En Memento Mori nos situamos una vez más en un colegio de chicas en Seúl (no sé si es el mismo colegio que en la primera parte, aunque bien podría ser), en el que una joven encuentra el diario compartido de dos chicas que alguna vez tuvieron una fuerte amistad que se ve rota por motivos que vamos descubriendo gradualmente. Este es el núcleo narrativo de una historia que se pone en movimiento mediante un suicidio (hecho que se anuncia en la carátula y en el trailer pero que no tiene lugar hasta pasada la primera media hora de película) y en la que se van mezclando diferentes aspectos de la vida en el colegio que hablan sobre todo de la relación lésbica entre las dos chicas y cómo cada una de ellas aborda el tema de la aceptación en medio del conservadurismo en el que viven. Una vez más, el colegio es mostrado como un sitio cruel y opresor que termina destruyendo cualquier intento por alcanzar la felicidad, con lo que de nuevo nos vemos antes una crítica a la fuerza represora de un sistema rígido e inflexible.
¿Dónde está el horror en esto? Buena pregunta. Así como Jim Jarmusch dijo en su momento que The Limits of Control (2009) era "una película de acción sin acción", los directores y guionistas de esta película, Tae-Yong Kim y Kyu-Dong Min, manifestaron su deseo de rodar una historia de fantasmas sin fantasmas ni escenas de miedo, por más increíble que parezca. En el caso de los dos surcoreanos, los productores no dejaron que se salieran con la suya y exigieron a los cineastas la incorporación a la trama de algunos sustos (muy escasos) y escenas de corte sobrenatural que, hay que decirlo, se sienten un tanto forzadas. Hay una muy ligera mención a la telepatía presente en las dos chicas y a la conexión espiritual que se forma con la protagonista a través del diario compartido, pero se cuenta de forma muy ambigua y abierta a interpretación. Además, esta es una de esas películas en la que el espectador realmente tiene que prestar atención porque la historia es contada de forma no-lineal con saltos imprevistos en el pasado que resultan en ocasiones un tanto confusos. Tampoco ayuda que, tal como mencionaba arriba, el hecho que desencadena realmente la trama no ocurra hasta pasados ya treinta minutos.
Por todos estos motivos, clasificar a Memento Mori como una película de terror es algo bastante arbitrario. El casi inexistente ángulo sobrenatural (a excepción de ese delirante clímax que parece sacado de una película distinta) y el énfasis en la relación amorosa de las chicas y su posterior ruptura la convierten más en un drama/romance juvenil que en una historia de fantasmas. A pesar de todo esto me parece muy positiva la forma en que, al igual que en la primera entrega, esta secuela aborda un tema tabú como la homosexualidad adolescente y lo presenta de una forma atrevida resistiéndose a la salida fácil de glorificar al instituto, al que muestra con todas sus miserias y horrores cotidianos. Al final, resulta que estamos ante una película muy interesante, pero que reconozco no es para todo el mundo, ciertamente no para aquellos que estén buscando una película de miedo. Eso seguro.
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