Nota explicativa: "10 de hace 10" es el nombre de una nueva sección en la que re-visitamos diez películas estrenadas hace diez años, en la esperanza de ver qué tan bien (o mal) han envejecido. La idea es que consigamos publicar estas diez entradas durante el 2015, año del décimo aniversario de Horas de oscuridad. La inspiración para este invento la tenéis aquí.
Llegamos así (finalmente y en la raya) a la última entrega de este especial aniversario de diez películas de terror re-reseñadas diez años después de su estreno. El criterio seguido para esta última cita no resultará extraño para aquellos que hayan seguido este blog desde el principio: The Ring 2 (2005) fue la primera película que reseñé en Horas de oscuridad hace ya una década, la que comenzó todo, y una de las mejores cosas de este especial ha sido ver cómo han evolucionado tanto mis gustos personales como mi soltura a la hora de dejar caer párrafos acerca de lo que iba viendo. En el aspecto puramente cinematográfico, ha sido interesante reencontrarme con una película que no había vuelto a ver desde su lejano estreno (de hecho, nunca la había visto en versión original) y si bien mantengo muchas de las cosas que pensé en aquel momento, también hay otras que he descubierto apenas ahora y que debieron resultar obvias para mí en aquel entonces.
Pero primero, como siempre, un poco de contexto. Quizás debo soltar esto de una vez para que los que me leéis tengáis una idea de cuales son mis prejuicios a la hora de abordar una película como esta: como todos sabéis bien, The Ring (2002) es una de mis películas de terror favoritas, incluso hoy en día. Considero que de todos los remakes americanos del horror oriental fue el único que se hizo realmente bien, e incluso me atrevo a decir que si tuviera que escoger una sola cinta de terror de la década del dos mil en base a lo que significó para mí y lo que me afectó en el momento en que la vi por primera vez, la versión de Gore Verbinski ocuparía sin duda ese lugar de honor. Es por eso que estaba esperando ansiosamente esta continuación a pesar de que la primera entrega ya había quedado más o menos cerrada y existían escasas posibilidades de continuar la trama. Sin embargo, este recelo se veía compensado con el hecho de que Hideo Nakata, el director de la Ring (1998) sería el encargado de dirigir esta continuación americana, por lo que al menos por ese lado la cosa prometía.
El resultado dista mucho de ser el óptimo. El tiempo transcurrido entre su estreno y ahora me ha hecho darme cuenta de hasta que punto The Ring 2 es no sólo una decepción sino una película muy pobre y una secuela muy mal planificada a pesar de que cuenta con algunos elementos que la hubieran podido hacer un éxito, no sólo la incorporación de Nakata al equipo sino también el regreso tanto de Naomi Watts como protagonista como de David Dorfman en el papel de su hijo, acosados unos meses después de lo ocurrido en la primera película por el espíritu vengativo de Samara Morgan. De entrada esto es el primer problema porque nunca se establece realmente el por qué de esa fijación específica con dos invididuos que en teoría no deberían ser sino otros supervivientes más de la maldición viral que se extiende a través de la cinta de vídeo de la primera película. El tema de la cinta, por cierto, es completamente abandonado en esta secuela en favor de una historia de fantasmas mucho más convencional, lo que no es sino la primera de las muchas faltas que la propia historia comete contra su ya establecida mitología y sus otrora muy bien definidas reglas; ahora por el contrario parece que Samara tiene habilidades que en su momento no tenía, y la película utiliza esos poderes de la peor forma posible a través de numerosos clichés y lugares comunes que hemos visto ya demasiadas veces.
El mayor de estos lugares comunes quizás sea el haber empleado muchas convenciones de otras películas a la hora de ir tejiendo la historia de Samara y su amenaza contra una madre y su hijo. Algunos de los detalles más significativos de la trama de The Ring 2 están literalmente calcados de clásicos como Poltergeist (1982), y tal como mencionábamos en la reseña original hace diez años, el enfrentamiento entre Samara y Rachel en el desenlace de la cinta tiene parecidos demasiado grandes con Dark Water (2002) (también dirigida por Nakata, por cierto) como para creer en una simple coincidencia. El resultado de todo esto es una película que no sabe muy bien a dónde va, no entiende su mitología y no aprovecha sus posibilidades. El único punto novedoso que ofrece es la por otro lado predecible profundización en los orígenes de Samara, apoyada por una Sissy Spacek desquiciada y demostrando por otro lado una cercanía mayor con los orígenes de la versión japonesa de lo que la primera película dejaba ver. Esta última idea es interesante pero está sugerida de forma muy vaga. Además, nada de eso importa al final, donde una vez más parece que lo crucial para derrotar a una amenaza sobrenatural es el poder del amor.
Quizás lo que más lamenté en este segundo visionado fue comprobar cómo la dirección de Nakata no parece aportar absolutamente nada al resultado final. Todo en esta película, incluyendo la estética y los efectos especiales, resulta tremendamente convencional aún teniendo en cuenta el contexto mainstream en el que se estrenó, y la trama se mueve de forma demasiado lenta sin una dirección real de investigación como sí tenía la primera película, la cual por cierto es mucho más estilizada que esta. La secuela, por el contrario, es completamente plana y en muchas ocasiones me parecía estar viendo una cinta de mediados de los noventa.
Si bien ya hace una década me pareció que dejaba mucho que desear, estaba dispuesto a dejar pasar muchos de los problemas de The Ring 2 tan sólo por el hecho de ser la continuación de una de mis películas preferidas. Ahora, diez años después, me doy cuenta de lo pobre que fue el resultado final de una secuela completamente innecesaria, que contradice sus propias reglas y desprecia gran parte del legado de la primera parte para echar mano de cosas que funcionaron en otras películas. Una muy leve mirada a los orígenes de la maldición no compensa el tedio general de una cinta considerablemente más lenta y aburrida, y aunque todavía no se me ocurre cómo se podría haber continuado una historia como la de la primera parte, sí pienso que tiene que haber habido una forma mejor de llevarla a cabo.
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