Una búsqueda rápida por la historia de su producción deja claro por qué: rodada paralelamente a la séptima entrega y estrenada el mismo año, esta producción viene de un guión originalmente titulado Dark Can't Breathe y que contaba una historia completamente independiente a la que luego se maquilló para darle el toque cenobita que faltaba. Es una lástima que no hayamos podido ver dicho trabajo porque las francamente buenas posibilidades del argumento de esta película se vienen abajo precisamente debido a su inclusión forzada en una franquicia ya gastada y en franca decadencia desde hacía mucho tiempo y que tampoco esta vez consigue salvarse.
Uno de los aspectos más curiosos de este argumento viene, sin embargo, de un intento por romper con todo el estilo anterior, dando a la historia un giro metaficcional situándose en un mundo fuera de la propia película en el que la saga de Hellraiser existe. Dicho giro está evidentemente inspirado en películas como La nueva pesadilla (1994) y sobre todo Scream (1996), no sólo por el contenido irónico y auto-referencial sino también por el hecho de que estamos ante una cinta de corte juvenil que gira alrededor de unos chavales adictos a una web llamada Hellworld. A decir verdad nunca queda claro exactamente si es una página web o un videojuego, aunque en lo personal creo que se trata de una especie de red social inspirada en el universo de Hellraiser y que al parecer está relacionada con el suicidio de uno de los chicos. La verdadera película comienza cuando el resto de los jóvenes asisten a una fiesta temática de su entretenimiento favorito y presencian como aquello que creían originalmente un universo de ficción termina teniendo una capa más siniestr
Aquí también por desgracia es cuando la película se convierte en un slasher de toda la vida, con los chicos muriendo uno a uno en medio de una trama que termina siendo un misterio de baratillo con un final sorpresa mucho menos inteligente de lo que quiere hacernos creer. Por supuesto, nada de esto tiene que ver con Hellraiser más allá de la presencia de un cansado Doug Bradley que aparece de vez en cuando en cameos glorificados y se apersona en la última escena en una muy lamentable coda final que corona todo este despropósito. Lo más amargo de todo este trago es que la cosa no terminó aquí: varios años después sus responsables volverían a exprimir la saga con dos entregas más que terminarían distanciándose aún más de aquella cinta que les vio nacer, ya que el mismo Bradley abandonaría el barco entregando su papel de Pinhead a otros actores menos agraciados. Pocas sagas de terror han tenido una vida tan longeva, y pocas han caído tan bajo después de su prometedor inicio.
Curiosidad freak. Henry Cavill, el nuevo Superman de DC/Warner, tiene un papel bastante importante en este filme. Debería haberse quedado en este tipo de productos de saldo.
ResponderEliminarY aunque esta secuela es nefasta, es mil veces mejor que la indigerible (pese a su brevedad) novena entrega.
Saludos al autor!