Decíamos el otro día en Letterboxd que una de mis películas favoritas durante mi adolescencia fue The Prophecy (1995), precursora de ese cine de terror de temática religiosa y apocalíptica que surgió (por motivos evidentes) justo en los albores del nuevo milenio y que trajo, además, uno de los roles más memorables para Christopher Walken, uno que extendió aún más su extravagante imagen de tipo raro tan explotada en otras películas. El éxito de aquella cinta fue lo suficientemente grande para asegurarle una secuela pocos años después, aunque con pretensiones mucho menores. Dicho esto, The Prophecy 2 (1998) fue lanzada directamente en formato doméstico y se siente como una continuación muy pobre que imita de forma muy superficial la primera película, haciéndolo todo mal y desperdiciando no sólo un material interesante sino además un elenco bastante aprovechable que incluía no sólo al propio Walken sino también a Jennifer Beals, Brittany Murphy y un criminalmente infrautilizado Eric Roberts en lo que es poco más que un cameo.
Uno de los principales motivos por los que esta secuela fracasa es su escasa ambición: el presupuesto más reducido elimina los interesantes paisajes desérticos de la original por el ambiente de la ciudad de una forma genérica y poco interesante. Además, hasta el espectador menos espabilado se dará cuenta de que esta película repite exactamente la misma historia que su antecesora; una vez más asistimos a la guerra entre los ángeles por el control del Cielo, y una vez más dos de ellos luchan entre sí por el control de un arma secreta escondida dentro de un humano (en este caso dicha arma es un Nefilim, es decir el hijo de un ángel y una mujer humana). Christopher Walken regresa como el arcángel Gabriel, y una vez más es el villano de la película, aunque su inclusión en esta secuela se ve demasiado forzada y sobre todo gratuita. La sensación de peligro de los protagonistas es también un poco ridícula ya que a pesar de que se nos cuenta que la guerra entre los ángeles continúa, en ningún momento vemos a otro ángel malvado que no sea Gabriel, quien una vez más recurre a un humano como ayudante a quien mantiene con vida en contra de su voluntad.
No son estas las únicas coincidencias: todas y cada una de las imágenes y giros narrativos que presentaba la cinta de 1995 se repiten aquí, sólo que descafeinadas, con una estética mucho más pobre y con un argumento de lo más sencillo que se podría resumir en pocos segundos y que en ningún momento plantea interrogante alguna. La cinta parece esbozar un ángulo interesante al dejar caer la posibilidad de que los ángeles buenos tampoco sean tan bondadosos pero rápidamente abandona esa idea, muy a pesar de que el drama personal de la protagonista es el de haber sido embarazada en contra de su voluntad y de una forma que en poco se diferencia de una violación en toda regla. Terrible también el ángel bueno interpretado por Russell Wong resulta de lo más olvidable y la manera como es despachado en el desenlace de la película es lamentable a más no poder.
De hecho, de todo el elenco el único que parece estar haciendo algo medianamente interesante es Christopher Walken, cuya actuación como Gabriel una vez más sobresale gracias a su tratamiento cómico de estrella de rock errática y desorientada. Con todo y eso nunca llega a parecer realmente una amenaza y da la sensación de que obtiene todas sus victorias únicamente porque los ángeles buenos se lo permiten. Para colmo la película es mucho menos violenta que su antecesora, menos dada a las imágenes interesantes (exceptuando aquellas que toma directamente del metraje reciclado de la primera cinta) y su resolución abierta no despertó en mi el más mínimo interés. Es sin duda una de las peores y más pobres secuelas que he visto en mucho tiempo, pero a pesar de todo ha generado una saga que ya va por la quinta entrega. Tarde o temprano (lo sé) terminarán cayendo por aquí.
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