Siguiendo con nuestro proyecto de reseñar las cinco películas de la saga de Whispering Corridors, llegamos así a la tercera entrega, titulada Wishing Stairs (2003), que parte de una idea bastante atractiva a la hora de abordar lo sobrenatural, un arquetipo de historia de horror muy recurrente acerca de los peligros de obtener aquello que quieres por medio de vías ultraterrenales. Conocemos ya muchos ejemplos de este tipo de historias, siendo uno de los principales el famoso cuento de La pata de mono de W.W. Jacobs, con la que tiene muchos puntos en común. En el caso de la película que hoy nos ocupa, la premisa trata acerca de una misteriosa escalera de piedra frente a los dormitorios de un internado de chicas que tiene 28 escalones, pero que a veces, por algún motivo, parece tener 29, y concede deseos si quien la sube se encuentra con ese escalón de más.
Debo decir que esta vez he quedado gratamente sorprendido, ya que a diferencia de las dos entregas anteriores, esta tercera parte sí tiene un marcado contenido sobrenatural, aunque este no se hace evidente hasta llegar a la mitad de la película. Toda la mitad anterior tiene de hecho muy poco de terror, y se ocupa más en establecer el tono y los personajes que habitan el colegio. También en el tipo de historia que cuenta se nota la conexión con las dos películas anteriores, al centrarse sobre todo en la historia de las dos jovencitas protagonistas y de los conflictos que surgen cuando una fuerte amistad se ve rota por la envidia y el error de querer ver en el éxito la única forma de identidad. También hay un interés bastante marcado por mostrar lo dura que es la vida en el instituto y lo crueles que pueden llegar a ser los jóvenes. No quiero entrar aquí acerca de si la película toca el tema del lesbianismo o no porque me parece que eso es más un prejuicio masculino acerca de la amistad femenina, que se vive de forma distinta a cómo la viven los hombres y que implica una cercanía que a veces confundimos con homosexualidad.
En el fondo creo que este juego de espejos entre las distintas partes de la saga ha sido uno de los elementos más interesantes que he encontrado hasta ahora en Whispering Corridors; es como si cada película intentase contar la misma historia de forma distinta, algo que me reafirma en mi opinión de que al menos con estas tres primeras entregas no estamos realmente ante películas de horror ambientadas en un colegio, sino ante dramas de colegio con algunos elementos de horror. Eso no quita, sin embargo, que en esta ocasión en particular se hayan decidido finalmente a subirse al carro de sus contemporáneas en cuanto a cine de miedo; la segunda mitad de Wishing Stairs, y sobre todo su clímax final, aumenta la carga de lo sobrenatural y echa mano de una gama de recursos tanto temáticos como estéticos que ya hemos visto en muchas otras películas de terror asiáticas, pero lo hace con dignidad y sin desentonar del todo con el resto de la película.
Aquellos que busquen una historia de terror más al uso muy probablemente saldrán satisfechos esta vez, porque ya desde el principio se intuye que esta entrega tiene un tono mucho más oscuro que las anteriores, quizás no tan destacable como la primera cinta, pero notable sin duda. Estéticamente, además, es la más interesante de las tres, y el gancho temático del ballet como escenario de la disputa entre las dos chicas protagonistas le otorga un elemento de belleza que no está presente en las dos películas anteriores. Recomendable sin duda.
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