jueves, diciembre 29, 2005

Reseña: Dagon (2001)

Terminando con el panegírico de Fantastic Factory, ha llegado la hora de hablar de Dagon (2001), en mi opinión la película más acertada del ya extinto estudio de Serie B, una historia con la que Stuart Gordon crea una de las más logradas adaptaciones jamás hechas de la obra de H.P. Lovecraft. Si no es más popular, se debe únicamente a que sus valores estéticos (típicos del cine sin presupuesto) tienden a alejar al público más sensible. En cuanto a mí, reconozco mis prejuicios: aparte del hecho de ser un fan más que furibundo de la obra de Lovecraft, tengo la particularidad de perder la cabeza por cualquier historia que trate de monstruos marinos, como esta que tenemos a mano.

A pesar de su título, Dagon está basada realmente en otro cuento de Lovecraft, La sombra sobre Insmouth, la historia de un pueblo costero de Nueva Inglaterra (aunque, para justificar el acento hispano de sus personajes, Gordon traslada la acción a las costas gallegas, cambiando el nombre de la aldea por "Imboca") habitado por una raza de hombres anfibios, gobernados por un culto que adora a Dagon, el Señor de las profundidades, una criatura lovecraftiana con todas las de la ley, perteneciente a la ancestral raza de "los Profundos". A este pueblo llega un día un hombre llamado Paul Marsh (Ezra Godden "disfrazado" de Jeffrey Combs) junto con su esposa y suegros, cuando un naufragio los obliga a enfrentarse cara a cara con los repelentes habitantes de Imboca, con los que Paul guarda una relación desconocida para el momento. Destaca la presencia de la actriz Macarena Gómez como Uxía, suma sacerdotisa del dios marino, y Paco Rabal (en lo que, si no me equivoco, fue su canto de cisne) como el borracho Ezequiel, un hombre cuyo inglés resulta absolutamente ininteligible.

Esta película fue el proyecto acariciado por Stuart Gordon durante casi dos décadas, y a pesar de que, insisto, ciertos elementos puramente estéticos pueden llegar a molestarnos en esta era en la que es costumbre que todo esté perfectamente pulido y esterilizado, uno no puede menos que maravillarse ante el universo lovecraftiano perfectamente ambientado que logra esta película, con la que sólo puede competir, en mi opinión, En la boca de la locura (1995), de John Carpenter.

Como siempre, tratándose de Gordon, el hombre no ha escatimado esfuerzos a la hora de mostrarnos imágenes desagradables y un despliegue de escenas sanguinolentas, hundiéndose progresivamente en los recursos ya no serie B, sino Z. El mendigo siendo desollado de la cara abajo, y la actriz Raquel Meroño colgando en topless como si fuera una res sacrificada al ente marino son cosas que sencillamente no se olvidan. El sentido de humor de Gordon puede que no sea muy lovecraftiano que digamos, pero no puede negarse su fascinación por el material original.

Porque el verdadero protagonista sigue siendo Lovecraft y su peculiar y desquiciado mundo, un universo atrayente lleno de seres espectrales que se ocultan en aquellos rincones de la Tierra donde el hombre es incapaz de llegar. El concepto de terror de este autor americano, en el que aquellos misterios más antiguos que el hombre luchan por volver al mundo que una vez fue suyo es lo que ha cautivado a todos sus lectores, y es precisamente ese ambiente el que ha prevalecido en la cinta de Gordon, un director que entiende como pocos el lugar de donde proviene toda la magia de su autor preferido. La secta de Dagon y el ruinoso pueblo de Imboca, con sus monstruosos habitantes, son dos personajes más, recreados con toda la fidelidad posible. Cuando Paul registra a fondo las calles desoladas de aquel caserío gallego, podemos percibir esa atmósfera de oscura viscosidad a la que Lovecraft nos tiene acostumbrados.

Es una lástima que el distanciamiento generado por su estética haya sido la desgracia mayor de esta película. Quienes logren vencer este distanciamiento, lograrán disfrutar de algo de lo que todo fan del cine de terror se siente gustoso de ver: el estilo inconfundible de un director a quien el tiempo no ha quitado el gusto por sus más antiguos fetiches. Dagon es sin duda lo mejor de Fantastic Factory, y una de las más recomendables de Stuart Gordon, un mítico fiel a su estilo.

A esta película sólo le falta una cosa: ella.

sábado, diciembre 24, 2005

Reseña: Romasanta (2004)

A finales del siglo XIX, en los predios rurales de Galicia, un vendedor ambulante de jabones se convirtió en uno de los primeros asesinos en serie de España (si no el primero), al descubrirse que había sido el responsable de un gran número de cadáveres, a menudo utilizando la grasa de sus víctimas como materia prima para sus productos. Este hombre alegó en su defensa una supuesta condición de licántropo que, si bien nunca fue demostrada, al menos consiguió librarle de la muerte gracias a un indulto concedido por la propia reina. La historia de Manuel Romasanta, el hombre-lobo de Allariz, ha inspirado numerosos libros y artículos, por lo que resultaba obvio que vería la luz en forma de una película. Y es que, en su momento, Romasanta (2004) fue una de las apuestas más ambiciosas de la ya difunta Fantastic Factory, y de todas sus películas, quizás sea la que más se aleja de los preceptos típicos de serie B en busca de "algo más", que lamentablemente no consigue.

El director, Paco Plaza, quien ya se había hecho un hueco con su thriller El segundo nombre (2002), intenta repetir aquí, sin lograrlo, los elementos que hicieron de su debut un acierto ante la crítica: afincarse más en el aspecto psicológico y sutil de la historia en lugar de ceder a los preceptos formales del horror. El resultado, sin embargo, no es el producto "respetable" que buscaba, sino una película que ostenta una grave crisis de identidad, sin un criterio claro, una historia anodina y aburrida que se la pasa saltando desde el típico thriller hasta los vericuetos del period-piece o dramón decimonónico, intercalando los crímenes de Romasanta (interpretado por un Julian Sands que simplemente repite el personaje silente y misterioso que le hemos visto tantas veces) con la historia de una pasión adúltera que mantiene con su cuñada (interpretada por... ella), al mismo tiempo que se concentra en representar un costumbrismo localista que se cae por incoherente: el vestuario de los personajes es demasiado extravagante para tratarse de un ambiente rural gallego, especialmente en el caso de Romasanta, que es representado en el póster con una pinta muy al estilo de The Shadow. Entre este desquicio de temas, Plaza intenta meter con calzador una discusión nimia sobre el conflicto entre ciencia y superstición. Es como si el director hubiese querido hacer algo parecido a Drácula de Bram Stoker (1992) sin decidirse nunca por el camino a seguir.

Como suele suceder en estos casos, el gancho publicitario de "basado en un hecho real" tiene muy poco que ver con la realidad misma, ya que difícilmente lograremos encontrar en esta película un reflejo fiel de los hechos que rodearon la leyenda de Manuel Romasanta. La cinta no funciona como una película de terror (más que nada porque es aburrida), tampoco como una historia de licántropos (sólo hay una transformación en toda la película, y es testimonial), ni como costume-drama, ni como historia de amor (la química entre el Sands y la Pataky es nula) ni como nada. Cuando mucho serán salvables algunas escenas que buscan reflejar el marco de leyenda rural que tiene esta película, planos de los bosques con los que Plaza intenta marearnos para que no nos demos cuenta de que no tiene nada de carne en el asador. Eso y la secuencia de la carreta, que realmente me gustó. En definitiva, una película que quiere parecer más inteligente de lo que es, y eso señores, es un verdadero crimen, y no los del lobo gallego.

jueves, diciembre 22, 2005

Reseña: Beyond Re-Animator (2003)

Ahora que la productora Fantastic Factory es oficialmente historia, creo que es sano aprovechar unos momentos para comentar algunas de sus películas. En mi caso, la primera que vi fue Beyond Re-Animator (2003), tercera parte de la saga iniciada en 1985 por el mítico Stuart Gordon, y que tuvo que venir a España para ver de nuevo la luz. Ignoro si recibió un estreno en los cines españoles, pero puedo asegurar que su distribución en los Estados Unidos fue "directa a vídeo". Es una lástima, porque sin duda que esta tercera parte de las aventuras y desventuras del doctor Herbert West merecía un destino mejor.

La película está dirigida por Brian Yuzna, quien ya había estado al mando de la secuela anterior, Bride of Re-Animator (1990), la cual no había recibido muy buenas críticas. Las expectativas, por lo tanto, estaban bastante bajas, a pesar de que Yuzna ya había demostrado una gran dosis de talento con películas como El regreso de los muertos vivientes 3 (1993) y El dentista (1996), en mi opinión dos obras indispensables de lo que es cine serie B de calidad. Buscando salir hacia un escenario completamente nuevo, Yuzna abre la historia justo en el final de la secuela anterior, cuando uno de los cadáveres reanimados del doctor West irrumpe en la casa del pequeño Howard Phillips, asesinando brutalmente a su hermana mayor, hacia la cual el niño siente un amor fraternal un tanto sospechoso. Por supuesto, el desquiciado doctor West da con sus huesos en la cárcel, y trece años después, el joven Howard, convertido en médico, entra a trabajar en el mismo recinto penitenciario. Pero la sorpresa es que Howard no está buscando venganza... ¡sino la oportunidad de trabajar junto al doctor West en su búsqueda de la cura contra la muerte! Por supuesto, las cosas se salen de control y los muertos vivientes del "reanimador" desatan el caos y la destrucción en medio de un motín penintenciario que nada tiene que envidiar al de Attica.

Beyond Re-Animator resulta una secuela bastante digna, en primer lugar porque sabe mantener aquellos elementos que hicieron de la original un clásico, entre ellos una violencia tan caricaturesca que deriva en pura comedia. Sin embargo, estos detalles sanguinolentos y ridículos no están exentos de cierta carga grotesca y perturbadora, ya que el suero de reanimación del doctor West funciona diferente en cada personaje, a menudo desatando aquellos aspectos más escondidos de su personalidad. El loco tontainas de la prisión se convierte en una bestia llena de traumas de carácter freudiano, el maleante hispano de turno es "reanimado" en la forma de un torso, y mención especial para un Santiago Segura (infaltable en una producción de este tipo) en su papel de drogadicto que por casualidad se inyecta la sustancia equivocada y termina con su cabeza explotando como una piñata, por no hablar de la chica buena convertida, gracias a la magia del líquido verde, en una sadomasoquista de ultratumba experta en la castración por vía dental.

Pero todos sabemos muy bien cual es el plato fuerte: Jeffrey Combs. Este semidios absoluto del género está (una vez más) absolutamente genial como el doctor West, con la fría naturalidad de científico loco que se cree (mejor dicho, que se sabe) superior a todos aquellos que se oponen a sus designios. Definitivamente, la actuación de Combs es el principal atractivo de esta película (y eso que sale, Dios mío, ella).

A pesar de sus limitaciones, y del hecho de que la historia no hace un gran esfuerzo por ofrecer cosas que no hayamos visto en las dos anteriores secuelas, Beyond Re-Animator sigue teniendo gancho. Sus valores de producción resultan bastante correctos (es uno de esos casos en los que una película parece más cara de lo que es) y en mi mente queda archivado como uno de los mejores esfuerzos de Fantastic Factory, lo sucifientemente recomendable para que el doctor West (el Depak Chopra del cine hemoglobítico) se mantenga trabajando un poco más.

miércoles, diciembre 21, 2005

Brevísimo ranking de horror del 2005

Desfasado y rompiendo la delicada estructura de este blog, aquí ofrecemos un brevísimo ranking de lo que (por lo menos aquí) consideramos lo mejorcito que nos ofrecieron las pantallas españolas durante el 2005. Por supuesto, está de más recordaros que esta lista es completamente subjetiva y que este rasgo se resalta más al estar compuesta únicamente de tres títulos. Para sugerencias y discrepancias favor remitirse a la sección de comentarios.

POSICIÓN No. 3

¿Renovación del horror sobrenatural o pieza de propaganda religiosa? Quizás eso no lo podamos resolver aquí, pero lo que sí está claro es que El exorcismo de Emily Rose (reseña aquí) ha sido una de las experiencias más interesantes de este año. La combinación entre el drama de juicios tan típicamente norteamericano con brutales secuencias de exorcismo capaces de alcanzar la fibra más sensible del espectador ha sido, sorprendentemente, una receta ganadora. De una cosa también estoy seguro: nunca volveré a ver las 3 de la madrugada de la misma manera.

POSICIÓN No. 2

La segunda película de Rob Zombie, Los renegados del diablo (reseña aquí) se alza con el segundo puesto y con el privilegio de ser uno de los mejores exponentes de ese nutrido canto a las familias de psicópatas que nos ha brindado el cine de terror. No contento con eso, Zombie consigue con la historia de la familia Firefly algo nada fácil: que el espectador simpatice (hasta cierto punto) con una pandilla de hijos de puta capaces de las mayores crueldades y depravaciones posibles. Con una obra de esta categoría, no es de extrañar que el antiguo vocalista de White Zombie sea considerado uno de los más prometedores artífices del panorama terrorífico actual.

POSICIÓN No. 1

Y hablando de nuevas promesas, el británico Neil Marshall se las trae. Su película The Descent (reseña aquí) es sin duda alguna la pieza de terror del año. Un relato claustrofóbico, visceral y contundente construido a partir de una idea muy básica pero tremendamente efectiva. Explotando los típicos miedos a la oscuridad, a lo desconocido, al canibalismo y a la bestialidad escondida, esta cinta de terror cavernario es lo más brutal de la temporada. Tras su odisea de licántropos contra soldados, Marshall demuestra un estilo que va directamente a la yugular, algo que siempre es de agradecer. Recomendable ciento por ciento.

Hasta aquí el podio. ¿Se me ha escapado alguna? Dejadla en los comentarios y hasta el año que viene.

martes, diciembre 20, 2005

Jo jo jo

Justo a tiempo para las fiestas decembrinas, hoy 20 de diciembre ha salido en Estados Unidos una de las más interesantes propuestas navideñas: la película Santa's Slay (2005), un "directo a vídeo" escrito y dirigido por David Steiman y cuya trama, desde ya, la señala como una firme candidata a convertirse en todo un clásico navideño, al nivel de indiscutibles obras maestras como Silent Night, Deadly Night (1984) o All Through the House (1989), episodio de Tales From the Crypt dirigido por Robert Zemeckis.
Esta nueva película, cuyo traducción literal de "La matanza de Papá Noel" sería sin duda demasiado cutre, no es la primera en ofrecernos una visión sádica del gordito filandés, pero sí es la primera en llevar el concepto hasta el auténtico extremo: Kriss Kringle resulta no ser un santo como todos pensaban, sino un demonio del infierno que, tras perder una batalla con un ángel, es condenado a repartir juguetes y sonrisas durante mil años, siempre en el aniversario del nacimiento de su peor enemigo. Claro está, la historia de la película comienza precisamente el año en que esa condena llega a su fin, con lo que Papá Noel se ve al fin libre de tener que estar "fuera de personaje", y decide que va a buscar de una vez su bien merecida compensación por tener que estar haciendo el pringadillo durante diez siglos. Y válgame Dios si esos repelentes niños no van a recibir lo que se merecen...
Haciendo de Santa (y utilizando desde artes marciales hasta todo tipo de armas grotescas) tenemos a Bill Goldberg, antigua estrella de la lucha libre, y para colmo judío (!), quien dice habérselas pasado de lo lindo masacrando a familias enteras que habían tenido la desgracia de encontrarse con un San Nicolás de mala leche.
Y ahora mi pregunta: ¿para cuando la tendremos aquí? ¡Dios mío, que sea pronto!

lunes, diciembre 19, 2005

Las colinas y Yuzna

Como no tengo nada que postear hoy, les dejo con el primer poster del remake de Las colinas tienen ojos (1977), a estrenarse el año que viene por obra y gracia de su director Alexandre Aja, el mismo de Alta tensión (2003). Creo que será por ese maravilloso tagline, pero a mí esta película me llama la atención y mucho. El mismo Wes Craven está muy emocionado con el proyecto, así que todo parece indicar que al señor Aja le está yendo bastante bien.
El que no parece estar de muy buena estrella es Brian Yuzna, quien hace unas semanas se quedó definitivamente en el paro tras el anuncio por parte de Filmax de no renovar su contrato. Esto quiere decir que, oficialmente, la filial barcelonesa Fantastic Factory ha cerrado sus puertas para siempre y sus miembros han quedado, como dicen aquí, en la puta calle. Al parecer, la decisión de Filmax vendría dada por el rotundo fracaso taquillero (y crítico) de los últimos productos de Yuzna y sus acólitos (entre ellos el "controversial" Jaume Balagueró), que así como un día te sacan maravillas como Dagon (2001) o Beyond Re-Animator (2003), al otro día te vienen con cosas como Romasanta (2004), Rottweiler (2004) o La monja (2005).
A mi juicio, lo mejor de todo fueron las declaraciones de Yuzna a las revistas especializadas americanas. Parece que el señor no debe haber hecho buenas migas con los jefazos de Filmax, ya que para soltar una frase como "bueno, yo ya les he enseñado a hacer películas de género, ahora tendrán que encargarse ellos" hay que tener mucha ira, o mucho morro.
Ustedes dirán. Mientras tanto, aquí están otros posters para la anteriormente citada película.



viernes, diciembre 16, 2005

Reseña: Psicosis (1960)

Hitchcock es, sin duda alguna, el director más plagiado de la historia del cine. Y de todas sus películas, probablemente ninguna haya sido tan reiteradamente manoseada y "homenajeada" como Psicosis (1960), un filme que resulta perfecto ejemplo de aquello de lo que se habla cuando se dice "obra fundacional". Resultaría demasiado largo ofrecer aquí una lista de todas las películas que se han valido de ella, especialmente aquellas pertenecientes al sub-género slasher, del cual la cinta de Hitchcock es claro precursor. Es una de las dos películas de "terror" que aparecen en la sacrosanta lista de las cien mejores películas americanas de la historia, según el American Film Institute (que injusticia), en la que ocupa la casilla 18. A pesar de que el tiempo ha mermado un poco el efecto perturbador que tuvo en su época, sigue siendo una clase magistral de técnica cinematográfica, una obra en la que cada plano es simplemente perfecto.

Pero en su época ciertamente no se le vio así, ya que su producción no se diferenciaba mucho de la de cualquier producto de serie B. De hecho, Psicosis se filmó en los mismos estudios en los que para entonces se realizaba la serie de televisión Alfred Hitchcock presents. Su presupuesto era bastante moderado, y al parecer, el único que creía en el potencial de la película era el propio director, quien compró los derechos de la novela de Robert Bloch (en la que se basa el guión) e incluso adquirió todos los ejemplares que pudo para que así fuera menor la cantidad de gente que conociera el final de la historia.

Hoy en día todos la conocemos: en un arrebato decidido a cambiar de una vez su miserable vida, la rubia fatal Marion Crane roba a su jefe una cantidad considerable de dinero y huye hacia California, deteniéndose a pasar la noche en el apartado motel Bates, donde es atendida por su solitario y aparentemente inofensivo dueño, Norman. El resto ya sin duda lo saben, una historia de travestismo, complejo de Edipo y asesinato en masa.

Resulta difícil de creer para nuestra época que Psicosis haya causado un impacto tan grande en el público de 1960, pero fue así, y por muchos motivos. Lo que a veces se nos escapa es que esta película fue genuinamente innovadora en muchos aspectos, desde detalles tontos (es la primera película donde se tiraba de la cadena de un inodoro) hasta decisiones que cambiaron las costumbres del público (fue una de las películas que rompió con la vieja tradición de las "funciones continuadas", por petición del propio Hitchcock, quien no quería que la gente se enterase de que Janet Leigh, la única estrella del reparto, moría en la primera mitad del filme). Pero sobre todo, dio al público de entonces una carga de perversidad a la que no estaba acostumbrado, una idea del Mal que dejaba de ser caricaturesco o sobrenatural y que pasaba a formar parte de aquello que está más oculto en el hombre: el inconsciente. La cinta de Hitchcock es, sin duda, el primer thriller "adulto" que inspiraba la idea de que el horror podía provenir del corazón de la familia americana.

Durante los 109 minutos de Psicosis estamos constantemente sufriendo una sensación de peligro, agazapados ante la espera de algo terrible. Cuando esto finalmente sucede, en la ya omnipresente e hiperparodiada escena de la ducha con la no menos inolvidable música de Bernard Herrmann, el impacto es brutal. Pero incluso más allá de sus excelencias dramáticas y argumentales, el principal logro de la película es haber logrado instaurar una estética y un modo de hacer cine que domina la industria hollywoodense hasta el día de hoy. Hitchcock, un hombre plenamente consciente del poder de la cámara, pule cada secuencia hasta la perfección. La escena de la ducha, centro nervioso de la película, es un claro ejemplo de eso, con el agua corriendo en remolino hasta el desagüe por donde se escapa la sangre (y la vida) de Marion Crane, hasta aquel largo zoom-out que comienza en el ojo de la víctima y que termina en el montón de dinero olvidado sobre la mesa de noche, mostrándonos que el motivo del crimen no ha sido el afán de lucro, sino los oscuros pasadizos de la locura. Es la irracionalidad del Mal, resumido en la figura afable y hasta ridícula de Norman Bates. Los antiguos enemigos de América se han ido, los facistas de la Segunda Guerra estaban muertos, e incluso los comunistas rusos parecían menos peligrosos que los horrores que podían desatarse en lo profundo del corazón del país. Si este no es el tema principal de todo el cine de terror que vendrá en las décadas posteriores, que alguien me lo diga.

Pero no es esto lo que más impresiona de Psicosis. Su público no salió espantado y horrorizado por su carga erótica ni violenta, ni por las connotaciones sociológicas de su trama, ni siquiera por sus excelentes actuaciones. Si algo queda de esta obra maestra, es que es cine en su estado puro. Sin duda alguna.

miércoles, diciembre 14, 2005

Reseña: The Blob (1988)

Una razón por la que a veces los remakes no funcionan es porque sus realizadores olvidan aquel principio según el cual aquello que funcionó en una época no necesariamente tiene el mismo resultado tiempo después. En este sentido, la clave para que una versión nueva de una película funcione es que la actualización pueda descubrir nuevos filones que la original no había explorado, o en su defecto pueda compensar aquellos fallos de la original a un nivel puramente técnico pero al mismo tiempo manteniendo cierto respeto hacia el material del cual proviene toda la magia. Algo similar sucede con The Blob (1988), versión ochentera del clásico serie B que se hiciera treinta años antes, y que en la actualidad está por ver la luz una tercera vez.

El tono de esta película viene dado desde el principio por su título maravillosamente onomatopéyico. Al igual que la original, la trama trata acerca de una forma de vida gelatinosa que devora toda criatura viviente a su paso y que crece en forma descontrolada a medida que se va cobrando más víctimas. Los orígenes del monstruo nos son desconocidos al principio, de manera que la historia arranca muy pronto con las visiones constantes de esta aformidad color rosa que mata y devora de la manera más brutal posible.

Libre ya del contenido pseudo-político habitual de los años cincuenta, el remake de The Blob se hunde en las raíces de serie B convirtiéndose en un espectáculo grotesco y autoconsciente, aunque no por eso menos disfrutable. Mientras que la original, con un joven Steve McQueen que debutaba en su primer papel protagónico, participaba de aquella filosofía de "tenemos que salvar el mundo porque somos jóvenes americanos", esta nueva versión nos pone de protagonista a un adolescente gamberro e irresponsable (interpretado por Kevin Dillon, hermano de Matt Dillon y, como él, todo un icono homo-erótico) con la típica motocicleta, chaqueta de cuero y melena, un delincuente juvenil que por supuesto encuentra su lado sensible gracias al amor de una jovencita virginal con niño que cuidar y todo. A partir de allí, la película comienza a repasar uno a uno los tópicos del horror típico de auto-cine, incluyendo la ya clásica escena de la pareja en el coche aparcado. Pero donde destaca realmente la cinta es en las muertes, cada una más gráfica e inverosimil que la anterior, no sin cierta dosis de hilaridad (el momento que aparece en la foto, en el que la masa gelatinosa coge a una de sus víctimas y la disuelve hasta pasarla por la tubería de un lavaplatos es realmente antológico).

El director de esta película es Chuck Russell, director de género que actualmente prepara otro remake, el de Piraña (1978), el clásico de Joe Dante. Russell tiene encima toda la carga de una década en la que abundaron los productos casposos de terror, y por eso es que esta versión de The Blob sabe que se enfrenta a toda una tradición de creature features y películas de desastres: memorable resulta la escena en la que el monstruo coge a sus despavoridas víctimas colgado del techo de una sala de cine (!), de cuyo público selecciona su comida como si se tratase de un mostrador de frutas, repitiendo el que sin duda era el mejor gag de la original y que treinta años después seguía teniendo el mismo valor.

Por todo esto nos encontramos ante otro de esos casos en los que un remake puede plantarle cara a la versión original con mucho orgullo. Ahora que estamos a punto de ver una nueva versión, es justificable que se renueve el interés por las anteriores ediciones de los ataques de esta gigantesca bacteria capaz de desatar el Apocalipsis a donde quiera que vaya. En mi opinión se merece mucho más que un vistazo.

lunes, diciembre 12, 2005

Reseña: What Lies Beneath (2000)

Anoche dieron en la tele What Lies Beneath (2000) y no resistí la tentación de hablar de ella hoy. Particularmente, esta película (que cuenta con una larga fila de detractores) siempre me ha fascinado por varios motivos, pero sobre todo por su factura técnica, obra de Robert Zemeckis, a quien siempre he considerado un "Steven Spielberg light", pero a quien no puedo negar grandes momentos. Ahora que Dreamworks ha sido oficialmente vendida a los titanes de Universal, pienso que se puede hacer justicia al hablar de uno de sus productos más exitosos. Porque lo es, sin duda: esta cinta de Zemeckis es la segunda película de terror que más dinero ha recaudado en la historia del cine (no, no voy a decirles cual es la primera, tendrán que averiguarlo ustedes mismos).

El título de la cinta ya hace referencia a aquello que se convierte rápidamente en el tema principal de la trama: los secretos, los detalles siniestros que se esconden bajo la superficie de una vida en apariencia perfecta. Absolutamente todo en la película apoya esta idea, desde el decorado (una casa idílica durante el día pero tenebrosa durante la noche) y un lago de apariencia sosegada pero con unas aguas profundas y oscuras. Los personajes principales tampoco escapan a esto: el matrimonio de Claire y Norman Spencer (interpretados por unos más que correctos Michele Pfeiffer y Harrison Ford) son en apariencia felices e inmaculados, dos seres maduros en la plenitud de la vida, con una hija que acaba de marcharse a la universidad, con un éxito profesional indiscutible (en el caso de él) y una sosegada tranquilidad de ama de casa de clase alta (en el caso de ella). Y sin embargo, cuando Claire comienza esta nueva etapa de su vida, la llegada de una manifestación de otro mundo, que en principio parece ligada a la desordenada y misteriosa conducta de sus vecinos, la empuja a la persecución de un misterio más cercano de lo que ella cree. Bajo la superficie de la cotidianidad se esconde el horror de aquello que se intenta ocultar pero que tarde o temprano se manifiesta en toda su furia.

What Lies Beneath fue una película producida a toda prisa. Zemeckis la rodó toda durante el tiempo que le tomó a Tom Hanks adelgazar para completar el rodaje de Cast Away (2000), estrenada el mismo año. No se nota. Y digo no se nota porque cada elemento de la historia tiene su relación con el tema que se intenta explorar. Es imposible dar ejemplos sin arruinar en cierta medida la trama, pero todo aquel que la vea debería prestar atención a ciertos detalles como el lago o el nombre de la pequeña tienda que Claire visita en el pueblo de Adamant. En este sentido, la importancia de los secretos es tan vital en la película de Zemeckis que el mayor error (a mi parecer) de la película proviene de su proceso publicitario, especialmente con un avance y un tagline que arruinan casi por completo la experiencia (el avance es especialmente nocivo, toda persona debería abstenerse de verlo). En cuanto a la factura técnica, Zemeckis agota prácticamente todas las referencias a Hitchcock que puede haber, desde varios planos hasta la música, e incluso el nombre de un personaje que tiene mucho que ver con su desenvolvimiento final. Y es que precisamente, una de las cosas que este director ha repetido hasta el cansacio es su deseo con What Lies Beneath de hacer la película que Hitchcock hubiese hecho de haber contado con los medios digitales tan comunes hoy en día.

Si lo logró o no, eso ya corresponde juzgarlo a cada quien, pero para mí esta película resulta todo un disfrute, con sustos que a veces son fáciles (un teléfono que suena de repente) y a veces no (cierta escena con una Michele Pfeiffer convertida en tentadora femme fatale, manzana y todo, me parece absolutamente genial). A mi juicio recomendable sin duda.

viernes, diciembre 09, 2005

Míticos: Steve Miner (1951 - )

Injustamente olvidado en nuestra época, Steve Miner es uno de los muchos directores de horror que vieron florecer su carrera durante la década de los ochenta, pero a diferencia de la mayoría, supo combinar un interesante estilo personal con un conocimiento objetivo del género lo suficientemente amplio como para resucitar el material de otros creadores. Su filmografía no se limita al horror, ya que ha probado suerte literalmente en todo, y a pesar de que la llegada de la década de los noventa prácticamente lo desterró a los terrenos de la televisión, los nuevos proyectos en los que se ha embarcado parece ser que su regreso está más que asegurado. A lo mejor es la parte nostálgica de mí la que pide esto, ya que las películas de este cineasta ocuparon muchas horas de mi niñez.
Steve Miner comenzó su carrera a las órdenes de otros dos míticos del cine de horror: Wes Craven y Sean S. Cunningham, quienes a principios de los 70 luchaban por sacar adelante su proyecto personal que les colocaría en la mira de aquel sub-género de "violación-asesinato-venganza": La última casa a la izquierda (1972). Miner trabajó como asistente de dirección, y la experiencia sirvió para que Cunningham solicitara sus servicios varios años más tarde, específicamente como productor asociado para Viernes 13 (1980). No hace falta decir que la película resultó un éxito colosal, y Steve finalmente obtuvo su primer trabajo como director a cargo de la secuela. Efectivamente, Viernes 13 parte II (1981), su ópera prima, le dio el honor de ser el hombre que por primera vez dirigiera a esa máquina de matar llamada Jason Vorhees. Privilegio similar tendría al año siguiente, cuando dirigiera Viernes 13 parte III (1982) y colocara al asesino de Crystal Lake la máscara de hockey que le acompañaría por el resto de su vida. Miner realizó esta película en 3-D, en el mejor estilo de auto-cine, y aunque no resultó un éxito tan colosal como las dos anteriores, sí consiguió que la industria se fijara en él como realizador.
En 1983, Steve Miner propuso a los estudios realizar una versión americana de Godzilla, e incluso consiguió que los estudios Toho en Japón aceptaran el proyecto. A pesar de eso, su visión del monstruo resultó demasiado ambiciosa para la época, y el presupuesto de 30 millones de dólares que lanzó sobre la mesa espantó a los estudios. Por fortuna, pocos años después realizaría una de sus mejores películas, la comedia de horror House (1986), que se convirtió rápidamente en un film de culto. El éxito estaba prácticamente asegurado para Miner, que pasó al género de la comedia y a realizar varios trabajos para la televisión. Pocos años después regresaría a los vericuetos del horror con Warlock (1989), la película que supueso el descubrimiento en serie B del actor británico Julian Sands, cuya presencia prácticamente acapara la película.

La década de los 90, transcurría sin mucha gloria para este director, ya que sus siguientes intentos de cambiar de género no resultaron tan exitosos. Desde la melodramática Forever Young (1992) con Mel Gibson hasta la comedia del dúo Rick Moranis/Tom Arnold Bully (1996), algo parecía decirle a Steve Miner que no estaba en su sitio. Mientras tanto cubría su cheque alimenticio trabajando como director en numerosas series de televisión. En este sentido llevó su estilo a prácticamente todo cuanto saliera por la tele, desde Chicago Hope y The Practice hasta Dawson's Creek y Felicity, en un caso de auténtica esquizofrenia creativa.

Por aquellos días, el éxito de Kevin Williamson hizo que los estudios pusieran sus ojos nuevamente en el género del terror, y ya que Dimension Films estaba en la cresta de la ola, se pensó en Miner para resucitar la franquicia de Michael Myers. Fue así como nuestro amigo fue contratado para dirigir la séptima entrega de la saga: Halloween H20 (1998). Sabiendo perfectamente a aquello a lo que se enfrentaba, Steve Miner tomó la sabia decisión de ignorar completamente todas aquellas secuelas que habían sido realizadas después de la segunda parte, y retomar la historia como si las entregas 3, 4, 5 y 6 nunca hubiesen sucedido. Fue así como la séptima parte nos llevó al reencuentro entre el slasher Michael Myers y su hermana Laurie veinte años después, cuando ella pensaba que se había librado para siempre de su perseguidor. En un toque magistral de ironía y auto-cita, Steve Miner sitúa la historia en un campamento de adolescentes que Laurie (interpretada nuevamente por Jamie Lee Curtis) administra junto a su hijo. La película resultó exitosa, y permitió a su director embarcarse en otro proyecto, Lake Placid (1999), remake de una olvidada película de monstruos acerca de un cocodrilo gigante que aterroriza un destino turístico.

Actualmente Steve Miner ha vuelto a caer en los terrenos de la televisión, dirigiendo episodios de Smalville o Jake 2.0. Sin embargo, ya prepara sus dos nuevos proyectos para el futuro, y que podrían significar su regreso a la palestra: The After Killer (2006) y El día de los muertos (2007), la nueva versión del clásico de George Romero. ¿Cómo es posible que lo hayan olvidado para la serie Masters of Horror? La respuesta a esto se me escapa. En todo caso, algún día aprenderán.

viernes, diciembre 02, 2005

El pulso americano

Antes de irme de viaje por el puente, les dejo aquí con el trailer de Pulse (2006), cortesía de Rorro. Para los que no lo saben, Pulse es el más reciente remake de la interminable fila de películas de terror asiáticas que han literalmente tomado por asalto los cines occidentales. No he visto la original, dirigida por Kiyoshi Kurosawa en 2001, pero las opiniones que he recibido de ella son muy buenas (Rottentomatoes le da un "fresh" como una casa: 76%).
A juzgar por el trailer, Pulse parece un proyecto bastante ambicioso, si bien el reparto es de lo peor (la mayoría de los actores son los típicos adolescentes del canal WB, muchos de ellos ya fracasados anteriormente en su paso a la gran pantalla). La cosa se agrava, además, cuando tenemos en consideración el hecho de que su productora, Dimension Films (una filial de Miramax dedicada casi en exclusiva al cine de género) no destaca precisamente por la brillantez de sus productos. Nótese que uso palabra "productos" en lugar de "producciones", algo completamente intencional.
Yo diría, además, que tiene imágenes interesantes, pero me entero de otra cosa que me pone los pelos de punta: el trailer americano utiliza descaradamente imágenes de la cinta original. Por ejemplo, esa toma del avión estrellándose es de la japonesa, y no se sabe si aparecerá en esta nueva versión, especialmente dada la sensibilidad de los americanos con todo aquello que muestre un avión fuera de curso.
Y entonces, ¿por qué me llama la atención Pulse? Supongo que por un caso extremo de masoquismo. Si quieren pueden revisar ustedes mismos el sitio web oficial aquí.
Feliz puente.