y liberarse de las ataduras de su familia. Es esta confrontación, esta relación de amor-odio entre los dos aquello realmente atractivo del argumento y ante lo cual todo lo demás se siente como un agregado superficial y banal, no sólo los componentes de terror y la aparición explícita de los fantasmas sino también la subtrama amorosa que surge entre la chica y uno de los jóvenes del pueblo, un romance salido un poco de la nada y que no aporta realmente mucho. 

Pero el principal punto en contra de The Lodgers y aquello a lo que me refería en un principio como oportunidad perdida es que el argumento deja asomar un interesantísimo subtexto acerca de la entrada  en el siglo XX y la inevitable desaparición de la decadente nobleza europea de antaño ante su propia degradación e inutilidad en el mundo moderno, representado en ese caserío que se cae a pedazos y esos hermanos encerrados que desean (cada uno a su manera) escapar de su situación. Eso resultó para mí lo más destacable, y un tema por el cual por desgracia se pasa de puntillas en beneficio de unas imágenes fantasmales de espectros acuáticos que he terminado viendo por todas partes desde principios de la década pasada. En este sentido la película resulta eficiente, pero también una ligera decepción ya que podía haber sido mucho más. 

viernes, marzo 16, 2018

Reseña: Ghostland (2018)

Tras seis años de ausencia en las carteleras, Pascal Laugier regresa con Ghostland (2018), su cuarta película de terror y una que parece cerrar un ciclo temático que el director francés nos ha mostrado prácticamente desde el principio de su carrera. A pesar de que repite muchos de aquellos elementos que le hicieron famoso y de que la película se percibe en varios sentidos como una resaca de su paso por Hollywood, esta producción franco-canadiense es con toda seguridad uno de sus mejores trabajos y una prueba de que el director de Martyrs (2008) sigue siendo quizás el más consistentemente interesante de todos los cineastas salidos de aquella fiebre por el terror francés que llegó a su punto máximo hace una década. Precisamente diez años han pasado desde el estreno de su cinta más famosa, y se ve que ha aprovechado ese tiempo.

Es poco lo que se puede decir del argumento sin revelar detalles importantes, así que sólo puedo hablar de los puntos generales: invasión domiciliaria, tragedias familiares y, como viene ocurriendo por lo general en las películas de este director, una joven y decidida protagonista femenina que se enfrenta a un horror bajo la forma de una violencia terrible y en apariencia arbitraria. Al igual que ocurre en el resto de cintas de Laugier, hay un giro sorpresa en el argumento que redimensiona todo ante nuestros ojos pero que se da en la mitad de la película y no al final como normalmente ocurre. Es precisamente esa revelación (que por supuesto no vamos a revelar) la que da pie a los temas de la cinta acerca de las ocasionales trampas de la ficción, así como en subtexto del amor entre dos hermanas y la forma como se enfrentan a sus terribles adversarios. Todo esto narrado con un nivel de agresividad y violencia en ocasiones incómodo y agobiante por su insensata repetición y brutalidad, algo que fuera habitual en ese cine de terror francés de mediados y finales de la década pasada pero que estaba un poco abandonado en los últimos años. 

A pesar de que algunos elementos cantan a bajo presupuesto (principalmente sus titulos de crédito iniciales) la película tiene una estética y producción magistrales con esa enorme y vieja casa llena de muñecos antiguos que le da una apariencia de terror de feria. En realidad esta estética consituye uno de sus principales atractivos y convierte a esta en una película visualmente hermosa a pesar de que todo lo que ocurre es terriblemente desagradable. Pero por otro lado, es precisamente ese nivel de violencia lo que nos hace empatizar con las protagonistas y su situación aunque, a diferencia de lo que ocurría en Martyrs, no estamos aquí ante una película de terror nihilista sino todo lo contrario: en esta ocasión Pascal Laugier le reserva al público al menos la posibilidad de obtener satisfacción emocional. No puedo ahondar en ello sin spoilers, pero digamos que llegó un momento cerca del desenlace en el que pensé que la película iba a terminar en un tono particularmente sombrío para luego sorprenderme con su resolución. Ha sido precisamente eso lo que terminó de convencerme.

Brutal, ofensiva, cruel para con sus personajes y totalmente desprovista de condescendencia para con su público a pesar de que echa mano de varios estereotipos del cine de terror, Ghostland es no sólo una de las mejores cintas de Pascal Laugier hasta la fecha sino también uno de los trabajos más sobresalientes que he visto este año. Recomendadísima sin lugar a dudas.

miércoles, marzo 07, 2018

Reseña: Ghost Stories (2017)

Otro de los estrenos importantes de este año (aunque ya se había proyectado en festivales desde el año pasado), la británica Ghost Stories (2017) recupera en gran medida una de las más queridas tradiciones del cine de terror inglés, que no es otra que aquellas cintas de antología popularizadas en su día por productoras como la Amicus. Hay mucho de eso en este primer largometraje de Jeremy Dyson y Andy Nyman, quienes al igual que sus predecesores de décadas pasadas construyen aquí varios relatos unidos por un hilo narrativo de caracter moralista en el que un escéptico investigador especializado en descubrir fraudes paranormales debe encargarse de destapar los únicos tres casos que su maestro no pudo descifrar, en busca de la prueba definitiva de la existencia de lo sobrenatural.

Creo que es la primera vez que veo una de estas cintas antológicas en la que la historia que hila los tres segmentos es tan interesante o más que los propios relatos, ya que desde el primer momento quedamos cautivados con la labor de este investigador y del ambiente tan maravilloso que se crea con los casos que caen a su disposición, tratados todos desde una perspectiva sensacionalista muy acorde con la visión moderna que tenemos de los fenómenos paranormales, y a pesar de su distanciamiento consigue escenas de miedo realmente fuertes, que se van incrementando a medida que el protagonista se adentra en el misterio de cada uno de los casos, por cierto muy diferentes entre sí, desde historias de lugares embrujados pasando por un encuentro con un monstruo en una carretera, y sobre todo con el excelente segmento protagonizado por Martin Freeman (el único actor que he reconocido del elenco) que me pareció de lejos el mejor de los tres. 

Hay una cosa sin embargo que he leído en muchas reseñas y que probablemente eche para atrás a algunos espectadores, y tiene que ver con el hecho de que precisamente por la idea de presentar estos tres segmentos como casos no resueltos, ninguno de los relatos de Ghost Stories se cierra en el sentido tradicional de la palabra, sino que por el contrario parece que dejaran la puerta abierta a una interpretación del horror como algo inexplicable y que te niega la catarsis que suelen dar este tipo de historias. Este detalle, que puede no ser del agrado de todo el mundo, me ha parecido una de sus mayores fortalezas y una seña de identidad muy clara que diferencia a esta película de muchos de sus congéneros, sobre todo aquellos que se estrenaron durante los setenta y ochenta. 

Llegado ya el final, la película tiene por supuesto una revelación muy acorde con este género clásico de antologías y que proporciona al espectador la única sensación de cierre posible. En definitiva, me ha parecido una película muy especial, y una que ciertamente vale la pena revisar aunque sea por el hecho de resucitar un estilo de cine de terror británico que yo en lo particular tenía tiempo sin encontrarme en salas comerciales. Muy recomendable, sin duda alguna. 

viernes, febrero 23, 2018

Reseña: Verónica (2017)

Emergiendo después de sus trabajos con Jaume Balagueró, y con su primer largometraje en solitario fuera de la saga de REC (2007) en una década, Paco Plaza vuelve con Verónica (2017), una cinta de terror sobrenatural basada en el famoso caso "real" ocurrido en el barrio madrileño de Vallecas a principios de los noventa. Esta cinta sonó mucho en el momento de su estreno y si no pude verla en aquella ocasión fue, para variar, por motivos geográficos. Finalmente he podido acercarme a ella y comprobar de primera mano que se trata de una muy sólida y eficiente película de terror con la que Plaza se marca no sólo su mejor obra en solitario hasta la fecha sino también la que probablemente sea una de las cintas de miedo más sólidas del panorama mainstream español en mucho tiempo, una historia muy sencilla que aunque bebe de numerosas fuentes tanto foráneas como dentro de la propia obra de Plaza, es altamente recomendable para todos los que se acercan regularmente por aquí.

Una cosa que siento que tengo que decir de entrada es que el cartel con que la han anunciado no le hace justicia ya que parece presagiar una historia de posesiones diabólicas de toda la vida cuando la película es algo completamente distinto: en la cinta Verónica es una chica de quince años que tras una muy torpe e imprudente sesión de Ouija con sus amigas comienza a ser acosada por un ente maligno que se obsesiona con ella y sus tres hermanos pequeños. Por mi parte yo no conocía el supuesto caso real en el que se basa así que el argumento me pilló más o menos de sorpresa, y puesto que de todas formas los nombres están cambiados es probable que incluso aquellos que lo conozcan superficialmente puedan llevarse un par de sorpresas. Es precisamente el gancho de "basado en hechos reales" lo que hasta cierto punto representa una de las principales fortalezas de la película ya que su ambientación de barrio de clase obrera es magnífica y de lejos una de las principales marcas de identidad de la película, sobre todo en lo que se refiere al clima familiar de Verónica, su madre ausente y la tremenda carga de responsabilidad que son sus hermanos, algo que hace aún más creíble a su personaje y su decisión de enfrentarse valientemente a la amenaza sobrenatural que los está poniendo en peligro.

Toda la película está narrada desde el punto de vista de la chica, lo cual funciona principalmente gracias a un muy buen elenco, sobre todo el de los niños, algo muy poco habitual en este tipo de cine. La perspectiva infantil/juvenil se nota mucho en ciertos momentos y la emparenta con otra muy buena película de Plaza como es Cuento de Navidad (2006), con la que comparte además el empleo de elementos pop para destacar su ambientación de época (en Cuento de Navidad era el cine fantástico de los ochenta y aquí es la presencia constante de Héroes del silencio en la banda sonora). Al ser una película de terror comercial de nuestra época es muy evidente la huella que ha dejado el trabajo de directores como James Wan, aunque no es la única referencia ya que parte de la ambientación y la forma como está presentada la película y su énfasis en el realismo traen también a colación otros éxitos del cine de terror hispano como el propio REC, cuya huella se siente en los oscuros pasillos de ese edificio viejo convertido en escenario de terror.

Oscura y tensa por momentos, pero dotada de momentos de humor y con una protagonista grandiosa por su fuerza y determinación, Verónica ha sido todo un descubrimiento para mí, con todo y sus fallos producto más bien de los clichés normalmente asociados a este tipo de cine de terror con fantasmas y demonios de por medio. A pesar de todo es una gran película de miedo, y un regreso por todo lo alto para Paco Plaza, de quien espero muchas cosas más en el futuro. Muy buena.

viernes, febrero 16, 2018

Reseña: La piel fría (2017)

En donde vivo sólo he podido verla en un festival, pero si vivís en España muy probablemente hayáis tenido ya la oportunidad de echar un vistazo a La piel fría (2017), una co-producción española rodada en inglés, dirigida por el francés Xavier Gens y basada en la famosa novela de Alberto Sánchez-Piñol, y un proyecto además que venía gestándose desde hace mucho tiempo y que finalmente se ha hecho realidad obteniendo unos resultados un tanto más modestos de lo que originalmente prometía. Por mi parte puedo decir sólo que leí la novela hace mucho tiempo por lo que hay muchas cosas de ella que no recuerdo, pero sí tengo claro que la sensación que me dejó aquel libro fue muy distinta y que la mayoría de sus elementos más interesantes han sido suavizados o directamente eliminados en esta adaptación que intenta ser una película de monstruos mucho más de andar por casa, combinando algunos momentos muy buenos con secuencias de serie Z más típicas de otros trabajos menos ambiciosos.

Si no conocéis la novela os adelanto que el argumento es muy sencillo y minimalista, con apenas dos hombres que vigilan un faro en una isla desierta y que deben hacer frente cada noche a hordas de monstruos mitad humano mitad reptil dispuestos a devorarles por la osadía de invadir su territorio. En lo que sin duda es uno de los mayores aciertos del guión, la película mantiene la ambientación de época de la novela, lo cual no sólo hace más creíble el argumento sino que al mismo tiempo le dota de cierto tinte lovecraftiano muy en concordancia con las influencias de la propia novela, en un escenario que por momentos parece situar a sus protagonistas en el fin del mundo. 

Donde la película falla para mí es precisamente en sus aspiraciones comerciales que han terminado por eliminar casi por completo el subtexto de malsano erotismo inter-especie y la tensión sexual existente entre el protagonista y una criatura anfibia hembra (interpretada aquí por una magistral Aura Garrido absolutamente irreconocible bajo todo el maquillaje de monstruo). Este lado erótico era probablemente la parte más interesante de la novela y ha sido completamente dejada de lado en beneficio de la lucha entre los dos personajes humanos y las criaturas, que pasa a un primer plano y que convierte la cinta en una película de monstruos un tanto casposa en ocasiones y sobre todo muy repetitiva. Ha sido una lástima porque siento que en gran medida ha desaprovechado el potencial no sólo de la novela sino también de un director como Xavier Gens, quien había demostrado ya su valía con películas como las muy superiores Frontière(s) (2007) y The Divide (2011). 

Con todo esto no quisiera daros la impresión de que no me ha gustado La piel fría porque no es así. Pero sí es cierto que es una pena que estemos hablando de una serie B eficiente cuando el material en el que se basa daba para mucho más, sobre todo porque al centrarse tanto en el aspecto de cine de monstruos han abandonado gran parte de los ángulos existenciales de su argumento y que hacían más comprensible, por otro lado, un final de carácter cíclico que aquí se vuelve un tanto inexplicable y caprichoso. A pesar de todo, la he disfrutado, pero no creo que vuelva a verla en mucho tiempo.

miércoles, febrero 14, 2018

Reseña: The Ritual (2017)

Uno de los primeros estrenos importantes que estaba esperando fue precisamente The Ritual (2017), lanzada a nivel mundial a través de Netflix tras su paso por algunos festivales el año pasado. El motivo de mi entusiasmo tenía que ver sin embargo con su director, David Bruckner, quien acomete por primera vez un largometraje en solitario tras haber dejado huella en cintas corales como The Signal (2007), V/H/S (2012) y Southbound (2015), siendo el suyo el mejor trabajo de cada una de estas películas. En esta ocasión, Bruckner se atreve con la adaptación de una famosa novela de terror de Adam Nevill ambientada en los bosques nórdicos donde un grupo de amigos  británicos se pierden y terminan siendo perseguidos por una presencia misteriosa entre los árboles. 

Tras verla me doy cuenta de que gran parte de mis expectativas se han cumplido, y la dirección de Bruckner es quizás lo más destacable de una película que consigue una ambientación brillante gracias a la belleza opresiva de ese paisaje enorme, frío y silencioso en el que los personajes se mueven, algo sin duda alguna mucho más interesante que el poco desarrollado drama humano que se esconde tras el complejo de culpa del protagonista. Digo poco desarrollado porque, afortunadamente, la película no trata sobre eso: al igual que como ocurría en The Descent (2005) (con la cual tiene más de un punto en común en cuanto a estilo y estructura) la tragedia personal del prota queda relegada a un segundo plano una vez que comienza el horror, uno en este caso tremendamente sutil (al menos al principio) y que consigue momentos en verdad escalofriantes una vez que nos vamos adentrando en el misterio del bosque y sus huellas de brujería, paganismo y marcada otredad que van haciendo mella en los personajes poco a poco.

Todo este desarrollo lento y ambiguo es sin duda lo más interesante, ya que cerca del final, cuando se revela más acerca de la amenaza a la que los protagonistas se enfrentan, la película abandona gran parte de ese misterio que tanto atractivo tenía para pasar a mostrar y explicar demasiado, y aunque todavía consigue imágenes poderosas a nivel visual, pierde gran parte del mal rollo que había logrado anteriormente para convertirse en una cinta de terror mucho más normal y digerible de lo que cabría esperarse. Este tramo final ha sido precisamente lo más criticado de la cinta, y debo decir que dichas críticas son en gran parte acertadas, aunque en mi opinión no terminan de dañar del todo la experiencia.

Lo cierto es que a pesar de este ligero traspié de su desenlace, The Ritual es una película muy interesante que demuestra que a David Bruckner hay que continuar siguiéndole la pista. Es un trabajo que juega con tus expectivas, ya que comienza como un thriller psicológico/sobrenatural para irse adentrando en el terreno de lo fantástico y el horror cósmico de una forma un tanto abrupta y demasiado explícita, pero está entre lo mejor que podemos ver ahora mismo, y el hecho de haberse saltado su distribución en cines ha ayudado a que tenga una mayor difusión. Recomendable.

miércoles, mayo 24, 2017

Reseña: The Innocents (1961)

Teníamos una deuda pendiente desde hace ya casi una década, y es que The Innocents (1961) debió haber sido reseñada hace mucho tiempo por una infinidad de razones. La primera de ellas es que su popularidad ha llegado a convertirla en una referencia incluso para aquellos que nunca se han acercado a la novela de Henry James en la que se basa, Otra vuelta de tuerca. Aquellos que sí lo hayan hecho coincidirán conmigo en que se trata de una adaptación relativamente fiel, aunque el argumento y los diálogos siguen mucho más de cerca a la adaptación para teatro escrita por el británico William Archibald, que es de donde proviene el título de la película en inglés. Aquel que le pusieron en castellano, Suspense, nunca me ha gustado mucho.

Al igual que en la novela de Henry James, una mujer viaja a una enorme mansión donde deberá trabajar de institutriz para dos niños marcados por un padre ausente y una siniestra historia acerca de los antiguos sirvientes de la casa. Ya desde el principio la película funciona gracias a su espectacular atmósfra con esa enorme casa (una locación real) aprovechada de forma muy eficiente por el director de fotografía Freddie Francis, con largos planos sosteidos carentes de todo efectismo Gran parte de este ambiente viene dado también por las actuaciones, no sólo de la protagonista Deborah Kerr sino también de los niños, en especial de joven Martin Stephens, a quien ya conocemos de la versión original de El pueblo de los malditos (1960). La presencia de Kerr (una de las actrices británicas más conocidas de los años cincuenta) le da cierto aire de legitimidad a la película, pero su argumento y ambiente son de auténtico cine de terror, muy en la línea del estilo que el cine británico mantiene incluso hoy en día.

Lo cierto es que la importancia de The Innocents no radica sólo en su muy buen manejo del miedo y lo genuinamente inquietante de su ambiente ya que después de todo, para 1961 ya el género de casas embrujadas y terror gótico estaba más que asentado. Pero fue esta película, junto con la americana The Haunting (1963) una de aquellas obras que ayudó a dar prestigio a las historias de caseríos oscuros habitados por fantasmas, alejando a este tipo de cine de aquellos trabajos más dados a la explotación y al horror explícito. De hecho, uno de los principales objetivos del director Jack Clayton fue hacer todo lo posible para alejar a su película del estilo y la estética de los trabajos de terror gótico de la Hammer Films, que en aquel momento eran muy populares. Como ya mencionaba arriba, los personajes de los niños son probablemente lo mejor, y es sorprendente descubrir que la película no huye de mostrar aquellos temas sensibles que precisamente por el hecho de incluir niños son considerados un tabú cinematográfico: al igual que en la novela en la que se basa, esta adaptación ostenta un subtexto de perversión y de sexualidad malsana que está presente en todo momento tanto en la reprimida institutriz protagonista como en los muy dañados niños que tiene que cuidar.

Así que entre la lista de clásicos del terror que siempre se mencionan a la hora de hablar de cine de miedo fundacional, esta es una cuya fama está más que justificada. Su origen literario y su negativa a rendirse a golpes de efecto que hoy en día son un lugar común puede hacer dudar a algunos, pero vale la pena ya que resulta todavía superior a la mayor parte de historias de casas embrujadas que vinieron después. La novela de Henry James ha sido adaptada en muchas ocasiones, y su influencia se deja ver también en otras historias muy similares como Los otros (2001) de Alejandro Amenábar, pero esta sigue siendo la mejor que se ha hecho y una de esas infaltables que de vez en cuando rescatamos aquí.

viernes, abril 28, 2017

Reseña: Vampyr (1932)

Hay varios motivos por los cuales hemos dejado para el final una reseña de Vampyr (1932), uno de ellos es que se trata de la única cinta de este especial que nunca había visto antes, y también porque es quizás la menos convencional de las doce de las que hemos hablado durante este mes de abril, a pesar de que por lo visto es una de las más accesibles de su director, Carl Theodore Dreyer. Lo digo con algo de inseguridad porque lo cierto es que es apenas la segunda película de Dreyer que he visto en mi vida, pero por lo que he podido leer se trata de uno de sus argumentos más sencillos y lineales. Esta cinta de terror sin embargo fue un fracaso en el momento de su estreno y es sólo con el tiempo que se ha convertido en una película de culto y ha sido alabada por la maravillosa atmósfera que Dreyer consigue a raíz de una trama muy básica que ya para 1932 estaba más que vista.

Esta trama a la que me refiero sigue la historia de un joven estudiante que llega a un pequeño pueblo donde una familia está siendo víctima del ataque de un vampiro. Contar más que esto sería destripar toda la película, y de todas formas lo interesante aquí no está en el argumento como tal sino en la forma que ha escogido Dreyer para contarla. Hecha a partir de ideas de un libro de cuentos del autor J. Sheridan Le Fanu, Dreyer monta el ambiente gótico de su película con un grado de autenticidad poco habitual trabajando enteramente en locaciones reales y en su mayor parte con actores no profesionales (de hecho el protagonista, Nicolas de Gunzburg, era un miembro de la nobleza rusa que accedió a financiar la película a cambio de interpretar el papel principal). Estéticamente, además, hay una intención de dar a la película la apariencia de un sueño al utilizar una camara ligeramente fuera de foco para algunas de las escenas de exteriores, lo que causa una extraña sensación de irrealidad en contraposición con el carácter más racional de lo que está ocurriendo en escena.

Parte de esta sensación de irrealidad se consigue también gracias a elementos que no estoy seguro sean del todo intencionales, tales como la forma rígida y acartonada de sus actuaciones. Asimismo, hay que mencionar que esta fue la primera película sonora de Dreyer y arrastra todavía muchos recursos del cine mudo. La trama va avanzado principalmente gracias a las imágenes y hay muy pocos diálogos, de hecho la mayor parte de la exposición se da no a través de personajes sino de largos textos insertados en pantalla a través de intertítulos o de planos en los que la cámara nos muestra las páginas de un libro, momentos que entregan el argumento de forma bien clara para que el público pueda concentrarse en las imágenes. La idea funciona porque el ambiente que la película crea con todo esto es en verdad hipnótico hasta el punto en que realmente se siente como un sueño que público y protagonista están teniendo juntos. Es probablemente una de las mejores ambientaciones góticas que he visto jamás en una película, y una digna de ser imitada.

A pesar de todo, Vampyr fue un fracaso comercial y de crítica durante su época, y durante mucho tiempo fue considerada un punto bajo en la carrera de Dreyer, quien realizó varias modificaciones al montaje final en un esfuerzo por hacerla más accesible, sobre todo teniendo en cuenta que coincidió con horrores góticos más comerciales como las películas de monstruos de Universal. Con el tiempo, sin embargo, la rareza de su ambiente y su singular estilo narrativo la han elevado de cara al público. La versión que nos llega hoy no tiene la mejor calidad posible ya que los negativos originales se han perdido y la película ha sido reconstruida a partir de retazos de varias versiones internacionales. Pero a pesar de todo es una cinta muy curiosa cuya atmósfera la hace realmente inolvidable. 

lunes, abril 24, 2017

Reseña: El gabinete del doctor Caligari (1920)

En el que probablemente sea uno de sus mejores textos, Roger Ebert nombra a El gabinete del doctor Caligari (1920) como la primera verdadera película de terror. Con esto no quiso decir que no se hubieran hecho otras antes (tal como reconoce en su crítica) sino que era la primera vez que el cine de miedo abandonaba la representación de la realidad y traía a la pantalla un ambiente de fantasía en el que aquellos horrores inimaginables de repente cobraban vida. Este alejamiento de la realidad, presente no tanto en el argumento sino en la forma en que este es presentado, es lo más significativo de una obra que terminaría siendo, junto con El golem (1920), Nosferatu (1921) y Metrópolis (1927), una de las más imporantes cintas del cine fantástico durante la época muda. Al igual que estas tres, también tendría una influencia enorme en el cine mainstream americano al trasladar gran parte de su estética, temas y estilo al Hollywood de entonces.

Precisamente por este motivo, por esa influencia que incluso hoy en día se mantiene, sigue siendo una película que se siente muy actual, y que sigue siendo muy atractiva gracias a un argumento que se reconoce hoy fácilmente, la historia de una serie de crímenes ocurridos en una ciudad alemana y que de alguna manera están relacionados con el siniestro mago Caligari y su criatura Cesare, un misterioso hombre que ha permanecido dormido durante toda su vida y que por lo visto tiene la facultad de predecir el futuro. Esta historia está llena de momentos que reconoceremos porque han sido imitados constantemente por muchas obras durante las siguientes décadas, siendo el más reconocible de todos la imagen del "monstruo" (Cesare en su forma de sonambulista) escapando por la ciudad con la chica en apuros al hombro.

De todas formas, aquello por lo que es conocida esta película no es el argumento sino la estética, una escenografía de ángulos imposibles, formas puntiagudas y sombras pintadas directamente sobre el escenario. Todos estos elementos de artificio son importantes porque precisamente esa ambientación de evidente decorado habría sido normalmente considerada una limitación al no ser capaz de reflejar de forma fidedigna la realidad; el público que asiste a ver El gabinete del doctor Caligari sabe perfectamente que está ante una ilusión, y es capaz sin embargo de dejarse tragar por ella y aceptar que está viviendo una fantasía en la que el horror se presenta bajo la forma de un truco de magia. Esta representación fantástica, alejada por completo de la búsqueda de realismo que buscaba la mayor parte del cine de entoces (incluso el fantástico) es el verdadero aporte de esta cinta y el motivo por el que se convirtió en una obra fundacional cuya estética ha sido imitada en tantas ocasiones.

Aparte de todas estas ideas, la película fue un gran éxito con la crítica de su época y llevaría a varios de sus responsables a tener una importante carrera al otro lado del Atlántico, sobre todo a Conrad Veidt, a cuyo rol de Cesare le siguió su actuación en El hombre que ríe (1928). Hay muchas historias y leyendas acerca de su paso por la cartelera y la recepción que tuvo con el público, pero ya desde entonces se sentía como algo nuevo que desafiaba las ideas preconcebidas acerca de lo que el cine debía ser. Es por eso que el marco narrativo de su argumento y (sobre todo) la revelación final destruyen un tanto el efecto al intentar justificar de forma racional esa estética y estilo que ha mostrado durante todo el metraje. Pero aun así, es también otro recurso poco habitual para entonces y otra prueba de que esta era una cinta mucho más compleja que la mayoría de sus contemporáneos más conocidos.

lunes, abril 10, 2017

Reseña: El golem (1920)

La mayor importancia de El Golem (1920) radica no sólo en su carácter pionero como uno de los primeros largometrajes de horror de la historia del cine, sino también en su estética deliberadamente fantástica en contraposición con las intenciones más realistas que por entonces abordaba el cine mudo americano. No es de extrañar entonces que durante los años siguientes incluso el cine Hollywoodense terminara por contagiarse de este desborde de imaginación proveniente de Europa mediante la importación de algunos de sus talentos (el camarógrafo de esta película, Karl Freund, terminaría siendo uno de los pilares del cine de monstruos de la Universal) y la adopción de varios de los preceptos formales del expresionismo alemán, que ciertamente abundan en esta cinta de la que hablamos hoy y que serían perfeccionados el mismo año con El gabinete del doctor Caligari (1920), una de las obras maestras de este movimiento.

El golem es además una obra importante en otros sentidos. Su director Paul Wegener, quien también hace el papel del monstruo, adapta muy libremente la novela de Gustav Meynrik acerca de un rabino en Praga que construye un hombre artificial, y su película termina no tanto haciendo una metáfora sobre el hombre moderno como presagiando la aparición cinematográfica del monstruo de Frankenstein, que ya había sido (hasta cierto punto) llevado al cine pero que aquí tiene su auténtico antecedente directo. Cabe mencionar que esta cinta es en realidad la tercera parte de una trilogía, aquella en la que Wegener cuenta los orígenes del monstruo, y la más conocida de las tres, aunque sea por el nada trivial hecho de que es la única que se conserva íntegra. Es también aquella en la que por lo visto Wegener contó con mayor libertad creativa y también con una producción más holgada y ambiciosa, con sus decorados expresionistas diseñados por el arquitecto Hans Poelzig (quien creó una versión fantástica del guetto judío de Praga con edificios apretados y líneas retorcidas), cientos de extras y un vestuario y estética completamente alejados de su realidad cotidiana.

Pero lo más interesante seguramente es el monstruo, interpretado por el propio Wegener como un musculoso hombre de arcilla a quien se le ha dado vida mediante la magia y que probará ser muy difícil de controlar. Wegener, sin embargo, se resiste a dar a su criatura un componente trágico a pesar de que a lo largo de la película vamos viendo como poco a poco va adquiriendo cierto grado de humanidad. Este descubrimiento no es el centro de la película pero es un agregado muy curioso que, como decíamos arriba, presagia el tratamiento que Universal le daría a Frankenstein en el futuro. Aquí por el contrario la presencia de la criatura es algo completamente mágico, una amenaza que llegado el momento es posible "desactivar" pero que queda latente en medio de una sociedad que sin duda la verá volver. Es por eso que el desenlace es inusualmente feliz para una película de terror y más apropiado para el cine de fantasía al que se encuentra mucho más cercano. Los aspectos de miedo son básicamente la figura del golem y sus posibilidades, no tanto el argumento.

De todas estas entradas recientes de cine mudo que hemos abordado, El golem es probablemente una de las más interesantes de ver incluso hoy en día, ya que el ritmo, el argumento y su tono abiertamente fantástico la hacen atractiva para el espectador actual. Tenía mucho tiempo sin verla de nuevo y lo he podido comprobar de primera mano. Sería para siempre la película más famosa de Paul Wegener, quien a diferencia de muchos cineastas europeos no tendría una carrera en Hollywood; por el contrario el director seguiría en Alemania incluso durante el régimen nazi, llegando a trabajar en películas de propaganda oficial al tiempo que reaizaba labores de resistencia clandestina. Fue él, de hecho, uno de los primeros en intentar restaurar la vida cultural en Berlín tras el fin de la guerra. Sé que la mayoría la conocerá ya, pero aquellos que no, acercaos a esta cinta sin dudarlo.

miércoles, marzo 29, 2017

Reseña: The Human Centipede 2 (2011)

Concebida como una verdadera afrenta a su propio público, The Human Centipede 2 (Full Sequence) (2011) fue más que simplemente la secuela de una de las cintas de terror más curiosas de la pasada década. Fue también una declaración de intenciones de su director, Tom Six, quien decidió hacer una película que no sólo funciona como continuación de su obra más famosa sino que además hace un comentario meta-narrativo acerca de cómo esta fue recibida por el público y la crítica. El resultado es un trabajo que en el momento de su estreno cayó por sorpresa y no fue para nada como el público general (incluyéndome) se esperaba, pero que con todo y eso funciona porque esta es probablemente una de las secuelas más bestias que haya visto, y a pesar de la fascinación que despertó en mi en su momento (y que ahora he revivido en gran medida a la hora de elaborar esta muy atrasada reseña) creo que me ha obligado a dejar pasar otros seis años por lo menos antes de que pueda volver a acercarme a ella.

El componente meta-narrativo al que me refería arriba es ya conocido para los que la han visto pero para los demás lo comento aquí: esta película tiene lugar en un mundo en el que la primera Human Centipede (2009) no sólo existe sino que es el objeto de adoración de nuestro personaje principal, un empleado de garita obeso, asmático y con retraso mental que vive obsesionado con la película de Tom Six usándola para escapar de su gris existencia. En la que probablemente sea la mayor puya posible a la recepción que dicha película tuvo, el protagonista decide un buen día construir su propio ciempiés humano superando incluso a la ficción, enlazado esta vez a doce individuos, uno de ellos Ashlynn Yennie, la actriz protagonista de su película favorita. Sólo hay un detalle: este personaje no es un experto cirujano como el de la primera cinta, por lo que su trabajo tiene toda la finura y precisión de un desquiciado que realiza una delicada cirugía con artefactos caseros y sin ninguna estrategia.

Esto da como resultado una secuela que en muchos sentidos es lo contrario a la primera parte: si bien la primera Human Centipede era muy contenida en cuanto a violencia y dejaba sus aspectos más truculentos a la imaginación del espectador, esta segunda parte es casquería de principio a fin, totalmente explícita en su muestra de sangre, mutilaciones y vejaciones a las que el personaje principal somete a sus víctimas, rompiendo además tabúes como daño a bebés y a mujeres embarazadas de una forma que muy previsiblemente le ganaron a Tom Six la ira de gran parte de la crítica y el público. En una decisión que puede ser interpretada como una pequeña concesión a estos, lo único que parece suavizar el gore un poco es la estética: la fotografía es casi toda en blanco y negro, y lo único que mantiene su color es la mierda.

Es ya cerca de su tramo final, cuando el ciempiés está completo y la lucha de sus integrantes por la supervivencia se lleva al extremo, cuando The Human Centipede 2 se convierte en algo francamente difícil de ver. Pero aún así es una película fascinante por el nivel de desagrado que puede llegar a causar, no sólo en cuanto a la violencia sino por el villano principal absolutamente carente de glamour y por la negativa de Tom Six a embellecer el horror que estamos presenciando aquí. Sé que estoy en minoría en mi apreciación por ella, pero aunque no haya dejado la misma impronta en el cine de terror que dejó la primera entrega, esta me parece artísticamente superior, y además mucho más terrorífica y desagradable, una película tras la cual sientes que necesitas una ducha.

miércoles, marzo 01, 2017

Reseña: Howl (2015)

Paul Hyett, veterano realizador de maquillaje y efectos especiales, realiza como director esta pequeña pero interesante película de licántropos que, a diferencia de la mayoría de sus congéneres de esta o cualquier otra época, comete el gran acierto de poner el énfasis en la parte estética y en el cuidado a la hora de elaborar unas criaturas acordes con la imagen que nos hemos hecho de estos monstruos. No es poca cosa, ya que precisamente uno de los motivos de que la figura del hombre-lobo no haya sido tan correctamente explotada como otras criaturas del cine de terror ha sido precisamente el poco cariño que se ha tenido a la hora de representar al monstruo como una figura temible. Incluso películas interesantes como la reciente Late Phases (2014) han visto reducida su efectividad debido a lo poco inspirado y hasta risible de sus monstruos. De otros casos es mejor ni hablar.

En el caso de Howl (2015), su director acomete un esquema mucho más sencillo optando por un estado de sitio sin muchas explicaciones en un escenario hasta cierto punto original: un tren nocturno con apenas un puñado de pasajeros que de repente se queda accidentado en medio de la campiña británica y es atacado por un grupo de licántropos ansiosos de probar la carne humana. De entrada me encanta la manera en que la existencia de estas criaturas nunca es explicada ni puesta en duda, y la película de hecho no pierde tiempo en revelar su origen ni poner en duda su naturaleza. Prácticamente desde el principio queda claro cual es la amenaza a la que se enfrentan los protagonistas y cual es el peligro real que se esconde tras su situación.

El argumento tiene, eso sí, muchas cosas que hemos visto antes, sobre todo en el cine zombi: al peligro de los hombres lobo que acosan el lugar hay que sumar el rol que juegan algunos de los pasajeros, que inmediatamente actúan unos contra otros en lugar de apoyarse para salir de su terrible situación. La película establece desde el principio el rol de cada uno de ellos, resaltando una especie de discurso acerca de la dominación y la cultura del macho alfa presente en la actitud del protagonista hacia su colega femenina y la inevitable confrontación con el tipo duro que pronto se convierte en el principal antagonista del grupo. En este sentido hay un subtexto interesante aunque obvio dentro de este subgénero, y que por supuesto tendrá sus repercusiones hasta llegar a un final que, hay que decirlo, me pareció un tanto predecible y fue para mí el único punto flojo de la película. De todas formas, lo más interesante que hace Hyatt está, como decía arriba, en la parte estética; como era de esperarse teniendo en cuenta su pasado técnico, esta es una cinta violenta, agresiva y hecha prácticamente sin efectos digitales más allá de planos de ubicación y transición a la hora de mostrar a los licántropos transformarse. Estos, en cambio, están hechos a base de maquillaje y efectos "reales" dándoles una apariencia de orco imponente y muy efectiva, y la película no duda en mostrarlos cuando es necesario sin exponerlos demasiado.

Aunque sus innovaciones no vayan más allá de su ambientación, la verdad es que Howl es bastante atractiva teniendo en cuenta el panorama desolador de los hombres-lobo en el cine. Quizás no sea tan interesante como Ginger Snaps (2000) o la arriba citada Late Phases, pero si te gustó Dog Soldiers (2002) y como yo quedaste con ganas de esa secuela que nunca se hizo, esta es una que tienes que ver. La mención de esta última película no es casualidad ya que Paul Hyett trabajó en varias ocasiones al lado del director Neil Marshall, y con este su segundo largometraje queda claro que aprendió más de un truco de él. 

martes, febrero 28, 2017

Reseña: What We Become (2015)

Ahora que lo zombi se ha vuelto casi un género propio, es normal que cada año tengamos uno o dos ejemplos que logran causar cierto revuelto, y aunque parezca mentira no todos son parodias. Lo bueno de esto es que a veces se cuela algún que otro trabajo que vale la pena mencionar. Eso es lo que sucede con What We Become (2015), un eficiente relato de muertos vivientes que llega desde Dinamarca y que parece tener claro qué es lo que ha funcionado en este tipo de historias, y aunque no es lo que se dice muy original y no parece hacer grandes esfuerzos por abrir terrenos inexplorados, resultó mucho mejor de lo que esperaba en su momento.

La película tiene lugar en un pequeño pueblo danés de Sorgenfri (que también pone el poco sugerente título de la cinta en su idioma original), un apacible lugar de clase media-alta donde una familia se ve de repente asediada por una epidemia zombi que los recluye en sus casas. Sin embargo, y tal como se evidencia en imágenes como la que adorna estas líneas, su situación empeora cuando el ejército acordona su otrora idílico suburbio y decide contener la infección a como de lugar, y a medida que los muertos vivientes se van multiplicando, pronto queda claro que las fuerzas del orden son otro enemigo a vencer si nuestros protagonistas desean escapar con vida.

Lo más interesante de este argumento es que la subtrama militar evidencia las intenciones de una película que sigue no sólo los pasos de El amanecer de los muertos (1978) sino también de otra famosa cinta de George Romero: The Crazies (1973), en la que el verdadero peligro no son los cadáveres reanimados sino los personeros de un gobierno que no duda en sacrificar a sus ciudadanos con tal de mantener el orden. Este discurso anti-establishment es de hecho algo que está muy resaltado en el argumento, ya que desde el principio la película pinta un retrato nada positivo de esta familia de burgueses acomodados que ilusoriamente han decidido poner toda su confianza en la supuesta bondad de un gobierno protector que no tarda en volverse dictatorial una vez que las cosas se ponen difíciles. Es muy interesante en este sentido la imagen que del padre de la familia como un buenista disoluto que se muestra absolutamente incapaz de proteger a su familia cuando es necesario y cuyas convicciones éticas van poco a poco viniéndose abajo. La cinta en cambio pone todo el enfoque positivo en el personaje de su hijo rebelde, quien parece tener las cosas mucho más claras. 

Este discurso de cuestionamiento de la autoridad, especialmente enmarcado en una sociedad que desde siempre se ha mostrado como el ejemplo de un gobierno bien llevado, es a mi juicio lo más interesante de What We Become, ya que el resto es algo bastante típico que se ha convertido en prácticamente el estándar desde que lo zombi terminó de explotar gracias a series como The Walking Dead. Aquí de hecho vemos los mismos giros argumentales y los mismos elementos de este tipo de ficción, sólo que para variar está bien hecho y por fortuna no llega nunca a convertirse en parodia de sí mismo o en una burda película de acción. Es una película muy eficaz y bien llevada, y si eres de los que gusta del subgénero de muertos vivientes deberías por lo menos darle una oportunidad. 

sábado, febrero 25, 2017

Reseña: The Hallow (2015)

Si, como yo, os habéis acercado a The Hallow (2015) atraidos por su premisa de película de terror acerca de las criaturas de la mitología irlandesa, quizás salgáis un poco decepcionados. Lo cierto es que se trata de una cinta mucho más convencional que parte de un esquema mucho más básico que ya hemos visto cientos de veces: una familia aislada en una cabaña en medio del bosque que de repente se ve acosada por una horda de monstruos ansiosos por poner las manos sobre aquellos que han invadido su territorio. El tema de las leyendas de Irlanda es sólo un pretexto, hay muy poco de auténtica exposición y muy probablemente se me ocurran decenas de ejemplos que han ahondado en el tema de criaturas mágicas de forma más interesante, siendo Pumpkinhead (1988) la primera que se me viene a la cabeza. 

Pero todo esto no debe descorazonarnos ni hacernos tirar la toalla, porque la verdad es que estamos ante una película de terror muy bien hecha que mejora con un segundo visionado, y su superficialidad queda parcialmente compensada con un enfoque muy preciso y una sincera intención de huir de varios de los clichés de estas historias de estado de sitio. Hay una suerte de mensaje ecologista y de dominación cultural que asoma la cabeza por momentos, pero en su mayor parte esta es una película de monstruos que conoce su público y le da lo que pide prácticamente desde el principio, ya que (milagrosamente) la trama se establece rápido y el ataque de las criaturas a la cabaña donde se refugia esta pareja de citadinos y su bebé se produce en la primera media hora. El resto del metraje es una larga noche donde hacen frente al ejército de hadas, dríades y criaturas nocturnas representadas no de la forma tradicional sino como espíritus malévolos y sobre todo incansables. 

Una cosa que me pareció especialmente satisfactoria y que seguro muchos de vosotros sabréis apreciar es la carencia de efectos especiales digitales; en The Hallow todos los monstruos están principalmente hechos a base de disfraces y efectos prácticos, lo cual no sólo les da una presencia física importante sino que también obliga a los responsables de la película a no abusar con la muestra de sus criaturas en pantalla, jugando en cambio a mantenerlos en las sombras y sólo haciéndolos evidentes cuando es realmente necesario. Esto la hizo subir muchos enteros para mí y me hizo sentir que estaba ante una cinta que realmente intentaba meter miedo y llevar efectivamente su premisa hasta el final. Además, al tener pocos personajes la película carece por completo de escenas y personajes de relleno y se hace angustiosa por momentos, como por ejemplo con todo lo que tiene que ver con el bebé, cuya situación de peligro te mantiene en tensión hasta el final.

No le faltan detalles mejorables, por supuesto: hacia el final se vuelve un tanto predecible, con un innecesario guiño efectista ya en su último plano. Aparte, el desaprovechamiento de su tema mitológico es lamentable porque no se le da ninguna importancia a lo que en principio parecía algo atractivo: por el contrario pareciera que por momentos intentase asomar una explicación "científica" al fenómeno de las hadas y otras criaturas del bosque, como si el tema de la magia en sí no fuese algo lo bastante atrayente. Pero a pesar de todo, me ha gustado mucho, y aunque dudo que vayamos a recordarla de aquí a unos años, me parece que cumple a cabalidad su cometido.

jueves, febrero 23, 2017

Reseña: La mujer de negro 2 (2014)

Con La mujer de negro 2: el ángel de la muerte (2014), la Hammer realiza su primera secuela en más de cuatro décadas, y también retoma una de sus más fervientes tradiciones: tomar una exitosa saga de terror y arruinarla a base de continuaciones banales y poco agraciadas. Algo de eso ocurre aquí, puesto que la primera entrega de La mujer de negro (2012), si bien no era ninguna joya a la altura de las más famosas producciones de la productora británica, al menos era eficiente como película de terror y tomaba algunos riesgos poco  habituales en este tipo de trabajos. En esta secuela menor de un par de años después hay muy poco de eso, y de hecho la mayoría de sus aciertos son cosas que ya estaban tanto en la primera parte como en el telefilme británico de 1989 en el que se basa. 

El único acierto de esta secuela, y algo que en papel al menos auguraba cosas buenas, ha sido desvincularla por completo de la primera entrega y situar la historia varias décadas después, en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando dos maestras de escuela toman un grupo de niños y los llevan a una casa en medio del campo inglés para escapar de los bombarderos alemanes que están dejando Londres en ruinas. Por supuesto, la casa en cuestión no es otra que la mansión en medio del pantano habitada por el rencoroso espíritu de la Mujer de Negro, que inmediatamente se prendará de uno de los niños y tendrá que ser detenida por la más joven de las dos maestras, protagonista absoluta de la historia. De entrada la idea de poner la trama en medio de una guerra funciona porque da al escenario en el que se desarrolla una suerte de otredad, de lugar en medio de la nada y rodeado de peligros, además de que justifica en cierta medida la presencia de los niños en lo que es básicamente una ruina. Es este escenario, además, lo único realmente atractivo de la película porque tanto la casa como el paisaje que la rodea es de auténtica película de terror, así que en ese sentido está bien.

Lástima que estos aciertos visuales son, en gran medida, reciclados de la primera parte, la cual aprovechaba mucho más su atmósfera por el hecho de tener en la mayor parte de su duración un único personaje. Aquí resulta muy superficial y sobre todo muy visto, no sólo en sus antecesoras sino también en la televisión; quiso la mala suerte que el estreno de La mujer de negro 2 ocurriese después de series como Penny Dreadful (con la que comparte una de sus actrices, Helen McCrory, y que definitivamente es superior en su tratamiento de ese gótico británico del que esta película hace alarde. Es una lástima porque en todo lo demás resulta muy convencional: largas escenas de un personaje explorando la oscuridad con una lámpara, una protagonista asolada por un trauma que (obviamente) guardará muchas similitudes con el conflicto principal, la típica historia del niño raro en peligro y un larguísimo etcétera de topicazos que hacen de este un trabajo sumamente olvidable.

Tampoco es que hubiese muchas esperanzas aquí: después de todo, La mujer de negro terminaba con un final que daba escaso pie a una continuación, y aunque la idea de la que parte es atractiva al centrarse en un grupo de personas completamente distinto que tiene la desgracia de visitar la misma casa, el resultado final es un total desaprovechamiento de sus posibilidades y resulta por el contrario una secuela más del montón que, por supuesto, fue estrenada en enero con escasas probabilidades de éxito, encima en una época en la que, salvo por su ambientación de época, este tipo de historias abundan. Como hemos dicho otras veces, esto es terror de usar y tirar. 

martes, febrero 21, 2017

Reseña: Desde la oscuridad (2014)

Producción hispano-colombiana rodada en inglés, con una muy típica historia de fantasmas que involucra niños, un crimen del pasado sin resolver, y un terrible secreto por parte de un personaje cuyas consecuencias caen sobre sus descendientes, además de una típica estructura de la familia en peligro. Estos topicazos son los que llenan de lado a lado una película como Desde la oscuridad (2014), cuya única diferencia radica en su sonrojante ambientación en una exótica Colombia de postal turística que ya ha sido criticada por muchos, pero que honestamente me parece menos insultante que el montón de clichés que muestra su argumento.

Como mencionaba arriba, Desde la oscuridad abre con una pareja-joven-con-niño que viaja a la Colombia profunda para tomar el control de una fábrica fundada por el padre de uno de los personajes. De entrada la manera como representa todo un país en la forma de un pueblito idílico de casitas coloridas ubicado al lado de una selva es casi una broma, pero pronto observamos como público que el sitio no es tan idílico como pinta, puesto que la propiedad parece estar acosada por los fantasmas vengativos de unos niños con muy malas intenciones. 

No hay que ser muy espabilado para ver qué pasa aquí, y todo aquel que haya visto algunas películas de este tipo adivinará de qué trata prácticamente desde el principio, y entenderá que la aparente prosperidad de la familia se asienta sobre un terrible secreto de explotación y miseria que se ha cebado con los habitantes del pequeño pueblo y que, por supuesto, no parará hasta que la ofensa sea vengada. Únicamente la ambientación en la selva colombiana cambia el registro, ya que todo lo demás es exactamente igual, desde la pareja joven hasta la madre coraje que defiende a su niña y que sólo así logra empatizar con la misión vengativa de los fantasmas. Para ser honestos, también es cierto que la cinta no hace grandes esfuerzos por ocultar nada de esto, así que supongo que es muy consciente de su general medianía.

Y ese es precisamente el problema: no hay nada aquí que no hayamos visto antes y mejor hecho, pero la película tampoco es tan mala como para resultar memorable por los motivos equivocados. Su desarrollo es muy sencillo, su ambientación ni siquiera es interesante y su supuesto mensaje social es demasiado obvio e ingenuo para tocar cualquier fibra. Si queréis ver algo en este estilo pero mucho mejor llevado a cabo, una gran recomendación es la muy superior El espinazo del diablo (2000), de Guillermo del Toro, esta incluso contada desde una perspectiva infantil que, honestamente, le habría venido mucho mejor a la cinta de la que hablamos hoy.

domingo, enero 22, 2017

Reseña: Bajo la sombra (2016)

Si estás leyendo esto muy probablemente hayas visto Bajo la sombra (2016) incluida en numerosas listas de lo mejor del año pasado en materia de cine de terror. Si aquí no hicimos lo mismo fue en parte porque cuando la vimos allá por el verano pasado no nos dejó tan impresionados, al menos no inicialmente. De hecho, ha sido la insistencia de gran parte de la crítica mainstream la que nos ha animado a revisitarla y ver si efectivamente nos habíamos perdido una obra maestra. Aunque es cierto que este segundo visionado me ha revelado cosas que había pasado inicialmente por alto, sigo pensando que gran parte de la complacencia de la crítica ante esta película tiene que ver con su condición de producto foráneo alejado del círculo comercial tradicional, aunque la cinta en sí misma no sea muy innovadora.

Ambientada en el Teherán de finales de los ochenta, en pleno clímax de la guerra Irán/Irak (la película, sin embargo, no es iraní, sino una coproducción británica rodada en Jordania y con diálogos en farsi), en Bajo la sombra asistimos a la historia de una mujer que se refugia en un edificio junto a sus vecinos y su hija pequeña mientras su esposo es llamado al frente. A la amenaza constante de la guerra y el miedo a los misiles que aleatoriamente caen por la ciudad, se suma el peligro de una presencia demoníaca que parece haber llegado al edificio y fijado su objetivo en la niña, ante la mirada inicialmente incrédula de la madre quien poco a poco se va quedando sola a medida que el edificio se vacía y sus inquilinos huyen de la ciudad en ruinas.

La idea es muy buena, y a su favor tengo que decir que lo mejor que tiene la película es su guión, redondo y prácticamente perfecto en cuanto a estructura, sin momentos de relleno y con una genuinamente interesante progresión del hecho terrorífico. La idea de la guerra que poco a poco va cercando la ciudad es maravillosa porque realmente existe la sensación de que hay un peligro inminente que se acerca y que hace más urgente la huida de los personajes. Pero al mismo tiempo, el progresivo deterioro del edificio y la manera como se va quedando despoblado dan la sensación de otro peligro que acecha dentro de la vivienda y al cual no es tan fácil eludir. Al igual que como ocurría en Paranormal Activity (2009), el paso del tiempo se manifiesta en la repetición cíclica de ciertos elementos, en este caso la alerta de bombardeos que obliga a los inquilinos a refugiarse en el sótano durante unas horas, escena en la que cada vez que se repite hay menos gente. Esta imagen por sí sola ya contiene toda la información que necesitamos saber acerca de la situación por la que pasan los protagonistas, y está muy bien llevada en una película que en general está casi desprovista de datos inútiles: no hay ningún misterio del pasado por resolver y las "reglas" que gobiernan a la presencia demoníaca son muy básicas y están muy bien delimitadas.

Con todo y eso no es una película que yo pondría entre las mejores del año, ya que a pesar de que me ha gustado tampoco es que ofrezca nada que no hayamos visto antes en materia de cine de terror. En muchos aspectos, me recordó mucho a la japonesa Dark Water (2002), con la que tiene en común muchas cosas a nivel de ambientación y de historia, tales como su premisa de madre coraje, la idea del padre ausente y el deterioro progresivo del edificio como símbolo de lo sobrenatural (en Dark Water era una mancha de humedad en el techo y aquí una grieta en el techo). Aparte de eso, hay algunos momentos CGI un tanto pobres y el final es bastante apresurado y dejará a mucha gente con una sensación anticlimática algo molesta. Pero es sin duda una película muy buena y merece la pena por más que su reciente elevación crítica se deba (probablemente) a la tendencia que tienen algunas personas a sobreanalizar ciertas obras con el propósito de darles una intelectualidad que no necesitan. Un ejemplo de esto último es que algunas reseñas han destacado un supuesto subtexto político sobre las condiciones de la mujer en la sociedad iraní, cosa que honestamente pienso se trata sólo de un agregado superficial, sobredimensionado únicamente por el hecho de que el demonio parece ser un ente femenino. Pero sí, recomendada sin duda alguna.

miércoles, octubre 19, 2016

Reseña: Shelley (2016)

Nunca lo había mencionado hasta ahora, pero uno de los motivos de la escasez de actualicaciones que este blog ha tenido últimamente se debe a que, con el pasar de los años, mi relación con el cine de terror ha cambiado: mis gustos ya no son los mismos que solían ser, mi afán de completismo se ha reducido, así como mi tolerancia con cierto tipo de cine que por desgracia parece ser cada vez más común. Sin embargo, de vez en cuando soy capaz de encontrar alguna cinta que se sale un poco de esos esquemas y toca temas que me interesan a pesar de que en el aspecto formal se aleja un poco de la norma. Digo todo esto porque Shelley (2016), una cinta de terror danesa que tuve la oportunidad de ver este verano, es una muy buena película que merece ser vista y que muy probablemente no tendrá un pase comercial debido a aspectos puramente formales. Es una película lenta y poco efectista que se toma su tiempo, y sin embargo es fácilmente una de mis favoritas de este año por lo inquietante de su desarrollo y por su premisa de embarazos extraños, algo que en lo particular siempre me ha hecho sentir muy incómodo.

En esta película vemos a una pareja de adinerados burgueses que contratan a una chica rumana para que trabaje de criada en su cabaña perdida en medio del bosque. Desde el principio la cinta nos plantea a la pareja protagonista como personas privilegiadas que han decidido voluntariamente privarse de todos los lujos de la civilización como la electricidad, teléfono y agua corriente en favor de una vida sencilla, pero que requieren de ayuda debido a que la mujer está recuperándose de un aborto involuntario. Prácticamente todo el primer tercio del metraje se va en construir la relación entre estos tres personajes, sobre todo las dos mujeres, que desarrollan una auténtica amistad que llega a su punto máximo cuando la pareja pide a la joven criada, Elena, que acceda a llevar en su vientre al hijo de ambos. Es a partir de aquí cuando comienzan los elementos de terror, ya que durante sus meses de aislamiento en el bosque Elena comenzará a sufrir alucinaciones y experiencias que le demostrarán que su embarazo (y por lo tanto el niño dentra de ella) no es del todo normal.

Todo en la cinta apunta a que el embarazo de Elena no es sino la puerta de entrada a un horror oculto e inexplicable que, curiosamente, nunca se llega a explicar del todo más allá de las muy sutiles referencias a un Mal presente en el bosque y que ha terminado por apoderarse de la joven. Es un tema que está muy bien planteado ya que al igual que como ocurría en otras obras como El bebé de Rosemary (1968), la protagonista se encuentra realmente indefensa, acosada no sólo por la amenaza sobrenatural sino también por la mujer de la pareja anfitriona, que de repente empieza a ver a la joven como si fuese de su propiedad hasta el punto de querer dictaminar todos los detalles de su vida. Todo este conflicto va creciendo hasta su desenlace centrándose principalmente en el horror que todos intuyen que se acerca. Basta con tener en cuenta que el título de la película no se refiere a ninguna de las dos mujeres sino a la pequeña niña que está por nacer.

En el poco probable caso de que os encontréis Shelley en un cine, no la dejéis pasar. Probablemente no sea para todo el mundo y por momentos no parece una película de terror, pero a pesar de todo esto es sumamente inquietante y hacia su tercer acto se vuelve perturbadora como pocas historias que he visto este año. Me ha encantado sin duda.

jueves, enero 07, 2016

Reseña: REC 4: Apocalipsis (2014)

Iniciando el año con una que tenía pendiente desde hace ya mucho tiempo: REC 4: Apocalipsis (2014) es la entrega final de la que probablemente sea una de las sagas más populares del cine de terror español de los últimos tiempos. De entrada saben todos los que se pasan por aquí que la primera REC (2007), dirigida por el duo Jaume Balagueró/Paco Plaza es además una de mis cintas de horror favoritas, y un proyecto muy exitoso que salió prácticamente de la nada. La segunda entrega, REC 2 (2009) fue muy similar en cuanto a estilo y como secuela debo decir que funcionó bastante bien. REC 3: Génesis (2012) rompió con la tradición no sólo abandonando el formato de metraje hallado de las dos entregas anteriores sino además separando a la pareja de directores de sus predecesoras (sólo Paco Plaza dirigió en aquella ocasión) y al mismo tiempo haciendo de su película una precuela y dándole un muy agradecido toque de comedia que la convirtió en una rareza muy destacable. Para esta cuarta cinta, dirigida esta vez por Balagueró en solitario, el regreso de su protagonista Ángela Vidal prometía una vuelta al horror de la original, un cierre de la historia que había quedado abierta en la segunda entrega y un tono épico que se intuía por la palabra Apocalipsis en el título.

Al final nada de eso ha parecido tener mucha importancia, y lo cierto es que más allá del retraso de una secuela que (honestamente) llega a destiempo, REC 4 ha terminado por ser una gran decepción muy alejada de todas las especulaciones que me había hecho sobre ella. Pero es una decepción no porque Balagueró haya decidido no darnos una continuación de la trama de posesiones diabólicas que ya perfilaba en la segunda REC y abordar en cambio una historia distinta, sino porque el resultado es una cinta tremendamente convencional que desprecia prácticamente todo el legado de sus antecesoras y construye en cambio un remedo barato de una peli de zombis en un barco, con sus personajes en un muy predecible estado de sitio y un tratamiento cutre de sus posibilidades al rendirse a una superficial película de acción en alta mar. Es básicamente una producción de The Asylum rodada en España, perezosa y casi en piloto automático hasta su final.

Mientras la veía lo único que conseguía preguntarme era qué intención existía realmente al hacer esta película, si había alguien que efectivamente quería abordar esta secuela tal como lo han hecho. Después de todo, la segunda entrega ya dejaba asomar en su final un conflicto muy específico que se auguraba como algo grande, con el demonio habitante de la niña Medeiros escapando a la ciudad y Ángela Vidal convertida en villana. Nada de eso ocurre aquí: por el contrario el argumento vuelve en cierto modo a la casilla uno al situar la acción en el espacio reducido de un barco en alta mar. Aparte de eso, el guión hace grandes piruetas para (inexplicablemente) volver a hacer de Manuela Velasco la heroína a pesar de que se pasa gran parte del metraje sin hacer nada y es sólo en los últimos minutos cuando su personaje toma realmente la iniciativa de algo. Por supuesto el formato de metraje hallado y la perspectiva cámara en mano ha sido completamente abandonada en favor de una estructura de película de acción muy básica y sobre todo muy predecible, con giros narrativos imposibles y varias escenas que buscan emular cintas mucho mejores, desde La cosa (1982) de John Carpenter hasta la propia REC original.

En realidad el problema de la cinta se resume muy fácilmente: lo que prometía ser una gran franquicia se ha cerrado con su entrega más convencional, con un nivel de calidad muy inferior a todas sus predecesoras, y hasta el punto de que muy probablemente estemos hablando también del trabajo más pobre en la carrera de Jaume Balagueró, cuyo estilo no encuentro aquí por ningún lado. El abandono de los elementos más interesantes de la saga y la rendición a un género fácil y a una historia simplona con efectos especiales baratos y acción confusa es algo que sólo me puedo explicar si considero que esta fue una secuela que llegó demasiado tarde cuando el interés por la saga ya había decaído. Es una lástima porque había un gran potencial que se ha dejado perder aparentemente sin motivo alguno.

martes, agosto 04, 2015

Reseña: La cueva (2014)

A manera de anécdota debo contar que vi La cueva (2014) durante el verano pasado en el Berlin Fantasy Filmfest, bajo el mucho más pomposo título In Darkness We Fall. Supongo que este título se debe al hecho de que ya existe una cinta de terror anglosajona titulada The Cave (2005) y no querían prestarse a confusiones. El caso es que entré sin saber nada de ella, y mi sorpresa fue mayúscula porque la terminé disfrutando mucho a pesar de que en términos generales no creo que vayamos a recordarla de aquí a un tiempo. De todas formas, tampoco creo que las intenciones detrás de ella hayan estado muy alejadas de esto porque tengo la sensación de estar principalmente ante un intento por parte de la productora Filmax de repetir el éxito conseguido años atrás con REC (2007); aquí se repiten varios de los mismos elementos que funcionaron aquella vez, desde el formato de metraje hallado, la cámara en mano en medio de la oscuridad y una situación genuinamente angustiosa de un grupo de amigos de excursión en Formentera que se pierden en una laberíntica caverna y van sucumbiendo a la desesperación cuando el hambre, la sed y el miedo comienzan a apoderarse de ellos.

Todo esto conforma un arsenal de terror bastante básico, hay que admitirlo, pero que por una vez parece funcionar. Es una suerte porque la verdad es que no hay prácticamente nada de originalidad en esta película: ya desde prácticamente el principio quedan muy bien establecidas las distintas personalidades de cada uno de los miembros del grupo, así como la existencia de una capa conflictiva que subyace debajo de lo que a primera vista parece ser una gran amistad, y no sólo eso sino que incluso el menos avispado del público podrá anticipar ya desde los primeros minutos cuál será el papel que desempeñará cada uno de estos personajes una vez que llegue la situación límite en la que se encuentran. En fin, todo muy obvio y prácticamente sin ninguna sorpresa, puesto que incluso el final se puede fácilmente intuir.

Lo que sí es verdad que no pude anticipar fue el uso tan eficiente que la película da a su muy limitado repertorio. Tal como mencionábamos arriba, aquí no hay monstruos ni enemigos de ninguna clase, sino que son los propios personajes los que dan rienda suelta al horror una vez que su relación se resquebraja y comienzan a ser dominados por su desgracia. El recurso de la cámara en mano es un tanto barato y no siempre está justificado más allá de la funcionalidad que tiene para el propio espectador (básicamente la creación de una perspectiva subjetiva que te mete de lleno en la película), pero el gran acierto que tiene, uno del que además puede jactarse ante otras historias de cavernas que hemos reseñado en el pasado, es en su uso de locaciones reales. No solamente estamos hablando de que rodaron en una cueva de verdad, sino que incluso el hecho de que los personajes en ningún momento puedan ponerse completamente de pie ayuda a crear un clima de angustia impresionante que hizo que lo pasara muy mal. No exagero: por un momento llegué a sentirme físicamente mal y estuve a punto de salirme de la sala hasta que el interés por el argumento me retuvo, así que aquellos que sufran de algo de claustrofobia ya quedan advertidos.

Esta sensación visceral es probablemente lo más destacable de La cueva, ya que como decíamos no estamos ante un trabajo muy original o que vaya a marcar una pauta en el cine de terror actual, ni siquiera dentro de este formato tan de moda como el del docu-terror. Sin embargo, teniendo en cuenta mis (justificados) prejuicios ante el uso del metraje hallado como recurso, el que haya encontrado una cinta de estas características como algo rescatable no es algo que se vea todos los días.