miércoles, febrero 28, 2018

Reseña: Stonehearst Asylum (2014)

Brad Anderson, quien fuera uno de los más prometedores cineastas de terror de la década de los dosmil, y que en esta década parece haber sido relegado al mundo de la televisión, es el director de esta curiosa película que terminé viendo sin saber nada de ella de antemano. La presencia de Anderson fue toda una sorpresa ya que es un trabajo muy distinto de aquellos por los que le conocí originalmente, sin nada de la cuidada atmósfera y particular estética que en su momento llegué a asociar con el director de Session 9 (2001) o El maquinista (2004). Con Stonehearst Asylum (2014), por el contrario, Anderson se apunta a algo mucho más convencional en cuanto a forma, pero que a pesar de su apariencia de telefilme de sobremesa contiene una historia interesante y más de un detalle rescatable que hizo que me metiera en ella de lleno. 

Basada (muy libremente) en un relato humorístico de Edgar Allan Poe, Stonehearst Asylum va sobre un joven médico a finales del siglo XIX que viaja a un apartado sanatorio para enfermos mentales en medio de las montañas para iniciarse en la profesión, y termina descubriendo que algo no está bien en la poco convencional estructura de autoridad que ha levantado su nuevo jefe. Hay que decir que el misterio en cuanto a lo que ocurre en el sanatorio y las verdaderas intenciones del siniestro doctor Lamb son algo que se revela en la primera media hora de metraje, lo cual es una buena señal ya que se ve venir de muy lejos y resulta tremendamente obvio casi desde el principio a medida que el protagonista va conociendo al personal de la institución. De hecho, es sólo cuando este secreto es revelado cuando realmente comienza la película y surgen los verdaderos retos para el personaje principal. Tengo que reconocer que sentí un gran alivio cuando me di cuenta de que la historia no iba sobre ese misterio ya que una vez que la trama lo deja atrás es cuando comienza a tejerse un argumento mucho más atractivo en el que el manicomio se convierte de repente en una prisión digna de un relato gótico del que no parece haber escapatoria posible.

Otra cosa interesante de esta película es que a pesar de tener un acabado tan sencillo y en apariencia tan inofensivo, su elenco está lleno de actores conocidos, entre los que se cuentan Ben Kingsley, Michael Caine, Brendan Gleeson, y sobre todo una bellísima Kate Beckinsale que ilumina cada escena en la que aparece y que encarna a la perfecta heroína de Poe aunque su personaje por desgracia no da mucho juego. Todavía no me explico cómo se las arregló esta (a todas luces) menor producción para contar con un elenco de tal envergadura, pero lo cierto es que funciona porque sin el gran trabajo de estos actores probablemente la cinta no habría alcanzado la calidad que tiene. Sobre todo Ben Kingsley está fantástico y el suyo es de lejos el mejor personaje, muy por encima del algo aburrido protagonista. Todo esto revela también lo engañoso del material publicitario de la película que resaltaba de forma fraudulenta la presencia de Kate Beckinsale como su mayor reclamo, ya que su personaje es secundario muy a pesar de que aparece como figura central en el cartel y que la película lleva el nombre de su personaje, Eliza Graves, como título en su versión americana. 

Pero a pesar de todo esto, pese a su inofensivo estilo, su poco ambiciosa cinematografía y el hecho de que todos los giros argumentales que da (incluyendo el del final) son tremendamente predecibles, lo cierto es que Stonehearst Asylum tiene un argumento interesante que se pasa volando a pesar de su duración. En serio, no recordaba cuando fue la última vez que vi una de estas producciones de época de una sola sentada y completamente inmerso en la trama. No busquéis nada, eso sí, del estilo de Brad Anderson, quien me temo continuará relegado al mundo televisivo, pero sin duda alguna esta me ha parecido una pelicula que merecía algo más que la indiferencia que cosechó, tanto ante la crítica como ante el público, en el momento de su estreno. Echadle un vistazo.

lunes, febrero 26, 2018

Reseña: The Eyes of My Mother (2016)

Una niña que vive con sus padres en una cabaña aislada en medio del campo es testigo un día de cómo su madre es brutalmente asesinada por un psicópata anónimo, lo cual tiene un siniestro efecto en ella que se irá agravando en su juventud. Este más o menos es el punto de partida de The Eyes of My Mother (2016), una curiosa película de terror independiente que recuerdo fue muy sonada en festivales hace un par de años, aunque su recepción pasó más o menos desapercibida ante mis ojos hasta que comencé a verla nombrada en muchos sitios como una de las mejores del año en que se estrenó. Si para ese momento no la hubiese visto probablemente me habría dejado llevar por el hype tejido alrededor de ella, y por fortuna no fue así: a pesar de ser un thriller interesante, nunca terminé de verle ese atractivo que llamó tanto la atención, por varios motivos. 

Mi principal conflicto con esta película siempre fue el hecho de que a pesar de sus grandes aciertos a nivel estético, su empaquetado indie no hacía sino evidenciar (para mí al menos) el hecho de que en el fondo su desarrollo no se aleja mucho de una historia que ha sido mil veces contada en el torture-porn de principios de los dos mil de forma más efectista y sin ese entusiasmo que despertó en gran parte de la crítica. En este sentido hay que reconocer que es una película cruel llena de imágenes muy desagradables que contrastan no sólo con la fría y parca caracterización de su personaje protagonista (interpretada por una muy interesante Kika Magalhães, a quien espero ver pronto en otros trabajos) sino también por una fotografía en blanco y negro que suaviza en gran medida la violencia y que al mismo tiempo parece darle un acabado más de autor a todo el conjunto, alejándola de las truculencias que solemos ver en el cine de terror comercial.

Es precisamente esta decisión estética la que a mi juicio parece haber influido en gran parte de la percepción del público; la muy entusiasta opinión crítica alrededor de esta película me recordó mucho a la también muy apreciada The Girl Who Walks Alone At Night (2014), no sólo por su preciosa fotografía bicromática, sino porque al igual que aquella película (falsamente) iraní, esta se apropia de códigos y temas del cine de terror y los disfraza bajo una fachada superficial de cine "serio" como si intentara darle una legitimidad ante la crítica más sesuda que nadie le ha pedido. 

En todo caso, se trata a pesar todo de una película muy eficiente con pasajes realmente perturbadores pero cuya estética parece ser lo único que la diferencia de otros trabajos menos ambiciosos. Creo que eso al final puede haber afectado de forma negativa mi apreciación final, pero de todas maneras considero que merece ser vista aunque sea como complemento/respuesta a ese subgénero de torturas que pareció dominar el cine de terror mainstream durante casi una década. Honestamente no le veo mucho interés más allá de eso y dudo mucho que la recordemos de aquí a unos años. Me gustó, aunque con reservas. 

viernes, febrero 23, 2018

Reseña: Verónica (2017)

Emergiendo después de sus trabajos con Jaume Balagueró, y con su primer largometraje en solitario fuera de la saga de REC (2007) en una década, Paco Plaza vuelve con Verónica (2017), una cinta de terror sobrenatural basada en el famoso caso "real" ocurrido en el barrio madrileño de Vallecas a principios de los noventa. Esta cinta sonó mucho en el momento de su estreno y si no pude verla en aquella ocasión fue, para variar, por motivos geográficos. Finalmente he podido acercarme a ella y comprobar de primera mano que se trata de una muy sólida y eficiente película de terror con la que Plaza se marca no sólo su mejor obra en solitario hasta la fecha sino también la que probablemente sea una de las cintas de miedo más sólidas del panorama mainstream español en mucho tiempo, una historia muy sencilla que aunque bebe de numerosas fuentes tanto foráneas como dentro de la propia obra de Plaza, es altamente recomendable para todos los que se acercan regularmente por aquí.

Una cosa que siento que tengo que decir de entrada es que el cartel con que la han anunciado no le hace justicia ya que parece presagiar una historia de posesiones diabólicas de toda la vida cuando la película es algo completamente distinto: en la cinta Verónica es una chica de quince años que tras una muy torpe e imprudente sesión de Ouija con sus amigas comienza a ser acosada por un ente maligno que se obsesiona con ella y sus tres hermanos pequeños. Por mi parte yo no conocía el supuesto caso real en el que se basa así que el argumento me pilló más o menos de sorpresa, y puesto que de todas formas los nombres están cambiados es probable que incluso aquellos que lo conozcan superficialmente puedan llevarse un par de sorpresas. Es precisamente el gancho de "basado en hechos reales" lo que hasta cierto punto representa una de las principales fortalezas de la película ya que su ambientación de barrio de clase obrera es magnífica y de lejos una de las principales marcas de identidad de la película, sobre todo en lo que se refiere al clima familiar de Verónica, su madre ausente y la tremenda carga de responsabilidad que son sus hermanos, algo que hace aún más creíble a su personaje y su decisión de enfrentarse valientemente a la amenaza sobrenatural que los está poniendo en peligro.

Toda la película está narrada desde el punto de vista de la chica, lo cual funciona principalmente gracias a un muy buen elenco, sobre todo el de los niños, algo muy poco habitual en este tipo de cine. La perspectiva infantil/juvenil se nota mucho en ciertos momentos y la emparenta con otra muy buena película de Plaza como es Cuento de Navidad (2006), con la que comparte además el empleo de elementos pop para destacar su ambientación de época (en Cuento de Navidad era el cine fantástico de los ochenta y aquí es la presencia constante de Héroes del silencio en la banda sonora). Al ser una película de terror comercial de nuestra época es muy evidente la huella que ha dejado el trabajo de directores como James Wan, aunque no es la única referencia ya que parte de la ambientación y la forma como está presentada la película y su énfasis en el realismo traen también a colación otros éxitos del cine de terror hispano como el propio REC, cuya huella se siente en los oscuros pasillos de ese edificio viejo convertido en escenario de terror.

Oscura y tensa por momentos, pero dotada de momentos de humor y con una protagonista grandiosa por su fuerza y determinación, Verónica ha sido todo un descubrimiento para mí, con todo y sus fallos producto más bien de los clichés normalmente asociados a este tipo de cine de terror con fantasmas y demonios de por medio. A pesar de todo es una gran película de miedo, y un regreso por todo lo alto para Paco Plaza, de quien espero muchas cosas más en el futuro. Muy buena.

miércoles, febrero 21, 2018

Reseña: Unfriended (2014)

Uno de los prejuicios más antiguos que he evidenciado en los años que llevo escribiendo en este blog ha sido mi rechazo general a la estética de metraje hallado o falso documental. En el pasado ya hemos soltado el argumento de que si bien es cierto que existen trabajos ingeniosos que han echado mano de este estilo convertido ya en subgénero propio, en la mayoría de los casos se trata sólo de una estrategia económica que permite a la película abandonar aspectos técnicos que una cinta convencional no puede permitirse dejar de lado. A pesar de eso, es algo que reconozco como una limitación propia y busco encontrar trabajos que me convenzan de lo contrario, ya que en ocasiones surgen muestras de este tipo de estética que me parecen más interesantes de lo que normalmente se suele ver. Tal es el caso, para mí al menos, de Unfriended (2014).

Metraje hallado o falso documental no es exactamente lo que tenemos aquí ya que la película apunta a su estética „realista“ mediante otro tipo de truco: a través de casi 90 minutos mostrados en "tiempo real", presenciamos a un grupo de amigos de instituto acosados por el fantasma de una antigua compañera que los ataca en medio de una sesión de Skype de la que no pueden salir en ningún momento. El gimmick reside en que la cinta está narrada por completo desde la perspectiva de la pantalla del ordenador de la protagonista, que va pasando de ventana en ventana a medida que la historia se va desarrollando frente a nuestros ojos sin aparentes cortes y con cierta simultaneidad que nos obliga a prestar atención a eventos que van ocurriendo en paralelo frente a nuestros ojos, detalle que por sí solo requiere de una inmersión total en la historia que, por increíble que parezca, se produce desde el principio ya que ni siquiera hay títulos de crédito iniciales.

Tanto la perspectiva permanente de la pantalla como el empleo de las redes sociales como método de narración no son cosas nuevas: recuerdo un cortometraje argentino de terror llamado Alexia (2013) que tenía la misma premisa, además de la película de Nacho Vigalondo Open Windows (2014), casualmente del mismo año y que contenía una perspectiva similar aunque en tono sci-fi y mucho menos realista. Pero lo interesante de Unfriended no es su originalidad sino lo bien ejecutada que está su premisa y la atención que han prestado a detalles que por lo general son ignorados en una idea como esta. Una de las cosas que más me sorprendió, por ejemplo, es que sus responsables hayan usado las auténticas interfaces de aplicaciones como Skype, Facebook, Youtube, etc. en vez de crear sus propios sustitutos ficticios de esos programas y plataformas. Este detalle, que puede parecer una tontería, funciona porque le otorga a la película cierto margen de realismo que contrasta con el ángulo sobrenatural, aunque lo más pavoroso del argumento no es el fantasma como tal sino la posibilidad de que alguien conozca nuestros secretos y los comparta en línea, ese espacio donde es fácil perder el control de aquello que decidimos mantener como privado. 

Por supuesto, no estamos hablando aquí de una gran película de terror ni nada por el estilo: con sus sustos baratos, sus burda manipulación del espectador basada en trucos de montaje, su final absurdo y algunos momentos risibles como la secuencia de Chat Roulette (bastante desfasada además, porque no sé hasta que punto siga siendo esa una plataforma popular), esta sigue siendo una cinta de miedo de usar y tirar. Sigo defendiendo, sin embargo, lo ingeniosa que puede llegar a ser y lo interesante de una premisa que se disfruta mejor a una menor escala. Esto último que digo es algo literal: debido a su formato y estética, Unfriended es una película que nunca debió haberse estrenado en un cine y que se disfruta mucho más si ve en casa en la pantalla de un portátil, y en ese sentido sí que me parece única y un ejemplo del cine de terror adaptado a las nuevas tecnologías y a la vez sobreponiéndose a sus limitaciones técnicas. No tardaréis en olvidarla, pero tiene cosas que me han impresionado y eso no es poco.

lunes, febrero 19, 2018

Reseña: The Cloverfield Paradox (2018)

Entre su inesperado estreno y la lluvia de malas críticas, lo cierto es que The Cloverfield Paradox (2018) se ha convertido en una de las películas más comentadas de los tiempos recientes, aunque al igual que como ocurre con la mayoría de las producciones de J.J. Abrams, al final ha terminado siendo más interesante la historia detrás de su producción y sus poco convencionales recursos de marketing que la película en sí. Lo cierto es que, heredera de Cloverfield (2008) o no, se trata de una cinta de horror espacial muy olvidable y llena de problemas, pero que viene al cuento a la hora de hablar de cómo se consume el cine hoy en día, y si realmente el nuevo formato de las plataformas de streaming sustituirá a las salas o no. 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que tal como ocurrió con 10 Cloverfield Lane (2016), esta es una cinta que comenzó como algo completamente independiente y que sólo después fue convertida en parte del "universo Cloverfield". Se trata en este caso de una historia de sci-fi futurista con el mundo al borde de una nueva guerra mundial y en medio de una grave crisis energética, que causa que un equipo de científicos intenten activar un acelerador de partículas en medio de una estación espacial. Los detalles científicos de la historia son un poco nebulosos pero no importan realmente, ya que lo esencial es que una vez que la prueba con el acelerador se lleva a cabo, la reacción abre una anomalía espacio-temporal que causa que un montón de cosas raras comiencen a pasar, una locura que mezcla universos paralelos, fenómenos inexplicables y básicamente cualquier cosa que cause que los personajes estén en peligro y cualquiera de ellos pueda palmarla mientras intentan revertir los efectos de aquello que han ocasionado.

Es en toda esta parte de terror cuando The Cloverfield Paradox deja ver sus influencias más evidentes, buscando construir una historia de horror espacial sin alienígenas e introduciendo en su lugar un argumento de paranoias y fenómenos inexplicables en medio del vacío del espacio exterior. Nunca lo consigue realmente, y la arbitrariedad de todo lo que ocurre (jncluyendo la muy hilarante coña del brazo de uno de los personajes) la pone muy por debajo de otras cintas similares que consiguieron resultados mucho mejores como Event Horizon (1997), Supernova (2000) o Pandorum (2009). Esta por el contrario parece ir dando tumbos a través de su muy frágil argumento, y el hecho de que en ningún momento parece haber cierta coherencia con lo que ocurre ciertamente no ayuda a interesarnos por una tripulación que parece tan perdida como el propio público. 

Aunque quizás lo más vergonzoso de esta película sea su forzadísima e inexplicable inclusión dentro de la saga de Cloverfield, que incluye desde escenas adicionales rodadas únicamente con este fin (toda la línea argumental del esposo de la protagonista en la Tierra no va a ningún lado) y el empleo de un susto final a lo grande que aunque inesperado fue para mí lo que me faltaba para tirarlo todo abajo. Si bien es cierto que con 10 Cloverfield Lane pasaba más o menos lo mismo en cuanto a su gratuita inclusión en una saga con la que no tiene muchas semejanzas, al menos en ese caso estábamos de un excelente thriller que se vio opacado sólo por una ridícula secuencia final. Aquí en cambio estamos ante un muy inferior trabajo que probablemente habría pasado por debajo de todos los radares de no haber sido por las circunstancias de su estreno, que ha sido sin duda alguna lo más comentado y que ha incluso acuñado el término "directo a Netflix" como algo peyorativo, término que veremos usar de ahora en adelante por pseudo-críticos de cine como el que escribe estas líneas.

viernes, febrero 16, 2018

Reseña: La piel fría (2017)

En donde vivo sólo he podido verla en un festival, pero si vivís en España muy probablemente hayáis tenido ya la oportunidad de echar un vistazo a La piel fría (2017), una co-producción española rodada en inglés, dirigida por el francés Xavier Gens y basada en la famosa novela de Alberto Sánchez-Piñol, y un proyecto además que venía gestándose desde hace mucho tiempo y que finalmente se ha hecho realidad obteniendo unos resultados un tanto más modestos de lo que originalmente prometía. Por mi parte puedo decir sólo que leí la novela hace mucho tiempo por lo que hay muchas cosas de ella que no recuerdo, pero sí tengo claro que la sensación que me dejó aquel libro fue muy distinta y que la mayoría de sus elementos más interesantes han sido suavizados o directamente eliminados en esta adaptación que intenta ser una película de monstruos mucho más de andar por casa, combinando algunos momentos muy buenos con secuencias de serie Z más típicas de otros trabajos menos ambiciosos.

Si no conocéis la novela os adelanto que el argumento es muy sencillo y minimalista, con apenas dos hombres que vigilan un faro en una isla desierta y que deben hacer frente cada noche a hordas de monstruos mitad humano mitad reptil dispuestos a devorarles por la osadía de invadir su territorio. En lo que sin duda es uno de los mayores aciertos del guión, la película mantiene la ambientación de época de la novela, lo cual no sólo hace más creíble el argumento sino que al mismo tiempo le dota de cierto tinte lovecraftiano muy en concordancia con las influencias de la propia novela, en un escenario que por momentos parece situar a sus protagonistas en el fin del mundo. 

Donde la película falla para mí es precisamente en sus aspiraciones comerciales que han terminado por eliminar casi por completo el subtexto de malsano erotismo inter-especie y la tensión sexual existente entre el protagonista y una criatura anfibia hembra (interpretada aquí por una magistral Aura Garrido absolutamente irreconocible bajo todo el maquillaje de monstruo). Este lado erótico era probablemente la parte más interesante de la novela y ha sido completamente dejada de lado en beneficio de la lucha entre los dos personajes humanos y las criaturas, que pasa a un primer plano y que convierte la cinta en una película de monstruos un tanto casposa en ocasiones y sobre todo muy repetitiva. Ha sido una lástima porque siento que en gran medida ha desaprovechado el potencial no sólo de la novela sino también de un director como Xavier Gens, quien había demostrado ya su valía con películas como las muy superiores Frontière(s) (2007) y The Divide (2011). 

Con todo esto no quisiera daros la impresión de que no me ha gustado La piel fría porque no es así. Pero sí es cierto que es una pena que estemos hablando de una serie B eficiente cuando el material en el que se basa daba para mucho más, sobre todo porque al centrarse tanto en el aspecto de cine de monstruos han abandonado gran parte de los ángulos existenciales de su argumento y que hacían más comprensible, por otro lado, un final de carácter cíclico que aquí se vuelve un tanto inexplicable y caprichoso. A pesar de todo, la he disfrutado, pero no creo que vuelva a verla en mucho tiempo.

miércoles, febrero 14, 2018

Reseña: The Ritual (2017)

Uno de los primeros estrenos importantes que estaba esperando fue precisamente The Ritual (2017), lanzada a nivel mundial a través de Netflix tras su paso por algunos festivales el año pasado. El motivo de mi entusiasmo tenía que ver sin embargo con su director, David Bruckner, quien acomete por primera vez un largometraje en solitario tras haber dejado huella en cintas corales como The Signal (2007), V/H/S (2012) y Southbound (2015), siendo el suyo el mejor trabajo de cada una de estas películas. En esta ocasión, Bruckner se atreve con la adaptación de una famosa novela de terror de Adam Nevill ambientada en los bosques nórdicos donde un grupo de amigos  británicos se pierden y terminan siendo perseguidos por una presencia misteriosa entre los árboles. 

Tras verla me doy cuenta de que gran parte de mis expectativas se han cumplido, y la dirección de Bruckner es quizás lo más destacable de una película que consigue una ambientación brillante gracias a la belleza opresiva de ese paisaje enorme, frío y silencioso en el que los personajes se mueven, algo sin duda alguna mucho más interesante que el poco desarrollado drama humano que se esconde tras el complejo de culpa del protagonista. Digo poco desarrollado porque, afortunadamente, la película no trata sobre eso: al igual que como ocurría en The Descent (2005) (con la cual tiene más de un punto en común en cuanto a estilo y estructura) la tragedia personal del prota queda relegada a un segundo plano una vez que comienza el horror, uno en este caso tremendamente sutil (al menos al principio) y que consigue momentos en verdad escalofriantes una vez que nos vamos adentrando en el misterio del bosque y sus huellas de brujería, paganismo y marcada otredad que van haciendo mella en los personajes poco a poco.

Todo este desarrollo lento y ambiguo es sin duda lo más interesante, ya que cerca del final, cuando se revela más acerca de la amenaza a la que los protagonistas se enfrentan, la película abandona gran parte de ese misterio que tanto atractivo tenía para pasar a mostrar y explicar demasiado, y aunque todavía consigue imágenes poderosas a nivel visual, pierde gran parte del mal rollo que había logrado anteriormente para convertirse en una cinta de terror mucho más normal y digerible de lo que cabría esperarse. Este tramo final ha sido precisamente lo más criticado de la cinta, y debo decir que dichas críticas son en gran parte acertadas, aunque en mi opinión no terminan de dañar del todo la experiencia.

Lo cierto es que a pesar de este ligero traspié de su desenlace, The Ritual es una película muy interesante que demuestra que a David Bruckner hay que continuar siguiéndole la pista. Es un trabajo que juega con tus expectivas, ya que comienza como un thriller psicológico/sobrenatural para irse adentrando en el terreno de lo fantástico y el horror cósmico de una forma un tanto abrupta y demasiado explícita, pero está entre lo mejor que podemos ver ahora mismo, y el hecho de haberse saltado su distribución en cines ha ayudado a que tenga una mayor difusión. Recomendable.

lunes, febrero 12, 2018

Reseña: Jessabelle (2014)

Al igual que hizo en su momento The Skeleton Key (2005), Jessabelle (2014), la primera película de terror de Kevin Greutert una vez que dejó de dirigir secuelas de Saw, intenta hilar una historia de terror ambientada en los pantanos del sur de los Estados Unidos, además de aprovechar para meterse de cabeza en temas como la magia afrocaribeña y una historia de fantasmas con fuertes resonancias de carácter racial. La comparación con la película del 2005 es muy pertinente porque lo cierto es que las dos se parecen mucho, no sólo en los temas sino también en algunas salidas argumentales. Por desgracia también se parecen en el hecho de que no llegan a explorar nunca su potencial y caen presa de los mismos clichés a los que parece estar atado la mayor parte del horror comercial de nuestra década, especialmente aquel producido por Blumhouse, la mayor factoría de sustos del Hollywood de nuestros tiempos.

Pero si hay una cosa que la redime en gran medida es que Jessabelle parece ser un tanto más ambiciosa a nivel artístico; todo el principio, cuando la chica protagonista va descubriendo el terrible secreto que se esconde en la casa de su niñez, está rodado con un poco habitual estilo tratándose de una película de esta envergadura: el personaje de Jessie pasa la mayor parte del tiempo sola, y lejos de querer distraer al público, Greutert parece seriamente comprometido a crear una atmósfera de verdad y de forma tremendamente sutil. Durante toda la primera mitad me sorprendió ver escenas largas, con muchos silencios y una notable ausencia de música que daban a todo el conjunto una aparencia un tanto indie alejada de lo que podríamos esperar de una producción de este tipo. Las apariciones del fantasma que asola a la chica también están rodadas de manera ingeniosa y genuinamente perturbadora, especialmente una escena en una bañera que resulta, sin lugar a dudas, el Gran Momento de la película en cuanto a sustos.

Todo esto logra distraerte como espectador hasta el punto de que no te das cuenta de que la historia en sí misma es algo que hemos visto muchas veces antes: una protagonista bella y vulnerable (debido a un accidente, Jessie se pasa toda la cinta en una silla de ruedas) devastada física y emocionalmente por una pérdida que se encuentra con una amenaza sobrenatural vinculada a un secreto de su familia. De hecho es sólo el tema del vudú y el subtexto racial (muy sutil, para variar, pero presente) lo que la distingue un poco del montón de cine de terror de saldo que solemos tragarnos. Por desgracia, las aspiraciones comerciales de la cinta terminan ganando terreno, y una vez que Jessie y el prota masculino comienzan su muy predecible investigación la película toma una apariencia mucho más convencional que se olvida de los grandes aciertos estéticos de la primera mitad, por lo que estoy seguro de que aquí hubo intervención fuerte por parte del estudio.

Es todo ese tramo final, incluyendo el ya muy visto nihilismo de su desenlace, lo que terminó de hundir Jessabelle para mí. Personalmente me gustan las películas de terror con reglas claras en las que los personajes no estén constantemente perdidos y al menos sepan a aquello a lo que se están enfrentando antes de que sea demasiado tarde. Aquí hay decisiones muy extrañas por parte del comportamiento de los personajes, y aunque todo el aspecto cultural sureño/afrocaribe es sin duda alguna algo interesante, al final termina siendo un meri accesorio para un producto que hemos visto ya repetido hasta el cansancio. Curiosa, sin duda alguna, sobre todo viniendo de un director con trabajos tan distintos, pero poco más.

viernes, febrero 09, 2018

Reseña: The Endless (2017)

Justin Benson y Aaron Moorhead, los mismos que nos trajeron la recomendadísima Spring (2014), vuelven esta vez con una película completamente distinta pero que también está llamada a ser probablemente una de las más interesantes que he visto este año, en esta ocasión adentrándose en los terrenos del horror cósmico y un toque sci-fi que me quedó dando vueltas en la cabeza mucho tiempo y me ha hecho querer verla de nuevo. The Endless (2017) es también otra mirada a un tema que me llama mucho la atención que es de las sectas modernas y el poder a veces alienante que trae el sentirse parte de una comunidad, aunque en el fonto esto no es sino el punto de entrada de una historia que va por otro lado y depara más de una sorpresa.

Sus protagonistas son dos hermanos que lograron escapar de una secta a la que pertenecieron y a la que dedicaron gran parte de sus vidas. Años después, agobiado por las dificultades económicas y profundamente desilusionado por su poca satisfactoria vida "normal", el menor de los dos hermanos convence al otro de visitar a sus antiguos compañeros en aquel sitio que dejaron atrás, con la esperanza quizás de cerrar del todo aquel capítulo de sus vidas. Por supuesto, la visita al refugio "Campo Arcadia"que el culto mantiene en medio del desierto termina siendo una muy mala idea y a pesar de que todo parece ser una comunidad idílica al principio, está claro que algo muy extraño está sucediando en el grupo. 

Decir más sería adentrarnos demasiado en el argumento, y este está tan dosificado que gran parte de la gracia es irlo descubriendo uno mismo. La trama guarda ciertas similitudes con otra película Benson y Moorhead, Resolution (2012), que fue la que les dio a conocer en el circuito de festivales y con la que incluso comparten algunos personajes, pero no es necesario visto aquella para entender esta. Lo que sí es necesario aceptar de entrada es que se trata de una película muy cerebral que en su tramo final juega no sólo con los arquetipos de terror lovecraftiano sino también con ciertos conceptos un tanto enrevesados para una historia de terror y que pueden llegar a hacer de sus giros narrativos algo un tanto confuso. Pero funciona, y al igual que ocurría en Spring, hay una necesidad aparente por parte de sus directores de abordar un discurso vital que parece ir por encima del terror, aunque sin duda alguna se trata de una película ambiciosa que explota sus conceptos metafísicos a lo grande y de forma muy ingeniosa a pesar de sus modestos recursos.

De verdad no puedo expresar mejor lo mucho que he disfrutado The Endless, y lo reconfortante que es ver que Benson y Moorhead continuan haciendo un cine de terror diferente y que no tiene temor de explorar sus ideas. Es también una película que, como decía más arriba, invita a ser revisada más de una vez. Si tenéis la oportunidad de verla en un pase comercial, no la dejéis pasar por ningún motivo.

miércoles, febrero 07, 2018

Reseña: Jigsaw (2017)

A pesar de que no lo hubiese anticipado por mi reacción inicial, lo cierto es que termine esperando con muchas ganas este tardío regreso de Saw a las carteleras, teniendo siempre en cuenta por supuesto el hecho de que mis expectativas estaban muy bajas. Lo esperaba entre otras cosas porque el estreno de Jigsaw (2017), octava parte de la saga y la única sin un numeral romano que evidencie su condición de secuela, es una película que dudo mucho alguien haya estado pidiendo realmente, pero en nuestra época tan dispuesta a revivir el pasado nostálgico así sea a corto plazo, el regreso de la franquicia que más marcó el terror mainstream durante la década de los dosmil era algo en cierta forma inevitable. 

Lo cierto también es que el experimento no me ha dejado del todo insatisfecho. A pesar de todos sus problemas, de los innegables prejuicios que sentía de entrada y pese a no ser una gran película ni mucho menos, Jigsaw (o Saw 8, como la queráis llamar) sigue siendo al menos más interesante que la atroz última entrega de la saga original, la cual recordemos parecía hecha casi por compromiso y sin nada del ímpetu y creatividad de las primeras entregas. Con todo, esos siete años no han pasado en balde, y esta octava encarnación de los crímenes de Jigsaw rompe en gran medida su continuidad con las entregas anteriores al centrarse esta vez en nuevos personajes, un nuevo grupo de policías y forenses que descubren, varios años después de la muerte de John Kramer y sus aprendices, que alguien parece estar copiando los crímenes de Jigsaw y proponiendo un nuevo juego lleno de trampas y conspiraciones en el que los protagonistas se verán metidos hasta el cuello.

Llegados a este punto está claro qué es lo que podemos esperar de la película, sobre todo teniendo en cuenta que sus secuelas anteriores fueron poniéndose cada vez más absurdas desde que sus creadores James Wan y Leigh Wahnnell abandonaron el barco después de la tercera entrega. Lo que quiero decir es que dudo mucho que alguien se haya acercado a Jigsaw esperando una historia interesante o unas complejas actuaciones. Por el contrario, la verdadera atracción de esta nueva aventura de Saw está en sus aspectos más superficiales: cuáles serán las nuevas trampas, cómo serán los ya habituales finales sorpresas y piruetas narrativas del desenlace, y sobre todo cómo se las ingeniará la gente de Lionsgate para conseguir colar una vez más a Tobin Bell como Jigsaw a pesar de que su personaje lleva muerto más de una década. En ese sentido no decepciona, y aunque las trampas y los giros sorpresa no son tan ingeniosos como en otras entregas, lo son lo suficiente como para perdonar al menos parcialmente una estética considerablemente más barata y convencional (atrás quedaron los cortes vertiginosos de Darren Lynn Bousman), un elenco de desconocidos actores de saldo, y una trama tan absurda que sólo se puede aceptar si se admite que no está hecha para engañar a los personajes sino al público. Lo único que sigue teniendo la misma fuerza de las anteriores es la como siempre grandiosa presencia de Tobin Bell, que ha hecho suyo el personaje de Jigsaw y lo ha convertido por derecho propio en el papel de su carrera y un auténtico icono del terror de los últimos años.

Entré a esta película con pocas esperanzas de que me gustara y sin embargo me ha dado todo lo que le pedía. Paladares más exquisitos y exigentes puede que no le perdonen sus fallos y que hasta la encuentren como una parodia involuntaria de sí misma, y reconozco que yo mismo en otra época lo habría visto así. Pero por otro lado hay que aplaudirle a Saw esta consistencia como saga de terror y esta desvergüenza absoluta que le permite reciclar sus propias ideas hasta lo imposible sin rendirse jamás a salidas descabelladas como las que han tenido otras sagas más longevas. Sus fanáticos y seguidores se lo van a pasar bien aunque no sea ni de lejos la mejor. Dudo mucho aún así que vaya a tener alguna continuidad porque los resultados fueron más bien modestos en cuanto a éxito, cosa por otro lado comprensible ya que la saga pertenece a un estilo de cine de terror que parece haber sido ya superado, pero si por algún motivo deciden hacer más, ahí me tendrán seguro.

lunes, febrero 05, 2018

Reseña: Prom Night 3 (1990)

Comencé este año con un propósito firme en Horas de oscuridad, y es completar algunas de las muchas sagas que tengo abiertas en nuestra siempre creciente lista de reseñas. Con este objetivo en mente, acometí la nada desdeñable tarea de revisar Prom Night 3: The Last Kiss (1990), a menudo señalada como la peor de toda la saga iniciada en 1980, pero también la única que guarda algún tipo de continuidad argumebtal con sus antecesoras. Es una película curiosa que tuvo un muy breve paso por los cines y que a pesar de su aparente coherencia con su predecesora inmediata, abandonó cosi por completo el lado de terror para abrazar su condición de comedia/parodia, por desgracia con resultados no muy buenos.

En esta tercera entrega nuevamente tenemos la figura del fantasma de Mary Lou Maloney, la reina del baile de graduación que murió la noche del baile en los años cincuenta y cuyo espíritu vengativo regresa para llevar a cabo una carnicería con los estudiantes de su antiguo instituto. Es importante destacar aquí que a pesar de que tenemos a la misma villana de la por otro lado muy superior Prom Night 2 (1987), esta secuela no parece seguir la trama iniciada por la anterior, sino que cuenta otra historia completamente distinta en la que el fantasma de Mary Lou se obsesiona con un joven que se fija en ella durante una noche en los pasillos del instituto y poco a poco comienza a cargarse a todos aquellos que se interponen en el camino al éxito de su nuevo amor, para luego desatar su furia sobre él una vez que se ve rechazada.

De entrada el argumento es poco interesante teniendo en cuenta el mucho más marcado tono de poderío femenino de la anterior, pero la mayor presencia de un humor subido de tono y sonrojante en ocasiones es lo que realmente tira la película abajo en más de una ocasión, sobre todo teniendo en cuenta que al mal guión hay que sumar unas abismales actuaciones por parte de un elenco evidentemente demasiado mayor para estar en un instituto. Esto es mucho más obvio en el caso de la propia Mary Lou, interpretada aquí por otra actriz y en un tono completamente distinto que en nada calza con la supuesta socarronería de la historia. Todo esto suma una película imposible de tomar en serio como cinta de terror pero al mismo tiempo sin la gracia de la segunda entrega, a la que en ocasiones intenta imitar pero ante la cual siempre termina quedándose corta, sobre todo en la única secuencia que podría calificar de interesante: un clímax que transcurre en una especie de mundo fantasmal paralelo habitado por el fantasma de Mary Lou y sus víctimas y que habría funcionado mucho mejor en una cinta que se tomara un poco más en serio su propia premisa.

Prom Night 3 fue en su época un fracaso de taquilla aunque encontró una nueva vida en formato doméstico, probablemente por parte de completistas como yo que habían quedado impresionados con la segunda parte de la saga. No se me ocurre otro motivo para hablar de ella, honestamente. 

viernes, febrero 02, 2018

Reseña: Insidious: The Last Key (2018)

Tras lo que a todas luces parece ser su entrega final, la verdad es que hay que reconocerle a Insidious el nada desdeñable mérito de ser una de las sagas más consistentemente competentes del cine de terror mainstream actual. A pesar de que sólo puedo calificar de realmente buena la primera (de hecho es todavía una de mis películas de terror favoritas de esta década), todas las continuaciones que el dúo Wan/Whannell nos han traído, ya sea como directores o productores, han gozado de unos mínimos de calidad e interés que otros trabajos no han podido garantizar, aunque lo hayan hecho básicamente repitiendo la misma estructura una y otra vez. Insidious: The Last Key (2018) es en el fondo eso: lo mismo que sus antecesoras, pero si eres de los que ha llegado hasta aquí por voluntad propia, no creo que puedas salir decepcionado.

Al igual que la tercera entrega (de la cual, si os debo ser sincero, no recuerdo casi nada aparte de que me dejó más o menos contento), esta cuarta parte de Insidious es una precuela de aquella que comenzó todo, y nuevamente cuenta como protagonista con Lin Shaye, quien retoma su papel de Elise, la incansable medium. Abrazando por completo su destino, Elise se une nuevamente a sus compañeros investigadores para expulsar a un demonio que habita la antigua casa de su niñez y a la vez revivir un oscuro secreto familiar de su pasado. La historia es lo de menos, pero ya de entrada esta es una película que se diferencia de sus congéneres por contar en su papel protagonista con una mujer mayor, lo cual no suele ser muy común en el cine de terror de esta o de cualquier época, y que se ha convertido en la marca diferencial de estas precuelas hasta el punto de que Lin Shaye ha pasado a ser una presencia recurrente en varias historias de miedo recientes, con mejores o peores resultados.

Nuevamente la estética es lo más interesante, con una nueva recreación de ese mundo paralelo oscuro en el que los personajes se mueven, aunque nuevamente la representación del aspecto sobrenatural, si bien superior a la de la tercera entrega, no es tan creativa ni extavagante como la de la primera Insidious (2010). No creo que sea por una cuestión de presupuesto, ya que es bien sabido que la película original ha sido la más barata de todas. Tampoco el humor funciona muy bien esta vez; algunos chistes hechos a costa de los dos asistentes de Elise no sólo son bastante malos sino que desentonan por completo con el ambiente mayoritariamente serio de la película y la terrible situación que viven los personajes. 

Decíamos más arriba que creíamos estar ante la última entrega de la saga ya que el desenlace de esta cinta entronca de forma casi perfecta con el inicio de la primera parte. Aún así, la introducción de nuevos personajes en la segunda mitad de la película parece apuntar a cierta posibilidad de vida más allá de la presencia de Elise y a un más que probable relevo, con lo que no me extrañaría que la saga continuase en manos de otros responsables. Insidious: The Last Key no va a cambiar la vida de nadie ni va a convencer a aquellos que no gustaron de sus antecesoras, pero para ser el típico cine de terror de enero, podríamos estar mucho peor.