Una de las muchas maneras de aproximarse a Onibaba (1964), una de las más (justamente) reverenciadas películas del fantaterror japonés, es hablar de ella como el reverso tenebroso de Los siete samurai (1954): ambas comparten su ubicación histórica en una de las muchas guerras civiles de la edad media japonesa, aunque la cinta de la que hablamos hoy se desliga de la obra de Kurosawa al mostrarnos la guerra desde su "patio trasero", es decir, desde la posición de los deshonrados y de los pobres diablos a los que el conflicto ha terminado por arrojar a la más abyecta pobreza y desesperación, un sitio donde cuestiones abstractas como el honor ceden protagonismo a los instintos más básicos, sobre todo el de la supervivencia. El desprecio abierto a estos elementos de la cultura bélica nipona, así como su muy poco recatado retrato de las pasiones humanas, la hicieron una película importante en su época, una relevancia que no se ha desvanecido con el tiempo.
La película (basada en una famosa leyenda budista de espantos) nos arroja dentro de este mundo de marginados de forma repentina pero eficaz: sus protagonistas son dos mujeres, suegra y nuera, que viven abandonadas esperando el regreso de un hijo que nunca ha de volver, y para sobrevivir se ven obligadas a asesinar de forma furtiva a los desertores y derrotados que huyen de las líneas enemigas. Todo esto nos es mostrado tan sólo con un par de imágenes, e incluso antes de que veamos a las protagonistas por primera vez ya tenemos una panorámica bastante clara de la situación por la que atraviesan, que se empeora con la llegada de un hombre por ellas conocido y cuya presencia desencadena todo el resto del conflicto. A partir de aquí lo que sigue es una historia de odios, rencores, miedos y pasiones desenfrenadas en un único y enorme escenario representado por una eterna maleza que se mueve con el soplar del viento, de la misma forma que los instintos mueven las acciones de los protagonistas.
Es esta lucha pasional, podríamos decir, lo más interesante de la película, sobre todo por la manera en que está retratada. A través de todo el metraje, la tensión sexual que hay entre los personajes es tan palpable como el calor de la ciénaga en la que viven, y dicha sensación contrasta con el ambiente de profunda miseria en el que las dos mujeres pasan el día a día. El desahogo de esta tensión se cruza asimismo con el tema recurrente de la muerte deshonrosa y vacía (no hay muertes "nobles" en esta película), simbolizada en un agujero en medio de la tierra en el que la joven y su suegra arrojan los cadáveres de aquellos miserables que han caído en sus garras para el despojo. Este mismo pozo tendrá una importancia fundamental en el clímax de la trama, aquel que da a la película su título y que nos muestra otro aspecto típico de estas historias: la mujer como un ente diabólico capaz de las mayores atrocidades con el único objetivo de satisfacer sus pasiones más primitivas, principalmente la necesidad de venganza.
Como casi todo lo que se escribe aquí, la inclusión de esta película en la bitácora es arbitraria, ya que Onibaba no es del todo una película de terror. Más bien se podría decir que se trata de un drama en tiempos de guerra en los que los componentes terroríficos (todos ellos con una naturaleza sobrenatural por lo menos ambigua) únicamente están presentes en sus minutos finales, cuando la historia del triángulo de miseria se cruza con algunos elementos provenientes de la mitología japonesa, y personificados todos en la espantosa máscara de demonio que oculta la cara del samurai deshonrado. Es en este tramo final donde la historia vuelve a las raíces de la leyenda budista de la que parte el argumento, alcanzando una inevitable (e inmejorable) conclusión que por sí sola es más que suficiente para que esta película permanezca en nuestra memoria por mucho tiempo después de que terminan sus títulos de crédito.
La cinta es recomendable también para todos aquellos que quieran acercarse a la cultura japonesa, ya que después de haber dado una mirada a los iconos culturales que componen su historia (para lo cual un primer paso podría ser leer esta reseña, que toca estos temas de forma más detallada que yo), adquiere otras dimensiones mucho más impresionantes que terminan de coronar el recordatorio de que con Onibaba estamos ante una gran obra a la que en ocasiones hay que volver.
Muy buenas la reseña. Estoy detrás de esta película ya un tiempo, a ver si ahora cae de verdad y tengo la oprtunidad de continuarte en tu comentario.
ResponderEliminarSaludos
Recuerdo esta pelicula con mucha tensión. La vi hace años en la T.V.
ResponderEliminarMe atrapó su misterio. Es extraño porque el cine nipón de por si es perturbador, esta cinta me fascino y además me asustó de una forma muy profunda. Aunque lo paranormal aparecé al final.
Gran reseña.
Ahora mismo acabo de verla, ciertamente poco hay sobrenatural por no decir nada (el tema de la máscara y lo que con ella ocurre tiene su explicación) pero me ha sorprendido como se va engarzando el relato y, como bien dices, se plasman una serie de pasiones humanas que no esperaba ver en este film del 64.
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