Lo más interesante de esta producción está, sin embargo, en su decisión de alejarse al menos un poco de la enrevesada historia de las cuatro entregas anteriores y ofrecer un relato más o menos independiente. Digo más o menos porque a pesar de que los protagonistas son distintos, el argumento sí que guarda relación con las primeras cuatro películas y elabora un tanto más la mitología de posesiones diabólicas y cónclaves de brujas que se han convertido en marca de la casa y que en la anterior película habían sido olímpicamente ignoradas. Esta vez, sin embargo, la víctima es masculina, un muchacho de origen latino de un barrio de Los Ángeles que descubre poco a poco cómo los inusuales poderes que va mostrando son el producto de una posesión demoníaca que se va apoderando de él. El formato de metraje hallado es, eso sí, completamente arbitrario: los personajes no tienen motivo alguno para estar registrando con una cámara todo lo que ocurre, y muy pronto te das cuenta de que la película no tiene el más mínimo interés en justificarlo.
Sin embargo, esto no es tan sorprendente; siempre me ha parecido curioso que se compare la reciente fiebre del metraje hallado con El proyecto de la bruja de Blair (1999) puesto que la tendencia actual no tiene nada que ver con aquella película. Si la bruja de Blair utilizaba su formato de cámara en mano por un afán de conseguir realismo, en la saga de Paranormal Activity (así como en sus secuelas y en prácticamente todo el resto de este subgénero) el interés no está en conseguir verosimilitud alguna sino en usar el formato para hacer trampa: el look amateur no sólo reduce costes de producción sino que además permite que los responsables echen mano de ciertas crudezas técnicas que normalmente no se podrían permitir: una iluminación pobre, pocos ángulos de cámara, un montaje a tropezones en el que las escenas se van superponiendo unas a otras sin transición alguna, y sobre todo una perspectiva en primera persona que da pie al empleo de trucos baratos para sorprender al espectador. Todo esto está presente en este spin-off, aunque debo reconocer que en menor medida que en otras entregas de la saga, y aunque me parece encomiable que hayan querido intentar algunas cosas nuevas, la película en general es tan pobre que si hubiesen empleado una perspectiva omnisciente de toda la vida, el resultado no habría tenido el más mínimo interés.
Dicho esto hay que dejar claro que estamos ante la que probablemente sea la única de las secuelas de Paranormal Activity (2009) que al menos se preocupa en extender un poco el mundo que sus creadores han ido tejiendo, y el carácter semi-independiente de esta entrega hace que al menos no se sienta como un burdo abreboca de la quinta parte. Eso sí, el componente de terror no está tan marcado como en la primera entrega, y el hecho de que el público ya conoce aquello que está afectando a los protagonistas hace que la película abandone un poco su historia de horror para adquirir unos toques de descubrimiento de superpoderes que recuerdan mucho a Chronicle (2012), cuyas semejanzas ya han sido mencionadas por prácticamente todos los que la han reseñado. En definitiva, me ha parecido más interesante de lo que esperaba para los estándares de esta malograda franquicia, y sólo lamento que este no vaya a ser el camino a seguir y tengamos seguramente que volver a aquel descabellado argumento una vez más.
El trailer me produjo muchas ganas de verla, aunque es cierto, la cuarta parte es tremendamente horrible. Da la impresión de que las buenas ideas se quedaron con las dos primeras películas.
ResponderEliminarSaludos,
Mario Parra