Siguiendo en esta fiebre que nos ha dado por las películas de terror con temática navideña, se hace necesario hablar aquí de Sint (2010), una simpática producción holandesa que marca entre otras cosas el regreso al cine de horror del cineasta neerlandés Dick Maas, quien se había prácticamente apartado del género desde los tiempos de sus dos películas más conocidas, El ascensor (1983) y Amsterdamned (1988). En esta ocasión, Maas nos trae una historia muy similar en cuanto a premisa a la finlandesa Rare Exports (2010) transformando en esta ocasión la imagen de San Nicolás de Bari, encargado en los Países Bajos de traer los regalos en las fiestas navideñas, en un zombi sediento de sangre que comete una masacre en la ciudad de Amsterdam en aquellos años en los que su festividad (el 5 de diciembre) toca en luna llena.
sábado, diciembre 22, 2012
Reseña: Sint (2010)
Personalmente no me parece la mejor obra de Maas, principalmente porque en mi opinión el haber enfocado la historia como una comedia diluye un poco el contenido transgresor de hacer del obispo un monstruo, algo que se nota también en la decisión de irse por el camino de la corrección política al hacer de los secuaces de San Nicolás (los "Pedritos Negros") hombres blancos caucásicos. Eso y que el escaso presupuesto de la cinta se nota en la reticencia en mostrar al monstruo; Nicolás y sus siervos salen muy poco en verdad, y cuando lo hace su aparición se ve deslucida por unos efectos informáticos un tanto cutres.
Pero con todo y eso, estamos ante una película divertida que tiene sus mayores virtudes en la irreverencia abierta hacia una figura religiosa comúnmente asociada con momentos festivos. A diferencia de lo que ocurre con Papá Noel, la figura de San Nicolás de Bari enlaza directamente con el cristianismo, aunque lamentablemente la cinta de Maas se queda a media máquina cuando asoma temas como la conspiración religiosa existente tras la figura de un obispo rebelde que asesinaba sin piedad a aquellos que se negaban a rendirle tributo y que encima secuestraba niños para venderlos como esclavos. Todos estos puntos están sugeridos en la película pero no son tratados realmente, y encima el final es apresurado, anticlimático, sin una resolución real y francamente falto de imaginación.
En definitiva, Sint merece la pena principalmente como componente exótico de la Navidad en otras culturas usado como base para el terror. Como película de miedo navideña, es francamente bastante perezosa y sólo superficialmente disfrutable. El final, al negarse a dar una solución real y creíble al conflicto, deja en teoría la puerta abierta a una secuela que en lo personal me gustaría ver hecha realidad, quizás esta vez con un poco más de la crueldad que le hubiera caído bien a este relato de horror navideño.
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