De entrada voy a comenzar diciendo que hubo dos cosas que me llamaron la atención de forma positiva ya desde el principio: la primera fue ver que el director de esta secuela es Tony Randel, un nombre que muy probablemente os sonará porque fue el director de la injustamente menospreciada Hellbound (1988), la única secuela de Hellraiser (1987) que realmente valía la pena, con lo que ya sabía que al menos podía esperar un mínimo de calidad. La segunda es que el argumento de esta película ignora por completo lo ocurrido en la nefasta quinta entrega, haciendo como si no hubiese existido y retomando aquella premisa de la cuarta parte en la que la maldición ya no ocurre en Amityville sino en otras casas a lo largo y ancho del país a donde han ido a parar objetos que previamente estuvieron en el caserón maldito y que han arrastrado consigo el Mal que asolaba la propiedad. En esta ocasión se trata de un reloj de mesa que un hombre trae a su casa y que por supuesto empieza a causar estragos en su familia. Una cosa extraña es que la trama intenta dar al reloj su propia historia y su propia maldición, algo que por fortuna no se explora mucho porque resulta excesivo en el contexto de la saga de la cual esta película forma parte.
Lo interesante de esta historia es que el hecho de que el Mal se esconda en un reloj da pie a un juego en el cual la maldición de la casa se manifiesta en ataques que el espíritu maligno hace y que afectan a la linealidad temporal, algo que la película hace en ocasiones y que, aunque ofrece al final una resolución algo más light de lo que estamos habituados, al menos es una muestra de un trabajo algo más inteligente que muy probablemente se veía mejor en el guión y que hoy en día sin duda habría sido más aprovechado. Asimismo, es una sorpresa ver cómo esta sexta entrega recupera algunos de los elementos más perturbadores de películas anteriores de la saga como ese énfasis en los aspectos más oscuros de la sexualidad de sus personajes, con alusiones a una infidelidad, incesto y lujuría reprimida que por supuesto el espíritu del reloj aprovecha en su beneficio. Nunca llega a ser gráfica de ninguna manera (hay sólo una muerte que se recrea en efectos especiales mientras que otras parecen comedia involuntaria) pero hay indicios al menos de cierto grado de creatividad, inusitado en un trabajo de estas características.
Cuando digo "estas características" a lo que me refiero es que, pese a sus buenas ideas y pese a ser sin duda mucho mejor que las tres entregas inmediatamente anteriores, esta es una película bastante pobre con una estética y estilo en gran medida limitados por su formato y por la época en que se estrenó. En este sentido, es importante saber que su título original era Amityville 1992: It's About Time, y que el estudio borró la mención al año en que se estrenó cuando la película salió en DVD más de una década más tarde. Pero a pesar de sus defectos y de su pertenencia a un terror de saldo demasiado ligero e intranscendente, ha sido la primera entrega de la saga que he conseguido ver de corrido en varios años, y eso por sí solo me ha demostrado que hay algo de oficio detrás.
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