Silent Night, Deadly Night (1984), o como se le conoce en España, Noche de paz, noche de muerte, es uno de esos títulos que siempre salen a relucir cuando se habla de cintas de horror de temática navideña, incluso por gente que nunca la ha visto. El motivo es fácil de suponer; ya que este largometraje de Charles E. Seller no solamente fue estrenado en el pico de la popularidad de los slashers ochenteros, sino que también basa su premisa en la ciertamente transgresora imagen del Papá Noel asesino. Dicho esto hay que reconocer que no estamos lo que se dice ante la mejor película de terror navideña (honor que en mi opinión debería tener Gremlins (1984), estrenada ese mismo año), ni siquiera ante la mejor cinta del Santa Claus psycho-killer (esa sería sin duda la muy superior Christmas Evil (1980), de la que esta que hablamos hoy bebe sin ningún disimulo). El por qué de su fama entonces se explica entre otras cosas por los enormes problemas que tuvo en el momento de su estreno y a la polémica levantada en aquel entonces entre los sectores más conservadores del público.
Una cosa sin embargo hay que concederle, y es que Silent Night, Deadly Night al menos rompe con ciertos esquemas de los slasher films al narrar la historia desde el punto de vista del asesino, un joven llamado Billy al que el argumento sigue durante casi toda la primera mitad antes de que caiga su primera víctima. Billy es un muchacho traumatizado con la figura de Papá Noel desde que un hombre disfrazado de Santa Claus matara a sus padres, y su estancia en un orfanato con unas monjas seguidoras de métodos bastante cuestionables de enseñanza terminan por convertirlo en un desquiciado que da pie a una auténtica masacre en la que debería ser la noche más alegre del año. Contrariamente a la representación del asesino como una sombra anónima, la película hace realmente un esfuerzo por mostrar el desmoronamiento psicológico de Billy (propiciado en gran parte por la forma cómo la Navidad le es prácticamente impuesta por la sociedad, un interesante detalle que dudo mucho sea casual) y hacer de él el personaje al que el público termina siguiendo, hecho evidenciado además por el detalle de que en todo momento vemos su rostro.
El resto es bastante típico; tras realizar una masacre en su sitio de trabajo Billy vaga por las calles asesinado a todos los que "se portan mal" de maneras cada vez más gráficas y violentas, en un estilo al que ya estarán acostumbrados aquellos que conozcan el terror de los ochenta y sus particulares excesos, terminando en una confrontación final en el orfanato. Es en este desarrollo donde la película pierde un poco su brillo inicial y se convierte en un producto bastante regular con alguna que otra escena interesante pero bastante básico y mundano, encima con momentos de humor involuntario y un argumento atropellado en el que destaca negativamente la subtrama de una monja que conoce el mal dentro de Billy y trata de detenerlo al estilo de Sam Loomis en Halloween (1978). Para colmo el final es un anticlímax total y se siente abrupto y poco resuelto, por mucho que el último plano haga el típico guiño a una secuela.
Esta continuación llegaría, a pesar de todo; Silent Night, Deadly Night se estrelló en la taquilla en su momento debido a un ataque feroz por parte de varias asociaciones de padres que boicotearon la película hasta lograr su retirada de las carteleras, faena en la que incluso participaron críticos de renombre como Rogert Ebert y Gene Siskel, quienes se unieron al vapuleo general y denunciaron públicamente la película por lo que consideraban un nivel de violencia excesivo. Todo este absurdo parece hoy algo increíble, pero probablemente haya tenido gran parte de responsabilidad en que la cinta terminara por convertirse en un placer culpable de Nochebuena que generó la nada despreciable cantidad de cuatro secuelas, más un remake de este año que por lo visto apunta en una dirección más propia del slasher de toda la vida. Por mi parte, si tenéis ganas de ver una película de terror navideña realmente destacable, recomendaría revisar las dos mencionadas más arriba. Silent Night, Deadly Night es, honestamente, una película menor que ha terminado por ganar notoriedad por motivos ajenos a sus propios méritos, pero es verdad que es una de esas infaltables del género y una muestra interesante del siempre arbitrario poder de la censura.
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