Hay que reconocer que con todo y sus limitaciones, Slumber Party Massacre 2 (1987), secuela de aquel slasher supuestamente menor, es una de las películas de chicas-vs-asesinos más extravagantes de los ochenta, y una candidata ineludible para aquellos amantes del mal llamado cine bizarro de esta década en particular. Y lo es porque en lugar de irse por el camino fácil de repetir el esquema de la anterior entrega o incluso sus nada disimuladas muestras de retórica feminista, esta producción del tantas veces mentado Roger Corman se convierte casi en un musical de rock & roll que acompaña una visión bastante ingenua del fenómeno high school y de las bandas musicales de chicas.
Tanto es así que incluso la figura del asesino y principal amenaza para nuestras protagonistas femeninas está caracterizado como un arquetipo del maleante de los cincuenta con chupa de cuero, pelo engominado y un enorme taladro incorporado a la guitarra eléctrica con la que comete sus crímenes. Incluso llega a marcarse un solo de baile en una de las secuencias más delirantes de la película, y eso que el argumento parece en un principio bastante básico y sencillo: la niña sobreviviente de la película original, ahora una adolescente, se retira con su banda de chicas a una casa de verano en medio de una urbanización en construcción donde intentarán pasar un fin de semana con sus chicos. La joven, que ha tenido recientemente pesadillas en la que es perseguida por un maníaco con un taladro gigante, no puede creerlo cuando dicho personaje aparece de repente sin justificación alguna y comienza a cargarse a todos los jóvenes uno a uno. La aparición repentina e inexplicable del psycho-killer que rompe la barrera del sueño, así como el hecho de que constantemente nos muestre su cara y hasta hable, lo aleja de la típica representación de estos asesinos cinematográficos, algo que ya se veía en la primera entrega pero que aquí está exacerbado.
De la misma forma, la caracterización de este carnicero del taladro, así como el evidente símbolo fálico de su arma asesina, dejan entrever que en el fondo Slumber Party Massacre 2 no es más que una muy poco disimulada alegoría en clave paródica del "horror" de una chica ante la pérdida de su virginidad, una idea que está muy bien desarrollada por la directora y guionista Deborah Brock y que hace de esta película un slasher diferente que sólo por esto ya vale la pena, además de lo directamente descabellado de una premisa y ejecución que resulta de todo menos convencional. Una larga persecución final en medio de una construcción resulta un tanto trivial y vista, pero para todos aquellos que puedan superar la estética californiano-ochentera de esta cinta, hay mucho que disfrutar. Como slasher no resulta tan efectiva como la primera parte, pero sí podemos decir que es mucho más arriesgada, sobre todo por esa revelación final que evidencia las verdaderas intenciones de la película y de las que ya hemos hablado anteriormente.
Posteriormente la saga de Slumber Party Massacre tendría otras continuaciones más convencionales que no explotarían la vertiente onírica de esta segunda entrega. De todas formas, aquellos que deseen hacerse con ejemplos de comedias de terror festiva que evidencien los ochenta de forma inequívoca, pueden hacerse aquí con un ejemplo muy pertinente pero al menos no tan conocido como otros tantos.
No la he visto entera, pero he visto algunas escenas y son verdaderamente delitantes. Le pondré remedio, pero antes tengo que ver la antecesora.
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