Al igual que gran parte de la obra de Fulci, We Are Still Here parte con una trama muy sencilla de una pareja que se muda a una casa en medio del campo para superar la muerte de su hijo, pero muy pronto descubren que dicha casa está embrujada y que los siniestros habitantes del pueblo cercano están no sólo al tanto de la maldición sino que puede que guarden intenciones no del todo nobles. Una cosa que me gusta mucho de entrada es que los protagonistas aceptan muy pronto el ángulo sobrenatural una vez que las pruebas están frente a ellos, lo cual nos evita la muy tediosa subtrama de descubrimiento que otra película más convencional habría sin duda empleado. Aquí por el contrario la protagonista parece aceptar desde el principio la presencia de los espíritus, aunque el carácter malévolo de estos no se revela del todo hasta después.
Es en su segunda mitad, de hecho, cuando la cinta termina de revelar sus influencias y se convierte en algo muy distinto a aquello que se perfilaba en un principio, transformando lo que hasta entonces parecía una lenta y atmosférica película de casa embrujada en un festival de violencia en el que las víctimas son masacradas por horribles fantasmas quemados. Es aquí donde finalmente aparecen mis reservas porque lo cierto es que si bien este tipo de orgía de sangre era muy común en el cine no sólo de Fulci sino de todos los grandes autores del horror italiano, también es cierto que venía acompañada de otros elementos que aquí se dejan de lado, sobre todo el asentamiento de la trama en su mitología y la idea del Pasado (así, con mayúsculas) como factor determinante del terror. En este sentido la mayor carencia de esta película, en mi opinión, es su decisión de pasar de forma muy superficial por la historia de la maldición que afecta a la casa y el papel que juegan los habitantes del pueblo y sus asesinatos rituales. Por el contrario hay unas prisas tremendas por llegar al final y que dan al conjunto un acabado muy blando y poco interesante a pesar de sus aciertos visuales y su elenco trash.
Todo esto da como resultado un descubrimiento algo agridulce para mí. We Are Still Here es ciertamente más interesante que muchos de los estrenos similares que solemos tener cada año, pero también lamento que al final haya resultado ser mucho menos "seria" de lo que prometía en un principio haciendo que por momentos parezca una parodia de sí misma. También me parece que desaprovecha la inusual oportunidad de tener a una veterana como Barbara Crampton de protagonista, ya que la resolución del conflicto parece darse por casualidad sin que realmente intervenga ninguno de los personajes principales. Este es otro ejemplo del desparpajo con el que se ha confeccionado un producto serie B que, al menos en los ochenta, funcionaba mejor.
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