Aquellos que vengan siguiendo la saga desde sus inicios muy probablemente se sientan defraudados con Silent Night, Deadly Night 4: Initiation (1990), puesto que esta cuarta entrega no sólo rompe con todo tipo de continuidad con las películas anteriores, sino que es a todas luces un producto divorciado por entero de la premisa que han mantenido. A un nivel aún mayor que la entrega anterior, esta cuarta parte no tiene absolutamente nada que ver con la Navidad y las escasas escenas que la vinculan de alguna forma a las típicas fiestas decembrinas se sienten como una imposición forzadísima destinada a hacer de este capítulo una parte de la serie. Pero no todo es malo: esta cuarta parte es también un regreso a cierto margen mínimo de calidad, y a pesar de su locura argumental, vuelve a sentirse como una película de verdad principalmente por el talento que hay tanto delante como detrás de las cámaras.
Para dar fe de ello sólo hay que mencionar el nombre de su director, el inconfundible Brian Yuzna, que nos trae aquí una de sus primeras películas, mostrando varias de sus marcas de estilo que ya había explotado en trabajos como la indispensable Society (1989) o Bride of Re-Animator (1989), que se estrenaron en cines mientras que esta de la que hablamos hoy fue a parar directamente a vídeo. Y si decíamos que tenía poco que ver con las anteriores lo decíamos en serio: basándose en un guión rechazado para la entrega anterior, Silent Night, Deadly Night 4 abandona el terreno slasher del Santa Claus asesino y construye un relato urbano de brujería y satanismo mezclado con un fuerte subtexto lésbico en lo que sin duda es una cinta singular dentro del panorama de principios de los noventa. Su argumento, en el que una joven reportera investiga la extraña muerte de una mujer anónima y termina enfrentándose a una secta de brujas modernas que buscan utilizarla para cumplir un terrible ritual, es también una nada velada explotación del miedo misógino que subyace al poder femenino y a la subyugación del macho alfa.
La película tiene muchos ejemplos de esto que estamos diciendo, tantos que sería muy largo enumerarlos aquí, y si algo sabe hace Yuzna es enredar esta trama con escenas y momentos realmente grotescos que casi siempre tienen como protagonista a la presencia del siempre grande Clint Howard como un vagabundo esclavo de las brujas, eso y un empleo de los preceptos de la Nueva Carne del que Cronenberg y Barker estarían muy orgullosos. Por supuesto que la película tiene sus fallos como un desarrollo muy rápido y un final abrupto en el que la resolución llega simplemente porque sí, pero nunca hay que olvidar que estamos hablando de un final al que hemos llegado por medio de una muestra desvergonzada de sexo orgíastico, lesbianismo satánico y el empleo literal/metafórico de insectos gigantes.
Brian Yuzna llegaría a depurar más su estilo con el tiempo, pero esta falsa secuela lleva el germen de sus primeros trabajos, que fueron aquellos realmente radicales en cuanto a su particular y retorcida forma de emplear el horror. En esta casa le defendemos a capa y espada como uno de los grandes aunque no siempre haya acertado, pero en esta ocasión lo hace. Silent Night, Deadly Night 4 es una película que probablemente termine alienando a muchos, pero para mí al menos resulta mucho más interesante que la repetición slasher de entregas anteriores y que parece ser el camino que se espera de este tipo de sagas.
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