lunes, julio 27, 2015

Reseña: Insidious 3 (2015)

Insidious 3 es la última adición a la tendencia actual del horror mainstream de fagocitar no sólo su edad de oro sino también aquellas todas obras recientes que tengan la más mínima probabilidad de convertirse en franquicias de éxito. En este caso, la gran rentabilidad de la saga iniciada por James Wan en 2010 tiene todos los elementos para convertirse en una máquina de generar sustos y beneficios, lo cual con toda seguridad ha sido el principal argumento a favor de una secuela que en el fondo nadie estaba pidiendo. Tengo que confesar que yo mismo guardaba mis reticencias, muy a pesar de que había leído numerosas reseñas positivas, por varios motivos: el primero de ellos es la ausencia esta vez de Wan como director (quien cede el puesto a su guionista y habitual colaborador Leigh Wahnnell), pero también está el hecho de que es una precuela y que a juzgar por los avances no parecía querer distanciarse mucho de la pauta marcada por el original. Finalmente me preocupaba que a pesar de que disfruté mucho la segunda parte, este tipo de cintas por lo general va perdiendo calidad con cada entrega. Hay algo de eso, pero con todo el resultado es mucho mejor de lo que pensaba y demuestra que al menos Wahnnell ha intentado estar a la altura. ¿Lo consigue? En parte sí.

Lo de "en parte" viene porque a decir verdad, y tal como presentíamos en un principio, Insidious 3 no se distancia mucho en cuanto a estilo de las dos cintas anteriores, más allá del hecho de que en esta ocasión el protagonismo ya no recae en la familia de la primera y segunda entrega sino que nos situamos varios años antes con una entidad maligna torturando a una jovencita y robando poco a poco su fuerza vital. Sin embargo, algo que me parece destacable es que a pesar de la información ofrecida en el trailer, el verdadero protagonismo de la cinta tampoco está realmente en esta joven sino en Elise, la medium de la primera Insidious (2010) que aquí vuelve a estar magistralmente interpretada por Lin Shaye. No es nada común que las historias de terror estén protagonizadas por mujeres mayores, pero incluso sin tener esto en cuenta, el trabajo de Shaye es excelente, y es ella sin duda lo mejor de la película, sobre todo porque a diferencia de la primera entrega aquí vemos toda su evolución desde una mujer presa del miedo y rota por una pérdida hasta una heroína que se enfrenta a lo sobrenatural.

Todo el resto sigue la fórmula mostrada ya por James Wan en las otras dos cinbtas, aunque por algún motivo que desconozco se han reducido en parte las extravagancias formales de las que la primera película hacia gala, y de hecho es sólo en el tramo final cuando se da rienda suelta a ese mundo paralelo y oscuro en el que Elise lucha contra su enemigo, esa especie de Hades cinematográfico que se convirtió en lo más reconocible de la saga y que nuevamente proporciona los mejores sustos de la película y un ambiente de absoluta vulnerabilidad y peligro como pocas películas logran hacer. Es verdad que es ya la tercera vez que visitamos este mundo y por lo tanto no hay sorpresas, pero la cinta sabe dosificar sus sustos y mantiene los trucos baratos al mínimo, algo muy de agradecer.

Lo único que quizás me molestó un poco aparte de la escasa originalidad es el hecho de que en esta ocasión no se ahonda mucho en el trasfondo de ese "enemigo" al que se enfrenta Elise; no sabemos nunca quien es ni cuáles son sus motivaciones, cuando en las dos películas anteriores este era un tema al que se le daba metraje y proporcionaba una capa más de horror a todo el asunto. Eso y una resolución final un tanto acomodaticia y muy en la onda de un Deus Ex Machina, le roban un poco de valoración. Pero en el fondo me ha parecido bastante decente y aquellos a quienes les hayan gustado las dos anteriores la disfrutarán. Está claro que se trata de una precuela alimenticia hecha únicamente para seguir explotando un éxito inesperado, pero en ese sentido se han visto casos mucho peores que este, así que podéis ir tranquilos.

viernes, julio 24, 2015

10 de hace 10: Los renegados del diablo (2005)

Nota explicativa: "10 de hace 10" es el nombre de una nueva sección en la que re-visitamos diez películas estrenadas hace diez años, en la esperanza de ver qué tan bien (o mal) han envejecido. La idea es que consigamos publicar estas diez entradas durante el 2015, año del décimo aniversario de "Horas de oscuridad". La inspiración para este invento la tenéis aquí.

Para esta segunda entrega de las revisiones de nuestro décimo aniversario he decidido incluir Los renegados del diablo (2005), segunda película de Rob Zombie y aquella que lo confirmó como una de las más prometedoras voces del cine de horror en los primeros años del nuevo siglo. De hecho, esta secuela de La casa de los 1000 cadáveres (2003), si bien no fue un gran éxito comercial y generó opiniones encontradas en la crítica mainstream de su momento, causó una gran sensación entre los seguidores del género de terror y apareció en varias listas de lo mejor de ese año y en lo mejor incluso de la década, listas en las que por supuesto incluimos la nuestra. Tanto es así, que el resto de la filmografía de Rob Zombie, tanto en su vertiente más comercial como en sus proyectos más arriesgados, no ha podido escapar de las inevitables comparaciones con este trabajo, todavía considerado por muchos como uno de sus mejores. Pero, ¿es realmente así? Diez años después ha llegado el momento de revisitarla para ver qué tal ha envejecido y cuál ha sido su legado.

Como ya mencionaba arriba, Los renegados del diablo es una pseudo-secuela de La casa de los 1000 cadáveres. Digo pseudo-secuela porque a pesar de que existe una continuidad narrativa y que definitivamente hay que haber visto la primera película para al menos tener claro en qué posición comienza el argumento, los cierto es que son dos cintas muy diferentes que se parecen en muy poco. Esto fue algo que Zombie tenía muy claro desde el principio, y puso por lo visto todo su esfuerzo en hacer que esta segunda entrega tuviese un ritmo, una estética y unos referentes alejados de los de su primer largometraje. La primera película, como ya sabemos, tiene una estética y un tono en sus actores y en su escenografía completamente extravagante y exagerado, tanto que por momentos parecía que estábamos viendo un cartoon de terror completamente lleno de artificios en los que sin embargo se colaba un sadismo similar al de La matanza de Texas (1974), innegable fuente de inspiración de esta historia acerca de una familia de asesinos ocultos en la América rural de principios de los setenta.

La segunda parte abandona por completo esa idea y acomete la nada fácil misión de ofrecer una película en la que el norte a seguir no parece ser ya el cine de terror setentero sino el western, si bien no se puede negar que en gran medida Zombie construye el argumento como un homenaje a La matanza de Texas 2 (1986), a la que sin duda se parece mucho y en la que encontramos un número considerable de paralelismos en su trama de venganza de un enloquecido sheriff contra los asesinos de su hermano. Tal como sucedía en aquella película, el personaje de William Forsythe comienza como un justiciero pero termina convirtiéndose en un ser tan desquiciado como los monstruos a los que persigue, y Zombie termina de dar la vuelta a este concepto poniendo esta vez el foco de atención en los integrantes de la terrible familia Firefly, quienes pasan a ser una especie de antihéroes que si bien continúan con su serie de asesinatos aleatorios, demuestran también una innegable humanidad que hace que el público termine identificándose con ellos. Esto último es el verdadero gran mérito de la película y aquello que la emparenta con un western trágico al estilo de Grupo Salvaje (1969), así que en ese sentido el objetivo de Rob Zombie se cumple a la perfección.

Pero este fin se cumple en muchas ocasiones a costa de una coherencia interna tanto de la película como de la saga a la que pertenece; no exagero si digo que algunos personajes, principalmente la Baby Firefly de Sheri Moon, parecen aquí personas completamente distintas sin ninguna continuidad con su trabajo en la película anterior, algo que también sucede en menor medida con el Otis de Bill Moseley, mucho más calmado y taciturno que en su demencial encarnación de La casa de los 1000 cadáveres. Sin embargo esto es una queja sólo a medias, ya que el elenco sigue siendo no sólo lo mejor de la película en sí sino también de lo más impresionante que he visto en muchos años en el cine de terror. De hecho, es bien sabido que en su momento los fans de esta película hicieron una petición a la Academia para que nominaran a Moseley al Oscar por su actuación en esta secuela, algo que honestamente no me puedo imaginar como un evento posible.

El resto se sostiene muy bien a pesar de algunos elementos específicos que dejé pasar entonces y que hoy en día me chirrían un poco: la estética granulosa y falsamente setentera choca con el ocasional uso de una sangre CGI que se ve terriblemente falsa y que resta poder incluso al (por otro lado) excelente final, y todavía se nota que Zombie presta más atención a sus fetiches estilísticos que al argumento. Esto último forma una parte muy importante de su legado ya que el director insistiría en sus preferencias formales en dos cintas futuras que (para mí al menos) representan lo mejor de su carrera: Halloween 2 (2009) y The Lords of Salem (2012), las cuales explotarían mucho más su imaginario de terror surrealista, que curiosamente tiene en esta película de la que hablamos hoy su ejemplo menos elaborado.

Por todos estos motivos me temo que debo soltar algo con lo que quizás muchos de los que leéis este blog no estaréis de acuerdo, y es que Los renegados del diablo es una cinta que no ha envejecido tan bien como el resto de la obra de Rob Zombie. Con diez años de por medio, considero que gran parte de su éxito tuvo que ver con el hecho de que se estrenó en el momento ideal, cuando a mediados de la década pasada presenciábamos un renacer del horror físico y "realista" que glorificaba el gore, la tortura y el sufrimiento corporal como los principales elementos de un cine de terror que hoy en día ya no parece ser la norma. En ese sentido, y aunque en muchos aspectos es una obra mucho más amateur, considero más arriesgada una propuesta como La casa de los 1000 cadáveres, la cual también vi recientemente sin este sentimiento de ligera decepción con el que me he encontrado esta vez. Sigue siendo una excelente película, sin duda alguna está entre las principales de ese horror físico al que nos referíamos, y artísticamente es todo un triunfo considerando que terminó siendo algo diametralmente opuesto a lo que el público esperaba, pero el tiempo ha terminado por matizar mi opinión inicial e incluso el propio Rob Zombie parece haber evolucionado en su propio estilo hacia trabajos mucho más interesantes que están, sin embargo, más cercanos en espíritu al terror de feria de su ópera prima que al western de esta continuación.