viernes, septiembre 30, 2005

Reseña: Ausentes (2005)

Hay un tipo particular de películas que se ha hecho cada vez más popular de unos años para acá: aquel del final sorpresa, o como dicen los americanos, twist ending. Si bien puede resultar muy interesante, hacer una película de estas es muy difícil porque solamente existen dos maneras de que funcione: o bien dicha sorpresa es realmente buena e impactante, o bien la película está tan bien hecha y sus detalles encajan de forma tan perfecta que resulta imposible tirarla abajo. En este sentido, atmósfera, ritmo, trama y elementos visuales resultan de una importancia vital (aunque pensándolo bien, ¿cuándo no es así?). (*)

Ausentes (2005) es pura promesa y nada más, una película que se regodea tanto en su propia atmósfera que resulta indigesta. Si bien cuenta con momentos interesantes y una que otra propuesta visual atractiva, no es más que un intento desganado que bien pronto se olvida, inmerso (eso sí) en un montón de referencias a otras películas, en ocasiones muy bien disimuladas y en otras no tanto. La misma situación inicial es ya algo que se ha explotado en numerosas ocasiones: Julia, una mujer de familia, se muda junto con su esposo e hijastros a una urbanización en las afueras de la ciudad en la que, aparentemente, no vive nadie más. Julia transcurre el día a día sin ver a ningún otro ser humano aparte de su marido y sus dos hijastros, quienes (obviamente) relacionan su paranoia y visiones (o más bien no–visiones) con el colapso nervioso que ha sufrido a raíz de no encontrar empleo.

A partir de este momento, la película salta de escena en escena aumentando la dosis de suspenso al mostrarnos cada vez más situaciones extrañas en las que Julia ve incrementadas sus sospechas de que existe una especie de conspiración en su contra, la cual probablemente no sea terrena. El peso de toda esta carga narrativa recae sobre los nada frágiles hombros histriónicos de Ariadna Gil, una actriz veterana que en esta cinta se ve demacrada como una modelo cocainómana, lo cual acentúa una marcada vulnerabilidad ante toda su situación pero también ante su familia, desde el marido (Jordi Mollá, quien a partir de cierto momento se mete inexplicablemente en su habitual rol de cabronazo mayor) hasta los dos críos. Los problemas de la historia comienzan aquí y prácticamente no paran, porque no se nos ofrece nada. La película sencillamente no avanza porque ninguna escena nos va revelando nada nuevo, simplemente más cosas raras. Fue entonces cuando me di cuenta de algo que resultaba obvio: no nos iban a decir nada más porque todo se reducía a UNA sorpresa final, que queda criminalmente echada a perder en una escena en la que Julia acude a un supermercado en el que no hay nadie.

Llegados a esta escena resulta OBVIO cuál es el final, pero te resistes a creerlo porque no te imaginas que pueda ser tan simple. Lo es, y desafortunadamente, no es nada bueno, y eso que la película hace marcados y evidentes intentos por desviar tu atención hacia otro posible desenlace. En otras palabras: hace trampa (me resultó tremendamente patético el momento en el que Julia dice, en medio de un mar de lágrimas, que siente “como si hubiesen unas presencias que intentan comunicarse”), pero es poco lo que puede hacer cuando llega el momento de la verdad. Y es en ese instante cuando tu mente se retrae a lo que sucedió con anterioridad y te das cuenta de que algo no cuadra. O mejor dicho, que muy pocas cosas cuadran (**).

Me gustaría creer que las referencias son mera casualidad, pero algo me dice que no. No lo sé, pero tuve esa vieja sensación de deja vú en el momento en que Julia sale de casa y se encuentra con que no hay nadie, o cuando ve presencias fantasmales que se manifiestan a través del televisor, o cuando un padre desesperado trata por todos los medios de entrar al escondite de su esposa y su retoño. No lo sé, quizá sea yo quien se esté volviendo ahora paranoico, pero me parece que el principal problema es lo desganado que está este conato de thriller. Ausentes es, sin lugar a dudas, una película que no se merece los actores que tiene. Un par de situaciones tensas la salvan del abismo de la sentencia mínima, pero no son suficientes para llenar esa tremenda sensación de vacío que te deja cuando las cosas son exactamente como te lo esperabas… y aún así no son buenas. Al final, lo que deja claro con su “sorpresa” es una resolución que tiene menos que ver con lo sobrenatural y más con la psicología. Pero ese final resulta más apropiado para una comedia negra, no para una película de suspense.

Ah, y que conste una cosa: ¡odio el puto traveling circular! ¡No una, sino tres veces me lo han echado en la cara!



(*) El sexto sentido (1999) es perfecta dentro de este estilo porque aunque su final es ciertamente impactante, no es la única virtud de la película. Algo similar pasa con El maquinista (2004), en la cual la sucesiva aparición de pistas y claves da al espectador la sensación de que la trama avanza y de que la sorpresa final, haya podido o no adivinarla, es la lógica conclusión de los hechos mostrados, y no simplemente un hueso que el amo (creador) mantuvo escondido del perro (público). Un caso contrario, pero igualmente efectivo, es el de 2 hermanas (2004), porque aunque la película no tenga mucho sentido hasta el final, una vez que éste llega toda la historia cobra un nuevo significado, revelando nuevos detalles y profundidades narrativas, y sobre todo, demandado que el espectador se involucre intelectualmente con lo que está viendo. Por eso es que estas películas son tan difíciles de hacer.

(**) ALERTA SPOILERS: el principal hueco argumental viene, curiosamente, con el final de la película, cuando nos enteramos de que Julia es en realidad la madre de los dos niños. ¿Por qué entonces ese odio de Félix hacia ella? ¿Qué es lo que supuestamente él “no ha superado”? ¿Quién es la mujer que Julia ve en la foto familiar? Asimismo, ¿quién es María, una enfermera, una mucama, una niñera? ¿Por qué, si es real, hace cosas raras, como sentarse sobre la mesa del comedor? ¿Por qué, si es cierto que ella siempre ha estado en la casa, los demás personajes nunca hacen referencia a ella? ¿Por qué la película ofrece tantas pistas falsas, como los gatos, las mentiras de Félix, los miedos de Luis o la obsesión de Julia con la luz? FIN DE SPOILERS.

jueves, septiembre 29, 2005

Masters of Horror

Les dejo aquí el enlace para la página oficial de la nueva entrega de Masters of Horror, una serie de 13 películas de 1 hora de duración que se estrenarán en Estados Unidos este año. Se me hace la boca agua sólo con los nombres de los directores que participan: George Romero, John Carpenter, Tobe Hooper, Larry Cohen, John Landis, Takashi Miike, y muchos más. Revisando la sinopsis de varios de los episodios, el que me parece más interesante es el relato apocalíptico de Hooper, pero cada quien verá.
No sé si tendrá alguna relación con lo que Tele 5 va a estrenar en el 2006, Historias para no dormir, una serie de películas para televisión dirigidas por cineastas de género locales: Alex de la Iglesia, Jaume Balagueró y otros. ¿Será?

miércoles, septiembre 28, 2005

Más enlaces

Aqui les dejo unos cuantos enlaces que he agregado al blog, dos en castellano y dos en inglés, por aquello de la paridad.
En primer lugar he añadido el blog de Spaulding, que habla principalmente de cine pero también sobre otras cosas. Asimismo tenemos la bitácora El cronicón cinéfilo, cuyo autor, J.P. Bango, es un gran seguidor del cine de género. Llegué a este blog leyendo su reseña sobre Dark Water (2005), y aunque no estoy muy de acuerdo con la valoración que hizo de la película, me pareció que estuvo muy bien argumentada.
También quisiera que revisaran The Exploded Goat, que escriben dos chicos aparentemente críticos de cine de oficio. Son bastante asiduos al cine de horror, y a menudo sus reseñas son de lo más inteligentes y argumentadas que he visto jamás (no dejen de revisar su excelente comparación entre Ringu y The Ring). Por último está Slasherama, un apartado en inglés para todos aquellos gustos sanguinolentos y salpicosos que nunca están de más.
Nos vemos.

lunes, septiembre 26, 2005

Reseña: Halloween (1978)

Este fin de semana he vuelto a ver Halloween (1978), y una vez más me digo a mí mismo: que grande es John Carpenter… La verdad es que de todos esos chicos superdotados de los 70, es (junto a Romero) el que sin duda se ha empecinado más en un género y un estilo propios, aunque algunas veces no le salga tan bien. Yo me he visto todas sus películas, y creo que la única razón por la cual no es considerado uno de los grandes genios del cine es porque sus historias casi nunca cierran de una manera tan interesante como abren. Curiosamente, esta de la que hablo es una de las más sencillas, y la única exenta de toda polémica: casi todos piensan que es buenísima.

Hoy en día sus preceptos resultan un cliché, pero en su momento Halloween fue algo realmente innovador. El término slasher film no vendría sino después, pero no hay duda de que comenzó con esta primera aventura del asesino Michael Myers, que generaría decenas de imitadores y siete secuelas hasta la fecha (con una octava produciéndose justo ahora), todas las cuales no hacen sino evidenciar aún más lo excelente que es la primera, algo que prácticamente surgió de la nada: en aquel entonces John Carpenter no era famoso, pero ya gozaba de cierto prestigio en determinados círculos con su película Asalto al precinto 13 (1976), que gozó de un mayor éxito fuera de los Estados Unidos. El tipo hizo lo que mejor sabía hacer: reclutar a sus amigos y reunir presupuesto a como diera lugar, en ese estilo de cine guerrillero que engrosó las listas del género durante los 70 y 80. La idea era hacer una película sobre niñeras que eran asesinadas una por una, hasta que alguien decidió que estuviera ambientada en la Noche de Brujas. Así se hizo, y el resto ya es historia del cine.

Hasta el cinéfilo más ignorante (o sea, yo) se da cuenta de que Halloween debe sus principales influencias a la obra de Alfred Hitchcock. Son numerosas las referencias a Psicosis (1960), desde el nombre de uno de los protagonistas (Sam Loomis) hasta la elección de la debutante Jamie Lee Curtis para el papel principal: su madre, Janet Leigh, había sido aquella rubia apuñalada en la ducha del famoso Motel Bates. El resto del elenco era de completos desconocidos, lo cual al final resultó en una ventaja (dicen que Halloween es una de las primeras películas donde los adolescentes realmente parecían adolescentes). John Carpenter buscó crear entonces el suspenso de una historia tan básica (el asesino Michael Myers que escapa de un manicomio y regresa a la casa de su niñez matando a todo aquel que se le atraviese) a través de un ambiente cuidado hasta el último detalle y un trabajo de cámara formidable, que todavía se considera como uno de los mejores manejos de steady-cam que se pueden ver hoy en día. Curiosamente, la película logra su cometido con poco más, ya que el gore es mínimo y los muertos pueden contarse con los dedos de una mano. La música (cuyo tema principal es harto conocido), sin embargo, no ha soportado tan bien el avance del tiempo, porque al cabo de un rato resulta repetitiva y monótona.

Pero quien realmente se luce en esta película es el personaje de Michael Myers, el asesino silencioso de la máscara blanca (*) y la mirada vacía. Todavía faltaba mucho para que se convirtiera en uno de los rostros más reconocibles del cine de terror, pero ya se notaba que la profundidad de este personaje estaba, paradójicamente, en su simplicidad, ya que sus orígenes no son sobrenaturales, sino meramente psicológicos: Michael Myers busca ser la maldad en estado puro, borrar completamente su persona. Por eso es que, incluso siendo niño (en la escena inicial) no puede matar sin llevar la máscara puesta. En cuanto al resto de los personajes, su archienemigo el doctor Loomis es quien tiene las mejores líneas, diálogos proféticos más propios de un científico loco que de un racional hombre de ciencia. En lo que se refiere a Laurie Strode, la eterna perseguida de Myers, resulta la víctima por antonomasia de este tipo de cine, la “virgen en apuros", un modelo de heroína que sería explotado hasta el cansancio.

Aún después de haber visto a todos sus imitadores, es bueno darse una pasada de vez en cuando por esta película, no solamente en cuanto a su valor histórico para el género de terror, sino porque representa un ejemplo más de un estilo de cine cada vez más raro. Absolutamente recomendable.



(*) Durante años me pregunté de quién eran los rasgos de esa máscara. Según los extras del DVD, resulta que son los de William Shatner: al parecer, Carpenter y su equipo querían comprar la máscara más barata que pudieran encontrar. Resultó ser una del capitán Kirk de Star Trek, a la cual agrandaron los agujeros de los ojos y pintaron completamente de blanco. Ya decía yo que me recordaba a alguien.

sábado, septiembre 24, 2005

Reseña: La matanza de Texas (2003)

Resulta curioso que Noel Gross, en su columna de Serie B Cineshlockorama, decidiera darle dos de sus cinco estrellas a este remake de La matanza de Texas (1974), uno de esos clásicos “intocables” del cine de terror de bajo presupuesto. Sin embargo, debo admitir que justifica muy bien su decisión cuando explica que esas dos estrellas equivalen a las tetas de Jessica Biel, quien, durante la hora y media que dura esta película producida por el inefable Michael Bay, no hace sino sugerir constantemente sus encantos físicos (aunque, como Noel, sospecho que se hizo uso de la tecnología digital para eliminar los pezones de la señorita Biel durante la escena en que está dentro de un congelador vistiendo únicamente una delgada camiseta de tiritas, para colmo mojada).

El comentario, más allá de cualquier otra implicación, resume bastante bien mi ya declarada (y reiterada) animadversión hacia esta película, no porque hayan hecho una versión de uno de mis filmes preferidos (Dios sabe que existen remakes buenos y hasta muy buenos) sino por el infinito descaro que hace falta para tomar todas las convenciones típicas del slasher film adolescente–moderno y empotrarlas en un marco vagamente referencial a lo que fue una gran película. Porque aparte de evidentes guiños a la original, no hay nada en esta aventura de rednecks psicópatas que nos remita a la ferocidad caníbal de su predecesora, una película realmente trasgresora que aquí es prácticamente parodiada. El gore incluso parece desganado, como si toda la película se esforzara por dar una sensación constante de asco sin ningún tipo de amenaza creíble, casi una burla. De hecho, yo estaría dispuesto a señalar esa búsqueda como la principal razón para el fotograma que todos los fanáticos de la original han denunciado como un sacrilegio, algo que ni siquiera las tres secuelas se atrevieron a hacer: el momento en que Leatherface se quita la máscara.

Y sin embargo, existen aspectos positivos que merecen ser mencionados. El presupuesto de la película les ha facilitado la creación de un ambiente ruinoso y sucio que ya hubiese deseado para sí Tobe Hooper, y debo admitir que incluso yo mantuve ciertas esperanzas durante dos escenas: aquella en la que una chica saca una pistola de su ropa interior y se vuela la cabeza (en un alarde de sangre y charcutería formidable) y la inquietante presencia de un par de mujeres típicas del trailer trash que ofrecen a la protagonista una tacita de té. Del resto, se puede decir muy poca cosa, porque ni siquiera la presencia de ese gigante de la interpretación conocido como Lee Ermey (cómodo en su papel de sheriff ultra–sádico) puede salvar a esta película de la mediocridad. Si una cosa se puede rescatar es el descubrimiento de una nueva scream-queen en la señorita Biel, cuyo despampanante físico podría augurarle una gran carrera en el mundo del horror serie B.

Oh, perdón, me olvidaba de que ya no estamos en esa época. Creo que de momento tendremos que seguir soportando estos refritos insulsos característicos de nuestra era de “simulación” en el que cada vez resulta más difícil ser realmente REAL. Tan sólo esperemos que el ejemplo no cunda demasiado.



[Nota: aquellos que sean fanáticos de la original tienen, sin embargo, una buena razón para desembolsar pasta en este remake: la edición especial de dos discos para Zona 1 trae, entre sus contenidos adicionales, uno de los mejores documentales que he visto acerca de la obra original de Tobe Hooper. Eso sí que vale la pena]

jueves, septiembre 22, 2005

Reseña: Llamada perdida (2004)

El japonés Takashi Miike es uno de esos directores de culto que a mí, particularmente, no me hacen mucha gracia. No sé si es porque no lo entiendo, o porque sus películas me parecen demasiado enrevesadas, o porque (tal vez) me falte la sensibilidad necesaria para darme cuenta de lo que quiere decir con su particular estilo. Porque el hombre, de que tiene mucho estilo, lo tiene sin duda alguna. Aún así, la ultra–violencia estrambótica de Ichi The Killer (2001), Audition (1999) o la trilogía de Dead or Alive (1999) no ha logrado convencerme. No porque me parezca excesiva, sino porque dichas películas en sí mismas son tan raras (a falta de un adjetivo mejor) que me dejan perdido, lo reconozco. Por eso, cuando escuché que su película Llamada perdida (2004) era su obra más “accesible”, me decidí a verla. Puedo decir que, aunque lejos de estar al nivel de otras producciones de terror asiático, es la película de este director que menos trabajo me ha costado ver de principio a fin.

Para los que hayan visto otros ejemplos de esta nueva ola de cine terrorífico del Lejano Oriente, la mayor parte de los conceptos desplegados en Llamada perdida resultarán conocidos, ya que el esquema es el mismo: una maldición que se extiende como un virus a través de la tecnología de masas (en este caso el teléfono móvil), resultado de la injusta muerte de una persona cuyo espíritu, rencoroso y vengativo, sólo desea ser escuchado. A pesar de eso, Miike consigue hacernos caer de nuevo en una premisa que, si bien comienza a estar bastante gastada, al menos está ejecutada con estilo.

La trama se centra en un grupo de amigas, una de las cuales recibe una llamada perdida en su teléfono móvil. Tras revisarla, se da cuenta de tres cosas que la dejan desconcertada: 1) la llamada proviene de su propio número 2) el mensaje que deja es su propia voz justo antes de un grito también suyo 3) la llamada está fechada dos días en el futuro. Cuando el tiempo se acaba, la persona muere en un terrible accidente, y la “llamada perdida” se pasa a uno de los números de su agenda, creando así una cadena de defunciones que, como siempre, sólo se detendrá si logran averiguar el origen de dicha maldición.

Como dije antes, no es nada nuevo, y sin embargo Llamada perdida está por encima de otras películas del género al conseguir situaciones realmente tenebrosas. El mismo hecho de que la maldición proceda de un teléfono móvil (hoy en día todo Cristo tiene uno) parece advertirnos sobre el castigo de nuestro singular apego a la tecnología. Momento muy especial es la escena en la que, tras correr el rumor de la muerte de una de las chicas, una de las supervivientes es acosada por la gente de su universidad para que les borre de su agenda, echando por tierra nuestras ansias de ser incluidos en el espectro comunicativo de la sociedad actual (no tener móvil hoy en día es estar desconectado, nunca más literalmente, de todo y de todos).

Yo me atrevería a decir, sin embargo, que la trama resulta sumamente predecible, y no alcanza los niveles de complejidad argumental de Ringu (1998) o la angustia generada por Ju–On (2003). Lo que sí está presente en muchas ocasiones es el toque de Takashi Miike: la película tiene detalles que son muy suyos, lo cual a veces es bueno (por ejemplo, una mano cercenada que continúa tecleando números en el móvil o una púa de acero que sale de la mirilla de una puerta) y otras no tanto, ya que, lamentablemente, el final es confuso y puede dejar a más de un espectador en el aire. Aún así, es interesante ver cómo este director ha abordado, a través de un cautionary tale tecnócrata, un género que literalmente desborda en este momento los cines de su país… y de otros: ya se habla del inminente remake americano de esta cinta, sin duda una de las más recomendables del J-Horror. Agárrense.

martes, septiembre 20, 2005

Los 11 maníacos religiosos que más me acojonan en pantalla

11. Morpheus (The Matrix, 1999): Un hombre que te pide que lo dejes todo (y realmente quiero decir TODO) y te unas a su pequeña banda de fascinerosos místicos en un mundo paralelo, propagadores de una religión que te adora A TI, realmente las tiene consigo para hacerse con uno de los sitios de honor en una lista como esta. Afortunadamente para sus fieles, siempre estará dispuesto a armar un gigantesco rave con atisbos de orgía apocalíptica para aliviar la tensión inevitable de sentirse amenazado por la civilización de las máquinas.
10. El reverendo Meeker (The Blob, 1988): y pensar que a simple vista este hombre parecía normal. Sin embargo, ¿qué puedo pensar de un cura que, después de enfrentarse a esa masa gelatinosa dispuesta a devorar a la humanidad, se atreve a guardar un pedazo para el día en que Dios le de la señal del Armagedón?
9. El rabino Loew (El golem, 1915): tampoco el cine mudo se salva de estos fanáticos, ya que el rabino Loew no tuvo ningún problema en los años 10 para dejar suelta a su criatura de arcilla en busca de venganza contra esos gentiles. Si por lo menos le hubiese buscado una peluca más decente...
8. El reverendo Ketcham (The Amityville Horror, 2005): oculto bajo los cimientos de la casa de los Lutz, el fantasma del reverendo continúa su sacrosanta obra de torturar, despellejar, destripar, violentar y humillar a todas las almas que se acerquen a su recinto. Antes le dio por hacer su labor redentora solamente en las carnes de los indios, pero con el tiempo se ha vuelto menos excluyente, aunque haya refinado sus métodos.
7. Bernardo Gui (El nombre de la rosa, 1986): el feroz jefe inquisidor de la película de Jean-Jacques Annaud es sin duda uno de los hombres más duros que el Santo Oficio haya desplegado jamás en la ficción (o en la realidad, vamos). Si ni siquiera las seductoras curvas de Valentina Vargas lograron ablandar su corazón al momento de montar su barbacoa humana en los patios de aquella pequeña iglesia, ¿cómo puede esperarse que tenga piedad de cualquier mortal en un momento similar?
6. Uxía Cambarro (Dagon, 2001): Macarena Gómez se ve despampanante a primera vista, con sus joyas hechas de conchas marinas y su falso acento gallego... ¡hasta que retiras la sábana y te das cuenta de que por debajo le salen todos esos tentáculos de pulpo! Si eres capaz de pasar por alto ese detalle, puede que le encuentres ventaja a ligarte a la suma sacerdotisa (e hija predilecta, no lo olvides) del dios Dagon, la cual, para asegurarse de tu fidelidad, no tendrá ningún incoveniente en hacer que a tu antigua novia la insemine artificialmente el milenario Señor de los Antiguos, y si se niega, podrá filetearla sin piedad. Contra esta chica no hay quien pueda.
5. Ned Flanders (Los simpson, 1989): mucha gente podrá preguntarme que tiene de acojonante el vecino perfecto de Springfield, pero si no les asusta el hecho de que haya inaugurado un parque temático religioso, o que tenga un kit de bautismo y exorcismo en su casa, o que se haya construido un búnker para el día del Juicio Final, entonces simplemente habrá que ver lo que este fanático religioso ha hecho con sus hijos, a los que ha mantenido en una infancia permanente a base de no vacunarlos nunca ni permitirles ver la tele o jugar con dados en los juegos de mesa. Y ni hablar de su tendencia a no adquirir seguros (que son otra forma de juegos de azar) y de rociar la cara de sus retoños con gas paralizante cuando ven desnudeces (“¡como escuece el amor!”) .
4. Isaac (Los niños del maíz, 1984): yo creo que el niño más siniestro de toda la historia es éste. No solo ha logrado convencer a todo un pueblo de matar a los adultos y erigirse en patriarca absoluto de una comunidad de maníacos religiosos menores de edad, sino que además ha probado una beligerante resistencia a darse por vencido. Su película ya va por la sexta secuela. Es para no dormir. ¿Y qué me dicen de su corte de pelo? Creo que cualquier que se negara a frenar si se encontrase a este crío cruzando la calle sería absuelto por cualquier juez.
3. John Doe (Seven, 1995): el integrista religioso interpretado por Kevin Spacey se convirtió en la revelación del año con algunos de los crímenes más salvajes de la historia del celuloide, todos ellos inspirados en los siete pecados capitales. Lástima que su carrera se haya visto tan truncada por su propio éxito final, ya que sin duda hubiera sido una estrella siguiendo los pasos del reverendo Pat Robertson. A lo mejor hubiese tenido su propio programa de radio en los states.
2. Papá Meiks (Frailty, 2001): el bueno y santo jefe de familia interpretado por Bill Paxton ha llevado aquello de “honrarás a tu padre y a tu madre” demasiado lejos. Todavía hoy tiemblo al pensar lo que yo hubiera sentido si mi padre me despertara de madrugada a decirme “por cierto hijo, Dios se me ha aparecido y tenemos que ponernos a partir de mañana a matar demonios, ¿vale?”. La confusión que genera en sus hijos es enorme, sobre todo en el pequeño Fenton, obligado a convertirse en verdugo del Señor cuando él sólo quería ser arquitecto.
1. Margaret White (Carrie, 1976): la madre de esta niña telequinética es la mejor. ¿Alguien podía dudarlo? Nadie como ella a la hora de imponer disciplina y moral a su pecaminosa hija de dieciséis años. ¿Quién en su sano juicio puede decirle que no después de verla arañarse su propio rostro en un ataque de histeria? Lo que le falta a esta mujer es decir: “¡si te coso a puñaladas es porque te amo, coño!”. Esto si que son valores familiares. Qué lástima que haya decidido sumirse en el celibato tras la viudez, porque seguro que ella y papá Meiks hubiesen hecho buenas migas.

[Nota: ¿por qué 11? Bueno, en ese caso, ¿por qué 10? Aunque claro, siéntanse con libertad de añadir el que quieran]

domingo, septiembre 18, 2005

Adivina quién...

Siguen corriendo las noticias sobre el remake de The Evil Dead (1982), y todo parece indicar que el protagonista será nada menos que Ashton Kutcher. Todo el mundo ha puesto el grito en el cielo con la noticia, pero a mí, si me lo preguntan, no me parece tan nefasto. Después de todo, una vez que soy capaz de aceptar la idea de que realmente están haciendo una versión de esta película, puedo asimilar cualquier cosa. Y a decir verdad, ahora que lo pienso, puede que no me guste Ashton Kutcher cuando intenta ser "serio", como fue el caso de El efecto mariposa (que siempre diré que no es más que un plagio light de Donnie Darko), pero tengo que reconocer que el tipo es muy cómico, y ciertamente es eso lo que se buscará en la película.
Además, ya de por sí hay mucha gente que desea que ese remake se estrelle de la peor manera posible en la taquilla, y en el caso de que tenga un elenco desastroso eso no hará sino aumentar las probabilidades de dicho fracaso. Yo no sé, el remake de The Evil Dead puede que sea bueno o puede que sea una auténtica mierda, pero lo más seguro (esto hay que reconocerlo) es que sea una película más entre tantas, que probablemente no haga sino recordarnos lo buena que es la original.
En todo caso, ¿qué más da?

viernes, septiembre 16, 2005

Reseña: Saw (2004)

Aparte de los típicos slashers, existen otros psicópatas que han cautivado nuestras pantallas desde hace tiempo: los asesinos con “personalidad”. No se trata de simples matones, sino de auténticos artistas de la muerte, personajes con una inteligencia y capacidad inventiva tan grandes que están destinados a causar una desagradable admiración en el público, convirtiéndose ellos (y sus crímenes) en los auténticos protagonistas de la película. Son muchos los ejemplos, pero pocos discutirían que El silencio de los corderos (1991) y Seven (1995) son las dos películas que han llevado este concepto hasta su máxima gloria, ya que en el mundo de los asesinos carismáticos, el doctor Hannibal Lecter y el integrista religioso John Doe son los que mayor número de pesadillas han causado.

Saw (2004), escrita y dirigida por el novel director James Wan, intenta por todos los medios entrar en esta categoría. Rodada en tan sólo 18 días y con una cantidad mínima de recursos, esta película (uno de los mayores éxitos de género del año) tiene todos los ingredientes para convertirse en un filme de culto, aportando cosas nuevas mientras que paga el debido homenaje a sus más que evidentes influencias (para comprobarlo remitirse a las dos películas anteriormente citadas). Sin duda alguna, es una historia que busca explotar nuestro morbo hasta la saciedad, una película en la que cada escena, cada situación, cada fotograma parece destinado a ofrecernos un “más difícil todavía” para causar una culpable admiración por su protagonista, el apodado “Jiggsaw Killer” (Jiggsaw es lo mismo que puzzle; el título del filme no tiene nada que ver con ninguna sierra) y sus horrendos crímenes, cada uno más elaborado que el anterior. De esta forma, se consigue también el segundo objetivo de este sub–género de películas: hacer al asesino TAN inteligente que se vuelve casi inhumano, logrando así nuestro distanciamiento moral. La misma cinta ofrece el mejor ejemplo de ello: la escena que nos relata acerca de la única víctima que ha sobrevivido a la trampa del asesino (una chica gótica con un cepo puesto en su boca) fue filmada por Wan como una presentación para sus posibles inversionistas, quienes quedaron tan impresionados que pidieron incluirla en el metraje final. Por muertes y torturas imaginativas que no falte.

La historia comienza de una forma magistral: dos extraños encadenados por el pie uno frente al otro a lo largo de las paredes de un baño abandonado. En el centro hay un cadáver con una pistola en la mano, equidistante de los dos. Los personajes tienen, cada uno, una sierra oxidada, y a pesar de que no se conocen, saben que solamente uno de ellos podrá salir con vida. A partir de aquí comienza a desenvolverse la trama, revelando la identidad de los presentes y los motivos por los cuales se encuentran en ese predicamento.

Saw, sin embargo, es una película que no logra desarrollar cabalmente las expectativas que ofrece con su impactante situación inicial. Si bien es cierto que los diferentes crímenes del “Jiggsaw Killer” nos mantienen en vela y resultan bastante atractivos, la película sufre de serios bajones de ritmo que hacen que, por momentos, perdamos el estado de alta tensión. Para colmo, la trama “detectivesca” protagonizada por Danny Glover (un ex–policía obsesionado con atrapar al psicópata) no cuaja, y en ocasiones su personaje resulta incluso risible. Asimismo, cuando la película se acerca a su clímax, los “twists” y golpes de efecto de la trama se superponen unos a otros hasta que CASI se hacen demasiados, y digo “casi” porque ESE FINAL es tan impactante que puede que hasta salve la película para muchos. En la tradición de Seven (aunque no con tanta maestría) ésta es una de esas películas en las que la última escena es sumamente importante para la valoración final. Sólo esto ya es suficiente para alzar a Saw por encima de la mediocridad, aunque tendremos que esperar a su secuela (ahora en producción) para ver si realmente logra alzarse del montón. De momento tenemos una película que, si bien no es nada grandiosa, por lo menos es eficiente, que es más de lo que nos tienen acostumbrados a ver hoy en día.

miércoles, septiembre 14, 2005

Reseña: The Ring (2002)

Digan lo que digan, el J-Horror no comenzó con Ringu (1998). Al menos no en el continente americano, donde la película de Hideo Nakata era prácticamente desconocida hasta que a alguien se le ocurrió reeditarla en formato hollywoodense. La cinta realmente responsable de traer la avalancha de terror oriental fue precisamente este remake dirigido por Gore Verbinski y mercadeado por Dreamworks, que se convirtió en el mayor éxito de género desde que saliera El sexto sentido dos años atrás. Se trata, asimismo, de una película muy polémica, porque Ringu ha generado un culto tan extendido que resulta inevitable que cualquier mención a su versión americana genere una larga serie de comparaciones, casi siempre desfavorables. En este sentido me encuentro bastante solo, puesto que de los que han visto ambas películas, hasta el momento parece que soy el único que prefiere (pero por mucho) esta versión, opinión que mantengo.

The Ring (2002) sigue la misma historia de la original japonesa casi en su totalidad: la primera escena nos familiariza con la leyenda urbana de una cinta de vídeo que mata en siete días a todo aquel que tenga la desgracia de verla. Cuando una chica resulta muerta, su tía, una periodista llamada Rachel (interpretada por la actriz australiana Naomi Watts, quien saltó al mainstream precisamente gracias a esta película) decide investigar el origen de la maldición, topándose con la historia de una familia de criadores de caballos en una lejana isla, y un secreto que lucha por salir a la superficie. En el camino la ayuda su ex, y ambos deben darse prisa porque han visto también la cinta, y les queda poco tiempo.

A pesar de que a nivel argumental sean casi idénticas, The Ring tiene algunas armas propias para defenderse de su original japonés. Para empezar, es evidente la disponibilidad de un mayor presupuesto en la película de Verbinski, que si bien no tiene por qué significar nada a nivel de calidad, en este caso particular le ha permitido evitar los handicaps de serie B de la fuente. Verbinski, y sobre todo su guionista Ehren Kruger, han decidido reducir la “trama” de Ringu a lo mínimo imprescindible en favor del terror, lo cual significa que si bien la historia resulta más “superficial”, en cambio se ha ganado en lo que a atmósfera y sustos se refiere. Algunos de estos sustos son baratos (un teléfono que suena de repente) y otros definitivamente NO (el final en general me parece que está muy logrado).

El apartado técnico, en gran medida, está mucho más cuidado que en la película de Nakata. The Ring emplea una paleta de colores fríos muy acorde con el tono de la película, y sin duda alguna cuenta con mejores actores. El personaje de Naomi Watts, esta vez, es la encargada de prácticamente toda la acción, dejando a su “chico” Noah relegado a un segundo plano, cosa contraria a lo que ocurría en Ringu, donde Reiko necesitaba constantemente de la férrea voluntad de Ryuji para seguir adelante. Asimismo, me parece que el ritmo de la historia está mucho mejor, y si bien la trama es bastante más sencilla que la del original, al menos está casi completamente cerrada, sin caer en situaciones ilógicas como (a mi parecer) sucedía en la cinta japonesa. Otro acierto de la película (y que cierto remake no supo hacer) fue que no intentó reproducir el ambiente cultural nipón, sino que adaptó la historia al lado tenebroso de un pequeño drama familiar con tintes sobrenaturales, todo un entramado doméstico americano que en ningún momento sentí forzado, sino más bien algo perfectamente comparable al estilo de Lovecraft o Stephen King. Tanto es así, que la película incluso prescinde de los poderes paranormales para el personaje de Noah/Ryuji, uno de los aspectos emblemáticos de la película original y que en mi opinión no convencían para nada.

Debido a esto, es en el aspecto sobrenatural donde la película puede fallar un poco. Samara (versión de Sadako, el personaje causante de la maldición y cuya imagen de niña vestida de blanco con el pelo negro cayéndole sobre la cara ya es un icono del terror puro) es menos interesante aquí que su equivalente en Ringu. La cosa empeora cuando, en la cinta de Verbinski, nos muestran su cara y escuchamos su voz, cosa que reduce en gran medida el miedo que puede causarnos. Casi podría decir que la Samara que aparece en esas escenas y el monstruo que sale del televisor son dos criaturas distintas. Una vez más, se comete el error de mostrar cuando se debía sugerir.

Creo que siempre estaré solo en esta valoración, porque por más que lo intente, The Ring siempre será el remake, lo cual la coloca en clara desventaja. Entonces, ¿cuál de las dos es mejor? Creo que lo único que puedo afirmar sin temor a equivocarme es que la respuesta a esta pregunta dependerá en gran medida de cuál se vea primero. Pero a pesar de que no te sorprenda, la cinta de Verbinski goza de una mayor efectividad técnica y del hecho de que es realmente una película de terror, sin duda de las que más me han gustado en los últimos años. Su secuela, si bien no es ni remotamente tan buena como esta, no está mal, por lo que creo que nos hallamos ante una saga que tiene lo suyo. Claro está, el “mensaje” de Nakata en el que el miedo se esparcía a través del contacto del hombre con la “caja tonta” se ha perdido, pero poco de eso importa cuando estás solo en tu casa de noche.

lunes, septiembre 12, 2005

Reseña: La tierra de los muertos (2005)

Creo que fueron las expectativas las que la mataron. Veinte años después de El día de los muertos (1985), estábamos todos tan emocionados con el regreso de George Romero al género de los zombis que la presión resultó demasiada para nuestros cerebros. Después de todo, tras esta creciente fiebre de cadáveres vivientes que se ha visto desde hace un par de años, el panorama era perfecto, una auténtica alfombra roja para el retorno del maestro. Y sin embargo, debo decir que ver La tierra de los muertos (2005) me ha dejado con una decepción difícil de asimilar. No es que sea una mala película, pero definitivamente está muy por debajo de los estándares a los que nos tenía acostumbrado este director. A pesar de que en esta ocasión contaba con un mayor presupuesto y una base de fanáticos más que segura, creo que no me equivoco al afirmar que esta cuarta parte de los muertos vivientes es la película más floja de la saga.

Al principio todo comienza bien, y Romero se encarga de mostrarnos un escenario que calza perfectamente como la consecuencia lógica de los eventos de sus películas anteriores: años tras la plaga, el mundo está dominado por los zombis (llamados aquí “stenches” debido a su mal olor) y tan sólo pequeños grupos de sobrevivientes se refugian a una ciudad enclaustrada por dos ríos y vallas electrificadas. Los habitantes de esta ciudad se dividen en dos clases: los ricos dominantes, que viven aislados del peligro en un lujoso rascacielos, y los pobres diablos que viven al nivel del suelo y que salen de vez en cuando a saquear las ruinas de pueblos vecinos en busca de las provisiones necesarias, contando para ello con la ayuda de un gigantesco camión convertido en una máquina de guerra y armado hasta los dientes. Dicho monstruo, llamado “Dead Reckoning” (en la versión española lo traducen incorrectamente como “El azote de los muertos”), es la máquina de violencia más contundente del mundo apocalíptico que habitan esos personajes. El conflicto se desata cuando Cholo, uno de los exploradores, resentido porque a pesar de sus esfuerzos no se le permite acceder a la clase social dominante, roba el camión y amenaza con destruir el rascacielos, y con él la ciudad.

Para colmo, la amenaza de los zombis ha cobrado una nueva faceta: los muertos han evolucionado y empiezan a mostrar signos de inteligencia que incluyen (entre otras cosas) conciencia de su poder y uso de diferentes armas (una continuación perfecta al “Bub” de El día de los muertos). Mientras los vivos se pelean por los privilegios de una vida cómoda, las hordas caníbales del exterior se acercan peligrosamente a cumplir su objetivo.

Entonces, dada una premisa tan interesante como esta, ¿cuál es el problema con La tierra de los muertos? Pues bien, quizá sea que por esta vez, y salvo ciertos detalles, no parece que nos encontramos con una película de Romero, sino con una versión de Romero adecuada a los gustos cinematográficos de hoy. La película, más que ninguna otra de su director, se convierte rápidamente en un filme “de acción”, y cuando lo hace, se queda allí. Todavía conserva algunos toques del refinado y macabro sentido del humor de Romero (una inquietante escena inicial muestra a un grupo de zombis intentando tocar instrumentos musicales en un kiosco de plaza), pero poco más. En ningún momento percibí ese sentimiento de reclusión desesperada que impregnaba las tres películas anteriores de principio a fin. En vez de eso la historia nos invita a perdernos en un festival de tiros y más tiros, frecuentemente aderezados con toques de humor que por lo menos son buenos, eso sin duda.

Aún así, no me abandonaba esa sensación de estar en presencia de la más “light” de las películas romerianas que he visto en mi vida. Creo que esto se nota especialmente si consideramos que en las tres películas anteriores no había “héroes”, precisamente porque el ataque de los zombis servía como metáfora para el reflejo de todas nuestras mezquindades e incoherencias como género humano. En cambio, en La tierra de los muertos, los “buenos” (incluyendo mi amada Asia Argento, con lo que imagino solamente el morbo que le debe haber causado a Romero dirigir a la hija de su antiguo jefe) y los “malos” están muy bien definidos, en ocasiones demasiado, lo que hace que su simbología social, característica inconfundible de las tres partes anteriores de la saga, se vea inevitablemente banalizada. De hecho, prácticamente ni se percibe ese comentario sociológico que hacía genial la saga de Romero, y que aquí queda reducido al momento en el que Kauffman, el líder de los “ricos” (interpretado por el siempre efectivo Dennis Hopper) le cae a tiros a los zombis mientras sostiene una maleta repleta de billetes y grita “¡No tenéis derecho! ¡No tenéis derecho!”. Es éste, además del momento en que Kauffman dice que “no negocia con terroristas” (una vaga referencia a nuestro clima político actual que rápidamente es desechada a favor de la trama de acción), uno de los pocos momentos en los que uno ve al viejo Romero asomar la cabeza en medio de una película que tiene más que ver con Resident Evil (2002) que con cualquier otra cosa.

El nivel de sangre y violencia es alto, y los efectos especiales de Greg Niccotero (quien aparece aquí como zombi, al igual que Tom Savini) son espectaculares. El “líder” de los muertos (que aparece en los créditos como “Big Daddy”) es un monstruo enorme cuya sola imagen transmite una sensación de brutalidad pasmosa, como la de un demonio, y es probablemente él quien tiene los mejores momentos de la película. De hecho, de todas las imágenes, me quedo con esa espectacular toma de los muertos vivientes emergiendo poco a poco del agua. Si tan sólo toda la película hubiese tenido esa fuerza.

Porque sin duda, lo que más me molesta, y la principal razón por la que salí decepcionado de aquella sala, fue por el final. Hubiera sido capaz de aceptar cualquier cosa excepto ese final “feliz” (producto sin duda de las exigencias típicas de tener unos “héroes” en estos días timoratos “post 11–S”) en el que los salvadores desaparecen en el horizonte. En fin, una película completamente desaprovechada, superflua, que solamente es entretenida cuando todos esperábamos que fuera realmente buena. Yo solamente puedo decir que Shaun of the Dead (2004) y El amanecer de los muertos (2004) siguen siendo las mejores películas de zombis realizadas en los últimos años. En cuanto a esta, es recomendable para los fans acérrimos de Romero, que siempre deseamos ver al maestro en acción, pero la sombra de sus tres obras anteriores seguirá siendo demasiado grande, y me temo que todavía tendremos que esperar para que este sub–género vuelva a las andadas con todas las de la ley, en una película realmente cañera, y no en este producto de consumo de masas que nos ha sido impuesto a quienes esperábamos (con razón) una obra maestra.

sábado, septiembre 10, 2005

Hoy me declaro en huelga

Bueno, la verdad es que estoy bastante corto de ánimo e inspiración en este momento, lo que revela algo que ya todos ustedes podían entrever por la calidad de varios de mis escritos: a veces no tengo NI IDEA de qué escribir. Además, haber visto anoche La tierra de los muertos (2005) todavía me tiene en shock, y no precisamente por las razones que se imaginan.
Pero en fin, de eso hablaré el lunes. Tomen este post como una forma de protesta.
Ah, y díganme si no están cojonudos esos zombis de la SS.

jueves, septiembre 08, 2005

Dulce Natasha

Para placeres culpables, la trilogía de Species, la mejor mezcla entre tres géneros: el terror, la ciencia-ficción y el porno. Así es, porno. Y si no lo creen, respóndanme a esta pregunta: ¿en qué género cinematográfico colocarían una película cuya trama consiste en un alienígena que se disfraza de tía buenorra buscando copular con la mayor cantidad posible de machos humanos que le permitan crear descendencia?
Pues bien, esta trilogía estará disponible un un solo paquete a partir del 20 de septiembre (Zona 1). El precio está bastante asequible, al menos por Internet. La verdad es que va a ser una gran tentación esta pequeña saga "culpable" de habernos traído a Natasha Henstridge. Si se puede sacar alguna lección de estas películas es que hay que tener cuidado cuando una rubia espectacular te aborda en una discoteca y te pide sin más que la lleves a tu casa... quien sabe, ¡podría querer arrancarte la espina dorsal con la mano!
Escribir una reseña de estas tres películas (cosa que estoy tentado a hacer) me traería problemas a la hora de mezclar los géneros, pero como ya es algo que he hecho en otras ocasiones, creo que me atreveré.
Ah, se me olvidaba, el dibujo que adorna estas letras es la carátula de la edición japonesa (cortesía de Crazy Japan), que me gusta mucho más que la de Zona 1. Pueden verla más grande haciendo clic en ella.

martes, septiembre 06, 2005

Reseña: The Descent (2005)

Es raro, pero a veces sucede que una película puede cumplir con sus espectativas y mucho más. Después de tanto tiempo escuchando hablar de The Descent (2005), el segundo largometraje de Neil Marshall, ya me había hecho a la idea de que los rumores eran exagerados y que seguramente no sería tan buena. Resulta que me equivoqué: no solamente el señor Marshall se ha anotado otro éxito en mi lista personal, sino que además nos ha traído lo que probablemente sea, como dijo una vez Noel, una de las mejores películas de género del año.

Al igual que en el anterior trabajo de su director, el tema en The Descent es la naturaleza y los peligros que encierra. Pero no es, sin embargo, la naturaleza que conocemos, sino una oculta que ni siquiera podemos imaginar. Esta metáfora está perfectamente lograda en un grupo de amigas aficionadas al senderismo, las escaladas, el rafting y la espeleología, siempre buscando el nuevo "reto" y la dominación de la naturaleza en un alarde de auto-suficiencia que sabemos (hemos visto demasiadas películas como para no saberlo) será duramente castigado. Si la situación desesperada de Dog Soldiers (2002) forzaba a los protagonistas a convertirse en una manada y descubrir la fortaleza que lleva el grupo, estas cinco amigas que se pierden en una caverna no tendrán tanta suerte. El encuentro con unas extrañas criaturas (cuyo principal horror reside en las semejanzas que tienen con nosotros) habitantes de la oscuridad hará aflorar todas sus diferencias, revelando asimismo la naturaleza escondida en cada una de ellas, casi tan espantosa como aquella que ocultan las profundidades de la tierra en esa caverna desconocida que parece no ser de este mundo ni esta época.

El descubrimiento de esta naturaleza (y el horror que ello conlleva) es precisamente el gancho de The Descent. Se trata de una película que plantea un hecho muy contundente, una situación dramática que empuja a sus protagonistas (y al espectador) hasta los límites del salvajismo, haciéndoles perder todo trazo de humanidad. En ese sentido, me asombra que los responsables de su distribución aquí en España no hayan traducido su título a El descenso, ya que me parece bastante obvio: descenso a las profundidades, a la locura, a la oscuridad, a los infiernos.

Puedo encontrar muchas razones para recomendar esta película: por su guión efectivo y preciso, por la paranoia y claustrofobia que causa su fotografía, por su atrevimiento a la hora de mostrarnos ese mundo espantoso que se oculta bajo nuestros pies, por ser un cautionary tale tan contundente, por ese clímax apoteósico al mejor estilo de Carrie (1976), con mano que sale de la tierra incluída, y por supuesto, por esa imagen que a partir de anoche ocupa un lugar preferencial en mis pesadillas: Shauna MacDonald cubierta de sangre gritando a la oscuridad. Suya es la transformación más brutal de la película, suyos son los momentos cumbres (su lucha contra una de las criaturas que acaba de perder a su cría es antológica) y suyo ese fantástico final que deja por el suelo todo eso que llaman "el espíritu humano".

Por todas estas razones creo que es necesario revisar este filme, y echar un ojo a la carrera del señor Marshall, que de seguir así, se ganará a pulso un puesto en el panteón del cine de terror. Lo aseguro.



[Nota: aquellos que hayan visto la película quisiera que por favor le echaran un vistazo a este póster canadiense, y díganme cuántos de los elementos que salen en él aparecen REALMENTE en la película. ¡Viva el cine de explotación!]

domingo, septiembre 04, 2005

Reseña: Ringu (1998)

Es imposible negar que Ringu (1998), la película que lanzó a la fama al director japonés Hideo Nakata, es un ejemplo perfecto de lo que es un filme de culto. Desde que se estrenara esta cinta (basada en la novela de Koji Suzuki, el “Stephen King de Japón”), su éxito se ha propagado con una rapidez que en nada desmerece aquella maldición de la que habla. Hasta la fecha ha producido, en su Japón natal, dos secuelas y una precuela, además de dos remakes extranjeros, uno de los cuales ya ha producido una secuela propia. ¿Pero a qué se debe toda esta fiebre?

El tema no es nuevo, pero Ringu aborda como pocas películas el tópico de las leyendas urbanas. En su caso particular, habla de una extraña maldición que rodea a un vídeo grabado en una apartada provincia japonesa. El vídeo, cuyas imágenes sólo pueden catalogarse como un sueño surrealista, mata en siete días a todo aquel que lo vea. La investigación acerca de los orígenes de la cinta corre a cargo de Reiko, una periodista que, tras la muerte de su sobrina a manos del vídeo “maldito”, debe encontrar la manera de anular su efecto antes de que ella misma sucumba. Para ello cuenta con Ryuji, su ex–esposo, un hombre que posee poderes extra–sensoriales y que por lo tanto está en “sintonía” con el espíritu que se esconde tras la cinta.

Para estas fechas es muy probable que todo el mundo conozca la historia de esta película o de su remake americano: The Ring (2002). Ahora, tras ver el original (debo admitir que mi primer acercamiento a esta historia fue a través de su versión foránea) no dudo que Nakata ha sabido proporcionar una atmósfera sutil y “perturbadora”, si bien no necesariamente “terrorífica”. Esa sutileza hace que Ringu sea una película diferente, con más énfasis en la historia que en los sustos. Pero también (y esto hay que reconocerlo) puedo entender perfectamente a aquellos que piensen que la película es un tanto aburrida, demasiado acarreada por una trama que no se cierra del todo, por un misterio detectivesco que prevalece sobre el “terror” y que encima deja muchas incógnitas y agujeros argumentales.

Hay algo, sin embargo, que resalta mucho en esta película y que la versión americana no tiene: Ringu es mucho más explícito en cuanto al origen de su “villano”, el fantasma de una niña con poderes paranormales llamada Sadako. Mientras que su equivalente anglosajona (Samara) nos es descrita en la película como una criatura maligna más o menos porque sí, la Sadako de esta cinta original comienza como una leyenda urbana, pero desemboca en toda una mitología que se remonta a conceptos muy antiguos de la cultura nipona, como son los espíritus habitantes de la naturaleza y el culto a los antepasados. Entre sus defectos, que los hay, yo señalaría aquellos aspectos puramente folletinescos que, al estar pobremente trazados, no aportan nada a la historia, siendo el mejor ejemplo los supuestos poderes paranormales de Ryuji, que en el mejor de los casos son utilizados como una barata herramienta argumental para “revelar” hechos pasados que no hubiésemos podido saber de otra forma. Sospecho, mas no puedo afirmar con certeza, que estos detalles obedecen más a un deseo por parte del guionista de permanecer fiel a la novela de Suzuki.

En fin, una película de gran ambiente y tema, con una ejecución un poco tediosa y enrevesada, pero que sólo por ser la original ya es referencia obligatoria. Ringu es uno de esos casos en que el cine puede ser realmente un culto de masas, pero tengo el presentimiento de que aquel que se enfrente primero a su remake americano verá seriamente perjudicada su experiencia con esta. Al menos, creo que ése fue mi caso.

jueves, septiembre 01, 2005

Reseña: La noche de los muertos vivientes (1968)


Si hay una película que haya causado genuino asco en el momento de su estreno, esa es sin duda La noche de los muertos vivientes (1968), el debut cinematográfico de uno de esos "míticos" directores de género, el genial George Romero. La película, un auténtico sueño hecho cine, fue realizada con las uñas en la localidad de Pittsburg, filmada en blanco y negro, no por razones estéticas ni artísticas, sino simplemente por burdos motivos de presupuesto, con un guión que explotaba el morbo de los espectadores y una ferocidad inusitada que no buscaba justificarse en ningún momento. Es el terror en estado puro, el miedo que proporciona aquello que no entendemos, aquello que no podemos vencer porque ni siquiera es posible determinar sus orígenes, sus intenciones o su auténtica naturaleza.

Tienen razón aquellos que, como Stephen King, dicen que con La noche de los muertos vivientes el cine de terror cambió para siempre, para bien o para mal. De hecho, nos hayamos quizá ante la primera película moderna de terror (este comentario tiene un sentido valorativo, no cronológico) ya que, hasta la fecha, el cine de género todavía se basaba en la atmósfera gótica de los mitos clásicos (vampiros, hombres–lobo, criaturas provenientes de esferas infernales) que la Hammer había resucitado recientemente. Nada de eso encontramos en la obra de George Romero, en la que por primera vez encontramos, en todo su esplendor, el que será uno de los nuevos (y duraderos) fenómenos físicos del género cinéfilo de miedo: el zombi.

Decir que existían películas de zombis anteriores a esta es, al mismo tiempo, cierto y falso. Hasta la fecha, la inserción de cadáveres re–animados se había utlizado en el cine, destacando especialmente White Zombie (1932), la película de Victor Halperin con Bela Lugosi, la ya clásica I walked with a zombie (1943) de Jacques Tourneur, o la involvidable Plan 9 From Outer Space (1959) de Ed Wood. Pero todas estas películas, si bien contaban con los muertos vivientes entre sus filas, lo hacían incorporándolos a una tradición narrativa que provenía, en algunos casos, de un estilo ya anquilosado de hacer cine. En otras instancias, se intentaba hacer referencias cultas a cierto exotismo afro–caribeño, algo que muchos años después llevaría Wes Craven hasta el límite con su casi documental película La serpiente y el arcoiris (1988).

Nada de eso hay en La noche de los muertos vivientes. Los cadáveres ambulantes de George Romero simplemente aparecen desde el principio de la película y nunca son explicados. De todas maneras, pronto está muy claro que eso es lo de menos, porque si algo intenta la cinta no es mostrar la épica lucha entre dos razas (los vivos y los no–muertos) sino los intentos desesperados de sobrevivir que acomete un grupo de personas forzadas a colaborar en una situación desfavorable. ¿Conclusión? Ese grupo de humanos atrapado en la cabaña asediada por los muertos vivientes puede ser tan salvaje e inhumana como la horda de cadáveres caníbales que se agolpa (cada vez en mayor número) a su puerta. A medida que transcurre la película, los finos lazos que los unen (basados sobre todo en una concepción egoísta de la supervivencia del más apto) se debilitan cada vez más, y para cuando llega el impresionante clímax de la historia, nos enfrentamos al que es quizá el mayor horror de la civilización occidental: la caída del sistema, el Caos absoluto.

Porque lo que más horroriza del zombi es precisamente el hecho de que es uno de los nuestros, irreconocible tras la muerte, desposeído por completo de memoria, afectos o intenciones, guiado solamente por la más elemental de las necesidades: el hambre. George Romero lo explotaría cabalmente en sus dos secuelas posteriores: El amanecer de los muertos (1979) y El día de los muertos (1985), con una tercera secuela estrenada este mismo año. Imitada y parodiada hasta la saciedad, ésta su primera película continúa siendo una referencia ineludible del horror en su estado puro, pero que además (y gracias a esa increíble secuencia final) nos deja con un terrible sabor de boca: lo que nos espera al otro lado de la descomposición de nuestro supuestamente seguro e inalterable orden es el infierno sobre la tierra, la depredación del hombre contra el hombre, el Fin.

Por cierto, en 1999 el gobierno de los Estados Unidos declaró esta película como "culturalmente significativa", razón por la cual es hoy en día Patrimonio de la Nación y está preservada en el Registro Cinematográfico Nacional.