Mi primera candidata a lo más destacable del año, German Angst (2015) es la nueva entrada en esta tendencia cada vez mayor del cine de terror de antologías, especialmente aquel que recupera viejas glorias del cine de miedo de décadas pasadas. En el caso de la que hoy nos ocupa, se trata de una producción de la cual no había escuchado mucho y de la que ni siquiera vi en su momento el trailer; un avance engañoso, por cierto, ya que la mayoría de sus imágenes se realizaron con actores y escenarios diferentes a los que terminaron apareciendo en la película. Pero a pesar de que fui prácticamente a ciegas, tenía grandes expectativas sólo por el hecho de que uno de los tres segmentos traía de vuelta a Jörg Buttgereit, director de la controversial Nekromantik (1987) y uno de los nombres más conocidos del cine de terror alemán de las úlimas décadas y a quien le perdí la pista hace muchos años. El resultado superó todo aquello que podía esperar; se trata de una película muy sólida que no sólo es muy desagradable de ver en ocasiones sino que incluso guarda un discurso coherente en torno a su procedencia ya intuible desde el título, que hace un juego entre un término que habla de la identidad típicamente germana con una palabra que, además, significa literalmente "miedo".
Buttgereit dirige el primer segmento, Final Girl, probablemente el menos convencional y el más minimalista en cuanto a su pequeña puesta en escena, sus escasos personajes y su total ausencia de diálogos más allá de una voz en off desconectada de una acción principal, una historia transgresora al involucrar una joven adolescente y una trama de psicopatía, abusos y mutilación explícita. El segundo segmento, Make a Wish, pertenece a Michal Kosakowski, director del documental Zero Killed (2012) y que aquí explota su origen polaco en pos de la creación de un relato de torture porn con un mensaje marcadamente político. De las tres historias, esta es probablemente la más difícil de ver no sólo por lo violenta que es sino por su tono profundamente pesimista acerca del carácter abritrario de la violencia racista y su vuelta macabra a los conceptos de víctima y verdugo. Este relato en particular, coherente además con el tono que ha mostrado Kosakowski en sus anteriores trabajos, terminó diviendo al público de la sesión que presencié.
Finalmente el tercer relato de la película, Alraune (nombre alemán de la mandrágora que guarda un gran parecido fonético con la palabra alemana para "pesadilla") fue mi favorito de los tres. Está dirigido por Andreas Marschall, y a pesar de que es el más convencional en cuanto a narrativa (con tres actos muy diferenciados y una narración líneal), es también el más elaborado en cuanto a estética, lo que evidencia de forma clara tanto su trabajo de ilustrador de portadas heavy metal como su preferencia por el Giallo italiano que ya había demostrado en Tears of Kali (2004). En esta ocasión se trata de una historia de contenido erótico/surrealista que se va por los derroteros de la Nueva Carne y cuyo explícito tratamiento de lo sobrenatural la convierte en la única de las tres historias que se puede considerar cien por cien de terror.
En general puedo decir que salí de esta experiencia muy impresionado, y sintiendo que estaba ante una de las mejores del año. A pesar de que son pocas las historias, German Angst consigue algo que normalmente no se suele encontrar en este tipo de cintas de antología y es un equilibrio en cuanto a la calidad de los segmentos y un hilo temático unitario que en este caso se debe principalmente a su excelente manejo de los rincones ocultos de Berlín como escenario del terror. De las tres, Alraune (sabiamente colocada al final) es la que quizás termine gustando más a todo el mundo ya que se siente como un largometraje sin partes de relleno, mientras que las otras dos poseen argumentos mucho más sencillos y pueden llegar a ser muy desagradables para un público mayoritario. En todo caso, si tenéis oportunidad de verla, entrad sin duda.
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