Después del gran éxito de Sinister (2012) estaba claro que la productora Blumhouse intentaría repetir la hazaña con una secuela. Es más, lo realmente increíble es que hayan tardado tanto en hacerlo; tres años separan esta segunda parte de uno de los mayores éxitos de terror de tiempo recientes, uno que además había sido recibido con críticas más o menos entusiastas. Por mi parte reitero algo que ya comentábamos en su momento: la primera comienza con muy buen pie y tiene escenas realmente escalofriantes. De hecho, casi podríamos llamarla una obra maestra de no ser porque su resolución sobrenatural destruía prácticamente todos sus aciertos conviriténdola en una muy banal producción con un risible monstruo final que parece un miembro descartado de Slipknot. Por desgracia, esta segunda parte es no sólo más de lo mismo sino que encima parece ahondar en los problemas de la primera.
Siguiendo aquel viejo precepto de hacer continuaciones a lo barato, Sinister 2 (2015) comienza con un personaje secundario de la primera parte haciendo su propia investigación sobre las extrañas muertes de aquella película y enfrentándose él mismo con la amenaza del Buhguul (especie de dios maligno que devora las almas de los niños y que es simplemente otra variación del arquetipo de hombre del saco), quien ahora ronda a una joven madre fugitiva y sus dos hijos gemelos. Es en esta subtrama donde reside el único filón interesante de esta secuela: la idea de la madre huyendo de un esposo abusivo, las dificultades de criar a sus dos hijos y el juego con la idea del "gemelo malo" son ideas atractivas, pero que por desgracia no tienen prácticamente nada que ver con la amenaza sobrenatural de esta película y están muy pobremente integradas en la trama. De hecho el componente dramático de la historia es algo a lo que el argumento le pasa por encima sin dedicarle tiempo ni una verdadera carga emotiva, y aspectos como la amenaza del padre abusivo se dejan prácticamente de lado y nunca se aprovechan en profundidad.
El problema también está en que Sinister 2 desaprovecha además sus pocos elementos positivos, ya que el lado sobrenatural de la trama es tremendamente light comparado con el de la primera película. Uno de los aspectos peor llevados es, como ya se ha mencionado en varios sitios, que los niños protagonistas interactúan con los fantasmas que los persiguen hasta el punto en que estos son otros personajes más, lo que anula los escasos momentos de terror que la cinta consigue. Aparte, aquí se repite el fenómeno de las películas caseras que tan bien funcionó en la primera parte, pero adornadas con una innecesaria música incidental y tan elaboradas que resultan absurdas. Esto es particularmente terrible porque sin estos dos elementos sólo nos queda la muy risible presencia del Buhguul, que cada vez que aparece convierte la película en algo imposible de tomar en serio.
Con una muy débil trama innecesariamente explicativa, actores de saldo y su muy superficial tratamiento del drama o el terror, estamos ante una secuela del montón que desaprovecha todos los elementos que hicieron exitosa a su antecesora. Como casi siempre ocurre tratándose de Blumhouse, hay aquí algunos elementos buenos y la película está realizada con cierta competencia, pero se me hace imposible de recomendar. Su director, el irlandés Ciaran Foy, tiene una cinta de hace unos años titulada Citadel (2012), que también es de terror con niños y que funciona mil veces mejor. Os recomiendo darle una oportunidad a esa y dejar esta otra en paz, porque resulta bastante olvidable.
La primera era entretenida con sus fallos, y estaba muy bien para todos los que se habían quedado con ganas de ver algo similar a Insidious. La segunda es mala con avaricia: trasfondo de telefilme, con ese exmarido malvado y maltratador, niños siniestros por doquier y una realización de las secuencias que le quita bastante coherencia a la anterior entrega. Por un momento me imaginaba al monstruito creado para la película trasladando sufridamente su colección de cintas de super 8 de un inmueble a otro.
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