Llega por fin la reseña número 100 de Horas de oscuridad, y para el licántropo que esto escribe, el blanco no podía ser otro sino El aullido (1981), clásico de culto de Joe Dante y una de las piezas fundamentales en lo que respecta al cine protagonizado por hombres-lobo. Como casi todos los grandes éxitos de los ochenta, creó una legión de fanáticos durante la edad de oro del VHS, y generó asimismo un cantidad generosa de secuelas, la mayoría de dudosa calidad. Sin embargo, esta primera parte ha sabido mantenerse incólume con el paso del tiempo, no necesariamente por su calidad técnica o narrativa, sino por el ingenioso estudio del género que en ella se hace.
Karen White (interpretada por una de las más recurrentes heroínas del horror, Dee Wallace Stone) es una reportera que investiga los crímenes del asesino en serie Eddie Quist, quien ha dejado tras de sí un gran número de chicas horriblemente mutiladas. Cuando Karen finalmente encuentra a Eddie y lo confronta, lo ve transformarse en un hombre-lobo justo antes de caer abatido por los disparos de la policía. Su experiencia le hace sufrir un colapso nervioso que la obliga a internarse en la colonia experimental del doctor George Waggner, un lugar habitado por un grupo de extraños personajes cuya principal característica es que comen mucha carne.
Para el guión de El aullido, Dante contó con la ayuda de John Sayles, quien ya había trabajado con él en Piraña (1978), y que en esta ocasión adaptó la novela de Gary Brandner convirtiendo la película en algo que calzaba perfectamente con el estilo del director: una fiesta de autoreferencias y de guiños al espectador que conoce el género que se está tocando. Después de todo, los nombres de varios personajes de esta película, como George Waggner, Jacinto Molina, Roy William Neill, Terence Fisher y otros, son nombres de famosos directores de películas de hombres-lobo. De todos ellos, el más conocido sea quizás Waggner, quien dirigió El hombre-lobo (1941), principal pieza de inspiración del cine licantrópico y de esta cinta en particular (no en balde aparece en dos ocasiones proyectada en un televisor, una de ellas tras los créditos finales). Esto es sólo uno de los numerosos guiños escondidos a lo largo de todo el metraje, y que incluyen cameos del propio John Sayles, de Roger Corman e incluso del siempre mítico Forrest J. Ackerman, así como apariciones de un retrato de Lon Chaney Jr. o de un ejemplar de El aullido, el famoso poema de Allen Ginsberg.
Pero las referencias son solamente un pasatiempo para Joe Dante. Con esta, su segunda película, ya empezaba a elaborar el estilo que le ha hecho famoso y que le convierte en uno de los más privilegiados directores de terror: el uso de las convenciones del género como metáfora del comportamiento humano. El tema que subyace en El aullido (y que queda patente ya desde el principio, con una velada conversación que se escucha a medida que un televisor cambia de canales) es el conflicto presente entre la naturaleza bestial del ser humano y el intelecto, un intelecto que es, en su mayor medida, represor. Para el momento en que la naturaleza de los habitantes de la "colonia" es revelada, presenciamos aquello que Dante ha querido decirnos con su historia de hombres-lobo y que, hasta entonces, ninguna otra película del género había sugerido en forma tan contundente: el licántropo como símbolo de los instintos liberados del hombre. Estos instintos no se refieren únicamente a la violencia, ya que sin duda el mejor ejemplo está en el personaje del marido de Karen, quien tras ser ingresado forzosamente en las filas de las bestias de la luna, da rienda suelta a todos esos impulsos que durante tanto tiempo se negó a sí mismo, como el comer carne o incurrir en la infidelidad conyugal con una de las despampanantes residentes de la comuna.
Los hombres-lobo de esta película no son simplemente monstruos, sino seres dotados de una intencionalidad y que no están exentos de un particular conflicto: la necesidad de escoger entre continuar su vida salvaje (y arriesgarse así a ser expuestos a la humanidad) o adaptarse al nuevo orden del mundo manteniéndose ocultos y reprimiendo sus instintos de caza para pasar desapercibidos. En medio de este contexto, el personaje de Eddie Quist es un paria, un desertor de esa nueva y ordenada jauría, y por lo tanto, el único y auténtico monstruo de toda esta historia. La escena en la que Karen lo encuentra, y que transcurre en la oscuridad de una pequeña sala donde se proyecta una sesión privada de una película de porno duro es, sin duda, la más oscura e inquietante de toda la película, y cuando volvemos a ver a Eddie (interpretado por Robert Picardo, otro actor fetiche de Dante), su dolorosa y repugnante transformación se convierte en el clímax de la película, una transformación que dura más de un minuto y que vemos paso por paso.
Enhorabuena por los Cien!!
ResponderEliminarA ver si podemos celebrarlo!!
Y menudo cien, una película enorme. Leyéndote, he recordado lo temáticamente cerquita que deja esta cinta a esos dos monstruos que son el Hombre Lobo y el Vampiro.
Qué cosas...
Felicidades por las cien reseñas. Y un acierto de pleno el conseguirlo con esta excelente reseña de una de las mejores películas que se han rodado sobre los licántropos (junto con la recientemente comentada Un hombre lobo en París) y una de las que mejor recuerdo guardo. La verdad es que hace quizás demasiados años que la vi y no la recordaba muy claramente, gracias por refrescar mi vieja memoria cinéfila.
ResponderEliminarDe todas formas una pregunta, ¿Porqué siempre la nombras como El aullido (la traducción literal) en vez de titularla con el titulo oficial en castellano, Aullidos?
Un saludo
Barry Collins
Gracias por tan calurosas felicitaciones. Trataré de que estas descaradas muestras de auto-promoción no se repitan.
ResponderEliminarOh, y en cuanto a la pregunta del señor Barry Collins, le diré que todo se debe (como siempre) en la arbitrariedad a la hora de escoger entre el título español y aquel puesto en Latinoamérica. Allá la película siempre se ha titulado "El aullido", y ya saben lo inconsciente que soy en cuanto a la coherencia interna de los títulos en este blog.
Felicidades por este completísimo post nº 100: "Aullidos", como yo siempre la he conocido, es una de las grandes del fantástico de los primeros 80, quizá algo ensombrecida por los espectaculares efectos de "Un hombre lobo americano en Londres", pero una muy gran historia licantrópica.
ResponderEliminaren otro orden de cosas, nos hemos tomado la libertad,no sólo hemos enlazado Horas de Oscuridad en nuestras dos VideoArenaS, sino también de convertirte en hermano de armas y coprotagonista de nuestro último post.
Saludos VideoArenileS.
Felicidades, y a seguir asi.
ResponderEliminarRespecto a la pelicula, no comparto tu entusiasmo, aunque tampoco esta mal. Lo cierto es que la vi no hace mucho por primera vez y no me parecio tan buena como pensaba, aunque se puede ver.
Lo mejor, los efectos de maquillaje, las transformaciones, alguna escena de ataque de hombre lobo y el final.
Cult Movie Habemus.
ResponderEliminarY entre las secuelas, creo recordar que la 3 es la de los marsupiales y la 5, Rebirth, sin ser gran cosa, no estaba mal...
hola como estas si puedes escribeme al correo lagocha007@gmail.com tengo una plantilla si te interesa para tu blog.. la vi la guarde ..
ResponderEliminarBueno vi q estas en la lista de los papitos bloger ..Suerte
Besos
Por cierto, esa pelicula que van a estrenar en breve titulada Aullido, o algo asi ¿tiene algo que ver con esta?.
ResponderEliminarQue no Bottin también es el responsable de los efectos de maquillaje de Robocop?
ResponderEliminarPor cierto, su trabajo en la excelente Club de la pelea, es de resaltarse. Un maestro.
Para JohnTrent:
ResponderEliminarCarajo!!! es que acaso eres de la generación emo? qué edad tienes? que no es buena? creo que estás en la página equivocada. Aullido es una auténtica joya. Como bien redacta Hombre Lobo: "El aullido es, principalmente, una película de horror...es una de las más instrospectivas miradas al auténtico poder metafórico de estas criaturas."
AMÉN
Resulta difícil de creer que una cosa tan mala pueda tener salida.
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