miércoles, diciembre 26, 2007

Brevísimo ranking de horror del 2007

Como viene siendo costumbre, el último post del año es también el más odioso; aquel en el que inevitablemente surge la inútil y superflua idea de hacer una lista con lo más recomendable que nos ha caído por las carteleras españolas durante el 2007. Inútil porque de entrada es algo tan subjetivo que las posibilidades resultan infinitas, una idea absurda cuya repetición indica sólo una alta dosis de caradurismo. En el caso de este blog, esa subjetividad es más evidente al ser únicamente tres las entradas destinadas a lo que (personalmente) he disfrutado más este año. Aprovecho entonces para hacer una aclaración: muy a pesar del título de este post y estar distribuidas en forma de podio, las siguientes películas no forman realmente un ranking, y perfectamente podrían ser intercambiadas entre sí sin que eso alterara mi juicio. Las inevitables discrepancias pueden ser depositadas en la sección de comentarios, de manera que aquí van las tres ocasiones en que lo pasé peor (es decir, mejor) en una sala de cine durante este año que se acaba.

POSICIÓN No. 3

Hay una cosa que diferencia a Hostel 2 (reseña aquí) de todas las decenas de banales y repetitivas porno-torturas que últimamente apestan la cartelera: la secuela de Eli Roth se atreve a mirar su propio subgénero y cuestionarlo, mostrando algo que en un principio parece una repetición del esquema de la primera película y termina siendo una excelente parodia de la fascinación infantil por la violencia. Esos dos magnates americanos que viajan a Eslovaquia a cebarse con sus jóvenes compatriotas son la representación perfecta de aquellos individuos del público que se deleitan con la sangre en el cine pero que llorarían como nenazas si algún día viesen una herida de verdad. Si a eso sumamos lo bien que lo he pasado con el humor desplegado por el señor Roth en esta película, llego a la conclusión de que no puedo esperar por ver la gran obra futura que espero (no, no, que sé) nos brindará dentro de poco.

POSICIÓN No. 2

Al parecer todos estábamos equivocados cuando decíamos que The Host (reseña aquí) era la película oriental de monstruos definitiva. Lo que el surcoreano Bong Jon-hoo nos ha brindado, en cambio, es un regreso a las raíces mismas de ese subgénero, cuando la gigantesca criatura que asolaba la ciudad servía como vehículo para la narración de una historia que, en cierta forma, construía también una mirada al mundo moderno. En este caso, el anfibio mutante que asola las cercanías del río Han sirve como excusa para un discurso ecologista y una crítica al intervencionismo extranjero bastante evidente. Pero es que encima, la cinta es una gran película de monstruos, y tanto la criatura como sus apariciones están lo suficientemente bien hechas como para que podamos apreciarla incluso desde una perspectiva más superficial.

POSICIÓN No. 1

Y por supuesto, como no podía ser de otra forma, es REC (reseña aquí) la que cierra este podio con lo más disfrutado por mí en la cartelera de terror de este año. Más allá de rodar una película de zombis, Jaume Balagueró y Paco Plaza resucitan la sana costumbre de meter al espectador en el campo emocional que es la base de la que parten las películas de miedo. No solamente eso, sino que con ella parece ser que finalmente Filmax ha conseguido superar sus productos anteriores y ofrecer una gran película, por mucho que su premisa sea esta vez la más sencilla de todas. El año que viene, no lo dudemos, aterrizará aquí su correspondiente remake americano, pero por lo pronto, este original se confirma como lo más interesante que nos ha dado el cine de terror en este país durante el 2007. Ahora a esperar los siguientes trabajos de sus dos directores, a quienes espero le estén lloviendo las ofertas en este momento.


Y bien, con eso tenemos todo lo que hay. Aquellos que lo deseen pueden proponer su propio podio en los comentarios mientras yo me voy a dar un paseíto más o menos largo: como de momento estoy de vacaciones en mi tierra natal no actualizaré este blog por lo menos hasta la segunda mitad de enero. Hasta entonces, muchos saludos, felices fiestas y gracias por venir.


Aquí para el podio del 2006
Aquí para el podio del 2005

domingo, diciembre 23, 2007

Reseña: Soy Leyenda (2007)

Los créditos de Soy Leyenda (2007) incluyen, en los basamentos de su guión, no sólo a la novela de Richard Matheson, sino también a John William Corrington y Joyce Hooper Corrington, la pareja de guionistas artífices de El último hombre vivo (1971). Esto ya es una seña inequívoca de por donde irán los tiros en la película, ya que si bien el argumento se distancia bastante de la cinta protagonizada por Charlton Heston, sí comparte con ella su afán de película de acción, elevado claro está a la máxima potencia para convertirlo en el blockbuster que, finalmente, ha terminado por arrasar estas navidades. Recordemos que este proyecto en particular lleva gestándose más de una década, y finalmente nos hemos quedado sin aquella prometida versión de Ridley Scott protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Por fortuna, el director Francis Lawrence ha logrado ofrecer un espectáculo digno alrededor de la condición de estrella de Will Smith, y aunque Soy Leyenda dista mucho de ser la adaptación de Matheson que tanto hemos esperado, tiene suficientes aciertos para merecer un visionado.

La historia es ya conocida por todos a estas alturas: Robert Neville, un científico militar, es el último hombre que queda en la devastada y solitaria ciudad de Nueva York (un cambio geográfico de esta historia que hasta la fecha siempre se había desarrollado en Los Ángeles). Durante el día ronda por las calles en busca de provisiones y durante la noche se atrinchera en su casa para resistir los embites de las hordas de vampiros/mutantes que habitan las ruinas de la ciudad. Los vampiros son el resultado de una mutación causada por una cura viral contra el cáncer que ha terminado por volverse contra sus creadores y arruinado a la raza humana. Neville, sin embargo, sigue buscando una vacuna al mismo tiempo que lucha por sobrevivir en la ciudad que se negó a abandonar.

Esta ciudad es, con toda seguridad, el mayor acierto de Soy Leyenda; aparte de la ya comprobada realidad de que una urbe vacía es algo que impacta en todo contexto, el Nueva York desolado de esta versión es quizá el más impresionante que se ha visto jamás en el cine, y una prueba del verdadero alcance de esta versión. Las tomas de la ciudad solitaria (que, en un inusual acierto para nuestra época, están desprovistas de toda música) son tan apabullantes que no puedo ni imaginar cómo debe haber sido ver esta película en su versión de IMAX, la cual por desgracia no tendremos de este lado del charco. Toda la primera mitad de la película se va en la recreación de esta atmósfera de soledad en la que sólo vemos a Neville y a Sam, su perra pastor alemán y único acompañante. Lo curioso es no sólo que Will Smith logra hacer un Neville convincente (muy a pesar de aquellos que se quejaban de que el protagonista fuera, a diferencia de lo que ocurre en la novela, de raza negra, una opinión sobre la cual no sé que pensar), sino que también el perro es un gran personaje cuya interacción con el prota proporciona el drama más efectivo de la película. La relación entre los dos es perfectamente creíble, y durante toda esta primera hora el público logra una conexión real con Neville, muy a pesar de los flashbacks que explican el origen de la plaga y los cuales, para mí al menos, no eran necesarios, a excepción, quizás, de la secuencia del escape de Manhattan, una escena que parece calcada de la reciente versión de Spielberg de La guerra de los mundos (2005).

Pero a pesar de toda su espectacularidad, Soy Leyenda fracasa en el apartado más importante: los vampiros a los que se enfrenta Neville. Si bien la primera vez que los vemos logran crear una de las secuencias más logradas y tensas de todo el metraje, una vez muerta la sorpresa resultan técnicamente decepcionantes, criaturas realizadas digitalmente y que parecen salidas de cierta película de momias dirigida por Stephen Sommers. Pero lo peor de todo es que, inexplicablemente, han decidido mostrarlos como simples monstruos completamente desprovistos de humanidad, con lo que directamente se han cargado el centro temático de la novela de Matheson a un nivel que ninguna de las otras dos versiones había alcanzado. Para colmo, el final de la película desprende un giro pseudo-religioso completamente fuera de lugar y que en cierta manera termina alterando incluso el sentido del título de la novela (algo que no puedo explicar sin spoilers).

Traiciones literarias aparte, lo que nos queda es una muy buena película de acción con una primera mitad bastante recomendable. Imprescindible verla en un cine para apreciar su espectacularidad y mantener las esperanzas de que una futura adaptación de la novela que colme nuestras espectativas.

viernes, diciembre 21, 2007

Reseña: El último hombre vivo (1971)

El último hombre vivo (1971), o The Omega Man, como se le conoce en su idioma original, fue el segundo intento de llevar a la pantalla la novela Soy Leyenda, y una vez más se optó por tomar grandes libertades con respecto a la obra original. Lo curioso es que, a pesar de sus evidentes fallos y de su condición de caspa setentera, esta es la versión que ha terminado por calar más profundo en el imaginario colectivo (lo evidencia el hecho de que es esta película, y no aquella con Vincent Price, la que han parodiado en Los Simpson), algo que quizás se deba a sus aspiraciones de película de acción o a la presencia de Charlton Heston en el papel principal.

Las primeras diferencias vienen en cuanto al personaje protagonista; lejos ha quedado aquel Robert Morgan vulnerable que interpretara Vincent Price. En esta película ha sido sustituido por un Charlton Heston en el novamás de ese héroe cínico y aguerrido que tan buenos dividendos le dió. De hecho, esta película, junto con El planeta de los simios (1968) y Cuando el destino nos alcance (1973) forman una trilogía apocalíptica en la que el antiguo presidente de la Asociación Nacional del Rifle (y, no olvidemos, del Hair Club for Men) hace gala de la chulería heróica que tanto asociamos a su persona. De hecho, la primera escena de la película ya nos lo muestra con gafas de sol y conduciendo un deportivo de lujo a través de una ciudad desierta, disparando con su rifle de asalto a todo lo que se mueve. El otrora falible y frágil hombre de ciencia da paso a una historia cargada de testosterona y protagonizada por un recluso reaccionario.

Los cambios del personaje se justifican de cierta forma al revelar esta versión el pasado militar del protagonista. Asimismo, el subtexto de la Guerra Fría se deja intuir en las causad del Apocalipsis del mundo de Robert, destruido tras una guerra bacteriológica que causó la aparición de un virus mortal con desastres a nivel planetario. Ahora el protagonista, tras abandonar toda esperanza de hallar una cura, se pasa los días buscando a los supervivientes infectados, que han armado una colonia de condenados que le hacen la vida imposible todas las noches, montando un estado de sitio en su casa/fortaleza con la esperanza de hacerle pagar sus tropelías.

Son precisamente estos infectados el principal punto de diferencia con la novela original. Más humanos que los de cualquier otra versión, la imagen de los villanos de piel blanca, gafas de sol y hábitos monacales puede llegar a hacerse un tanto risible, ya que en ningún momento parecen algo más que albinos de actitud agresiva. Además, ciertos pasajes de la película pueden resultar bastante casposos hoy en día (algo bastante común en aquellas cintas muy representativas de una época específica), sobre todo la banda sonora de las escenas de acción, que parece más apropiada para una blaxploitation que para una historia apocalíptica seria.

Pero la verdad, si se logra pasar por alto su algo caduca estética, se trata de una película bastante disfrutable, entre otras cosas porque Charlton Heston hace el que probablemente sea el mejor Neville que he visto hasta la fecha (al menos el que mejor calza con la idea que yo tenía de él tras ver el libro). El factor discursivo de la historia se pierde un poco en medio de la trama de acción, y el tono oscuro que impregnaba la versión del 64 brilla por su ausencia. Al igual que en aquella, volvemos a tener un clímax con marcadas connotaciones cristianas (aún más evidentes en esta película), pero sin ese marcado pesimismo con el que cerraba la versión de Vincent Price.

Lejos de ser una película perfecta, El último hombre vivo funciona como divertimento de acción y como vehículo de lucimiento de Charlton Heston. Asimismo, para bien o para mal, es una película icónica dentro del fantástico de las últimas décadas, y sólo por eso vale la pena. La nueva versión, estrenada este mismo año, sigue el camino trazado por esta cinta en más de un detalle, pero eso es algo sobre lo que tendremos que hablar otro día.

martes, diciembre 18, 2007

Reseña: El último hombre sobre la Tierra (1964)

Ahora que una nueva adaptación acaba de llegar a las carteleras, es bueno hacer un repaso a lo que fue la primera versión cinematográfica de la novela de Richard Matheson, Soy Leyenda, una película que ostentaba el explotativo título de El último hombre sobre la Tierra (1964). Independientemente de sus virtudes cinematográficas, esta producción italo-americana es importante no sólo como primera adaptación de una de las novelas de horror más importantes del siglo veinte, sino como precursora de gran parte del fantástico posterior. El tiempo se ha encargado de maltratar su memoria en gran medida, pero el reciente éxito de taquilla de su nueva versión puede repercutir positivamente en el ánimo cinéfilo de rescatarla y reinvindicarla.

A pesar del cambio de título, esta versión de Soy leyenda es quizás la más fiel al material original. De hecho, los primeros planos ya nos muestran el día a día de Robert Morgan, el último sobreviviente de una misteriosa plaga que ha acabado con la raza humana. Solitario habitante de una ciudad desolada, Morgan recorre durante el día las calles vacías buscando provisiones y arrojando cadáveres a la fosa común como si se tratase de sacar la basura. De noche, sin embargo, debe atrincherarse en su morada para resistir el ataque de una raza de vampiros, producto de la mutación del virus sobre los humanos. Esta es la premisa para una gran novela y para una película que ya se ha hecho tres veces.

La cinta tiene sus defectos, principalmente a nivel técnico. Aparte de errores de iluminación y gazapos ocasionales (que evidencian, entre otras cosas, que esa ciudad no está realmente desierta), ciertas escogencias no convencen, como por ejemplo la de Vincent Price en el papel principal. A pesar de ser un magnífico actor, Price no se ve cómodo en el personaje (bastante diferente, por cierto, de los que solía interpretar) y se nota que está allí principalmente como reclamo taquillero. El que durante gran parte del metraje sea el único personaje que vemos no hace sino resaltar este hecho.

Pero más allá de sus limitaciones como película, El último hombre sobre la Tierra es importante como pieza ejemplar de la historia del género, desde la visión de ese mundo que no es más que el cadáver de la civilización humana (algo evidente y que muchos cineastas de hoy ya saben: la visión de una ciudad desierta acojona siempre) y, sobre todo, de esos vampiros, cuyo ataque a la casa de Morgan es sin duda alguna la mayor fuente de inspiración de la que bebería George Romero en La noche de los muertos vivientes (1968).

Arriba decíamos que esta es la versión de Soy Leyenda que más se parece a la novela original, y es así, no sólo anecdóticamente, sino también en el hecho de que es la única de las tres versiones que resalta el subtexto mediante el cual Morgan se convierte en una leyenda para los monstruos que está despachando. Dicha revelación es narrada, cierto, pero se agradece su presencia. Lástima, sin embargo, que la película tome al final un giro totalmente distinto.

Porque el final es, sin duda, el punto en el que la cinta se distancia de la novela de Matheson. No voy a revelarlo aquí, pero digamos solamente que aquello que en Matheson es una explicación sobre el miedo como fuerza motriz de la sociedad humana, en la película se convierte en un alegato de pesismismo político en la que los infectados (o al menos algunos de ellos) adquieren un aura fascista muy difícil de pasar por alto (atención a esas camisas negras y recordad la historia de Italia, donde se rodó la película). El personaje de Robert Morgan adquiere durante este climax cierto aire mesiánico que aún así no deja de lado el final existencialista que tanto marcaría el género fantástico-apocalíptico de la década (de nuevo, George Romero). Es un final diferente al de la novela de Matheson, sin duda, pero al menos coherente con lo que va mostrando la historia, que no es poco decir.

viernes, diciembre 14, 2007

Tres tristes trailers 12

De todas las películas presentadas en el After Dark Horrorfest del pasado mes de noviembre, The Deaths of Ian Stone (2007) es probablemente la más interesante, al menos en cuanto a premisa. Su argumento, lejos de presentar la misma historia de venganzas sobrenaturales o slashers que tanta mediocridad aportaron el año pasado a dicho festival, trata de un hombre que, por alguna razón, vive una vida distinta cada día, siempre encontrando una muerte violenta al final de la jornada. Completamente consciente de este fenómeno, Ian intenta hallar la respuesta de la única interrogante que se plantea en su vida: ¿quién es el responsable de que esto le esté suciendo y qué debe hacer para detenerle? Como es bien sabido, las películas que se presentan en el After Dark Horrorfest pasan directo a vídeo, así que habrá que recurrir a métodos alternativos para conseguir esta cinta (si bien algunas de las del año pasado ya han comenzado a aparecer en los anaqueles españoles). Esta cae por aquí seguro.

Por otra parte, volviendo al fantástico europeo, tenemos el avance de Dante 01 (2007), película del cineasta francés Marc Caro, quien realiza su debut como director en solitario, ya que en esta ocasión no le acompaña su amigo Jean Pierre Jeunet (sí, el mismo que mató a más de un diabético con Amelie). Lejos de cualquier cursilería, Caro parece volver a sus inicios fanta-terroríficos con una historia de terror futurista, en la que una prisión del espacio exterior es presa del caos debido a una extraña mutación portada por uno de los prisioneros, resultado (quizás) de su encuentro con una entidad alienígena. Por desgracia, sólo he podido encontrar el avance en el francés original, pero es más que suficiente para apreciar que no ha desaparecido la estética que hizo famosos a Jeunet y Caro, tanto en Delicatessen (1991) como en Alien: Resurrección (1997), aunque en esta última sólo estuviera presente el otro integrante del dúo. ¿Llegaremos a verla en España? Espero que sí.

La que no creo podamos ver aquí en cines es My Name is Bruce (2007), sin duda el plato fuerte de este trío de trailers y que nos da lo que tanto habíamos deseado: hora y media de un Bruce Campbell elevado a la enésima potencia. No es simplemente una parodia de The Evil Dead (1981), sino una actualización cómica de prácticamente toda la filmografía de este hombre con sus antiguos compañeros Sam Rami, Robert Tapert y Ted Raimi (quien realiza aquí varios papeles). La película es más que una muestra de un gran antihéroe, es una recreación del mito que llega a momentos increíbles incluso desde su arranque, en el que un par de adolescentes enumeran todas las "obras maestras" en las que este semidios de la serie B ha estampado su inconfundible quijada. Ante este avance (que desde ya incluyo en mi lista de "obligatorios" para el año entrante) sólo puedo rendirme ante la evidencia y decir una cosa: si se hiciese un podio con las tres mejores frases proferidas en una película, "hooch for the pooch" ocuparía las tres posiciones. Insuperable.

martes, diciembre 11, 2007

Apuntes para una breve historia de la explotación (4)


Los adeptos a las películas directo-a-vídeo probablemente hayan escuchado hablar de The Asylum, una pequeña productora independiente que lleva operando en el mundo de la serie B desde 1997. Desde su fundación, la compañía se ha especializado en modestas producciones que, inexplicablemente, le han generado los suficientes dividendos para seguir en activo. La mayoría de sus (sub)productos están enmarcados, por supuesto, en los géneros de terror, acción, ciencia-ficción y demás, e incluso de vez en cuando son capaces de fichar grandes talentos que pasen por sus horas bajas, como es el caso del semi-dios de serie B Lance Henriksen (que ha participado en varias de sus producciones) o el también grande Stuart Gordon, a quien la compañía produjo su modesta pero efectiva película King of the Ants (2003).
Pero lo más interesante de The Asylum sólo ha llegado desde el año 2005, cuando la compañía pegó un giro radical para dedicarse exclusivamente a la producción de películas de bajo presupuesto que copian descaradamente a los grandes estrenos holywoodenses y que son estrenados en fechas cercanas a su "hermano mayor" con la esperanza de captar público aún a costa del engaño. Dicho estilo, referido cómicamente como "Mockbuster", no es una práctica nueva, ya que incluso los mismos estudios lo hacen de vez en cuando; después de todo, ¿acaso es casualidad que una película menor como El ilusionista (2006) sea estrenada casi al mismo tiempo que otra cinta mucho más ambiciosa como El truco final (2006)? ¿No es acaso Impacto profundo (1998) una versión más modesta de Armaggedon (1998), aunque en este caso la primera sea mucho más interesante que la patriotera épica de Michael Bay?
Pero volvamos a The Asylum; lo que diferencia la práctica de esta pequeña productora de la copia realizada por los mismos estudios es, en primer lugar, que su plagio es mucho más descarado y desvergonzado, a veces provocando vergüenza ajena. En segundo lugar, la pequeña productora de Serie B realiza sus productos pensados para el mercado de directo-a-vídeo, lo cual muchas veces les garantiza la posibilidad de adelantarse a los estrenos que desvergonzadamente buscan parasitar. En tercer y último lugar, The Asylum es probablemente la única compañía actual que se dedica exclusivamente a esta dudosa práctica que, aunque raya en la inmoralidad, es perfectamente legal y, repito, nada nueva. Esto hace que la pequeña compañía merezca ser incluida en esta antología con lo mejor del cine de explotación.
A continuación podéis ver las portadas de varias películas de The Asylum. Desde aquí propongo un juego bastante fácil: tratar de adivinar cual es la película que se está copiando en cada uno de estos casos. Recordad, todas ellas fueron estrenadas poco antes o poco después de la cinta a la que hacen referencia, y en todas ellas hay suficientes diferencias como para que ninguna corte de justicia pueda condenarles por plagio, aún cuando habrá más de un ejecutivo de los grandes estudios esperando para darles una paliza en cuanto les vean por la calle.

Increíble.

domingo, diciembre 09, 2007

Reseña: Noche de miedo (1985)

Hablar de Noche de miedo (1985) es no sólo hablar de la que probablemente sea mi película favorita de vampiros, sino también de una cinta que constituye una bisagra en el cine de chupasangres y que se mantiene bastante vigente a pesar de haber sido estrenada hace más de veinte años (su estética ineludiblemente ochentera es lo único que podría alejar a almas sensibles). A partes iguales comedia y película de terror, cuenta la historia de Charlie Brewster, un adolescente promedio que descubre una noche, tras fisgonear por la ventana, que su nuevo vecino es un vampiro. Por este motivo recluta la ayuda del caza-vampiros Peter Vincent, presentador del programa noctámbulo Noche de miedo, para que le ayude a matarlo. La cosa se complica, sin embargo, porque su vecino, Jerry Dandrige, sabe que el muchacho está al tanto de su secreto, y no le va a dejar escapar tan fácilmente.

El antecedente más claro de esta película sería, quizás, El baile de los vampiros (1967) de Roman Polanski, pero esta cinta de Tom Holland va mucho más allá al atreverse a aquello que Polanski no hizo: parodiar el mito del vampiro sin dejar por ello de intentar legitimarlo en el mundo moderno, revirtiendo para ello lo que se venía haciendo en las películas del género. A lo largo de la hora y media de la película vemos numerosas referencias al tópico cinematográfico de vampiros, pero están tan bien integradas a la trama que en ningún momento la cinta se "detiene" para hacer un guiño al público. El contenido metaficcional está presente incluso desde la primera escena, en la que escuchamos diálogos típicos de una historia de terror y un largo traveling nos indica, al final, que dichas frases salían de una tele en la que se proyectaba una cutre película de vampiros. Este discurso sobre el cine de terror y su irrupción en la realidad es una de las cosas que hacen grande a esta película y la convierten en uno de los mayores ejemplos del cine de terror mirándose a sí mismo, todo esto una década antes de Wes Craven.

Pero el motivo por el cual es importante Noche de miedo es que con ella se rompe el arquetipo de vampiro que había imperado durante décadas gracias a la Hammer. La imagen del aristócrata decadente de largos colmillos hacía tiempo se había estancado convirtiéndose incluso en un elemento casposo que la mayoría de las veces sólo causaba risa (no hay más que ver las películas de la Hammer realizadas en los setenta para darse cuenta). Si menciono al estudio británico como principal blanco de la ruptura que esta película representa no es casualidad: no en balde el "cazador de vampiros" de Noche de miedo se llama Peter Vicent (evidente guiño a Peter Cushing, el Van Helsing de la Hammer), un actor de terror en decadencia que sobrevive presentado en la tele de madrugada películas casposas en las que una vez participó, y a quien Charlie considera el único ser en el mundo con los conocimientos necesarios para despachar a la criatura a las tinieblas de donde ha salido. Mirad por donde: el cazador ha quedado obsoleto y se ha convertido en una pieza de entretenimiento barato, mientras el vampiro ha evolucionado hasta esconderse perfectamente entre sus presas.

Porque Jerry Dandrige es, problemente, uno de los primeros vampiros modernos del cine de terror. Es cierto que ya se habían realizado películas de vampiros ambientadas en la modernidad, entre las cuales destacan Martin (1976) de George Romero y Salem's Lot (1979) de Tobe Hooper, pero la diferencia radica en que el vampiro de Romero era más bien metafórico, una excusa argumental para hablar de un tema específico como era el de la búsqueda de la identidad durante la adolescencia, mientras que Salem's Lot, a pesar de estar situada en la época actual, muestra a su vampiro como un monstruo anacrónico, un adefesio completamente externo a este mundo que desciende sobre una comunidad como si fuera una plaga. Todo esto es muy diferente al de la película que hoy nos ocupa, en la que la criatura se camufla en la ciudad como lo haría, por ejemplo, un asesino en serie: Jerry Dandrige no sólo existe dentro de la sociedad, sino que incluso es un hombre encantador, un tío que no desentona en una discoteca y que hasta hace una visita formal a la madre del protagonista.

Lo bueno de todo esto es que, incluso en sus momentos climáticos, la película sabe huir lo suficientemente bien de sus elementos de caspa en lo que a efectos especiales se refiere, especialmente durante la transformación de algunos personajes en monstruos, las cuales están bastante bien resueltas. La cinta, a pesar de sus innegables elementos cómicos, nunca olvida que es ante todo una película de terror, y eso es algo que en lo personal se agradece bastante.

Noche de miedo abrió un camino que más adelante recorrieron Jóvenes ocultos (1987), de Joel Schumacher, y Viajeros de la noche (1987), de Kathryn Bigelow, formando así una gran trilogía de vampiros ochenteros que ningún fanático del horror puede perderse.

martes, diciembre 04, 2007

Reseña: Vacancy (2007)

Cuando comienzan los títulos de crédito de Vacancy (2007), uno cree que está a punto de encontrarse con otra bastardización más de Psicosis (1960) de Alfred Hitchock (el director más plagiado del cine), pero dichas impresiones son pasajeras. La película que en España han decidido titular Habitación sin salida termina por alejarse progresivamente del famoso thriller de Norman Bates y familia para echar una mirada retrospectiva sobre trabajos mucho más explícitos como en su momento fueron Toolbox Murders (1978) y Trampa para turistas (1979), aderezadas con un toque de misterio inicial que, en lo personal, me parece muy bien resuelto. Es sólo cuando se abandona en su lado convencional cuando va perdiendo aire, lo que no impide que sea bastante recomendable al final.

Y eso que Vacancy es bastante sencilla, no sólo en su planteamiento del horror sino incluso en su duración: el metraje entero dura tan solo 81 minutos, y eso incluyendo unos largos títulos de crédito iniciales y finales que están evidentemente inspirados en la película de Hitchcock antes mencionada. La trama de la que parten también es similar: pareja que sufre un percance "accidental" en carretera y se ve obligada a pasar la noche en un misterioso motel sólo para ser acechada por algo o alguien que amenaza sus vidas. Toda la primera media hora se va en la creación del ambiente y el descubrimiento por parte de la pareja de aquello que les pone en peligro en las habitaciones de ese siniestro motel. Es precisamente todo ese trozo, en los que el misterio está dosificado, lo mejor de la película, que alcanza su punto máximo en el momento en el que la pareja descubre por fin la naturaleza exacta del peligro que se avecina. No lo contaré aquí porque me parece que funciona mucho mejor si no sabes lo que te espera. Sólo digamos que es ese el momento en el que todos los indicios anteriores convergen en una sola revelación que hace que esta película abandone sus conexiones con Psicosis en busca de la intensidad de un juego de gato y ratón.

Por desgracia, este también es el momento en el que la cinta toma un aire mucho más convencional y se estanca en él por el resto de su corta duración, convirtiéndose en una persecución ininterrumpida que esconde poco que no hayamos visto antes, salvo la inclusión en dos papeles principales de Luke Wilson y Frank Whaley, actores que normalmente asociamos a comedias y que aquí muestran un radical cambio de registro. Incluso Kate Beckinsale parece abandonar su rol de mujer dura visto en Underworld (2003) para abrazar un personaje más vulnerable (sin abandonar su condición de reclamo femenino de la historia). Esta segunda mitad es la que en definitiva decepciona un poco al no ofrecer nada nuevo y, por el contrario, ahondar en el largo historial de clichés de personajes tomando decisiones estúpicas en favor de la comodidad de los guionistas. Todo esto impide que Vacancy llegue a ser algo más de lo que es: un potable ejemplo de lo tenebrosas que son de por sí las habitaciones de hotel, especialmente aquellos antros abandonados en el espacio y el tiempo. Atención, eso sí, al plano final, mucho más contundente y realista de lo que estamos acostumbrados en este tipo de historias.

sábado, diciembre 01, 2007

Reseña: REC (2007)

Desde mucho antes de su estreno, y tras su reciente paso por Sitges (a cuya famosa proyección, por desgracia, no pude asistir), REC (2007) venía envuelta en un halo de espectativas increíble, quizás exagerado para algo que, en el fondo, es una película extremadamente sencilla cuyas máximas virtudes están precisamente en lo literal de su propuesta. Aún así, resulta sorprendente ver cómo algo que comenzó más o menos como un proyecto marginal de sus dos directores (Jaume Balagueró y Paco Plaza) ha terminado por convertirse no sólo en una de las películas de terror más efectivas de este año, sino además en la obra más contundente hasta la fecha para ambos realizadores, a quienes Filmax debería tener en consideración ahora más que nunca.

Para aquellos que hayan estado encerrados en un búnker durante el último año y medio, informo que REC es básicamente una película de zombis narrada desde el punto de vista de una cámara de vídeo que registra el brote de la epidemia en un edificio barcelonés sitiado por las fuerzas del orden, y en el que la mala suerte ha querido que quedaran encerrados los dos responsables de un programa local de tele-realidad, junto con los bomberos y unos cuantos vecinos. Las ya comentadas semejanzas con películas como El proyecto de la bruja de Blair (1999) son, cuando mucho, superficiales y limitadas únicamente al formato: al contrario de lo que ocurría con el falso documental de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, REC no parece estar montada, sino estar compuesta únicamente por el material en bruto de una cámara que registra un hecho violento, "real" y visceral en el que el protagonista termina siendo no la guapa reportera de televisión o el invisible cámara "Pablo", sino el público que recibe todos y cada uno de los vapuleos.

Si arriba decía que REC es una película sencilla no lo hacía en un término peyorativo. Al contrario de lo que sucede en el cine de zombis canónico (hablo aquí evidentemente del cine de George Romero), la cinta de Balagueró y Plaza no hace gala de segundas lecturas o interpretaciones de ningún tipo más allá de la muestra (a veces en clave humorística) de las miserias que suelen apoderarse de los humanos bajo estado de sitio. Ambos directores parecen estar mucho más interesados en la forma en que se transmite la historia y en el efecto emocional que imprime en el espectador, algo que no sería reprochable ya que el cine de terror es, en esencia, un género de emociones, no de discursos intelectuales (aunque evidentemente pueda llegar a ser mucho más). Bajo esta luz, la película da en el clavo: una vez superada la introducción del supuesto programa e iniciada la escalada de terror del argumento, lo que viene es una hora de las más intensas que se hayan visto en el cine de terror, al menos este año. De eso no me cabe ninguna duda.

Es esa a mi parecer la mayor virtud de la película: la capacidad de transmitir ese desenfreno en el espectador a lo largo de casi una hora y en un crescendo constante del que, por desgracia, me parece que Balagueró y Plaza no han encontrado la forma más idónea de salir. El primero utiliza su ya conocida fórmula de creación de ambientes repitiendo incluso con un escenario no muy distante del empleado en su anterior película, Para entrar a vivir (2006). El truco sale bien, pero al ser una experiencia que principalmente depende de la sensación producida y poco más, me permito mostrar cierto escepticismo a la hora de repetir visionado, que es cuando realmente se reconoce una gran película. Concedo, eso sí, que las tácticas empleadas a la hora de meter miedo al personal son muy efectivas aunque las hayamos visto muchas veces e incluso recientemente: ciertas imágenes y momentos de la película (algunos de los más escalofriantes) ya los habíamos visto anterioremente en El amanecer de los muertos (2004) de Zack Snyder, sólo que aquí dichos momentos están tratandos con el filtro del realismo similar al periodismo de guerra.

En resumen, no sé hasta que punto se pueda decir que REC es una de las mejores películas de terror españolas que se han hecho, pero sí es cierto que es una de las más honestas y menos tramposas y pretenciosas, y que al mismo tiempo (esto es lo mejor sin duda) no ha caído en la tentación de irse por el camino fácil de la caspa. El hecho de que sea una película tan visceral y directa puede herir (quizás) sus prospectos en el futuro, pero no puedo negar que me lo ha hecho pasar muy mal. ¿Y acaso no es eso de lo que va el cine de terror en el fondo?