Hace algo más de un año reseñamos en este blog la película Terror en Amityville (1979), la primera de lo que sería una larga y exitosa franquicia de películas de terror inspiradas en el caso "real" de la casa colonial ubicada en el 112 de la Ocean Avenue de Amityville, en Long Island, y que todavía es famosa por ser uno de los más sonados ejemplos de hogares acosados por fantasmas. En aquella ocasión prometimos ponernos manos a la obra con la reseña y disección de todas las ocho películas de la saga (diez si contamos su remake del 2005 y la infaltable versión de The Asylum de 2011), pero por un motivo u otro nunca cumplimos con dicha promesa. Ahora intentamos enmendar al menos parcialmente ese error, y es bueno que sea así porque nunca me cansaré de repetir que esta segunda película es, con todo y sus numerosos defectos, bastante mejor que la primera parte y de hecho una de las mejores entregas de la saga.
Habría que empezar aclarando que pese al número que acompaña su título, Amityville 2: La posesión (1982) es en realidad una precuela que cuenta la historia de la familia italo-americana cuya masacre desencadena la leyenda negra de la casa y da inicio a una larga serie de cambios de dueño. Ya desde el principio se nota en la película una voluntad de tomar el camino de una verdadera cinta de horror al comenzar los ataques de la casa prácticamente desde el primer momento en que la familia Montelli se muda a su nuevo hogar y atrae la atención de los malignos espíritus que lo habitan. Una cosa interesante y atípica en lo que a secuelas se trata es que esta segunda cinta de Amityville no explora la mitología de la casa que ya se había insinuado en la primera película. Por el contrario, el guión del veterano Tommy Lee Wallace parece más interesado en destacar los problemas internos de la familia Montelli y sus particulares demonios, los cuales ya existían en la forma de un padre abusivo, una madre histérica y la incestuosa relación entre los dos hijos adolescentes, elementos bastante fuertes considerando que hablamos de una cinta comercial y definitivamente a años luz de la ligereza de la primera película.
Es precisamente este historia y la mayor complejidad estética del director Damiano Damiani lo que hacen de la primera hora de Amityville 2 lo mejor de la película y la prueba de que estamos ante una verdadera cinta de miedo no exenta de momentos auténticamente pavorosos que destacan por la sutileza de medios y el aprovechamiento de sus recursos, como esa larga secuencia en la que el hijo es atacado por el espíritu que habita la casa, una escena sin diálogos y con una atmósfera envidiable (siempre me pareció muy bueno el detalle de que el fantasma se comunicara con el joven a través de su walkman) que desemboca en aquello que todos conocen: el crimen perpetrado por un muchacho poseído por un espíritu maligno.
Por desgracia es aquí donde comienzan los problemas que impiden una película de terror realmente sólida, y es que la última media hora de la cinta cambia completamente de registro y protagonista al pasar a contar cómo un joven sacerdote decide plantar cara al espíritu de la casa y salvar a su joven víctima. Estos últimos treinta minutos no sólo se sienten en ocasiones como una copia mala de El exorcista (1973) sino que encima contienen detalles dramáticos que encaminan la cinta hacia los terrenos de la comedia involuntaria, como la policía y los abogados claudicando ante el discurso religioso y un abuso de efectos especiales que desentona con la sutileza que había mostrado la cinta hasta entonces. Es una lástima porque de no haber tenido este desenlace (y en cambio haber ahondado más en la propia historia de la casa y ese misterioso túnel bajo el sótano) la película habría resultado mucho mejor. Pero con todo y eso, la primera hora tiene tantos elementos positivos que me atrevo a recomendarla (por encima de la primera) como un eficiente ejemplo de casas encantadas y un argumento más a favor del sabio consejo de no construir nunca sobre un cementerio indio.
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