martes, octubre 27, 2009

Reseña: Destino final 4 (2009)

No tengo que repetir a estas alturas que no guardo mucho entusiasmo hacia la saga iniciada por Destino final (2000), de James Wong, pero dado que salí contento de la tercera entrega, decidí ir con mente abierta a la cuarta y última, Destino final 4 (2009), o como reza el título oficial, El destino final 3-D (título que me niego a utilizar aquí). En esta ocasión tenemos nuevamente al mando a David R. Ellis, quien ya se había encargado de dirigir la segunda parte seis años atrás, y que en esta ocasión las tenía todas consigo no sólo por el ya contundente éxito taquillero de la saga en general, sino también porque esta entrega cuenta con el valor añadido del 3-D en aras de una espectacularidad aún mayor que la de todas sus antecesoras.

Si en la primera cinta teníamos la explosión de un avión en pleno vuelo, en la segunda una espantosa colisión múltiple en carretera y en la tercera una tragedia en una montaña rusa, en esta cuarta entrega de la saga presenciamos un accidente en un circuito de carreras que se carga no sólo a varios pilotos sino también a un grueso porcentaje del público en las gradas, algo de los cuales unos cuantos elegidos se salvarán gracias a la inexplicada premonición de un joven que intentará luego burlar el plan de la Muerte. A diferencia de entregas anteriores, la secuencia del accidente no es tan larga ni tan intensa esta vez, pero por fortuna el director logra sobreponerse a este primer traspié y nos deja lo mejor para más adelante, haciendo de su película una de las entregas más vacuas pero también una de las más divertidas.

Eso sí, no hay sorpresas: a nivel de argumento es quizás la más tonta de las cuatro películas, y sus actores son básicamente accesorios (sobre todo el protagonista masculino es nefasto, y el personaje de su novia no es un más que un caramelo visual), pero a estas alturas dudo mucho que haya alguien esperando de esta saga una historia muy compleja, algo que por cierto está referenciado de forma bastante curiosa desde el principio, cuando uno de los personajes reconoce que el único motivo para seguir las carreras de Nascar es ver los accidentes. De la misma forma, esta es una saga que no se caracteriza por ser muy inteligente que digamos.

El recurso del 3-D (que no olvidemos estaba originalmente previsto para la tercera entrega) obliga a sacrificar aspectos narrativos en virtud del espectáculo, y ciertamente funciona en gran medida, con la consecuencia de convertir la película en una atracción de feria. Sin duda está bien aprovechado, hasta el punto que dicho efecto tridimensional se hace poco menos que indispensable; las "visiones" del protagonista son ambientadas de esta forma y, francamente, serían bastante ridículas si no te estuvieran saltando a la cara. Varias de las escenas de muertes están también diseñadas para el lucimiento de este efecto, y al igual que en la tercera entrega, la película toma en varias ocasiones un marcado giro hacia la comedia gore, incluyendo numerosos momentos irónicos de auto-referencia. Destacable, eso sí, el espectacular clímax final en el centro comercial (con su muy evidente secuencia metaficcional ambientada en un cine 3-D), uno de los escasos momentos de genuino suspense de la película y que la eleva a alturas insospechadas.

En vistas de su próximo estreno en España, yo diría que todo aquel que haya disfrutado de las anteriores entregas no debería perderse Destino final 4, pero incluso aquellos que (como yo) no se encuentren entre los devotos de la saga, deberían darle una oportunidad siempre y cuando puedan verla en 3-D, ya que no estoy seguro de qué tanta efectividad pueda tener la película desprovista de este su principal atractivo. Su éxito taquillero hará aumentar exponencialmente la cantidad de películas de terror dotadas de este formato, pero no creo que haya muchas que se presten tan bien como esta saga para el disfrute lúdico por parte del espectador. Esta, específicamente, es todo un espectáculo que a fin de cuentas no engaña a nadie.

jueves, octubre 22, 2009

Breve

Lo más comentado de esta semana ha sido, sin duda, la decisión por parte del Ministerio de Cultura español de dar a Saw 6 (2009) la calificación moral X por su "apología de la violencia", negándole así a la saga de terror más rentable de los últimos años la posibilidad de estrenarse en salas de cine (y, no olvidemos, de obtenerla en formato casero en la mayor parte de las tiendas y videoclubes) y dejando frías sus 300 copias. No puedo aportar aquí nada que no se haya dicho ya (y mucho mejor) en otros sitios, pero me uno a la protesta general ante este hecho que nos devuelve a una época que creíamos superada. Yo, sin ser fan de la saga, me veo sorprendido ante el despliegue de mojigatería que está demostrando una comisión que, por lo visto, debe estar llena de gente con severos problemas de criterio. Esperemos que al final recapaciten.
En los siguientes días no tendré muchas posibilidades de escribir, así que quizás no les vea hasta después de Halloween. Si tienen planeado algún maratón de terror para esa fecha, aseguraos de romper un poco la costumbre: en vez de ver Halloween (1978) de John Carpenter por enésima vez, acercaos a Halloween 3: Season of the Witch (1982), la cual he vuelto a ver recientemente y a la cual pienso reinvindicar hasta el hartazgo en cuanto tenga la oportunidad.

martes, octubre 20, 2009

Reseña # 300: ¿Quién puede matar a un niño? (1976)

De entre todos los tabúes cinematográficos, matar a un niño en pantalla ha sido uno de los más destacables y difundidos, al menos dentro del cine comercial. La película ¿Quién puede matar a un niño? (1976) sabe jugar muy bien con ese hecho al proporcionarnos una larga introducción basada principalmente en metraje documental acerca de las diferentes atrocidades del siglo XX y sus consecuencias sobre los más pequeños, algo que condiciona al espectador desde el principio a favor de los niños. Lo curioso es ver cómo esta predilección es puesta a prueba más adelante al entrar de lleno en una situación dramática en la cual, inequívocamente, los niños son una verdadera amenaza.

Basada en la novela El juego de los niños, de Juan José Plans, ¿Quién puede matar a un niño? es también el segundo y hasta la fecha último largometraje dirigido por Narciso Ibáñez Serrador, quien a pesar de contar con sólo dos películas en su haber, es siempre destacado como uno de los nombres ineludibles a la hora de hablar de cine de terror hecho en España. Alejado esta vez de los horrores de ambiente gótico mostrados en La residencia (1969), esta película tiene lugar en la época actual y en un ambiente que por sí solo representa la antítesis de lo que normalmente entendemos como la estética del terror: un pueblo de la Costa Brava en el cual una pareja de turistas ingleses (ella además embarazada) va a pasar sus vacaciones de verano. El marido propone entonces visitar la isla de Almanzora, que ya conociera en su juventud y la cual representa el escape de ese ajetreado mundo de turistas, así como la encarnación del sueño apacible del Mediterráneo. Es aquí donde comienza la película propiamente dicha, ya que Almanzora, una isla completamente cortada de la civilización, se ha convertido en un pueblo fantasma donde los niños, por razones que nunca son explicadas, han comenzado a matar a los adultos.

Ya desde los primeros minutos se nota la habilidad de Ibañez Serrador para los ambientes de genuino miedo; al ruido y jolgorio general de la península se contrapone el silencio sepulcral del pueblo isleño, donde todo transcurre a plena luz del día y donde el color blanco de las casas y la inamovibilidad absoluta de la aldea hablan de un calor asfixiante. Este silencio está apenas roto por elementos que hablan de una vida interrumpida: un carro de helados con la mercancía derretida, un pollo quemado que da vueltas sin parar sobre las brasas, una tele encendida mostrando sólo nieve en su pantalla y una misteriosa llamada telefónica con una voz que pide ayuda en alemán, elementos tras los cuales nos damos cuenta de que algo terrible ha pasado. Antes incluso de que sepamos la naturaleza del peligro, el suspense creado por el pueblo vacío (una imagen muy poderosa que Ibañez Serrador maneja de forma muy eficiente) es lo suficientemente fuerte para mantener nuestra atención, y cuando por fin se desata la amenaza de los críos, la película inicia una escalada de tensión que no para hasta el final.

Los niños son sin duda lo mejor; la película muestra sus matanzas como si se tratase de un juego infantil, mostrando a los niños casi siempre sonrientes sin por ello renunciar a imágenes abiertamente macabras como el juego de la piñata (referenciado por cierto al principio de la película), así como toda la secuencia dentro de la iglesia. Con todo y eso, los críos son genuinamente temibles, en primer lugar por su gran número, y en segundo lugar porque la diferencia lingüística entre ellos y los protagonistas realza el carácter de "extraños en tierra extraña" de la película.

Sin embargo, lo que me resulta más curioso de esta película es cómo Ibañez Serrador asienta el drama sobre las bases de una diatriba moral presente ya en el título; ¿es alguien capaz de matar a un niño por sobrevivir? Francamente no sé cómo sería tratado este tema por el público actual, pero al menos la intención por parte del director parece ser la de resaltar el contraste entre las horribles imágenes del prólogo y la propia reticencia de los personajes (y el público) a contraatacar a los niños, recordándonos así que si bien los críos son sagrados en la ficción, en la vida real no parecen serlo demasiado. La película asimismo presenta este mismo conflicto en los personajes al introducir una subtrama apenas esbozada acerca del niño que espera la pareja y al cual el marido quiso en un momento abortar. Nada tiene que ver esto, sin embargo, con moralismos de parte de Ibañez Serrador, ya que precisamente ese embarazo tiene un papel fundamental en la que es probablemente una de las secuencias más recordadas y transgresoras de la película.

Aparte de la novela en la que se basa, Narciso Ibáñez Serrador hace gala de diversas influencias literarias como El señor de las moscas, de William Golding (muy clara es la referencia que se hace a esta novela en un determinado momento del desenlace), pero sus principales fuentes de inspiración son cinematográficas, algo que se nota en pasajes que nos remiten directamente a películas como La invasión de los ultracuerpos (1956), El pueblo de los malditos (1960), Los pájaros (1963) o La noche de los muertos vivientes (1968), cintas que han dejado innegable huella en esta obra que se ha ganado por mérito propio el ser considerada entre las indispensables del género de terror español, una gran película que no se puede dejar pasar, y mucho menos ahora que su ya bastante anticipado remake se acerca inexorablemente.

viernes, octubre 16, 2009

Reseña # 299: À l'intérieur (2007)

Como la mayoría de los exponentes de esta reciente hornada de películas de terror llegadas de Francia en los últimos años, À l'intérieur (2007) no tuvo una distribución comercial en cines españoles, lo que no le ha impedido ganar una considerable popularidad incluso por encima de otros ejemplos similares mucho más publicitados. Gran parte de su merecida fama se debe a su nada tímido despliegue de brutalidad, ya que la película no se corta a la hora de sumirse en violencia y salvajadas varias, que una vez iniciadas casi no paran a lo largo de sus ochenta y tres minutos de duración. La cinta forma parte de una tendencia relativamente reciente en la filmografía francesa y que se caracteriza por el regodeo en lo extremo y el rompimiento de tabúes cinematográficos, tendencia que, por cierto, va más allá del cine de terror y que nos ha dado películas como la desquiciante Baise-moi (2000), de Virginie Despentes, o la más conocida Irréversible (2002), de Gaspar Noé.

Donde À l'intérieur destaca, sin embargo, es en lo mucho que logra exprimir un argumento extremadamente sencillo: una joven mujer embarazada que, en la víspera del nacimiento de su bebé, es acosada por una misteriosa mujer vestida de negro que está empeñada en quitarle a su hijo a cualquier precio. Lo que sigue a continuación es una auténtica batalla campal entre las dos mujeres en donde la sangre vuela por los aires. De entrada el hecho de tener como heroína a una mujer visiblemente embarazada con barriga y todo (símbolo por excelencia de aquello que la sociedad debe proteger) es toda una provocación que por sí sola bastaría para reabrir el (estéril) debate acerca de los límites que debe tener el cine de terror en cuanto a sano entretenimiento. Ayuda ciertamente el que los efectos gore están muy bien realizados y dotados en ocasiones de un estilismo que haría la envidia de los antiguos maestros italianos de los setenta y ochenta: momentos como el del hilillo de sangre que va recorriendo la pared de un pasillo o la cascada de rojo líquido que se derrama (literalmente) por unas escaleras son marca de la casa y una muestra de hasta donde están dispuestos a llegar los responsables de esta película en su misión de desagradar al público.

Por estos motivos la mayoría coincide en que estamos ante una cinta difícil de ver debido a la saña con que la pareja de directores (los primerizos Julien Maury y Alexandre Bustillo) tratan a sus dos personajes principales, especialmente a la protagonista, pero al mismo tiempo está todo tan bien hecho que resulta fascinante. Esto es así debido a que si bien Maury y Bustillo no escatiman en el empleo de violencia y casquería, no por ello descuidan el apartado de suspense y el juego con el espectador al ofrecer a la protagonista (y por ende a nosotros) ilusorias esperanzas de salvación a lo largo de todo el metraje, esperanzas que una y otra vez se ven frustradas y que obligan a la chica a luchar contra su agresora aún estando en clara desventaja física. Es por eso que la cinta supera su calidad de mera explotación para convertirse en una de las más potentes historias de invasión doméstica de esta década, así como una vuelta perversa a la obsesión de algunas mujeres por la maternidad.

Pero la película es atractiva más allá de sus concesiones al horror físico y a los amantes del gore. Gran parte de su efectividad reside en la actuación como villana de Beatrice Dalle, una conocida actriz francesa que alcanzó status de sex-symbol durante los años ochenta y a quien los jóvenes directores tuvieron en mente desde el primer momento para el papel. Dalle interpreta a su personaje como una psicópata irreflexiva que no tarda en perder el control de sí misma, lo que la hace genuinamente temible. Desde el primer momento en que aparece (en medio de sombras, iluminada sólo por la débil y fugaz luz de un mechero que enciende su cigarrillo) domina por completo la película, y el hecho de que no sabemos absolutamente nada de ella, ni su nombre ni sus orígenes o motivaciones, la convierte en una figura arquetípica similar al Michael Myers original de John Carpenter. La protagonista, Alysson Paradis, no es tan histriónica pero también hace un gran trabajo considerando el castigo al que su personaje es sometido durante toda la película, quedando literalmente hecha unos zorros.

De todas formas, el carácter auténticamente transgresor de la la cinta no reside en los chorros de sangre falsa que destila. Donde realmente está su poder es en su tratamiento nihilista y deprimente, que se hace doblemente cruel al desplegar en ocasiones detalles de un humor negro francamente envidiable y del que carecen el resto de producciones francesas de este género. A esto hay que sumarle un raro y surrealista desenlace coronado por una increíble imagen final, todo lo cual te deja con un muy mal rollo en el cuerpo y el ánimo por los suelos.

Con todo y eso no es una película para todos los paladares. Precisamente por lo desmesurado de su discurso, la cinta es en ocasiones exagerada hasta el punto de parecer irreal, sobre todo cuando se acerca al desenlace. Por cierto que la ambientación temporal (navidades) y alguna que otra mención por parte de los personajes la sitúan en los famosos disturbios que ocurrieron en el extrarradio parisino hace unos años, pero esto no pasa de ser una mera excusa para justificar el estado de indefensión de la protagonista. Lo que sí queda claro es que esta es una de las películas que mejor plasman lo que parece ser el sentimiento generalizado en el cine de terror de esta década: el miedo al otro y la desconfianza absoluta ante aquellos seres humanos que salen de nuestro particular círculo privado. En este sentido, À l'intérieur puede que sea una película poco usual e incluso difícil, pero también es una de las experiencias más intensas de los últimos años. Si sólo pudiera rescatar una de las recientes películas de terror francesas que nos han llegado, no tengo ninguna duda de que sería esta.

martes, octubre 13, 2009

Reseña # 298: Carrie (1976)

En un caso similar al que ha sufrido Stanley Kubrick con El resplandor (1980), Carrie (1976) ha sido por algunos descartada como poco más que un ejercicio de estilo más o menos extravagante en la carrera de su director, en este caso Brian de Palma, pero al igual que la anteriormente citada película, se trata de uno de esos clásicos inconfundibles del cine de terror que proporcionaría a dicho género algunas de sus imágenes más reconocibles. Otro punto en común es que ambas están basadas en la obra temprana del escritor Stephen King, y de hecho Carrie fue la primera adaptación cinematográfica que se hizo de dicho autor, quien para aquel entonces estaba prácticamente viendo nacer su éxito. En el caso que hoy nos ocupa, de Palma triunfa no sólo por ser el gran director que efectivamente es, sino también por ser un excelente manipulador que sabe jugar con las emociones del público a lo largo de toda la trama.

Esta ya es conocida por todos a estas alturas: Carrie White es una joven de dieciséis años estigmatizada por ser el bicho raro de su colegio, una joven frágil cuya voluntad ha permanecido durante años aplastada no sólo por la crueldad de sus compañeras sino también por los abusos de su propia madre, una fanática religiosa que mantiene la casa como un oscuro templo cristiano y maltrata constantemente a su hija al ver en ella la encarnación de su pecado. La (tardía) llegada de la primera menstruación de Carrie, sin embargo, pone en marcha una trama de superación aparentemente liberadora que se mezcla con el descubrimiento por parte de la joven de sus hasta entonces ocultos poderes telequinéticos, que finalmente usará para vengarse de todos aquellos que la han hecho sufrir.

La novela de Stephen King en la que se basa es mucho más compleja a nivel formal que la cinta de Brian de Palma; el libro está narrado en desorden cronológico alternando narración convencional con recortes de periódico, entrevistas y otros documentos que hacen que el lector ya sepa de antemano el final. Asimismo, al tema de la telequinesis se le da una mucho mayor importancia y constituye uno de los ángulos clave del argumento. La película en este sentido es diferente: su narrativa es completamente lineal, lo que hace que el público sienta una gran compasión hacia Carrie al verla tan indefensa ante sus compañeras y el monstruo que le ha tocado como madre, y el tema de sus poderes se manifiesta en pocas (aunque decisivas) ocasiones. Nada de esto, sin embargo, perjudica la narración. A De Palma no parece interesarle el ángulo paracientífico de la historia sino contar el argumento desde el punto de vista de la chica, haciendo de su película una historia juvenil sincera y amena que precisamente por eso resulta tan desgarradora en su final. Todas las experiencias de la protagonista están narradas en clave de ensueño, especialmente su ida al baile de graduación, en la que como espectadores no podemos menos que alegrarnos porque esta joven a menudo reducida al papel de víctima encuentre finalmente la felicidad.

Todo esto me resulta curioso porque a menudo lo que se ha destacado de la película es su lado más terrorífico (apreciado incluso en las imágenes que adornan esta reseña). A la ensoñación del baile de graduación se contrapone la oscuridad de la casa de Carrie, un habitáculo sombrío dominado por el imaginario cristiano y la presencia de una madre que parece salida de un cuento gótico (es tan exagerado el tono de este personaje y su ambiente que la actriz, Piper Laurie, pensaba que la historia era una comedia), pero De Palma intercala estos momentos con secuencias de un humor que brilla por su candidez, como la secuencia en que los chicos alquilan un traje o aquella que muestra el castigo que la profesora de gimnasia impone a las chicas. Algunos de los aspectos más oscuros del libro de King han sido suprimidos, como por ejemplo la lucha de poder que se da entre el acaudalado padre de la principal enemiga de Carrie y el director del colegio, o el personaje de Billy Nolan (un jovencísimo John Travolta), que en el libro es un delincuente peligroso y en la película no es más que un idiota fácilmente manipulable por la arpía de su novia.

El tono que da el director a la película está marcado asimismo por las actuaciones, todas ellas grandiosas. La Carrie de Sissy Spacek es perfecta (sinceramente no podría imaginar a otra actriz haciendo este personaje), no sólo por su tono de actuación sino también por su figura, dotada de una rareza física que, sin dejar de tener atractivo, contrasta marcadamente con las otras chicas. Entre estas se encuentran Amy Irving como la única de las jóvenes que llega a sentir compasión por Carrie, así como una joven Nancy Allen (futura esposa de De Palma y reconocible para muchos como la compañera policía de Alex Murphy en Robocop (1987), de Paul Verhoeven) que está genial en el papel de mala y a la cual el director otorga un ángulo de crueldad que tiene mucho que ver con gratificación sexual. John Travolta está muy bien a pesar de que su personaje no tiene aquí el peso de su contraparte literario, y William Katt estaría perfecto incluso si su personaje de querubín de bucles rubios no dijera ni una palabra. Pero quien ha dejado la mayor impresión en el público es Piper Laurie como la madre de Carrie, que interpreta aquí a una maníaca religiosa (figura recurrente en la obra de King) que impone miedo y autoridad aún cuando en muchas ocasiones cae en la caricatura.

La secuencia final en el baile de graduación es sin duda lo mejor de la película y una de las secuencias más recordadas del cine de terror. Está, como casi todo en la obra de De Palma, perfectamente rodada, y en ella el director emplea varios de los trucos que aprendió de su maestro Hitchcock y uno que otro de su propia cosecha: largos planos secuencia que terminan en un objeto, encuadres en los que la cámara destaca dos rostros colocados en planos diferentes, travelings circulares e incluso una pantalla dividida que ya había utilizado en películas anteriores y que obedece a una necesidad por parte de De Palma de tener la atención del público en dos puntos simultáneos. El gran uso de luces y música y el código de colores (azul/rojo) que separa la ensoñación de Carrie de su cruel venganza es también muy recordado, así como la imagen de la joven de ojos enormes completamente cubierta de sangre y sembrando la muerte entre las llamas, o la posterior confrontación final con su madre. Una vez más, las limitaciones de medios de la película impiden la masacre con la que finaliza el libro de King, pero eso no resta fuerza al resultado final; ni siquiera momentos como el derrumbe de la casa (que resulta confuso en la película al no tener realmente una justificación) impiden que el espectador se emocione y sufra con el destino de Carrie y aquellos que le rodean.

Y por supuesto todo está coronado con un susto final que ha sido imitado y plagiado infinidad de veces a lo largo de los años, pero que aquí no hace sino poner de manifiesto que Carrie es una película imprescindible entre las adaptaciones de Stephen King o el cine de terror en general.

domingo, octubre 11, 2009

Tres tristes trailers 24


Seguramente muchos de los que pasan por esta página habrán visto ya el trailer de Paranormal Activity (2009), pero lo pongo en el probable caso de que no lo hayan podido encontrar sin las imágenes del público. A menos que hayáis estado en coma durante los últimos meses también seréis conscientes del hype que rodea a esta película que (una vez más) intenta colar la estética del falso documental en su búsqueda del realismo. Desde aquí le daremos una oportunidad quizás como colofón de esta nueva moda que se ha desatado en cuanto a la cámara en mano, aunque guardo mayores esperanzas con The Fourth Kind, película con Mila Jovovich que va más o menos por el mismo camino.


Y bueno, no se iba a salvar de pasar por estos tribunales el avance de la nueva Pesadilla en Elm Street (2010), que entra a saco en la carrera para convertirse en uno de los remakes más supérfluos e innecesarios de lo que llevamos de siglo. El avance confirma mis peores temores en cuanto a la nueva producción de Platinum Dunes: sus responsables básicamente parecen decididos a copiar milimétricamente la original tunéandola para las sensibilidades actuales únicamente a nivel de estética, eligiendo en este caso un look que, a juzgar por lo que vemos, es aburrido, convencional y hortera. Confieso que esperaba (mejor dicho, tenía la esperanza) de que decidieran relanzar la saga de forma completamente distinta, pero ya veo que eso ha sido pedir demasiado a los responsables de las nuevas versiones de La matanza de Texas y Viernes 13. En fin, como ya decíamos antes, este es uno de esos remakes destinados sí o sí a fracasar.


Y ya para terminar os dejo con algo que muestra donde está la diferencia entre la abulia del horror mainstream (ver avance anterior) y los mucho más interesantes retos que se imponen aquellos que se mueven en la periferia, como es el caso de The Human Centipede (First Sequence) (2009), primera parte de una dupla de películas de terror de producción holandesa que desde ya se perfila como una de las propuestas más perturbadoras que nos podamos echar a la cara: la historia de un desquiciado cirujano experto en separar gemelos siameses que secuestra a un grupo de chicas para intentar un depravado experimento que constituye la más grande ambición de su vida. Lo que enlazamos aquí no es realmente un trailer (de hecho, no es más que una muestra de metraje de 1 minuto), pero eso no importa ya que, a pesar de que no muestra casi nada, sólo saber de qué se trata es suficiente para retorcerle las tripas a cualquiera. Yo, en lo particular, nunca he sido un fan del horror físico, pero esta es una que me llama la atención poderosamente. Con todo y eso, no sé si seré al final capaz de verla.

miércoles, octubre 07, 2009

Reseña: El ojo del gato (1985)

Tras el gran éxito de Creepshow (1982), el cine de terror vio surgir un repentino interés por las cintas de antología que se mantuvo prácticamente durante toda la década de los ochenta. Una de las películas más famosas de esta tendencia es El ojo del gato (1985), que basaba su gancho publicitario en el hecho de contar con Stephen King como guionista, adaptando su propia obra. King, que para ese entonces estaba en lo más alto de su popularidad, fue la punta de lanza comercial de una película que, vista hoy en día, resulta modesta, especialmente comparada con la antes mencionada película de George Romero o con Twilight Zone: The Movie (1983), pero con todo y eso, guarda todavía detalles interesantes.

La película sigue los pasos de otras adaptaciones fílmicas de Stephen King al contar con el director Lewis Teague, responsable de Cujo (1983), así como con una pequeña Drew Barrymore, quien para ese entonces estaba en pleno apogeo de su carrera como actriz infantil y había protagonizado la película Ojos de fuego (1984), también basada en la obra de King, quien aquí hila tres historias diferentes a través de la figura de un misterioso gato (una figura recurrente en su obra como emisario de lo sobrenatural) embarcado en una misión. Las primeras dos historias, Quitters Inc. y The Ledge, están basadas en cuentos cortos de King, mientras que la última, The General, fue escrita especialmente para esta película.

De entrada la trama tiene que superar un importante escollo narrativo debido a la decisión por parte del estudio de cortar un prólogo que explicaba la naturaleza del gato protagonista y su relación con el resto del argumento. Al estar ausente dicha introducción, se hace un tanto confusa la presencia del animal, que sólo es explicada al final. En los dos primeros relatos, el pequeño felino es sólo un testigo pasivo de lo que ocurre. Quitters Inc., en la que un hombre es presa de una sádica e inusual terapia para dejar de fumar, es un muy buen arranque, y es por lo general la historia que la gente más recuerda. Está protagonizada por James Woods, y es en este segmento lleno de paranoia donde se nota más la influencia que escritores como Richard Matheson han dejado en la obra de Stephen King. El caso de The Ledge es similar, ya que al igual que la anterior depende enteramente de la situación de la que parte (un hombre obligado a jugarse la vida caminando alrededor de la cornisa de un edificio). Ambos episodios logran suplir bastante bien sus carencias con un efectivo discurso sobre la paranoia en el primer segmento y una explotación del vértigo en el segundo. En general son bastante aceptables aunque poco arriesgadas, incluso teniendo en cuenta las posibilidades de la clasificación PG-13 de la película.

Es en el tercer segmento, The General, cuando se nos revela la verdadera misión del gato, y es el único de los tres en donde el felino es el protagonista. A pesar de que no está basado en ningún cuento de King, este segmento siempre es el que me viene a la mente gracias a la presencia del malvado duende vestido de arlequín al que el gato se enfrenta. El tono de este tercer y último episodio es completamente distinto al de los dos anteriores, mucho más atractivo a nivel de imaginario visual, y a pesar de que los efectos especiales de superposición cantan bastante en ocasiones, el diseño del pequeño monstruo es muy bueno, y enlaza una vez más a King con Richard Matheson al evocarnos pasajes de otra cinta de antología, Trilogy of Terror (1975), innegable influencia de esta. Por fortuna, este segmento cierra la película en un punto alto.

Tras casi un cuarto de siglo desde su estreno, El ojo del gato se mantiene principalmente como una película eficiente. Tanto las películas de antología como las adaptaciones de Stephen King han visto mejores ejemplos a lo largo de los años, pero al menos esta cinta de Lewis Teague consigue el no muy común balance de calidad entre los diferentes segmentos que lo componen. Muchos de sus elementos han quedado desfasados hoy en día, pero otros aún son destacables, y hacen de esta una película que sobrevivirá aunque sea como una curiosidad ciertamente entrañable.

lunes, octubre 05, 2009

Reseña: April Fool's Day (2008)

La nueva versión de April Fool's Day (2008), estrenada veintidós años después de la original, cayó bajo la dirección de los cineastas Mitchel Altieri y Phil Flores, responsables también de la película The Hamiltons (2006), y que habitualmente trabajan bajo el pseudónimo dual de The Butcher Brothers. A diferencia de la versión del 86, esta fue estrenada directamente en vídeo, y a decir verdad, la llamamos remake sólo porque así se ha publicitado (la película hasta incluye en los créditos a Frank Mancuso Jr. y Danilo Bach, productor y guionista, respectivamente, de la original). En realidad, y a pesar de que comparten el mismo título, las dos cintas no podrían ser más diferentes, hasta el punto de que en esta ocasión el famoso día 1 de abril ni siquiera tiene que ver realmente con la trama más allá de circunstancias meramente casuales.

El nuevo April Fool's Day tiene un argumento mucho más similar a thrillers juveniles como Cruel Intentions (1999), con la que comparte además su intento de retratar de manera mordaz el mundo de los jóvenes de clase alta, de la misma forma que los Butcher intentaron presentar un retrato fantaterrorífico de la clase media en su anterior película arriba mencionada. La trama de la que parte es bastante típica también, presentando un grupo de jóvenes ricachones de alta sociedad que juegan una broma pesada a una chica que termina en la triste muerte de esta. Un año después, cada uno de ellos recibe una carta en la que la propia difunta les advierte que si no confiesan su culpabilidad, todos morirán uno a uno.

Pero aparte del argumento completamente distinto, la principal diferencia entre esta y la película de Fred Walton está en el tono empleado: la versión del 86 inclinaba bastante la balanza hacia la comedia y nunca cometía el error de tomarse demasiado en serio a sí misma, lo que no le impidió deconstruir el slasher film en sus reglas más básicas. Además, los protagonistas de aquella película eran jóvenes simpáticos y agradables. En esta nueva versión, todos conforman una pandilla de bastardos egoístas de la peor ralea. En gran medida, este tratamiento de los personajes es intencional, ya que uno de los principales temas de la película es cómo todos sin distinción son culpables. Por desgracia, están tratados de forma unidimensional y estereotipada, todo lo que sucede es tremendamente inverosímil incluso para los estándares de este tipo de película, y prácticamente toda la cinta está tratada con una solemnidad que hace flaco favor al conjunto, resultando en un desarrollo aburrido y sin ningún sobresalto. Formalmente la cosa no está mucho mejor: la película está rodada en vídeo digital, pero su estética es totalmente plana e increíblemente amateur considerando que tiene detrás el apoyo de un estudio mainstream.

Por supuesto no voy a decir cómo se resuelve el final (punto más controvertido de la versión de Walton), pero sí diré que esta reencarnación de April Fool's Day incluye un giro sorpresa adicional que intenta dar un tono más sombrío y "adulto" a la película, pero sólo termina haciéndola más tonta. Del resto, no hay realmente nada que destacar. Al ver esta cinta, la pregunta que surge inmediatamente es por qué no decidieron ponerle otro título en vez de intentar parasitar la versión del 86. La única respuesta que se me ocurre es que muy probablemente nadie estaría hablando de esta película si hubiera intentando valerse por sí misma, ya que incluso pasando por alto su antecesora, resulta bastante pobre y lamentable.

sábado, octubre 03, 2009

Reseña: El padrastro (1987)

Repasando antiguos ejemplos de terror de los ochenta (especialmente ahora que todo está por ser recalentado para nuevas generaciones) se encuentra uno con alguna que otra sorpresa en la forma de películas que no recordaba con demasiado entusiasmo y que han terminado por cobrar nuevas dimensiones con un visionado muy posterior. Es el caso de El padrastro (1987), que cuenta la historia de un hombre que asesina a su familia y comienza una nueva vida asumiendo otra identidad, continuando así su búsqueda de lo que define como el auténtico sueño americano: una familia perfecta y una vida apacible de suburbio. Se trata de una cinta muy rescatable que ha envejecido bastante bien, incluso mejor que muchas de sus contemporáneas.

A pesar de tener una premisa que hoy en día se asocia con telefilmes no muy destacables, El padrastro tiene su mérito al intentar la nada difícil tarea de contar una historia de psicópatas desde el punto de vista del asesino, hasta el punto de que para el público el personaje que comete los crímenes no encierra ningún misterio. Los primeros minutos son geniales: asistimos a los momentos inmediatamente posteriores al crimen que define a nuestro villano. No vemos el hecho, sólo sus consecuencias, mientras el hombre fríamente se prepara para cambiar su identidad e ir en busca de su nuevo hogar. La secuencia funciona a varios niveles: no sólo nos sirve para saber todo sobre el personaje y su situación sin que nadie tenga siquiera que abrir la boca, sino que encima tiene el coraje de dejarnos sin enigma alguno que resolver. Ya no hay nada que se nos oculte; sabemos desde el principio que este hombre es el asesino y que quién se cruce con él está en peligro. El resto es ver cómo dicho personaje evoluciona en su nuevo ambiente, por lo que el auténtico punto fuerte de la película está en la interpretación.

En este sentido, quien lleva la batuta es, por supuesto, Terry O'Quinn, que clava el papel a la
perfección. El carácter dual de su personaje está tan bien llevado, que a pesar de que sabemos desde el principio que es un psicópata asesino, logra hacerse simpático ante nuestros ojos: el personaje que construye O'Quinn sólo busca lo que él entiende como felicidad, y como público nos alegramos genuinamente cuando la encuentra. Sin embargo, el lado oscuro de su carácter se muestra de una manera perturbadora cada vez que pierde los nervios, lo cual mantiene la tensión durante toda la película. No es de extrañar entonces que su protagonista recibiera en su momento los mayores elogios de su carrera, que sólo vería superados años más tarde con su papel de John Locke en la serie Perdidos.

Sin embargo, y a pesar de que Terry O'Quinn es el mayor atractivo de la película, no se deja de notar el buen oficio de su director Joseph Ruben, que es quien efectivamente construye, y muy bien, el ambiente de suburbia burguesa de la era Reagan que la película va destruyendo poco a poco. Ruben, quien continuaría su carrera con otros thrillers ambientados en el núcleo familiar como Durmiendo con el enemigo (1991) o El buen hijo (1993), sabe manejar lo suficientemente bien sus influencias, llevando al terreno de la clase media americana ciertos elementos presentes de la obra de Hitchcock: el argumento de la película es similar al de La sombra de una duda (1943), e incluso hay una escena que homenajea un momento de Los pájaros (1963).

La película también representa en el fondo una sátira a la estructura familiar tradicional y el estilo de vida de la clase media, ideales con los que el personaje principal vive obsesionado. Como gran parte de este tipo de historias, la noción del "invasor" está muy marcada en el personaje de la hijastra, que sospecha (irracionalmente y contra todo indicio) que el nuevo esposo de su madre es un monstruo y al final acaba teniendo razón. La diferencia es que en esta película veo dicho discurso con una carga francamente irónica, algo que hace aún más recomendable una película digna de ser rescatada.

jueves, octubre 01, 2009

Casi 300 reseñas y no más sentencias, por fin

Como sin duda sabrán aquellos que lleven pasando por aquí un tiempo, no suelo medir la edad de este blog en términos de cuantos años lleva en activo (aunque si quieren saberlo, se inició el 13 de abril del 2005), sino más bien en cuanto al número de reseñas, haciendo una marca cada vez que alcanzo cien de ellas. Pues bien, una vez más esa marca está a punto de llegar, ya que dentro de muy poco esta bitácora alcanzará las trescientas reseñas. Como en cada ocasión, pido esta vez a los lectores que me echen una mano y me envíen sus peticiones o sugerencias para la tríada que conformarán las reseñas 298, 299 y 300. Podéis enviar dichas sugerencias a mi correo de Gmail llamado lobohombreriera o depositarlas en la sección de comentarios de este post. En esta ocasión, y en honor al señor Cannonball, uno de los más antiguos visitantes de esta casa, haré lo posible por reseñar El otro (1972), de Robert Mulligan, película que me ha recomendado varias veces pero de la cual no he podido escribir nada. No ha sido por no querer; en verdad no he podido echar mano a una copia.
Dicho esto hay otro anuncio que quisiera hacer: a partir de ahora las reseñas que escriba ya no llevarán sentencia. El motivo de esto es que lo que en un principio pensé que sería un elemento meramente visual ha terminado por desviar la atención de casi todo el que lee (muy a pesar de que he dejado bastante claro que dicha numeración no puede ser vista como una ciencia y que responde a la impresión causada en mi por esa película específica). Esto nos ha llevado a la costumbre de hablar ya no de películas sino de la opinión que los demás tienen sobre las películas. Confieso que yo también he caído varias veces en esta actitud (ahí están las reseñas de El orfanato y La última casa a la izquierda para demostrarlo) pero nunca ha sido para mí El Tema y la verdad es que ya me aburre bastante. De manera que, a partir de ahora, nos deshacemos para siempre de la tiranía de las sentencias. De hecho, estas empezarán a desaparecer también de las reseñas anteriores (cosa que iré haciendo en mis ratos libres, porque hay mucho qué borrar).
Y ya para terminar, aprovecho para enviar un saludo al señor James Wallenstein, de Dimensión Fantástica, cuya reciente condecoración a esta página le agradezco enormemente. Espero que tanto él como vosotros me enviéis algunas sugerencias para la tríada tricentenaria de Horas de oscuridad. Y sobre todo, gracias a cada uno de vosotros por seguir manteniendo este sitio con vida después de tanto tiempo y líneas.
Y tranquilos: la inútil lista de la década está al caer. Eso seguro.