Ante todo hay que decir que esta fue una película rodada en el 2009 que sufrió innumerables retrasos en su estreno por culpa de haber quedado engavetada en el estudio durante años. De hecho, 2010 fue sólo el año de su estreno en festivales, el inicio de un periplo que se extendería hasta el 2012 cuando finalmente llegó a tener un estreno limitado en los cines de su país de origen. Esto parecía entonces ser la norma para el pobre Darren Lynn Bousman, quien ya venía de sufrir un ninguneo similar con Repo! The Genetic Opera (2008). Para colmo de males, este remake coincidió con el estreno de la española Secuestrados (2010), una película muy superior que trataba el tema de las invasiones domésticas de una forma mucho más efectiva. De hecho, uno de los principales problemas que tenemos en la película de hoy es que se hace muy larga y monótona, con poco qué ofrecer una vez revelada la premisa inicial y muy poco creíble en cuanto a las insólitas decisiones que toman varios personajes, puestas allí sólo para que la trama no se acabe.
La película intenta suplir estas carencias entregándose al gore y a la crueldad perpetrada sobre un número insólito de personajes (nueve víctimas, a decir verdad), apilando subtramas de desconfianza y traiciones entre ellos de forma aleatoria y sin nada de la sencillez argumental de la película original. Además, a diferencia de la cinta de la Troma, esta intenta ser seria, oscura y deliberadamente sádica, pero tiene algunas escenas tan exageradas que la convierten en una comedia involuntaria. Pero probablemente sea injusto seguirla comparando con la película de Kauffman porque es tan diferente que si la consideramos un remake es sólo porque así se ha anunciado.
Pero a pesar de su carácter insustancial, hay una cosa que redime al menos parcialmente a esta versión, y es la elección de Rebecca de Mornay en el papel de la madre. Una vez que irrumpe en escena, De Mornay acapara toda la atención, y hay que decir que está muy convincente en su rol de villana serie B en lo que es básicamente una explotación de su famoso rol de psicópata en La mano que mece la cuna (1992). Recuperarla del olvido para esta película es una gran decisión de casting que, al menos en mi caso particular, fue lo que me hizo llegar hasta el final y lo único que realmente vale la pena ver. En general, esta nueva versión de El día de la madre es una película bastante intrascendente a la que la actuación de su villana principal da cierto nivel de calidad quizás mayor del que normalmente tendría, y para colmo rematada con un epílogo absurdo puesto allí sólo para explotar un cliché más del cine de terror actual. Lo más triste es que con todo y que esta tiene un mayor número de muertes, sangre y escenas violentas, la original me sigue pareciendo mucho más perturbadora y recomendable.
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