En deuda estoy con el señor Kuroi Yume (de Tierras de cinefagia) por su quijotesca labor de enriquecer mis escasos conocimientos de cine oriental (por cierto maese Yume, sigo esperando esa lista), y dado que esta página no puede resistir la tentación de la ya declinante moda del japo-terror, es bueno darse una pasada por títulos que realmente valen la pena. El que hoy nos ocupa es una de esas pequeñas joyas imprescindibles que no hay que dejar pasar bajo ningún concepto, el experimento narrativo Three (2002).
Seguramente conocida desde hace tiempo por todos aquellos más duchos que yo en el cine del lejano oriente, Three es una de esas cintas "de episodios", en la que se nos presentan tres segmentos sobrenaturales de tres directores asiáticos distintos. Los segmentos son totalmente independientes entre sí, aunque en esta ocasión comparten una temática en común: la idea de los "fantasmas" en tres culturas distintas, la coreana, la tailandesa y la china. Por supuesto, los tres episodios varían en cuanto a estilo y en cuanto a calidad, pero vayamos por partes.
El primer segmento, Memories, abre la película con una historia narrada en dos planos: por un lado, una mujer que despierta tumbada en medio de la calle y que no puede recordar quien es, donde vive o cómo ha llegado hasta allí. Al mismo tiempo, asistimos al día a día de un hombre que sencillamente no puede recordar por qué su esposa le ha abandonado, y cuya soledad ha hecho que empiece a tener visiones extrañas acompañadas de violencia extrema y una sensación de horror que poco a poco se va apoderando de él, como la anticipación de una tragedia. A medida que ambos personajes van llenando los vacíos de su memoria, nosotros como espectadores vamos descubriendo los pormenores detrás de sus respectivas pérdidas, hasta el desenlace que termina de atar los cabos y muestra, efectivamente, el horror.
Este primer segmento, bastante correcto, es obra del director surcoreano Kim Ji-woon, quien poco más tarde sería un nombre harto conocido por los fans del terror oriental tras el estreno de su obra maestra: 2 hermanas (2004). Al igual que sucede en esa película, su segmento es sumamente estilizado, con una trama que prescinde casi por completo del diálogo y deposita toda su fuerza en sus imágenes y sus silencios (especialmente inquietante es la primera escena, en la que un largo y lento plano de acercamiento nos muestra el despertar del marido abandonado, además de un espectacular clímax que cierra un círculo casi perfecto) y sobre todo, porque sólo al final de la historia logramos entender todo lo que vino antes: una magnífica metáfora sobre el origen del miedo y los fantasmas "creados" por el hombre.
El segundo segmento, The Wheel, es en mi opinión el punto flojo de la película. Lo dirige el tailandés Nonzee Nimibutr, completamente desconocido para mí excepto por ser el director de la película Nang Nak (1999). Al igual que dicha cinta, su episodio es una historia de terror ambientada en la selva tailandesa y situada en medio de una pequeña comunidad de artistas callejeros divididos en dos castas: los elitistas titiriteros y los modestos actores de carne y hueso. Tomando como base las leyendas populares de aparecidos, Nimibutr muestra en su segmento las terribles consecuencias de aquellos que ignoran las reglas sobrenaturales de los maestros titiriteros, especialmente aquella que dictamina que si los muñecos no son destruidos tras la muerte de su creador, sus espíritus se convertirán en entidades asesinas. Por desgracia, el episodio no funciona tan bien, principalmente dado por el hecho de que como espectador nunca logré conectar con la idea de que dichos muñecos debían dar miedo de por sí. El final, además, resulta un tanto absurdo, siendo este el capítulo menos elaborado y más pobre en cuanto a ejecución.
Todo eso, por fortuna, queda compensado con el tercer episodio, uno que en mi opinión no sólo es el mejor de los tres, sino que perfectamente vale por sí solo todo el visionado de la película. Se trata de Going Home, segmento dirigido por Peter Ho-Sun Chan, también tailandés de nacimiento pero radicado en Hong Kong. Chan es al parecer un novato en el género del terror, pero su episodio resulta el más interesante, poético, elaborado y perfecto de los tres, una auténtica obra maestra perfectamente resuelta, con momentos que recuerdan a las mejores secuencias de Psicosis (1960) y El sexto sentido (1999). La historia trata de un policía que se muda con su hijo a un ruinoso edificio de apartamentos de Hong Kong, una gigantesca y cutre colmena que han abandonado ya todos los inquilinos, a excepción de un misterioso vecino que vive con su mujer paralítica. Cuando un día el niño desaparece y el padre sale en su búsqueda, descubre accidentalmente el secreto que su vecino ha guardado durante años, y da comienzo a una fascinante historia de soledad, amor y toda la magia y misterio que rodea a las antiguas artes chinas de la curación. El clímax final cierra con broche de oro la historia, culminando toda la carga de poesía visual y sentido de la maravilla sobre el espectador. Por desgracia, el señor Chan no planea volver, de momento, como director al cine de miedo, pero al menos está trabajando como productor en el próximo remake americano de The Eye (2007).
A pesar de que el balance promedio de los tres episodios es un tanto desigual (principamente por culpa del segundo segmento), el primer y el tercer capítulo hacen que esta curiosa pieza sobrenatural valga realmente la pena. La moda del terror oriental ha hecho que a menudo tengamos que tragarnos auténticas bazofias, y por eso encontrarse con una obra del calibre de Three es todo un acontecimiento.