lunes, abril 22, 2013

Reseña # 500: El exorcista (1973)

Una de esas obras canónicas cuya fama se niega a morir, El exorcista (1973) es considerada todavía, a cuarenta años de su estreno, como una de las más grandes películas que el cine de terror nos ha dado, una de esas que no sólo consiguen conquistar al público de su época sino que también consiguen el beneplácito de la crítica mainstream de entonces. Su director, William Friedkin, ya había conseguido un merecido renombre con Contacto en Francia (1971), pero es esta la que se convierte en su película definitiva y la que termina por consagrarle como un miembro destacado en esa camada de interesantes directores que surgieron durante los setenta. De sobra está decir que Friedkin no volvería a tener un éxito similar y que su película no solamente llevaría el tema del encuentro de lo sobrenatural en lo urbano sino que incluso agotaría su propia temática: desde su estreno toda cinta que toca el tema de las posesiones diabólicas inevitablemente termina siendo comparada con El exorcista, casi siempre de forma poco favorable.

Lo más interesante para mí, y el motivo por el cual continúa siendo una de mis películas favoritas, es la forma como toca un tema que en lo particular siempre me ha interesado mucho, que es la entrada de lo sobrenatural en un contexto moderno y enteramente racional. La cinta lo consigue muy bien y sobre todo de forma bastante gradual; uno de los aspectos más curiosos es que nunca queda claro exactamente cuando la presencia del demonio se apodera de la vida y el cuerpo de la joven Reagan o por qué ha sido precisamente la elegida, siendo este último detalle algo que en una película de hoy en día hubiesen sentido como necesario explicar. El otro punto interesante para mí, y algo que creo que en gran medida se ha perdido en gran parte del cine de terror actual, es esa idea del Mal absoluto como algo tangible, real y sobre todo intransigente con las míseras voluntades humanas: los héroes de Friedkin son sacerdotes pero su película no es una apología de la religión católica (como terminan siendo varias de las cintas de exorcistas que nos hemos tenido que tragar recientemente). Los curas son vistos aquí como anacronismos a los que la película recurre únicamente cuando la via racional para explicar los padecimientos de la joven Reagan se han agotado, pero también ellos están mostrados con sus claroscuros y sus debilidades producto de luchar una guerra que en el fondo es siempre la misma, cosa que queda patente en ese genial prólogo en el que el padre Merrin (un enorme Max Von Sydow haciendo de viejo a pesar de que tenía poco más de cuarenta años cuando se rodó la película) encuentra en Irak al mismo demonio con el que más adelante se habrá de enfrentar.

Estos elementos que he mencionado (la irrupción de lo sobrenatural y la idea del Mal) son cosas que están presentes también y de forma mucho más detallada en la fantástica novela de William Peter Blatty, quien además se encarga de adaptar su propio material escribiendo el guión de la película. En este sentido es una lástima que la fama de la cinta de Friedkin haya terminado por eclipsar la novela en la que se basa porque es sin duda una muy buena obra de terror que recomiendo a todos, hayan visto la película o no.

El resto son cosas que ya seguramente son de conocimiento público: el buscado estilo realista de la película (arruinado con esa nefasta "nueva versión" que se usó para su estreno añadiendo efectos especiales), la actuación de su elenco y el meticuloso control de William Friedkin sobre cada uno de los aspectos del resultado final hacen de esta su película más completa y ambiciosa hasta la fecha, y por supuesto un éxito que nunca pudo volver a repetir. El exorcista ha tenido, como bien sabéis, dos secuelas y dos "precuelas" que han intentado de alguna forma extender la historia original hasta lo indecible, pero que nunca lo han conseguido. Es difícil saber por qué sigue causando tanta admiración, pero muy probablemente la pista se encuentre en la crítica que en su momento le hizo el recientemente fallecido Roger Ebert, cuando habló de cómo la cinta de Friedkin era una agresión en toda regla al espectador, una muestra de absoluta brutalidad que contrastaba con el carácter más bien ambiguo de la novela de Blatty, y que sin embargo consigue ser una de las mejores películas de terror de todos los tiempos hasta el punto de trascender el género que toca. Es interesante también ubicarla en un contexto enmarcado entre El bebé de Rosemary (1968) de Polanski y La profecía (1976), de Richard Donner, las cuales tocaron también el tema del satanismo en medio del ambiente urbano moderno, pero sin llegar a la fuerza que la película de Friedkin alcanza.

Ya para finalizar, no quisiera cerrar esta innecesaria revisión de El exorcista sin mencionar ese extraño pero increíble trailer realizado en su momento pero que nunca se llegó a estrenar, un trailer que visto en la oscuridad da una experiencia bastante aterradora, y un abreboca perfecto para una de esas películas infaltables.