martes, diciembre 15, 2015

10 de hace 10: Dark Water (2005)

Nota explicativa: "10 de hace 10" es el nombre de una nueva sección en la que re-visitamos diez películas estrenadas hace diez años, en la esperanza de ver qué tan bien (o mal) han envejecido. La idea es que consigamos publicar estas diez entradas durante el 2015, año del décimo aniversario de "Horas de oscuridad". La inspiración para este invento la tenéis aquí.


Continuando con nuestro objetivo de revisar películas estrenadas (y reseñadas) hace diez años, toca el turno de volver a evaluar nuestra impresión original de Dark Water (2005). Los que llevan tiempo siguiendo este blog saben que este es un trabajo difícil de valorar por muchos motivos, principalmente por ser un remake de una cinta que llegó a ser muy conocida en su momento y de la que se sacó una nueva versión con apenas tres años de diferencia. Pero lo primero que tengo que decir tras esta década que ha pasado antes de volver a verla es que fue también (por lo visto) un proyecto muy extraño que, por increíble que parezca, pasó por alto muchos de los preceptos que consideramos ineludibles en una producción comercial de este calibre. Vamos a tratar de nombrarlos uno a uno para que se entienda a qué nos referimos.

Lo primero que salta a la vista de este Dark Water del 2005 es su director, el cineasta brasileño Walter Salles. El por qué fue precisamente él el encargado de dar vida a un proyecto como este es algo que honestamente se me escapa. Para el 2005 Salles era un director que estaba en un punto muy alto de su carrera gracias a cintas oscarizables como Estación Central (1998) y Diarios de motocicleta (2004), por lo que no entiendo qué extraño proceso mental haya decidido que sería el indicado para una película de terror comercial. Porque de eso es lo que estamos hablando después de todo: en teoría Dark Water debía seguir el ejemplo que ya habían dado otras adaptaciones americanas del terror japonés como las muy exitosas The Ring (2002) y The Grudge (2004), y sin embargo no es así. Quizás la presencia de Salles (o no, eso no tengo forma de saberlo) es la responsable de que tengamos entre manos lo que probablemente sea el remake de terror menos comercial con el que me haya topado en mucho tiempo, algo que ciertamente no recordaba y que me ha sorprendido mucho tras haberme reencontrado con la cinta.  

Aunque claro, también es cierto que para el 2005 todavía la fiebre del terror asiático no había llegado a morir del todo, y este tipo de remakes eran todavía algo relativamente nuevo. Sólo de esa forma me consigo explicar que a pesar de mantener más o menos el mismo argumento sin grandes cambios (más allá del evidente cambio de ambientación), esta versión de Dark Water sea aún más parca en elementos de terror que la original. La versión del 2002 dirigida por Hideo Nakata no era lo que se dice muy explícita en cuanto a su imaginario de terror, pero esta versión americana lo es incluso menos: las apariciones del fantasma están mucho más dosificadas, y las poquísimas concesiones al horror (hechas principalmente a través de efectos especiales) se sienten algo fuera de lugar y como un simple añadido posterior. Una de las cosas más sorprendentes, por ejemplo, es que en ningún momento se intenta hacer del fantasma algo más tenebroso de lo que ya es; no hay trucos de maquillaje ni imaginario grotesco alguno más allá de la sempiterna mancha de humedad en el techo de la protagonista. De hecho el elemento más terrorífico de todos no es otro que ese enorme y viejo edificio que se antoja como un lugar en perpetuo abandono.

Y es que en realidad lo que estamos viendo aquí no es una historia de fantasmas sino un drama acerca de una madre acosada en todos los frentes y amenazada constantemente por las penurias económicas y la presión de sacar adelante a su pequeña familia. Es un drama además muy sobrio que cuenta con una ambientación magnífica y una magnífica fotografía del también brasileño Affonso Beato, quien curiosamente también es un nombre más frecuente en películas alejadas del canon comercial al que esta producción supuestamente pertenece. La ambientación es también otra manera de resaltar los aspectos más alegóricos del argumento tales como la mancha de humedad, el agua insalubre que beben los personajes, elementos ambos que hablan de un crimen del pasado que, curiosamente, no constituye la trama central de la película, es decir que la protagonista no emplea todo su tiempo en investigar lo que ocurrió en el piso de arriba, como sin duda habría sucedido en una película con intenciones más comerciales que esta. 


Llegados a este punto tengo que mencionar la que para mí es la mayor diferencia entre esta película y la versión original del 2002, y es el cambio en la forma cómo es tratado el personaje principal. Quizás por la adaptación cultural y el cómo se responde a unos estereotipos de género específicos, la Dark Water americana tiene una visión mucho más positiva de su protagonista que su homónima japonesa. No olvidemos que la película original mostraba a una mujer enfrentada a una maternidad que la supera y con la que es incapaz de lidiar. La versión americana, por el contrario, tiene en su personaje principal a una madre abnegada y enfrentada no sólo a las dificultades económicas sino también a la influencia negativa de dos hombres que se presentan como rivales: el indolente casero de John C. Reilly y el ex-marido interpretado por Dougray Scott, pero a pesar de todo es una mujer que continúa luchando y que poco a poco es capaz de salir del foso en el que está metida. Gran parte del mérito de esto se encuentra en el trabajo de Jennifer Connely, una gran elección de casting que consigue el equilibrio perfecto entre fuerza y vulnerabilidad y que ayuda a hacer de su personaje algo creíble. Es por eso que el desenlace (el mismo de la versión japonesa) se hace incluso más doloroso para el espectador a pesar de tener un epílogo más positivo.

Con un argumento sobrio, una excelente fotografía y unas destacables actuaciones, Dark Water lo tenía casi todo a su favor, y sin embargo tuvo un recibimiento muy frío en aquel entonces, principalmente por la mala decisión de sus responsables de promocionarla como una película de terror al uso, estrenándola justo antes de Halloween, con lo que su principal público quedó muy confundido al encontrarse con un drama más alejado del terror de lo que había sido original. No fue este el único problema puesto que la película no es del todo perfecta (la resolución del misterio se da de forma muy repentina y casi fortuita) y en definitiva no aporta mucho más allá de lo que ya había logrado Nakata tres años antes, pero si se hubiese intentado vender como una cinta dramática quizás habría sido mucho mejor recibida, aunque claro está que la cercanía temporal con la original no hubiese ayudado a soltar las expectativas propias de una producción de este calibre. Es una lástima porque la he disfrutado más de lo que inicialmente recordaba, y tras diez años creo que simplemente tuvo la desgracia de estrenarse en un muy mal momento.

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