Continuación de la más longeva saga de terror navideño que haya visto, Silent Night Deadly Night 3: Better Watch Out! (1989) fue la primera entrega lanzada directamente en formato doméstico, y su poder de reivindicación del cine basura no nos impide decir que está incluso a la par de la segunda entrega en cuanto a incompetencia a nivel técnico, aunque también por desgracia es mucho menos divertida y carece del encanto especial que aquella entrañable secuela conseguía gracias a sus actores de segunda fila. Esta tercera parte, aún así, es una cinta realmente destacable por lo rara que es y las inexplicables salidas tanto argumentales como técnicas de las que hace gala su director, Monte Hellman, veterano discípulo de Roger Corman, quien fiel a las artes aprendidas de su maestro, se vanagloriaba de haber escrito el guión en una semana y haber rodado, montado y presentado el producto final en apenas un par de meses, cosa que se nota. Mucho.
Esta tercera entrega de la saga es también la última que seguiría el argumento de las dos anteriores al recuperar al asesino de la segunda entrega, Ricky, quien tras haber sido cosido a tiros al final de Silent Night, Deadly Night 2 (1987) ha sido salvado de la muerte gracias a una intervención que le ha puesto en coma y ha dejado su cerebro expuesto y nadando en una especie de domo transparente que le hace parecer un robot salido de alguna ciencia-ficción cutre de los cincuenta. La presentación del asesino en una rarísima secuencia onírica y la presencia del cacharro en la cabeza del antagonista (interpretado esta vez por nuestro querido y en esta ocasión desperdiciado Bill Moseley) son sin duda los primeros elementos extraños de esta secuela, pero sobre todo el aparato que lleva Ricky encima es lo más estrafalario que hemos visto en años y elimina de un plumazo cualquier posibilidad que tenía la película de poder ser tomada en serio, y eso que esta vez no estamos ante una comedia.
En lugar de las risas, esta película trata por el contrario de abordar un ángulo pseudo-científico en el cual el inescrupuloso doctor que ha salvado la vida a Ricky intenta explotar un vínculo telepático que este parece tener con una jovencita ciega con poderes mentales (!!!!) que por lo visto puede meterse en los recuerdos del asesino; esto no sólo permite la explotación del ángulo paranormal de la historia sino que además sirve de excusa para una vez más meter metraje reciclado de la película original, y aunque no lo hace ni de lejos en la proporción empleada en la segunda parte, la cinta sí que parece tener una confusión un tanto extraña en cuanto a la identidad del asesino, como si el guionista no hubiese recordado que Ricky no era el villano de la original. De todas maneras nada de esto importará una vez que la película nos someta a las rarísimas secuencias oníricas de la ciega protagonista, las inexplicables reacciones de los personajes que demuestran una nula dirección de actores, y los momentos inevitablemente risibles que se producen al ver al asesino haciendo autostop en la carretera vestido únicamente con una bata de hospital y (no lo olvidemos) una cabeza medio robótica que por lo visto nadie encuentra rara.
Está claro que Silent Night, Deadly Night 3 (1989) es una película atroz en todos los sentidos, cuyo mayor pecado quizás sea el hecho de que en realidad no tiene el ángulo navideño por ningún lado más allá de estar ambientada en Nochebuena (Ricky nunca se viste de Santa, por ejemplo) pero aún así es una obra tan bizarra que vale la pena ser revisada al menos una vez. Como nota curiosa quisiera destacar que el elenco tiene al menos dos actores de la serie Twin Peaks, y además cuenta con una jovencita Laura Harring en su primer papel no-televisivo, lo que sumado a la rareza general de la película (incluyendo una desconcertante imagen final) la vincula a David Lynch en más de un punto. Tal como decíamos antes, las siguientes partes de la saga serían historias completamente independientes, y esas también caerán en este trío de reseñas navideñas que hemos preparado.
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