Entre su inesperado estreno y la lluvia de malas críticas, lo cierto es que The Cloverfield Paradox (2018) se ha convertido en una de las películas más comentadas de los tiempos recientes, aunque al igual que como ocurre con la mayoría de las producciones de J.J. Abrams, al final ha terminado siendo más interesante la historia detrás de su producción y sus poco convencionales recursos de marketing que la película en sí. Lo cierto es que, heredera de Cloverfield (2008) o no, se trata de una cinta de horror espacial muy olvidable y llena de problemas, pero que viene al cuento a la hora de hablar de cómo se consume el cine hoy en día, y si realmente el nuevo formato de las plataformas de streaming sustituirá a las salas o no.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que tal como ocurrió con 10 Cloverfield Lane (2016), esta es una cinta que comenzó como algo completamente independiente y que sólo después fue convertida en parte del "universo Cloverfield". Se trata en este caso de una historia de sci-fi futurista con el mundo al borde de una nueva guerra mundial y en medio de una grave crisis energética, que causa que un equipo de científicos intenten activar un acelerador de partículas en medio de una estación espacial. Los detalles científicos de la historia son un poco nebulosos pero no importan realmente, ya que lo esencial es que una vez que la prueba con el acelerador se lleva a cabo, la reacción abre una anomalía espacio-temporal que causa que un montón de cosas raras comiencen a pasar, una locura que mezcla universos paralelos, fenómenos inexplicables y básicamente cualquier cosa que cause que los personajes estén en peligro y cualquiera de ellos pueda palmarla mientras intentan revertir los efectos de aquello que han ocasionado.
Es en toda esta parte de terror cuando The Cloverfield Paradox deja ver sus influencias más evidentes, buscando construir una historia de horror espacial sin alienígenas e introduciendo en su lugar un argumento de paranoias y fenómenos inexplicables en medio del vacío del espacio exterior. Nunca lo consigue realmente, y la arbitrariedad de todo lo que ocurre (jncluyendo la muy hilarante coña del brazo de uno de los personajes) la pone muy por debajo de otras cintas similares que consiguieron resultados mucho mejores como Event Horizon (1997), Supernova (2000) o Pandorum (2009). Esta por el contrario parece ir dando tumbos a través de su muy frágil argumento, y el hecho de que en ningún momento parece haber cierta coherencia con lo que ocurre ciertamente no ayuda a interesarnos por una tripulación que parece tan perdida como el propio público.
Aunque quizás lo más vergonzoso de esta película sea su forzadísima e inexplicable inclusión dentro de la saga de Cloverfield, que incluye desde escenas adicionales rodadas únicamente con este fin (toda la línea argumental del esposo de la protagonista en la Tierra no va a ningún lado) y el empleo de un susto final a lo grande que aunque inesperado fue para mí lo que me faltaba para tirarlo todo abajo. Si bien es cierto que con 10 Cloverfield Lane pasaba más o menos lo mismo en cuanto a su gratuita inclusión en una saga con la que no tiene muchas semejanzas, al menos en ese caso estábamos de un excelente thriller que se vio opacado sólo por una ridícula secuencia final. Aquí en cambio estamos ante un muy inferior trabajo que probablemente habría pasado por debajo de todos los radares de no haber sido por las circunstancias de su estreno, que ha sido sin duda alguna lo más comentado y que ha incluso acuñado el término "directo a Netflix" como algo peyorativo, término que veremos usar de ahora en adelante por pseudo-críticos de cine como el que escribe estas líneas.
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